Carmina caminaba por las calles con una expresión que bien podría haber derretido una capa de hielo, pero lo único que amenazaba con derretirse era ella misma. El viento cortante se colaba por los rincones de su abrigo, y cada paso que daba era una batalla contra el frío.
"Esto es una locura. ¿Por qué diablos vivo en un lugar donde el clima parece tener una relación personal con el invierno?" murmuraba para sí misma, apretando los dientes mientras abrazaba su chaleco con más fuerza. Cada bocanada de aire helado le congelaba la cara, y las puntas de sus dedos parecían ser un bloque de hielo que no se derretiría hasta el próximo siglo.
Cuando pasó frente a una tienda de ropa, un impulso irrefrenable la hizo detenerse. ¿Una bufanda más? pensó. Claro, eso solucionará todos mis problemas. Y un par de guantes que no me hagan parecer un muñeco de nieve.
A pesar de su furia interna, entró en la tienda, solo para ser recibida por un extraño tipo que le ofreció una bufanda de colores brillantes. "¡Es el último modelo! Totalmente de moda y mantiene el calor como ningún otro", dijo el vendedor con una sonrisa que parecía sacada de un catálogo de invierno feliz.
Carmina lo miró, su ceño fruncido más pronunciado que nunca. "Escucha, amigo," dijo con voz grave y directa, "lo único que quiero es no sentir que mis huesos se están fracturando bajo la capa de hielo que el viento me está echando. No me importa la moda, solo busco algo que no me haga pensar que estoy congelando mi alma."
El vendedor, claramente impresionado por su sinceridad, la observó mientras elegía una bufanda más sobria. "Entendido. Lo suyo es la funcionalidad, no el glamour," dijo, y se alejó, dejando a Carmina con una nueva pieza de lana que tenía todo el potencial de salvarla del invierno... o al menos eso esperaba.
Cuando salió de la tienda, Carmina se envolvió en la bufanda, la cual, milagrosamente, parecía cumplir su propósito. Pero su rostro seguía tan enfadado como siempre. "Esto no es suficiente. El frío no se va a rendir solo porque me ponga ropa más abrigada. Necesito una solución, y no, no hablo de comprar más cosas."
Justo cuando pensaba que su día no podría empeorar, el viento lanzó una ráfaga tan fuerte que su bufanda, por un breve segundo, se deshizo. "¡Ah, no!" gritó, mirando cómo su bufanda volaba como un cometa fuera de control.
A regañadientes, Carmina comenzó a correr tras ella, lanzando maldiciones por cada paso que daba. Cuando finalmente atrapó la bufanda, se detuvo, respirando pesadamente, mirando el cielo como si estuviera esperando una señal de los dioses para que al menos el frío tuviera piedad de ella.
"Debería haberme quedado en casa," dijo mientras se ajustaba la bufanda y comenzaba a caminar hacia su destino, resignada a que este invierno no la iba a ganar. "Pero, por lo menos, esta bufanda es bastante decente."
Carmina caminaba por las calles con una expresión que bien podría haber derretido una capa de hielo, pero lo único que amenazaba con derretirse era ella misma. El viento cortante se colaba por los rincones de su abrigo, y cada paso que daba era una batalla contra el frío.
"Esto es una locura. ¿Por qué diablos vivo en un lugar donde el clima parece tener una relación personal con el invierno?" murmuraba para sí misma, apretando los dientes mientras abrazaba su chaleco con más fuerza. Cada bocanada de aire helado le congelaba la cara, y las puntas de sus dedos parecían ser un bloque de hielo que no se derretiría hasta el próximo siglo.
Cuando pasó frente a una tienda de ropa, un impulso irrefrenable la hizo detenerse. ¿Una bufanda más? pensó. Claro, eso solucionará todos mis problemas. Y un par de guantes que no me hagan parecer un muñeco de nieve.
A pesar de su furia interna, entró en la tienda, solo para ser recibida por un extraño tipo que le ofreció una bufanda de colores brillantes. "¡Es el último modelo! Totalmente de moda y mantiene el calor como ningún otro", dijo el vendedor con una sonrisa que parecía sacada de un catálogo de invierno feliz.
Carmina lo miró, su ceño fruncido más pronunciado que nunca. "Escucha, amigo," dijo con voz grave y directa, "lo único que quiero es no sentir que mis huesos se están fracturando bajo la capa de hielo que el viento me está echando. No me importa la moda, solo busco algo que no me haga pensar que estoy congelando mi alma."
El vendedor, claramente impresionado por su sinceridad, la observó mientras elegía una bufanda más sobria. "Entendido. Lo suyo es la funcionalidad, no el glamour," dijo, y se alejó, dejando a Carmina con una nueva pieza de lana que tenía todo el potencial de salvarla del invierno... o al menos eso esperaba.
Cuando salió de la tienda, Carmina se envolvió en la bufanda, la cual, milagrosamente, parecía cumplir su propósito. Pero su rostro seguía tan enfadado como siempre. "Esto no es suficiente. El frío no se va a rendir solo porque me ponga ropa más abrigada. Necesito una solución, y no, no hablo de comprar más cosas."
Justo cuando pensaba que su día no podría empeorar, el viento lanzó una ráfaga tan fuerte que su bufanda, por un breve segundo, se deshizo. "¡Ah, no!" gritó, mirando cómo su bufanda volaba como un cometa fuera de control.
A regañadientes, Carmina comenzó a correr tras ella, lanzando maldiciones por cada paso que daba. Cuando finalmente atrapó la bufanda, se detuvo, respirando pesadamente, mirando el cielo como si estuviera esperando una señal de los dioses para que al menos el frío tuviera piedad de ella.
"Debería haberme quedado en casa," dijo mientras se ajustaba la bufanda y comenzaba a caminar hacia su destino, resignada a que este invierno no la iba a ganar. "Pero, por lo menos, esta bufanda es bastante decente."