• El mediodía ya habia pasado y los habia descubierto todavía en la cama, demasiado entretenidos como para darse cuenta del paso de las horas. Costaba salir de aquellas sábanas cuando lo único que le interesaba de aquella ciudad estaba bajo ellas.

    No habia descuidado su trabajo, pero digamos que le habia dedicado muchas más horas de las recomendables a la preciosa señorita Fernwick. Y no se arrepentía. Prefería pasar las horas contemplándola tumbados en la cama, recorriendo su piel con las yemas de sus dedos. No se le podía culpar.

    De pronto un recuerdo apremiante pasa por su cabeza de forma rápida.

    -¡Oh! -exclama y se incorpora en la cama- Acabo de acordarme. ¡Tengo una cosa para ti! -dice apartando las sábanas para salir de la cama y caminar hasta la cómoda, donde abre un cajón y saca una pequeña caja de madera. Con esta vuelve hasta la cama y se la ofrece a la morena.

    En el interior de aquella caja la joven encontraría una joya. Una perla con brillo antinatural, más pulida que el nácar, engastada en un colgante y adherida a una cadena de plata antigua.

    -Dicen que esta perla es capaz de cumplir deseos. Deseos de verdad... -asiente alzando sus cejas- Pero tiene truco. Solo puedes pedir un deseo. Habrás de usarlo bien... He pensado que... Sería el regalo perfecto. Feliz cumpleaños, Danielle Fernwick...


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    El mediodía ya habia pasado y los habia descubierto todavía en la cama, demasiado entretenidos como para darse cuenta del paso de las horas. Costaba salir de aquellas sábanas cuando lo único que le interesaba de aquella ciudad estaba bajo ellas. No habia descuidado su trabajo, pero digamos que le habia dedicado muchas más horas de las recomendables a la preciosa señorita Fernwick. Y no se arrepentía. Prefería pasar las horas contemplándola tumbados en la cama, recorriendo su piel con las yemas de sus dedos. No se le podía culpar. De pronto un recuerdo apremiante pasa por su cabeza de forma rápida. -¡Oh! -exclama y se incorpora en la cama- Acabo de acordarme. ¡Tengo una cosa para ti! -dice apartando las sábanas para salir de la cama y caminar hasta la cómoda, donde abre un cajón y saca una pequeña caja de madera. Con esta vuelve hasta la cama y se la ofrece a la morena. En el interior de aquella caja la joven encontraría una joya. Una perla con brillo antinatural, más pulida que el nácar, engastada en un colgante y adherida a una cadena de plata antigua. -Dicen que esta perla es capaz de cumplir deseos. Deseos de verdad... -asiente alzando sus cejas- Pero tiene truco. Solo puedes pedir un deseo. Habrás de usarlo bien... He pensado que... Sería el regalo perfecto. Feliz cumpleaños, [Fernw1ck]... #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • El avión avanzaba silencioso sobre un mar de nubes teñidas de dorado. Kelly dormía a su lado, con la respiración serena y los labios apenas curvados en una sonrisa soñada. Andrea no podía apartar la vista de ella. Había pasado tanto tiempo vigilando a todos menos a sí mismo, que aquella calma le parecía un regalo.

    Con cuidado, como si el gesto pudiera despertar un secreto, levantó el teléfono y tomó una foto. No para guardar una prueba, sino para atesorar un instante. En esa imagen quedaba atrapado lo que nunca se atrevía a decirle: que cada latido suyo se había rendido ante ella, que protegerla ya no era una tarea, sino un deseo.

    Italia los esperaba, sí, pero Andrea sabía que su verdadero destino estaba justo ahí, dormido junto a él.


    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤKelly Vaughn
    El avión avanzaba silencioso sobre un mar de nubes teñidas de dorado. Kelly dormía a su lado, con la respiración serena y los labios apenas curvados en una sonrisa soñada. Andrea no podía apartar la vista de ella. Había pasado tanto tiempo vigilando a todos menos a sí mismo, que aquella calma le parecía un regalo. Con cuidado, como si el gesto pudiera despertar un secreto, levantó el teléfono y tomó una foto. No para guardar una prueba, sino para atesorar un instante. En esa imagen quedaba atrapado lo que nunca se atrevía a decirle: que cada latido suyo se había rendido ante ella, que protegerla ya no era una tarea, sino un deseo. Italia los esperaba, sí, pero Andrea sabía que su verdadero destino estaba justo ahí, dormido junto a él. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[MISSTR0UBLE]
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  • El forastero entre las luces del pueblo

    Raphael caminaba con pasos erráticos, sus pies hundiéndose en el barro del bosque. El eco de la caza aún retumbaba en su pecho: la sangre caliente en su lengua, el crujir de huesos diminutos. El sabor lo había calmado, pero no satisfecho. El hambre de siglos encerrados no se apagaba con presas pequeñas. Cada latigazo que había marcado su piel ardía todavía, recordándole su condición: prisionero, prohibido, ahora arrojado a un mundo que apenas comprendía.

    El viento cambió. Un olor nuevo atravesó su nariz: humo, fuego… y algo más, más complejo, más tentador. Carne cocida. Pan. Vino. Aromas que no reconocía con claridad, pero que despertaban un deseo distinto al de la caza. Sus ojos brillaron. Caminó hacia esa dirección, apartando ramas, avanzando por el sendero natural que abría la montaña.

    De pronto, las vio: luces titilando en la lejanía, cálidas, como pequeños soles en la oscuridad. Se detuvo, incrédulo. Entre los árboles, un grupo de casas de piedra y madera aparecía al borde de la colina. Techos inclinados, humo escapando de chimeneas, faroles iluminando las calles empedradas. Una aldea humana.

    Raphael bajó la mirada a sus manos aún manchadas de sangre seca. Sus labios se curvaron en una media sonrisa rota, y murmuró en voz baja:

    — एते… जीवन्तः अस्ति। (Ellos… están vivos).

    Sus pasos lo llevaron hacia adelante, hasta salir del bosque. El contraste fue brutal: las sombras del bosque quedaban atrás, y de frente lo recibían las luces cálidas del pueblo. Los perros ladraron en alguna parte, los cascos de caballos golpeaban el suelo, y el murmullo de voces humanas se alzó como un coro incomprensible. Palabras que él no conocía, sonidos extraños. Frunció el ceño.

    — न मे भाषा… न मे शब्दाः। (No es mi lengua… no son mis palabras).

    Se acercó despacio, su figura alta y desgarbada proyectando una silueta inquietante bajo la luz de los faroles. Algunos aldeanos, al verlo, se detuvieron un segundo. Su ropa estaba rota, manchada de barro y sangre, su mirada ardía en tonalidades imposibles. Nadie lo había visto antes.

    —¿Quién es ese? —susurró un hombre a su esposa, apartándola hacia un lado.
    —No parece de aquí… —murmuró otro, sujetando con más fuerza el asa de la canasta que llevaba.

    Raphael se detuvo en medio de la calle empedrada. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando. El olor del pan fresco lo confundía, el vino derramado en los toneles le recordaba a la sangre. No comprendía qué era ese lugar, ni qué rol tenía la gente que lo observaba con miedo y curiosidad.

    Se llevó una mano al pecho y murmuró en voz baja, casi como una plegaria oscura:

    — कुतः… अहं? कुतः एषः लोकः? (¿De dónde… soy? ¿Qué es este mundo?).

    Un niño se le quedó mirando, curioso, sin miedo, hasta que su madre lo arrastró de vuelta a la casa. Las miradas crecían. Un extraño había entrado en el pueblo.

    Raphael sonrió, apenas, un gesto ambiguo que no revelaba si era amenaza o calma. Su estómago rugió, y sus ojos se alzaron hacia la posada iluminada al final de la calle, de donde escapaban olores de carne asada y cerveza.

    — भोजनम्… (Comida).

    Y dio su primer paso hacia el corazón del pueblo humano, sin comprender que su mera existencia ya estaba alterando el equilibrio de aquel lugar.
    El forastero entre las luces del pueblo Raphael caminaba con pasos erráticos, sus pies hundiéndose en el barro del bosque. El eco de la caza aún retumbaba en su pecho: la sangre caliente en su lengua, el crujir de huesos diminutos. El sabor lo había calmado, pero no satisfecho. El hambre de siglos encerrados no se apagaba con presas pequeñas. Cada latigazo que había marcado su piel ardía todavía, recordándole su condición: prisionero, prohibido, ahora arrojado a un mundo que apenas comprendía. El viento cambió. Un olor nuevo atravesó su nariz: humo, fuego… y algo más, más complejo, más tentador. Carne cocida. Pan. Vino. Aromas que no reconocía con claridad, pero que despertaban un deseo distinto al de la caza. Sus ojos brillaron. Caminó hacia esa dirección, apartando ramas, avanzando por el sendero natural que abría la montaña. De pronto, las vio: luces titilando en la lejanía, cálidas, como pequeños soles en la oscuridad. Se detuvo, incrédulo. Entre los árboles, un grupo de casas de piedra y madera aparecía al borde de la colina. Techos inclinados, humo escapando de chimeneas, faroles iluminando las calles empedradas. Una aldea humana. Raphael bajó la mirada a sus manos aún manchadas de sangre seca. Sus labios se curvaron en una media sonrisa rota, y murmuró en voz baja: — एते… जीवन्तः अस्ति। (Ellos… están vivos). Sus pasos lo llevaron hacia adelante, hasta salir del bosque. El contraste fue brutal: las sombras del bosque quedaban atrás, y de frente lo recibían las luces cálidas del pueblo. Los perros ladraron en alguna parte, los cascos de caballos golpeaban el suelo, y el murmullo de voces humanas se alzó como un coro incomprensible. Palabras que él no conocía, sonidos extraños. Frunció el ceño. — न मे भाषा… न मे शब्दाः। (No es mi lengua… no son mis palabras). Se acercó despacio, su figura alta y desgarbada proyectando una silueta inquietante bajo la luz de los faroles. Algunos aldeanos, al verlo, se detuvieron un segundo. Su ropa estaba rota, manchada de barro y sangre, su mirada ardía en tonalidades imposibles. Nadie lo había visto antes. —¿Quién es ese? —susurró un hombre a su esposa, apartándola hacia un lado. —No parece de aquí… —murmuró otro, sujetando con más fuerza el asa de la canasta que llevaba. Raphael se detuvo en medio de la calle empedrada. Sus ojos se movían de un lado a otro, analizando. El olor del pan fresco lo confundía, el vino derramado en los toneles le recordaba a la sangre. No comprendía qué era ese lugar, ni qué rol tenía la gente que lo observaba con miedo y curiosidad. Se llevó una mano al pecho y murmuró en voz baja, casi como una plegaria oscura: — कुतः… अहं? कुतः एषः लोकः? (¿De dónde… soy? ¿Qué es este mundo?). Un niño se le quedó mirando, curioso, sin miedo, hasta que su madre lo arrastró de vuelta a la casa. Las miradas crecían. Un extraño había entrado en el pueblo. Raphael sonrió, apenas, un gesto ambiguo que no revelaba si era amenaza o calma. Su estómago rugió, y sus ojos se alzaron hacia la posada iluminada al final de la calle, de donde escapaban olores de carne asada y cerveza. — भोजनम्… (Comida). Y dio su primer paso hacia el corazón del pueblo humano, sin comprender que su mera existencia ya estaba alterando el equilibrio de aquel lugar.
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  • ⠀⠀⠀Ella conocía el precio de los deseos mejor que nadie. Lo había visto arruinar destinos y sembrar tragedias tan hermosas como letales. Pero el precio más cruel, el más exquisito en su perversidad, era el que cobraba la autoconseción. Concederse un deseo a si misma era como abrir una herida en su propia alma y dejar que el Caos se alimentará de ella directamente. No era el miedo lo que la detenía, era el conocimiento absoluto de que jugar a ser la diosa y la suplicante era la única forma de trueque donde siempre, siempre, se perdía a si misma en el intercambio.
    ⠀⠀⠀Ella conocía el precio de los deseos mejor que nadie. Lo había visto arruinar destinos y sembrar tragedias tan hermosas como letales. Pero el precio más cruel, el más exquisito en su perversidad, era el que cobraba la autoconseción. Concederse un deseo a si misma era como abrir una herida en su propia alma y dejar que el Caos se alimentará de ella directamente. No era el miedo lo que la detenía, era el conocimiento absoluto de que jugar a ser la diosa y la suplicante era la única forma de trueque donde siempre, siempre, se perdía a si misma en el intercambio.
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  • —¿Ves esta mariposa roja? No es un insecto. Es la energía residual de un deseo que acabo de conceder... y la promesa de la tragedia que llegará después. ¿No crees que es... preciosa?
    —¿Ves esta mariposa roja? No es un insecto. Es la energía residual de un deseo que acabo de conceder... y la promesa de la tragedia que llegará después. ¿No crees que es... preciosa?
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  • 𝟏𝟎:𝟓𝟎 𝓟𝓜
    ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════

    Con el paso de los días, ya se volvió costumbre: cada vez que salgo tarde, mis ojos se elevan al cielo antes de perderse entre las calles oscuras. Hay algo en ese firmamento que me atrae.

    Esta noche no fue distinta… hasta que lo fue.
    En medio del tapiz estrellado, una luz fugaz atravesó el cielo en silencio, tan veloz como delicada.

    Me quedé inmóvil, casi conteniendo la respiración.
    Dicen que al ver una estrella fugaz uno debe pedir un deseo.
    Y aunque nunca fui de creer en supersticiones… cerré los ojos y lo hice.

    No pedí grandezas, ni victorias.
    Solo algo sencillo: que algún día, alguien camine a mi lado en estas noches tranquilas.
    𝟏𝟎:𝟓𝟎 𝓟𝓜 ═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════ Con el paso de los días, ya se volvió costumbre: cada vez que salgo tarde, mis ojos se elevan al cielo antes de perderse entre las calles oscuras. Hay algo en ese firmamento que me atrae. Esta noche no fue distinta… hasta que lo fue. En medio del tapiz estrellado, una luz fugaz atravesó el cielo en silencio, tan veloz como delicada. Me quedé inmóvil, casi conteniendo la respiración. Dicen que al ver una estrella fugaz uno debe pedir un deseo. Y aunque nunca fui de creer en supersticiones… cerré los ojos y lo hice. No pedí grandezas, ni victorias. Solo algo sencillo: que algún día, alguien camine a mi lado en estas noches tranquilas.
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  • —Lo que más anhelas está tan solo a un deseo de distancia... Y sin embargo te paraliza el miedo a la magia y sus hermosas consecuencias
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  • {El príncipe Zarek se hallaba recostado sobre su cama amplia, cubierta de finas telas. Los aposentos, silenciosos, apenas eran iluminados por la luz de las velas.}

    {No lograba descansar. Cada vez que cerraba los ojos, el aire del desierto le devolvía un perfume distinto, un rastro que se desvanecía. El olor de la mestiza. Era un tormento. Una fragancia que se transformaba a cada minuto, imposible de rastrear con precisión. Demasiado inconstante, demasiado humano.}

    {Zarek apretó los dientes. Esa dualidad era lo que la mantenía con vida, lo que la hacía invisible incluso para los depredadores más antiguos como él. Una mestiza con sangre humana no debía haber sobrevivido, y sin embargo, ella existía. Ella era la clave. La última esperanza para los nekomatas, cuya especie se extinguía lentamente. Sin ella, el fin sería inevitable.}

    {Pero la furia lo consumía más que la desesperanza. La mestiza lo atormentaba sin siquiera saberlo. Le robaba el sueño. Lo empujaba a los límites de su paciencia. Con cada soplo de viento nocturno que rozaba su piel, el aroma llegaba a él como una burla, solo para desvanecerse un instante después.}

    {Zarek abrió los ojos de golpe, los colmillos apretados con fuerza. Sus manos se clavaron en las sábanas, arrugándolas, mientras sus nudillos palidecían por la presión. Luego abrazó con violencia la almohada, como si pudiera ahogar en ella la ansiedad.}

    {Quería dormir. Solo dormir unas horas. Pero no podía.}

    {Sabía lo que debía hacer. No podía seguir esperando informes de exploradores ni depender de rastros que se desvanecían en el viento. El viaje al mundo de los humanos era inevitable. Se disfrazaría de mortal, descendería hasta ese reino ajeno, y la encontraría.}

    {No importaba cuánto tuviera que sacrificar ni qué dios se interpusiera. Iría por ella. Porque era suya. Porque era la única capaz de calmar aquel tormento.}

    {Y en medio del silencio sofocante de la noche, Zarek permaneció despierto, prisionero de un deseo que no comprendía del todo, pero que lo estaba consumiendo más rápido que cualquier enemigo.}
    {El príncipe Zarek se hallaba recostado sobre su cama amplia, cubierta de finas telas. Los aposentos, silenciosos, apenas eran iluminados por la luz de las velas.} {No lograba descansar. Cada vez que cerraba los ojos, el aire del desierto le devolvía un perfume distinto, un rastro que se desvanecía. El olor de la mestiza. Era un tormento. Una fragancia que se transformaba a cada minuto, imposible de rastrear con precisión. Demasiado inconstante, demasiado humano.} {Zarek apretó los dientes. Esa dualidad era lo que la mantenía con vida, lo que la hacía invisible incluso para los depredadores más antiguos como él. Una mestiza con sangre humana no debía haber sobrevivido, y sin embargo, ella existía. Ella era la clave. La última esperanza para los nekomatas, cuya especie se extinguía lentamente. Sin ella, el fin sería inevitable.} {Pero la furia lo consumía más que la desesperanza. La mestiza lo atormentaba sin siquiera saberlo. Le robaba el sueño. Lo empujaba a los límites de su paciencia. Con cada soplo de viento nocturno que rozaba su piel, el aroma llegaba a él como una burla, solo para desvanecerse un instante después.} {Zarek abrió los ojos de golpe, los colmillos apretados con fuerza. Sus manos se clavaron en las sábanas, arrugándolas, mientras sus nudillos palidecían por la presión. Luego abrazó con violencia la almohada, como si pudiera ahogar en ella la ansiedad.} {Quería dormir. Solo dormir unas horas. Pero no podía.} {Sabía lo que debía hacer. No podía seguir esperando informes de exploradores ni depender de rastros que se desvanecían en el viento. El viaje al mundo de los humanos era inevitable. Se disfrazaría de mortal, descendería hasta ese reino ajeno, y la encontraría.} {No importaba cuánto tuviera que sacrificar ni qué dios se interpusiera. Iría por ella. Porque era suya. Porque era la única capaz de calmar aquel tormento.} {Y en medio del silencio sofocante de la noche, Zarek permaneció despierto, prisionero de un deseo que no comprendía del todo, pero que lo estaba consumiendo más rápido que cualquier enemigo.}
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  • — Euuu calma con tu cuestionario. — Sorbito a su coquita. — Yo siempre fui humano, que tomara la decisión de ser un gato fue un deseo del universo. — Señala hacia arriba.— Mi vida como humano era insatisfactoria, mucho trabajo que hacer y poco tiempo ¡Y no hablemos de la pereza!. Bueno, es un capricho mío pero ser un gato me ayudó a descubrir que mi mamá me envenenaba para quedarse con la herencia y que mi hermana era una loca incestuosa que se cogía a mi papá, bonita familia. ¿Eh?. Ser un gato me dió libertad: no más tareas, no más pendientes, no más asuntos familiares, solo comer, dormir, cagar y ser bonito.
    — Euuu calma con tu cuestionario. — Sorbito a su coquita. — Yo siempre fui humano, que tomara la decisión de ser un gato fue un deseo del universo. — Señala hacia arriba.— Mi vida como humano era insatisfactoria, mucho trabajo que hacer y poco tiempo ¡Y no hablemos de la pereza!. Bueno, es un capricho mío pero ser un gato me ayudó a descubrir que mi mamá me envenenaba para quedarse con la herencia y que mi hermana era una loca incestuosa que se cogía a mi papá, bonita familia. ¿Eh?. Ser un gato me dió libertad: no más tareas, no más pendientes, no más asuntos familiares, solo comer, dormir, cagar y ser bonito.
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  • ────Felicidades, te acabas de encontrar a la Afro oficinista, ahora tienes su bendición. Puedes pedir un deseo; desde que esa persona especial te deje de hablar más cortante que una roca o que esta noche suene como coditos con crema.
    ────Felicidades, te acabas de encontrar a la Afro oficinista, ahora tienes su bendición. Puedes pedir un deseo; desde que esa persona especial te deje de hablar más cortante que una roca o que esta noche suene como coditos con crema.
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