Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
A la mañana siguiente
El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.
El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.
Lili:
—¿Y dónde está tu café?
Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
—Te lo has acabado…
Gruñe suave, casi juguetona.
Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.
Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
tan brusca y tan dulce a la vez,
me golpea directamente en el pecho.
Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.
Lili:
—Quiero avanzar… de verdad que sí.
Quiero…
Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
Un deseo que me tiembla entre los dedos.
Un futuro posible que nace en su pecho.
Ryu no responde con palabras.
Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.
Y por un instante
respiro paz.
Una calma tan frágil
que parece hecha de cristal templado.
---
// Epílogo — presagio
Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
susurra.
Que trae voces que no buscamos,
nombres que creíamos dormidos,
sombras que nunca aprendieron a irse del todo.
Y aquella misma tarde,
en algún punto entre el sonido del mando,
la tibieza del café
y la risa que aún me quedaba en la garganta…
Algo cambió de dirección.
Un hilo antiguo se tensó.
Un destino volvió a reclamarme.
Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.
Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
lo cierto es que —incluso ahora—
el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:
“Quiero avanzar… Quiero.”
Porque el caos
siempre escucha.
Y el amor, también.
Lo que vino después…
todavía está esperando ser contado.
A la mañana siguiente
El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.
El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.
Lili:
—¿Y dónde está tu café?
Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
—Te lo has acabado…
Gruñe suave, casi juguetona.
Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.
Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
tan brusca y tan dulce a la vez,
me golpea directamente en el pecho.
Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.
Lili:
—Quiero avanzar… de verdad que sí.
Quiero…
Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
Un deseo que me tiembla entre los dedos.
Un futuro posible que nace en su pecho.
Ryu no responde con palabras.
Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.
Y por un instante
respiro paz.
Una calma tan frágil
que parece hecha de cristal templado.
---
// Epílogo — presagio
Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
susurra.
Que trae voces que no buscamos,
nombres que creíamos dormidos,
sombras que nunca aprendieron a irse del todo.
Y aquella misma tarde,
en algún punto entre el sonido del mando,
la tibieza del café
y la risa que aún me quedaba en la garganta…
Algo cambió de dirección.
Un hilo antiguo se tensó.
Un destino volvió a reclamarme.
Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.
Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
lo cierto es que —incluso ahora—
el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:
“Quiero avanzar… Quiero.”
Porque el caos
siempre escucha.
Y el amor, también.
Lo que vino después…
todavía está esperando ser contado.
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A la mañana siguiente
El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.
El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.
Lili:
—¿Y dónde está tu café?
Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
—Te lo has acabado…
Gruñe suave, casi juguetona.
Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.
Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
tan brusca y tan dulce a la vez,
me golpea directamente en el pecho.
Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.
Lili:
—Quiero avanzar… de verdad que sí.
Quiero…
Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
Un deseo que me tiembla entre los dedos.
Un futuro posible que nace en su pecho.
Ryu no responde con palabras.
Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.
Y por un instante
respiro paz.
Una calma tan frágil
que parece hecha de cristal templado.
---
// Epílogo — presagio
Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
susurra.
Que trae voces que no buscamos,
nombres que creíamos dormidos,
sombras que nunca aprendieron a irse del todo.
Y aquella misma tarde,
en algún punto entre el sonido del mando,
la tibieza del café
y la risa que aún me quedaba en la garganta…
Algo cambió de dirección.
Un hilo antiguo se tensó.
Un destino volvió a reclamarme.
Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.
Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
lo cierto es que —incluso ahora—
el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:
“Quiero avanzar… Quiero.”
Porque el caos
siempre escucha.
Y el amor, también.
Lo que vino después…
todavía está esperando ser contado.
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A la mañana siguiente
El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.
El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.
Lili:
—¿Y dónde está tu café?
Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
—Te lo has acabado…
Gruñe suave, casi juguetona.
Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.
Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
tan brusca y tan dulce a la vez,
me golpea directamente en el pecho.
Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.
Lili:
—Quiero avanzar… de verdad que sí.
Quiero…
Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
Un deseo que me tiembla entre los dedos.
Un futuro posible que nace en su pecho.
Ryu no responde con palabras.
Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.
Y por un instante
respiro paz.
Una calma tan frágil
que parece hecha de cristal templado.
---
// Epílogo — presagio
Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
susurra.
Que trae voces que no buscamos,
nombres que creíamos dormidos,
sombras que nunca aprendieron a irse del todo.
Y aquella misma tarde,
en algún punto entre el sonido del mando,
la tibieza del café
y la risa que aún me quedaba en la garganta…
Algo cambió de dirección.
Un hilo antiguo se tensó.
Un destino volvió a reclamarme.
Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.
Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
lo cierto es que —incluso ahora—
el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:
“Quiero avanzar… Quiero.”
Porque el caos
siempre escucha.
Y el amor, también.
Lo que vino después…
todavía está esperando ser contado.
A la mañana siguiente
El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.
El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.
Lili:
—¿Y dónde está tu café?
Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
—Te lo has acabado…
Gruñe suave, casi juguetona.
Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.
Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
tan brusca y tan dulce a la vez,
me golpea directamente en el pecho.
Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.
Lili:
—Quiero avanzar… de verdad que sí.
Quiero…
Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
Un deseo que me tiembla entre los dedos.
Un futuro posible que nace en su pecho.
Ryu no responde con palabras.
Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.
Y por un instante
respiro paz.
Una calma tan frágil
que parece hecha de cristal templado.
---
// Epílogo — presagio
Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
susurra.
Que trae voces que no buscamos,
nombres que creíamos dormidos,
sombras que nunca aprendieron a irse del todo.
Y aquella misma tarde,
en algún punto entre el sonido del mando,
la tibieza del café
y la risa que aún me quedaba en la garganta…
Algo cambió de dirección.
Un hilo antiguo se tensó.
Un destino volvió a reclamarme.
Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.
Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
lo cierto es que —incluso ahora—
el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:
“Quiero avanzar… Quiero.”
Porque el caos
siempre escucha.
Y el amor, también.
Lo que vino después…
todavía está esperando ser contado.