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    Muchos han intentado engañarlo. Magos, demonios, dioses menores e incluso humanos con lenguas de plata y voluntades de acero.

    Pero Morfeo ve más allá del lenguaje, más allá de los gestos.

    Él no escucha palabras: escucha intenciones.

    No observa rostros: contempla la sustancia de las almas.
    Muchos han intentado engañarlo. Magos, demonios, dioses menores e incluso humanos con lenguas de plata y voluntades de acero. Pero Morfeo ve más allá del lenguaje, más allá de los gestos. Él no escucha palabras: escucha intenciones. No observa rostros: contempla la sustancia de las almas.
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    —Hermano —dijo muerte con una voz sin eco, que aún así llenó el vacío. —El mundo sueña demasiado. Ya no distinguen el sueño de la muerte.

    Morfeo bajó la mirada. Sus ojos, pozos infinitos de creación, parpadearon con lentitud.

    —Porque ya no temen morir, hermana. Solo temen despertar... y seguir vivos. — contestó con voz pesada.

    Las palabras estaban de más. Ambos guardaron silencio.

    Entonces, como un acto de compasión olvidada, Muerte se recostó sobre la negrura del manto de Sueño. Su figura se volvió parte del tejido onírico, y los sueños de los moribundos empezaron a ser suaves. Morfeo la protegía, y ella limpiaba los límites entre el fin y el descanso. Entre ellos, no había amor carnal ni deberes divinos. Había un vínculo muy antiguo entre los eternos: la necesidad de que todo final tenga un lugar donde descansar.
    —Hermano —dijo muerte con una voz sin eco, que aún así llenó el vacío. —El mundo sueña demasiado. Ya no distinguen el sueño de la muerte. Morfeo bajó la mirada. Sus ojos, pozos infinitos de creación, parpadearon con lentitud. —Porque ya no temen morir, hermana. Solo temen despertar... y seguir vivos. — contestó con voz pesada. Las palabras estaban de más. Ambos guardaron silencio. Entonces, como un acto de compasión olvidada, Muerte se recostó sobre la negrura del manto de Sueño. Su figura se volvió parte del tejido onírico, y los sueños de los moribundos empezaron a ser suaves. Morfeo la protegía, y ella limpiaba los límites entre el fin y el descanso. Entre ellos, no había amor carnal ni deberes divinos. Había un vínculo muy antiguo entre los eternos: la necesidad de que todo final tenga un lugar donde descansar.
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  • Había regresado de un exilio autoimpuesto, un viaje silencioso más allá del Velo, donde incluso los sueños no lo encontraban. Y ahora, por fin, volvía a su reino: el Sueño.

    Pero al llegar a su torre de obsidiana, no lo recibió ningún coro de pesadillas ni danzas oníricas. Solo el eco de lo que alguna vez fue un bello lugar.

    —Ha cambiado todo… o quizás soy yo quien ha cambiado —susurró Morfeo para sí mismo con nostalgia.

    Fue entonces cuando escuchó: el batir de unas alas conocidas, ligeras pero firmes. Un crujido de garras sobre piedra y un graznido entre incrédulo y emocionado.

    —¿Jefe…? ¿Eres tú de verdad?

    Morfeo giró con lentitud. Y allí estaba, posado sobre el brazo de un trono sin rey, un cuervo negro de ojos vivaces: Matthew, su mensajero, su espía, su voz cuando él decidía guardar silencio. Pero más que eso… su único amigo verdadero.

    Morfeo no sonrió, pero la típica bruma que lo envolvía pareció suavizarse.

    —Matthew.

    El cuervo se revoloteaba con ligeros saltos, como un niño perdido que al fin encuentra el camino a casa.

    —¡Dioses del Sueño! Pensé que ya no ibas a volver… El reino estaba… roto, jefe. Y yo… Bueno, intenté mantenerlo, pero no soy más que un cuervo, ¿sabes? Incluso Lucienne se fue por un tiempo. Las cosas se deshicieron sin ti.

    Morfeo alzó una mano enguantada y la ofreció. Matthew se posó en ella con el mismo respeto de antaño, aunque esta vez, había algo más: ternura.

    —No eras "solo" un cuervo. Nunca lo fuiste. —La voz de Morfeo fue suave como la bruma de los sueños profundos—. Te confié lo más frágil: mi dominio, mi esperanza… y regresé porque sabía que tú seguirías aquí.

    Matthew ladeó la cabeza, con ese gesto pícaro que lo hacía parecer un viejo bufón disfrazado de ave.

    —Bueno, jefe, no iba a dejar que un montón de pesadillas se hicieran con el lugar. Además… alguien tenía que contarles historias sobre ti.

    Morfeo lo alzó al nivel de su rostro para observarle mejor.

    —¿Historias?

    —Claro. Dije que volverías. Que el Rey del Sueño nunca desaparece para siempre… solo se toma su tiempo. Y mira… aquí estás.

    Un silencio pesado se extendió, no era incómodo. Morfeo, en un gesto casi humano y palabras con sentimiento le dijo:

    —Gracias por esperarme.

    —Siempre, jefe. Siempre. — le contestó su amigo.

    Y así, entre ruinas que pronto volverían a florecer, el Rey del Sueño y su fiel cuervo se reencontraron. Sin promesas, sin lágrimas, sino con ese tipo de entendimiento que solo existe entre los amigos.

    Había regresado de un exilio autoimpuesto, un viaje silencioso más allá del Velo, donde incluso los sueños no lo encontraban. Y ahora, por fin, volvía a su reino: el Sueño. Pero al llegar a su torre de obsidiana, no lo recibió ningún coro de pesadillas ni danzas oníricas. Solo el eco de lo que alguna vez fue un bello lugar. —Ha cambiado todo… o quizás soy yo quien ha cambiado —susurró Morfeo para sí mismo con nostalgia. Fue entonces cuando escuchó: el batir de unas alas conocidas, ligeras pero firmes. Un crujido de garras sobre piedra y un graznido entre incrédulo y emocionado. —¿Jefe…? ¿Eres tú de verdad? Morfeo giró con lentitud. Y allí estaba, posado sobre el brazo de un trono sin rey, un cuervo negro de ojos vivaces: Matthew, su mensajero, su espía, su voz cuando él decidía guardar silencio. Pero más que eso… su único amigo verdadero. Morfeo no sonrió, pero la típica bruma que lo envolvía pareció suavizarse. —Matthew. El cuervo se revoloteaba con ligeros saltos, como un niño perdido que al fin encuentra el camino a casa. —¡Dioses del Sueño! Pensé que ya no ibas a volver… El reino estaba… roto, jefe. Y yo… Bueno, intenté mantenerlo, pero no soy más que un cuervo, ¿sabes? Incluso Lucienne se fue por un tiempo. Las cosas se deshicieron sin ti. Morfeo alzó una mano enguantada y la ofreció. Matthew se posó en ella con el mismo respeto de antaño, aunque esta vez, había algo más: ternura. —No eras "solo" un cuervo. Nunca lo fuiste. —La voz de Morfeo fue suave como la bruma de los sueños profundos—. Te confié lo más frágil: mi dominio, mi esperanza… y regresé porque sabía que tú seguirías aquí. Matthew ladeó la cabeza, con ese gesto pícaro que lo hacía parecer un viejo bufón disfrazado de ave. —Bueno, jefe, no iba a dejar que un montón de pesadillas se hicieran con el lugar. Además… alguien tenía que contarles historias sobre ti. Morfeo lo alzó al nivel de su rostro para observarle mejor. —¿Historias? —Claro. Dije que volverías. Que el Rey del Sueño nunca desaparece para siempre… solo se toma su tiempo. Y mira… aquí estás. Un silencio pesado se extendió, no era incómodo. Morfeo, en un gesto casi humano y palabras con sentimiento le dijo: —Gracias por esperarme. —Siempre, jefe. Siempre. — le contestó su amigo. Y así, entre ruinas que pronto volverían a florecer, el Rey del Sueño y su fiel cuervo se reencontraron. Sin promesas, sin lágrimas, sino con ese tipo de entendimiento que solo existe entre los amigos.
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    Morfeo viene por miii
    Me manda a mimir zzzzz
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  • #SeductiveSunday
    #Hot

    Con esto me voy con el gran morfeo, descansen y sueñen bellamente.
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    //Creo que hasta aquí llegamos, queridos desconocidos. Hebe y Morfeo tuvieron caminos separados. Hebe hizo reset, y mi maestro perdió la cuenta por una apuesta. Por lo que, mis motivos de existencia son nulos.

    Asi que, espero tengan una larga y buenaventurada vida. Gracias por compartir su tiempo en el periodo corto que estuve viviendo en este reino tan fantasioso. Tal vez, en otra vida, nos volvamos a encontrar.

    Bye, bye.
    //Creo que hasta aquí llegamos, queridos desconocidos. Hebe y Morfeo tuvieron caminos separados. Hebe hizo reset, y mi maestro perdió la cuenta por una apuesta. Por lo que, mis motivos de existencia son nulos. Asi que, espero tengan una larga y buenaventurada vida. Gracias por compartir su tiempo en el periodo corto que estuve viviendo en este reino tan fantasioso. Tal vez, en otra vida, nos volvamos a encontrar. Bye, bye.
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  • (2/2)

    —Sí… te llamé. Pero no para suplicar, [Sweets_dreams] .

    Su espejo de obsidiana dejó de reflejar. Se tornó negro, opaco como una noche sin fuego, y luego, sin previo aviso, estalló en fragmentos flotantes. Cada uno de ellos mostraba un sueño que alguna vez Tezcatlipoca tuvo…

    —Los sueños son un lujo de los débiles. Los hombres se aferran a ellos como a un hilo invisible cuando la realidad los aplasta. Tú… tú eres el tejedor de ese hilo. Un arquitecto de lo que nunca fue. ¿Y de qué sirven tus tejidos cuando el mundo necesita sangre, no esperanza?

    Morfeo permanecía en silencio. No era temor lo que sentía, es resignación. Sabía que Tezcatlipoca no hablaba por odio… sino por ruina. Por una furia que venía de antiguos olvidos.

    —Te convertiste en un dios que consuela. Uno que canta en la niebla. Pero yo… yo soy el que corta el velo.

    Tezcatlipoca levantó uno de sus brazos. De su mano, el humo negro empezó a condensarse, formando una lanza de obsidiana viva. Rugía con los gritos de mil batallas antiguas, donde los sueños eran aplastados por la crudeza de la guerra, por el hambre, por la locura.

    —He venido a arrancar el velo. A destruir el Reino del Sueño. Porque mientras vivas, el mundo cree que hay escapatoria. Y ya no la hay.

    Morfeo alzó la flor de amapola que tenía en su mano. No era una defensa, mas bien, como un símbolo. Una última ofrenda.

    —¿Y si destruyes el sueño, Tezcatlipoca? ¿Qué quedará de ti? Incluso tú has soñado… alguna vez. Aún lo haces. — aseguró Morfeo.

    Tezcatlipoca lo miró… y por un instante, vaciló. Pero el espejo ya estaba roto. Y con él, su compasión.

    —Eso es lo que me aterra. Y por eso… debo matarte.

    Empuñó la lanza y con gran fuerza la arrojó hacia Morfeo. La lanza descendió a gran velocidad y atravesó justo en el pecho de Morfeo con facilidad. No hubo grito. No hubo resistencia. Solo una ráfaga de viento, el crujido de las flores muriendo, y luego… silencio.

    Morfeo no se inmutó. Sabía que su furia no era más que otra máscara para un deseo más antiguo: el deseo de ser comprendido. Se inclinó levemente para ver la herida, con la solemnidad de quien entrega un don y no un favor.

    Finalmente, cerró sus parpados adormitados y el reino de los sueños tembló; las torres de arena comenzaron a desmoronarse. Los portales a los mundos soñados parpadearon, y muchos se cerrarían para siempre. Y así, Morfeo se desvaneció, como cenizas.

    Tezcatlipoca miró como la amapola caía al suelo , y susurró, no con triunfo… sino con una amarga nostalgia:

    —Aun muerto… seguirás soñando en mí.
    (2/2) —Sí… te llamé. Pero no para suplicar, [Sweets_dreams] . Su espejo de obsidiana dejó de reflejar. Se tornó negro, opaco como una noche sin fuego, y luego, sin previo aviso, estalló en fragmentos flotantes. Cada uno de ellos mostraba un sueño que alguna vez Tezcatlipoca tuvo… —Los sueños son un lujo de los débiles. Los hombres se aferran a ellos como a un hilo invisible cuando la realidad los aplasta. Tú… tú eres el tejedor de ese hilo. Un arquitecto de lo que nunca fue. ¿Y de qué sirven tus tejidos cuando el mundo necesita sangre, no esperanza? Morfeo permanecía en silencio. No era temor lo que sentía, es resignación. Sabía que Tezcatlipoca no hablaba por odio… sino por ruina. Por una furia que venía de antiguos olvidos. —Te convertiste en un dios que consuela. Uno que canta en la niebla. Pero yo… yo soy el que corta el velo. Tezcatlipoca levantó uno de sus brazos. De su mano, el humo negro empezó a condensarse, formando una lanza de obsidiana viva. Rugía con los gritos de mil batallas antiguas, donde los sueños eran aplastados por la crudeza de la guerra, por el hambre, por la locura. —He venido a arrancar el velo. A destruir el Reino del Sueño. Porque mientras vivas, el mundo cree que hay escapatoria. Y ya no la hay. Morfeo alzó la flor de amapola que tenía en su mano. No era una defensa, mas bien, como un símbolo. Una última ofrenda. —¿Y si destruyes el sueño, Tezcatlipoca? ¿Qué quedará de ti? Incluso tú has soñado… alguna vez. Aún lo haces. — aseguró Morfeo. Tezcatlipoca lo miró… y por un instante, vaciló. Pero el espejo ya estaba roto. Y con él, su compasión. —Eso es lo que me aterra. Y por eso… debo matarte. Empuñó la lanza y con gran fuerza la arrojó hacia Morfeo. La lanza descendió a gran velocidad y atravesó justo en el pecho de Morfeo con facilidad. No hubo grito. No hubo resistencia. Solo una ráfaga de viento, el crujido de las flores muriendo, y luego… silencio. Morfeo no se inmutó. Sabía que su furia no era más que otra máscara para un deseo más antiguo: el deseo de ser comprendido. Se inclinó levemente para ver la herida, con la solemnidad de quien entrega un don y no un favor. Finalmente, cerró sus parpados adormitados y el reino de los sueños tembló; las torres de arena comenzaron a desmoronarse. Los portales a los mundos soñados parpadearon, y muchos se cerrarían para siempre. Y así, Morfeo se desvaneció, como cenizas. Tezcatlipoca miró como la amapola caía al suelo , y susurró, no con triunfo… sino con una amarga nostalgia: —Aun muerto… seguirás soñando en mí.
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    Morfeo, no molestes, debo terminar de trapear para después ir a mega a comprar para cocinar Dx
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  • Se encontraba mirando el paisaje del mundo terrenal con un rostro pacífico, mientras sus dedos se deslizaban suaves y delicados por su pequeña lira, recostada en una rama gruesa y tronco de un árbol, mientras había dejado el caos del Olimpo atrás por hoy. Afrodita había empezado a jugar a ser cupido, tirando flechas de amor a todos. Algunos dioses menores disfrutan del juego de la Diosa mayor, tales como Heracles y Melinoë, pero a Zagreus se lo veía viajar con discreción entre las sombras, Persefone estaba por enterarse de que Afrodita le tiró como cinco flechas a Hades, hoy si era un juego loco de "escóndete si puedes."

    «Morfeo se había escapado a tiempo de todo el loquero, mientras que al pobrecito de Than, ya le habían embaucado con otra Diosa.»pensó con una mirada desanimada«Soy la única Diosa que su corazón ahora lo tiene inmune para estas cosas...»sonríe con desgana.

    —En un momento creí que era buen juego, ahora lo veo como la dinámica hace enloquecer a todos como hormigas antes de ser fumigadas —comentó al aire, como si fuera otra travesura hecha con resultados para nada esperados.
    Se encontraba mirando el paisaje del mundo terrenal con un rostro pacífico, mientras sus dedos se deslizaban suaves y delicados por su pequeña lira, recostada en una rama gruesa y tronco de un árbol, mientras había dejado el caos del Olimpo atrás por hoy. Afrodita había empezado a jugar a ser cupido, tirando flechas de amor a todos. Algunos dioses menores disfrutan del juego de la Diosa mayor, tales como Heracles y Melinoë, pero a Zagreus se lo veía viajar con discreción entre las sombras, Persefone estaba por enterarse de que Afrodita le tiró como cinco flechas a Hades, hoy si era un juego loco de "escóndete si puedes." «Morfeo se había escapado a tiempo de todo el loquero, mientras que al pobrecito de Than, ya le habían embaucado con otra Diosa.»pensó con una mirada desanimada«Soy la única Diosa que su corazón ahora lo tiene inmune para estas cosas...»sonríe con desgana. —En un momento creí que era buen juego, ahora lo veo como la dinámica hace enloquecer a todos como hormigas antes de ser fumigadas —comentó al aire, como si fuera otra travesura hecha con resultados para nada esperados.
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  • —Si soy la Guardiana de la esperanza en el mundo de los sueños... Jmm, ¿cómo puedo dar esperanza a Morfeo sin que esto rompa su equilibrio ni que interfiera con su trabajo?. —pensó en voz alta, mientras se encontraba acostada sobre una nube, hoy se sentía especialmente liviana— jm... Cuak... tengo el poder en mis manos, mi imaginación podría tener la respuesta... Pero, algo me sigue faltando.
    —Si soy la Guardiana de la esperanza en el mundo de los sueños... Jmm, ¿cómo puedo dar esperanza a Morfeo sin que esto rompa su equilibrio ni que interfiera con su trabajo?. —pensó en voz alta, mientras se encontraba acostada sobre una nube, hoy se sentía especialmente liviana— jm... Cuak... tengo el poder en mis manos, mi imaginación podría tener la respuesta... Pero, algo me sigue faltando.
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