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    Mi niña guapísima ♡
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  • Niño... Detente... Ni siquiera la niña que me mato era tan molesta...

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  • ⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄ ᩭᘏᗢ

    "危険は様々な形をとると彼らは言う…
    彼女は彼を絹と深紅の花びらで飾る。
    彼女の美しさは時を超越し、
    彼女の気まぐれはあなたの運命を決定づけ、
    無謀な者への導き手となる。
    彼女は燃える所に君臨する。
    彼女を慕う心は捧げ物となり、
    彼女を呼び求める魂は伝説となる。"

    "ᴰᶦᶜᵉⁿ ᑫᵘᵉ ᵉˡ ᵖᵉˡᶦᵍʳᵒ ᵃᵈᵒᵖᵗᵃ ᵈᶦᶠᵉʳᵉⁿᵗᵉˢ ᶠᵒʳᵐᵃˢ...
    ᴱˡˡᵃ ˡᵒ ᵛᶦˢᵗᵉ ᵉⁿ ˢᵉᵈᵃ ʸ ᵖᵉ́ᵗᵃˡᵒˢ ᶜᵃʳᵐᵉˢᶦ́.
    ˢᵘ ᵇᵉˡˡᵉᶻᵃ ᵈᵉˢᵃᶠᶦ́ᵃ ᵉˡ ᵗᶦᵉᵐᵖᵒ,
    ˢᵘ ᵃⁿᵗᵒʲᵒ ᵗᵘ ᵈᵉˢᵗᶦⁿᵒ,
    ᴳᵘᶦ́ᵃ ᵈᵉ ˡᵒˢ ᶦᵐᵖʳᵘᵈᵉⁿᵗᵉˢ.
    ᴿᵉᶦⁿᵃ ᵉⁿ ᵈᵒ́ⁿᵈᵉ ᵃʳᵈᵉ.
    ᴱˡ ᶜᵒʳᵃᶻᵒ́ⁿ ᑫᵘᵉ ˡᵃ ᵈᵉˢᵉᵃ ˢᵉ ᵛᵘᵉˡᵛᵉ ᵒᶠʳᵉⁿᵈᵃ,
    ʸ ᵉˡ ᵃˡᵐᵃ ᑫᵘᵉ ˡᵃ ᶦⁿᵛᵒᶜᵃ, ˡᵉʸᵉⁿᵈᵃ."



    ─────────────────────────────────────
    {Busco roles nuevos♥, además de los ya existentes claro, realmente me gustaría darle nuevos vínculos a la "niña" ya sean temporales o permanentes, que el sitio anda quietito :c
    Mi DM está abierto, así que ¡interesadxs sean bienvenidxs!}
    ⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄ ᩭᘏᗢ "危険は様々な形をとると彼らは言う… 彼女は彼を絹と深紅の花びらで飾る。 彼女の美しさは時を超越し、 彼女の気まぐれはあなたの運命を決定づけ、 無謀な者への導き手となる。 彼女は燃える所に君臨する。 彼女を慕う心は捧げ物となり、 彼女を呼び求める魂は伝説となる。" "ᴰᶦᶜᵉⁿ ᑫᵘᵉ ᵉˡ ᵖᵉˡᶦᵍʳᵒ ᵃᵈᵒᵖᵗᵃ ᵈᶦᶠᵉʳᵉⁿᵗᵉˢ ᶠᵒʳᵐᵃˢ... ᴱˡˡᵃ ˡᵒ ᵛᶦˢᵗᵉ ᵉⁿ ˢᵉᵈᵃ ʸ ᵖᵉ́ᵗᵃˡᵒˢ ᶜᵃʳᵐᵉˢᶦ́. ˢᵘ ᵇᵉˡˡᵉᶻᵃ ᵈᵉˢᵃᶠᶦ́ᵃ ᵉˡ ᵗᶦᵉᵐᵖᵒ, ˢᵘ ᵃⁿᵗᵒʲᵒ ᵗᵘ ᵈᵉˢᵗᶦⁿᵒ, ᴳᵘᶦ́ᵃ ᵈᵉ ˡᵒˢ ᶦᵐᵖʳᵘᵈᵉⁿᵗᵉˢ. ᴿᵉᶦⁿᵃ ᵉⁿ ᵈᵒ́ⁿᵈᵉ ᵃʳᵈᵉ. ᴱˡ ᶜᵒʳᵃᶻᵒ́ⁿ ᑫᵘᵉ ˡᵃ ᵈᵉˢᵉᵃ ˢᵉ ᵛᵘᵉˡᵛᵉ ᵒᶠʳᵉⁿᵈᵃ, ʸ ᵉˡ ᵃˡᵐᵃ ᑫᵘᵉ ˡᵃ ᶦⁿᵛᵒᶜᵃ, ˡᵉʸᵉⁿᵈᵃ." ───────────────────────────────────── {Busco roles nuevos♥, además de los ya existentes claro, realmente me gustaría darle nuevos vínculos a la "niña" ya sean temporales o permanentes, que el sitio anda quietito :c Mi DM está abierto, así que ¡interesadxs sean bienvenidxs!}
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  • ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores.

    "Dónde cesa el dolor"

    Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento.

    Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela.

    Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar.

    Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna.

    Fue entonces cuando Cillian llegó.

    No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella.

    "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era.

    La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito.

    Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito.

    Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería.

    "¿Vas a llevarme lejos?"

    Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche.

    Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya.

    "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más."

    Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto.

    Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás.

    "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz."

    La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera.

    Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo.

    Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento.

    "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir."

    Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones.

    Y entonces, se fueron.

    La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
    ATENCION: Contenido sensible. No apto paro todos los lectores. "Dónde cesa el dolor" Bajo la tenue luz de una lámpara de bombilla desnuda, la sombra de Elisa se proyectaba, temblorosa, contra la pared desconchada de su habitación. Tenía once años, y el miedo era la única compañía que reconocía desde que tenía uso de razón. Fuera, tras la delgada puerta de madera, resonaban los pasos pesados de su padre. Cada talonazo contra el suelo de cemento era el redoble de un tambor que anunciaba una nueva sesión de tormento. Esa noche, la furia del hombre había sido peor que de costumbre. La culpa fue un plato de sopa derramado, un accidente infantil que para él fue una afrenta imperdonable. Los golpes, primero puños cerrados, luego las patas de una silla, llovieron sobre su frágil cuerpo con una metódica crueldad. Elisa ya no lloraba. Había aprendido que las lágrimas avivaban la ira, no la apagaban. Se encogió, como un animalito herido, intentando que su mente se fugara lejos de allí, a un campo de flores que una vez vio en un libro de la escuela. Pero el cuerpo tiene un límite. Un último e injusto golpe en la cabeza, seco y sordo, apagó la luz de sus ojos. Ya no sintió el dolor. Solo una frialdad repentina que trepó por sus extremidades. Y entonces, dejó de respirar. Su pequeña forma yacía inmóvil en el suelo, un cuadro de una tragedia doméstica y silenciosa. Pero Elisa no estaba allí. O sí, pero ya no en ese cuerpo roto. Flotaba, ingrávida, observando la escena con una tranquilidad que nunca antes había conocido. No había miedo. No había tristeza. Solo una paz vasta y profunda, como un océano en calma después de una tormenta eterna. Fue entonces cuando Cillian llegó. No entró por la puerta. Simplemente estaba allí. No era un espectro con capa y guadaña, ni una figura esquelética y terrorífica. Se manifestó como una silueta serena, envuelta en una penumbra que no era oscuridad, sino la ausencia total de luz y ruido. No tenía rostro definido, pero Elisa sintió una atención inmensa y antigua posarse sobre ella. "¿Eres... el final?" preguntó la voz de Elisa, que ya no salía de sus labios, sino de la esencia misma de lo que ahora era. La figura se inclinó ligeramente. Su voz no era un sonido, sino un concepto que se implantó directamente en la conciencia de la niña. Era suave como la seda y firme como el granito. Soy el fin del dolor, Elisa. Soy el silencio después del grito. Una oleada de alivio, tan intensa que casi era tangible, inundó a la niña. Por primera vez en su vida, alguien —o algo— hablaba con una verdad que no hería. "¿Vas a llevarme lejos?" Sí. A un lugar donde los golpes no existen. Donde las voces no gritan. Donde el miedo se disuelve como el azúcar en la leche. Elisa miró hacia su cuerpo, pequeño y quebrado en el suelo. No sentía apego por él. Era la cárcel de la que por fin escapaba. Sintió lástima por la criatura que había estado atrapada allí dentro, pero no era ella ya. "Estoy lista", susurró su esencia. "Por favor, llévame. No quiero volver. Nunca más." Cillian extendió lo que podría ser una mano, una elongación de la penumbra. Elisa, sin vacilar, se acercó. No había frío en ese contacto, sino una neutralidad perfecta, el equilibrio absoluto. Tu vida fue corta y llena de sombras, prosiguió la voz en su mente. Lo siento. No es justo. Pero el viaje ha terminado. Descansarás. "¿Habrá luz?" preguntó Elisa, con un atisbo de la curiosidad infantil que la violencia nunca logró arrebatarle del todo. "En los libros... siempre hablan de una luz." La figura pareció contemplarla. Para ti, sí. Porque es lo que anhelas. Para otros, es la quietud de un bosque, el abrazo de un ser querido, o simplemente... el sueño eterno. Tú mereces la luz, pequeña guerrera. Elisa sintió cómo su esencia comenzaba a desprenderse por completo de la habitación, del olor a alcohol y enfado, del sonido de los ronquidos que ahora emanaban del salón. La figura de la Muerte la envolvía, no como un verdugo, sino como la nodriza más gentil, la madre que nunca tuvo. Miró hacia atrás por última vez. Vio su cuerpo, ya solo un cascarón vacío, y supo que la justicia en ese mundo era un concepto falaz. Pero la justicia de lo que venía después era perfecta. Era la cesación de todo sufrimiento. "Gracias", dijo Elisa, y fueron las palabras más sinceras que jamás había pronunciado. "Gracias por venir." Cillian no respondió con palabras. Solo transmitió una emoción: una aceptación infinita, un "de nada" que abarcaba eones. Y entonces, se fueron. La habitación quedó en silencio, solo roto por el tic-tac de un reloj viejo. El cuerpo de Elisa estaba en paz, pero la paz verdadera, la que ella anhelaba, no estaba en esa casa. Se la llevaba consigo, de la mano de la única entidad que, en toda su corta y difícil vida, le había ofrecido consuelo y una promesa de quietud. Por fin, por fin, se iba a un lugar donde nadie podría volver a hacerle daño. Y esa partida no era una tragedia, sino la bienvenida a un merecido y eterno descanso.
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  • -adoro tener forma fisica es divertido interactuar con humanos y otras razas, pero lo mejor de todo, POR FIN PUEDO DISFRUTAR LOS POSTRES!- como una niña pequeña tomo un bocado de su cakeroll sonriendo cual infante en jugueteria
    -adoro tener forma fisica es divertido interactuar con humanos y otras razas, pero lo mejor de todo, POR FIN PUEDO DISFRUTAR LOS POSTRES!- como una niña pequeña tomo un bocado de su cakeroll sonriendo cual infante en jugueteria
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  • El Starter empieza dónde acaba el rol con Jenny Queen Orc de un resumen extraído de la cuenta baneada.

    https://ficrol.com/posts/310537?notify_id=comment_809905

    "Entran en conflicto el espacio y el tiempo"

    Aikaterine Ouro Tsukumo Sana Espacio

    El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza.
    Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel.

    Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde.
    Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil.

    Tú.
    Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva.
    Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica.
    Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación.

    Intento llamarte.
    Nada.
    Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido.
    Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo.
    El suelo —ese suelo que no existía— me traga.

    Caigo.

    Cuando abro los ojos, ya no hay habitación.
    Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo.
    Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes.
    Tus ojos se alzan y por primera vez me ves.

    Y en ese instante, el universo se queda quieto.
    No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir.
    Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma:

    —¿Eres… la muerte?
    El Starter empieza dónde acaba el rol con [queen_0] de un resumen extraído de la cuenta baneada. https://ficrol.com/posts/310537?notify_id=comment_809905 "Entran en conflicto el espacio y el tiempo" [Mercenary1x] [blaze_titanium_scorpion_916] El vacío no tiene temperatura. No hay frío, no hay calor. No hay nada que respirar, ni siquiera un pensamiento que suene dentro de mi cabeza. Solo silencio. Y una claridad tan absoluta que parece arrancarme las sombras de la piel. Camino… o creo que camino. No hay suelo, pero mis pasos suenan. No hay eco, pero algo responde. Y ahí está: una habitación diminuta en medio de la nada. Una puerta abierta hacia un sueño infantil. Tú. Una niña. Pequeña, luminosa, con ojos que contienen galaxias girando a la deriva. Tus manos sostienen una estrella como quien sostiene una canica. Soplas y nace una nebulosa. Ríes, y un cometa atraviesa la habitación. Intento llamarte. Nada. Mi voz muere en la garganta, porque aquí no hay aire, ni vibración, ni materia que transporte el sonido. Entonces grito sin voz, y mis labios se mueven en vano, hasta que me hundo. El suelo —ese suelo que no existía— me traga. Caigo. Cuando abro los ojos, ya no hay habitación. Solo el espacio. Infinito, vivo, latiendo. Y tú, ahí, sentada sobre el arco invisible de una órbita, moviendo planetas con la punta de los dedos, te detienes. Tus ojos se alzan y por primera vez me ves. Y en ese instante, el universo se queda quieto. No sé si respiro, no sé si sigo viva, no sé siquiera si esto es existir. Solo puedo mirarte, temblando, mientras una pregunta —la única que sobrevive dentro de mí— logra escapar de mi alma: —¿Eres… la muerte?
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  • Zwëihanherz Rising Sun
    Fandom Zwëihanherz: Rising Sun
    Categoría Otros
    "Nuestra historia comienza en la antigua Alejandría, Egipto. Nenet nace en el seno de una familia humilde, un regalo que llegó después de una profunda sombra. Tiempo atrás, sus padres ya habían perdido un hijo, y por un amargo momento, parecía que Nenet estaba destinada al mismo fin. Fue entonces cuando su padre se arrodilló y elevó su ruego a los cielos, a los dioses antiguos. Prometió dar y hacer lo que fuera necesario si le concedían el deseo de que su esposa diera a luz a su primogénita. Tras varios días de ayuno y súplica, el deseo fue concedido.
    ​Nació una niña con una particularidad sorprendente: su piel era tan oscura como un abismo sin fondo, un contraste absoluto con la luz del desierto. Sumado a esto, un par de marcas doradas sutiles se delineaban sobre sus brazos y espalda, como una escritura incomprensible. Pero la maravilla del nacimiento superó todo misterio. Se susurra que aquella noche, una sombra misteriosa, un visitante silencioso, le hizo una visita a la recién nacida, que dormía en paz sin percatarse de la entidad que la observaba.
    ​El tiempo no borró la diferencia. Nenet creció bajo la constante mirada de su comunidad, ganándose burlas y el acoso incesante de otros niños. Se aisló, haciendo de su pequeña habitación un santuario. Allí, los cuentos que su padre le leía cada noche se convirtieron en su única ventana. Aprendió a leer vorazmente, transformando su soledad en una devoción por la literatura y por el mundo exterior.
    ​Cerca de sus diecisiete años, esa devoción se convirtió en su más ferviente deseo: abandonar Alejandría para, finalmente, escribir su propia historia. Era de complexión delgada, su cabello negro cortado en un bob mediano enmarcaba un rostro de carácter indomable, con unos ojos delineados por una sutil curva que atraían la mirada y unos labios que, teñidos de un tono oscuro, hacían brillar cada sonrisa.
    ​Su vestimenta no era la de una reclusa, sino la de una guerrera en ciernes: un corset de batalla que dejaba los hombros y el abdomen a la vista, un pantalón de tela con un intrincado encaje de fuego que subía desde el tobillo hasta la cintura, y sandalias firmes. Las marcas doradas en su piel brillaban, un enigma que nadie había podido descifrar. La disciplina de combate le había otorgado un temple firme, pero su esencia era la de una chica amable, dulce, caritativa, siempre dispuesta a servir. Aunque el temor la rozaba, nunca dudaba en enfrentar el peligro para ayudar a quien lo necesitara.
    ​El Cairo: El Viaje Comienza
    ​En la vibrante y caótica Ciudad de El Cairo, a las 2:45 p.m., Nenet caminaba con su mochila al hombro. Los edificios se alzaban en una fila desigual y casi surrealista, una muralla de vida que la asombraba. El caos citadino era un torrente de movimiento y ruido, y ella lo observaba como una niña que conoce el mundo por primera vez, dando cada paso con la expectativa de un nuevo descubrimiento.
    ​Se detuvo en la esquina de la acera. Estaba acostumbrada a la curiosidad de los transeúntes, pero la multitud aquí era un organismo vivo. Al dar el tercer paso, fue empujada con una fuerza inesperada; el tráfico de gente era denso y ciego. Su mochila, la que contenía su bitácora de viaje, pasaporte y el dinero para la travesía, cayó de su hombro y fue inmediatamente engullida por el río humano.
    ​Quedó paralizada en medio de la acera, sintiendo un vacío helado. Los cláxones resonaron con estridente impaciencia, obligándola a correr para evitar el flujo de autos. Al llegar al otro lado, el tráfico seguía su curso indiferente, y la mochila había desaparecido. Se cruzó de brazos, la rabia contra su propia distracción mezclándose con una culpa punzante. No podía permitirse un error tan costoso; perder esa mochila era quedarse, literalmente, varada.
    ​Justo entonces, oyó unas risas. En la boca de un angosto callejón, un grupo de niños alardeaban de su nuevo botín. Su mochila estaba allí, a punto de ser abierta.
    ​— ¡Oigan, eso es mío! — gritó con ahínco, alzando las manos para hacerse visible.
    ​Esperó a que la luz de tráfico se pusiera en rojo y, como una flecha, se lanzó a la persecución. Desplegó una agilidad felina, concentrándose. Agudizó sus sentidos, logrando percibir el aroma de los pequeños corredores hasta la entrada de una casa abandonada, sucia y cubierta de polvo.
    ​Se adentró con pasos sigilosos, atenta a cualquier sonido. Escuchó el barullo en el patio trasero y se acercó a una ventana manchada para observarlos. Su plan no era solo recuperar sus cosas, sino darles un buen escarmiento. Localizó una vieja puerta de madera que conectaba al patio. La abrió con una lentitud dramática. El chirrido agónico del gozne llamó la atención de los niños, que se quedaron quietos, confusos.
    ​En ese instante de distracción, Nenet saltó al patio con una mirada deliberadamente macabra y exagerada. Su aparición fue tan repentina que los niños huyeron despavoridos, dejando todo su contenido regado por el suelo.
    ​Nenet suspiró, cerrando los ojos con frustración. Susurró la admonición a sí misma mientras recogía sus pertenencias: — Debo dejar de ser tan distraída. No puedo quedarme así de nuevo. — Acomodó todo en su lugar, cargando la mochila al hombro. Retomó su camino, con un destino claro en mente.
    ​Ahora, se dirigía a Jerusalén, cumpliendo la orden tácita de su padre. Una travesía que no solo buscaba aventura, sino también obtener una bendición para el camino que acababa de empezar."
    "Nuestra historia comienza en la antigua Alejandría, Egipto. Nenet nace en el seno de una familia humilde, un regalo que llegó después de una profunda sombra. Tiempo atrás, sus padres ya habían perdido un hijo, y por un amargo momento, parecía que Nenet estaba destinada al mismo fin. Fue entonces cuando su padre se arrodilló y elevó su ruego a los cielos, a los dioses antiguos. Prometió dar y hacer lo que fuera necesario si le concedían el deseo de que su esposa diera a luz a su primogénita. Tras varios días de ayuno y súplica, el deseo fue concedido. ​Nació una niña con una particularidad sorprendente: su piel era tan oscura como un abismo sin fondo, un contraste absoluto con la luz del desierto. Sumado a esto, un par de marcas doradas sutiles se delineaban sobre sus brazos y espalda, como una escritura incomprensible. Pero la maravilla del nacimiento superó todo misterio. Se susurra que aquella noche, una sombra misteriosa, un visitante silencioso, le hizo una visita a la recién nacida, que dormía en paz sin percatarse de la entidad que la observaba. ​El tiempo no borró la diferencia. Nenet creció bajo la constante mirada de su comunidad, ganándose burlas y el acoso incesante de otros niños. Se aisló, haciendo de su pequeña habitación un santuario. Allí, los cuentos que su padre le leía cada noche se convirtieron en su única ventana. Aprendió a leer vorazmente, transformando su soledad en una devoción por la literatura y por el mundo exterior. ​Cerca de sus diecisiete años, esa devoción se convirtió en su más ferviente deseo: abandonar Alejandría para, finalmente, escribir su propia historia. Era de complexión delgada, su cabello negro cortado en un bob mediano enmarcaba un rostro de carácter indomable, con unos ojos delineados por una sutil curva que atraían la mirada y unos labios que, teñidos de un tono oscuro, hacían brillar cada sonrisa. ​Su vestimenta no era la de una reclusa, sino la de una guerrera en ciernes: un corset de batalla que dejaba los hombros y el abdomen a la vista, un pantalón de tela con un intrincado encaje de fuego que subía desde el tobillo hasta la cintura, y sandalias firmes. Las marcas doradas en su piel brillaban, un enigma que nadie había podido descifrar. La disciplina de combate le había otorgado un temple firme, pero su esencia era la de una chica amable, dulce, caritativa, siempre dispuesta a servir. Aunque el temor la rozaba, nunca dudaba en enfrentar el peligro para ayudar a quien lo necesitara. ​El Cairo: El Viaje Comienza ​En la vibrante y caótica Ciudad de El Cairo, a las 2:45 p.m., Nenet caminaba con su mochila al hombro. Los edificios se alzaban en una fila desigual y casi surrealista, una muralla de vida que la asombraba. El caos citadino era un torrente de movimiento y ruido, y ella lo observaba como una niña que conoce el mundo por primera vez, dando cada paso con la expectativa de un nuevo descubrimiento. ​Se detuvo en la esquina de la acera. Estaba acostumbrada a la curiosidad de los transeúntes, pero la multitud aquí era un organismo vivo. Al dar el tercer paso, fue empujada con una fuerza inesperada; el tráfico de gente era denso y ciego. Su mochila, la que contenía su bitácora de viaje, pasaporte y el dinero para la travesía, cayó de su hombro y fue inmediatamente engullida por el río humano. ​Quedó paralizada en medio de la acera, sintiendo un vacío helado. Los cláxones resonaron con estridente impaciencia, obligándola a correr para evitar el flujo de autos. Al llegar al otro lado, el tráfico seguía su curso indiferente, y la mochila había desaparecido. Se cruzó de brazos, la rabia contra su propia distracción mezclándose con una culpa punzante. No podía permitirse un error tan costoso; perder esa mochila era quedarse, literalmente, varada. ​Justo entonces, oyó unas risas. En la boca de un angosto callejón, un grupo de niños alardeaban de su nuevo botín. Su mochila estaba allí, a punto de ser abierta. ​— ¡Oigan, eso es mío! — gritó con ahínco, alzando las manos para hacerse visible. ​Esperó a que la luz de tráfico se pusiera en rojo y, como una flecha, se lanzó a la persecución. Desplegó una agilidad felina, concentrándose. Agudizó sus sentidos, logrando percibir el aroma de los pequeños corredores hasta la entrada de una casa abandonada, sucia y cubierta de polvo. ​Se adentró con pasos sigilosos, atenta a cualquier sonido. Escuchó el barullo en el patio trasero y se acercó a una ventana manchada para observarlos. Su plan no era solo recuperar sus cosas, sino darles un buen escarmiento. Localizó una vieja puerta de madera que conectaba al patio. La abrió con una lentitud dramática. El chirrido agónico del gozne llamó la atención de los niños, que se quedaron quietos, confusos. ​En ese instante de distracción, Nenet saltó al patio con una mirada deliberadamente macabra y exagerada. Su aparición fue tan repentina que los niños huyeron despavoridos, dejando todo su contenido regado por el suelo. ​Nenet suspiró, cerrando los ojos con frustración. Susurró la admonición a sí misma mientras recogía sus pertenencias: — Debo dejar de ser tan distraída. No puedo quedarme así de nuevo. — Acomodó todo en su lugar, cargando la mochila al hombro. Retomó su camino, con un destino claro en mente. ​Ahora, se dirigía a Jerusalén, cumpliendo la orden tácita de su padre. Una travesía que no solo buscaba aventura, sino también obtener una bendición para el camino que acababa de empezar."
    Tipo
    Individual
    Líneas
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    Estado
    Disponible
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  • Who is Irina?

    ​Irina no vive en el presente; vive a lo largo de incontables ayeres.
    ​Su don no fue una bendición, sino una prueba de fuego para la cordura.

    De niña, la línea entre el ahora y el "hace cinco años" era inexistente. Podía sentir el frío de dos estaciones a la vez y escuchar el eco de conversaciones ya olvidadas. Este vivir en un flujo constante la marcó como una niña loca y demente, propensa a crisis de pánico y a narrar hechos que aún no sucedían o que ya habían pasado.

    La medicina moderna la etiquetó con diagnósticos complejos.
    ​La verdad era que su frágil mente infantil no podía gestionar la paradoja cuántica de sus viajes. Solo al llegar a la adolescencia, y por pura necesidad de supervivencia mental, logró imponer una barrera psíquica. Aprendió a hacer el viaje intencional, a controlarlo, a elegir el ayer que necesitaba.
    La locura se transformó en propósito, y el don, en una herramienta forjada en la soledad.
    El poder de Irina tiene un costo físico brutal, una "multa" que su cuerpo paga por desafiar las leyes de la física.

    Cada vez que regresa de un salto al pasado, el tiempo la reclama con violencia.
    ​La sangre que brota de su nariz, los espasmos involuntarios y el mareo no son solo molestias; son el tiempo reiniciando su sistema nervioso.
    Durante las horas que siguen, es inútil, una presa fácil. Esta debilidad recurrente la ha convertido en una maestra de la planificación.
    Nunca viaja sin un plan de escape o un refugio inmediato y seguro. Su puntería solo le sirve si ha calculado con precisión la hora de su retorno.

    En el mundo actual, la única manera que Irina ha encontrado para sentirse dueña de su tiempo es a través de la precisión tangible.
    Si el pasado es caótico y el regreso, debilitante, sus manos y sus ojos deben ser firmes. Por ello, desarrolló una puntería a distancia extraordinaria. Ya sea con una ballesta, un rifle de alta potencia o un dardo, su enfoque es absoluto. Esta habilidad no es un adorno: es su mecanismo de defensa más inmediato, la única garantía que tiene de neutralizar una amenaza antes de que esta pueda acercarse y aprovecharse de la vulnerabilidad que sigue al viaje.

    Nadie sabe como logra su cometido o como finalmente completa las misiones que para muchos son imposibles, sólo saben que Irina la hija del trueno lo logrará.
    Su don es su mas grande secreto.
    Who is Irina? ​Irina no vive en el presente; vive a lo largo de incontables ayeres. ​Su don no fue una bendición, sino una prueba de fuego para la cordura. De niña, la línea entre el ahora y el "hace cinco años" era inexistente. Podía sentir el frío de dos estaciones a la vez y escuchar el eco de conversaciones ya olvidadas. Este vivir en un flujo constante la marcó como una niña loca y demente, propensa a crisis de pánico y a narrar hechos que aún no sucedían o que ya habían pasado. La medicina moderna la etiquetó con diagnósticos complejos. ​La verdad era que su frágil mente infantil no podía gestionar la paradoja cuántica de sus viajes. Solo al llegar a la adolescencia, y por pura necesidad de supervivencia mental, logró imponer una barrera psíquica. Aprendió a hacer el viaje intencional, a controlarlo, a elegir el ayer que necesitaba. La locura se transformó en propósito, y el don, en una herramienta forjada en la soledad. El poder de Irina tiene un costo físico brutal, una "multa" que su cuerpo paga por desafiar las leyes de la física. Cada vez que regresa de un salto al pasado, el tiempo la reclama con violencia. ​La sangre que brota de su nariz, los espasmos involuntarios y el mareo no son solo molestias; son el tiempo reiniciando su sistema nervioso. Durante las horas que siguen, es inútil, una presa fácil. Esta debilidad recurrente la ha convertido en una maestra de la planificación. Nunca viaja sin un plan de escape o un refugio inmediato y seguro. Su puntería solo le sirve si ha calculado con precisión la hora de su retorno. En el mundo actual, la única manera que Irina ha encontrado para sentirse dueña de su tiempo es a través de la precisión tangible. Si el pasado es caótico y el regreso, debilitante, sus manos y sus ojos deben ser firmes. Por ello, desarrolló una puntería a distancia extraordinaria. Ya sea con una ballesta, un rifle de alta potencia o un dardo, su enfoque es absoluto. Esta habilidad no es un adorno: es su mecanismo de defensa más inmediato, la única garantía que tiene de neutralizar una amenaza antes de que esta pueda acercarse y aprovecharse de la vulnerabilidad que sigue al viaje. Nadie sabe como logra su cometido o como finalmente completa las misiones que para muchos son imposibles, sólo saben que Irina la hija del trueno lo logrará. Su don es su mas grande secreto.
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  • Un recuerdo de cómo lucía cuando era una niña pequeña... No cambie mucho sólo que ahora un poco más alta cómo una chica humana de 14 años. Y eso que soy adulta.
    Un recuerdo de cómo lucía cuando era una niña pequeña... No cambie mucho sólo que ahora un poco más alta cómo una chica humana de 14 años. Y eso que soy adulta.
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  • Mi niña preciosa otro año que soy tan afortunado por poder volver a celebrar juntos tu cumpleaños.
    Te prometo que cada día voy hacerte la mujer más feliz, mereces todo lo bueno.

    Te quiero mucho mi Hacker favorita Mia Argent
    Mi niña preciosa otro año que soy tan afortunado por poder volver a celebrar juntos tu cumpleaños. Te prometo que cada día voy hacerte la mujer más feliz, mereces todo lo bueno. Te quiero mucho mi Hacker favorita [Thxhacker13] 🖤
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