𝙍𝙚𝙨𝙥𝙞𝙧𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙨𝙤𝙢𝙗𝙧𝙖: 𝙋𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙚.
El filo de la katana descansaba aún en su vaina, pero el silencio alrededor era más amenazante que cualquier arma desenvainada. Mumyou respiró hondo, y el aire se quebró en un murmullo inaudible. La penumbra pareció extenderse más allá de lo natural, como si su propio cuerpo absorbiera la luz.
—Respiración de la Sombra… Primera Forma: Desgarro Invisible.
Con un paso apenas perceptible, desapareció de la vista. No fue velocidad pura, sino la ilusión perfecta: el enemigo buscó en vano con la mirada, sintiendo el filo rozar su carne antes siquiera de detectar el movimiento. La sombra de Mumyou se desdobló, como si caminara delante de sí mismo, obligando al adversario a golpear contra un espectro vacío.
Cuando emergió de nuevo, el resplandor grisáceo de su hoja ya estaba teñido de sangre.
—No hay dónde huir —susurró con esa voz calma que más parecía sentencia que amenaza—. La sombra siempre encuentra lo que la luz no puede tocar.
El enemigo apenas comprendió que había sido marcado. En esa oscuridad espesa y asfixiante, la figura de Mumyou se confundía con el vacío, y cada respiración suya era un recordatorio de que no combatía contra un hombre, sino contra un abismo hecho carne.
𝙍𝙚𝙨𝙥𝙞𝙧𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙨𝙤𝙢𝙗𝙧𝙖: 𝙋𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙚.
El filo de la katana descansaba aún en su vaina, pero el silencio alrededor era más amenazante que cualquier arma desenvainada. Mumyou respiró hondo, y el aire se quebró en un murmullo inaudible. La penumbra pareció extenderse más allá de lo natural, como si su propio cuerpo absorbiera la luz.
—Respiración de la Sombra… Primera Forma: Desgarro Invisible.
Con un paso apenas perceptible, desapareció de la vista. No fue velocidad pura, sino la ilusión perfecta: el enemigo buscó en vano con la mirada, sintiendo el filo rozar su carne antes siquiera de detectar el movimiento. La sombra de Mumyou se desdobló, como si caminara delante de sí mismo, obligando al adversario a golpear contra un espectro vacío.
Cuando emergió de nuevo, el resplandor grisáceo de su hoja ya estaba teñido de sangre.
—No hay dónde huir —susurró con esa voz calma que más parecía sentencia que amenaza—. La sombra siempre encuentra lo que la luz no puede tocar.
El enemigo apenas comprendió que había sido marcado. En esa oscuridad espesa y asfixiante, la figura de Mumyou se confundía con el vacío, y cada respiración suya era un recordatorio de que no combatía contra un hombre, sino contra un abismo hecho carne.