• ¿Qué puedo hacer yo para combatir la soledad?
    ¿Quién puede acompañarme en ese confortable silencio?
    ¿Quién podría apagar mis pensamientos y llenarme de comodidad y gusto?

    Cómo siempre en estás largas noches solo me tengo a mi misma, en fin.

    ¿Qué puedo hacer yo para combatir la soledad? ¿Quién puede acompañarme en ese confortable silencio? ¿Quién podría apagar mis pensamientos y llenarme de comodidad y gusto? Cómo siempre en estás largas noches solo me tengo a mi misma, en fin. 🌙
    Me entristece
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  • Estoy podrida.
    Pero se siente tan bien, que a veces no me importa...por mucho que sepa que está mal quien soy, que pensamientos tengo y lo que soy capaz de hacer.
    Pero aún así
    ¿Me querrás de todas formas?
    Estoy podrida. Pero se siente tan bien, que a veces no me importa...por mucho que sepa que está mal quien soy, que pensamientos tengo y lo que soy capaz de hacer. Pero aún así ¿Me querrás de todas formas?
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  • Carmina caminaba por las calles con una expresión que bien podría haber derretido una capa de hielo, pero lo único que amenazaba con derretirse era ella misma. El viento cortante se colaba por los rincones de su abrigo, y cada paso que daba era una batalla contra el frío.

    "Esto es una locura. ¿Por qué diablos vivo en un lugar donde el clima parece tener una relación personal con el invierno?" murmuraba para sí misma, apretando los dientes mientras abrazaba su chaleco con más fuerza. Cada bocanada de aire helado le congelaba la cara, y las puntas de sus dedos parecían ser un bloque de hielo que no se derretiría hasta el próximo siglo.

    Cuando pasó frente a una tienda de ropa, un impulso irrefrenable la hizo detenerse. ¿Una bufanda más? pensó. Claro, eso solucionará todos mis problemas. Y un par de guantes que no me hagan parecer un muñeco de nieve.

    A pesar de su furia interna, entró en la tienda, solo para ser recibida por un extraño tipo que le ofreció una bufanda de colores brillantes. "¡Es el último modelo! Totalmente de moda y mantiene el calor como ningún otro", dijo el vendedor con una sonrisa que parecía sacada de un catálogo de invierno feliz.

    Carmina lo miró, su ceño fruncido más pronunciado que nunca. "Escucha, amigo," dijo con voz grave y directa, "lo único que quiero es no sentir que mis huesos se están fracturando bajo la capa de hielo que el viento me está echando. No me importa la moda, solo busco algo que no me haga pensar que estoy congelando mi alma."

    El vendedor, claramente impresionado por su sinceridad, la observó mientras elegía una bufanda más sobria. "Entendido. Lo suyo es la funcionalidad, no el glamour," dijo, y se alejó, dejando a Carmina con una nueva pieza de lana que tenía todo el potencial de salvarla del invierno... o al menos eso esperaba.

    Cuando salió de la tienda, Carmina se envolvió en la bufanda, la cual, milagrosamente, parecía cumplir su propósito. Pero su rostro seguía tan enfadado como siempre. "Esto no es suficiente. El frío no se va a rendir solo porque me ponga ropa más abrigada. Necesito una solución, y no, no hablo de comprar más cosas."

    Justo cuando pensaba que su día no podría empeorar, el viento lanzó una ráfaga tan fuerte que su bufanda, por un breve segundo, se deshizo. "¡Ah, no!" gritó, mirando cómo su bufanda volaba como un cometa fuera de control.

    A regañadientes, Carmina comenzó a correr tras ella, lanzando maldiciones por cada paso que daba. Cuando finalmente atrapó la bufanda, se detuvo, respirando pesadamente, mirando el cielo como si estuviera esperando una señal de los dioses para que al menos el frío tuviera piedad de ella.

    "Debería haberme quedado en casa," dijo mientras se ajustaba la bufanda y comenzaba a caminar hacia su destino, resignada a que este invierno no la iba a ganar. "Pero, por lo menos, esta bufanda es bastante decente."
    Carmina caminaba por las calles con una expresión que bien podría haber derretido una capa de hielo, pero lo único que amenazaba con derretirse era ella misma. El viento cortante se colaba por los rincones de su abrigo, y cada paso que daba era una batalla contra el frío. "Esto es una locura. ¿Por qué diablos vivo en un lugar donde el clima parece tener una relación personal con el invierno?" murmuraba para sí misma, apretando los dientes mientras abrazaba su chaleco con más fuerza. Cada bocanada de aire helado le congelaba la cara, y las puntas de sus dedos parecían ser un bloque de hielo que no se derretiría hasta el próximo siglo. Cuando pasó frente a una tienda de ropa, un impulso irrefrenable la hizo detenerse. ¿Una bufanda más? pensó. Claro, eso solucionará todos mis problemas. Y un par de guantes que no me hagan parecer un muñeco de nieve. A pesar de su furia interna, entró en la tienda, solo para ser recibida por un extraño tipo que le ofreció una bufanda de colores brillantes. "¡Es el último modelo! Totalmente de moda y mantiene el calor como ningún otro", dijo el vendedor con una sonrisa que parecía sacada de un catálogo de invierno feliz. Carmina lo miró, su ceño fruncido más pronunciado que nunca. "Escucha, amigo," dijo con voz grave y directa, "lo único que quiero es no sentir que mis huesos se están fracturando bajo la capa de hielo que el viento me está echando. No me importa la moda, solo busco algo que no me haga pensar que estoy congelando mi alma." El vendedor, claramente impresionado por su sinceridad, la observó mientras elegía una bufanda más sobria. "Entendido. Lo suyo es la funcionalidad, no el glamour," dijo, y se alejó, dejando a Carmina con una nueva pieza de lana que tenía todo el potencial de salvarla del invierno... o al menos eso esperaba. Cuando salió de la tienda, Carmina se envolvió en la bufanda, la cual, milagrosamente, parecía cumplir su propósito. Pero su rostro seguía tan enfadado como siempre. "Esto no es suficiente. El frío no se va a rendir solo porque me ponga ropa más abrigada. Necesito una solución, y no, no hablo de comprar más cosas." Justo cuando pensaba que su día no podría empeorar, el viento lanzó una ráfaga tan fuerte que su bufanda, por un breve segundo, se deshizo. "¡Ah, no!" gritó, mirando cómo su bufanda volaba como un cometa fuera de control. A regañadientes, Carmina comenzó a correr tras ella, lanzando maldiciones por cada paso que daba. Cuando finalmente atrapó la bufanda, se detuvo, respirando pesadamente, mirando el cielo como si estuviera esperando una señal de los dioses para que al menos el frío tuviera piedad de ella. "Debería haberme quedado en casa," dijo mientras se ajustaba la bufanda y comenzaba a caminar hacia su destino, resignada a que este invierno no la iba a ganar. "Pero, por lo menos, esta bufanda es bastante decente."
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Qué bien te queda el adorno, "Samantha" -dice, burlón, solo por el placer de molestar a su hermano-
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  • Eso de que lo usen como Squishy toy es raro, pero, curiosamente, no le molesta si se trata de su esposo, es un gusto culposo.
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  • Aventura de hermanos... parte 1
    Categoría Aventura
    La noche había caído en el reino Fae y con ella la luna brillaba majestuosamente en cielo y Alexa se encontraba en las afueras de los terrenos Selene, mas específicamente en la lejanía de la mansión entre los arboles donde todos los Selene eran sepultados. Habían pasado ya un par de días tras la conversación con su hermano y los ataques del pasado donde lloro hasta quedarse dormida en los aposentos de Daniel.

    Alexa llevaba ropa oscura que cubría su cabello y rostro, enmascarando ligeramente su identidad, algo prácticamente imposible pues el aura y poder de los Selene era inconfundible, en esta ocasión no iría solo ella sino tambien su inexperto hermanito al cual había prometido darle respuesta y contarle todos los misterios que englobaban a la familia Selene y a los hijos de la luna.

    Seria una aventura divertida un viaje de no mas de 6 días a la biblioteca sagrada, la cual cuidaba su familia y resguardaba todos los secretos del reino mágico, pasarían por lugares no aptos para un noble como lo eran ellos por lo cual había dejado una nota que decía exactamente la lista de cosas que debía llevar, donde la vería y un regalo de parte de sus padres, su primer investidura de "soldado" o en este caso el traje de "acecino" que usaban solo los hijos de la luna de alto nivel, ya le contaría el significado de todo esto a su hermano y porque estas eran las prendas adecuadas para este momento, aquel viaje serviría para ayudar a Daniel y para resolver por fin todas las dudas de Alexa.

    -Porque tarda tanto... Cuanto tiempo puede tomar hacer una maleta y cambiarse...

    Estaba nerviosa, había pedido permiso a su padres para llevar a Daniel en esta alocada misión de investigación, ella era un soldado entrenado, llevar a alguien tan inexperto la asustaba, sobre todo porque era su hermanito, pero confiaría en el.

    -Ya no es un niño Alexandra recuérdalo Esto es bueno para el... Sera divertido...


    ||Rol con Daniel Selene
    La noche había caído en el reino Fae y con ella la luna brillaba majestuosamente en cielo y Alexa se encontraba en las afueras de los terrenos Selene, mas específicamente en la lejanía de la mansión entre los arboles donde todos los Selene eran sepultados. Habían pasado ya un par de días tras la conversación con su hermano y los ataques del pasado donde lloro hasta quedarse dormida en los aposentos de Daniel. Alexa llevaba ropa oscura que cubría su cabello y rostro, enmascarando ligeramente su identidad, algo prácticamente imposible pues el aura y poder de los Selene era inconfundible, en esta ocasión no iría solo ella sino tambien su inexperto hermanito al cual había prometido darle respuesta y contarle todos los misterios que englobaban a la familia Selene y a los hijos de la luna. Seria una aventura divertida un viaje de no mas de 6 días a la biblioteca sagrada, la cual cuidaba su familia y resguardaba todos los secretos del reino mágico, pasarían por lugares no aptos para un noble como lo eran ellos por lo cual había dejado una nota que decía exactamente la lista de cosas que debía llevar, donde la vería y un regalo de parte de sus padres, su primer investidura de "soldado" o en este caso el traje de "acecino" que usaban solo los hijos de la luna de alto nivel, ya le contaría el significado de todo esto a su hermano y porque estas eran las prendas adecuadas para este momento, aquel viaje serviría para ayudar a Daniel y para resolver por fin todas las dudas de Alexa. -Porque tarda tanto... Cuanto tiempo puede tomar hacer una maleta y cambiarse... Estaba nerviosa, había pedido permiso a su padres para llevar a Daniel en esta alocada misión de investigación, ella era un soldado entrenado, llevar a alguien tan inexperto la asustaba, sobre todo porque era su hermanito, pero confiaría en el. -Ya no es un niño Alexandra recuérdalo Esto es bueno para el... Sera divertido... ||Rol con [Hijo_de_la_luna]
    Tipo
    Individual
    Líneas
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    Estado
    Disponible
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  • En un inicio, P empezó luchando contra otras marionetas, fuesen más grandes o pequeñas que él. Todas perdían aceite con cada ataque, quizás algún que otro engranaje. Algo con lo que él más o menos estaba familiarizado al ser igual.

    Pero... la primera vez que se enfrentó a un humano no hubo aceite de color negro, ni hubo engranajes, ni tornillos, ni tuercas... hubo sangre, color rojo, hubo quejidos de dolor, hubo carne y el crujir de algunos huesos.

    Era la primera vez viendo sangre y, aún así, algo dentro suyo le dijo que fue grave. Matar a un humano no era lo mismo que aniquilar a una marioneta o un monstruo. Era diferente de alguna forma. Sus ojos se quedaron clavados en su diestra, manchada de sangre casi tanto como su ropa y rostro. Terminó con una vida humana.

    Estaba mal, lo sabía porque conocía las reglas. Una marioneta jamás debe dañar a una persona. Pero él lo hizo. Él podía hacerlo. No lo pensó dos veces. ¿Era malo por eso? Si tuvo que eliminar a esa persona por necesidad, por no tener más opción, ¿eso en qué lo convertía?

    Esa pregunta poco a poco empezó a quedar en un rincón olvidado entre sus pensamientos a medida que continuó con las batallas, mientras más humanos se enfrentaban a él y más sangre manchaba su ropa.
    En un inicio, P empezó luchando contra otras marionetas, fuesen más grandes o pequeñas que él. Todas perdían aceite con cada ataque, quizás algún que otro engranaje. Algo con lo que él más o menos estaba familiarizado al ser igual. Pero... la primera vez que se enfrentó a un humano no hubo aceite de color negro, ni hubo engranajes, ni tornillos, ni tuercas... hubo sangre, color rojo, hubo quejidos de dolor, hubo carne y el crujir de algunos huesos. Era la primera vez viendo sangre y, aún así, algo dentro suyo le dijo que fue grave. Matar a un humano no era lo mismo que aniquilar a una marioneta o un monstruo. Era diferente de alguna forma. Sus ojos se quedaron clavados en su diestra, manchada de sangre casi tanto como su ropa y rostro. Terminó con una vida humana. Estaba mal, lo sabía porque conocía las reglas. Una marioneta jamás debe dañar a una persona. Pero él lo hizo. Él podía hacerlo. No lo pensó dos veces. ¿Era malo por eso? Si tuvo que eliminar a esa persona por necesidad, por no tener más opción, ¿eso en qué lo convertía? Esa pregunta poco a poco empezó a quedar en un rincón olvidado entre sus pensamientos a medida que continuó con las batallas, mientras más humanos se enfrentaban a él y más sangre manchaba su ropa.
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  • Mejor dejo mis pensamientos, a un lado no soy dinos para mí aún. Aunque debes en cuando lo tenga , los meteré en un baur con candaro bajo muchas llaves.
    Mejor dejo mis pensamientos, a un lado no soy dinos para mí aún. Aunque debes en cuando lo tenga , los meteré en un baur con candaro bajo muchas llaves.
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  • Reino de Lys, capítulo #3, apéndice #1: Nuestros héroes.

    Un gran imperio no sería nada sin sus grandes héroes. A lo largo y ancho de nuestra nación solía haber doce grandes estatuas puestas en pares, resguardando las seis puertas que guían al interior de nuestra gloriosa nación; Los doce paladines, épicos caballeros de los que se sabe muy poco, pero que fueron aprendices del sabio que brindó la magia a nuestro emperador y que fueron los primeros en jurar proteger a nuestra tierra de los enemigos externos e internos. Doce héroes que no solo empuñaron la magia, regalo del Dios Aureus, sino que también fueron ángulos de la fé en este, esparciendo su palabra de paz, honor y misericordia a quienes desearan pertenecer a nuestro imperio. Estos eras sus nombres:

    Sir Roland, el caballero león
    Sir Rhobar, el santo de la espada
    Sir Astolfo, el hermoso doncel
    Sir Ruggiero, el escudo de la fé
    Sir Samson, el verdugo de herejes
    Sir Alexandre, el rey de hierro
    Sir Thorfinn, el señor del norte
    Sir Ivoire, el caballero de la caridad
    Sir Raphael, el jinete del oeste
    Sir Bradamante, la reina de las hadas
    Sir Jeanne, La santa doncella
    Sir Cecil, el guerrero lunar

    Cada uno de estos héroes tuvieron su epopeya personal, pero todos tenían algo en común; un amor incondicional por el reino de Lys y la meta de guiar al emperador Charlemagne a convertirlo en el gran imperio en que se convertiría eventualmente. Leyendas dicen que estos guerreros sagrados algún día regresarán, comandados por su rey en persona y bajo la tutela del sabio el día que el tamboril sagrado suene bajo la mano de un treceavo paladín... Oh, si solo hubiera sido real la leyenda, tal vez se habría evitado el desastre que cayó sobre el Imperio D'Lys...
    Reino de Lys, capítulo #3, apéndice #1: Nuestros héroes. Un gran imperio no sería nada sin sus grandes héroes. A lo largo y ancho de nuestra nación solía haber doce grandes estatuas puestas en pares, resguardando las seis puertas que guían al interior de nuestra gloriosa nación; Los doce paladines, épicos caballeros de los que se sabe muy poco, pero que fueron aprendices del sabio que brindó la magia a nuestro emperador y que fueron los primeros en jurar proteger a nuestra tierra de los enemigos externos e internos. Doce héroes que no solo empuñaron la magia, regalo del Dios Aureus, sino que también fueron ángulos de la fé en este, esparciendo su palabra de paz, honor y misericordia a quienes desearan pertenecer a nuestro imperio. Estos eras sus nombres: Sir Roland, el caballero león Sir Rhobar, el santo de la espada Sir Astolfo, el hermoso doncel Sir Ruggiero, el escudo de la fé Sir Samson, el verdugo de herejes Sir Alexandre, el rey de hierro Sir Thorfinn, el señor del norte Sir Ivoire, el caballero de la caridad Sir Raphael, el jinete del oeste Sir Bradamante, la reina de las hadas Sir Jeanne, La santa doncella Sir Cecil, el guerrero lunar Cada uno de estos héroes tuvieron su epopeya personal, pero todos tenían algo en común; un amor incondicional por el reino de Lys y la meta de guiar al emperador Charlemagne a convertirlo en el gran imperio en que se convertiría eventualmente. Leyendas dicen que estos guerreros sagrados algún día regresarán, comandados por su rey en persona y bajo la tutela del sabio el día que el tamboril sagrado suene bajo la mano de un treceavo paladín... Oh, si solo hubiera sido real la leyenda, tal vez se habría evitado el desastre que cayó sobre el Imperio D'Lys...
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  • *tomando su cuaderno de notas comienza a anotar otro de sus típicos pensamientos erráticos*

    Nunca cambien, por buscar ser aceptados por otro a la larga se destruyen ustedes mismos y este no tendrá nada de piedad con ustedes al darles una patada cuando no cumplan con sus retorcidas expectativas.
    *tomando su cuaderno de notas comienza a anotar otro de sus típicos pensamientos erráticos* Nunca cambien, por buscar ser aceptados por otro a la larga se destruyen ustedes mismos y este no tendrá nada de piedad con ustedes al darles una patada cuando no cumplan con sus retorcidas expectativas.
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