Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
El eclipse se abre como una herida en el cielo.
Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.
Un Phyros.
Un habitante del sol.
Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.
Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”
Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.
No tengo tiempo de responder.
Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.
Arc no confía en mí.
Y por primera vez… no puedo culparla.
Helior Prime alza una mano.
Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.
Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.
Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.
La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.
Siento a Arc desvanecerse.
Su calor deja de rodearme.
Y mi cuerpo queda expuesto.
Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.
El primero me atraviesa el costado.
El segundo me perfora el pecho.
El tercero se dirige directo a mi cabeza—
Pero Jennifer lo intercepta.
Por milímetros.
Mi madre se gira.
Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:
Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”
El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.
Helior Prime responde convocando a los suyos.
Los Phyros emergen como estrellas furiosas.
La guerra estalla.
Sol contra Caos.
Luz absoluta contra noche viva.
Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…
Una voz se abre paso dentro de mí.
Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”
Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.
Jennifer siente cómo me rehago.
Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.
Deslizo la hoja.
El mundo se silencia.
Extiendo la katana y corto el aire.
Pero no corto aire.
Corto el tejido del espacio mismo.
El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.
Jennifer se coloca a mi lado.
Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.
Juntas, trazamos un segundo corte.
Esta vez no solo se abre el espacio.
Se abre el tiempo.
El eclipse se divide.
La luz se pliega.
La oscuridad se hunde en sí misma.
Y de pronto…
Nada.
Blanco absoluto.
Silencio total.
Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.
Solo Veythra, latiendo en mis manos…
y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
El eclipse se abre como una herida en el cielo.
Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.
Un Phyros.
Un habitante del sol.
Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.
Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”
Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.
No tengo tiempo de responder.
Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.
Arc no confía en mí.
Y por primera vez… no puedo culparla.
Helior Prime alza una mano.
Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.
Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.
Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.
La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.
Siento a Arc desvanecerse.
Su calor deja de rodearme.
Y mi cuerpo queda expuesto.
Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.
El primero me atraviesa el costado.
El segundo me perfora el pecho.
El tercero se dirige directo a mi cabeza—
Pero Jennifer lo intercepta.
Por milímetros.
Mi madre se gira.
Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:
Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”
El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.
Helior Prime responde convocando a los suyos.
Los Phyros emergen como estrellas furiosas.
La guerra estalla.
Sol contra Caos.
Luz absoluta contra noche viva.
Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…
Una voz se abre paso dentro de mí.
Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”
Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.
Jennifer siente cómo me rehago.
Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.
Deslizo la hoja.
El mundo se silencia.
Extiendo la katana y corto el aire.
Pero no corto aire.
Corto el tejido del espacio mismo.
El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.
Jennifer se coloca a mi lado.
Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.
Juntas, trazamos un segundo corte.
Esta vez no solo se abre el espacio.
Se abre el tiempo.
El eclipse se divide.
La luz se pliega.
La oscuridad se hunde en sí misma.
Y de pronto…
Nada.
Blanco absoluto.
Silencio total.
Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.
Solo Veythra, latiendo en mis manos…
y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
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El eclipse se abre como una herida en el cielo.
Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.
Un Phyros.
Un habitante del sol.
Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.
Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”
Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.
No tengo tiempo de responder.
Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.
Arc no confía en mí.
Y por primera vez… no puedo culparla.
Helior Prime alza una mano.
Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.
Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.
Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.
La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.
Siento a Arc desvanecerse.
Su calor deja de rodearme.
Y mi cuerpo queda expuesto.
Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.
El primero me atraviesa el costado.
El segundo me perfora el pecho.
El tercero se dirige directo a mi cabeza—
Pero Jennifer lo intercepta.
Por milímetros.
Mi madre se gira.
Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:
Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”
El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.
Helior Prime responde convocando a los suyos.
Los Phyros emergen como estrellas furiosas.
La guerra estalla.
Sol contra Caos.
Luz absoluta contra noche viva.
Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…
Una voz se abre paso dentro de mí.
Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”
Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.
Jennifer siente cómo me rehago.
Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.
Deslizo la hoja.
El mundo se silencia.
Extiendo la katana y corto el aire.
Pero no corto aire.
Corto el tejido del espacio mismo.
El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.
Jennifer se coloca a mi lado.
Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.
Juntas, trazamos un segundo corte.
Esta vez no solo se abre el espacio.
Se abre el tiempo.
El eclipse se divide.
La luz se pliega.
La oscuridad se hunde en sí misma.
Y de pronto…
Nada.
Blanco absoluto.
Silencio total.
Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.
Solo Veythra, latiendo en mis manos…
y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
El eclipse se abre como una herida en el cielo.
Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.
Un Phyros.
Un habitante del sol.
Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.
Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”
Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.
No tengo tiempo de responder.
Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.
Arc no confía en mí.
Y por primera vez… no puedo culparla.
Helior Prime alza una mano.
Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.
Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.
Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.
La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.
Siento a Arc desvanecerse.
Su calor deja de rodearme.
Y mi cuerpo queda expuesto.
Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.
El primero me atraviesa el costado.
El segundo me perfora el pecho.
El tercero se dirige directo a mi cabeza—
Pero Jennifer lo intercepta.
Por milímetros.
Mi madre se gira.
Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:
Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”
El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.
Helior Prime responde convocando a los suyos.
Los Phyros emergen como estrellas furiosas.
La guerra estalla.
Sol contra Caos.
Luz absoluta contra noche viva.
Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…
Una voz se abre paso dentro de mí.
Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”
Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.
Jennifer siente cómo me rehago.
Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.
Deslizo la hoja.
El mundo se silencia.
Extiendo la katana y corto el aire.
Pero no corto aire.
Corto el tejido del espacio mismo.
El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.
Jennifer se coloca a mi lado.
Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.
Juntas, trazamos un segundo corte.
Esta vez no solo se abre el espacio.
Se abre el tiempo.
El eclipse se divide.
La luz se pliega.
La oscuridad se hunde en sí misma.
Y de pronto…
Nada.
Blanco absoluto.
Silencio total.
Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.
Solo Veythra, latiendo en mis manos…
y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.
El eclipse se abre como una herida en el cielo.
Con él, un puente ardiente se despliega, una estructura viva, hecha de la propia luz del sol partiéndose en líneas perfectas. Y sobre él… una figura incandescente avanza.
Un Phyros.
Un habitante del sol.
Su voz nos atraviesa antes incluso de que toque tierra.
Helior Prime: “Sombras… imitaciones débiles. La luna solo existe porque roba lo que nosotros creamos.”
Su desdén es absoluto. Un juicio. Un decreto.
No tengo tiempo de responder.
Arc me envuelve con su forma dracónica, enorme y protectora, sus escamas vibrando al contacto con la luz insoportable que irradia el Phyros.
Arc no confía en mí.
Y por primera vez… no puedo culparla.
Helior Prime alza una mano.
Un rayo solar estalla desde su palma y nos atraviesa a ambas.
Siento mi piel arder. Siento el dolor de Arc resonar en mis huesos como si fueran los de ella. Grito sin aire.
Jennifer aparece ante él como una tormenta silenciosa. Sus ojos, negros y rojos, reflejan el eclipse moribundo. Ella contraataca, y Helior Prime le sigue el ritmo con una gracia cruel, como si la estuviera evaluando.
La dragona Arc logra incorporarse y se lanza al combate. Pero cuando llega a él, Helior Prime solo estira una mano… y le quema el rostro. El olor a escama chamuscada me golpea como un puñetazo.
Siento a Arc desvanecerse.
Su calor deja de rodearme.
Y mi cuerpo queda expuesto.
Los tres lanzazos solares vienen hacia mí como si el tiempo se quebrara.
El primero me atraviesa el costado.
El segundo me perfora el pecho.
El tercero se dirige directo a mi cabeza—
Pero Jennifer lo intercepta.
Por milímetros.
Mi madre se gira.
Y entonces ruge una orden que desgarra mundos:
Jennifer: “¡Hijos míos del Caos… a mí!”
El aire se abre y su ejército cae sobre el campo de batalla como un océano negro.
Helior Prime responde convocando a los suyos.
Los Phyros emergen como estrellas furiosas.
La guerra estalla.
Sol contra Caos.
Luz absoluta contra noche viva.
Y yo… tirada en el suelo. Sangrando. Ardiendo. Incapaz de respirar.
Pero entre el ruido, entre los gritos, entre el fuego…
Una voz se abre paso dentro de mí.
Veythra: “Levanta… Lili… Una vez más. Conmigo.”
Algo—un latido, un impulso, una furia que no es furia—me obliga a ponerme de rodillas.
La vaina de Shein se parte en pedazos, como si ya no tuviera derecho a contener nada.
Jennifer siente cómo me rehago.
Yo siento a Veythra por primera vez… no como un arma, sino como una extensión de mis huesos.
Deslizo la hoja.
El mundo se silencia.
Extiendo la katana y corto el aire.
Pero no corto aire.
Corto el tejido del espacio mismo.
El efecto alcanza a Helior Prime a distancia, como si una grieta invisible le hubiera desgarrado el alma desde dentro.
Lo escucho. Un sonido sordo, profundo. Un impacto que no pertenece a este plano.
Jennifer se coloca a mi lado.
Sus manos se unen a las mías en la empuñadura.
Sentimos a Veythra vibrar, no de rabia… sino de aceptación.
Juntas, trazamos un segundo corte.
Esta vez no solo se abre el espacio.
Se abre el tiempo.
El eclipse se divide.
La luz se pliega.
La oscuridad se hunde en sí misma.
Y de pronto…
Nada.
Blanco absoluto.
Silencio total.
Un vacío que no es muerte, pero tampoco vida.
Solo Veythra, latiendo en mis manos…
y el sonido distante de algo que todavía no sé si hemos ganado o desatado.