• La Cámara del Tercer Guardián: Nymira, la Soberana de las Mareas Emocionales

    La cámara es una cúpula de cristal azul oscuro. El agua flota en el aire como si estuviera viva, formando espirales, esferas y corrientes suspendidas. El suelo refleja no solo sus cuerpos, sino sus emociones más intensas.

    Sin mover un dedo, Nymira convoca esferas líquidas que rodean a Yukine y Lidica. Al tocarlas, cada esfera se convierte en una escena emocional hiperrealista:

    - Yukine ve a Lidica entregándolo al enemigo. La escena es tan vívida que su corazón se acelera, su respiración se corta, y por un instante, duda de ella.

    - Lidica ve a Yukine huyendo del Laberinto, dejándola atrás. Siente traición, abandono, y su cuerpo se tensa como si fuera a atacar.

    Ambos están al borde de enfrentarse entre sí. Nymira no ataca directamente: los obliga a destruirse desde dentro. La cámara amplifica cada emoción, y el agua vibra con sus pensamientos. Cuanto más intensa la emoción, más agresivo se vuelve el entorno.

    Yukine, con esfuerzo, lanza un hechizo de “Separación de Esencia”, que corta temporalmente los vínculos emocionales falsos. Lidica, aferrándose a un recuerdo real —la promesa que Yukine le hizo en la Sala de las Ilusiones— logra romper la ilusión. Pero ambos quedan emocionalmente drenados.

    La cámara comienza a inundarse. El agua sube hasta las rodillas, luego al pecho. Corrientes invisibles arrastran objetos, y el suelo se vuelve resbaladizo. Nymira se funde con el agua, atacando desde múltiples direcciones.

    - Invocando Espectros de Agua: figuras hechas de líquido que adoptan la forma de personas amadas por Yukine y Lidica.

    - Yukine ve a su madre, que lo abraza mientras lo ahoga lentamente.

    - Lidica ve a su hermana, que le pide ayuda mientras la arrastra al fondo.

    - Yukine intenta lanzar hechizos, pero el agua distorsiona las palabras mágicas. Cada intento le cuesta energía vital.

    - Lidica lucha por moverse. Sus dagas son lentas bajo el agua, y cada golpe se siente como si cortara recuerdos.

    Yukine logra lanzar un hechizo de “Claridad Emocional”, que crea una burbuja de aire y lucidez. El costo es alto: su pecho se contrae, su visión se nubla.

    Lidica, con un grito de dolor, destruye los espectros con una onda de energía emocional, pero queda con quemaduras internas provocadas por la presión mágica.

    Para este punto la cámara se había transformado en un océano suspendido. Nymira, ahora convertida en una Serpiente Marina de Emoción Pura, giraba alrededor de Yukine y Lidica, lanzando chorros de agua cargados con recuerdos distorsionados.

    Cada impacto no solo dolía, sino que desestabilizaba la mente.
    Yukine y Lidica estaban al borde del colapso. Sus cuerpos temblaban, sus emociones eran un caos. Nymira se alimentaba de su vínculo, amplificando cada duda, cada herida emocional.

    —“¿Creen que su conexión los salvará? Yo la romperé… y los ahogaré en ella.” —susurró Nymira, con voz líquida.

    Yukine, con voz quebrada, miró a Lidica.

    —“¡Tú me fallaste! ¡Siempre lo supe! ¡Tu lealtad es falsa”

    Lidica, con los ojos llenos de rabia, respondió:

    —“¡Y tú no eres más que un mago débil que se esconde tras una transformación! ¡Nunca confiaste en mí!”

    Yukine lanzó un hechizo de impacto, que golpeó a Lidica y la arrojó contra una columna de agua.

    Lidica se levantó, sangrando, y arrojó una de sus dagas, que rozó el rostro de Yukine.

    Nymira se detuvo. Observaba con deleite. Las emociones eran reales. El vínculo se rompía. Su poder crecía.

    —“Sí… así es como termina. El amor, la confianza… todo se disuelve.”

    Pero entonces, Yukine susurró una palabra mágica que solo Lidica conocía: “Aequor.”

    Lidica sonrió apenas. Era la señal.

    Yukine lanzó un hechizo de protección mental, magia defensiva para liberar la mente del control enemigo, costándole una gran cantidad poder magico, tanto que lo hizo toser sangre, pero esto seria lo necesario para que LIdica, con la mente clara lanzara sus dagas que atravesaron las corrientes emocionales que protegían el núcleo de Nymira.

    Nymira gritó. No entendía. El vínculo no se había roto. Había sido usado como arma.

    —“¡Imposible! ¡No pueden… sentir tanto y aún luchar juntos!”
    Yukine, con voz firme, respondió:

    —“Sentir no es debilidad. Es estrategia.”

    Lidica, con una última pirueta, atravesó el núcleo líquido de Nymira. El agua se congeló por un instante, luego explotó en una lluvia de luz azul.

    La cámara se secó. Yukine y Lidica cayeron al suelo, exhaustos, heridos, pero victoriosos. La puerta final apareció, tallada en cristal y viento.

    —“Nunca pensé que tendría que herirte para salvarnos.” —dijo Yukine, tocando el brazo de Lidica.

    —“Y yo nunca pensé que confiaría en ti… incluso cuando me atacaras.” —respondió ella, con una sonrisa rota.
    La Cámara del Tercer Guardián: Nymira, la Soberana de las Mareas Emocionales La cámara es una cúpula de cristal azul oscuro. El agua flota en el aire como si estuviera viva, formando espirales, esferas y corrientes suspendidas. El suelo refleja no solo sus cuerpos, sino sus emociones más intensas. Sin mover un dedo, Nymira convoca esferas líquidas que rodean a Yukine y Lidica. Al tocarlas, cada esfera se convierte en una escena emocional hiperrealista: - Yukine ve a Lidica entregándolo al enemigo. La escena es tan vívida que su corazón se acelera, su respiración se corta, y por un instante, duda de ella. - Lidica ve a Yukine huyendo del Laberinto, dejándola atrás. Siente traición, abandono, y su cuerpo se tensa como si fuera a atacar. Ambos están al borde de enfrentarse entre sí. Nymira no ataca directamente: los obliga a destruirse desde dentro. La cámara amplifica cada emoción, y el agua vibra con sus pensamientos. Cuanto más intensa la emoción, más agresivo se vuelve el entorno. Yukine, con esfuerzo, lanza un hechizo de “Separación de Esencia”, que corta temporalmente los vínculos emocionales falsos. Lidica, aferrándose a un recuerdo real —la promesa que Yukine le hizo en la Sala de las Ilusiones— logra romper la ilusión. Pero ambos quedan emocionalmente drenados. La cámara comienza a inundarse. El agua sube hasta las rodillas, luego al pecho. Corrientes invisibles arrastran objetos, y el suelo se vuelve resbaladizo. Nymira se funde con el agua, atacando desde múltiples direcciones. - Invocando Espectros de Agua: figuras hechas de líquido que adoptan la forma de personas amadas por Yukine y Lidica. - Yukine ve a su madre, que lo abraza mientras lo ahoga lentamente. - Lidica ve a su hermana, que le pide ayuda mientras la arrastra al fondo. - Yukine intenta lanzar hechizos, pero el agua distorsiona las palabras mágicas. Cada intento le cuesta energía vital. - Lidica lucha por moverse. Sus dagas son lentas bajo el agua, y cada golpe se siente como si cortara recuerdos. Yukine logra lanzar un hechizo de “Claridad Emocional”, que crea una burbuja de aire y lucidez. El costo es alto: su pecho se contrae, su visión se nubla. Lidica, con un grito de dolor, destruye los espectros con una onda de energía emocional, pero queda con quemaduras internas provocadas por la presión mágica. Para este punto la cámara se había transformado en un océano suspendido. Nymira, ahora convertida en una Serpiente Marina de Emoción Pura, giraba alrededor de Yukine y Lidica, lanzando chorros de agua cargados con recuerdos distorsionados. Cada impacto no solo dolía, sino que desestabilizaba la mente. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso. Sus cuerpos temblaban, sus emociones eran un caos. Nymira se alimentaba de su vínculo, amplificando cada duda, cada herida emocional. —“¿Creen que su conexión los salvará? Yo la romperé… y los ahogaré en ella.” —susurró Nymira, con voz líquida. Yukine, con voz quebrada, miró a Lidica. —“¡Tú me fallaste! ¡Siempre lo supe! ¡Tu lealtad es falsa” Lidica, con los ojos llenos de rabia, respondió: —“¡Y tú no eres más que un mago débil que se esconde tras una transformación! ¡Nunca confiaste en mí!” Yukine lanzó un hechizo de impacto, que golpeó a Lidica y la arrojó contra una columna de agua. Lidica se levantó, sangrando, y arrojó una de sus dagas, que rozó el rostro de Yukine. Nymira se detuvo. Observaba con deleite. Las emociones eran reales. El vínculo se rompía. Su poder crecía. —“Sí… así es como termina. El amor, la confianza… todo se disuelve.” Pero entonces, Yukine susurró una palabra mágica que solo Lidica conocía: “Aequor.” Lidica sonrió apenas. Era la señal. Yukine lanzó un hechizo de protección mental, magia defensiva para liberar la mente del control enemigo, costándole una gran cantidad poder magico, tanto que lo hizo toser sangre, pero esto seria lo necesario para que LIdica, con la mente clara lanzara sus dagas que atravesaron las corrientes emocionales que protegían el núcleo de Nymira. Nymira gritó. No entendía. El vínculo no se había roto. Había sido usado como arma. —“¡Imposible! ¡No pueden… sentir tanto y aún luchar juntos!” Yukine, con voz firme, respondió: —“Sentir no es debilidad. Es estrategia.” Lidica, con una última pirueta, atravesó el núcleo líquido de Nymira. El agua se congeló por un instante, luego explotó en una lluvia de luz azul. La cámara se secó. Yukine y Lidica cayeron al suelo, exhaustos, heridos, pero victoriosos. La puerta final apareció, tallada en cristal y viento. —“Nunca pensé que tendría que herirte para salvarnos.” —dijo Yukine, tocando el brazo de Lidica. —“Y yo nunca pensé que confiaría en ti… incluso cuando me atacaras.” —respondió ella, con una sonrisa rota.
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  • En tus ojos nocturnos encontré mi amanecer y en tus brazos oscuros encontré mi redención
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  • 𝟎𝟔:𝟎𝟎 𝓟𝓜
    ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════

    A veces me gusta jugar con el tiempo, aunque sea solo con la ropa. Esta tarde elegí una falda de tonos oscuros, una camisa floreada y un moño rojizo que contrasta con el color del resto del conjunto.

    Me senté en el comedor de casa, dejando que la luz tenue de la tarde pintara las paredes. Entre el silencio y el aroma del cafe recién servido.

    Pero esta tarde… funjo ser una dama del siglo pasado antes que una Teniente del presente.
    𝟎𝟔:𝟎𝟎 𝓟𝓜 ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════ A veces me gusta jugar con el tiempo, aunque sea solo con la ropa. Esta tarde elegí una falda de tonos oscuros, una camisa floreada y un moño rojizo que contrasta con el color del resto del conjunto. Me senté en el comedor de casa, dejando que la luz tenue de la tarde pintara las paredes. Entre el silencio y el aroma del cafe recién servido. Pero esta tarde… funjo ser una dama del siglo pasado antes que una Teniente del presente.
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  • La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales

    La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental.
    Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban.
    —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.”


    Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental.
    - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo.

    - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo.

    Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos.
    —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos.

    Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico.

    Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades:

    - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas.

    - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte.

    - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas.

    Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas.

    —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine.

    Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron.
    - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira.

    - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine.
    - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero.
    Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso.


    Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada.

    —“¡Este es el final!” —gritó Yukine.

    —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica.

    Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo.

    La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada.

    Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos.
    —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica.
    Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
    La Cámara del Segundo Guardián: Ignis, el Señor de las Llamas Mentales La puerta se cerró tras ellos con un estruendo ardiente. La cámara era un horno viviente: columnas de fuego giraban como tornados, el suelo era de obsidiana agrietada, y el aire quemaba al respirar. En el centro, sobre una plataforma flotante de magma, se alzaba Ignis, el Guardián del Fuego Mental. Su cuerpo era una amalgama de llamas vivas y metal fundido, con una corona de fuego que giraba sobre su cabeza. Sus ojos no miraban: penetraban. —“La mente es combustible. Y ustedes… están llenos de recuerdos que arden.” Sin mover un músculo, Ignis lanzó una onda de fuego invisible. Yukine y Lidica sintieron un golpe seco en el pecho, como si algo se hubiera roto por dentro. No era dolor físico: era una invasión mental. - Yukine cayó de rodillas. Veía a su maestro, muerto por su culpa. Escuchaba gritos de aldeanos que nunca pudo salvar. Su transformación femenina, que antes le daba fuerza, ahora se le mostraba como una traición a sí mismo. - Lidica vio a su hermana, atrapada en llamas, extendiendo la mano. Cada vez que intentaba alcanzarla, la imagen se desvanecía. Su cuerpo temblaba, sus dagas caían al suelo. Ignis se alimentaba de sus emociones. Las llamas de la sala crecían con cada pensamiento oscuro. El suelo comenzó a agrietarse, y columnas de fuego surgían de los recuerdos más dolorosos. —“¡No es real! ¡Lidica, mírame!” —gritó Yukine, con lágrimas en los ojos. Lidica, con esfuerzo, se arrancó una pulsera que le había dado su hermana. La apretó en su mano, y con un grito desgarrador, recuperó el control. Yukine, inspirado por su fuerza, canalizó un hechizo de purificación mental, pero el costo fue brutal: su nariz sangraba, su piel se agrietaba por el esfuerzo mágico. Ignis rugió, y su cuerpo se dividió en tres entidades: - Ira: un ser de fuego rojo que atacaba con explosiones caóticas. - Miedo: una figura negra envuelta en llamas azules, que paralizaba con ilusiones de muerte. - Culpa: una sombra ardiente que susurraba verdades distorsionadas. Yukine enfrentó a Culpa. Cada hechizo que lanzaba se volvía contra él si dudaba. Su propio fuego lo quemaba. Lidica luchaba contra Miedo, pero cada vez que esquivaba un ataque, veía a Yukine muerto en el suelo. Su cuerpo comenzaba a fallar: quemaduras en los brazos, cortes en las piernas. —“¡No podemos vencerlos separados!” —gritó Yukine. Con un último esfuerzo, Yukine lanzó un hechizo de sincronización mágica. Sus mentes se conectaron. Por unos segundos, compartieron pensamientos, emociones, recuerdos. Lidica sintió la carga de Yukine. Yukine sintió el dolor de Lidica. Y juntos, atacaron. - Yukine usó un hechizo de “Llama Invertida”, absorbiendo el fuego de Ira. - Lidica, guiada por la conexión, atravesó a Miedo con una daga encantada bañada en la energía de Yukine. - Culpa intentó dividirlos, pero Yukine y Lidica se tomaron de las manos y canalizaron una explosión conjunta de magia y acero. Las tres entidades se fusionaron nuevamente en Ignis, debilitado pero furioso. Ignis se elevó, convirtiéndose en una esfera de fuego mental. La cámara comenzó a colapsar. El suelo se partía, el techo se derrumbaba. Yukine y Lidica estaban al borde del colapso físico: quemaduras, heridas abiertas, magia agotada. —“¡Este es el final!” —gritó Yukine. —“¡Entonces que arda contigo!” —respondió Lidica. Yukine canalizó su último hechizo: una “Llama de Esencia”, que quemaba su propia energía vital. Lidica, con los músculos desgarrados, saltó por encima de una grieta y lanzó sus dos dagas al núcleo. La explosión fue silenciosa. Ignis se desintegró en una lluvia de cenizas doradas. La cámara se apagó. Solo quedaba el sonido de su respiración entrecortada. Yukine cayó inconsciente. Lidica, apenas de pie, lo arrastró lejos del centro. Ambos estaban al borde de la muerte. Pero vivos. —“No fue solo fuego. Fue todo lo que somos.” —susurró Lidica. Una nueva puerta se abrió, con runas azules que fluían como agua. El Guardián del Agua los espera.
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  • ~•~•~•~
    Las manos que estoy viendo, las que apenas muevo por su antinatural rigidez, son las mías, a centímetros de mi rostro, las que se supone que son mías. Pero no, no recuerdo que fueran tan negras como el carbón, y mucho menos recuerdo que las puntas de mis dedos sean tan puntiagudas. Sin embargo están ahí, conectadas a mis brazos que son igual de oscuros, respondiendo a mis órdenes, rechinan como si mis tendones y músculos estuvieran oxidados. No me duelen, ni física o mentalmente, solo me desconciertan. Habrán acabado con tantas vidas, mis manos, pero nunca sentí el peso de la culpa, por más ruin que haya sido el acto. Nunca me tomé la molestia de recordar nombres, rostros, ni detalles irrelevantes. Solo debía presionar el gatillo, machacar la carne con mis puños o hacer rodar las cabezas lejos de sus cuellos. Con la mirada recorrí la oscuridad de mi piel, pasando de la palma de mi mano derecha hasta los principios de las mangas de un saco negro y una camisa lisa de color blanco. Jamás había vestido con tanta formalidad. ¿Me habrían sacado de un ataúd, desde lo profundo de la tierra? Era imposible, impensable, porque a los "malparidos" como yo se les quema o abandona a merced de los coyotes. Vuelvo a mis manos, a su negrura, y más allá de ellas distingo una mesa de madera, llena de tanto polvo que seguramente se esconde hasta en lo más profundo de sus sobresalientes astillas.

    Al mirar a mi al rededor noto que cuatro paredes me encierran, me aislan de un exterior desconocido, bajo una luz intensa que no proviene de una vela, sino de una cosa redonda y brillante como el sol. Mirarla fijamente debería cegarme, pero mi ojo parece incapaz de sentir irritación sin importar cuánto tiempo me quedase mirando. Con la mirada puesta en la luz, en medio del silencio del cuarto, fui capaz de entender que ya no podía negar un hecho tan impactante; mi cuerpo no tiene tacto, ni temperatura y desde que desperté tengo los pulmones totalmente vacíos.

    —Estoy muerto...

    Mi último recuerdo fue frente al público, con la soga al cuello y los pies lejos del suelo. El silencio me consumió en la habitación, volviendome parte de él en una existencia bizarra.
    •~•~•~•

    Pequeño fragmento de lo que vendría siendo el lore de Cormac. La verdad es que es algo improvisado, y una prueba para ver que tal se me da con las narraciones en primera persona.
    Esto también puede tomarse como un pseudo starter, no tengo drama si se te antoja continuar lo escrito con una acción de rol.

    ¡Gracias por tomarte las molestias leer! Ojalá sea de tu agrado. Y estoy abierto a recibir críticas, ya sean constructivas o insultos.
    ~•~•~•~ Las manos que estoy viendo, las que apenas muevo por su antinatural rigidez, son las mías, a centímetros de mi rostro, las que se supone que son mías. Pero no, no recuerdo que fueran tan negras como el carbón, y mucho menos recuerdo que las puntas de mis dedos sean tan puntiagudas. Sin embargo están ahí, conectadas a mis brazos que son igual de oscuros, respondiendo a mis órdenes, rechinan como si mis tendones y músculos estuvieran oxidados. No me duelen, ni física o mentalmente, solo me desconciertan. Habrán acabado con tantas vidas, mis manos, pero nunca sentí el peso de la culpa, por más ruin que haya sido el acto. Nunca me tomé la molestia de recordar nombres, rostros, ni detalles irrelevantes. Solo debía presionar el gatillo, machacar la carne con mis puños o hacer rodar las cabezas lejos de sus cuellos. Con la mirada recorrí la oscuridad de mi piel, pasando de la palma de mi mano derecha hasta los principios de las mangas de un saco negro y una camisa lisa de color blanco. Jamás había vestido con tanta formalidad. ¿Me habrían sacado de un ataúd, desde lo profundo de la tierra? Era imposible, impensable, porque a los "malparidos" como yo se les quema o abandona a merced de los coyotes. Vuelvo a mis manos, a su negrura, y más allá de ellas distingo una mesa de madera, llena de tanto polvo que seguramente se esconde hasta en lo más profundo de sus sobresalientes astillas. Al mirar a mi al rededor noto que cuatro paredes me encierran, me aislan de un exterior desconocido, bajo una luz intensa que no proviene de una vela, sino de una cosa redonda y brillante como el sol. Mirarla fijamente debería cegarme, pero mi ojo parece incapaz de sentir irritación sin importar cuánto tiempo me quedase mirando. Con la mirada puesta en la luz, en medio del silencio del cuarto, fui capaz de entender que ya no podía negar un hecho tan impactante; mi cuerpo no tiene tacto, ni temperatura y desde que desperté tengo los pulmones totalmente vacíos. —Estoy muerto... Mi último recuerdo fue frente al público, con la soga al cuello y los pies lejos del suelo. El silencio me consumió en la habitación, volviendome parte de él en una existencia bizarra. •~•~•~• Pequeño fragmento de lo que vendría siendo el lore de Cormac. La verdad es que es algo improvisado, y una prueba para ver que tal se me da con las narraciones en primera persona. Esto también puede tomarse como un pseudo starter, no tengo drama si se te antoja continuar lo escrito con una acción de rol. ¡Gracias por tomarte las molestias leer! Ojalá sea de tu agrado. Y estoy abierto a recibir críticas, ya sean constructivas o insultos.
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  • O, locus ille
    Olim benedictus, nunc imminutus
    Nos, destinatae esse matres
    Nunc pudore avertimus
    Flevimus et flevimus
    Sed nemo nos consolatur
    Dea, cui irata eras?

    -Canta la joven diosa en su susurro suave y dulce por los pasillos largos y oscuros del Hades. Su voz, como un arroyo cristalino, se desliza entre las sombras, trayendo consigo un rayo de luz a aquel mundo sombrío. -
    O, locus ille Olim benedictus, nunc imminutus Nos, destinatae esse matres Nunc pudore avertimus Flevimus et flevimus Sed nemo nos consolatur Dea, cui irata eras? -Canta la joven diosa en su susurro suave y dulce por los pasillos largos y oscuros del Hades. Su voz, como un arroyo cristalino, se desliza entre las sombras, trayendo consigo un rayo de luz a aquel mundo sombrío. -
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  • ¿Me buscabas? , estaba aquí en está flores .... La e visto muy pocas veces por aquí y su color me llama

    - comento con una flor en la mano aún allí -

    No crees que nacieron un lugar frío y oscuro , Hasta el más frío y oscuro puede nacer algo así de bello ¿No?
    ¿Me buscabas? , estaba aquí en está flores .... La e visto muy pocas veces por aquí y su color me llama - comento con una flor en la mano aún allí - No crees que nacieron un lugar frío y oscuro , Hasta el más frío y oscuro puede nacer algo así de bello ¿No?
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  • {Haku avanzaba con pasos sigilosos, y ligeros. Desde que había dejado de usar los hechizos del libro para disfrazar su apariencia con la de una humana, esa sensación no la abandonaba. La constante presión de ser observada, acechada… cazada. Aquella noche solo había querido caminar, respirar el aire frío de la ciudad vacía. La luna se alzaba más llena con cada noche.}

    {El viento nocturno la envolvió de pronto, obligándola a abrazarse a sí misma, como si quisiera proteger su cuerpo del escalofrío que la atravesó. Entonces escuchó pasos. Lentos. Pesados. No eran humanos. Su piel se erizó por completo. Sabía que estaba en peligro. No pensó demasiado, simplemente echó a correr hacia el único sitio cercano que ofrecía refugio: un callejón angosto, oscuro y apestoso. Un error.}

    {El callejón terminaba en muros altos, sin salida. Maldijo en voz baja, con la respiración agitada, girándose de golpe para retroceder. Pero ya era demasiado tarde. La cosa que la había seguido estaba allí, bloqueando la entrada.}

    {Un monstruo apareció de las sombras, arrastrando su repulsivo cuerpo. Era descomunal, con el torso alargado como una gigantesca escolopendra, y en su extremo, una cabeza monstruosa semejante a la de una mantis. De su garganta escapó un chillido insoportable, mezcla entre el alarido de un cerdo degollado y el frenazo de un camión oxidado. El sonido le desgarró los oídos, obligándola a cubrirse un instante.}

    {La criatura abrió sus mandíbulas dentadas, largas y afiladas como cuchillas, en una mueca de amenaza, como si quisiera disfrutar del pánico de su presa antes de devorarla. Su cuerpo se incorporó lentamente, elevándose sobre sí mismo; la mitad superior se alzó hacia el cielo, mientras la inferior se mantenía firme en el suelo.}

    {Haku retrocedió hasta sentir la pared fría contra su espalda. No tenía su espada. Esta vez no habría nada que la protegiera. Su única opción era la magia, su propia fuerza. Debía actuar con rapidez, porque el monstruo no dudaría, si se dejaba atrapar por el miedo, en cuestión de segundos sería desgarrada y devorada.}

    {Sus dedos temblaron al extender las manos, trazando en el aire los símbolos que conocía de memoria. El monstruo dio un paso. La sombra del cuerpo inmenso la envolvía por completo.}

    {Una esfera luminosa y palpitante, creció entre sus manos. El aire a su alrededor se cargó de energía, levantando polvo y papeles viejos del callejón. El monstruo pareció resentir la fuerza de esa luz, y un crujido ensordecedor salió de su garganta. Se abalanzó, veloz, con sus fauces abiertas.}

    {Haku lanzó el hechizo. Un rayo violeta rasgó la oscuridad, impactando de lleno contra el rostro de la criatura. El aire explotó con un estallido que sacudió los muros. El monstruo se retorció, chillando con furia y dolor, golpeando los muros con tanta fuerza que cayeron fragmentos de piedra.}

    {Solo se enfureció. Y, aunque su piel se había abierto en una herida ardiente que chisporroteaba con magia, seguía avanzando, más rápido, con rabia descontrolada. Haku volvió a alzar sus manos, aunque sabía que un solo error sería suficiente para que aquella bestia la partiera en dos.}

    "Si no lo detengo aquí… nadie podrá hacerlo."

    {La criatura golpeó con una de sus patas delanteras, largas como lanzas, contra el muro a su lado. La piedra estallo y una de ellas rozó el brazo de Haku, abriéndole un corte. Ella contuvo un grito, apretando los dientes, y canalizó ese dolor hacia el círculo de energía que formaba entre sus manos.}

    —¡No pienso convertirme en tu cena!

    {Un segundo círculo mágico apareció bajo sus pies, girando lentamente como una constelación en movimiento.}

    {El monstruo, al percibir la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir, abrió sus fauces en un chillido ensordecedor, y embistió, movido por puro instinto. Sus patas retumbaron contra el suelo como martillos.}

    {Haku alzó sus manos hacia adelante y gritó el conjuro final. La esfera de energía explotó en una lluvia de relámpagos violetas que envolvieron al monstruo de pies a cabeza. El aire se incendió con el fulgor del hechizo. La criatura se agitó con violencia, golpeando muros y suelo, hasta que finalmente, con un crujido, se desplomó en el suelo.}

    {Haku jadeaba, sus rodillas temblaban bajo el peso de la magia gastada. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor frío. Finalmente, sin fuerzas, se desplomó en el suelo perdiendo el conocimiento.}
    {Haku avanzaba con pasos sigilosos, y ligeros. Desde que había dejado de usar los hechizos del libro para disfrazar su apariencia con la de una humana, esa sensación no la abandonaba. La constante presión de ser observada, acechada… cazada. Aquella noche solo había querido caminar, respirar el aire frío de la ciudad vacía. La luna se alzaba más llena con cada noche.} {El viento nocturno la envolvió de pronto, obligándola a abrazarse a sí misma, como si quisiera proteger su cuerpo del escalofrío que la atravesó. Entonces escuchó pasos. Lentos. Pesados. No eran humanos. Su piel se erizó por completo. Sabía que estaba en peligro. No pensó demasiado, simplemente echó a correr hacia el único sitio cercano que ofrecía refugio: un callejón angosto, oscuro y apestoso. Un error.} {El callejón terminaba en muros altos, sin salida. Maldijo en voz baja, con la respiración agitada, girándose de golpe para retroceder. Pero ya era demasiado tarde. La cosa que la había seguido estaba allí, bloqueando la entrada.} {Un monstruo apareció de las sombras, arrastrando su repulsivo cuerpo. Era descomunal, con el torso alargado como una gigantesca escolopendra, y en su extremo, una cabeza monstruosa semejante a la de una mantis. De su garganta escapó un chillido insoportable, mezcla entre el alarido de un cerdo degollado y el frenazo de un camión oxidado. El sonido le desgarró los oídos, obligándola a cubrirse un instante.} {La criatura abrió sus mandíbulas dentadas, largas y afiladas como cuchillas, en una mueca de amenaza, como si quisiera disfrutar del pánico de su presa antes de devorarla. Su cuerpo se incorporó lentamente, elevándose sobre sí mismo; la mitad superior se alzó hacia el cielo, mientras la inferior se mantenía firme en el suelo.} {Haku retrocedió hasta sentir la pared fría contra su espalda. No tenía su espada. Esta vez no habría nada que la protegiera. Su única opción era la magia, su propia fuerza. Debía actuar con rapidez, porque el monstruo no dudaría, si se dejaba atrapar por el miedo, en cuestión de segundos sería desgarrada y devorada.} {Sus dedos temblaron al extender las manos, trazando en el aire los símbolos que conocía de memoria. El monstruo dio un paso. La sombra del cuerpo inmenso la envolvía por completo.} {Una esfera luminosa y palpitante, creció entre sus manos. El aire a su alrededor se cargó de energía, levantando polvo y papeles viejos del callejón. El monstruo pareció resentir la fuerza de esa luz, y un crujido ensordecedor salió de su garganta. Se abalanzó, veloz, con sus fauces abiertas.} {Haku lanzó el hechizo. Un rayo violeta rasgó la oscuridad, impactando de lleno contra el rostro de la criatura. El aire explotó con un estallido que sacudió los muros. El monstruo se retorció, chillando con furia y dolor, golpeando los muros con tanta fuerza que cayeron fragmentos de piedra.} {Solo se enfureció. Y, aunque su piel se había abierto en una herida ardiente que chisporroteaba con magia, seguía avanzando, más rápido, con rabia descontrolada. Haku volvió a alzar sus manos, aunque sabía que un solo error sería suficiente para que aquella bestia la partiera en dos.} "Si no lo detengo aquí… nadie podrá hacerlo." {La criatura golpeó con una de sus patas delanteras, largas como lanzas, contra el muro a su lado. La piedra estallo y una de ellas rozó el brazo de Haku, abriéndole un corte. Ella contuvo un grito, apretando los dientes, y canalizó ese dolor hacia el círculo de energía que formaba entre sus manos.} —¡No pienso convertirme en tu cena! {Un segundo círculo mágico apareció bajo sus pies, girando lentamente como una constelación en movimiento.} {El monstruo, al percibir la magnitud de lo que estaba a punto de ocurrir, abrió sus fauces en un chillido ensordecedor, y embistió, movido por puro instinto. Sus patas retumbaron contra el suelo como martillos.} {Haku alzó sus manos hacia adelante y gritó el conjuro final. La esfera de energía explotó en una lluvia de relámpagos violetas que envolvieron al monstruo de pies a cabeza. El aire se incendió con el fulgor del hechizo. La criatura se agitó con violencia, golpeando muros y suelo, hasta que finalmente, con un crujido, se desplomó en el suelo.} {Haku jadeaba, sus rodillas temblaban bajo el peso de la magia gastada. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor frío. Finalmente, sin fuerzas, se desplomó en el suelo perdiendo el conocimiento.}
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    ༒︎-La noche había caído como un manto oscuro sobre el campo. Las estrellas titilaban en el cielo, pero el único brillo que importaba era el de la hoja de Excalibur, que relucía con un fulgor casi místico. La joven Rey se encontraba en medio de su ritual nocturno, golpeando el aire con la espada. Cada movimiento era una danza, cada golpe un grito de desafío.

    "El peso de mi espada es el peso de mi orgullo"

    - Murmuró, sintiendo la energía fluir a través de su cuerpo. Cada vez que la hoja cortaba el aire, recordaba las historias de su linaje, de los héroes que habían luchado antes que ella. —

    "La herida de mi batalla contigo es un honor, no un impedimento."

    —Esa frase resonaba en su mente, recordándole que cada cicatriz era una medalla de superación.
    ༒︎-La noche había caído como un manto oscuro sobre el campo. Las estrellas titilaban en el cielo, pero el único brillo que importaba era el de la hoja de Excalibur, que relucía con un fulgor casi místico. La joven Rey se encontraba en medio de su ritual nocturno, golpeando el aire con la espada. Cada movimiento era una danza, cada golpe un grito de desafío. "El peso de mi espada es el peso de mi orgullo" - Murmuró, sintiendo la energía fluir a través de su cuerpo. Cada vez que la hoja cortaba el aire, recordaba las historias de su linaje, de los héroes que habían luchado antes que ella. — "La herida de mi batalla contigo es un honor, no un impedimento." —Esa frase resonaba en su mente, recordándole que cada cicatriz era una medalla de superación.
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    Agencia de Modelaje: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    • Modelo: Ryu リュウ・イシュタル Ishtar
    • Ficha Extendida – “Potra Salvaje, Corazón Secreto”

    Nombre Completo:
    • Ryu リュウ・イシュタル Ishtar

    Alias en la Agencia:
    • La Potra Salvaje
    • La Amazona del Glamour Oscuro
    • Corazón Secreto de los Ishtar

    Linaje:
    Descendiente directa del Clan Ishtar, heredera de la fuerza indomable y del magnetismo demoníaco que caracteriza a su estirpe.

    Perfil Físico:
    ⁜ Altura: 1.78 m
    ⁜ Complexión: Atlética, curvilínea y poderosa; silueta que mezcla la sensualidad de una musa con la presencia imponente de una diosa.
    ⁜ Cabello: Negro violáceo, largo, brillante y salvaje.
    ⁜ Ojos: Rosados incandescentes, con un brillo que oscila entre el deseo y la ternura oculta.
    ⁜ Detalles icónicos: Cuernos estilizados, cola demoníaca y su inseparable cencerro dorado, símbolo de su rebeldía.

    Descripción General:
    Ryu Ishtar es un torbellino de energía, un ícono dentro de la agencia Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour. Para el público, es la encarnación de la libertad indómita: una potra salvaje que corre sin riendas, desafiante, provocadora y magnética en cada sesión fotográfica. Su estilo mezcla lo fetichista, lo salvaje y lo elegante, siendo musa de colecciones irreverentes que buscan romper las normas de la moda infernal.

    Sin embargo, bajo esa piel desafiante existe otra Ryu: la mujer que abraza con ternura, la hermana mayor que protege y acompaña, la confidente que guarda secretos y la amiga que siempre está. Esa dualidad la hace única: fuerza y ternura que conviven en equilibrio perfecto.

    Personalidad Profesional:
    Rebelde, apasionada, magnética. Una mujer que no se disculpa por ser quien es. Tras su aire atrevido y su fuego incontrolable, se esconde un corazón enorme, capaz de conmover y sostener a quienes la rodean.

    Menciones Honoríficas:
    ❥ Premio Potra Salvaje – Reconocida como la modelo más indómita en la Gala Infernale 2024.

    ❥ Trofeo Alma Rebelde – Por su impacto en la moda alternativa y oscura.

    ❥ Sello de Confidente de Oro – Reconocimiento interno de la agencia por su apoyo humano a sus compañeras y colegas.

    ❥ Corona de Fuego y Ternura – Distinción única de Metphies Jaegerjaquez Yokin Ishtar por ser el reflejo perfecto de la dualidad Ishtar: fuerza y dulzura.

    Frase Emblemática:
    "No soy monja, soy una Ishtar… y una potra salvaje que nadie podrá domar."


    ✨ Agencia de Modelaje: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour ✨ • Modelo: Ryu リュウ・イシュタル Ishtar • Ficha Extendida – “Potra Salvaje, Corazón Secreto” 📛 Nombre Completo: • Ryu リュウ・イシュタル Ishtar 🌑 Alias en la Agencia: • La Potra Salvaje • La Amazona del Glamour Oscuro • Corazón Secreto de los Ishtar 🩸 Linaje: Descendiente directa del Clan Ishtar, heredera de la fuerza indomable y del magnetismo demoníaco que caracteriza a su estirpe. ⚜️ Perfil Físico: ⁜ Altura: 1.78 m ⁜ Complexión: Atlética, curvilínea y poderosa; silueta que mezcla la sensualidad de una musa con la presencia imponente de una diosa. ⁜ Cabello: Negro violáceo, largo, brillante y salvaje. ⁜ Ojos: Rosados incandescentes, con un brillo que oscila entre el deseo y la ternura oculta. ⁜ Detalles icónicos: Cuernos estilizados, cola demoníaca y su inseparable cencerro dorado, símbolo de su rebeldía. 🌹 Descripción General: Ryu Ishtar es un torbellino de energía, un ícono dentro de la agencia Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour. Para el público, es la encarnación de la libertad indómita: una potra salvaje que corre sin riendas, desafiante, provocadora y magnética en cada sesión fotográfica. Su estilo mezcla lo fetichista, lo salvaje y lo elegante, siendo musa de colecciones irreverentes que buscan romper las normas de la moda infernal. Sin embargo, bajo esa piel desafiante existe otra Ryu: la mujer que abraza con ternura, la hermana mayor que protege y acompaña, la confidente que guarda secretos y la amiga que siempre está. Esa dualidad la hace única: fuerza y ternura que conviven en equilibrio perfecto. 🕯️ Personalidad Profesional: Rebelde, apasionada, magnética. Una mujer que no se disculpa por ser quien es. Tras su aire atrevido y su fuego incontrolable, se esconde un corazón enorme, capaz de conmover y sostener a quienes la rodean. 🏅 Menciones Honoríficas: ❥ Premio Potra Salvaje – Reconocida como la modelo más indómita en la Gala Infernale 2024. ❥ Trofeo Alma Rebelde – Por su impacto en la moda alternativa y oscura. ❥ Sello de Confidente de Oro – Reconocimiento interno de la agencia por su apoyo humano a sus compañeras y colegas. ❥ Corona de Fuego y Ternura – Distinción única de Metphies Jaegerjaquez Yokin Ishtar por ser el reflejo perfecto de la dualidad Ishtar: fuerza y dulzura. ✨ Frase Emblemática: "No soy monja, soy una Ishtar… y una potra salvaje que nadie podrá domar."
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