• The little mermaid
    Fandom Libre
    Categoría Acción
    Puede que siempre se mostrara calmada, pero su mente era un remolino constante: pensamientos que no dejaban de llegar, sobre todo acerca de su familia y el peligro en que los ponía si daba un solo paso en falso.

    El tintinear de las copas al chocar la sacó de sus pensamientos. Miró a los asistentes a la fiesta con una sonrisa ensayada en los labios. El presidente Ravinstill no dejaba de observarla, y el asco le subía por la garganta como una ola.

    Bajó la mirada. Debajo de ella, una pecera enorme rebosaba de animales marinos reales. Cerró los ojos justo cuando Lucky Flickerman le dedicó una sonrisa falsa.

    —El orgullo de la costa, la novia del Capitolio: Mags Flanagan —anunció con entusiasmo.

    Ella sonrió desde lo alto de la pecera y se lanzó al agua. Movió su cola de sirena falsa y nadó hasta el vidrio. Se desplazaba de un lado a otro, jugando con los peces, hasta que por fin le permitieron salir.

    Ojalá la noche terminara allí. Pero ahora venía la peor parte: pasearse entre los invitados para que le dijeran que, si vomitaba, podría comer aún más. Así que, mientras se vestía, comenzó a identificar lugares estratégicos. Quería desaparecer sin que notaran su ausencia, sin faltar visiblemente a las órdenes de Snow.
    Puede que siempre se mostrara calmada, pero su mente era un remolino constante: pensamientos que no dejaban de llegar, sobre todo acerca de su familia y el peligro en que los ponía si daba un solo paso en falso. El tintinear de las copas al chocar la sacó de sus pensamientos. Miró a los asistentes a la fiesta con una sonrisa ensayada en los labios. El presidente Ravinstill no dejaba de observarla, y el asco le subía por la garganta como una ola. Bajó la mirada. Debajo de ella, una pecera enorme rebosaba de animales marinos reales. Cerró los ojos justo cuando Lucky Flickerman le dedicó una sonrisa falsa. —El orgullo de la costa, la novia del Capitolio: Mags Flanagan —anunció con entusiasmo. Ella sonrió desde lo alto de la pecera y se lanzó al agua. Movió su cola de sirena falsa y nadó hasta el vidrio. Se desplazaba de un lado a otro, jugando con los peces, hasta que por fin le permitieron salir. Ojalá la noche terminara allí. Pero ahora venía la peor parte: pasearse entre los invitados para que le dijeran que, si vomitaba, podría comer aún más. Así que, mientras se vestía, comenzó a identificar lugares estratégicos. Quería desaparecer sin que notaran su ausencia, sin faltar visiblemente a las órdenes de Snow.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    2
    Estado
    Disponible
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  • Eh... ¿Sabes algo?

    *Finalmente, cuando el sol se mete y la calle va quedándose oscura, Elios sabe que la sesión de estudio de hoy ha terminado. Entonces voltea a ver a su amada.*

    —Se está haciendo tarde... Creo que debemos terminar por hoy. Además tengo que llevarte a tu casa. Pero ha sido maravilloso poder pasar todo el día a tu lado... Me ha hecho sentir muy feliz disfrutar de tu compañía hoy.

    *Le sonríe amorosamente y ella de sonroja.*

    —Eres tan bella cariño... Pero vamos, recojamos todo y vayamos a tu casa. Aunque tengo que agradecerte por este día a tu lado
    Eh... ¿Sabes algo? *Finalmente, cuando el sol se mete y la calle va quedándose oscura, Elios sabe que la sesión de estudio de hoy ha terminado. Entonces voltea a ver a su amada.* —Se está haciendo tarde... Creo que debemos terminar por hoy. Además tengo que llevarte a tu casa. Pero ha sido maravilloso poder pasar todo el día a tu lado... Me ha hecho sentir muy feliz disfrutar de tu compañía hoy. *Le sonríe amorosamente y ella de sonroja.* —Eres tan bella cariño... Pero vamos, recojamos todo y vayamos a tu casa. Aunque tengo que agradecerte por este día a tu lado 🥰
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  • *Después del almuerzo, Elios volvió al estudio junto con la chica que amaba, y cerca de finalizar por la tarde se encontraron con un crucigrama para resolver.*

    —Vaya, este crucigrama es como un repaso de todo el tema que revisamos hoy... Vamos a resolverlo poco a poco para estar seguros que lo hacemos bien.
    *Después del almuerzo, Elios volvió al estudio junto con la chica que amaba, y cerca de finalizar por la tarde se encontraron con un crucigrama para resolver.* —Vaya, este crucigrama es como un repaso de todo el tema que revisamos hoy... Vamos a resolverlo poco a poco para estar seguros que lo hacemos bien.
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  • *Después del almuerzo, Elios volvió al estudio junto con la chica que amaba, y cerca de finalizar por la tarde se encontraron con un crucigrama para resolver.*

    —Vaya, este crucigrama es como un repaso de todo el tema que revisamos hoy... Vamos a resolverlo poco a poco para estar seguros que lo hacemos bien.
    *Después del almuerzo, Elios volvió al estudio junto con la chica que amaba, y cerca de finalizar por la tarde se encontraron con un crucigrama para resolver.* —Vaya, este crucigrama es como un repaso de todo el tema que revisamos hoy... Vamos a resolverlo poco a poco para estar seguros que lo hacemos bien.
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  • Fumaría, mirando hacia el vacío, relajándose poco a poco de lo pesados que eran los días en los cuales tenía trabajo, intentando olvidar todo y dejar su ansiedad y pensamientos atrás. Solo quería paz y tranquilidad.
    Fumaría, mirando hacia el vacío, relajándose poco a poco de lo pesados que eran los días en los cuales tenía trabajo, intentando olvidar todo y dejar su ansiedad y pensamientos atrás. Solo quería paz y tranquilidad.
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  • La oscuridad fue mi refugio.
    Mi santuario.
    Cómoda, húmeda.
    Pero insuficiente.

    Una semana pasó desde aquel bonito vals con el padrecito fluorescente, con su sal, su cruz, su luz, y ese aroma a redención rancia que me dejó en la piel. Una semana tragando la mierda de la ciudad subterránea, entre tuberías oxidadas y secretos de alcantarilla. Hasta que decidí moverme.

    No tan cerca, no tan lejos. Lo justo. Una pizca de sensatez, no más, mezclada con kilos de hambre.

    Porque necesitaba alimento. No migajas, no un par de almas rotas goteando desesperación como grifos viejos. Necesitaba una fuente. Un río. Una tormenta emocional que me llenara hasta el último rincón.

    Y no tenía un plan. ¿Para qué? Las mentes preparadas saben improvisar.

    Allí fui.
    St. Dymphna Behavioral Health Center.
    A las afueras de Missoula, Montana.
    Pequeño. Discreto. Olvidado. Perfecto.

    Los primeros en notarme fueron, naturalmente, los que ya estaban rotos. Los locos. Los que oyen voces, ven formas y lamen paredes. Les hablé. Les susurré. Les hice reír. Les hice gritar. Uno intentó dibujarme con su mierda. Lindo detalle.

    El personal lo anotó como un “aumento moderado en los episodios alucinatorios grupales”.

    Delicioso.

    Tres días después, una enfermera “muy profesional” reportó haber visto una sombra extraña en un pasillo.

    Pobrecita.

    No supo que yo también la vi a ella. Y a lo que lloraba cuando pensaba que nadie miraba. Me la bebí despacio.

    Y ella contagió a sus compañeras. El terror empezó a fluir. Como intravenosa directa al alma.

    Silencioso, lento, espeso.

    Tres días más y yo era el secreto peor guardado del hospital. Mi nombre no se decía, pero mi silueta se garabateaba en las paredes con lápices mordidos y uñas ensangrentadas.

    Y yo, radiante. Vital. Glorioso.

    Podía haberme ido en ese mismo momento, habría sido lo usual, no necesito reflectores ni los aplausos del publico. Podía dejar que lo archivaran como un brote de histeria colectiva.

    Pero no.

    ¿Sabes por qué vine en realidad? Por él.

    Por ese santo de mirada indolente que aún paseaba por mis pensamientos. Por su fe. Por su puñetera luz.

    Me entretuvo. Me divirtió. Y eso, padrecito, tuve que honrarlo.

    Así que hice mi obra.

    Una función especial, solo por una noche.

    Maté a todos.
    A todos y cada uno.
    76 pacientes.
    28 empleados.
    No quedó uno solo con vida.
    Ni un cuerpo sin desmembrar, ni un grito sin atender, ni un ojo sin vaciar. Me tomé mi tiempo. Jugué con ellos. Adiviné sus miedos. Se los di. Y los devoré.

    Y al final…

    Al final, al fondo del pasillo de las habitaciones, donde las luces titilaban y los rezos se evaporaban, dejé mi firma, un retrato hecho con sangre, uñas, carne seca. El rostro del hombre que me hizo sonreír aquella noche, dos semanas atrás.

    ¿Ves lo que me haces hacer, padrecito?
    ¿No es hermoso?
    La oscuridad fue mi refugio. Mi santuario. Cómoda, húmeda. Pero insuficiente. Una semana pasó desde aquel bonito vals con el padrecito fluorescente, con su sal, su cruz, su luz, y ese aroma a redención rancia que me dejó en la piel. Una semana tragando la mierda de la ciudad subterránea, entre tuberías oxidadas y secretos de alcantarilla. Hasta que decidí moverme. No tan cerca, no tan lejos. Lo justo. Una pizca de sensatez, no más, mezclada con kilos de hambre. Porque necesitaba alimento. No migajas, no un par de almas rotas goteando desesperación como grifos viejos. Necesitaba una fuente. Un río. Una tormenta emocional que me llenara hasta el último rincón. Y no tenía un plan. ¿Para qué? Las mentes preparadas saben improvisar. Allí fui. St. Dymphna Behavioral Health Center. A las afueras de Missoula, Montana. Pequeño. Discreto. Olvidado. Perfecto. Los primeros en notarme fueron, naturalmente, los que ya estaban rotos. Los locos. Los que oyen voces, ven formas y lamen paredes. Les hablé. Les susurré. Les hice reír. Les hice gritar. Uno intentó dibujarme con su mierda. Lindo detalle. El personal lo anotó como un “aumento moderado en los episodios alucinatorios grupales”. Delicioso. Tres días después, una enfermera “muy profesional” reportó haber visto una sombra extraña en un pasillo. Pobrecita. No supo que yo también la vi a ella. Y a lo que lloraba cuando pensaba que nadie miraba. Me la bebí despacio. Y ella contagió a sus compañeras. El terror empezó a fluir. Como intravenosa directa al alma. Silencioso, lento, espeso. Tres días más y yo era el secreto peor guardado del hospital. Mi nombre no se decía, pero mi silueta se garabateaba en las paredes con lápices mordidos y uñas ensangrentadas. Y yo, radiante. Vital. Glorioso. Podía haberme ido en ese mismo momento, habría sido lo usual, no necesito reflectores ni los aplausos del publico. Podía dejar que lo archivaran como un brote de histeria colectiva. Pero no. ¿Sabes por qué vine en realidad? Por él. Por ese santo de mirada indolente que aún paseaba por mis pensamientos. Por su fe. Por su puñetera luz. Me entretuvo. Me divirtió. Y eso, padrecito, tuve que honrarlo. Así que hice mi obra. Una función especial, solo por una noche. Maté a todos. A todos y cada uno. 76 pacientes. 28 empleados. No quedó uno solo con vida. Ni un cuerpo sin desmembrar, ni un grito sin atender, ni un ojo sin vaciar. Me tomé mi tiempo. Jugué con ellos. Adiviné sus miedos. Se los di. Y los devoré. Y al final… Al final, al fondo del pasillo de las habitaciones, donde las luces titilaban y los rezos se evaporaban, dejé mi firma, un retrato hecho con sangre, uñas, carne seca. El rostro del hombre que me hizo sonreír aquella noche, dos semanas atrás. ¿Ves lo que me haces hacer, padrecito? ¿No es hermoso?
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  • ——— 𝙻𝚊 𝙷𝚊𝚋𝚒𝚝𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝙽𝚎𝚐𝚛𝚊

    Un nivel por debajo del club, oculto incluso para los ojos más curiosos, se encuentra La Habitación Negra.
    No hay acceso libre, no hay llaves visibles. Solo unos pocos conocen su existencia. Este santuario subterráneo no está destinado al placer, sino al poder.

    La Habitación Negra es el arsenal personal, meticulosamente mantenido, del ex-líder de The Animals. Un recuerdo de su reinado. Un lugar donde la violencia descansa como una bestia enjaulada, esperando ser despertada.

    Entre sus paredes reforzadas se encuentra lo último en ingeniería armamentística, tanto clásica como experimental. Cada pieza ha sido seleccionada especialmente por su letalidad contra objetivos de cualquier naturaleza.

    Entre su contenido se encuentran:

    ——— Armas de fuego modificadas (pistolas silenciadas, subfusiles compactos, rifles de precisión).
    ——— Munición de todo tipo.
    ——— Cuchillas ceremoniales y navajas de diseño personalizado.
    ——— Explosivos inteligentes y cargas controladas.
    ——— Dispositivos de rastreo y vigilancia de última generación.
    ——— Chalecos tácticos, trajes de camuflaje urbano y equipo para infiltración.
    ——— Drogas de combate, estimulantes y antídotos en cápsulas selladas.
    ——— Documentación falsificada, chips de identidad, teléfonos sin rastro.
    ——— Un espacio reservado para artefactos antiguos, algunos imposibles de catalogar.

    Kalhi NigDurgae Wolf ᴬᵁ
    ——— 𝙻𝚊 𝙷𝚊𝚋𝚒𝚝𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝙽𝚎𝚐𝚛𝚊 Un nivel por debajo del club, oculto incluso para los ojos más curiosos, se encuentra La Habitación Negra. No hay acceso libre, no hay llaves visibles. Solo unos pocos conocen su existencia. Este santuario subterráneo no está destinado al placer, sino al poder. La Habitación Negra es el arsenal personal, meticulosamente mantenido, del ex-líder de The Animals. Un recuerdo de su reinado. Un lugar donde la violencia descansa como una bestia enjaulada, esperando ser despertada. Entre sus paredes reforzadas se encuentra lo último en ingeniería armamentística, tanto clásica como experimental. Cada pieza ha sido seleccionada especialmente por su letalidad contra objetivos de cualquier naturaleza. Entre su contenido se encuentran: ——— Armas de fuego modificadas (pistolas silenciadas, subfusiles compactos, rifles de precisión). ——— Munición de todo tipo. ——— Cuchillas ceremoniales y navajas de diseño personalizado. ——— Explosivos inteligentes y cargas controladas. ——— Dispositivos de rastreo y vigilancia de última generación. ——— Chalecos tácticos, trajes de camuflaje urbano y equipo para infiltración. ——— Drogas de combate, estimulantes y antídotos en cápsulas selladas. ——— Documentación falsificada, chips de identidad, teléfonos sin rastro. ——— Un espacio reservado para artefactos antiguos, algunos imposibles de catalogar. [kalh1] [Wolfy]
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  • "La Casa Negra".

    Los días se están volviendo más largos y el frío se va quedando atrás, el invierno se despide poco a poco y con ello se aleja la estación del año favorita del brujo. El anochecer ha llegado más tarde, la temperatura se mantiene agradable, ni siquiera tuvo que encender la calefacción del bar.

    — Tengo que irme y puede que esté perdido por un par de días. No te comas toda la plantita, por favor...

    El bar queda en buenas manos.

    Tolek se dirige a la trastienda donde una habitación sellada por medios mágicos le espera, sólo él es capaz de abrir la puerta que le abre paso directo al único mueble en la estancia: un diván. El brujo gruñe por lo bajo antes de darle la espalda al condenado mueble y cierra la puerta antes de abrir el portal que le lleva a las coordenadas que le ha facilitado su primo.

    Aparece un bosque del otro lado, Tolek puede sentir la vibra perturbadora tan propia de Los Apalaches, pero al contrario de la mayoría, a él no le incomoda en lo más mínimo. Pero aquí, dicha vibra se siente con mayor intensidad, como si las venas mágicas que circulan en el ambiente bombearan de forma errática y distorsionada, una sensación que sólo ha sentido en las backroom.

    Recuerda las palabras de Raffaele: "es la primera vez que me enfrento a espacios liminales".

    — Van a necesitar una guía —concluye, pensando en voz alta y hablándole a la nada.

    "La nada", que en realidad es un todo y algo más. Mientras camina por los alrededores va sondeando la intensidad de la energía que dejó la brecha que trajo la casa hasta aquí en primer lugar. Tras alrededor de media hora de sólo caminar alrededor, Tolek puede establecer un epicentro que debe haber sido el núcleo de la vivienda cuando estuvo aquí, aunque ya solo quedan rastros, potentes, pero con una carga caótica mucho menos significativa.

    Observando a su alrededor, el brujo da cuenta de lo que parece un árbol más pequeño que el resto cuya apariencia le resulta tan familiar como antinatural. Mirando más de cerca, Tolek nota que se trata de un pino de plástico, un árbol de navidad sintético.

    — A Thomas no le gustaba que usáramos árboles de verdad... —murmura, mientras sus dedos acarician tiernamente las hojitas ficticias.

    Ese es el residuo liminal que estaba buscando.

    El brujo clava su bastón justo al costado del pino de plástico.

    — Muéstrame la vena que te alimenta —dice, ordenándole.

    El bastón gana temperatura, la primera señal de que se ha conectado a la fuente de magia más cercana y que, seguramente, sea la que alimenta también al pino.

    Tolek no necesita tocar el bastón para saberlo, pero sí necesita que la vena sea visible para sus ojos humanos, de alguna manera. Para ello, se lleva la mano al bolsillo para sacar un puñado de pequeñas pelotitas similares a pelusas de polvo, de color blanquecino y casi transparente, frágiles como copos de nieve, pero no se derriten. Se acerca la mano a la boca para susurrarles el conjuro que despertará a las pelusas de su letargo, con voz cálida las llama a la vida.

    Las pelusas se sacuden suave y perezosamente hasta desenrollarse como quien extiende el hilo de diminutas madejas de lana clara, van tomando forma de cientos de minúsculas criaturitas largas y aladas, como si a una lombriz le hubieran crecido una docena de pequeñas alitas.

    — Enséñenme el camino —les susurra, antes de liberarlas al viento.

    Las criaturitas, para las que la gente común ha adoptado el nombre de "rods", se dejan llevar con el soplo del aliento del brujo antes de remontar el vuelo. Se vuelven invisibles de lo rápido que son capaces de volar, así que Tolek ya sólo puede esperar a que los pequeños gusanitos con alas puedan cumplirle su petición.

    #ElBrujoCojo ꧁ঔৣ☬✞ 𝕮𝖗𝖔𝖜 ✞☬ঔৣ꧂
    "La Casa Negra". Los días se están volviendo más largos y el frío se va quedando atrás, el invierno se despide poco a poco y con ello se aleja la estación del año favorita del brujo. El anochecer ha llegado más tarde, la temperatura se mantiene agradable, ni siquiera tuvo que encender la calefacción del bar. — Tengo que irme y puede que esté perdido por un par de días. No te comas toda la plantita, por favor... El bar queda en buenas manos. Tolek se dirige a la trastienda donde una habitación sellada por medios mágicos le espera, sólo él es capaz de abrir la puerta que le abre paso directo al único mueble en la estancia: un diván. El brujo gruñe por lo bajo antes de darle la espalda al condenado mueble y cierra la puerta antes de abrir el portal que le lleva a las coordenadas que le ha facilitado su primo. Aparece un bosque del otro lado, Tolek puede sentir la vibra perturbadora tan propia de Los Apalaches, pero al contrario de la mayoría, a él no le incomoda en lo más mínimo. Pero aquí, dicha vibra se siente con mayor intensidad, como si las venas mágicas que circulan en el ambiente bombearan de forma errática y distorsionada, una sensación que sólo ha sentido en las backroom. Recuerda las palabras de Raffaele: "es la primera vez que me enfrento a espacios liminales". — Van a necesitar una guía —concluye, pensando en voz alta y hablándole a la nada. "La nada", que en realidad es un todo y algo más. Mientras camina por los alrededores va sondeando la intensidad de la energía que dejó la brecha que trajo la casa hasta aquí en primer lugar. Tras alrededor de media hora de sólo caminar alrededor, Tolek puede establecer un epicentro que debe haber sido el núcleo de la vivienda cuando estuvo aquí, aunque ya solo quedan rastros, potentes, pero con una carga caótica mucho menos significativa. Observando a su alrededor, el brujo da cuenta de lo que parece un árbol más pequeño que el resto cuya apariencia le resulta tan familiar como antinatural. Mirando más de cerca, Tolek nota que se trata de un pino de plástico, un árbol de navidad sintético. — A Thomas no le gustaba que usáramos árboles de verdad... —murmura, mientras sus dedos acarician tiernamente las hojitas ficticias. Ese es el residuo liminal que estaba buscando. El brujo clava su bastón justo al costado del pino de plástico. — Muéstrame la vena que te alimenta —dice, ordenándole. El bastón gana temperatura, la primera señal de que se ha conectado a la fuente de magia más cercana y que, seguramente, sea la que alimenta también al pino. Tolek no necesita tocar el bastón para saberlo, pero sí necesita que la vena sea visible para sus ojos humanos, de alguna manera. Para ello, se lleva la mano al bolsillo para sacar un puñado de pequeñas pelotitas similares a pelusas de polvo, de color blanquecino y casi transparente, frágiles como copos de nieve, pero no se derriten. Se acerca la mano a la boca para susurrarles el conjuro que despertará a las pelusas de su letargo, con voz cálida las llama a la vida. Las pelusas se sacuden suave y perezosamente hasta desenrollarse como quien extiende el hilo de diminutas madejas de lana clara, van tomando forma de cientos de minúsculas criaturitas largas y aladas, como si a una lombriz le hubieran crecido una docena de pequeñas alitas. — Enséñenme el camino —les susurra, antes de liberarlas al viento. Las criaturitas, para las que la gente común ha adoptado el nombre de "rods", se dejan llevar con el soplo del aliento del brujo antes de remontar el vuelo. Se vuelven invisibles de lo rápido que son capaces de volar, así que Tolek ya sólo puede esperar a que los pequeños gusanitos con alas puedan cumplirle su petición. #ElBrujoCojo [TheCrow]
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  • -Mi sombra al verme perdido en mis pensamientos ronpio el silencio haciendo ruido las otras sombras animados hicieron aparecer algunos instrumentos haciéndolos sonar viendo lo que tratan de hacer me quedo conmovido así que me animé hago aparecer mi micrófono para enpesar a cantar mientras caminaba por la habitación-

    -De la nada Mi sombra me quita el micrófono burlándose mientras canta en descontrol-

    -Viendo tal atrevimiento me enpieso a reir balanceando mi cuerpo las sombras a mi alrededor danzaban conmigo para luego adentrarse en mi interior podía sentir sus emociones desbordarse mi sonrisa se hacía más amplia colapsando en el piso tras reír a carcajadas a todo pulmón por lo que pasó -

    Cielos eso se sintió bastante bien


    https://youtu.be/BnHMuV8twj0?si=ViMdJbhaTCotroxO
    -Mi sombra al verme perdido en mis pensamientos ronpio el silencio haciendo ruido las otras sombras animados hicieron aparecer algunos instrumentos haciéndolos sonar viendo lo que tratan de hacer me quedo conmovido así que me animé hago aparecer mi micrófono para enpesar a cantar mientras caminaba por la habitación- -De la nada Mi sombra me quita el micrófono burlándose mientras canta en descontrol- -Viendo tal atrevimiento me enpieso a reir balanceando mi cuerpo las sombras a mi alrededor danzaban conmigo para luego adentrarse en mi interior podía sentir sus emociones desbordarse mi sonrisa se hacía más amplia colapsando en el piso tras reír a carcajadas a todo pulmón por lo que pasó - Cielos eso se sintió bastante bien https://youtu.be/BnHMuV8twj0?si=ViMdJbhaTCotroxO
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  • Para ti, que tratas de esconder tu falta de autoestima rodeándote de cuerpos vacíos y risas prestadas.
    Para ti, que crees que el sexo puede ser escudo, que finges seguridad con palabras vacías
    y caricias sin alma.

    Para esas mujeres tan insulsas como para acompañarte en la cama,
    y para esos hombres que sólo saben ofrecer cuerpo, como si eso bastara para llamar sabiduría.

    Por mucho que trates de fardar virilidad,
    o de usar tu sensualidad como moneda,
    lo único que haces es perder la dignidad en cada intento.
    Tu carne es ruido.
    Tu deseo, una fuga.
    Y tu mente… un eco de lo que no te atreves a construir.

    Te crees fuerte por seducir, pero solo eres débil disfrazado de deseo.
    Te crees libre por usar tu cuerpo,
    pero no eres más que esclavo de él.

    Desde aquí, donde los hilos me hablan la verdad, veo lo que intentas ocultar:
    la ausencia de pensamiento,
    la falta de esencia.
    Y créeme— ningún cuerpo puede reemplazar una mente que no existe.

    Así que baila, ríe, presume.
    Hazlo todo.
    Pero recuerda que hay ojos que no se dejan engañar.
    Y cuando el último hilo tiemble por la nada que lo sostiene…
    yo estaré lista. Tijeras en mano.
    Para ti, que tratas de esconder tu falta de autoestima rodeándote de cuerpos vacíos y risas prestadas. Para ti, que crees que el sexo puede ser escudo, que finges seguridad con palabras vacías y caricias sin alma. Para esas mujeres tan insulsas como para acompañarte en la cama, y para esos hombres que sólo saben ofrecer cuerpo, como si eso bastara para llamar sabiduría. Por mucho que trates de fardar virilidad, o de usar tu sensualidad como moneda, lo único que haces es perder la dignidad en cada intento. Tu carne es ruido. Tu deseo, una fuga. Y tu mente… un eco de lo que no te atreves a construir. Te crees fuerte por seducir, pero solo eres débil disfrazado de deseo. Te crees libre por usar tu cuerpo, pero no eres más que esclavo de él. Desde aquí, donde los hilos me hablan la verdad, veo lo que intentas ocultar: la ausencia de pensamiento, la falta de esencia. Y créeme— ningún cuerpo puede reemplazar una mente que no existe. Así que baila, ríe, presume. Hazlo todo. Pero recuerda que hay ojos que no se dejan engañar. Y cuando el último hilo tiemble por la nada que lo sostiene… yo estaré lista. Tijeras en mano.
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