• La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra.

    Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final.

    Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado.

    Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina.

    —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano.

    Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama.

    El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado.

    El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
    La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra. Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final. Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado. Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina. —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano. Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama. El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado. El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
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  • Hoy es un buen dia para dar una caminata al bosque

    -miraba el paisaje, suspirando levemente estando frustrada, decidi despejarme ya que por el momento la mafia, estaba escondida ya que los policias estaban al acedio-

    Ahhhh

    -respire profundamente, para despues exhalar sintie do el aire relajante de los arboles empezando a caminar, subiendo las montañas y tomando agua de algunos nacimientos de rios-
    Hoy es un buen dia para dar una caminata al bosque -miraba el paisaje, suspirando levemente estando frustrada, decidi despejarme ya que por el momento la mafia, estaba escondida ya que los policias estaban al acedio- Ahhhh -respire profundamente, para despues exhalar sintie do el aire relajante de los arboles empezando a caminar, subiendo las montañas y tomando agua de algunos nacimientos de rios-
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  • Zwëihanherz Rising Sun
    Fandom Zwëihanherz: Rising Sun
    Categoría Otros
    "Nuestra historia comienza en la antigua Alejandría, Egipto. Nenet nace en el seno de una familia humilde, un regalo que llegó después de una profunda sombra. Tiempo atrás, sus padres ya habían perdido un hijo, y por un amargo momento, parecía que Nenet estaba destinada al mismo fin. Fue entonces cuando su padre se arrodilló y elevó su ruego a los cielos, a los dioses antiguos. Prometió dar y hacer lo que fuera necesario si le concedían el deseo de que su esposa diera a luz a su primogénita. Tras varios días de ayuno y súplica, el deseo fue concedido.
    ​Nació una niña con una particularidad sorprendente: su piel era tan oscura como un abismo sin fondo, un contraste absoluto con la luz del desierto. Sumado a esto, un par de marcas doradas sutiles se delineaban sobre sus brazos y espalda, como una escritura incomprensible. Pero la maravilla del nacimiento superó todo misterio. Se susurra que aquella noche, una sombra misteriosa, un visitante silencioso, le hizo una visita a la recién nacida, que dormía en paz sin percatarse de la entidad que la observaba.
    ​El tiempo no borró la diferencia. Nenet creció bajo la constante mirada de su comunidad, ganándose burlas y el acoso incesante de otros niños. Se aisló, haciendo de su pequeña habitación un santuario. Allí, los cuentos que su padre le leía cada noche se convirtieron en su única ventana. Aprendió a leer vorazmente, transformando su soledad en una devoción por la literatura y por el mundo exterior.
    ​Cerca de sus diecisiete años, esa devoción se convirtió en su más ferviente deseo: abandonar Alejandría para, finalmente, escribir su propia historia. Era de complexión delgada, su cabello negro cortado en un bob mediano enmarcaba un rostro de carácter indomable, con unos ojos delineados por una sutil curva que atraían la mirada y unos labios que, teñidos de un tono oscuro, hacían brillar cada sonrisa.
    ​Su vestimenta no era la de una reclusa, sino la de una guerrera en ciernes: un corset de batalla que dejaba los hombros y el abdomen a la vista, un pantalón de tela con un intrincado encaje de fuego que subía desde el tobillo hasta la cintura, y sandalias firmes. Las marcas doradas en su piel brillaban, un enigma que nadie había podido descifrar. La disciplina de combate le había otorgado un temple firme, pero su esencia era la de una chica amable, dulce, caritativa, siempre dispuesta a servir. Aunque el temor la rozaba, nunca dudaba en enfrentar el peligro para ayudar a quien lo necesitara.
    ​El Cairo: El Viaje Comienza
    ​En la vibrante y caótica Ciudad de El Cairo, a las 2:45 p.m., Nenet caminaba con su mochila al hombro. Los edificios se alzaban en una fila desigual y casi surrealista, una muralla de vida que la asombraba. El caos citadino era un torrente de movimiento y ruido, y ella lo observaba como una niña que conoce el mundo por primera vez, dando cada paso con la expectativa de un nuevo descubrimiento.
    ​Se detuvo en la esquina de la acera. Estaba acostumbrada a la curiosidad de los transeúntes, pero la multitud aquí era un organismo vivo. Al dar el tercer paso, fue empujada con una fuerza inesperada; el tráfico de gente era denso y ciego. Su mochila, la que contenía su bitácora de viaje, pasaporte y el dinero para la travesía, cayó de su hombro y fue inmediatamente engullida por el río humano.
    ​Quedó paralizada en medio de la acera, sintiendo un vacío helado. Los cláxones resonaron con estridente impaciencia, obligándola a correr para evitar el flujo de autos. Al llegar al otro lado, el tráfico seguía su curso indiferente, y la mochila había desaparecido. Se cruzó de brazos, la rabia contra su propia distracción mezclándose con una culpa punzante. No podía permitirse un error tan costoso; perder esa mochila era quedarse, literalmente, varada.
    ​Justo entonces, oyó unas risas. En la boca de un angosto callejón, un grupo de niños alardeaban de su nuevo botín. Su mochila estaba allí, a punto de ser abierta.
    ​— ¡Oigan, eso es mío! — gritó con ahínco, alzando las manos para hacerse visible.
    ​Esperó a que la luz de tráfico se pusiera en rojo y, como una flecha, se lanzó a la persecución. Desplegó una agilidad felina, concentrándose. Agudizó sus sentidos, logrando percibir el aroma de los pequeños corredores hasta la entrada de una casa abandonada, sucia y cubierta de polvo.
    ​Se adentró con pasos sigilosos, atenta a cualquier sonido. Escuchó el barullo en el patio trasero y se acercó a una ventana manchada para observarlos. Su plan no era solo recuperar sus cosas, sino darles un buen escarmiento. Localizó una vieja puerta de madera que conectaba al patio. La abrió con una lentitud dramática. El chirrido agónico del gozne llamó la atención de los niños, que se quedaron quietos, confusos.
    ​En ese instante de distracción, Nenet saltó al patio con una mirada deliberadamente macabra y exagerada. Su aparición fue tan repentina que los niños huyeron despavoridos, dejando todo su contenido regado por el suelo.
    ​Nenet suspiró, cerrando los ojos con frustración. Susurró la admonición a sí misma mientras recogía sus pertenencias: — Debo dejar de ser tan distraída. No puedo quedarme así de nuevo. — Acomodó todo en su lugar, cargando la mochila al hombro. Retomó su camino, con un destino claro en mente.
    ​Ahora, se dirigía a Jerusalén, cumpliendo la orden tácita de su padre. Una travesía que no solo buscaba aventura, sino también obtener una bendición para el camino que acababa de empezar."
    "Nuestra historia comienza en la antigua Alejandría, Egipto. Nenet nace en el seno de una familia humilde, un regalo que llegó después de una profunda sombra. Tiempo atrás, sus padres ya habían perdido un hijo, y por un amargo momento, parecía que Nenet estaba destinada al mismo fin. Fue entonces cuando su padre se arrodilló y elevó su ruego a los cielos, a los dioses antiguos. Prometió dar y hacer lo que fuera necesario si le concedían el deseo de que su esposa diera a luz a su primogénita. Tras varios días de ayuno y súplica, el deseo fue concedido. ​Nació una niña con una particularidad sorprendente: su piel era tan oscura como un abismo sin fondo, un contraste absoluto con la luz del desierto. Sumado a esto, un par de marcas doradas sutiles se delineaban sobre sus brazos y espalda, como una escritura incomprensible. Pero la maravilla del nacimiento superó todo misterio. Se susurra que aquella noche, una sombra misteriosa, un visitante silencioso, le hizo una visita a la recién nacida, que dormía en paz sin percatarse de la entidad que la observaba. ​El tiempo no borró la diferencia. Nenet creció bajo la constante mirada de su comunidad, ganándose burlas y el acoso incesante de otros niños. Se aisló, haciendo de su pequeña habitación un santuario. Allí, los cuentos que su padre le leía cada noche se convirtieron en su única ventana. Aprendió a leer vorazmente, transformando su soledad en una devoción por la literatura y por el mundo exterior. ​Cerca de sus diecisiete años, esa devoción se convirtió en su más ferviente deseo: abandonar Alejandría para, finalmente, escribir su propia historia. Era de complexión delgada, su cabello negro cortado en un bob mediano enmarcaba un rostro de carácter indomable, con unos ojos delineados por una sutil curva que atraían la mirada y unos labios que, teñidos de un tono oscuro, hacían brillar cada sonrisa. ​Su vestimenta no era la de una reclusa, sino la de una guerrera en ciernes: un corset de batalla que dejaba los hombros y el abdomen a la vista, un pantalón de tela con un intrincado encaje de fuego que subía desde el tobillo hasta la cintura, y sandalias firmes. Las marcas doradas en su piel brillaban, un enigma que nadie había podido descifrar. La disciplina de combate le había otorgado un temple firme, pero su esencia era la de una chica amable, dulce, caritativa, siempre dispuesta a servir. Aunque el temor la rozaba, nunca dudaba en enfrentar el peligro para ayudar a quien lo necesitara. ​El Cairo: El Viaje Comienza ​En la vibrante y caótica Ciudad de El Cairo, a las 2:45 p.m., Nenet caminaba con su mochila al hombro. Los edificios se alzaban en una fila desigual y casi surrealista, una muralla de vida que la asombraba. El caos citadino era un torrente de movimiento y ruido, y ella lo observaba como una niña que conoce el mundo por primera vez, dando cada paso con la expectativa de un nuevo descubrimiento. ​Se detuvo en la esquina de la acera. Estaba acostumbrada a la curiosidad de los transeúntes, pero la multitud aquí era un organismo vivo. Al dar el tercer paso, fue empujada con una fuerza inesperada; el tráfico de gente era denso y ciego. Su mochila, la que contenía su bitácora de viaje, pasaporte y el dinero para la travesía, cayó de su hombro y fue inmediatamente engullida por el río humano. ​Quedó paralizada en medio de la acera, sintiendo un vacío helado. Los cláxones resonaron con estridente impaciencia, obligándola a correr para evitar el flujo de autos. Al llegar al otro lado, el tráfico seguía su curso indiferente, y la mochila había desaparecido. Se cruzó de brazos, la rabia contra su propia distracción mezclándose con una culpa punzante. No podía permitirse un error tan costoso; perder esa mochila era quedarse, literalmente, varada. ​Justo entonces, oyó unas risas. En la boca de un angosto callejón, un grupo de niños alardeaban de su nuevo botín. Su mochila estaba allí, a punto de ser abierta. ​— ¡Oigan, eso es mío! — gritó con ahínco, alzando las manos para hacerse visible. ​Esperó a que la luz de tráfico se pusiera en rojo y, como una flecha, se lanzó a la persecución. Desplegó una agilidad felina, concentrándose. Agudizó sus sentidos, logrando percibir el aroma de los pequeños corredores hasta la entrada de una casa abandonada, sucia y cubierta de polvo. ​Se adentró con pasos sigilosos, atenta a cualquier sonido. Escuchó el barullo en el patio trasero y se acercó a una ventana manchada para observarlos. Su plan no era solo recuperar sus cosas, sino darles un buen escarmiento. Localizó una vieja puerta de madera que conectaba al patio. La abrió con una lentitud dramática. El chirrido agónico del gozne llamó la atención de los niños, que se quedaron quietos, confusos. ​En ese instante de distracción, Nenet saltó al patio con una mirada deliberadamente macabra y exagerada. Su aparición fue tan repentina que los niños huyeron despavoridos, dejando todo su contenido regado por el suelo. ​Nenet suspiró, cerrando los ojos con frustración. Susurró la admonición a sí misma mientras recogía sus pertenencias: — Debo dejar de ser tan distraída. No puedo quedarme así de nuevo. — Acomodó todo en su lugar, cargando la mochila al hombro. Retomó su camino, con un destino claro en mente. ​Ahora, se dirigía a Jerusalén, cumpliendo la orden tácita de su padre. Una travesía que no solo buscaba aventura, sino también obtener una bendición para el camino que acababa de empezar."
    Tipo
    Individual
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  • A pesar que la caza de los Templarios está constantemente en su mente, a veces Connor se toma un tiempo para descansar y volver a admirar la naturaleza que lo rodeó desde su nacimiento.

    El invierno empezó a notarse, cubriendo el suelo y diferentes superficies de un fino blanco, el aliento de cada individuo viéndose como un leve vapor en el aire. Cuando las ventiscas llegasen se le haría más fácil el pasar desapercibido entre los casacas rojas y el seguir a sus objetivos.

    Por ahora, armó una pequeña fogata y tomó asiento, a lo mejor la caza de animales sería un buen ejercicio para despejar la cabeza.
    A pesar que la caza de los Templarios está constantemente en su mente, a veces Connor se toma un tiempo para descansar y volver a admirar la naturaleza que lo rodeó desde su nacimiento. El invierno empezó a notarse, cubriendo el suelo y diferentes superficies de un fino blanco, el aliento de cada individuo viéndose como un leve vapor en el aire. Cuando las ventiscas llegasen se le haría más fácil el pasar desapercibido entre los casacas rojas y el seguir a sus objetivos. Por ahora, armó una pequeña fogata y tomó asiento, a lo mejor la caza de animales sería un buen ejercicio para despejar la cabeza.
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  • He visto nacer y perecer al mismo tiempo. Dónde la muerte y el renacimiento ocupan el mismo aire, el mismo espacio. Dónde exista la vida existirá la muerte.
    He visto nacer y perecer al mismo tiempo. Dónde la muerte y el renacimiento ocupan el mismo aire, el mismo espacio. Dónde exista la vida existirá la muerte.
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  • Luna Aurelian Reis había vuelto a brillar.

    Después de años de silencio, de encierro y rumores, aquella noche la dueña de REI-TECH Technology reaparecía bajo los reflectores, vestida con la elegancia sombría que la caracterizaba: un conjunto negro de espalda descubierta, adornado con patrones simbólicos, mezcla de misticismo y poder.

    Las cámaras no tardaron en rodearla. Los flashes se cruzaban como relámpagos, intentando capturar cada matiz de su expresión —una serenidad gélida, una mirada cargada de historia. Su paso era firme, pausado, como si cada movimiento calculado representara una declaración: Luna Reis ha regresado, y no hay quien la eclipse.

    Tras el escándalo mediático de su divorcio con Seiko Nura, las pérdidas empresariales y la posterior muerte de su primer esposo Elian, muchos creyeron que Luna desaparecería por completo. Pero había renacido.
    Bajo su mando, REI-TECH no solo se recuperó: ascendió al puesto número uno global, dominando el sector tecnológico con innovaciones en inteligencia sintética y armamento táctico.

    Esa noche, la gala celebraba precisamente el renacimiento del imperio que ella había reconstruido desde las ruinas. Los murmullos se mezclaban:
    —“¿Es ella?”
    —“Más fría… más fuerte.”
    —“Dicen que volvió a dirigir todo personalmente.”

    Luna solo sonrió con un gesto imperceptible.
    Sus hijos, Sain y Eliana, no la acompañaban —ella había preferido mantenerlos lejos del foco público, preservando lo poco que quedaba de su intimidad familiar. Y aunque su hermano Constantin Reis estaba en el mismo recinto, ninguno buscó cruzar miradas todavía.

    En el fondo, mientras el vino tintaba las copas y la música llenaba el salón, Luna alzó la vista hacia los ventanales iluminados. Sabía que la gente vería una empresaria renacida, una mujer poderosa. Pero bajo la superficie, ella seguía siendo la misma estratega que había aprendido —a golpes del destino— que a veces, para seguir viva, hay que reconstruirse desde la oscuridad.

    Y en esa gala, bajo la lluvia de flashes, Luna Aurelian Reis brilló con la misma intensidad que una estrella… de esas que arden justo antes de hacerse eternas.
    Luna Aurelian Reis había vuelto a brillar. Después de años de silencio, de encierro y rumores, aquella noche la dueña de REI-TECH Technology reaparecía bajo los reflectores, vestida con la elegancia sombría que la caracterizaba: un conjunto negro de espalda descubierta, adornado con patrones simbólicos, mezcla de misticismo y poder. Las cámaras no tardaron en rodearla. Los flashes se cruzaban como relámpagos, intentando capturar cada matiz de su expresión —una serenidad gélida, una mirada cargada de historia. Su paso era firme, pausado, como si cada movimiento calculado representara una declaración: Luna Reis ha regresado, y no hay quien la eclipse. Tras el escándalo mediático de su divorcio con Seiko Nura, las pérdidas empresariales y la posterior muerte de su primer esposo Elian, muchos creyeron que Luna desaparecería por completo. Pero había renacido. Bajo su mando, REI-TECH no solo se recuperó: ascendió al puesto número uno global, dominando el sector tecnológico con innovaciones en inteligencia sintética y armamento táctico. Esa noche, la gala celebraba precisamente el renacimiento del imperio que ella había reconstruido desde las ruinas. Los murmullos se mezclaban: —“¿Es ella?” —“Más fría… más fuerte.” —“Dicen que volvió a dirigir todo personalmente.” Luna solo sonrió con un gesto imperceptible. Sus hijos, Sain y Eliana, no la acompañaban —ella había preferido mantenerlos lejos del foco público, preservando lo poco que quedaba de su intimidad familiar. Y aunque su hermano Constantin Reis estaba en el mismo recinto, ninguno buscó cruzar miradas todavía. En el fondo, mientras el vino tintaba las copas y la música llenaba el salón, Luna alzó la vista hacia los ventanales iluminados. Sabía que la gente vería una empresaria renacida, una mujer poderosa. Pero bajo la superficie, ella seguía siendo la misma estratega que había aprendido —a golpes del destino— que a veces, para seguir viva, hay que reconstruirse desde la oscuridad. Y en esa gala, bajo la lluvia de flashes, Luna Aurelian Reis brilló con la misma intensidad que una estrella… de esas que arden justo antes de hacerse eternas.
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  • El regreso de la Luna”
    ---

    El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder.
    Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas.

    Pero esa noche...
    Esa noche, volvió.

    El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente.
    Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas.
    La multitud se contuvo.
    Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento.

    —“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara.
    —“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.”

    Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos.
    El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello.
    El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores.

    Los flashes siguieron su avance como un río de luces.
    Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella:
    serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos.

    Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante.
    Algunos la observaban con admiración, otros con recelo.
    Ella lo sabía… y no le importaba.

    Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo:
    —“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?”

    Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire.
    —“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila.
    “Solo me recordó quién soy.”

    El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo.
    Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado.
    Era su regreso…
    pero también, su renacimiento.
    El regreso de la Luna” --- El cielo se encontraba encapotado, como si incluso las nubes contuvieran el aliento ante lo que estaba por suceder. Durante años, Luna Aurelian Reis había desaparecido del ojo público. Ni apariciones, ni entrevistas, ni conferencias. Solo su sombra y los rumores que se tejían sobre ella, sobre su caída, sus pérdidas, y su vida entre cenizas. Pero esa noche... Esa noche, volvió. El destello de los flashes casi cegó la entrada del museo cuando la puerta del auto negro se abrió lentamente. Una figura descendió con elegancia calculada: cabello rubio platino movido por el viento, labios carmesí, un vestido negro de corte sobrio con detalles plateados que brillaban como fragmentos de estrellas. La multitud se contuvo. Los reporteros no sabían si gritar su nombre o guardar silencio ante la magnitud del momento. —“¿Es ella? ¿Luna Reis?” —susurró uno, ajustando su cámara. —“Dioses… no puede ser. Pensé que no volvería a pisar un evento público.” Ella avanzó con paso tranquilo, sin prisa, pero con la firmeza de quien había sobrevivido a sus propios infiernos. El emblema de REI-TECH TECHNOLOGY brillaba discretamente en el broche que adornaba su cuello. El mundo lo sabía: su empresa, dada por muerta años atrás, había resurgido. No solo eso —ahora era la número uno del globo, superando incluso a sus antiguos competidores. Los flashes siguieron su avance como un río de luces. Luna alzó ligeramente la mirada; por un segundo, su rostro se reflejó en los lentes y pantallas frente a ella: serena, inalcanzable, pero con un dejo de melancolía en los ojos. Dentro del museo, el murmullo de la alta sociedad se convirtió en un coro expectante. Algunos la observaban con admiración, otros con recelo. Ella lo sabía… y no le importaba. Cuando uno de los periodistas logró acercarse lo suficiente, preguntó, casi con miedo: —“Señora Reis, ¿cómo se siente al volver después de tanto tiempo?” Luna sonrió apenas, un gesto sutil, pero suficiente para silenciar el aire. —“El tiempo no me hizo volver…”, respondió con voz tranquila. “Solo me recordó quién soy.” El eco de sus palabras se perdió entre el murmullo y el golpeteo de la lluvia en los cristales del museo. Ella siguió su camino hacia el interior, dejando atrás el ruido, los flashes y las sombras del pasado. Era su regreso… pero también, su renacimiento.
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  • 𝐖𝐇𝐀𝐓 𝐈 𝐀𝐌? | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 (𝖆.𝕮.) – 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [???]

    Desde su nacimiento, hasta aquellas épocas mantenía esa belleza única y angelical. Rostro tallado, rubio, ojos celestes. Santiago era un ángel hasta en ése entonces, un hijo de Dios, que con el tiempo fue corrompiéndose por este mismo sometido a una vida llena de esclavitud y dolor en todos los aspectos.

    No sabía el porque, pero, siempre había un motivo insignificante donde su mismísimo padre lo hacía pasar por penurias. ¿El pecado? Quizá era aquello teniendo en cuenta que no había cometido ninguno hasta ese entonces.

    Solo era un joven, a veces trataba dd revelarse contra su propia sangre y hacerle frente, pero era inútil, su padre simplemente lo odiaba, quizá por ser diferente a los cuáles seguían su régimen.

    ❝ 𝘚𝘶𝘣𝘪𝘳é 𝘢𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘨𝘰𝘣𝘦𝘳𝘯𝘢𝘳é 𝘢 𝘭𝘰𝘴 á𝘯𝘨𝘦𝘭𝘦𝘴. 𝘛𝘳𝘦𝘱𝘢𝘳é 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘰 𝘮á𝘴 𝘦𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘴𝘦𝘳é 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘈𝘭𝘵í𝘴𝘪𝘮𝘰. ❞ ──── (𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 𝟏𝟒:𝟏𝟑)

    Pronunció aquellas palabras, una y otra vez en lo bajo mientras caminaba con los pies descalzos y ensuciandose con la tierra en cada paso que daba.

    En forma de protesta; decidió parar su andar al llegar a lo más alto de aquél lugar desierto. Estaba cargado de emociones ; Ira, tristeza, impotencia. Tenía la obligación de siempre ocultar sus alas pero en esta ocasión no lo haría, dejaría de ser parte de esto mismo. En un abrupto movimiento dejó salir sus alas y mostrando una aureola por encima de su cabeza. Conmemorando así de quién es él realmente y mostrándose en desacuerdo con aquellos que imponían sus prioridades por sobre todo los demás.

    ──── 𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰. . . 𝘚𝘰𝘺 𝘶𝘯 á𝘯𝘨𝘦𝘭, 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦. 𝘕𝘰 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘥𝘦𝘤𝘪𝘥𝘪𝘳 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰. ────

    Solo alcanzó a obsevar al cielo, su mirada fría y desafiante. El inicio de una revolución y conflicto entre un padre y su hijo.
    𝐖𝐇𝐀𝐓 𝐈 𝐀𝐌? | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 (𝖆.𝕮.) – 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [???] Desde su nacimiento, hasta aquellas épocas mantenía esa belleza única y angelical. Rostro tallado, rubio, ojos celestes. Santiago era un ángel hasta en ése entonces, un hijo de Dios, que con el tiempo fue corrompiéndose por este mismo sometido a una vida llena de esclavitud y dolor en todos los aspectos. No sabía el porque, pero, siempre había un motivo insignificante donde su mismísimo padre lo hacía pasar por penurias. ¿El pecado? Quizá era aquello teniendo en cuenta que no había cometido ninguno hasta ese entonces. Solo era un joven, a veces trataba dd revelarse contra su propia sangre y hacerle frente, pero era inútil, su padre simplemente lo odiaba, quizá por ser diferente a los cuáles seguían su régimen. ❝ 𝘚𝘶𝘣𝘪𝘳é 𝘢𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘨𝘰𝘣𝘦𝘳𝘯𝘢𝘳é 𝘢 𝘭𝘰𝘴 á𝘯𝘨𝘦𝘭𝘦𝘴. 𝘛𝘳𝘦𝘱𝘢𝘳é 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘭𝘰 𝘮á𝘴 𝘦𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝘺 𝘴𝘦𝘳é 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘈𝘭𝘵í𝘴𝘪𝘮𝘰. ❞ ──── (𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 𝟏𝟒:𝟏𝟑) Pronunció aquellas palabras, una y otra vez en lo bajo mientras caminaba con los pies descalzos y ensuciandose con la tierra en cada paso que daba. En forma de protesta; decidió parar su andar al llegar a lo más alto de aquél lugar desierto. Estaba cargado de emociones ; Ira, tristeza, impotencia. Tenía la obligación de siempre ocultar sus alas pero en esta ocasión no lo haría, dejaría de ser parte de esto mismo. En un abrupto movimiento dejó salir sus alas y mostrando una aureola por encima de su cabeza. Conmemorando así de quién es él realmente y mostrándose en desacuerdo con aquellos que imponían sus prioridades por sobre todo los demás. ──── 𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰. . . 𝘚𝘰𝘺 𝘶𝘯 á𝘯𝘨𝘦𝘭, 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦. 𝘕𝘰 𝘷𝘢𝘴 𝘢 𝘥𝘦𝘤𝘪𝘥𝘪𝘳 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘪𝘯𝘰. ──── Solo alcanzó a obsevar al cielo, su mirada fría y desafiante. El inicio de una revolución y conflicto entre un padre y su hijo.
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  • — Es otra noche más de Luna Llena donde los gritos y alaridos se escuchan en el bosque, y los llantos de dolor. Crugidos de huesos... Que todo hace desparecer el cuerpo de una mujer para dar forma a un monstruo. La mujer lobo en su forma bestia arropada por el poder de la luna, siendo forzada contra su voluntad a convertirse en "eso".

    Arañazos por todos lados, pisadas grandes, algunos árboles destrozados, aullidos y gruñidos bestiales y la luna llena siendo participe de su obra de arte convertida en monstruosidad como cada noche en esa luna.

    Ya van dos noches seguidas de luna llena, veremos hasta cuánto dura esto y lo que Manon debe soportar tanto físicamente como mentalmente por ser lo que es desde nacimiento.—
    — Es otra noche más de Luna Llena donde los gritos y alaridos se escuchan en el bosque, y los llantos de dolor. Crugidos de huesos... Que todo hace desparecer el cuerpo de una mujer para dar forma a un monstruo. La mujer lobo en su forma bestia arropada por el poder de la luna, siendo forzada contra su voluntad a convertirse en "eso". Arañazos por todos lados, pisadas grandes, algunos árboles destrozados, aullidos y gruñidos bestiales y la luna llena siendo participe de su obra de arte convertida en monstruosidad como cada noche en esa luna. Ya van dos noches seguidas de luna llena, veremos hasta cuánto dura esto y lo que Manon debe soportar tanto físicamente como mentalmente por ser lo que es desde nacimiento.—
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  • Mi madre dijo que mi nacimiento fue como el primer copo de nieve que callo en la tierra .
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