• "Una rosa, aunque la llames por otro nombre, una rosa aún será.”

    La frase quedó suspendida en el aire como un perfume rancio, como si alguien hubiera arrancado los pétalos y dejado solo las espinas.
    La niña de cabellos negros, tan largos que casi tocaban el suelo, parpadeó lentamente; sus ojos parecían dos pozos de tinta.

    —¿Qué hay de los esclavos? —preguntó con un hilo de voz, tan pequeño que no parecía salir de un ser vivo.

    La sombra detrás de ella sonrió sin boca.

    “Es lo mismo, tontita. No importa cuánto te ocultes… no importa cuántos nombres inventes para engañarte. Siempre irás con la cabeza agachada, esperando una orden, un premio… o un castigo.”

    La niña tragó saliva. Las paredes crujieron como huesos rotos.

    “Porque un esclavo, mi pequeña, nunca deja de serlo.
    Aunque corra, aunque se arrastre en la oscuridad más profunda, aunque rece a dioses que jamás escuchan.
    Su alma ya está marcada.
    Como la rosa tiene espinas, el esclavo tiene cadenas.”

    La sombra se inclinó sobre ella, larga, imposible, deformada como un cuerpo quebrado en demasiados lugares.

    “Y lo más triste…”
    Susurró con una voz que era más viento que sonido, “Es que a veces las cadenas no están en las muñecas… sino aquí.”

    Un dedo invisible, frío como el mármol, tocó la frente de la niña. Ella sintió algo moverse bajo su piel.
    Algo que no era suyo.
    Algo que despertaba.

    “¿Lo ves? Siempre fuiste una esclava… incluso antes de nacer.”

    La vela a su lado se apagó sin soplido alguno. Y en la oscuridad absoluta, la niña juraría haber escuchado un susurro más:
    “Las rosas no eligen florecer, pequeña. Y los esclavos… tampoco eligen obedecer, solo lo hacen y ya.”

    "Una rosa, aunque la llames por otro nombre, una rosa aún será.” La frase quedó suspendida en el aire como un perfume rancio, como si alguien hubiera arrancado los pétalos y dejado solo las espinas. La niña de cabellos negros, tan largos que casi tocaban el suelo, parpadeó lentamente; sus ojos parecían dos pozos de tinta. —¿Qué hay de los esclavos? —preguntó con un hilo de voz, tan pequeño que no parecía salir de un ser vivo. La sombra detrás de ella sonrió sin boca. “Es lo mismo, tontita. No importa cuánto te ocultes… no importa cuántos nombres inventes para engañarte. Siempre irás con la cabeza agachada, esperando una orden, un premio… o un castigo.” La niña tragó saliva. Las paredes crujieron como huesos rotos. “Porque un esclavo, mi pequeña, nunca deja de serlo. Aunque corra, aunque se arrastre en la oscuridad más profunda, aunque rece a dioses que jamás escuchan. Su alma ya está marcada. Como la rosa tiene espinas, el esclavo tiene cadenas.” La sombra se inclinó sobre ella, larga, imposible, deformada como un cuerpo quebrado en demasiados lugares. “Y lo más triste…” Susurró con una voz que era más viento que sonido, “Es que a veces las cadenas no están en las muñecas… sino aquí.” Un dedo invisible, frío como el mármol, tocó la frente de la niña. Ella sintió algo moverse bajo su piel. Algo que no era suyo. Algo que despertaba. “¿Lo ves? Siempre fuiste una esclava… incluso antes de nacer.” La vela a su lado se apagó sin soplido alguno. Y en la oscuridad absoluta, la niña juraría haber escuchado un susurro más: “Las rosas no eligen florecer, pequeña. Y los esclavos… tampoco eligen obedecer, solo lo hacen y ya.”
    Me entristece
    Me gusta
    9
    0 turnos 0 maullidos
  • *Calli se encontraba entre las penumbras de su recuerdos dónde revivió el inició de todo*

    "Aún recuerdo ese día… aunque quisiera olvidarlo. Yo era tan pequeña que mis manos apenas podían sostener la máscara que llevaba colgando. Caminaba detrás de él… de la Parca Mayor. Su manto arrastraba un sonido áspero en el suelo, como si anunciara el final de todo lo que conocía."

    "No me dijo que me había adoptado. No usó esa palabra. Solo extendió su mano huesuda hacia mí… y yo la tomé porque no tenía a nadie más. Me temblaban las piernas. Me temblaba la voz. Incluso ahora, cuando cierro los ojos, siento ese miedo apretándome el pecho."

    "En ese momento pensé: ‘¿Por qué yo? ¿Por qué alguien como él querría a alguien tan… insignificante?’ Y aun así, ahí estaba yo, siguiendo su sombra enorme, sintiendo que si me alejaba un solo paso… desaparecería para siempre."

    "No era un hogar lo que me prometía. No eran sonrisas. Pero era algo que nunca había tenido: un lugar donde no me miraran como si fuera un error. Él no me habló con dulzura, pero tampoco me rechazó. Y para una niña que solo conocía el silencio… eso dolió más de lo que alivió."

    "Esa noche, cuando llegamos al dominio de la muerte, él solo dijo: ‘Aquí no estarás sola si no quieres estarlo.’ Y esa frase… se me clavó. No sabía si era una promesa o una advertencia."

    "A veces todavía me pregunto si lo seguí porque quería vivir… o porque ya estaba demasiado cansada para huir."


    *Calli se encontraba entre las penumbras de su recuerdos dónde revivió el inició de todo* "Aún recuerdo ese día… aunque quisiera olvidarlo. Yo era tan pequeña que mis manos apenas podían sostener la máscara que llevaba colgando. Caminaba detrás de él… de la Parca Mayor. Su manto arrastraba un sonido áspero en el suelo, como si anunciara el final de todo lo que conocía." "No me dijo que me había adoptado. No usó esa palabra. Solo extendió su mano huesuda hacia mí… y yo la tomé porque no tenía a nadie más. Me temblaban las piernas. Me temblaba la voz. Incluso ahora, cuando cierro los ojos, siento ese miedo apretándome el pecho." "En ese momento pensé: ‘¿Por qué yo? ¿Por qué alguien como él querría a alguien tan… insignificante?’ Y aun así, ahí estaba yo, siguiendo su sombra enorme, sintiendo que si me alejaba un solo paso… desaparecería para siempre." "No era un hogar lo que me prometía. No eran sonrisas. Pero era algo que nunca había tenido: un lugar donde no me miraran como si fuera un error. Él no me habló con dulzura, pero tampoco me rechazó. Y para una niña que solo conocía el silencio… eso dolió más de lo que alivió." "Esa noche, cuando llegamos al dominio de la muerte, él solo dijo: ‘Aquí no estarás sola si no quieres estarlo.’ Y esa frase… se me clavó. No sabía si era una promesa o una advertencia." "A veces todavía me pregunto si lo seguí porque quería vivir… o porque ya estaba demasiado cansada para huir."
    Me gusta
    Me shockea
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre.
    Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano.

    Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse.

    Los ojos de mi madre se ponen en blanco.
    Su respiración se serena.
    Se duerme.

    Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.”

    Su voz resuena como el eco de un templo antiguo.
    Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí.

    Desaparezco.

    Y entonces estoy… en nada.
    Una sala eterna.
    Blanca.
    Sin principio ni fin.
    Sin sonido.
    Sin vida.
    Sin color.

    Camino, pero mis pasos no suenan.
    Grito, pero mi voz muere antes de nacer.

    La soledad es tan profunda que parece una criatura viva.
    Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra.

    Y por fin, a lo lejos…

    Un cubo.
    Suspendido en la nada.

    Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña.
    Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio.

    La chica allí dentro juega con mundos diminutos.
    Sonríe.
    Brilla.

    Me acerco.
    Toco el cubo.

    Y aparezco dentro.

    Pero no es lo que había visto desde fuera.
    No hay paredes.
    No hay techo.
    Todo es infinito.
    Galaxias vivas.
    Nebulosas que respiran.
    Constelaciones que parpadean como criaturas reales.

    La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí.
    Sus ojos contienen sistemas solares enteros.

    Sonríe.

    Tsukumo Sana:
    “¿De dónde sales tú, niña?”

    Trago saliva.
    Mis manos tiemblan.
    La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro.

    Lili:
    “Yo… de…”
    La miro, incapaz de comprenderla del todo.
    “¿Eres la muerte?”

    Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara.

    Su risa hace vibrar estrellas.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre. Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano. Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse. Los ojos de mi madre se ponen en blanco. Su respiración se serena. Se duerme. Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.” Su voz resuena como el eco de un templo antiguo. Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí. Desaparezco. Y entonces estoy… en nada. Una sala eterna. Blanca. Sin principio ni fin. Sin sonido. Sin vida. Sin color. Camino, pero mis pasos no suenan. Grito, pero mi voz muere antes de nacer. La soledad es tan profunda que parece una criatura viva. Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra. Y por fin, a lo lejos… Un cubo. Suspendido en la nada. Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña. Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio. La chica allí dentro juega con mundos diminutos. Sonríe. Brilla. Me acerco. Toco el cubo. Y aparezco dentro. Pero no es lo que había visto desde fuera. No hay paredes. No hay techo. Todo es infinito. Galaxias vivas. Nebulosas que respiran. Constelaciones que parpadean como criaturas reales. La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí. Sus ojos contienen sistemas solares enteros. Sonríe. Tsukumo Sana: “¿De dónde sales tú, niña?” Trago saliva. Mis manos tiemblan. La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro. Lili: “Yo… de…” La miro, incapaz de comprenderla del todo. “¿Eres la muerte?” Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara. Su risa hace vibrar estrellas.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre.
    Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano.

    Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse.

    Los ojos de mi madre se ponen en blanco.
    Su respiración se serena.
    Se duerme.

    Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.”

    Su voz resuena como el eco de un templo antiguo.
    Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí.

    Desaparezco.

    Y entonces estoy… en nada.
    Una sala eterna.
    Blanca.
    Sin principio ni fin.
    Sin sonido.
    Sin vida.
    Sin color.

    Camino, pero mis pasos no suenan.
    Grito, pero mi voz muere antes de nacer.

    La soledad es tan profunda que parece una criatura viva.
    Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra.

    Y por fin, a lo lejos…

    Un cubo.
    Suspendido en la nada.

    Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña.
    Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio.

    La chica allí dentro juega con mundos diminutos.
    Sonríe.
    Brilla.

    Me acerco.
    Toco el cubo.

    Y aparezco dentro.

    Pero no es lo que había visto desde fuera.
    No hay paredes.
    No hay techo.
    Todo es infinito.
    Galaxias vivas.
    Nebulosas que respiran.
    Constelaciones que parpadean como criaturas reales.

    La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí.
    Sus ojos contienen sistemas solares enteros.

    Sonríe.

    Tsukumo Sana:
    “¿De dónde sales tú, niña?”

    Trago saliva.
    Mis manos tiemblan.
    La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro.

    Lili:
    “Yo… de…”
    La miro, incapaz de comprenderla del todo.
    “¿Eres la muerte?”

    Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara.

    Su risa hace vibrar estrellas.
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre.
    Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano.

    Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse.

    Los ojos de mi madre se ponen en blanco.
    Su respiración se serena.
    Se duerme.

    Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.”

    Su voz resuena como el eco de un templo antiguo.
    Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí.

    Desaparezco.

    Y entonces estoy… en nada.
    Una sala eterna.
    Blanca.
    Sin principio ni fin.
    Sin sonido.
    Sin vida.
    Sin color.

    Camino, pero mis pasos no suenan.
    Grito, pero mi voz muere antes de nacer.

    La soledad es tan profunda que parece una criatura viva.
    Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra.

    Y por fin, a lo lejos…

    Un cubo.
    Suspendido en la nada.

    Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña.
    Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio.

    La chica allí dentro juega con mundos diminutos.
    Sonríe.
    Brilla.

    Me acerco.
    Toco el cubo.

    Y aparezco dentro.

    Pero no es lo que había visto desde fuera.
    No hay paredes.
    No hay techo.
    Todo es infinito.
    Galaxias vivas.
    Nebulosas que respiran.
    Constelaciones que parpadean como criaturas reales.

    La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí.
    Sus ojos contienen sistemas solares enteros.

    Sonríe.

    Tsukumo Sana:
    “¿De dónde sales tú, niña?”

    Trago saliva.
    Mis manos tiemblan.
    La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro.

    Lili:
    “Yo… de…”
    La miro, incapaz de comprenderla del todo.
    “¿Eres la muerte?”

    Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara.

    Su risa hace vibrar estrellas.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Me empiezo a desvanecer lentamente en los brazos de mi madre. Su abrazo se vuelve luz, su luz se vuelve sueño. Mis dedos atraviesan su espalda como si ya no habitara el mismo plano. Arc se acerca en silencio y coloca su mano sobre la cabeza de Jennifer, como quien toca una reliquia sagrada… o una herida que necesita cerrarse. Los ojos de mi madre se ponen en blanco. Su respiración se serena. Se duerme. Arc: “Es necesario que olvide lo sucedido… pero dejaré una semilla implantada en su mente para que recuerde… a su debido tiempo.” Su voz resuena como el eco de un templo antiguo. Yo intento moverme, tocar a mi madre una vez más, pero mi forma ya no pertenece ahí. Desaparezco. Y entonces estoy… en nada. Una sala eterna. Blanca. Sin principio ni fin. Sin sonido. Sin vida. Sin color. Camino, pero mis pasos no suenan. Grito, pero mi voz muere antes de nacer. La soledad es tan profunda que parece una criatura viva. Avanzo sin saber si estoy moviéndome o si es la eternidad la que me arrastra. Y por fin, a lo lejos… Un cubo. Suspendido en la nada. Dentro, parece haber una habitación de niña: planetas de papel, móviles espaciales, juguetes que orbitan alrededor de una cama pequeña. Una estrella fugaz cruza el espacio reducido de su techo como si la habitación fuese un cosmos propio. La chica allí dentro juega con mundos diminutos. Sonríe. Brilla. Me acerco. Toco el cubo. Y aparezco dentro. Pero no es lo que había visto desde fuera. No hay paredes. No hay techo. Todo es infinito. Galaxias vivas. Nebulosas que respiran. Constelaciones que parpadean como criaturas reales. La niña —no tan niña— se vuelve hacia mí. Sus ojos contienen sistemas solares enteros. Sonríe. Tsukumo Sana: “¿De dónde sales tú, niña?” Trago saliva. Mis manos tiemblan. La presencia es tan inmensa que mi alma parece reducirse a un susurro. Lili: “Yo… de…” La miro, incapaz de comprenderla del todo. “¿Eres la muerte?” Ella se ríe suavemente, como si la pregunta la acariciara. Su risa hace vibrar estrellas.
    Me encocora
    1
    2 comentarios 1 compartido
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷


    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Cuando el blanco absoluto se disipa… No hay luna. No hay sol. No hay Veythra. Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire. Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza. Y entonces lo veo. Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada: una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar. Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo. Un instante. Un latido. Una repulsión que me revuelve la sangre. No hago nada. Aún no. Solo… me giro. Me alejo. No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí. Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo. Me acerco con cuidado. —¿Dónde estamos? —pregunto. La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros. —Me llamo… Selin —dice con voz rota. El nombre me corta la respiración. Selin. Como mi abuela. Como la Elunai. Como el origen de todo. Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin. Y Akane también. ¿Será…? ¿Puede ser…? La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo. La niña tiembla como un animalillo acorralado. Y entonces una voz irrumpe como un trueno: —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA! El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano. Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias. Mi visión se distorsiona. Mi corazón se enciende. Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno. Camino hacia él. No oigo mi respiración. No oigo al mundo. Solo siento una certeza fría. El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí. El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable. Una ejecución. Una sentencia. Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto. Y tomo la pequeña mano de Selin. —Vámonos —le digo. No pregunto. No dudo. Solo la saco de ese mundo de mierda. La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo. Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio. Una guerrera aparece frente a nosotras. Armadura negra. Ojos rojizos. Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire. Sus armas se levantan hacia mí. —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma. Mi sangre se hiela. Ella… es Jennifer. Mi madre. Pero joven. Feroz. Impiadosa. La Jennifer de las leyendas del Caos. Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere. La luna, el Caos, Elunai. Todo lo que soy. Ella se detiene. Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto. La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto. —Pido perdón. No sabía… —¿Quién eres? —pregunto. Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo. —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora— Levanta la vista, seria, solemne. —al servicio de su hija: Lili. Selin se esconde detrás de mí. Onix me mira, esperando órdenes. Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷


    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







    Me gusta
    1
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷


    Cuando el blanco absoluto se disipa…
    No hay luna.
    No hay sol.
    No hay Veythra.

    Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire.

    Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza.

    Y entonces lo veo.

    Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada:
    una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar.
    Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo.

    Un instante.
    Un latido.
    Una repulsión que me revuelve la sangre.

    No hago nada.
    Aún no.
    Solo… me giro. Me alejo.
    No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí.

    Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo.

    Me acerco con cuidado.

    —¿Dónde estamos? —pregunto.

    La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros.

    —Me llamo… Selin —dice con voz rota.

    El nombre me corta la respiración.
    Selin.
    Como mi abuela.
    Como la Elunai.
    Como el origen de todo.

    Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin.
    Y Akane también.

    ¿Será…? ¿Puede ser…?

    La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo.
    La niña tiembla como un animalillo acorralado.

    Y entonces una voz irrumpe como un trueno:

    —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA!

    El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano.
    Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias.

    Mi visión se distorsiona.
    Mi corazón se enciende.
    Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno.

    Camino hacia él.
    No oigo mi respiración.
    No oigo al mundo.

    Solo siento una certeza fría.

    El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí.
    El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable.
    Una ejecución.
    Una sentencia.

    Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto.

    Y tomo la pequeña mano de Selin.

    —Vámonos —le digo.
    No pregunto. No dudo.
    Solo la saco de ese mundo de mierda.

    La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo.

    Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio.

    Una guerrera aparece frente a nosotras.
    Armadura negra. Ojos rojizos.
    Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire.

    Sus armas se levantan hacia mí.

    —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma.

    Mi sangre se hiela.

    Ella… es Jennifer.
    Mi madre.
    Pero joven. Feroz. Impiadosa.
    La Jennifer de las leyendas del Caos.

    Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere.
    La luna, el Caos, Elunai.
    Todo lo que soy.

    Ella se detiene.
    Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto.

    La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto.

    —Pido perdón. No sabía…
    —¿Quién eres? —pregunto.

    Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo.

    —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora—
    Levanta la vista, seria, solemne.
    —al servicio de su hija: Lili.

    Selin se esconde detrás de mí.
    Onix me mira, esperando órdenes.
    Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.







    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Cuando el blanco absoluto se disipa… No hay luna. No hay sol. No hay Veythra. Solo un olor agrio, espeso, pegado en el aire. Estoy frente a una taberna cochambrosa, una choza de madera hundida sobre sí misma, rodeada de barro, vómito y voces ebrias. Una farola de fuego tambalea, iluminando la escena con una luz enfermiza. Y entonces lo veo. Un hombre enorme, grasiento, con ropa mugrienta y manos ásperas—el dueño—patea sin remordimiento a su pequeña empleada: una niña goblina, huesuda, con mejillas salpicadas de barro y ojos grandes que no se atreven a llorar. Los borrachos se ríen, le tiran jarras de cerveza encima como si fuera un espectáculo. Un instante. Un latido. Una repulsión que me revuelve la sangre. No hago nada. Aún no. Solo… me giro. Me alejo. No sé dónde estoy. No sé quién soy aquí. Pero entonces, al salir por la verja desvencijada, la niña vuelve caminando hacia unas cuadras. Va a dormir en un establo. Me acerco con cuidado. —¿Dónde estamos? —pregunto. La goblina se encoge, temblando. Ni siquiera me mira al principio. Solo aprieta los hombros. —Me llamo… Selin —dice con voz rota. El nombre me corta la respiración. Selin. Como mi abuela. Como la Elunai. Como el origen de todo. Y recuerdo que Oz puede adoptar forma de goblin. Y Akane también. ¿Será…? ¿Puede ser…? La abrazo instintivamente. No puedo evitarlo. La niña tiembla como un animalillo acorralado. Y entonces una voz irrumpe como un trueno: —¡SELIN! ¡MUÉVETE, RATA! El propietario aparece con un cinturón enrollado en la mano. Sus ojos me recorren como si yo fuera otra de sus pertenencias. Mi visión se distorsiona. Mi corazón se enciende. Un estremecimiento me sube por la columna… y algo en mí se rompe, sin retorno. Camino hacia él. No oigo mi respiración. No oigo al mundo. Solo siento una certeza fría. El cuchillo aparece en mi mano como si siempre hubiese estado ahí. El resto es un borrón oscuro, instintivo, inevitable. Una ejecución. Una sentencia. Acabo con él sin dejar que pronuncie un segundo insulto. Y tomo la pequeña mano de Selin. —Vámonos —le digo. No pregunto. No dudo. Solo la saco de ese mundo de mierda. La llevo hasta el bosque más cercano, donde la niebla es espesa y las hojas crujen bajo nuestros pasos. Allí, por fin, ella empieza a respirar sin miedo. Pero antes de que pueda decir nada, un viento gélido rasga el silencio. Una guerrera aparece frente a nosotras. Armadura negra. Ojos rojizos. Aura del Caos tan densa que distorsiona el aire. Sus armas se levantan hacia mí. —Apártate de la niña —ordena con un tono que solo usa alguien que ha matado mil veces—. Si le haces daño, te arranco el alma. Mi sangre se hiela. Ella… es Jennifer. Mi madre. Pero joven. Feroz. Impiadosa. La Jennifer de las leyendas del Caos. Levanto una mano lentamente y dejo que mi aura se libere. La luna, el Caos, Elunai. Todo lo que soy. Ella se detiene. Sus ojos se abren con una mezcla de reconocimiento y desconcierto. La guerrera inclina la cabeza con respeto inmediato y absoluto. —Pido perdón. No sabía… —¿Quién eres? —pregunto. Ella da un paso adelante y se arrodilla, puño al suelo. —Soy Onix, general del Caos. Mano derecha de Jennifer Queen Ishtar… y ahora— Levanta la vista, seria, solemne. —al servicio de su hija: Lili. Selin se esconde detrás de mí. Onix me mira, esperando órdenes. Y yo… yo no sé si el futuro tiembla, o si es el pasado el que empieza a cambiar bajo mis pies.
    Me encocora
    1
    1 comentario 1 compartido
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Hola a todos, user escribiendo!
    Solo para decirles que como saben, Klee es una niña (menor de 13 años) y eso esta prohibido aqui.
    Si alguien desea rolearla, les recomiendo que sea con imágenes donde se vea mayor y en roleo hacemos algo para justificarlo.
    Solo eso, muchos besitos ♡
    Hola a todos, user escribiendo! Solo para decirles que como saben, Klee es una niña (menor de 13 años) y eso esta prohibido aqui. Si alguien desea rolearla, les recomiendo que sea con imágenes donde se vea mayor y en roleo hacemos algo para justificarlo. Solo eso, muchos besitos ♡
    Me gusta
    Me enjaja
    6
    5 comentarios 0 compartidos
  • Decide darle una pequeña oportunidad a un artefacto que siempre le dio curiosidad, inclusive desde que fue una niña, un lienzo de tela grueso, rectangular cuyos extremos son amarrados entre dos columnas.

    "Nada mal."

    Recuerda como funciona, usa su energía psíquica para impulsar suavemente la hamaca con ella completamente acostada y hundida entre las fibras del lienzo.

    "Interesante."
    Decide darle una pequeña oportunidad a un artefacto que siempre le dio curiosidad, inclusive desde que fue una niña, un lienzo de tela grueso, rectangular cuyos extremos son amarrados entre dos columnas. "Nada mal." Recuerda como funciona, usa su energía psíquica para impulsar suavemente la hamaca con ella completamente acostada y hundida entre las fibras del lienzo. "Interesante."
    Me shockea
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • A penas se volteó para despedirse con una de sus manitas de su papá Husk , mientras que con una de las otras seguía al que al parecer era un nuevo tio, el Tito Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗. Y aunque estaba un poquito triste por que hacía dos dias que no veía a su papi, y Rummy parecia preocupado por el truco tan chulo que habia hecho su papá de guardar las alas. Nada impidió que se fijase en algo eñ un lado de la nueva estancia, una especie de ciervo conejo de lo más esponjoso.

    —ANIMALITO—chilló Lottie de forma aguda, como cada vez que se emocionaba, dando saltitos y palmaditas, tras esto se volteó a su nuevo tio —¿Puedo jugar con el animalito?¿Puedo?—preguntó, mientras que con sus brazos inferiores seguía abrazando a Nuggets quien pataleaba para liberarse del agarre de la niña.
    A penas se volteó para despedirse con una de sus manitas de su papá [barcat75], mientras que con una de las otras seguía al que al parecer era un nuevo tio, el Tito [LuciHe11]. Y aunque estaba un poquito triste por que hacía dos dias que no veía a su papi, y Rummy parecia preocupado por el truco tan chulo que habia hecho su papá de guardar las alas. Nada impidió que se fijase en algo eñ un lado de la nueva estancia, una especie de ciervo conejo de lo más esponjoso. —ANIMALITO—chilló Lottie de forma aguda, como cada vez que se emocionaba, dando saltitos y palmaditas, tras esto se volteó a su nuevo tio —¿Puedo jugar con el animalito?¿Puedo?—preguntó, mientras que con sus brazos inferiores seguía abrazando a Nuggets quien pataleaba para liberarse del agarre de la niña.
    Me encocora
    Me shockea
    2
    4 turnos 0 maullidos
  • Laura Black

    Feliz cumpleaños mi querida niña, cuando Draco y yo regresemos

    [eclipse_7] Feliz cumpleaños mi querida niña, cuando Draco y yo regresemos
    Me gusta
    Me encocora
    2
    1 turno 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados