La ciudad siempre guarda cicatrices, algunas visibles y otras enterradas. Aquella en particular (tres manzanas enteras reducidas a ruinas ennegrecidas) era demasiado difícil de ignorar. Calles partidas, edificios desdentados, restos de autos calcinados y un silencio que parecía ajeno al bullicio que reinaba apenas unas cuadras más allá.
Connor había escuchado las versiones: un enfrentamiento, un “choque” entre seres que no deberían existir. Fantasías para la mayoría, pero no para él. Demasiadas voces, demasiados detalles coincidentes como para desecharlo. Así que decidió verlo con sus propios ojos.
Caminaba entre los escombros con la capucha baja, manos en los bolsillos, el paso medido. No había encargo, ni cliente, ni pago de por medio. Solo curiosidad… y esa incomodidad instintiva que lo empujaba a husmear donde otros evitaban mirar.
El aire olía a polvo viejo y ceniza húmeda. Bajo esa capa, algo más: un rastro metálico, leve, casi imperceptible, que recordaba a sangre seca. Los muros parecían murmurar todavía el eco del choque que los había quebrado.
Connor se detuvo en mitad de una calle resquebrajada. Bajó un poco el rostro, dejó que sus sentidos se expandieran. Sabía que no estaba solo. Nunca lo estaba en lugares como ese.
Alak–il La ciudad siempre guarda cicatrices, algunas visibles y otras enterradas. Aquella en particular (tres manzanas enteras reducidas a ruinas ennegrecidas) era demasiado difícil de ignorar. Calles partidas, edificios desdentados, restos de autos calcinados y un silencio que parecía ajeno al bullicio que reinaba apenas unas cuadras más allá.
Connor había escuchado las versiones: un enfrentamiento, un “choque” entre seres que no deberían existir. Fantasías para la mayoría, pero no para él. Demasiadas voces, demasiados detalles coincidentes como para desecharlo. Así que decidió verlo con sus propios ojos.
Caminaba entre los escombros con la capucha baja, manos en los bolsillos, el paso medido. No había encargo, ni cliente, ni pago de por medio. Solo curiosidad… y esa incomodidad instintiva que lo empujaba a husmear donde otros evitaban mirar.
El aire olía a polvo viejo y ceniza húmeda. Bajo esa capa, algo más: un rastro metálico, leve, casi imperceptible, que recordaba a sangre seca. Los muros parecían murmurar todavía el eco del choque que los había quebrado.
Connor se detuvo en mitad de una calle resquebrajada. Bajó un poco el rostro, dejó que sus sentidos se expandieran. Sabía que no estaba solo. Nunca lo estaba en lugares como ese.
[Absolute_Annihilation]