• *Para una de las pocas veces que decidía dormir para descansar la mente esa noche comencé a soñar y no sabía bien si era un sueño, una pesadilla o algo premonitorio, pues lo único que pude soñar era que caía al mismo vacío, oscuro y silencioso, viendo como las plumas de mis alas se caían una a una rápidamente desvaneciéndose a la lejanía de la caída revelando otras totalmente distintas, a lo lejos durante unos segundos que parecieron minutos podía ver una silueta que pese estar difuminada sabía quién era y por mucho que quería aletear mis alas no respondían, la silueta me echo una mirada para luego darse la vuelta e irse despacio hasta desaparecer y fue en ese entonces que la caída volvió su curso hasta que desperté sobresaltado.

    Me incorpore en la cama hasta quedar sentado llevándome una mano agarrándome la camisa del pijama donde el pecho, por unos segundos el corazón me iba a mil hasta que poco a poco me iba calmando, recordando lo que paso en el sueño le di vueltas varios minutos hasta que negué con la cabeza y me levante de la cama, fui al cuarto de baño hasta llegar al lavabo echándome agua fría y después mirarme al espejo*

    - Tengo que dejar de comer comida picante antes de irme a dormir…
    *Para una de las pocas veces que decidía dormir para descansar la mente esa noche comencé a soñar y no sabía bien si era un sueño, una pesadilla o algo premonitorio, pues lo único que pude soñar era que caía al mismo vacío, oscuro y silencioso, viendo como las plumas de mis alas se caían una a una rápidamente desvaneciéndose a la lejanía de la caída revelando otras totalmente distintas, a lo lejos durante unos segundos que parecieron minutos podía ver una silueta que pese estar difuminada sabía quién era y por mucho que quería aletear mis alas no respondían, la silueta me echo una mirada para luego darse la vuelta e irse despacio hasta desaparecer y fue en ese entonces que la caída volvió su curso hasta que desperté sobresaltado. Me incorpore en la cama hasta quedar sentado llevándome una mano agarrándome la camisa del pijama donde el pecho, por unos segundos el corazón me iba a mil hasta que poco a poco me iba calmando, recordando lo que paso en el sueño le di vueltas varios minutos hasta que negué con la cabeza y me levante de la cama, fui al cuarto de baño hasta llegar al lavabo echándome agua fría y después mirarme al espejo* - Tengo que dejar de comer comida picante antes de irme a dormir…
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  • Tu compañía es la que hace que quiera seguir luchando aún cuando el Mundo se vuelve tan oscuro.
    Shinobu Kocho
    Tu compañía es la que hace que quiera seguir luchando aún cuando el Mundo se vuelve tan oscuro. [kochou_shino_bu]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    —Tras el caos de las hamburguesas y las amenazas de lluvia de sangre, la adrenalina de la Gran Power finalmente colapsó.

    ​Se había desplomado en un enorme y anticuado sillón de terciopelo oscuro, un trono demasiado grande para ella que, irónicamente, se adaptaba a su ego. Aún vestía su uniforme, pero estaba visiblemente arrugado, y los lazos de su cabello rosado se habían deshecho parcialmente.

    ​En lugar de recostarse con dignidad, se acurrucó en una posición defensiva y completamente infantil: las rodillas pegadas al pecho, los brazos rodeando sus piernas, la cabeza enterrada en la tela oscura del sillón.
    ​Sus gloriosos cuernos sobresalían cómicamente por encima de su cabello suelto. Parecía una niña pequeña, vulnerable y agotada, totalmente desprovista de su arrogancia habitual. Si no fuera por la amenaza latente de que despertara y te acusara de robarle su manta invisible, la escena sería casi tierna. El único indicio de su naturaleza caótica era un pequeño hilo de sangre seca en la comisura de sus labios, la firma silenciosa de sus sueños.
    —Tras el caos de las hamburguesas y las amenazas de lluvia de sangre, la adrenalina de la Gran Power finalmente colapsó. ​Se había desplomado en un enorme y anticuado sillón de terciopelo oscuro, un trono demasiado grande para ella que, irónicamente, se adaptaba a su ego. Aún vestía su uniforme, pero estaba visiblemente arrugado, y los lazos de su cabello rosado se habían deshecho parcialmente. ​En lugar de recostarse con dignidad, se acurrucó en una posición defensiva y completamente infantil: las rodillas pegadas al pecho, los brazos rodeando sus piernas, la cabeza enterrada en la tela oscura del sillón. ​Sus gloriosos cuernos sobresalían cómicamente por encima de su cabello suelto. Parecía una niña pequeña, vulnerable y agotada, totalmente desprovista de su arrogancia habitual. Si no fuera por la amenaza latente de que despertara y te acusara de robarle su manta invisible, la escena sería casi tierna. El único indicio de su naturaleza caótica era un pequeño hilo de sangre seca en la comisura de sus labios, la firma silenciosa de sus sueños.
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  • Mientras investigábamos una situación de los elementos oscuros, estos mismos intentaron hacernos una emboscada. Afortunadamente no estaba sola. Gracias, Elena y Azul son las mejores.
    Mientras investigábamos una situación de los elementos oscuros, estos mismos intentaron hacernos una emboscada. Afortunadamente no estaba sola. Gracias, Elena y Azul son las mejores.
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  • - Que hermosa noche para trabajar.

    ' Dijo mientras esparcía aquel brebaje extraño y brillante, podía sentirse el olor a sangre que este emanaba, además de variedad de intensos y curiosos aromas en una mezcla tan repulsiva como cautivadora, llamando atención de algunos animales, quizás alguna criatura curiosa ... Quizás más que eso. Mientras dicho aroma se esparcía por los alrededores del bosque, que se veía tan hermoso y siniestro como de costumbre, el hechicero se sentaba al costado de un árbol, mirando el brillo de su preparación moverse entre los árboles, como serpientes rojas desvaneciéndose en el camino tan oscuro al frente suyo '

    - Tengo ganas de cazar demonios, o quizás de hacerme su amigo, ¿Qué será esta vez?

    ' Y mientras terminaba de hablar, daba una fuerte pisada al suelo, produciendo un efecto contundente a su alrededor, esparciendo fuera de los límites de su bosque aquel cebo para criaturas oscuras, y se recargaba en el árbol para esperar, esperar ... Siempre era la peor parte, la segunda peor, era limpiar ese aroma ... Y la sangre de demonio de su ropa '
    - Que hermosa noche para trabajar. ' Dijo mientras esparcía aquel brebaje extraño y brillante, podía sentirse el olor a sangre que este emanaba, además de variedad de intensos y curiosos aromas en una mezcla tan repulsiva como cautivadora, llamando atención de algunos animales, quizás alguna criatura curiosa ... Quizás más que eso. Mientras dicho aroma se esparcía por los alrededores del bosque, que se veía tan hermoso y siniestro como de costumbre, el hechicero se sentaba al costado de un árbol, mirando el brillo de su preparación moverse entre los árboles, como serpientes rojas desvaneciéndose en el camino tan oscuro al frente suyo ' - Tengo ganas de cazar demonios, o quizás de hacerme su amigo, ¿Qué será esta vez? ' Y mientras terminaba de hablar, daba una fuerte pisada al suelo, produciendo un efecto contundente a su alrededor, esparciendo fuera de los límites de su bosque aquel cebo para criaturas oscuras, y se recargaba en el árbol para esperar, esperar ... Siempre era la peor parte, la segunda peor, era limpiar ese aroma ... Y la sangre de demonio de su ropa '
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  • UNIVERSO #0.1

    Fue un duro trabajo entre esclavos, gigantes y golems, pero, las tierras nevadas fueron completamente asimiladas por la hechicera. Días viviendo en pequeñas chozas, torres aisladas y trabajando en zonas horriblemente construidas habían llegado a su fin. La gran ciudad de Eisvhal Mor estaba finalizada, con una gran catedral en el centro y varias casas de aspecto similar, con aquel material oscuro que predominaba en todas sus antiguas construcciones. La hechicera había logrado crear su propia civilización a cual Victor Von Doom.
    🔮 UNIVERSO #0.1 Fue un duro trabajo entre esclavos, gigantes y golems, pero, las tierras nevadas fueron completamente asimiladas por la hechicera. Días viviendo en pequeñas chozas, torres aisladas y trabajando en zonas horriblemente construidas habían llegado a su fin. La gran ciudad de Eisvhal Mor estaba finalizada, con una gran catedral en el centro y varias casas de aspecto similar, con aquel material oscuro que predominaba en todas sus antiguas construcciones. La hechicera había logrado crear su propia civilización a cual Victor Von Doom.
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  • ִֶָ. ..𓂃 ࣪ ִֶָ🪽་༘࿐ Saben, pensándolo mejor, hubiera usado este traje para halloween, Se ve algo aterrador, ahora soy un demonio, tienes que tenerme miedo.

    — Dijo con una sonrisa mientras caminaba en lo oscuro de un templo, sola aprovechando que era un templo abandonado para usar ese traje.
    ִֶָ. ..𓂃 ࣪ ִֶָ🪽་༘࿐ Saben, pensándolo mejor, hubiera usado este traje para halloween, Se ve algo aterrador, ahora soy un demonio, tienes que tenerme miedo. — Dijo con una sonrisa mientras caminaba en lo oscuro de un templo, sola aprovechando que era un templo abandonado para usar ese traje.
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  • "La ayudante de Santa”

    La habitación olía a canela, pino y galletas recién horneadas. Las luces navideñas colgaban del espejo, frente a ella parpadeando como si anunciarán la pronta navidad, Lilian se encontraba frente al perchero improvisado, escogiendo entre varios vestuarios de santa hasta que decidió combinarlos, sosteniendo el vestido rojo con guantes a juego, la capa de terciopelo con ribetes blancos y las cintas que se enredarian a sus piernas como moño de un regalo.

    —¿Estás segura de esto? —preguntó July, sentada en el sofa, con una taza de chocolate caliente entre las manos—. No es cualquier cosa Lilian son orfanatos, son niños y es navidad, ¿Pasarás la navidad ahí?—

    Lilian se giró, con el vestido a medio poner, el cabello recogido en una coleta alta para que no le molestará señanadole que mejor le ayudara con el cierre, July solo suspiro divertida y se acercó a ayudarlo con los pequeños detalles.

    —Por eso quiero ir —dijo con voz suave, pero firme—. Pasé por nueve orfanatos antes de los dieciocho. Sé lo que es esperar una Navidad que nunca llega. Y no quiero que ellos vivan lo mismo. Quiero darles una noche que recuerden, aunque sea pequeña, aunque sea simbólica una navidad mágica.—

    July la observó en silencio. Sabía que Lilian no hacía nada sin propósito. Cada gesto suyo parecía una ofrenda cada elección, cada acción desinteresado y pensando siempre en los niños.

    —¿Y por qué vestida así? —preguntó, señalando el conjunto navideño.

    Lilian sonrió mientras se ajustaba el cinturón ancho, como si se preparara para una batalla dulce.

    —Porque los niños creen en la magia. Y si yo puedo ser parte de eso, aunque sea con un disfraz, entonces vale la pena. Además... —se miró al espejo, girando sobre sí misma—. ¿No crees que me veo adorable?

    July se alejó para observarla soltando una risa suave, negando con la cabeza.

    —Te ves como una versión rebelde de la Navidad. Pero sí, adorable—

    Lilian se colocó la capa, se ajustó los guantes y tomó la caja envuelta en papel rojo oscuro con moño dorado, se giro dejando suelto su cabello rubio que caía como una capa de nieve, camino a July con teatralidad, y al detenerse solo poso con el regalo, la luz cálida del atardecer que entraba por la ventana la abrazo como si supiera que ella haría una escena siendo su luz natural.

    —Solo me falta un Santa... ¿quién podría ser?—
    "La ayudante de Santa” La habitación olía a canela, pino y galletas recién horneadas. Las luces navideñas colgaban del espejo, frente a ella parpadeando como si anunciarán la pronta navidad, Lilian se encontraba frente al perchero improvisado, escogiendo entre varios vestuarios de santa hasta que decidió combinarlos, sosteniendo el vestido rojo con guantes a juego, la capa de terciopelo con ribetes blancos y las cintas que se enredarian a sus piernas como moño de un regalo. —¿Estás segura de esto? —preguntó July, sentada en el sofa, con una taza de chocolate caliente entre las manos—. No es cualquier cosa Lilian son orfanatos, son niños y es navidad, ¿Pasarás la navidad ahí?— Lilian se giró, con el vestido a medio poner, el cabello recogido en una coleta alta para que no le molestará señanadole que mejor le ayudara con el cierre, July solo suspiro divertida y se acercó a ayudarlo con los pequeños detalles. —Por eso quiero ir —dijo con voz suave, pero firme—. Pasé por nueve orfanatos antes de los dieciocho. Sé lo que es esperar una Navidad que nunca llega. Y no quiero que ellos vivan lo mismo. Quiero darles una noche que recuerden, aunque sea pequeña, aunque sea simbólica una navidad mágica.— July la observó en silencio. Sabía que Lilian no hacía nada sin propósito. Cada gesto suyo parecía una ofrenda cada elección, cada acción desinteresado y pensando siempre en los niños. —¿Y por qué vestida así? —preguntó, señalando el conjunto navideño. Lilian sonrió mientras se ajustaba el cinturón ancho, como si se preparara para una batalla dulce. —Porque los niños creen en la magia. Y si yo puedo ser parte de eso, aunque sea con un disfraz, entonces vale la pena. Además... —se miró al espejo, girando sobre sí misma—. ¿No crees que me veo adorable? July se alejó para observarla soltando una risa suave, negando con la cabeza. —Te ves como una versión rebelde de la Navidad. Pero sí, adorable— Lilian se colocó la capa, se ajustó los guantes y tomó la caja envuelta en papel rojo oscuro con moño dorado, se giro dejando suelto su cabello rubio que caía como una capa de nieve, camino a July con teatralidad, y al detenerse solo poso con el regalo, la luz cálida del atardecer que entraba por la ventana la abrazo como si supiera que ella haría una escena siendo su luz natural. —Solo me falta un Santa... ¿quién podría ser?—
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  • Su padre, Norman Osborn.
    Fandom Spiderman
    Categoría Romance
    STARTER PARA Norman Osborn

    Parque Midtown. 16:41 h.

    El cielo tenía un color gris, casi violeta que anunciaba una tarde indecisa. El viento, moviendo las copas de los árboles.

    Angelique caminaba con las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera, el cabello oscuro cayendo en mechones rebeldes que le rozaban las mejillas cada vez que inclinaba la cabeza.

    Harry caminaba a su lado, medio metro por detrás, como siempre. Él hablaba; ella escuchaba sin que lo pareciera.

    —…y entonces Peter me dice que no entiende cómo funciona el nuevo microprocesador del club, ¡cuando yo llevo semanas diciéndole que si no estudia los fundamentos no hay nada que hacer! —Harry rió, un poco demasiado fuerte para el silencio del parque—. En serio, a veces creo que le falta un algo.

    Angelique levantó apenas la mirada, observándolo desde un ángulo casi imperceptible.

    —¿Solo un algo? —respondió, seca, aunque sus labios se levantaron apenas, sonriendo.

    Harry pareció reconfortarse con aquello. Con ella siempre se conformaba con poco.

    Caminaron unos metros más. Había niños jugando en un columpio, ancianos, un perro que olfateaba desesperadamente un arbusto. Todo extremadamente normal. Demasiado normal para el nudo que empezaba a formarse en el estómago de Angelique.

    Harry se aclaró la garganta.
    Ese sonido, esa forma de tensarse, ella ya la conocía.

    —Oye, An…
    Silencio.
    Angelique siguió caminando, sin prisa, como si no le hubiera escuchado.

    —An —repitió él, más bajo.
    Ella giró ligeramente la cabeza.

    —¿Qué pasa?

    Harry metió las manos en los bolsillos, nervioso, pero también entusiasmado. Había algo de niño pequeño a punto de revelar un secreto que lleva guardado demasiado tiempo.

    —Mi padre quiere conocerte.

    Angelique se detuvo.

    Harry la adelantó un paso, sorprendido por su reacción, y luego retrocedió para colocarse frente a ella.

    —¿En serio? —preguntó ella con voz suave, casi confusa.

    —Sí. Le... le hablé de ti. Y ya que insististe pues... Bueno, le has llamado la atención al Sr. Trabajo. Así que... bueno... —Se frotó la nuca—. Sé que soy muy pesado hablándote de él y entiendo que quieras conocer al Mandamás. Así que, considérate una privilegiada.

    Angelique arqueó una ceja.

    —¿Privilegiada?

    —Ya sabes cómo es él —mintió Harry. Porque Angelique no sabía cómo era él, no realmente—. Le gusta saber quién forma parte de mi vida. Dice que rodearse de mentes brillantes es crucial para crecer.

    Angelique bajó la mirada. “Mentes brillantes.”
    Ella no se consideraba una.
    Pero Norman Osborn…

    —La semana que viene.

    —¿La semana que viene?

    —Vamos... ¡No me digas que ahora te echas para atrás!

    Ella no contestó. Caminaron unos pasos más hasta un banco vacío. Angelique se dejó caer en un extremo, cruzando una pierna sobre la otra, ajustándose la manga.

    Harry se sentó a su lado, inclinándose hacia adelante con los codos sobre las rodillas.

    —Puedes decir que no —murmuró.

    Angelique lo miró.

    —Voy a ir —dijo.

    —Vas a encantarle.

    Angelique apartó la mirada hacia el camino del parque.

    ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻

    Residencia Osborn. 18:59 h.

    El vestíbulo era amplio, impecable, envuelto en el perfume tenue de madera tratada. Todo brillaba. Todo estaba ordenado.

    Angelique se quedó de pie, con la mochila colgando suavemente de un hombro, mientras Harry se alejaba escaleras arriba para avisar a su padre.

    Su reflejo apareció fugazmente en una superficie de mármol pulido: negra de pies a cabeza, una sombra entre los tonos beige y dorados del hogar Osborn. El vestido negro caía hasta cubrirle los muslos; sus piernas desnudas, los zapatos a conjunto.

    Y entonces lo oyó: pasos. Sus pasos.

    Angelique levantó lentamente la cabeza hacia el pasillo de la derecha. Y Norman Osborn apareció.

    Traje oscuro perfectamente ceñido, camisa impoluta, la mirada más penetrante que ella había visto en su vida.

    No era simplemente un hombre imponente. Era un hombre acostumbrado a que la gente dejara de hablar al verlo. Un depredador elegante. Una mente que medía antes de actuar.

    Sus ojos tardaron exactamente un segundo en posarse sobre ella.

    Se detuvo a unos pasos de distancia, examinándola sin disimularlo.

    STARTER PARA [GREEN_GOBLIN] Parque Midtown. 16:41 h. El cielo tenía un color gris, casi violeta que anunciaba una tarde indecisa. El viento, moviendo las copas de los árboles. Angelique caminaba con las manos hundidas en los bolsillos de su sudadera, el cabello oscuro cayendo en mechones rebeldes que le rozaban las mejillas cada vez que inclinaba la cabeza. Harry caminaba a su lado, medio metro por detrás, como siempre. Él hablaba; ella escuchaba sin que lo pareciera. —…y entonces Peter me dice que no entiende cómo funciona el nuevo microprocesador del club, ¡cuando yo llevo semanas diciéndole que si no estudia los fundamentos no hay nada que hacer! —Harry rió, un poco demasiado fuerte para el silencio del parque—. En serio, a veces creo que le falta un algo. Angelique levantó apenas la mirada, observándolo desde un ángulo casi imperceptible. —¿Solo un algo? —respondió, seca, aunque sus labios se levantaron apenas, sonriendo. Harry pareció reconfortarse con aquello. Con ella siempre se conformaba con poco. Caminaron unos metros más. Había niños jugando en un columpio, ancianos, un perro que olfateaba desesperadamente un arbusto. Todo extremadamente normal. Demasiado normal para el nudo que empezaba a formarse en el estómago de Angelique. Harry se aclaró la garganta. Ese sonido, esa forma de tensarse, ella ya la conocía. —Oye, An… Silencio. Angelique siguió caminando, sin prisa, como si no le hubiera escuchado. —An —repitió él, más bajo. Ella giró ligeramente la cabeza. —¿Qué pasa? Harry metió las manos en los bolsillos, nervioso, pero también entusiasmado. Había algo de niño pequeño a punto de revelar un secreto que lleva guardado demasiado tiempo. —Mi padre quiere conocerte. Angelique se detuvo. Harry la adelantó un paso, sorprendido por su reacción, y luego retrocedió para colocarse frente a ella. —¿En serio? —preguntó ella con voz suave, casi confusa. —Sí. Le... le hablé de ti. Y ya que insististe pues... Bueno, le has llamado la atención al Sr. Trabajo. Así que... bueno... —Se frotó la nuca—. Sé que soy muy pesado hablándote de él y entiendo que quieras conocer al Mandamás. Así que, considérate una privilegiada. Angelique arqueó una ceja. —¿Privilegiada? —Ya sabes cómo es él —mintió Harry. Porque Angelique no sabía cómo era él, no realmente—. Le gusta saber quién forma parte de mi vida. Dice que rodearse de mentes brillantes es crucial para crecer. Angelique bajó la mirada. “Mentes brillantes.” Ella no se consideraba una. Pero Norman Osborn… —La semana que viene. —¿La semana que viene? —Vamos... ¡No me digas que ahora te echas para atrás! Ella no contestó. Caminaron unos pasos más hasta un banco vacío. Angelique se dejó caer en un extremo, cruzando una pierna sobre la otra, ajustándose la manga. Harry se sentó a su lado, inclinándose hacia adelante con los codos sobre las rodillas. —Puedes decir que no —murmuró. Angelique lo miró. —Voy a ir —dijo. —Vas a encantarle. Angelique apartó la mirada hacia el camino del parque. ⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻⸻ Residencia Osborn. 18:59 h. El vestíbulo era amplio, impecable, envuelto en el perfume tenue de madera tratada. Todo brillaba. Todo estaba ordenado. Angelique se quedó de pie, con la mochila colgando suavemente de un hombro, mientras Harry se alejaba escaleras arriba para avisar a su padre. Su reflejo apareció fugazmente en una superficie de mármol pulido: negra de pies a cabeza, una sombra entre los tonos beige y dorados del hogar Osborn. El vestido negro caía hasta cubrirle los muslos; sus piernas desnudas, los zapatos a conjunto. Y entonces lo oyó: pasos. Sus pasos. Angelique levantó lentamente la cabeza hacia el pasillo de la derecha. Y Norman Osborn apareció. Traje oscuro perfectamente ceñido, camisa impoluta, la mirada más penetrante que ella había visto en su vida. No era simplemente un hombre imponente. Era un hombre acostumbrado a que la gente dejara de hablar al verlo. Un depredador elegante. Una mente que medía antes de actuar. Sus ojos tardaron exactamente un segundo en posarse sobre ella. Se detuvo a unos pasos de distancia, examinándola sin disimularlo.
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    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Cuando el blanco absoluto se disipa… No hay luna. No hay sol. No hay Veythra. Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire. Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza. Y entonces lo veo. Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada: una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar. Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo. Un instante. Un latido. Una repulsión que me revuelve la sangre. No hago nada. Aún no. Solo… me giro. Me alejo. No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí. Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo. Me acerco con cuidado. —¿Dónde estamos? —pregunto. La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros. —Me llamo… Selin —dice con voz rota. El nombre me corta la respiración. Selin. Como mi abuela. Como la Elunai. Como el origen de todo. Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin. Y Akane también. ¿Será…? ¿Puede ser…? La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo. La niña tiembla como un animalillo acorralado. Y entonces una voz irrumpe como un trueno: —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA! El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano. Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias. Mi visión se distorsiona. Mi corazón se enciende. Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno. Camino hacia él. No oigo mi respiración. No oigo al mundo. Solo siento una certeza fría. El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí. El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable. Una ejecución. Una sentencia. Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto. Y tomo la pequeña mano de Selin. —Vámonos —le digo. No pregunto. No dudo. Solo la saco de ese mundo de mierda. La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo. Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio. Una guerrera aparece frente a nosotras. Armadura negra. Ojos rojizos. Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire. Sus armas se levantan hacia mí. —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma. Mi sangre se hiela. Ella… es Jennifer. Mi madre. Pero joven. Feroz. Impiadosa. La Jennifer de las leyendas del Caos. Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere. La luna, el Caos, Elunai. Todo lo que soy. Ella se detiene. Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto. La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto. —Pido perdón. No sabía… —¿Quién eres? —pregunto. Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo. —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora— Levanta la vista, seria, solemne. —al servicio de su hija: Lili. Selin se esconde detrás de mí. Onix me mira, esperando órdenes. Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷


    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







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