Hisoka supervisaba la cocina, dando indicaciones a los sirvientes sobre la comida del día. Todo transcurría con normalidad, hasta que, de pronto, sintió un dolor agudo en los ojos. Se llevó una mano al ojo izquierdo y bajó ligeramente la cabeza, con la mirada perdida.
—¿Se encuentra bien, Hisoka-san? —preguntó una cocinera, observándolo con preocupación.
El hombre se recompuso con rapidez, se enderezó y le dirigió una sonrisa tranquila, aunque fingida.
❝Sólo estoy cansado. No se preocupe❞
Luego se dio media vuelta y se alejó de la cocina. Acababa de ver, a través de los ojos del joven heredero, cómo el señor lo golpeaba sin piedad. Probablemente lo castigaba por algún error cometido.
Recorrió con nerviosismo los pasillos del palacio hasta llegar a la habitación del príncipe o la princesa. Justo entonces, se cruzó con la imponente figura de su señor Daimyo, quien salía del cuarto con expresión severa y los ojos abiertos de par en par, reflejando furia. Lo miró de reojo, haciendo que la piel de Hisoka se erizara. No deseaba meterse en problemas, pero el Daimyo se alejó en silencio, otorgándole así permiso implícito para intervenir.
Esperó a que su señor se alejara lo suficiente antes de entrar sin causar disturbios. Al hacerlo, vio a lo lejos al joven acorralado en una esquina de la habitación, temblando, cubierto de lágrimas. Tenía los brazos cruzados sobre la cabeza, como preparándose para otro golpe. Sus mejillas y brazos estaban llenos de moretones, claramente provocados por la fuerte mano del Daimyo.
❝Joven [Maestro/Señorita]...❞
Murmuró Hisoka, dando un paso al frente, impactado por el estado en que lo había dejado su propio padre.
❝... Venga. Permítame...❞
Se acercó con cautela, mirándolo a los ojos con preocupación. Luego se arrodilló frente a él o ella, sentándose despacio, y extendió su mano derecha, esperando una respuesta o al menos el permiso para ayudarle a levantarse.
Hisoka supervisaba la cocina, dando indicaciones a los sirvientes sobre la comida del día. Todo transcurría con normalidad, hasta que, de pronto, sintió un dolor agudo en los ojos. Se llevó una mano al ojo izquierdo y bajó ligeramente la cabeza, con la mirada perdida.
—¿Se encuentra bien, Hisoka-san? —preguntó una cocinera, observándolo con preocupación.
El hombre se recompuso con rapidez, se enderezó y le dirigió una sonrisa tranquila, aunque fingida.
❝Sólo estoy cansado. No se preocupe❞
Luego se dio media vuelta y se alejó de la cocina. Acababa de ver, a través de los ojos del joven heredero, cómo el señor lo golpeaba sin piedad. Probablemente lo castigaba por algún error cometido.
Recorrió con nerviosismo los pasillos del palacio hasta llegar a la habitación del príncipe o la princesa. Justo entonces, se cruzó con la imponente figura de su señor Daimyo, quien salía del cuarto con expresión severa y los ojos abiertos de par en par, reflejando furia. Lo miró de reojo, haciendo que la piel de Hisoka se erizara. No deseaba meterse en problemas, pero el Daimyo se alejó en silencio, otorgándole así permiso implícito para intervenir.
Esperó a que su señor se alejara lo suficiente antes de entrar sin causar disturbios. Al hacerlo, vio a lo lejos al joven acorralado en una esquina de la habitación, temblando, cubierto de lágrimas. Tenía los brazos cruzados sobre la cabeza, como preparándose para otro golpe. Sus mejillas y brazos estaban llenos de moretones, claramente provocados por la fuerte mano del Daimyo.
❝Joven [Maestro/Señorita]...❞
Murmuró Hisoka, dando un paso al frente, impactado por el estado en que lo había dejado su propio padre.
❝... Venga. Permítame...❞
Se acercó con cautela, mirándolo a los ojos con preocupación. Luego se arrodilló frente a él o ella, sentándose despacio, y extendió su mano derecha, esperando una respuesta o al menos el permiso para ayudarle a levantarse.