Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Relato en Post y comentario de la imagen 🩷


Cuando el blanco absoluto se disipa…
No hay luna.
No hay sol.
No hay Veythra.

Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

Y entonces lo veo.

Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

Un instante.
Un latido.
Una repulsión que me revuelve la sangre.

No hago nada.
Aún no.
Solo… me giro. Me alejo.
No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

Me acerco con cuidado.

—¿Dónde estamos? —pregunto.

La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

—Me llamo… Selin —dice con voz rota.

El nombre me corta la respiración.
Selin.
Como mi abuela.
Como la Elunai.
Como el origen de todo.

Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
Y Akane también.

¿Será…? ¿Puede ser…?

La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
La niña tiembla como un animalillo acorralado.

Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

—¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

Mi visión se distorsiona.
Mi corazón se enciende.
Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

Camino hacia él.
No oigo mi respiración.
No oigo al mundo.

Solo siento una certeza fría.

El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
Una ejecución.
Una sentencia.

Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

Y tomo la pequeña mano de Selin.

—Vámonos —le digo.
No pregunto. No dudo.
Solo la saco de ese mundo de mierda.

La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

Una guerrera aparece frente a nosotras.
Armadura negra. Ojos rojizos.
Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

Sus armas se levantan hacia mí.

—Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

Mi sangre se hiela.

Ella… es Jennifer.
Mi madre.
Pero joven. Feroz. Impiadosa.
La Jennifer de las leyendas del Caos.

Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
La luna, el Caos, Elunai.
Todo lo que soy.

Ella se detiene.
Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

—Pido perdón. No sabía…
—¿Quién eres? —pregunto.

Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

—Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
Levanta la vista, seria, solemne.
—al servicio de su hija: Lili.

Selin se esconde detrás de mí.
Onix me mira, esperando órdenes.
Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Cuando el blanco absoluto se disipa… No hay luna. No hay sol. No hay Veythra. Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire. Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza. Y entonces lo veo. Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada: una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar. Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo. Un instante. Un latido. Una repulsión que me revuelve la sangre. No hago nada. Aún no. Solo… me giro. Me alejo. No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí. Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo. Me acerco con cuidado. —¿Dónde estamos? —pregunto. La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros. —Me llamo… Selin —dice con voz rota. El nombre me corta la respiración. Selin. Como mi abuela. Como la Elunai. Como el origen de todo. Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin. Y Akane también. ¿Será…? ¿Puede ser…? La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo. La niña tiembla como un animalillo acorralado. Y entonces una voz irrumpe como un trueno: —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA! El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano. Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias. Mi visión se distorsiona. Mi corazón se enciende. Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno. Camino hacia él. No oigo mi respiración. No oigo al mundo. Solo siento una certeza fría. El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí. El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable. Una ejecución. Una sentencia. Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto. Y tomo la pequeña mano de Selin. —Vámonos —le digo. No pregunto. No dudo. Solo la saco de ese mundo de mierda. La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo. Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio. Una guerrera aparece frente a nosotras. Armadura negra. Ojos rojizos. Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire. Sus armas se levantan hacia mí. —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma. Mi sangre se hiela. Ella… es Jennifer. Mi madre. Pero joven. Feroz. Impiadosa. La Jennifer de las leyendas del Caos. Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere. La luna, el Caos, Elunai. Todo lo que soy. Ella se detiene. Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto. La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto. —Pido perdón. No sabía… —¿Quién eres? —pregunto. Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo. —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora— Levanta la vista, seria, solemne. —al servicio de su hija: Lili. Selin se esconde detrás de mí. Onix me mira, esperando órdenes. Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.
Me encocora
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