Lancelot Blackwood siempre fue un tigre entre humanos… y un demonio entre tigres. Desde pequeño, su vida estuvo marcada por la soledad y el miedo. Sus padres lo temían, no por lo que era, sino por lo que representaba: fuerza, instinto, poder. Cuando era apenas un cachorro, su pelaje rayado y sus ojos brillantes no despertaban ternura en ellos, sino paranoia. Temían que aquel pequeño tigre algún día se volviera contra ellos, y su “cuidado” consistía en pruebas crueles: noches a la intemperie, expuesto al frío y al calor extremo, sin comida suficiente, sin protección. Dormir afuera bajo la lluvia o el hielo era una rutina, y nadie venía a consolarlo. Su mundo, desde muy temprano, fue un lugar donde el afecto se compraba caro y la supervivencia dependía únicamente de sí mismo.

Desde muy joven, Lancelot aprendió a ser fuerte. Cada amanecer era una victoria y cada sombra, una amenaza que debía enfrentar. Esa infancia cruel templó su carácter: serio, dominante, directo y sin filtro, pero con un carisma que atraía tanto respeto como deseo. Su coquetería con los chicos no era solo un juego; era un modo de tener control sobre su entorno, de probar lealtad y medir intenciones.

Su familia estuvo marcada por complejidad y distancia. Solo Ozzy y Ellis compartían realmente su sangre directa; ellos fueron su verdadera compañía en la niñez, su pequeño núcleo de apoyo silencioso entre la hostilidad de sus padres. Ozzy, protector y discreto, solía aliviar en secreto las peores dificultades, mientras Ellis compartía con él tanto rivalidad como afecto: un equilibrio frágil entre competencia y cercanía.

Evander, Cassian y Viktor, por otra parte, eran hijos de otra mujer con el mismo padre. Nunca vivieron bajo el mismo techo que Lancelot y no compartieron su infancia traumática; sus vidas estuvieron separadas por distancia y circunstancias, y la relación entre ellos es más estratégica que afectiva. Cada encuentro con ellos es un juego de poder: respeto, rivalidad y cautela, sin el vínculo natural que él tenía con Ozzy y Ellis. Esa mezcla de hermanos directos y medio-hermanos le enseñó a medir sus emociones y a liderar con astucia, equilibrando su instinto Alfa con inteligencia social.

A pesar de la dureza familiar, Lancelot encontró un refugio en la moda. El mundo de las pasarelas y talleres de diseño le ofreció una salida para su creatividad y un escenario donde su intensidad y coquetería eran apreciadas. Como modelo, su presencia imponía respeto y deseo; como diseñador, su talento lo distinguía. Cada colección, cada desfile, era una forma de expresarse, de mostrar que el dolor podía convertirse en belleza y fuerza.

En sus relaciones personales, Lancelot es intenso y directo. Su actitud dominante no es solo un rasgo; es un escudo forjado en la necesidad de protegerse. Sin embargo, cuando alguien logra atravesar esa coraza, descubre un hombre leal, apasionado, coqueto y profundamente intenso, capaz de ternura inesperada y deseo ardiente.

Hoy, a sus 28 años, Lancelot camina por la vida como un Alfa completo: un demonio tigre que combina fuerza, sensualidad y disciplina. Sus cicatrices no son solo recuerdos de dolor, sino testamentos de supervivencia y triunfo. Ha aprendido a manejar su pasado, su familia compleja y su poder, convirtiéndose en alguien que impone respeto, despierta deseo y decide su propio destino.