——— Venimos de:
https://ficrol.com/posts/259999
——— Con:
Lorenzo Cipriani
Y no es solo esta calle. También la siguiente. Y unas cuantas más alrededor. Como un efecto dominó, lámpara por lámpara, manzana por manzana, toda luz explota en una lluvia de vidrios. La oscuridad avanza reclamándolo todo, y yo la sigo, haciéndome dueño de la ciudad, convirtiéndola en mi campo de juegos.
ℙ𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕖𝕔𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕠𝕤 𝕘𝕣𝕚𝕥𝕠𝕤 𝕟𝕠 𝕠í𝕕𝕠𝕤,
𝕡𝕠𝕣 𝕝𝕒 𝕤𝕒𝕟𝕘𝕣𝕖 𝕤𝕖𝕔𝕒 𝕖𝕟 𝕒𝕝𝕥𝕒𝕣𝕖𝕤 𝕠𝕝𝕧𝕚𝕕𝕒𝕕𝕠𝕤,
𝕡𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕓𝕖𝕤𝕠 𝕗𝕣í𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕕𝕖𝕤𝕖𝕤𝕡𝕖𝕣𝕒𝕟𝕫𝕒,
¡𝕪𝕠 𝕥𝕖 𝕝𝕝𝕒𝕞𝕠 𝕪 𝕥𝕖 𝕠𝕗𝕣𝕖𝕫𝕔𝕠 𝕞𝕚 𝕟𝕠𝕞𝕓𝕣𝕖 𝕖𝕟 𝕔𝕖𝕟𝕚𝕫𝕒𝕤!
Con cada palabra, mi fuerza crece. Con cada verso, mi dominio se extiende.
Mis pesadillas cabalgan hasta los dormitorios donde aún quedan soñadores, y sus gritos se alzan como una orquesta perfecta para mi teatro.
Me nutren. Me alimentan.
Me fortalecen.
ℚ𝕦𝕖 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕡𝕒𝕤𝕠 𝕞í𝕠 𝕗𝕝𝕠𝕣𝕖𝕫𝕔𝕒 𝕖𝕟 𝕞𝕒𝕝𝕕𝕚𝕔𝕚ó𝕟,
𝕢𝕦𝕖 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕞𝕚𝕣𝕒𝕕𝕒 𝕞í𝕒 𝕠𝕩𝕚𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕗𝕖,
𝕪 𝕢𝕦𝕖 𝕞𝕚 ú𝕝𝕥𝕚𝕞𝕒 𝕖𝕩𝕙𝕒𝕝𝕒𝕔𝕚ó𝕟 𝕤𝕖𝕒 𝕝𝕒 𝕣𝕚𝕤𝕒 𝕕𝕖 𝕞𝕚 𝕥𝕣𝕚𝕦𝕟𝕗𝕠.
Con cada verso, un fragmento más de mí se hace visible. Crezco. Me despliego. Tan vasto como los edificios que me rodean, tan inabarcable como la noche que aplasta el cielo.
𝔸𝕤í 𝕤𝕖𝕒, 𝕒𝕤í 𝕔𝕒𝕚𝕘𝕒, 𝕒𝕤í 𝕔𝕠𝕣𝕣𝕠𝕞𝕡𝕒.
Porque yo también sé cantar.
Y yo también sé tomar para mí la fuerza de los demás.
——— Venimos de: https://ficrol.com/posts/259999
——— Con: [sinner_without_sin]
Y no es solo esta calle. También la siguiente. Y unas cuantas más alrededor. Como un efecto dominó, lámpara por lámpara, manzana por manzana, toda luz explota en una lluvia de vidrios. La oscuridad avanza reclamándolo todo, y yo la sigo, haciéndome dueño de la ciudad, convirtiéndola en mi campo de juegos.
ℙ𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕖𝕔𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕠𝕤 𝕘𝕣𝕚𝕥𝕠𝕤 𝕟𝕠 𝕠í𝕕𝕠𝕤,
𝕡𝕠𝕣 𝕝𝕒 𝕤𝕒𝕟𝕘𝕣𝕖 𝕤𝕖𝕔𝕒 𝕖𝕟 𝕒𝕝𝕥𝕒𝕣𝕖𝕤 𝕠𝕝𝕧𝕚𝕕𝕒𝕕𝕠𝕤,
𝕡𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕓𝕖𝕤𝕠 𝕗𝕣í𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕕𝕖𝕤𝕖𝕤𝕡𝕖𝕣𝕒𝕟𝕫𝕒,
¡𝕪𝕠 𝕥𝕖 𝕝𝕝𝕒𝕞𝕠 𝕪 𝕥𝕖 𝕠𝕗𝕣𝕖𝕫𝕔𝕠 𝕞𝕚 𝕟𝕠𝕞𝕓𝕣𝕖 𝕖𝕟 𝕔𝕖𝕟𝕚𝕫𝕒𝕤!
Con cada palabra, mi fuerza crece. Con cada verso, mi dominio se extiende.
Mis pesadillas cabalgan hasta los dormitorios donde aún quedan soñadores, y sus gritos se alzan como una orquesta perfecta para mi teatro.
Me nutren. Me alimentan.
Me fortalecen.
ℚ𝕦𝕖 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕡𝕒𝕤𝕠 𝕞í𝕠 𝕗𝕝𝕠𝕣𝕖𝕫𝕔𝕒 𝕖𝕟 𝕞𝕒𝕝𝕕𝕚𝕔𝕚ó𝕟,
𝕢𝕦𝕖 𝕔𝕒𝕕𝕒 𝕞𝕚𝕣𝕒𝕕𝕒 𝕞í𝕒 𝕠𝕩𝕚𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕗𝕖,
𝕪 𝕢𝕦𝕖 𝕞𝕚 ú𝕝𝕥𝕚𝕞𝕒 𝕖𝕩𝕙𝕒𝕝𝕒𝕔𝕚ó𝕟 𝕤𝕖𝕒 𝕝𝕒 𝕣𝕚𝕤𝕒 𝕕𝕖 𝕞𝕚 𝕥𝕣𝕚𝕦𝕟𝕗𝕠.
Con cada verso, un fragmento más de mí se hace visible. Crezco. Me despliego. Tan vasto como los edificios que me rodean, tan inabarcable como la noche que aplasta el cielo.
𝔸𝕤í 𝕤𝕖𝕒, 𝕒𝕤í 𝕔𝕒𝕚𝕘𝕒, 𝕒𝕤í 𝕔𝕠𝕣𝕣𝕠𝕞𝕡𝕒.
Porque yo también sé cantar.
Y yo también sé tomar para mí la fuerza de los demás.