disclaimer:
Este monorol es la continuación de una serie de monoroles que narran la vida de Daryl Dixon anterior a la serie de acontecimientos relatados en la serie de TV: The Walking Dead. Los hechos acontecidos son imaginados e inventados por mi, ideas surgidas a raiz de las escasas pinceladas que hemos recibido sobre la vida de Daryl Dixon en la serie de TV.
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โ Este monorol contiene trigger warnings: violencia física y verbal, palabras malsonantes, zombies.
Abstenerse de leerlo si pensáis que puede herir vuestra sensibilidad
Y ENTONCES... EL FIN DEL MUNDO
A veces es asombroso como los hechos cotidianos y la vida giran y se concadenan para meterte en una espiral de mierda de la que es imposible salir. Como si intentaras nadar a contracorriente y te arrastrara sin más haciendo que tu esfuerzo fuera del todo inútil…
Así se sentía Daryl. Había pasado toda su vida a las órdenes de Merle y la había ha sido increíblemente sencilla. No tenia que pensar, no tenia que decidir. Simplemente… obedecer. Porque que alguien piense por ti es mucho más cómodo que ser tú quien toma las decisiones… Y, la vida le había enseñado a Daryl que su poder de decisión era del todo estéril. Había intentado rehacer su vida sin Merle y… estaba claro que no se le había dado nada bien.
Durante un tiempo funcionó, claro. Tuvo trabajo, algo parecido a una casa, y salía con una chica preciosa. No era el romance perfecto, pero siempre había estado seguro de que era… algo… Pero todo eso se había deshecho como ceniza entre sus dedos… Absolutamente todo.
Decidió por su salud física que era mejor dejar atrás a Jolene, a pesar de que sintiera que su mundo entero se venia abajo a cada metro que interponía entre los dos. Una vez que Merle reapareció no volvió a ver a la que había sido la primera mujer a la que había amado en toda su triste y patética vida.
Trató de conservar su empleo, claro. Merle acababa de salir de la cárcel y la vida no es facil para un expreso reincidente. Así que el que llevaba el dinero a casa seguía siendo Daryl. Por supuesto Merle se había instalado en el pequeñísimo apartamento de su hermano y había colonizado y reclamado la cama de Daryl como suya relegando a su hermano menor a dormir en el sofá… Pero incluso ese empleo se fue a la mierda. Una de las bandas enemigas de Jaxter atracó el taller de Pullman en busca del ultimo pedido de armas. Destrozaron todo a su paso: motos, herramientas, estanterías, mesas… No quedó nada. Y tampoco tuvieron compasión con el viejo Pullman, a quien apuñalaron varias veces y dejaron desangrándose en el suelo del que había sido el sueño de toda su vida.
Sin trabajo, sin dinero… pronto no pudo seguir pagando el pequeño apartamento, por lo que… la vida volvió a ser la que era… Daryl y Merle. Juntos de nuevo. Volvieron a la vida que conocían: atracos de poca monta en gasolineras, peleas en bares, drogas y alcohol… Dormían donde podían, bebían hasta perder el sentido… Y, al menos Daryl, esperaban que las horas de sueño se llevasen consigo las frustraciones por las fracasadas esperanzas de un futuro mejor…
OAKLAND CITY.
ATLANTA, GEORGIA
Un mes después....
Merle había encontrado aquel pequeño almacén gracias a un antiguo compañero de celda. No era un lujo, en absoluto: apenas había agua corriente, el aire se filtraba por las ventanas por la noche y el calor del día era insoportable pareciendo convertir aquel habitáculo en un puñetero horno. Pero al menos tenían dos catres donde dormir y gracias a las apuestas de Merle tenían dinero para comer decentemente algún que otro día.
Vivian justo frente a la 139, una puñetera autovía por donde pasaban coches a todas horas haciendo que las luces de los faros alumbrasen continuamente las cristaleras del almacén.
-Joder, ¿lo has oído? -preguntó Merle cerrando la puerta tras de si esbozando una sonrisa socarrona. Caminó hasta Daryl agitando una pequeña bolsa de papel, lanzándole después una pequeña tartera de plástico que contenía una triste hamburguesa- Esta mierda sí que es buena…
Daryl abrió la tartera rápidamente y, antes de que Merle pudiera seguir hablando ya le había dado dos bocados a su hamburguesa. Estaba famélico. Después, mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano alzó sus ojos azules hacia Merle.
—Dicen que hay unos tarados atacando a la gente por ahí. Estos cabrones muerden. ¡Así, tal cual, como putos perros rabiosos! -dejó ir una risotada y se dejó caer en el desvencijado sofá mientras abría su propia tartera- La poli está cagándose en las bragas porque la cosa se les va de madre… Menudos gilipollas…
Daryl asintió y siguió dando cuenta de su hamburguesa.
—Y aquí viene lo bueno… dicen que es un virus, otros que es terrorismo. ¡Pero escúchame bien, hermanito! —se inclinó hacia Daryl con los ojos entrecerrados y esa sonrisa torcida adornando su rostro—. Hay teorías locas por ahí. Que si experimentos del gobierno, que si un puto castigo divino. Te imaginas, Daryl, que este sea el fin del jodido mundo y nosotros aquí, en este nido de ratas, sin hacer nada divertido.
Merle dejó escapar una risotada, como si solo él entendiera un chiste que no tenia ninguna gracia. Al mismo tiempo se encendió un pitillo y tosió con la primera calada, atragantándose con su propia risa.
—Oye, ¿te acuerdas de aquel cabrón del tráiler de al lado? -preguntó Merle consiguiendo una expresión de desconexión en el rostro de Daryl, quien siquiera era capaz de saber a qué momento de sus vidas estaba haciendo alusión Merle o si, tan siquiera aquello había sucedido- Sí, coño… -continuó su hermano- El que siempre decía que los federales nos estaban envenenando con el agua y que había visto ovnis sobre la carretera 74. Te apuesto lo que quieras a que ahora mismo está agazapado en aquella caravana de mierda, con un casco de aluminio en la cabeza, rezando al puto Apocalipsis —se rio de su propia ocurrencia, dando otra calada al cigarro.
Daryl alzó la vista por un instante, como si estuviera considerando si valía la pena responderle. Finalmente, solo resopló y volvió a dedicar su atención a su hamburguesa.
Merle soltó un bufido y sacudió la cabeza.
—Joder, qué amargado. Algún día me vas a agradecer que te mantengo entretenido, hermanito.
>> Aquello podría haber quedado como un apunte anecdótico producto de un viaje de ácido de su hermano. Y es que no era la primera vez que Merle desvariaba cuando se colocaba. Pero… no fue asi… las noticias no fueron a mejor… Para cuando Merle consiguió captar la tele por cable del motel de al lado las cadenas televisivas mostraban escenas sacadas de películas de terror.
Nos encontramos en Decatur, a las afueras de Atlanta, donde esta mañana un grupo de individuos ha atacado y acabado con la vida de una docena de personas en la reconocida cafetería… —informaba el reportero, con el terror reflejado en su rostro. Su mano diestra temblaba, y su voz vaciló en más de una ocasión—. Las autoridades han acordonado la zona —continuó, girándose hacia el establecimiento cercado y retrocediendo un paso para que la cámara pudiera captarlo— y ruegan a los residentes que no… ¡Dios mío!
En ese instante, la transmisión captó cómo varias personas ensangrentadas irrumpían entre la multitud reunida tras el cordón policial.
—¡Joder! ¡Vámonos de aquí! —exclamó el reportero. La imagen se tornó caótica mientras el cámara huía a toda prisa. Luego, solo se oyeron gruñidos, gritos… y el golpe seco de la cámara al estrellarse contra el suelo, agrietando la lente.
Un alarido de dolor rompió el caos. Un charco de sangre comenzó a expandirse, tiñendo el pavimento que aún enfocaba el dispositivo.
Después, la señal se perdió.
—Pa-parece que estamos experimentando dificultades técnicas —anunció el presentador desde el plató, con el rostro lívido. Obviamente, aquello había sido completamente inesperado y aun no tenia una excusa escrita en el telepronter.
Y, con el fin del mundo llegó el caos. Esa clase de caos que reina en el mundo cuando todos saben que la sociedad se va al infierno: ataques, saqueos, robos… Y ya no había fuerzas de la ley que controlaran todos aquellos movimientos delictivos. Cada agente de policía, cada soldado, estaban destinados a otras misiones: salvamento, rescate, poner a salvo a supervivientes…. En menos de una semana, Atlanta se había convertido en una ciudad sin ley. Allí no quedaba nada. Para nadie…