//: bueno... saliendo un poco del personaje quiero agradecer a todos mis compañer@s de rol por un año mas de locuras risas y algunos disgustos jajaja la verdad un AÑO muy movido y triste por algunos que ya no están aquí en esta plataforma que se retiraron o FUNARON por ya saben.... ( reservado )
El caso es quiero darles un feliz año que pasen super genial con sus seres queridos y nos vemos el año que viene .. básicamente en dos días jajaja GRACIAS por las visitas y los roles PLASMADOS.
Departe de Ryu Ishtar Yokin Y MIA ( USER) les deseo un feliz año y prospero 2026
NOTA: prometo seguir con los pequeño relatos de EL DIARIO DE LA LOBA pero aun no encuentro letras adecuadas para el relato asi que apenas tenga las letras sigo...
//: bueno... saliendo un poco del personaje quiero agradecer a todos mis compañer@s de rol por un año mas de locuras risas y algunos disgustos jajaja la verdad un AÑO muy movido y triste por algunos que ya no están aquí en esta plataforma que se retiraron o FUNARON por ya saben.... ( reservado )
El caso es quiero darles un feliz año que pasen super genial con sus seres queridos y nos vemos el año que viene .. básicamente en dos días jajaja GRACIAS por las visitas y los roles PLASMADOS.
Departe de Ryu Ishtar Yokin Y MIA ( USER) les deseo un feliz año y prospero 2026
NOTA: prometo seguir con los pequeño relatos de EL DIARIO DE LA LOBA pero aun no encuentro letras adecuadas para el relato asi que apenas tenga las letras sigo... :STK-2:
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Off: oigan, ¿Que IA usan para generar imágenes? , quizá deba pagarle a alguien para que dibuje :P
(Y si, se que existe el botón de "off" pero creo que no muestra los mensajes en el global)
Off: oigan, ¿Que IA usan para generar imágenes? , quizá deba pagarle a alguien para que dibuje :P
(Y si, se que existe el botón de "off" pero creo que no muestra los mensajes en el global)
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No saber cómo hablar, no poder explicarme, me enciende la sangre. Golpeo el suelo con fuerza y la piedra se resquebraja, abriéndose una pequeña grieta lunar. No es destrucción: es desgarro. La luz plateada palpita desde el interior como un latido antiguo.
Sasha no se levanta de su trono.
Pero el aire se vuelve pesado.
Su sola presencia impone orden.
Respiro.
El temblor cesa. Mi cuerpo se aquieta.
De la grieta surge algo imposible: una flor de luna. No hecha de materia, sino de espíritu. Pálida, etérea, ajena a este mundo.
La arranco del suelo y clavo la mirada en la loba.
—Ishtarin…
Suelto la flor.
Danza en el aire como si supiera adónde ir. Se detiene frente a Ryu. Por un instante, ella se queda sin aliento. Sus ojos brillan, reflejando algo que no recuerda pero reconoce.
Entonces su instinto despierta.
El cuchillo de obsidiana corta la flor en dos.
Río.
No por burla.
Por certeza.
Como si el propio Caos ya conociera el destino de cada hilo.
El cuchillo cambia.
La obsidiana se tiñe de plateado lunar, y en el filo aparece una palabra grabada como un juramento antiguo:
Ishtarin.
Sasha lo comprende.
Comprende mi petición. Comprende también que mi existencia aquí es un riesgo, y que mi ser debe abandonar este plano cuanto antes. Acepta ayudarme con una condición clara: cuando consiga un cuerpo estable, me marcharé por donde he venido.
Asiento.
Entonces la siento.
Lejos. Clara. Real.
—Jennifer Queen—
No hay clones. No hay ecos. Ella.
Me acerco al balcón. En el patio, Ayane mira el horizonte en la misma dirección. Aún no se conocen. Ni siquiera sabe por qué su mirada se ha detenido ahí.
Pero yo sí.
El recuerdo de Lili cruza mi mente y sonrío.
No con dulzura.
Con malicia.
Mis alas se despliegan y el aire se rompe bajo mi impulso. El mundo se comprime.
En menos de un segundo, estoy allí.
Frente a Jennifer.
Y ella…
parecía estar esperándome.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
La frustración me quema por dentro.
No saber cómo hablar, no poder explicarme, me enciende la sangre. Golpeo el suelo con fuerza y la piedra se resquebraja, abriéndose una pequeña grieta lunar. No es destrucción: es desgarro. La luz plateada palpita desde el interior como un latido antiguo.
Sasha no se levanta de su trono.
Pero el aire se vuelve pesado.
Su sola presencia impone orden.
Respiro.
El temblor cesa. Mi cuerpo se aquieta.
De la grieta surge algo imposible: una flor de luna. No hecha de materia, sino de espíritu. Pálida, etérea, ajena a este mundo.
La arranco del suelo y clavo la mirada en la loba.
—Ishtarin…
Suelto la flor.
Danza en el aire como si supiera adónde ir. Se detiene frente a Ryu. Por un instante, ella se queda sin aliento. Sus ojos brillan, reflejando algo que no recuerda pero reconoce.
Entonces su instinto despierta.
El cuchillo de obsidiana corta la flor en dos.
Río.
No por burla.
Por certeza.
Como si el propio Caos ya conociera el destino de cada hilo.
El cuchillo cambia.
La obsidiana se tiñe de plateado lunar, y en el filo aparece una palabra grabada como un juramento antiguo:
Ishtarin.
Sasha lo comprende.
Comprende mi petición. Comprende también que mi existencia aquí es un riesgo, y que mi ser debe abandonar este plano cuanto antes. Acepta ayudarme con una condición clara: cuando consiga un cuerpo estable, me marcharé por donde he venido.
Asiento.
Entonces la siento.
Lejos. Clara. Real.
—Jennifer Queen—
No hay clones. No hay ecos. Ella.
Me acerco al balcón. En el patio, Ayane mira el horizonte en la misma dirección. Aún no se conocen. Ni siquiera sabe por qué su mirada se ha detenido ahí.
Pero yo sí.
El recuerdo de Lili cruza mi mente y sonrío.
No con dulzura.
Con malicia.
Mis alas se despliegan y el aire se rompe bajo mi impulso. El mundo se comprime.
En menos de un segundo, estoy allí.
Frente a Jennifer.
Y ella…
parecía estar esperándome.
No saber cómo hablar, no poder explicarme, me enciende la sangre. Golpeo el suelo con fuerza y la piedra se resquebraja, abriéndose una pequeña grieta lunar. No es destrucción: es desgarro. La luz plateada palpita desde el interior como un latido antiguo.
Sasha no se levanta de su trono.
Pero el aire se vuelve pesado.
Su sola presencia impone orden.
Respiro.
El temblor cesa. Mi cuerpo se aquieta.
De la grieta surge algo imposible: una flor de luna. No hecha de materia, sino de espíritu. Pálida, etérea, ajena a este mundo.
La arranco del suelo y clavo la mirada en la loba.
—Ishtarin…
Suelto la flor.
Danza en el aire como si supiera adónde ir. Se detiene frente a Ryu. Por un instante, ella se queda sin aliento. Sus ojos brillan, reflejando algo que no recuerda pero reconoce.
Entonces su instinto despierta.
El cuchillo de obsidiana corta la flor en dos.
Río.
No por burla.
Por certeza.
Como si el propio Caos ya conociera el destino de cada hilo.
El cuchillo cambia.
La obsidiana se tiñe de plateado lunar, y en el filo aparece una palabra grabada como un juramento antiguo:
Ishtarin.
Sasha lo comprende.
Comprende mi petición. Comprende también que mi existencia aquí es un riesgo, y que mi ser debe abandonar este plano cuanto antes. Acepta ayudarme con una condición clara: cuando consiga un cuerpo estable, me marcharé por donde he venido.
Asiento.
Entonces la siento.
Lejos. Clara. Real.
—Jennifer Queen—
No hay clones. No hay ecos. Ella.
Me acerco al balcón. En el patio, Ayane mira el horizonte en la misma dirección. Aún no se conocen. Ni siquiera sabe por qué su mirada se ha detenido ahí.
Pero yo sí.
El recuerdo de Lili cruza mi mente y sonrío.
No con dulzura.
Con malicia.
Mis alas se despliegan y el aire se rompe bajo mi impulso. El mundo se comprime.
En menos de un segundo, estoy allí.
Frente a Jennifer.
Y ella…
parecía estar esperándome.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
No saber cómo hablar, no poder explicarme, me enciende la sangre. Golpeo el suelo con fuerza y la piedra se resquebraja, abriéndose una pequeña grieta lunar. No es destrucción: es desgarro. La luz plateada palpita desde el interior como un latido antiguo.
Sasha no se levanta de su trono.
Pero el aire se vuelve pesado.
Su sola presencia impone orden.
Respiro.
El temblor cesa. Mi cuerpo se aquieta.
De la grieta surge algo imposible: una flor de luna. No hecha de materia, sino de espíritu. Pálida, etérea, ajena a este mundo.
La arranco del suelo y clavo la mirada en la loba.
—Ishtarin…
Suelto la flor.
Danza en el aire como si supiera adónde ir. Se detiene frente a Ryu. Por un instante, ella se queda sin aliento. Sus ojos brillan, reflejando algo que no recuerda pero reconoce.
Entonces su instinto despierta.
El cuchillo de obsidiana corta la flor en dos.
Río.
No por burla.
Por certeza.
Como si el propio Caos ya conociera el destino de cada hilo.
El cuchillo cambia.
La obsidiana se tiñe de plateado lunar, y en el filo aparece una palabra grabada como un juramento antiguo:
Ishtarin.
Sasha lo comprende.
Comprende mi petición. Comprende también que mi existencia aquí es un riesgo, y que mi ser debe abandonar este plano cuanto antes. Acepta ayudarme con una condición clara: cuando consiga un cuerpo estable, me marcharé por donde he venido.
Asiento.
Entonces la siento.
Lejos. Clara. Real.
—Jennifer Queen—
No hay clones. No hay ecos. Ella.
Me acerco al balcón. En el patio, Ayane mira el horizonte en la misma dirección. Aún no se conocen. Ni siquiera sabe por qué su mirada se ha detenido ahí.
Pero yo sí.
El recuerdo de Lili cruza mi mente y sonrío.
No con dulzura.
Con malicia.
Mis alas se despliegan y el aire se rompe bajo mi impulso. El mundo se comprime.
En menos de un segundo, estoy allí.
Frente a Jennifer.
Y ella…
parecía estar esperándome.
La frustración me quema por dentro.
No saber cómo hablar, no poder explicarme, me enciende la sangre. Golpeo el suelo con fuerza y la piedra se resquebraja, abriéndose una pequeña grieta lunar. No es destrucción: es desgarro. La luz plateada palpita desde el interior como un latido antiguo.
Sasha no se levanta de su trono.
Pero el aire se vuelve pesado.
Su sola presencia impone orden.
Respiro.
El temblor cesa. Mi cuerpo se aquieta.
De la grieta surge algo imposible: una flor de luna. No hecha de materia, sino de espíritu. Pálida, etérea, ajena a este mundo.
La arranco del suelo y clavo la mirada en la loba.
—Ishtarin…
Suelto la flor.
Danza en el aire como si supiera adónde ir. Se detiene frente a Ryu. Por un instante, ella se queda sin aliento. Sus ojos brillan, reflejando algo que no recuerda pero reconoce.
Entonces su instinto despierta.
El cuchillo de obsidiana corta la flor en dos.
Río.
No por burla.
Por certeza.
Como si el propio Caos ya conociera el destino de cada hilo.
El cuchillo cambia.
La obsidiana se tiñe de plateado lunar, y en el filo aparece una palabra grabada como un juramento antiguo:
Ishtarin.
Sasha lo comprende.
Comprende mi petición. Comprende también que mi existencia aquí es un riesgo, y que mi ser debe abandonar este plano cuanto antes. Acepta ayudarme con una condición clara: cuando consiga un cuerpo estable, me marcharé por donde he venido.
Asiento.
Entonces la siento.
Lejos. Clara. Real.
—Jennifer Queen—
No hay clones. No hay ecos. Ella.
Me acerco al balcón. En el patio, Ayane mira el horizonte en la misma dirección. Aún no se conocen. Ni siquiera sabe por qué su mirada se ha detenido ahí.
Pero yo sí.
El recuerdo de Lili cruza mi mente y sonrío.
No con dulzura.
Con malicia.
Mis alas se despliegan y el aire se rompe bajo mi impulso. El mundo se comprime.
En menos de un segundo, estoy allí.
Frente a Jennifer.
Y ella…
parecía estar esperándome.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
El portón principal se abre ante mí como si respirara al reconocerme. No hay fricción, no hay resistencia.
Los sellos de protección no se activan: me reciben. No como intrusa. Como sangre.
Deslizo los dedos por la pared del pasillo y, allí donde mi piel toca la piedra, una luz despierta. Antigua. Doméstica. El castillo responde como un cuerpo que recuerda su nombre.
El hogar me habla.
Y me acepta.
Sasha lo siente.
No como certeza, sino como una inquietud que le eriza la nuca.
Al entrar en la sala del trono, la escena se fija en mí con la claridad de un presagio.
A cada lado de la emperatriz Sasha, firmes como columnas vivas, están Katrin y Lisesharte. No se mueven, pero todo en ellas está preparado para hacerlo.
Y en la entrada, casi fundida con la sombra, la loba.
Ryu.
Juega distraídamente con su cuchillo de obsidiana. El gesto es lento, medido. No hay sonrisa. No hay duda. Solo una atención absoluta, peligrosa, clavada en mí desde el primer segundo.
Al verla, algo profundo se activa.
Una palabra nace en mi mente. No es pensamiento. Es herencia.
Mis labios la pronuncian antes de que pueda detenerla.
—Ishtarin.
El aire cambia.
Sasha da un paso al frente y me ordena detenerme. No comprendo del todo su idioma; las palabras me llegan rotas, envueltas en ecos ajenos. Solo hay dos lenguajes claros en mí:
Tharésh’Kael
y los fragmentos emocionales del idioma de Lili.
Pero no necesito entenderla para entender su ira.
Así que obedezco a mi manera.
Inco una rodilla.
El gesto no es sumisión. Es reconocimiento.
—Ishtar… cuerpo —digo, señalándome.
Mi piel parpadea levemente, como si la realidad dudara de mi forma.
Luego extiendo la mano, dejando que la energía fluya sin violencia.
—Magia Ishtar.
La luz del castillo responde otra vez.
No más fuerte.
Más cercana.
Y en la sombra, Ryu deja de jugar con el cuchillo.
Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
Cruzo el patio sin prisa.
El portón principal se abre ante mí como si respirara al reconocerme. No hay fricción, no hay resistencia.
Los sellos de protección no se activan: me reciben. No como intrusa. Como sangre.
Deslizo los dedos por la pared del pasillo y, allí donde mi piel toca la piedra, una luz despierta. Antigua. Doméstica. El castillo responde como un cuerpo que recuerda su nombre.
El hogar me habla.
Y me acepta.
Sasha lo siente.
No como certeza, sino como una inquietud que le eriza la nuca.
Al entrar en la sala del trono, la escena se fija en mí con la claridad de un presagio.
A cada lado de la emperatriz Sasha, firmes como columnas vivas, están Katrin y Lisesharte. No se mueven, pero todo en ellas está preparado para hacerlo.
Y en la entrada, casi fundida con la sombra, la loba.
Ryu.
Juega distraídamente con su cuchillo de obsidiana. El gesto es lento, medido. No hay sonrisa. No hay duda. Solo una atención absoluta, peligrosa, clavada en mí desde el primer segundo.
Al verla, algo profundo se activa.
Una palabra nace en mi mente. No es pensamiento. Es herencia.
Mis labios la pronuncian antes de que pueda detenerla.
—Ishtarin.
El aire cambia.
Sasha da un paso al frente y me ordena detenerme. No comprendo del todo su idioma; las palabras me llegan rotas, envueltas en ecos ajenos. Solo hay dos lenguajes claros en mí:
Tharésh’Kael
y los fragmentos emocionales del idioma de Lili.
Pero no necesito entenderla para entender su ira.
Así que obedezco a mi manera.
Inco una rodilla.
El gesto no es sumisión. Es reconocimiento.
—Ishtar… cuerpo —digo, señalándome.
Mi piel parpadea levemente, como si la realidad dudara de mi forma.
Luego extiendo la mano, dejando que la energía fluya sin violencia.
—Magia Ishtar.
La luz del castillo responde otra vez.
No más fuerte.
Más cercana.
Y en la sombra, Ryu deja de jugar con el cuchillo.
El portón principal se abre ante mí como si respirara al reconocerme. No hay fricción, no hay resistencia.
Los sellos de protección no se activan: me reciben. No como intrusa. Como sangre.
Deslizo los dedos por la pared del pasillo y, allí donde mi piel toca la piedra, una luz despierta. Antigua. Doméstica. El castillo responde como un cuerpo que recuerda su nombre.
El hogar me habla.
Y me acepta.
Sasha lo siente.
No como certeza, sino como una inquietud que le eriza la nuca.
Al entrar en la sala del trono, la escena se fija en mí con la claridad de un presagio.
A cada lado de la emperatriz Sasha, firmes como columnas vivas, están Katrin y Lisesharte. No se mueven, pero todo en ellas está preparado para hacerlo.
Y en la entrada, casi fundida con la sombra, la loba.
Ryu.
Juega distraídamente con su cuchillo de obsidiana. El gesto es lento, medido. No hay sonrisa. No hay duda. Solo una atención absoluta, peligrosa, clavada en mí desde el primer segundo.
Al verla, algo profundo se activa.
Una palabra nace en mi mente. No es pensamiento. Es herencia.
Mis labios la pronuncian antes de que pueda detenerla.
—Ishtarin.
El aire cambia.
Sasha da un paso al frente y me ordena detenerme. No comprendo del todo su idioma; las palabras me llegan rotas, envueltas en ecos ajenos. Solo hay dos lenguajes claros en mí:
Tharésh’Kael
y los fragmentos emocionales del idioma de Lili.
Pero no necesito entenderla para entender su ira.
Así que obedezco a mi manera.
Inco una rodilla.
El gesto no es sumisión. Es reconocimiento.
—Ishtar… cuerpo —digo, señalándome.
Mi piel parpadea levemente, como si la realidad dudara de mi forma.
Luego extiendo la mano, dejando que la energía fluya sin violencia.
—Magia Ishtar.
La luz del castillo responde otra vez.
No más fuerte.
Más cercana.
Y en la sombra, Ryu deja de jugar con el cuchillo.
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El portón principal se abre ante mí como si respirara al reconocerme. No hay fricción, no hay resistencia.
Los sellos de protección no se activan: me reciben. No como intrusa. Como sangre.
Deslizo los dedos por la pared del pasillo y, allí donde mi piel toca la piedra, una luz despierta. Antigua. Doméstica. El castillo responde como un cuerpo que recuerda su nombre.
El hogar me habla.
Y me acepta.
Sasha lo siente.
No como certeza, sino como una inquietud que le eriza la nuca.
Al entrar en la sala del trono, la escena se fija en mí con la claridad de un presagio.
A cada lado de la emperatriz Sasha, firmes como columnas vivas, están Katrin y Lisesharte. No se mueven, pero todo en ellas está preparado para hacerlo.
Y en la entrada, casi fundida con la sombra, la loba.
Ryu.
Juega distraídamente con su cuchillo de obsidiana. El gesto es lento, medido. No hay sonrisa. No hay duda. Solo una atención absoluta, peligrosa, clavada en mí desde el primer segundo.
Al verla, algo profundo se activa.
Una palabra nace en mi mente. No es pensamiento. Es herencia.
Mis labios la pronuncian antes de que pueda detenerla.
—Ishtarin.
El aire cambia.
Sasha da un paso al frente y me ordena detenerme. No comprendo del todo su idioma; las palabras me llegan rotas, envueltas en ecos ajenos. Solo hay dos lenguajes claros en mí:
Tharésh’Kael
y los fragmentos emocionales del idioma de Lili.
Pero no necesito entenderla para entender su ira.
Así que obedezco a mi manera.
Inco una rodilla.
El gesto no es sumisión. Es reconocimiento.
—Ishtar… cuerpo —digo, señalándome.
Mi piel parpadea levemente, como si la realidad dudara de mi forma.
Luego extiendo la mano, dejando que la energía fluya sin violencia.
—Magia Ishtar.
La luz del castillo responde otra vez.
No más fuerte.
Más cercana.
Y en la sombra, Ryu deja de jugar con el cuchillo.
Cruzo el patio sin prisa.
El portón principal se abre ante mí como si respirara al reconocerme. No hay fricción, no hay resistencia.
Los sellos de protección no se activan: me reciben. No como intrusa. Como sangre.
Deslizo los dedos por la pared del pasillo y, allí donde mi piel toca la piedra, una luz despierta. Antigua. Doméstica. El castillo responde como un cuerpo que recuerda su nombre.
El hogar me habla.
Y me acepta.
Sasha lo siente.
No como certeza, sino como una inquietud que le eriza la nuca.
Al entrar en la sala del trono, la escena se fija en mí con la claridad de un presagio.
A cada lado de la emperatriz Sasha, firmes como columnas vivas, están Katrin y Lisesharte. No se mueven, pero todo en ellas está preparado para hacerlo.
Y en la entrada, casi fundida con la sombra, la loba.
Ryu.
Juega distraídamente con su cuchillo de obsidiana. El gesto es lento, medido. No hay sonrisa. No hay duda. Solo una atención absoluta, peligrosa, clavada en mí desde el primer segundo.
Al verla, algo profundo se activa.
Una palabra nace en mi mente. No es pensamiento. Es herencia.
Mis labios la pronuncian antes de que pueda detenerla.
—Ishtarin.
El aire cambia.
Sasha da un paso al frente y me ordena detenerme. No comprendo del todo su idioma; las palabras me llegan rotas, envueltas en ecos ajenos. Solo hay dos lenguajes claros en mí:
Tharésh’Kael
y los fragmentos emocionales del idioma de Lili.
Pero no necesito entenderla para entender su ira.
Así que obedezco a mi manera.
Inco una rodilla.
El gesto no es sumisión. Es reconocimiento.
—Ishtar… cuerpo —digo, señalándome.
Mi piel parpadea levemente, como si la realidad dudara de mi forma.
Luego extiendo la mano, dejando que la energía fluya sin violencia.
—Magia Ishtar.
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¡Bienvenid@s a FicRol!
Hoy damos la bienvenida a nuevos personajes que se unen a la comunidad de Personajes 3D:
ㅤㅤ¡Chloe Rosseville ! Raza: Nefilim Fandom: OC Estudiante ,cantante y cazadora de sombras retirada
ㅤㅤ¡[haze_malachite_buffalo_110]! Raza: Mujer loba Fandom: Oc Beta sin manada
Es un placer teneros por aquí . Esperamos que disfrutéis creando historias, conexiones y momentos memorables dentro de FicRol.
Soy Arwen, RolSage de Personajes 3D. Si tenéis dudas, necesitáis orientación o simplemente queréis charlar, mis DMs están abiertos. En mi fanpage encontraréis guías útiles para moveros por la plataforma con facilidad.
✨ ¡Bienvenid@s a FicRol! ✨
Hoy damos la bienvenida a nuevos personajes que se unen a la comunidad de Personajes 3D:
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Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez.
Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba.
La gente la miró con asombro.
-¡Akane! ¡Estás viva!
-¡Gracias al cielos!
Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza.
Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder.
Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio.
Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que…
Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.-
Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron.
-No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.-
Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron.
-No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días.
Dos días después, enterraron a los muertos,
el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían.
Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane.
-No iré con ustedes.- Dijo, firme.
-¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!-
-No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.-
Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista.
Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía.
Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia,
sino por respeto.
Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería.
Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
Parte VII - Donde arde el corazón.
Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez.
Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba.
La gente la miró con asombro.
-¡Akane! ¡Estás viva!
-¡Gracias al cielos!
Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza.
Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder.
Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio.
Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que…
Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.-
Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron.
-No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.-
Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron.
-No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días.
Dos días después, enterraron a los muertos,
el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían.
Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane.
-No iré con ustedes.- Dijo, firme.
-¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!-
-No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.-
Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista.
Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía.
Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia,
sino por respeto.
Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería.
Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Tres lunas habían pasado desde que Akane llegó a la aldea.
El tiempo aquí no era igual al de la Tierra: cada día parecía más largo, más pesado, como si el aire mismo estuviera tejido de maná antiguo.
El jefe de la aldea la había acogido en su casa. No por compasión, sino por memoria: Akane tenía un parecido inquietante con su hija muerta, y en ese reflejo él encontraba consuelo. Akane nunca preguntó, pero cada vez que veía la tristeza en sus ojos, sentía que cargaba con un destino que no era suyo.
El sello de su forma licántropa seguía intacto. Más aún, se había endurecido. El maná de este mundo era tan abundante que fortalecía todo lo que tocaba, incluso la prisión que ella misma había creado. Cuanto más fuerte se volvía, más lejos estaba de la loba que dormía en su interior.
Pero no todo era pérdida. Su magia había cambiado. La primera vez que usó ilusión para crear la diadema con cuernos falsos, descubrió que la ilusión se volvió sólida, real, por unas horas. En este mundo, sus hechizos tenían cuerpo, peso, duración. Era como si la magia quisiera recordarle que aún podía ser creadora, no solo destructora.
Akane practicó cada día. Aprendió a moldear fuego, primero como una chispa, luego como una esfera incandescente que podía lanzar con precisión. No era el poder brutal de su forma lobo, pero era útil. Con ese fuego ayudaba en las cacerías de la aldea, espantando bestias y protegiendo a los cazadores.
Los aldeanos empezaron a verla con otros ojos. Ya no era la extraña de los cuernos falsos. Era Akane, la maga del fuego. La que encendía la noche sin quemarla. La que sonreía, aunque sus ojos aún guardaban tormentas.
Y aunque el sello seguía siendo una cárcel, Akane caminaba cada día con más firmeza.
Porque en este mundo de maná y silencio, había encontrado algo parecido a la paz.
No completa, no eterna, pero suficiente para seguir adelante.
Parte V - Tres meses bajo un cielo extraño.
Tres lunas habían pasado desde que Akane llegó a la aldea.
El tiempo aquí no era igual al de la Tierra: cada día parecía más largo, más pesado, como si el aire mismo estuviera tejido de maná antiguo.
El jefe de la aldea la había acogido en su casa. No por compasión, sino por memoria: Akane tenía un parecido inquietante con su hija muerta, y en ese reflejo él encontraba consuelo. Akane nunca preguntó, pero cada vez que veía la tristeza en sus ojos, sentía que cargaba con un destino que no era suyo.
El sello de su forma licántropa seguía intacto. Más aún, se había endurecido. El maná de este mundo era tan abundante que fortalecía todo lo que tocaba, incluso la prisión que ella misma había creado. Cuanto más fuerte se volvía, más lejos estaba de la loba que dormía en su interior.
Pero no todo era pérdida. Su magia había cambiado. La primera vez que usó ilusión para crear la diadema con cuernos falsos, descubrió que la ilusión se volvió sólida, real, por unas horas. En este mundo, sus hechizos tenían cuerpo, peso, duración. Era como si la magia quisiera recordarle que aún podía ser creadora, no solo destructora.
Akane practicó cada día. Aprendió a moldear fuego, primero como una chispa, luego como una esfera incandescente que podía lanzar con precisión. No era el poder brutal de su forma lobo, pero era útil. Con ese fuego ayudaba en las cacerías de la aldea, espantando bestias y protegiendo a los cazadores.
Los aldeanos empezaron a verla con otros ojos. Ya no era la extraña de los cuernos falsos. Era Akane, la maga del fuego. La que encendía la noche sin quemarla. La que sonreía, aunque sus ojos aún guardaban tormentas.
Y aunque el sello seguía siendo una cárcel, Akane caminaba cada día con más firmeza.
Porque en este mundo de maná y silencio, había encontrado algo parecido a la paz.
No completa, no eterna, pero suficiente para seguir adelante.
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Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
Mi llegada no fue esperada.
Pero tampoco pasó desapercibida.
Antes incluso de que la brecha se abriera, antes del relámpago que me escupió al mundo, algo se tensó en el tejido. Un latido fuera de lugar. Una sombra donde no debía haberla.
Sasha lo sintió.
No como un ruido.
No como una visión.
Sino como una ofensa.
El aire del salón se volvió denso cuando alzó la mano. El gesto fue mínimo, casi perezoso, pero la orden resonó como un decreto antiguo.
Los pilares respondieron primero.
Katrin llegó envuelta en un destello seco, preciso, con los ojos ya afilados, como si hubiera estado esperando la excusa perfecta para intervenir.
Lisesharte emergió a su lado un instante después, silenciosa, con esa calma peligrosa de quien entiende el desastre antes de que ocurra.
No hubo preguntas.
No las necesitaban.
Sasha alzó la mirada una vez más y llamó a la tercera.
—Ryu.
La respuesta no fue inmediata.
Muy lejos de allí, una loba caminaba sin prisa. El cielo aún vibraba, pero ella avanzaba con expresión tediosa, casi molesta, como si alguien hubiera interrumpido una tarde tranquila.
—Qué pesada… —murmuró, sin acelerar el paso.
Llegaría.
Siempre llegaba.
Pero a su manera.
---
Yo, ajena a todo eso… o quizá no tanto, caminaba.
El castillo Ishtar se alzaba en la distancia, una promesa y una amenaza a la vez. Cada paso hacia él hacía que mi cuerpo protestara: un temblor leve, un pulso mal colocado, un recuerdo que no era mío.
Lo ignoré.
Había sobrevivido al Caos.
Al corte.
Un castillo no iba a detenerme.
Pero entonces… algo rozó mi percepción.
Me detuve.
No fue hostilidad directa.
Tampoco curiosidad humana.
Era… presencia.
Una densidad distinta en el aire. Como si alguien —o algo— me estuviera observando desde fuera del ángulo correcto del mundo. No delante. No detrás.
Al lado.
Sonreí, ladeando un poco la cabeza.
—Así que no estoy sola… —murmuré.
El viento cambió de dirección.
La luz pareció vacilar un segundo.
Sea lo que fuera, no pertenecía al camino…
pero tampoco al castillo.
Y eso lo hacía interesante.
[loki_q1] La perturbación
Mi llegada no fue esperada.
Pero tampoco pasó desapercibida.
Antes incluso de que la brecha se abriera, antes del relámpago que me escupió al mundo, algo se tensó en el tejido. Un latido fuera de lugar. Una sombra donde no debía haberla.
Sasha lo sintió.
No como un ruido.
No como una visión.
Sino como una ofensa.
El aire del salón se volvió denso cuando alzó la mano. El gesto fue mínimo, casi perezoso, pero la orden resonó como un decreto antiguo.
Los pilares respondieron primero.
Katrin llegó envuelta en un destello seco, preciso, con los ojos ya afilados, como si hubiera estado esperando la excusa perfecta para intervenir.
Lisesharte emergió a su lado un instante después, silenciosa, con esa calma peligrosa de quien entiende el desastre antes de que ocurra.
No hubo preguntas.
No las necesitaban.
Sasha alzó la mirada una vez más y llamó a la tercera.
—Ryu.
La respuesta no fue inmediata.
Muy lejos de allí, una loba caminaba sin prisa. El cielo aún vibraba, pero ella avanzaba con expresión tediosa, casi molesta, como si alguien hubiera interrumpido una tarde tranquila.
—Qué pesada… —murmuró, sin acelerar el paso.
Llegaría.
Siempre llegaba.
Pero a su manera.
---
Yo, ajena a todo eso… o quizá no tanto, caminaba.
El castillo Ishtar se alzaba en la distancia, una promesa y una amenaza a la vez. Cada paso hacia él hacía que mi cuerpo protestara: un temblor leve, un pulso mal colocado, un recuerdo que no era mío.
Lo ignoré.
Había sobrevivido al Caos.
Al corte.
Un castillo no iba a detenerme.
Pero entonces… algo rozó mi percepción.
Me detuve.
No fue hostilidad directa.
Tampoco curiosidad humana.
Era… presencia.
Una densidad distinta en el aire. Como si alguien —o algo— me estuviera observando desde fuera del ángulo correcto del mundo. No delante. No detrás.
Al lado.
Sonreí, ladeando un poco la cabeza.
—Así que no estoy sola… —murmuré.
El viento cambió de dirección.
La luz pareció vacilar un segundo.
Sea lo que fuera, no pertenecía al camino…
pero tampoco al castillo.
Y eso lo hacía interesante.
Mi llegada no fue esperada.
Pero tampoco pasó desapercibida.
Antes incluso de que la brecha se abriera, antes del relámpago que me escupió al mundo, algo se tensó en el tejido. Un latido fuera de lugar. Una sombra donde no debía haberla.
Sasha lo sintió.
No como un ruido.
No como una visión.
Sino como una ofensa.
El aire del salón se volvió denso cuando alzó la mano. El gesto fue mínimo, casi perezoso, pero la orden resonó como un decreto antiguo.
Los pilares respondieron primero.
Katrin llegó envuelta en un destello seco, preciso, con los ojos ya afilados, como si hubiera estado esperando la excusa perfecta para intervenir.
Lisesharte emergió a su lado un instante después, silenciosa, con esa calma peligrosa de quien entiende el desastre antes de que ocurra.
No hubo preguntas.
No las necesitaban.
Sasha alzó la mirada una vez más y llamó a la tercera.
—Ryu.
La respuesta no fue inmediata.
Muy lejos de allí, una loba caminaba sin prisa. El cielo aún vibraba, pero ella avanzaba con expresión tediosa, casi molesta, como si alguien hubiera interrumpido una tarde tranquila.
—Qué pesada… —murmuró, sin acelerar el paso.
Llegaría.
Siempre llegaba.
Pero a su manera.
---
Yo, ajena a todo eso… o quizá no tanto, caminaba.
El castillo Ishtar se alzaba en la distancia, una promesa y una amenaza a la vez. Cada paso hacia él hacía que mi cuerpo protestara: un temblor leve, un pulso mal colocado, un recuerdo que no era mío.
Lo ignoré.
Había sobrevivido al Caos.
Al corte.
Un castillo no iba a detenerme.
Pero entonces… algo rozó mi percepción.
Me detuve.
No fue hostilidad directa.
Tampoco curiosidad humana.
Era… presencia.
Una densidad distinta en el aire. Como si alguien —o algo— me estuviera observando desde fuera del ángulo correcto del mundo. No delante. No detrás.
Al lado.
Sonreí, ladeando un poco la cabeza.
—Así que no estoy sola… —murmuré.
El viento cambió de dirección.
La luz pareció vacilar un segundo.
Sea lo que fuera, no pertenecía al camino…
pero tampoco al castillo.