Adjunto: Fragmento 24109 - Extractos del Diario Personal de Móiril (Páginas 136-152).

Análisis de Sujetos

Lo que comenzó como una mera curiosidad se ha transformado en una obsesión. El Vacío no se comporta de acuerdo a las reglas que conocemos, ni sigue el ciclo familiar de la enfermedad. No hay signos de descomposición, ni de lucha interna en el cuerpo. Es una presencia silenciosa, sigilosa, que no deja huella de resistencia. Lo que toca, simplemente lo reclama. La ausencia de cualquier forma de defensa es desconcertante. No es una infección común, ni una posesión de las que se leen en las antiguas leyendas. No es transmutación. Es algo que no puedo definir con palabras. Solo sé que lo que toma no lo devuelve.

Sujeto A
Cadáver reciente, encontrado en lo profundo del bosque.

El primer cadáver encontrado, situado cerca de un círculo de piedras antiguas, parecía haber caído en una postura inusualmente serena. Los brazos extendidos, las palmas abiertas hacia el cielo, como si hubiera aceptado su destino. No hubo resistencia. Algo en sus últimos momentos indicó una rendición profunda, una entrega al vacío.

La extracción de la muestra fue un desafío que nunca imaginé. Al abrir la piel, noté que la sangre no fluía. No era porque se hubiera coagulado, sino porque ya no era sangre en el sentido convencional. La carne ya no parecía carne. En su lugar, filamentos oscuros, enraizados en la médula ósea, como si una red invisible hubiera reemplazado los procesos vitales del cuerpo. Intenté extraer una muestra de este tejido, pero el resultado fue aún más desconcertante. La sustancia no era orgánica, no era carne muerta, sino algo más intangible, como polvo de un pergamino que había estado expuesto durante siglos.

A medida que la materia se desmoronaba, lo que más me inquietó fue el patrón que emergía entre los filamentos. No era simplemente una infección que crecía al azar, era una estructura, un propósito detrás del avance, como si algo o alguien los guiara. Pero… ¿quién o qué podría estar orquestando esto?

Lo más perturbador fue que el cuerpo no presentaba signos de putrefacción. La piel no desprendía el hedor de la muerte, ni la viscosidad de la carne en descomposición. Era como si el tiempo hubiera perdido su dominio sobre él. No era un cadáver muerto. Era algo más. Algo que no entendía.

Sujeto B
Vivo. Sintomatología inicial.

Este sujeto fue el primero en mostrar síntomas evidentes del avance del Vacío. En sus primeros momentos, perdió la voz, no por obstrucción, sino por una desaparición completa de la capacidad de emitir sonido. No intentaba hablar. No mostraba conciencia de que ya no podía. Como si lo que era esencialmente humano se hubiera desvanecido, vaciándose lentamente de todo lo que lo definía.

Luego, sus ojos comenzaron a perder su luz. No fue la opacidad de la fatiga, sino la desvanecencia de la conciencia misma. Su reflejo pupilar desapareció, y aunque no estaba ciego, ya no había respuesta en su mirada. En algunos momentos, sin embargo, miraba directamente a mis ojos con una precisión que no podría atribuirse a un moribundo. Algo permanecía allí, algo que no podía comprender.

Pronto, el cuerpo entró en un estado de quietud profunda. No era parálisis, sino un vacío de movimiento, como si la voluntad misma le hubiera sido arrebatada. En principio, creí que estaba atrapado, consciente, pero sin poder reaccionar. Pero, tras horas de observación, comprendí la verdad: no quedaba nada dentro de él. Algo había despojado a esa persona capa por capa, hasta que solo quedó una carcasa vacía.

No sé en qué momento exacto esa conciencia desapareció. ¿Fue cuando perdió la voz? ¿O cuando la mirada se apagó? Tal vez cuando su cuerpo dejó de moverse. En algún punto, se fue. Y lo que quedó no fue él.

Intentos de Reversión

El avance del Vacío no podía ser ignorado. Intenté todo lo que estaba a mi alcance para detenerlo.

Comencé con magia curativa, hechizos dirigidos con precisión, infundidos con poder suficiente para purgar cualquier enfermedad. Pero no hubo respuesta. No era que el Vacío se resistiera. Era como si simplemente no existiera dentro de los parámetros que mi magia podía alcanzar. Como si operara en un plano distinto, un mundo donde las reglas de nuestro existir no se aplican.

Después intenté con fuego. Cuando lo apliqué a los filamentos oscuros, estos no ardieron de la manera habitual. No hubo cenizas, ni huellas, ni restos. Simplemente se desvanecieron, como si nunca hubieran estado allí. Pero el aire quedó impregnado de algo más: un eco. Una presencia que no pude ver, pero que sentí profundamente. Algo estaba observándome.

Mi última prueba fueron las runas, sellos de contención, símbolos de purificación. Dibujé círculos de protección con tinta de plata, trencé sal en los bordes, recité antiguos versos. Pero nada. Las runas no tuvieron efecto. No hubo lucha, ni resistencia. Fue como si esas marcas fueran irrelevantes, como si no existieran frente a una fuerza que se movía fuera de los confines de este mundo.

Y me enfrenté a una pregunta desgarradora: ¿Cómo se puede detener algo que no obedece las leyes que rigen nuestra realidad? Algo que opera más allá de lo que conocemos.

No es una enfermedad, no es una fuerza invasora, no es una voluntad devoradora. Es algo más. Algo que simplemente es. Y, si no puedo destruirlo con fuego, ni magia, ni sellos... entonces, ¿cómo se detiene?