El viaje de Troya a Ítaca son apenas dos semanas. Tres si tienes muchas tormentas, tal vez un mes si hay problemas. Pero lo mio ya era otro nivel. Diez años más sin poder volver a casa. Diez de guerra, diez de viaje. Hay quién diría que soy el hombre con la peor suerte del mundo, y no mentirían. Dos semanas se convirtieron en diez años.
Diez años más sin poder llegar a los brazos de mi amada Penélope. Honestamente, ya casi no me acuerdo del sonido de su voz, y hace ya años que olvidé cómo olía su perfume. Su figura se me aparece en sueños, sueños que se desvanecen en cuanto abro los ojos de nuevo. Sueños que parecen hechos de humo.
No es que no quiera volver a casa, o que no lo haya intentado. Se podría decir que el mundo, los dioses o el destino me odian. O las tres cosas. Vale, lo admito, yo la he liado bastante, he metido la pata. Pero no tanto. Cada vez que he estado tan cerca de Ítaca, mi isla; que hasta podía verla y casi casi oir a los niños jugando en las playas, algo me ha alejado. Un dios, un inútil abriendo una bolsa de los vientos.
Empiezo a pensar que nunca llegaré. Que cada vez que he visto mi reino, ha sido una ilusión en mi delirio.
A lo mejor sigo comiendo loto y no lo recuerdo, con Polites a mi lado. Quizá la flor de Moly que me dió Hermes me ha dejado allí plantado en la isla de Circe. Incluso, puede que la hechicera me haya convertido en un cerdito más de su colección. O tal vez, Poseidón ha logrado su cometido, ha acabado conmigo, y duermo en el lecho del mar, a apenas un par de kilómetros de mi reino. ¿Y si me quedé en el inframundo? Abrazándome al fantasma de mi madre, negándome a aceptar que estoy siendo castigado por todas las vidas que he destrozado. Las cadenas que me unen a esos seiscientos hombres bajo mi cargo me arrastran hacia lo profundo del inframundo.
<<Despierta>>, me digo a mi mismo cada vez que siento que mis párpados caen. Pero la verdad, no sé distinguir sueño de verdad. Estoy revisando toda mi vida, ¿es que acaso sí que estoy muerto? Calipso no llegó a agarrarme a tiempo, me tiré por el acantilado. Nunca volveré a ver a Penélope.
Os echo de menos. Seguro que Telémaco es todo un hombre ya. Cuando me fui no era más que un bebé. Un bebé chiquitito. Oh, Penélope... Si supieras lo mucho que me acordé de nuestro hijo en Troya... Héctor tenía un hijo. Astinacte, tenía la misma edad que nuestro Telémaco cuando me fui. Le saqué de la cuna, Penélope. Le saqué de la cuna para entregárselo a Neoptolomeo, para que le tirara por la torre de la muralla. Fui yo el que sugirió hacerlo. Tenía que hacerlo, me lo dijeron los dioses, yo..
Nunca voy a regresar a casa, ¿cierto? Mi viaje es un viaje sin fin. Este es mi castigo por mis crímenes, por mis astucias. Ítaca siempre será una sombra en el horizonte, una que nunca podré alcanzar.
Lo siento Penélope. Lo siento Telémaco. Lo estoy intentando.
**Cerré los ojos, incapaz de seguir, dejando que el agua guiara mi pequeña barquita sin darme cuenta de que mi Ítaca de humo volvía a esperarme en el horizonte.**