• Takeru respiraba hondo mientras se preparaba para el combate más difícil hasta ahora. Wakatsuki Takeshi estaba frente a él, un hombre cuya fuerza descomunal lo convertía en una verdadera bestia en el ring. La arena del estadio de la isla oculta vibraba con la anticipación de los espectadores, quienes sabían que este enfrentamiento sería una brutal demostración de poder y técnica.

    El referí levantó la mano y anunció el inicio del combate.

    Takeru, ahora un maestro del estilo Niko combinado con su boxeo Out Boxer, utilizó "Bólido" para aumentar su velocidad y mantenerse fuera del alcance de Wakatsuki. Se movía como un espectro, lanzando jabs rápidos que apenas rozaban la piel del oponente, pero que acumulaban daño poco a poco.

    Sin embargo, Wakatsuki no era un rival ordinario. Cuando por fin consiguió cerrar la distancia, descargó un golpe devastador contra Takeru, quien apenas tuvo tiempo de activar "Adamantino" para mitigar el impacto. Aun así, el impacto fue brutal; Takeru sintió cómo sus huesos crujían bajo la fuerza monstruosa de su oponente.

    Con cada intercambio, la diferencia de poder era evidente. Wakatsuki bloqueaba los golpes de Takeru como si no fueran más que brisas de viento. Takeru, en cambio, tenía que usar "Sauce" constantemente para desviar los ataques que, de lo contrario, lo habrían dejado inconsciente en un instante.

    Pero Takeru no se rendía. Con sangre resbalando por su rostro y el dolor recorriendo todo su cuerpo, aprovechó su velocidad y reflejos superiores para conectar una serie de combinaciones rápidas, apuntando a los puntos débiles de Wakatsuki. Fue un combate de resistencia, astucia y puro instinto de supervivencia.

    Finalmente, en un último intento desesperado, Takeru utilizó su velocidad al máximo con "Bólido", esquivó un golpe demoledor y lanzó un derechazo con toda su fuerza al mentón de Wakatsuki. El impacto fue preciso, obligando al titán a tambalearse. Aprovechando el momento, descargó una ráfaga de golpes certeros, hasta que Wakatsuki cayó de rodillas.

    El referí observó atentamente, contando segundos en su cabeza. Wakatsuki intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. Finalmente, su cuerpo se desplomó sobre la arena, incapaz de continuar.

    "¡El combate ha terminado! ¡El ganador es Takeru!"

    Los gritos del público retumbaron en la arena, pero Takeru apenas los escuchaba. Su cuerpo estaba destrozado, sus movimientos eran pesados y su visión borrosa. Aún quedaban muchas peleas por delante, y ahora tendría que enfrentarlas con heridas graves.
    Takeru respiraba hondo mientras se preparaba para el combate más difícil hasta ahora. Wakatsuki Takeshi estaba frente a él, un hombre cuya fuerza descomunal lo convertía en una verdadera bestia en el ring. La arena del estadio de la isla oculta vibraba con la anticipación de los espectadores, quienes sabían que este enfrentamiento sería una brutal demostración de poder y técnica. El referí levantó la mano y anunció el inicio del combate. Takeru, ahora un maestro del estilo Niko combinado con su boxeo Out Boxer, utilizó "Bólido" para aumentar su velocidad y mantenerse fuera del alcance de Wakatsuki. Se movía como un espectro, lanzando jabs rápidos que apenas rozaban la piel del oponente, pero que acumulaban daño poco a poco. Sin embargo, Wakatsuki no era un rival ordinario. Cuando por fin consiguió cerrar la distancia, descargó un golpe devastador contra Takeru, quien apenas tuvo tiempo de activar "Adamantino" para mitigar el impacto. Aun así, el impacto fue brutal; Takeru sintió cómo sus huesos crujían bajo la fuerza monstruosa de su oponente. Con cada intercambio, la diferencia de poder era evidente. Wakatsuki bloqueaba los golpes de Takeru como si no fueran más que brisas de viento. Takeru, en cambio, tenía que usar "Sauce" constantemente para desviar los ataques que, de lo contrario, lo habrían dejado inconsciente en un instante. Pero Takeru no se rendía. Con sangre resbalando por su rostro y el dolor recorriendo todo su cuerpo, aprovechó su velocidad y reflejos superiores para conectar una serie de combinaciones rápidas, apuntando a los puntos débiles de Wakatsuki. Fue un combate de resistencia, astucia y puro instinto de supervivencia. Finalmente, en un último intento desesperado, Takeru utilizó su velocidad al máximo con "Bólido", esquivó un golpe demoledor y lanzó un derechazo con toda su fuerza al mentón de Wakatsuki. El impacto fue preciso, obligando al titán a tambalearse. Aprovechando el momento, descargó una ráfaga de golpes certeros, hasta que Wakatsuki cayó de rodillas. El referí observó atentamente, contando segundos en su cabeza. Wakatsuki intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. Finalmente, su cuerpo se desplomó sobre la arena, incapaz de continuar. "¡El combate ha terminado! ¡El ganador es Takeru!" Los gritos del público retumbaron en la arena, pero Takeru apenas los escuchaba. Su cuerpo estaba destrozado, sus movimientos eran pesados y su visión borrosa. Aún quedaban muchas peleas por delante, y ahora tendría que enfrentarlas con heridas graves.
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  • ### **La Revelación de Takeru**

    El crujido aún resonaba en su cabeza.

    Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar.

    **El golpe.**

    Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación.

    Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño.

    El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado.

    Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano.

    —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado.

    El pensamiento le caló hondo.

    Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival.

    En este torneo no existía la compasión.

    Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno.

    **¿Podría hacerlo?**

    Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea?

    Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado.

    —Si dudo… moriré.

    Susurró para sí mismo.

    El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte.

    Inspiró hondo y dejó caer la piedra.

    Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente.

    Y lo más inquietante…

    Es que ahora sabía que podía hacerlo.
    ### **La Revelación de Takeru** El crujido aún resonaba en su cabeza. Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar. **El golpe.** Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación. Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño. El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado. Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano. —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado. El pensamiento le caló hondo. Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival. En este torneo no existía la compasión. Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno. **¿Podría hacerlo?** Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea? Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado. —Si dudo… moriré. Susurró para sí mismo. El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte. Inspiró hondo y dejó caer la piedra. Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente. Y lo más inquietante… Es que ahora sabía que podía hacerlo.
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  • ### **El Retorno a las Raíces**

    El sol apenas asomaba entre las copas de los árboles cuando Takeru llegó al bosque. El aire fresco, impregnado con el aroma de la tierra húmeda y la resina de los pinos, lo envolvió en una sensación de familiaridad. Habían pasado años desde la última vez que pisó aquel lugar, pero nada había cambiado. Los mismos árboles robustos, las mismas colinas cubiertas de musgo, el mismo río cristalino que cortaba el paisaje como una serpiente plateada.

    Se quitó la camiseta y dejó sus cosas en una roca cercana. Respiró hondo, cerró los ojos y sintió la brisa acariciar su piel. Aquí, lejos de la ciudad, lejos del ruido, lejos del caos de los combates clandestinos, podía reencontrarse consigo mismo.

    **Primera etapa: la resistencia**

    Caminó hasta el río y dejó que el agua helada le cubriera el cuerpo. Al principio, la temperatura le cortó la respiración, pero pronto su piel se acostumbró. Se sumergió por completo y emergió con una exhalación profunda, sintiendo cómo el agua se llevaba consigo toda la tensión acumulada en sus músculos.

    Sin perder tiempo, empezó a nadar río arriba. La corriente lo empujaba hacia atrás, pero él respondía con brazadas poderosas, peleando contra la fuerza del agua. Cada golpe de brazo y cada patada se sentían como un desafío a su resistencia, pero no se detuvo. Su respiración se volvió rítmica, su cuerpo se adaptó al esfuerzo. Minuto tras minuto, siguió avanzando hasta que sus músculos ardieron y su pecho se llenó de fuego.

    Cuando sintió que su cuerpo estaba al límite, se dejó arrastrar por la corriente de regreso a la orilla. Salió del agua jadeando, con el cuerpo empapado y los músculos tensos. Pero apenas le dio tiempo de recuperar el aliento antes de pasar a la siguiente fase.

    **Segunda etapa: la fuerza**

    Se dirigió hacia un claro donde un enorme tronco caído esperaba, cubierto de musgo y humedad. Lo miró con determinación, flexionó las rodillas y metió las manos bajo la madera. Con un gruñido, levantó el tronco, sintiendo el peso desafiar cada fibra de su cuerpo.

    —¡Uno!

    Lo bajó lentamente y volvió a levantarlo.

    —¡Dos!

    Su espalda, hombros y piernas trabajaban al máximo, cada repetición un martillazo contra su resistencia. El sudor comenzó a resbalar por su frente, pero siguió adelante. Cada vez que sus músculos ardían, apretaba los dientes y continuaba. Sabía que no había otra forma de fortalecerse.

    Después de varias repeticiones, dejó caer el tronco con un estruendo y apoyó las manos en las rodillas, respirando hondo. Pero su entrenamiento no había terminado.

    Tomó el tronco nuevamente, pero esta vez lo cargó sobre sus hombros y comenzó a correr a través del bosque. Sus pies descalzos golpeaban la tierra, sorteando raíces y piedras mientras su cuerpo luchaba contra el peso que lo presionaba hacia abajo. A cada paso, sentía que su resistencia flaqueaba, pero se obligó a seguir.

    Después de recorrer varios metros, dejó caer el tronco y cayó de rodillas, jadeando. Su corazón latía con fuerza, su pecho se expandía con cada respiración profunda. Cerró los ojos por un momento, dejando que su cuerpo se recuperara.

    **Tercera etapa: el combate**

    Se puso de pie y caminó hacia una enorme roca cubierta de musgo. Se puso en guardia y lanzó un primer golpe.

    El impacto resonó en el bosque.

    Volvió a golpear. Y otra vez. Cada puñetazo hacía que la piedra se astillara poco a poco. No se detenía. Su técnica era precisa, calculada, pero con la brutalidad necesaria para romper cualquier defensa. Su respiración se volvía cada vez más pesada, y sus nudillos ardían con cada impacto.

    Luego, comenzó a encadenar combinaciones. Jab, cross, hook. Uppercut, esquiva, contraataque. Se movía con la agilidad de un depredador, imaginando a un oponente frente a él. Cada golpe iba acompañado de un resoplido de esfuerzo, cada movimiento calculado como si estuviera en el cuadrilátero.

    Cuando sintió que su resistencia flaqueaba, aumentó la intensidad. La roca estaba marcada con grietas profundas. Su piel ardía, sus nudillos sangraban, pero no se detuvo.

    Finalmente, con un último golpe, la roca se partió en dos.

    Takeru se quedó ahí, jadeando, con los puños en alto. Observó la piedra rota frente a él, testigo de su esfuerzo.

    Este bosque le había dado la fuerza una vez.

    Y ahora, se la estaba devolviendo.
    ### **El Retorno a las Raíces** El sol apenas asomaba entre las copas de los árboles cuando Takeru llegó al bosque. El aire fresco, impregnado con el aroma de la tierra húmeda y la resina de los pinos, lo envolvió en una sensación de familiaridad. Habían pasado años desde la última vez que pisó aquel lugar, pero nada había cambiado. Los mismos árboles robustos, las mismas colinas cubiertas de musgo, el mismo río cristalino que cortaba el paisaje como una serpiente plateada. Se quitó la camiseta y dejó sus cosas en una roca cercana. Respiró hondo, cerró los ojos y sintió la brisa acariciar su piel. Aquí, lejos de la ciudad, lejos del ruido, lejos del caos de los combates clandestinos, podía reencontrarse consigo mismo. **Primera etapa: la resistencia** Caminó hasta el río y dejó que el agua helada le cubriera el cuerpo. Al principio, la temperatura le cortó la respiración, pero pronto su piel se acostumbró. Se sumergió por completo y emergió con una exhalación profunda, sintiendo cómo el agua se llevaba consigo toda la tensión acumulada en sus músculos. Sin perder tiempo, empezó a nadar río arriba. La corriente lo empujaba hacia atrás, pero él respondía con brazadas poderosas, peleando contra la fuerza del agua. Cada golpe de brazo y cada patada se sentían como un desafío a su resistencia, pero no se detuvo. Su respiración se volvió rítmica, su cuerpo se adaptó al esfuerzo. Minuto tras minuto, siguió avanzando hasta que sus músculos ardieron y su pecho se llenó de fuego. Cuando sintió que su cuerpo estaba al límite, se dejó arrastrar por la corriente de regreso a la orilla. Salió del agua jadeando, con el cuerpo empapado y los músculos tensos. Pero apenas le dio tiempo de recuperar el aliento antes de pasar a la siguiente fase. **Segunda etapa: la fuerza** Se dirigió hacia un claro donde un enorme tronco caído esperaba, cubierto de musgo y humedad. Lo miró con determinación, flexionó las rodillas y metió las manos bajo la madera. Con un gruñido, levantó el tronco, sintiendo el peso desafiar cada fibra de su cuerpo. —¡Uno! Lo bajó lentamente y volvió a levantarlo. —¡Dos! Su espalda, hombros y piernas trabajaban al máximo, cada repetición un martillazo contra su resistencia. El sudor comenzó a resbalar por su frente, pero siguió adelante. Cada vez que sus músculos ardían, apretaba los dientes y continuaba. Sabía que no había otra forma de fortalecerse. Después de varias repeticiones, dejó caer el tronco con un estruendo y apoyó las manos en las rodillas, respirando hondo. Pero su entrenamiento no había terminado. Tomó el tronco nuevamente, pero esta vez lo cargó sobre sus hombros y comenzó a correr a través del bosque. Sus pies descalzos golpeaban la tierra, sorteando raíces y piedras mientras su cuerpo luchaba contra el peso que lo presionaba hacia abajo. A cada paso, sentía que su resistencia flaqueaba, pero se obligó a seguir. Después de recorrer varios metros, dejó caer el tronco y cayó de rodillas, jadeando. Su corazón latía con fuerza, su pecho se expandía con cada respiración profunda. Cerró los ojos por un momento, dejando que su cuerpo se recuperara. **Tercera etapa: el combate** Se puso de pie y caminó hacia una enorme roca cubierta de musgo. Se puso en guardia y lanzó un primer golpe. El impacto resonó en el bosque. Volvió a golpear. Y otra vez. Cada puñetazo hacía que la piedra se astillara poco a poco. No se detenía. Su técnica era precisa, calculada, pero con la brutalidad necesaria para romper cualquier defensa. Su respiración se volvía cada vez más pesada, y sus nudillos ardían con cada impacto. Luego, comenzó a encadenar combinaciones. Jab, cross, hook. Uppercut, esquiva, contraataque. Se movía con la agilidad de un depredador, imaginando a un oponente frente a él. Cada golpe iba acompañado de un resoplido de esfuerzo, cada movimiento calculado como si estuviera en el cuadrilátero. Cuando sintió que su resistencia flaqueaba, aumentó la intensidad. La roca estaba marcada con grietas profundas. Su piel ardía, sus nudillos sangraban, pero no se detuvo. Finalmente, con un último golpe, la roca se partió en dos. Takeru se quedó ahí, jadeando, con los puños en alto. Observó la piedra rota frente a él, testigo de su esfuerzo. Este bosque le había dado la fuerza una vez. Y ahora, se la estaba devolviendo.
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  • *Mente perdida*

    El sonido de los guantes chocando contra las almohadillas resonaba por todo el gimnasio. Takeru lanzaba combinaciones rápidas, pero algo estaba mal. Su entrenador lo notaba.

    —¡Más rápido, Takeru! ¡Tus golpes son lentos!

    Takeru intentó acelerar su ritmo, pero sus jabs no tenían la misma precisión de siempre. Sus movimientos, normalmente fluidos y calculados, parecían erráticos, como si estuviera peleando con una sombra dentro de su cabeza.

    —¡Otra vez! —rugió el entrenador.

    El sparring continuó. Esta vez, su compañero lo sorprendió con un contragolpe limpio a la mandíbula. Takeru tambaleó, y el entrenador golpeó la lona con el pie.

    —Si peleas así en el combate, te van a sacar en camilla.

    Takeru se mordió el labio, frustrado. No sabía qué le pasaba.

    **Día del combate, Castigo**

    El estadio vibraba con la energía del público. Bajo las luces intensas del ring, Takeru y Rihito Yamada se encontraron en el centro.

    Takeru tomó la iniciativa de inmediato, moviéndose con velocidad, buscando marcar la distancia con su jab. Pero Rihito no mordió el anzuelo. Se mantuvo firme, con su guardia en alto, leyendo cada movimiento.

    Takeru lanzó un recto de derecha.

    ¡Error!

    En un parpadeo, Rihito esquivó y soltó un derechazo brutal al mentón. El impacto hizo que la cabeza de Takeru girara violentamente.

    De repente, todo se volvió un borrón.

    Las luces del estadio parecían volverse más intensas. El rugido de la multitud se volvió un eco distante.

    Y luego, la lona.

    El mundo giraba.

    —¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

    El conteo sonaba lejano. La adrenalina le gritaba que se levantara, pero su cuerpo no respondía.

    —¡Cuatro! ¡Cinco!

    Takeru apretó los puños y golpeó la lona. No podía quedarse ahí. Se obligó a levantarse, respirando pesadamente.

    Pero Rihito ya lo estaba esperando.

    Los siguientes asaltos fueron un castigo. Cada vez que Takeru intentaba atacar, Rihito lo hacía pagar con precisión quirúrgica. Un jab al rostro, un gancho al hígado, otro recto que lo hacía tambalear.

    Séptimo asalto.

    Takeru lanzó un jab desesperado.

    Otro error.

    Rihito se agachó y descargó un uppercut que lo levantó del suelo.

    Un segundo después, Takeru estaba nuevamente en la lona.

    No sentía las piernas.

    El dolor se extendía por su mandíbula como fuego líquido.

    —¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!

    Su visión se nubló.

    —¡Cuatro! ¡Cinco!

    El sonido de la multitud se mezclaba con un pitido agudo en sus oídos.

    —¡Seis! ¡Siete!

    Algo en su pecho ardió. ¿Era esto? ¿Así iba a terminar?

    —¡Ocho!

    No.

    No iba a perder así.

    Con un rugido, Takeru se puso de pie, tambaleante, con la respiración entrecortada. El árbitro lo miró fijamente, buscando un indicio de que aún podía continuar.

    Takeru alzó los guantes.

    El combate seguía.

    Pero ahora, algo había cambiado.

    Los golpes de Rihito ya no lo sacudían de la misma manera. Sus piernas, a punto de fallar minutos antes, ahora parecían tener un nuevo impulso. Cada golpe que lanzaba tenía un propósito.

    Takeru empezó a moverse, a soltar golpes en combinaciones más rápidas. Jabs, rectos, ganchos, obligando a Rihito a retroceder por primera vez en toda la pelea.

    Duodécimo asalto.

    Ambos estaban exhaustos, pero Takeru ahora tenía el control.

    Fintó un jab con la izquierda y Rihito cayó en la trampa. Justo cuando intentó responder con otro contragolpe, Takeru lo interceptó con un gancho devastador al hígado y un grito estridente, "TENGO ALGO MÁS POR LO QUE LUCHAR".

    El cuerpo de Rihito se dobló.

    Pero Takeru no le dio respiro.

    Descargó una combinación brutal: derecha al rostro, izquierda al mentón… y un último uppercut.

    El cuerpo de Rihito cayó como un árbol derribado.

    —¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! … ¡Diez! ¡Fuera!

    El sonido de la campana marcó el final.

    Takeru, con el cuerpo cubierto de sudor, sangre y moretones, alzó el puño.

    No sabía cómo, pero había ganado.
    *Mente perdida* El sonido de los guantes chocando contra las almohadillas resonaba por todo el gimnasio. Takeru lanzaba combinaciones rápidas, pero algo estaba mal. Su entrenador lo notaba. —¡Más rápido, Takeru! ¡Tus golpes son lentos! Takeru intentó acelerar su ritmo, pero sus jabs no tenían la misma precisión de siempre. Sus movimientos, normalmente fluidos y calculados, parecían erráticos, como si estuviera peleando con una sombra dentro de su cabeza. —¡Otra vez! —rugió el entrenador. El sparring continuó. Esta vez, su compañero lo sorprendió con un contragolpe limpio a la mandíbula. Takeru tambaleó, y el entrenador golpeó la lona con el pie. —Si peleas así en el combate, te van a sacar en camilla. Takeru se mordió el labio, frustrado. No sabía qué le pasaba. **Día del combate, Castigo** El estadio vibraba con la energía del público. Bajo las luces intensas del ring, Takeru y Rihito Yamada se encontraron en el centro. Takeru tomó la iniciativa de inmediato, moviéndose con velocidad, buscando marcar la distancia con su jab. Pero Rihito no mordió el anzuelo. Se mantuvo firme, con su guardia en alto, leyendo cada movimiento. Takeru lanzó un recto de derecha. ¡Error! En un parpadeo, Rihito esquivó y soltó un derechazo brutal al mentón. El impacto hizo que la cabeza de Takeru girara violentamente. De repente, todo se volvió un borrón. Las luces del estadio parecían volverse más intensas. El rugido de la multitud se volvió un eco distante. Y luego, la lona. El mundo giraba. —¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! El conteo sonaba lejano. La adrenalina le gritaba que se levantara, pero su cuerpo no respondía. —¡Cuatro! ¡Cinco! Takeru apretó los puños y golpeó la lona. No podía quedarse ahí. Se obligó a levantarse, respirando pesadamente. Pero Rihito ya lo estaba esperando. Los siguientes asaltos fueron un castigo. Cada vez que Takeru intentaba atacar, Rihito lo hacía pagar con precisión quirúrgica. Un jab al rostro, un gancho al hígado, otro recto que lo hacía tambalear. Séptimo asalto. Takeru lanzó un jab desesperado. Otro error. Rihito se agachó y descargó un uppercut que lo levantó del suelo. Un segundo después, Takeru estaba nuevamente en la lona. No sentía las piernas. El dolor se extendía por su mandíbula como fuego líquido. —¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! Su visión se nubló. —¡Cuatro! ¡Cinco! El sonido de la multitud se mezclaba con un pitido agudo en sus oídos. —¡Seis! ¡Siete! Algo en su pecho ardió. ¿Era esto? ¿Así iba a terminar? —¡Ocho! No. No iba a perder así. Con un rugido, Takeru se puso de pie, tambaleante, con la respiración entrecortada. El árbitro lo miró fijamente, buscando un indicio de que aún podía continuar. Takeru alzó los guantes. El combate seguía. Pero ahora, algo había cambiado. Los golpes de Rihito ya no lo sacudían de la misma manera. Sus piernas, a punto de fallar minutos antes, ahora parecían tener un nuevo impulso. Cada golpe que lanzaba tenía un propósito. Takeru empezó a moverse, a soltar golpes en combinaciones más rápidas. Jabs, rectos, ganchos, obligando a Rihito a retroceder por primera vez en toda la pelea. Duodécimo asalto. Ambos estaban exhaustos, pero Takeru ahora tenía el control. Fintó un jab con la izquierda y Rihito cayó en la trampa. Justo cuando intentó responder con otro contragolpe, Takeru lo interceptó con un gancho devastador al hígado y un grito estridente, "TENGO ALGO MÁS POR LO QUE LUCHAR". El cuerpo de Rihito se dobló. Pero Takeru no le dio respiro. Descargó una combinación brutal: derecha al rostro, izquierda al mentón… y un último uppercut. El cuerpo de Rihito cayó como un árbol derribado. —¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! … ¡Diez! ¡Fuera! El sonido de la campana marcó el final. Takeru, con el cuerpo cubierto de sudor, sangre y moretones, alzó el puño. No sabía cómo, pero había ganado.
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  • **La Pelea: Takeru Arakawa contra James Vulture**

    El estadio estaba repleto, la tensión palpable en el aire. El rugido del público resonaba en todo el recinto, iluminado por reflectores que enfocaban el cuadrilátero. En una esquina, Takeru Arakawa respiraba hondo, ajustando los guantes, con la mirada afilada y el cuerpo tenso. En la otra, James Vulture, un coloso estadounidense, observaba con ojos fríos y confiados, como si ya hubiera ganado la pelea antes de que comenzara.

    La campana sonó.

    ### **Primer asalto: la tormenta se desata**

    Takeru salió con rapidez, usando su velocidad para medir la distancia. Vulture, paciente, levantó su guardia, esperando el momento adecuado. Takeru lanzó los primeros golpes, un uno-dos directo al rostro, pero el estadounidense los bloqueó con facilidad.

    —¡Muévete, Takeru! —gritó "X" desde las gradas, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

    El japonés se desplazó con agilidad, esquivando un brutal gancho de Vulture. Su velocidad le permitía evitar los golpes más peligrosos, pero no encontraba una apertura. El estadounidense, aunque no atacaba con frecuencia, cada vez que lo hacía, obligaba a Takeru a retroceder.

    Cuando el asalto terminó, ambos boxeadores se dirigieron a sus esquinas. Takeru sintió el ardor en los brazos. Vulture era fuerte, y cada bloqueo desgastaba su resistencia.

    —No te precipites, usa tu velocidad —le aconsejó su entrenador Sugawara, dándole un trago de agua—. Encuentra su punto débil.

    ### **Segundo asalto: el poder de Vulture**

    El combate reanudó, y Vulture cambió su estrategia. En vez de esperar, empezó a presionar.

    Takeru intentó esquivar, pero el estadounidense era como una pared imparable. Un gancho al cuerpo lo hizo tambalear. Takeru apretó los dientes, pero no pudo reaccionar antes de que un derechazo cruzado lo impactara de lleno en la cara.

    Todo se volvió borroso.

    Cayó al suelo con un estruendo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Su protector bucal salió disparado, aterrizando en la lona. La multitud contuvo el aliento.

    —¡Vamos, Takeru! ¡Levántate! —"X" gritó con desesperación.

    El árbitro empezó la cuenta.

    **Uno… Dos…**

    El sonido de los gritos lo trajo de vuelta. Se incorporó lentamente, tomando aire. El árbitro le preguntó si podía seguir. Takeru asintió con firmeza, aunque su cabeza aún daba vueltas.

    Vulture sonrió. Sabía que lo tenía donde quería.

    ### **Tercer asalto: la sombra de la derrota**

    Takeru intentó mantener la distancia, pero Vulture lo cazaba con precisión quirúrgica. Un gancho al hígado lo hizo doblarse. No había tiempo para respirar. Otro golpe a la mandíbula lo mandó a las cuerdas.

    Las piernas le flaquearon. Si caía una vez más, la pelea se acabaría.

    El árbitro se acercó, listo para intervenir, pero entonces…

    —¡¡Takeru, NO!! —la voz de "X" atravesó el ruido ensordecedor del estadio—. ¡Recuerda todo por lo que has peleado! ¡No te rindas!

    Las palabras retumbaron en su mente. Su visión borrosa se aclaró. Su respiración, pesada, se volvió más estable. **No podía perder. No ahora.**

    Vulture avanzó confiado, preparando el golpe final, pero Takeru lo vio. **Lo leyó.**

    Cuando el estadounidense lanzó su derechazo, Takeru esquivó con una inclinación mínima, sintiendo el viento del puño pasar a centímetros de su rostro. Y en ese instante…

    **BOOM.**

    Un **uppercut** perfecto impactó en el mentón de Vulture.

    El público enmudeció.

    Vulture quedó congelado por un segundo, sus ojos en blanco, su mandíbula sacudida con brutalidad. Luego, su gigantesco cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona.

    El árbitro comenzó la cuenta.

    **Uno… Dos… Tres…**

    No se movía.

    **Ocho… Nueve… ¡Diez!**

    La campana sonó.

    Takeru, jadeando, con los nudillos ardiendo, levantó los brazos en señal de victoria.

    "X" gritaba su nombre desde las gradas, con lágrimas en los ojos. El estadio explotó en vítores.

    Vulture seguía en el suelo, noqueado.

    Takeru, con el cuerpo al borde del colapso, miró a su amigo/a y esbozó una sonrisa. **Lo había logrado.**
    **La Pelea: Takeru Arakawa contra James Vulture** El estadio estaba repleto, la tensión palpable en el aire. El rugido del público resonaba en todo el recinto, iluminado por reflectores que enfocaban el cuadrilátero. En una esquina, Takeru Arakawa respiraba hondo, ajustando los guantes, con la mirada afilada y el cuerpo tenso. En la otra, James Vulture, un coloso estadounidense, observaba con ojos fríos y confiados, como si ya hubiera ganado la pelea antes de que comenzara. La campana sonó. ### **Primer asalto: la tormenta se desata** Takeru salió con rapidez, usando su velocidad para medir la distancia. Vulture, paciente, levantó su guardia, esperando el momento adecuado. Takeru lanzó los primeros golpes, un uno-dos directo al rostro, pero el estadounidense los bloqueó con facilidad. —¡Muévete, Takeru! —gritó "X" desde las gradas, con una mezcla de emoción y nerviosismo. El japonés se desplazó con agilidad, esquivando un brutal gancho de Vulture. Su velocidad le permitía evitar los golpes más peligrosos, pero no encontraba una apertura. El estadounidense, aunque no atacaba con frecuencia, cada vez que lo hacía, obligaba a Takeru a retroceder. Cuando el asalto terminó, ambos boxeadores se dirigieron a sus esquinas. Takeru sintió el ardor en los brazos. Vulture era fuerte, y cada bloqueo desgastaba su resistencia. —No te precipites, usa tu velocidad —le aconsejó su entrenador Sugawara, dándole un trago de agua—. Encuentra su punto débil. ### **Segundo asalto: el poder de Vulture** El combate reanudó, y Vulture cambió su estrategia. En vez de esperar, empezó a presionar. Takeru intentó esquivar, pero el estadounidense era como una pared imparable. Un gancho al cuerpo lo hizo tambalear. Takeru apretó los dientes, pero no pudo reaccionar antes de que un derechazo cruzado lo impactara de lleno en la cara. Todo se volvió borroso. Cayó al suelo con un estruendo, sintiendo un sabor metálico en la boca. Su protector bucal salió disparado, aterrizando en la lona. La multitud contuvo el aliento. —¡Vamos, Takeru! ¡Levántate! —"X" gritó con desesperación. El árbitro empezó la cuenta. **Uno… Dos…** El sonido de los gritos lo trajo de vuelta. Se incorporó lentamente, tomando aire. El árbitro le preguntó si podía seguir. Takeru asintió con firmeza, aunque su cabeza aún daba vueltas. Vulture sonrió. Sabía que lo tenía donde quería. ### **Tercer asalto: la sombra de la derrota** Takeru intentó mantener la distancia, pero Vulture lo cazaba con precisión quirúrgica. Un gancho al hígado lo hizo doblarse. No había tiempo para respirar. Otro golpe a la mandíbula lo mandó a las cuerdas. Las piernas le flaquearon. Si caía una vez más, la pelea se acabaría. El árbitro se acercó, listo para intervenir, pero entonces… —¡¡Takeru, NO!! —la voz de "X" atravesó el ruido ensordecedor del estadio—. ¡Recuerda todo por lo que has peleado! ¡No te rindas! Las palabras retumbaron en su mente. Su visión borrosa se aclaró. Su respiración, pesada, se volvió más estable. **No podía perder. No ahora.** Vulture avanzó confiado, preparando el golpe final, pero Takeru lo vio. **Lo leyó.** Cuando el estadounidense lanzó su derechazo, Takeru esquivó con una inclinación mínima, sintiendo el viento del puño pasar a centímetros de su rostro. Y en ese instante… **BOOM.** Un **uppercut** perfecto impactó en el mentón de Vulture. El público enmudeció. Vulture quedó congelado por un segundo, sus ojos en blanco, su mandíbula sacudida con brutalidad. Luego, su gigantesco cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona. El árbitro comenzó la cuenta. **Uno… Dos… Tres…** No se movía. **Ocho… Nueve… ¡Diez!** La campana sonó. Takeru, jadeando, con los nudillos ardiendo, levantó los brazos en señal de victoria. "X" gritaba su nombre desde las gradas, con lágrimas en los ojos. El estadio explotó en vítores. Vulture seguía en el suelo, noqueado. Takeru, con el cuerpo al borde del colapso, miró a su amigo/a y esbozó una sonrisa. **Lo había logrado.**
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  • Más víctimas
    Fandom V:LM, Varios
    Categoría Suspenso
    [Para responder quien guste.]


    Los casos iban en aumento cada noche. Primero empezaron como asesinatos esparcidos cada cierto tiempo alrededor de la ciudad, luego se hicieron progresivamente más constantes. No solo eso, sino que también aumentaban en número de víctimas. Sin importar si eran hombres, mujeres, niños o ancianos, todos terminaban igual: en callejones oscuros, casi sin una gota de sangre en el cuerpo, aunque sí podía encontrarse en algunas partes del callejón. Tenían las yugulares abiertas de par en par y, algunos de ellos, las mandíbulas destrozadas o directamente sin ellas.

    Mikha se encontraba en uno de los últimos callejones donde se encontraron los cuerpos. Era medianoche, pero ella iba con un paraguas consigo, cubriéndola de la lluvia. Frunció el ceño, aún podía notar el aroma a sangre allí, y también algo más.

    𝘔𝘢𝘭𝘬𝘢𝘷𝘪𝘢𝘯.

    Era la única respuesta, esos vampiros (bestias, más bien) eran erráticos, descontrolados. Sin embargo, nunca antes habían sido tan obvios en grandes ciudades, sobre todo porque otros clanes también trataban de mantenerlos a raya.

    A los asesinatos se lo atribuían a alguien despiadado, un mismo asesino o pequeño grupo de ellos que iban en conjunto. El problema era que, sabiendo cómo operaban, la vampiresa tenía la certeza que los ataques iban a volverse cada vez más brutales. A más investigación, más sospecha y, por ende, terminarían afectando a los chupasangre en general. Eso no podía ocurrir.

    Los pasos de la pelinegra resonaban en el callejón oscuro a medida que avanzó hasta el punto donde se encontraron tres cuerpos de unas adolescentes durante la mañana, observó y olfateó con sutileza intentando dar con un rastro.

    —Siempre dejan algo... No pueden ocultarse tan bien. —habló para sí misma, pensando que estaba completamente sola. Después de todo, estaba enfocada en otra cosa y ese callejón era por completo desolado.
    [Para responder quien guste.] Los casos iban en aumento cada noche. Primero empezaron como asesinatos esparcidos cada cierto tiempo alrededor de la ciudad, luego se hicieron progresivamente más constantes. No solo eso, sino que también aumentaban en número de víctimas. Sin importar si eran hombres, mujeres, niños o ancianos, todos terminaban igual: en callejones oscuros, casi sin una gota de sangre en el cuerpo, aunque sí podía encontrarse en algunas partes del callejón. Tenían las yugulares abiertas de par en par y, algunos de ellos, las mandíbulas destrozadas o directamente sin ellas. Mikha se encontraba en uno de los últimos callejones donde se encontraron los cuerpos. Era medianoche, pero ella iba con un paraguas consigo, cubriéndola de la lluvia. Frunció el ceño, aún podía notar el aroma a sangre allí, y también algo más. 𝘔𝘢𝘭𝘬𝘢𝘷𝘪𝘢𝘯. Era la única respuesta, esos vampiros (bestias, más bien) eran erráticos, descontrolados. Sin embargo, nunca antes habían sido tan obvios en grandes ciudades, sobre todo porque otros clanes también trataban de mantenerlos a raya. A los asesinatos se lo atribuían a alguien despiadado, un mismo asesino o pequeño grupo de ellos que iban en conjunto. El problema era que, sabiendo cómo operaban, la vampiresa tenía la certeza que los ataques iban a volverse cada vez más brutales. A más investigación, más sospecha y, por ende, terminarían afectando a los chupasangre en general. Eso no podía ocurrir. Los pasos de la pelinegra resonaban en el callejón oscuro a medida que avanzó hasta el punto donde se encontraron tres cuerpos de unas adolescentes durante la mañana, observó y olfateó con sutileza intentando dar con un rastro. —Siempre dejan algo... No pueden ocultarse tan bien. —habló para sí misma, pensando que estaba completamente sola. Después de todo, estaba enfocada en otra cosa y ese callejón era por completo desolado.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    { Dos putas veces perdí la ficha porque es complicado agregarla en un artículo con diseños y demas, pero ya, la dejo aqui y luego en pc la pulo}

    Alexei "El Carcelero"

    Nombre Completo: Alexei o era Boris? Tal vez Mikhail ...o era Yuri?
    Edad: Entre 35 y 39 años
    Nacionalidad: Ruso

    Altura: 2.10m
    Complexión: Extremadamente musculoso, con un cuerpo marcado por cicatrices y tatuajes que cubren de negro sus brazos

    Cicatriz distintiva: Un tajo profundo que atraviesa su ojo derecho

    Voz: Grave y áspera, con un acento ruso imponente



    ---
    De la Calle a la Cárcel, y Luego a la Vigilancia Policial

    Nacido en las frías y sucias calles de Moscú, Alexei es hijo de una prostituta que nunca quiso un hijo, pero tampoco se molestó en deshacerse de él. Creció sin conocer el cariño ni la seguridad, sobreviviendo entre mendigos, criminales y asesinos. Aprendió desde niño que la violencia era el único lenguaje que la calle respetaba, y se convirtió en un depredador entre ratas.

    A los 10 años cometió su primer asesinato, destrozando el cráneo de un hombre con un ladrillo junto a su banda de criminales de la misma edad. Desde entonces, su reputación solo creció. A los 16, ya era conocido en los bajos mundos como un monstruo imparable, un verdugo sin dios ni moral. No luchaba por dinero ni poder, sino por instinto y placer.

    A los 18, fue capturado tras una masacre que dejó casi una docena de hombres desmembrados en un almacén. La policía tardó días en encontrar todos los restos. Fue sentenciado a cadena perpetua, pero la cárcel no pudo domarlo. Dentro, se convirtió en una leyenda viviente, alguien que ni los guardias ni los reclusos se atrevían a desafiar.

    Sin embargo, después de años en prisión, le ofrecieron una salida: trabajar con la policía bajo vigilancia extrema. No por buena conducta, sino porque su brutalidad era útil. Ahora, Alexei es una especie de arma secreta para casos imposibles. Lo llaman cuando necesitan un monstruo que cace a otros monstruos.



    》Con los enemigos: No tiene piedad. No deja sobrevivientes a menos que sea necesario.
    No usa armas a menos que lo obliguen. Prefiere matar con sus manos, sintiendo la carne y los huesos romperse.
    Su presencia basta para paralizar a la mayoría. El miedo es su herramienta favorita.
    Es impredecible. Puede estar en calma y al segundo siguiente arrancarte la tráquea.


    》Con sus aliados:
    Aunque es aterrador, con sus amigos es sociable y hasta bromista.
    Tiene un humor negro y sarcástico, disfruta de historias perturbadoras y juega con la incomodidad de los demás.
    No traiciona ni perdona la traición. Su lealtad es absoluta, pero una sola traición basta para condenarte.
    Puede ser protector, aunque su forma de demostrar cariño puede parecer amenazante para los demás.

    ---

    Frases Típicas

    "Cuando un animal siente miedo, se orina. Tú mi amigo, ya apestas."

    "Puedes rezar. No servirá de nada, pero adelante, lo respeto."

    "Si fueras mi amigo, solo te rompería un par de huesos. Pero no lo eres."

    "El infierno no es suficiente castigo para algunos. Yo me aseguro de que sufran más aquí."

    ---

    Vigilado por la policía: No confían en él, pero lo necesitan. Lleva dos dispositivos de rastreo, uno obvio en la cabeza y otro cerca del corazón.

    Temido por criminales y mafias: Muchas organizaciones quisieran verlo muerto, pero nadie se atreve.

    Considerado un demonio urbano: Hay rumores de que ni siquiera es humano, sino una bestia disfrazada de hombre.

    Pocos amigos, pero leales: Son los únicos que han visto su lado más humano… o algo parecido.

    Alexei no es un héroe ni un villano, es una fuerza de la naturaleza. Su existencia es una paradoja: un monstruo que caza monstruos, un asesino vigilado por la ley, un demonio que, en sus propios términos, ha encontrado una retorcida forma de redención.

    { Dos putas veces perdí la ficha porque es complicado agregarla en un artículo con diseños y demas, pero ya, la dejo aqui y luego en pc la pulo} Alexei "El Carcelero" Nombre Completo: Alexei o era Boris? Tal vez Mikhail ...o era Yuri? Edad: Entre 35 y 39 años Nacionalidad: Ruso Altura: 2.10m Complexión: Extremadamente musculoso, con un cuerpo marcado por cicatrices y tatuajes que cubren de negro sus brazos Cicatriz distintiva: Un tajo profundo que atraviesa su ojo derecho Voz: Grave y áspera, con un acento ruso imponente --- De la Calle a la Cárcel, y Luego a la Vigilancia Policial Nacido en las frías y sucias calles de Moscú, Alexei es hijo de una prostituta que nunca quiso un hijo, pero tampoco se molestó en deshacerse de él. Creció sin conocer el cariño ni la seguridad, sobreviviendo entre mendigos, criminales y asesinos. Aprendió desde niño que la violencia era el único lenguaje que la calle respetaba, y se convirtió en un depredador entre ratas. A los 10 años cometió su primer asesinato, destrozando el cráneo de un hombre con un ladrillo junto a su banda de criminales de la misma edad. Desde entonces, su reputación solo creció. A los 16, ya era conocido en los bajos mundos como un monstruo imparable, un verdugo sin dios ni moral. No luchaba por dinero ni poder, sino por instinto y placer. A los 18, fue capturado tras una masacre que dejó casi una docena de hombres desmembrados en un almacén. La policía tardó días en encontrar todos los restos. Fue sentenciado a cadena perpetua, pero la cárcel no pudo domarlo. Dentro, se convirtió en una leyenda viviente, alguien que ni los guardias ni los reclusos se atrevían a desafiar. Sin embargo, después de años en prisión, le ofrecieron una salida: trabajar con la policía bajo vigilancia extrema. No por buena conducta, sino porque su brutalidad era útil. Ahora, Alexei es una especie de arma secreta para casos imposibles. Lo llaman cuando necesitan un monstruo que cace a otros monstruos. 》Con los enemigos: No tiene piedad. No deja sobrevivientes a menos que sea necesario. No usa armas a menos que lo obliguen. Prefiere matar con sus manos, sintiendo la carne y los huesos romperse. Su presencia basta para paralizar a la mayoría. El miedo es su herramienta favorita. Es impredecible. Puede estar en calma y al segundo siguiente arrancarte la tráquea. 》Con sus aliados: Aunque es aterrador, con sus amigos es sociable y hasta bromista. Tiene un humor negro y sarcástico, disfruta de historias perturbadoras y juega con la incomodidad de los demás. No traiciona ni perdona la traición. Su lealtad es absoluta, pero una sola traición basta para condenarte. Puede ser protector, aunque su forma de demostrar cariño puede parecer amenazante para los demás. --- Frases Típicas "Cuando un animal siente miedo, se orina. Tú mi amigo, ya apestas." "Puedes rezar. No servirá de nada, pero adelante, lo respeto." "Si fueras mi amigo, solo te rompería un par de huesos. Pero no lo eres." "El infierno no es suficiente castigo para algunos. Yo me aseguro de que sufran más aquí." --- Vigilado por la policía: No confían en él, pero lo necesitan. Lleva dos dispositivos de rastreo, uno obvio en la cabeza y otro cerca del corazón. Temido por criminales y mafias: Muchas organizaciones quisieran verlo muerto, pero nadie se atreve. Considerado un demonio urbano: Hay rumores de que ni siquiera es humano, sino una bestia disfrazada de hombre. Pocos amigos, pero leales: Son los únicos que han visto su lado más humano… o algo parecido. Alexei no es un héroe ni un villano, es una fuerza de la naturaleza. Su existencia es una paradoja: un monstruo que caza monstruos, un asesino vigilado por la ley, un demonio que, en sus propios términos, ha encontrado una retorcida forma de redención.
    Me endiabla
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  • ――――― De Vuelta a la Acción: Neutralizando al Leviatán Fantasma

    Una noche sin luna se cierne sobre nosotros, pero no hay nada similar a paz en esta oscuridad. Estoy aferrado al cuello del leviatán, el viento salado azotándome la cara mientras la criatura lucha con toda su furia. Su cuerpo translúcido, como si estuviera hecho de luz y humo, hace que mis manos resbalen con cada movimiento.

    El rugido de sus mandíbulas abiertas resuena tan fuerte que siento los huesos vibrar.

    ― ¡Equipo, necesitamos que esa cabeza quede baja! ―grito por el comunicador, jadeando y chapoteando― ¡Ahora!

    El plan está en marcha: mi segunda al mando, Lyra, invoca sus esferas mágicas para formar una red eléctrica que chisporrotea con destellos azulados, mientras Jorek, el francotirador, dispara anclas energéticas desde una de las grúas de la plataforma para inmovilizar parte de su cuerpo. Yo soy el anzuelo, como siempre, el señuelo que mantiene a esta bestia interesada en nosotros.

    Con un rugido que rivaliza con el del monstruo, empuño mi arma. Mi hacha ya está cargada, lista para el golpe final... aunque lo último que quiero es matarle.

    De repente, el leviatán cambia de estrategia. Con un giro violento, su cola atraviesa uno de los tanques de combustible de la plataforma petrolera, enviando llamas al aire. En el caos, su cuello da una sacudida que me lanza al vacío. Extiendo mi brazo y me aferro a un saliente de la criatura, pero la bestia se dobla en dos, lanzando su cola sobre si misma, sobre mi. El impacto es brutal. Siento el crujido inconfundible del hueso rompiéndose.

    ― ¡Maldición! ―gruño, los dientes apretados mientras intento mantener el agarre.

    ― ¡Aguanta, Xhiva! ―responde Lyra en el comunicador, con partes iguales de miedo y determinación.

    ― ¡Hazlo rápido, Lyra! ―grito mientras el dolor amenaza con nublar mi juicio― Este desgraciado no me va a soltar.

    Con un destello, la red eléctrica se cierra, atrapando al leviatán y drenando la energía etérea que lo sostiene. La criatura se desploma con un gemido gutural, su forma etérea disminuyendo en una bruma pálida hasta volverse de un tamaño manejable.

    Lyra me atrapa con un campo de energía y me lleva hasta la plataforma. Caigo al suelo metálico, jadeando y con el brazo colgando inerte. Mis compañeros corren hacia mí, pero antes de que puedan decir nada, les sonrío con una mueca de dolor.

    ― Otro día más en la oficina, ¿eh? ―bromeo, mientras Lyra se inclina para revisarme el brazo.

    Ella suspira, sus ojos reflejando alivio y exasperación.

    ― Deberías aprender a no jugar con serpientes más grandes que tú, Xhiva.

    ― No sé de qué hablas. Yo soy la serpiente más grande. Este era un primo lejano... y espero que pronto este más lejos.

    #𓆙𓆙𓆙 #NagaBros
    ――――― De Vuelta a la Acción: Neutralizando al Leviatán Fantasma Una noche sin luna se cierne sobre nosotros, pero no hay nada similar a paz en esta oscuridad. Estoy aferrado al cuello del leviatán, el viento salado azotándome la cara mientras la criatura lucha con toda su furia. Su cuerpo translúcido, como si estuviera hecho de luz y humo, hace que mis manos resbalen con cada movimiento. El rugido de sus mandíbulas abiertas resuena tan fuerte que siento los huesos vibrar. ― ¡Equipo, necesitamos que esa cabeza quede baja! ―grito por el comunicador, jadeando y chapoteando― ¡Ahora! El plan está en marcha: mi segunda al mando, Lyra, invoca sus esferas mágicas para formar una red eléctrica que chisporrotea con destellos azulados, mientras Jorek, el francotirador, dispara anclas energéticas desde una de las grúas de la plataforma para inmovilizar parte de su cuerpo. Yo soy el anzuelo, como siempre, el señuelo que mantiene a esta bestia interesada en nosotros. Con un rugido que rivaliza con el del monstruo, empuño mi arma. Mi hacha ya está cargada, lista para el golpe final... aunque lo último que quiero es matarle. De repente, el leviatán cambia de estrategia. Con un giro violento, su cola atraviesa uno de los tanques de combustible de la plataforma petrolera, enviando llamas al aire. En el caos, su cuello da una sacudida que me lanza al vacío. Extiendo mi brazo y me aferro a un saliente de la criatura, pero la bestia se dobla en dos, lanzando su cola sobre si misma, sobre mi. El impacto es brutal. Siento el crujido inconfundible del hueso rompiéndose. ― ¡Maldición! ―gruño, los dientes apretados mientras intento mantener el agarre. ― ¡Aguanta, Xhiva! ―responde Lyra en el comunicador, con partes iguales de miedo y determinación. ― ¡Hazlo rápido, Lyra! ―grito mientras el dolor amenaza con nublar mi juicio― Este desgraciado no me va a soltar. Con un destello, la red eléctrica se cierra, atrapando al leviatán y drenando la energía etérea que lo sostiene. La criatura se desploma con un gemido gutural, su forma etérea disminuyendo en una bruma pálida hasta volverse de un tamaño manejable. Lyra me atrapa con un campo de energía y me lleva hasta la plataforma. Caigo al suelo metálico, jadeando y con el brazo colgando inerte. Mis compañeros corren hacia mí, pero antes de que puedan decir nada, les sonrío con una mueca de dolor. ― Otro día más en la oficina, ¿eh? ―bromeo, mientras Lyra se inclina para revisarme el brazo. Ella suspira, sus ojos reflejando alivio y exasperación. ― Deberías aprender a no jugar con serpientes más grandes que tú, Xhiva. ― No sé de qué hablas. Yo soy la serpiente más grande. Este era un primo lejano... y espero que pronto este más lejos. #𓆙𓆙𓆙 #NagaBros
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  • En plena madrugada, Khan sintió la cercanía de la muerte antes de oírla. Un presentimiento atravesó su entendimiento. El grito lejano, horror y pánico, confirmó lo que ya sabía: algo oscuro había cruzado los límites del pueblo.

    Dejó la masa a medio hacer, se sacudió las manos y tomó el abrigo que colgaba junto a la puerta de la panadería. Sus pasos lo guiaron hacia el bosque. El viento frío apenas rozaba su piel endurecida por siglos de batallas. No necesitó buscar el camino; la energía de la muerte era una guía tan clara como un sendero trazado en la tierra.

    Cuando llegó al límite del bosque, lo que vio confirmó sus sospechas. Esparcidos entre hojas y tierra, yacían los restos de una persona, un zapato, una mano. No había necesidad de examinar de cerca para saber que aquello no había sido obra de un animal. Las marcas en la carne y los huesos hablaban de una fuerza brutal.

    Khan respiró hondo, llenando sus pulmones con el hedor de la sangre y la energía que impregnaba el aire. Había algo más: un rastro leve de magia, antiguo pero mal usado, corrupto. Se concentró en el rastro. Un destello, una sombra, un eco. No era un depredador ordinario, era un intruso, uno que pronto descubriría que este pueblo no estaba desprotegido.

    Kalhi NigDurgae
    En plena madrugada, Khan sintió la cercanía de la muerte antes de oírla. Un presentimiento atravesó su entendimiento. El grito lejano, horror y pánico, confirmó lo que ya sabía: algo oscuro había cruzado los límites del pueblo. Dejó la masa a medio hacer, se sacudió las manos y tomó el abrigo que colgaba junto a la puerta de la panadería. Sus pasos lo guiaron hacia el bosque. El viento frío apenas rozaba su piel endurecida por siglos de batallas. No necesitó buscar el camino; la energía de la muerte era una guía tan clara como un sendero trazado en la tierra. Cuando llegó al límite del bosque, lo que vio confirmó sus sospechas. Esparcidos entre hojas y tierra, yacían los restos de una persona, un zapato, una mano. No había necesidad de examinar de cerca para saber que aquello no había sido obra de un animal. Las marcas en la carne y los huesos hablaban de una fuerza brutal. Khan respiró hondo, llenando sus pulmones con el hedor de la sangre y la energía que impregnaba el aire. Había algo más: un rastro leve de magia, antiguo pero mal usado, corrupto. Se concentró en el rastro. Un destello, una sombra, un eco. No era un depredador ordinario, era un intruso, uno que pronto descubriría que este pueblo no estaba desprotegido. [kalh1]
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  • ㅤㅤㅤ❝ 𝖳𝗁𝖾 𝗐𝖺𝗒 𝗐𝖾 𝗌𝗉𝖾𝗇𝖽 𝗈𝗎𝗋 𝗍𝗂𝗆𝖾 𝖽𝖾𝖿𝗂𝗇𝖾𝗌 𝗐𝗁𝗈 𝗐𝖾 𝖺𝗋𝖾 ❞
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝘑𝘰𝘯𝘢𝘵𝘩𝘢𝘯 𝘌𝘴𝘵𝘳𝘪𝘯ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤ→ Wanda Maximoff

    “ℒ𝑒𝓉 𝓉𝒾𝓂𝑒 𝓅𝒶𝓈𝓈"

    Cuando eres dueño del tiempo es difícil sentir su reclamo. El antes, el ahora y el después suceden a la vez como una procesión incesante, el círculo vicioso de la naturaleza. El tiempo no es lineal ni cíclico, sino que se enreda como una caótica madeja de lana. No sabes dónde está el principio o el final, simplemente sucede. El ser humano ha aprendido a medir el tiempo como una necesidad poner un orden en el constante devenir, pero en el trono Más Allá del Tiempo todo sucede a la vez.

    Había elegido ese destino. Ese era su Glorioso Propósito: mantener a salvo las líneas temporales. Salvar esas vidas. Nadie merecía ser purgado porque se había salido de un ridículo guión. Él era una variante, para empezar, y allí se hallaba, siendo el Dios del Multiverso, sometido por voluntad propia a la eterna soledad.

    “No quiero estar solo. Quiero a mis amigos de vuelta.”

    Jamás se consideró un héroe aunque le hubiera gustado que le vieran como tal. Quería ser reconocido y el trono le daba esa consistencia. Allí, viendo el tiempo pasar paradójicamente a pesar de no estar sujeto a sus reglas. En algún momento llegó incluso a preguntarse si Thor estaría orgulloso. Recordaba perfectamente haber escuchado sus palabras “Puedes ser más que todo esto”. Si Odín estaría orgulloso.

    Si lo estaría su madre.

    En mitad de ese pensamiento, fue consciente de que algo no estaba bien del todo. Allí nada ocurría a pesar de que todo acontecía al mismo tiempo, pero incluso a través de todo el vacío existencial que le rodeaba podía notar cómo el universo se electrificaba si algo grandioso sucedía. Y, por ello, lo notó. Al instante siguiente, no fue solo una sensación, también un latido. Y, seguidamente, un tirón.

    Todo sucede a la vez. El tiempo es dinámico, flexible y muy voluble. Recordaría firmemente las manos de Sylvie en su pecho después de un beso que no había esperado pero sí deseado, esa mirada determinada y el brillo suave de Dios (Diosa, en ese) del Engaño en los ojos azules de la variante. Y el empujón.

    — Pero yo no soy tú.

    Giró sobre sí mismo, dio una voltereta hacia atrás sometido a las leyes de la física, la inercia del empujón mágico y, de repente, estaba tendido en el césped (¿césped?) boca abajo. Los oídos le zumbaban y cualquier recuerdo que hubiese tenido lugar después del beso de Sylvie desapareció. Podría casi decirse que fue purgado de su memoria. Qué paradoja.

    Las trompetas, el bullicio, el gentío, la música. Incorporarse no fue difícil: orientarse sí que le resultó complejo. ¿Midgard? Mientras se recuperaba del salto espacial, y dada la cronología de la Tierra temporal también (no es que estuviera muy al día de la moda, pero resultaba evidente que no era el presente) intentaba gestionar la traición. Se le escapó una risa irónica girando sobre sí mismo para situarse. Engañado por sí mismo. Retorcidamente poético. Y doloroso.

    Dio dos pasos mientras se recuperaba emocionalmente del palo que acababa de recibir, pero cualquier intento de autocompasión fue sometido brutalmente por esa aplastante aura. Podría haberla perfectamente confundido con la de Sylvie en poder y alcance, pero la de ella no era tan caótica, ni rabiosa.

    Y cuántas veces había hallado magia en el caos. De esa que seduce.

    Podría fácilmente haberse dejado embelesar, pero estaba en una situación emocionalmente inestable y cualquier cosa era una amenaza. Cualquier cosa que no hubiera sentido antes. Cualquier cosa de ese calibre. Erguido en mitad de lo que parecía un festejo del que quería saber nada y menos, se mantuvo alerta porque, con ese poder, un poco de manipulación podría devolverle de vuelta a la TVA. Ya ni aspiraba a regresar con Sylvie: no descartaba que Aquel que Permanece estuviera muerto ya y aquella fuese otra línea temporal caótica que se desmigaba de la original. Su presencia allí era una confirmación: la de la otra energía una amenaza clara.

    No tenía nada que perder porque podría perfectamente haberlo perdido todo, así que fue en su busca. Empujó a una persona para poder avanzar y convocó una daga. Por las buenas o por las malas.
    ㅤ ㅤㅤㅤ❝ 𝖳𝗁𝖾 𝗐𝖺𝗒 𝗐𝖾 𝗌𝗉𝖾𝗇𝖽 𝗈𝗎𝗋 𝗍𝗂𝗆𝖾 𝖽𝖾𝖿𝗂𝗇𝖾𝗌 𝗐𝗁𝗈 𝗐𝖾 𝖺𝗋𝖾 ❞ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝘑𝘰𝘯𝘢𝘵𝘩𝘢𝘯 𝘌𝘴𝘵𝘳𝘪𝘯ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ→ [Scarlet.Witch] “ℒ𝑒𝓉 𝓉𝒾𝓂𝑒 𝓅𝒶𝓈𝓈" Cuando eres dueño del tiempo es difícil sentir su reclamo. El antes, el ahora y el después suceden a la vez como una procesión incesante, el círculo vicioso de la naturaleza. El tiempo no es lineal ni cíclico, sino que se enreda como una caótica madeja de lana. No sabes dónde está el principio o el final, simplemente sucede. El ser humano ha aprendido a medir el tiempo como una necesidad poner un orden en el constante devenir, pero en el trono Más Allá del Tiempo todo sucede a la vez. Había elegido ese destino. Ese era su Glorioso Propósito: mantener a salvo las líneas temporales. Salvar esas vidas. Nadie merecía ser purgado porque se había salido de un ridículo guión. Él era una variante, para empezar, y allí se hallaba, siendo el Dios del Multiverso, sometido por voluntad propia a la eterna soledad. “No quiero estar solo. Quiero a mis amigos de vuelta.” Jamás se consideró un héroe aunque le hubiera gustado que le vieran como tal. Quería ser reconocido y el trono le daba esa consistencia. Allí, viendo el tiempo pasar paradójicamente a pesar de no estar sujeto a sus reglas. En algún momento llegó incluso a preguntarse si Thor estaría orgulloso. Recordaba perfectamente haber escuchado sus palabras “Puedes ser más que todo esto”. Si Odín estaría orgulloso. Si lo estaría su madre. En mitad de ese pensamiento, fue consciente de que algo no estaba bien del todo. Allí nada ocurría a pesar de que todo acontecía al mismo tiempo, pero incluso a través de todo el vacío existencial que le rodeaba podía notar cómo el universo se electrificaba si algo grandioso sucedía. Y, por ello, lo notó. Al instante siguiente, no fue solo una sensación, también un latido. Y, seguidamente, un tirón. Todo sucede a la vez. El tiempo es dinámico, flexible y muy voluble. Recordaría firmemente las manos de Sylvie en su pecho después de un beso que no había esperado pero sí deseado, esa mirada determinada y el brillo suave de Dios (Diosa, en ese) del Engaño en los ojos azules de la variante. Y el empujón. — Pero yo no soy tú. Giró sobre sí mismo, dio una voltereta hacia atrás sometido a las leyes de la física, la inercia del empujón mágico y, de repente, estaba tendido en el césped (¿césped?) boca abajo. Los oídos le zumbaban y cualquier recuerdo que hubiese tenido lugar después del beso de Sylvie desapareció. Podría casi decirse que fue purgado de su memoria. Qué paradoja. Las trompetas, el bullicio, el gentío, la música. Incorporarse no fue difícil: orientarse sí que le resultó complejo. ¿Midgard? Mientras se recuperaba del salto espacial, y dada la cronología de la Tierra temporal también (no es que estuviera muy al día de la moda, pero resultaba evidente que no era el presente) intentaba gestionar la traición. Se le escapó una risa irónica girando sobre sí mismo para situarse. Engañado por sí mismo. Retorcidamente poético. Y doloroso. Dio dos pasos mientras se recuperaba emocionalmente del palo que acababa de recibir, pero cualquier intento de autocompasión fue sometido brutalmente por esa aplastante aura. Podría haberla perfectamente confundido con la de Sylvie en poder y alcance, pero la de ella no era tan caótica, ni rabiosa. Y cuántas veces había hallado magia en el caos. De esa que seduce. Podría fácilmente haberse dejado embelesar, pero estaba en una situación emocionalmente inestable y cualquier cosa era una amenaza. Cualquier cosa que no hubiera sentido antes. Cualquier cosa de ese calibre. Erguido en mitad de lo que parecía un festejo del que quería saber nada y menos, se mantuvo alerta porque, con ese poder, un poco de manipulación podría devolverle de vuelta a la TVA. Ya ni aspiraba a regresar con Sylvie: no descartaba que Aquel que Permanece estuviera muerto ya y aquella fuese otra línea temporal caótica que se desmigaba de la original. Su presencia allí era una confirmación: la de la otra energía una amenaza clara. No tenía nada que perder porque podría perfectamente haberlo perdido todo, así que fue en su busca. Empujó a una persona para poder avanzar y convocó una daga. Por las buenas o por las malas.
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