• ☕︎ 𝙏𝙚𝙖 𝙥𝙖𝙧𝙩𝙮
    Fandom Crossover
    Categoría Acción
    Era casi media noche en cuidad gótica y Francis aun /seguía despierto aunque por una razón especial. Pasadas las doce comenzaría el día de cumpleaños de su novio quien se encontraba en el sótano perfeccionando alguno de sus inventos.

    Durante las horas previas, el mutante se mantuvo ocupado preparando un pequeño pastel sorpresa con la forma de una galera de mago a la que decoro con cartas de caramelo. Le echo un vistazo al reloj en la pared, tenía dos menos de cinco minutos para ir a la cocina y bajar al sótano para sorprender a Jervis.

    Corrió hasta la cocina, abrió el refrigerador y saco el pastel del escondite que había cubierto con verduras por si el curioso de su novio decidía que era un buen día para hacer un inventario de lo que tenían y lo que debían de comprar.

    Lo adorno con un par de velas que encendio antes de bajar. Batalló un poco para abrir la puerta y mientras pisaba con cuidado los escalones gastados de madera, entono la clásica canción de cumpleaños hasta que piso el último peldaño para por fin verle el rostro a su amado, lleno de ilusión.

    ──¡Felicidades bombón de chocolate! Feliz cumpleaños, Jer ── Lo felicito y le entrego la bandeja con el pastel. ──Anda, pide un deseo──

    𝐉𝐄𝐑𝐕𝐈𝐒 𝐓𝐄𝐓𝐂𝐇
    Era casi media noche en cuidad gótica y Francis aun /seguía despierto aunque por una razón especial. Pasadas las doce comenzaría el día de cumpleaños de su novio quien se encontraba en el sótano perfeccionando alguno de sus inventos. Durante las horas previas, el mutante se mantuvo ocupado preparando un pequeño pastel sorpresa con la forma de una galera de mago a la que decoro con cartas de caramelo. Le echo un vistazo al reloj en la pared, tenía dos menos de cinco minutos para ir a la cocina y bajar al sótano para sorprender a Jervis. Corrió hasta la cocina, abrió el refrigerador y saco el pastel del escondite que había cubierto con verduras por si el curioso de su novio decidía que era un buen día para hacer un inventario de lo que tenían y lo que debían de comprar. Lo adorno con un par de velas que encendio antes de bajar. Batalló un poco para abrir la puerta y mientras pisaba con cuidado los escalones gastados de madera, entono la clásica canción de cumpleaños hasta que piso el último peldaño para por fin verle el rostro a su amado, lleno de ilusión. ──¡Felicidades bombón de chocolate! Feliz cumpleaños, Jer ── Lo felicito y le entrego la bandeja con el pastel. ──Anda, pide un deseo── [MxdHatter]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • Habéis sido buenos?? Si es así pedidme un deseo... Pero si no!!!

    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin os traerá carbón!!
    Habéis sido buenos?? Si es así pedidme un deseo... Pero si no!!! [Ryu] os traerá carbón!!
    Me encocora
    Me enjaja
    Me gusta
    5
    6 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    A la mañana siguiente

    El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.

    El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.

    Lili:
    —¿Y dónde está tu café?

    Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
    —Te lo has acabado…
    Gruñe suave, casi juguetona.
    Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.

    Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
    tan brusca y tan dulce a la vez,
    me golpea directamente en el pecho.

    Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.

    Lili:
    —Quiero avanzar… de verdad que sí.
    Quiero…

    Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
    Un deseo que me tiembla entre los dedos.
    Un futuro posible que nace en su pecho.

    Ryu no responde con palabras.
    Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.

    Y por un instante
    respiro paz.

    Una calma tan frágil
    que parece hecha de cristal templado.


    ---

    // Epílogo — presagio

    Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
    susurra.

    Que trae voces que no buscamos,
    nombres que creíamos dormidos,
    sombras que nunca aprendieron a irse del todo.

    Y aquella misma tarde,
    en algún punto entre el sonido del mando,
    la tibieza del café
    y la risa que aún me quedaba en la garganta…

    Algo cambió de dirección.

    Un hilo antiguo se tensó.
    Un destino volvió a reclamarme.
    Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.

    Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
    lo cierto es que —incluso ahora—
    el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:

    “Quiero avanzar… Quiero.”

    Porque el caos
    siempre escucha.
    Y el amor, también.

    Lo que vino después…
    todavía está esperando ser contado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 A la mañana siguiente El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna. El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo. Lili: —¿Y dónde está tu café? Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya: —Te lo has acabado… Gruñe suave, casi juguetona. Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí. Su forma torpe de invitarme a vivir con ella… tan brusca y tan dulce a la vez, me golpea directamente en el pecho. Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos. Lili: —Quiero avanzar… de verdad que sí. Quiero… Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola. Un deseo que me tiembla entre los dedos. Un futuro posible que nace en su pecho. Ryu no responde con palabras. Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta. Y por un instante respiro paz. Una calma tan frágil que parece hecha de cristal templado. --- // Epílogo — presagio Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla: susurra. Que trae voces que no buscamos, nombres que creíamos dormidos, sombras que nunca aprendieron a irse del todo. Y aquella misma tarde, en algún punto entre el sonido del mando, la tibieza del café y la risa que aún me quedaba en la garganta… Algo cambió de dirección. Un hilo antiguo se tensó. Un destino volvió a reclamarme. Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado. Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato, lo cierto es que —incluso ahora— el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban: “Quiero avanzar… Quiero.” Porque el caos siempre escucha. Y el amor, también. Lo que vino después… todavía está esperando ser contado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    A la mañana siguiente

    El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.

    El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.

    Lili:
    —¿Y dónde está tu café?

    Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
    —Te lo has acabado…
    Gruñe suave, casi juguetona.
    Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.

    Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
    tan brusca y tan dulce a la vez,
    me golpea directamente en el pecho.

    Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.

    Lili:
    —Quiero avanzar… de verdad que sí.
    Quiero…

    Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
    Un deseo que me tiembla entre los dedos.
    Un futuro posible que nace en su pecho.

    Ryu no responde con palabras.
    Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.

    Y por un instante
    respiro paz.

    Una calma tan frágil
    que parece hecha de cristal templado.


    ---

    // Epílogo — presagio

    Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
    susurra.

    Que trae voces que no buscamos,
    nombres que creíamos dormidos,
    sombras que nunca aprendieron a irse del todo.

    Y aquella misma tarde,
    en algún punto entre el sonido del mando,
    la tibieza del café
    y la risa que aún me quedaba en la garganta…

    Algo cambió de dirección.

    Un hilo antiguo se tensó.
    Un destino volvió a reclamarme.
    Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.

    Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
    lo cierto es que —incluso ahora—
    el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:

    “Quiero avanzar… Quiero.”

    Porque el caos
    siempre escucha.
    Y el amor, también.

    Lo que vino después…
    todavía está esperando ser contado.
    Me enjaja
    Me entristece
    2
    0 comentarios 0 compartidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    A la mañana siguiente

    El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna.

    El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo.

    Lili:
    —¿Y dónde está tu café?

    Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya:
    —Te lo has acabado…
    Gruñe suave, casi juguetona.
    Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí.

    Su forma torpe de invitarme a vivir con ella…
    tan brusca y tan dulce a la vez,
    me golpea directamente en el pecho.

    Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos.

    Lili:
    —Quiero avanzar… de verdad que sí.
    Quiero…

    Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola.
    Un deseo que me tiembla entre los dedos.
    Un futuro posible que nace en su pecho.

    Ryu no responde con palabras.
    Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta.

    Y por un instante
    respiro paz.

    Una calma tan frágil
    que parece hecha de cristal templado.


    ---

    // Epílogo — presagio

    Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla:
    susurra.

    Que trae voces que no buscamos,
    nombres que creíamos dormidos,
    sombras que nunca aprendieron a irse del todo.

    Y aquella misma tarde,
    en algún punto entre el sonido del mando,
    la tibieza del café
    y la risa que aún me quedaba en la garganta…

    Algo cambió de dirección.

    Un hilo antiguo se tensó.
    Un destino volvió a reclamarme.
    Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado.

    Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato,
    lo cierto es que —incluso ahora—
    el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban:

    “Quiero avanzar… Quiero.”

    Porque el caos
    siempre escucha.
    Y el amor, también.

    Lo que vino después…
    todavía está esperando ser contado.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 A la mañana siguiente El olor a café me despierta antes que la luz. Abro los ojos y allí está Ryu, tranquila, apoyada en el marco de la puerta con una de esas medias sonrisas que solo enseña cuando baja la guardia. Me deja la taza en la mesita y, sin decir palabra, enciende la consola. Luego se sienta a mi lado y me extiende uno de los mandos, como si me invitara a entrar en su pequeño mundo sin pedir explicación alguna. El vapor del café acaricia mi cara mientras doy sorbos tímidos. Ella me observa de reojo, con una expresión divertida, arrugando la nariz cada vez que bebo. Lili: —¿Y dónde está tu café? Ryu, encogiéndose de hombros con esa calma salvaje tan suya: —Te lo has acabado… Gruñe suave, casi juguetona. Tendrás que ir a comprar si vas a quedarte aquí. Su forma torpe de invitarme a vivir con ella… tan brusca y tan dulce a la vez, me golpea directamente en el pecho. Me acerco, envolviéndola en un abrazo pequeño, casi tembloroso. Apoyo la frente en su clavícula y le doy un beso en los labios, suave, sincero, sin alcohol ni caos. Lili: —Quiero avanzar… de verdad que sí. Quiero… Las palabras salen sin que las piense, como si mi alma las dijera sola. Un deseo que me tiembla entre los dedos. Un futuro posible que nace en su pecho. Ryu no responde con palabras. Solo me estrecha contra ella, como si con ese gesto pudiera prometerme un hogar que no sabe construir, pero que intenta. Y por un instante respiro paz. Una calma tan frágil que parece hecha de cristal templado. --- // Epílogo — presagio Dicen que hay tardes en las que el viento no sopla: susurra. Que trae voces que no buscamos, nombres que creíamos dormidos, sombras que nunca aprendieron a irse del todo. Y aquella misma tarde, en algún punto entre el sonido del mando, la tibieza del café y la risa que aún me quedaba en la garganta… Algo cambió de dirección. Un hilo antiguo se tensó. Un destino volvió a reclamarme. Una presencia familiar cruzó un umbral que yo ya había dado por cerrado. Y aunque ese instante aún no pertenece a este relato, lo cierto es que —incluso ahora— el viento sigue repitiendo aquellas palabras que pronuncié sin saber lo que invocaban: “Quiero avanzar… Quiero.” Porque el caos siempre escucha. Y el amor, también. Lo que vino después… todavía está esperando ser contado.
    Me entristece
    1
    1 comentario 1 compartido
  • 𝗬𝗼。。。 𝗱𝗲𝘀𝗲𝗼。。。
    Categoría Otros
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ≻〉 Kazuha 〈≺

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ═──────────────═

    Llevaba mucho tiempo pensando lo mismo, desde el momento en que todo empezó a desmoronarse lentamente a su alrededor. El instante que su hermano simplemente desapareció. Se esfumó como si nunca hubiera existido, pero eso era imposible, él lo vio crecer mientras intentaba ser un buen hermano mayor, tenía demasiadas memorias con Leigh como para siquiera considerar el hecho que todo pudo ser imaginación o un sueño. No lo era. Entonces, ¿por qué a veces se sentía así? Era incómodo y desagradable.

    Esa noche, mientras terminaba de escanear algunos productos y colocarlos en bolsas para una cliente, algo llegó a él como si fuera una señal. O tal vez era más del montón de información que obtenía sin preguntar.

    —Pedí un deseo. Se cumplió al instante. —dijo la mujer con una sonrisa en el rostro, como si acaso estuviera revelando el secreto del universo.— Ahora nadie puede tocarme, en ningún sentido, a menos que yo lo decida.

    —Maravilloso. —dijo Demian con un tono que denotaba su desinterés.— Son trescien-

    —Tu deberías pedir un deseo y salir de esta tienda de mala muerte. Tienes que ver a Kazuha. —ella interrumpió enseguida, mirándolo con un destello cómplice en sus ojos.— ¿Sabes de la mansión abandonada en el barrio casi llegando a las afueras de la ciudad? Ve allí, podrás encontrarla sin problema. Solo asegúrate de saber bien lo que quieres.

    El chico se quedó en silencio, sin saber si la mujer estaba delirando o si decía la verdad. Juzgando por su expresión y palabras seguras, quizás era verdad. Pero la parte escéptica de él le decía que nadie ni nada podría cumplir aquello que deseaba en ese momento. A pesar de eso, se permitió dudar.

    —Gracias, lo pensaré. Son trescien-

    —Quédate con el cambio. —volvió a interrumpirlo mientras le dejó un billete de valor más grande del necesario. Luego ella tomó las bolsas y se retiró en silencio. Un silencio que pareció ensimismarse en Demian como una presencia que buscaba hacerlo perder el aliento. Por un momento casi lo logró, pero el joven inmediatamente borró cualquier pensamiento que pudiera alimentar esa sensación y guardó el billete en la caja registradora.

    El resto de su turno mantuvo su mente ocupada con lo que fuese, incluso aferrándose a lo que sea que los clientes le decían cuando llegaba el momento de pagar. La idea de ir a esa mansión, sin embargo, volvía de forma constante y molesta. Al final, terminando su turno, ya era de mañana, el sol ya alumbrando gran parte de las áreas de la ciudad, y de nuevo la vocecita en su cabeza "La mansión a las afueras. Un deseo."

    Chasqueó la lengua, estaba agotado, pero conociéndose no iba a dormir hasta ir a ese bendito lugar. Ya empezaba a entender porqué las personas fumaban una cajetilla de cigarrillos al día o más.

    Al salir de la tienda, con su chaqueta puesta, miró su skate que tenía en mano. Aunque lo usaba para ir de un lado a otro en la mayoría de los casos, iba a tardarse mucho en llegar al lugar, por lo que optó por pedir un taxi. Para su mala suerte, el conductor le dijo que solamente iba hasta cierto punto, no lo dejaría en la puerta de la mansión. Demian aceptó de todas maneras.

    Durante el viaje pensó en muchas cosas, en lo que podría pedir además de querer que su hermano volviera, el pensar que habría alguna clase de trampa o que era solo una estafa. Hoy en día cualquiera podía pretender hacer o ser lo que sea. "Pedí un deseo. Se cumplió al instante", resonó la voz de la cliente en su cabeza. De nuevo, ¿era verdad o solo exageración?

    —Ya llegamos. —el hombre lo sacó abruptamente de su mente al hablar y el chico se apresuró a pagar antes de bajarse. Una vez pisó suelo, se fijó en el camino. Calles y veredas no muy lisas. Ahí tampoco iba a servir el skate a menos que quisiera caerse de cara al suelo. Suspiró y emprendió camino, con una sensación de ser el único en el área.

    —Esto es una idiotez, no debí haber venido. —murmuró para sí mismo tras llegar a la entrada, divisando la mansión que, efectivamente, se veía abandonada y sin nadie dentro. Lo había estado por años y años según escuchó. Mordió su labio inferior antes de continuar hasta la puerta principal. Allí se quedó. ¿Debía tocar? ¿Pasar sin más?

    —Como si alguien estuviera aquí... Ya qué. —volvió a hablar por lo bajo antes de levantar su mano libre, la izquierda, y mover el tocador de la puerta para anunciarse.
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ≻〉 [K4zuha]〈≺ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ═──────────────═ Llevaba mucho tiempo pensando lo mismo, desde el momento en que todo empezó a desmoronarse lentamente a su alrededor. El instante que su hermano simplemente desapareció. Se esfumó como si nunca hubiera existido, pero eso era imposible, él lo vio crecer mientras intentaba ser un buen hermano mayor, tenía demasiadas memorias con Leigh como para siquiera considerar el hecho que todo pudo ser imaginación o un sueño. No lo era. Entonces, ¿por qué a veces se sentía así? Era incómodo y desagradable. Esa noche, mientras terminaba de escanear algunos productos y colocarlos en bolsas para una cliente, algo llegó a él como si fuera una señal. O tal vez era más del montón de información que obtenía sin preguntar. —Pedí un deseo. Se cumplió al instante. —dijo la mujer con una sonrisa en el rostro, como si acaso estuviera revelando el secreto del universo.— Ahora nadie puede tocarme, en ningún sentido, a menos que yo lo decida. —Maravilloso. —dijo Demian con un tono que denotaba su desinterés.— Son trescien- —Tu deberías pedir un deseo y salir de esta tienda de mala muerte. Tienes que ver a Kazuha. —ella interrumpió enseguida, mirándolo con un destello cómplice en sus ojos.— ¿Sabes de la mansión abandonada en el barrio casi llegando a las afueras de la ciudad? Ve allí, podrás encontrarla sin problema. Solo asegúrate de saber bien lo que quieres. El chico se quedó en silencio, sin saber si la mujer estaba delirando o si decía la verdad. Juzgando por su expresión y palabras seguras, quizás era verdad. Pero la parte escéptica de él le decía que nadie ni nada podría cumplir aquello que deseaba en ese momento. A pesar de eso, se permitió dudar. —Gracias, lo pensaré. Son trescien- —Quédate con el cambio. —volvió a interrumpirlo mientras le dejó un billete de valor más grande del necesario. Luego ella tomó las bolsas y se retiró en silencio. Un silencio que pareció ensimismarse en Demian como una presencia que buscaba hacerlo perder el aliento. Por un momento casi lo logró, pero el joven inmediatamente borró cualquier pensamiento que pudiera alimentar esa sensación y guardó el billete en la caja registradora. El resto de su turno mantuvo su mente ocupada con lo que fuese, incluso aferrándose a lo que sea que los clientes le decían cuando llegaba el momento de pagar. La idea de ir a esa mansión, sin embargo, volvía de forma constante y molesta. Al final, terminando su turno, ya era de mañana, el sol ya alumbrando gran parte de las áreas de la ciudad, y de nuevo la vocecita en su cabeza "La mansión a las afueras. Un deseo." Chasqueó la lengua, estaba agotado, pero conociéndose no iba a dormir hasta ir a ese bendito lugar. Ya empezaba a entender porqué las personas fumaban una cajetilla de cigarrillos al día o más. Al salir de la tienda, con su chaqueta puesta, miró su skate que tenía en mano. Aunque lo usaba para ir de un lado a otro en la mayoría de los casos, iba a tardarse mucho en llegar al lugar, por lo que optó por pedir un taxi. Para su mala suerte, el conductor le dijo que solamente iba hasta cierto punto, no lo dejaría en la puerta de la mansión. Demian aceptó de todas maneras. Durante el viaje pensó en muchas cosas, en lo que podría pedir además de querer que su hermano volviera, el pensar que habría alguna clase de trampa o que era solo una estafa. Hoy en día cualquiera podía pretender hacer o ser lo que sea. "Pedí un deseo. Se cumplió al instante", resonó la voz de la cliente en su cabeza. De nuevo, ¿era verdad o solo exageración? —Ya llegamos. —el hombre lo sacó abruptamente de su mente al hablar y el chico se apresuró a pagar antes de bajarse. Una vez pisó suelo, se fijó en el camino. Calles y veredas no muy lisas. Ahí tampoco iba a servir el skate a menos que quisiera caerse de cara al suelo. Suspiró y emprendió camino, con una sensación de ser el único en el área. —Esto es una idiotez, no debí haber venido. —murmuró para sí mismo tras llegar a la entrada, divisando la mansión que, efectivamente, se veía abandonada y sin nadie dentro. Lo había estado por años y años según escuchó. Mordió su labio inferior antes de continuar hasta la puerta principal. Allí se quedó. ¿Debía tocar? ¿Pasar sin más? —Como si alguien estuviera aquí... Ya qué. —volvió a hablar por lo bajo antes de levantar su mano libre, la izquierda, y mover el tocador de la puerta para anunciarse.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    2
    8 turnos 0 maullidos
  • Blink
    Fandom OC
    Categoría Original
    Un parpadeo.

    Sólo uno, es todo lo que necesita. Se lo jura, una vez más, a sí mismo. Sólo uno más. Es necesario. Es por el Código. Es por su misión.

    El reflejo carmesí aparece y se va de sus pupilas tan rápido, que es como si jamás hubiera estado ahí. Breve, pero significativo. ¿No son así las cosas más devastadoras de la vida?

    —...Te encontré.

    El carmesí le otorgá percepción. El carmesí le otorga saber. Le otorga la eficiencia que lo ha convertido en el mejor -por lejos- rastreando y siguiendo a... como él los llama, "rebeldes".

    El carmesí otorga, sí. Y así como otorga, exige. Quita. Arranca.

    Pero está bien. Sólo es fue un parpadeo. Nadie lo sabe, nadie tiene que saberlo. Él está en control y puede dejarlo cuando deseé.

    Un parpadeo. Sólo hace falta un parpadeo para que las corrientes caóticas ante sus ojos aparezcan, para que su flujo le comunique sin palabras a dónde vienen, a dónde se dirigen. A dónde, y hacia quién.

    Un deseo se cumple, un precio se paga, y las corrientes obedecen esta regla inamovible. Cuando las corrientes se mueven demasiado, de formas violentas e impredecibles, ahí debe estar Kieran. Porque eso significa que alguien las está agitando más de lo que debería.

    Un deseo se ha cumplido, un precio se ha pagado. ¿Es justo el precio? ¿Es honorable el deseo? De eso debe asegurarse. Y parpadea, de nuevo. Porque es sólo un parpadeo más, ¿no?

    Está bien. Es por la misión. Sus ojos humecta con un par de gotas. Listo, como nuevo.

    De vuelta al trabajo, pues ya la encontró, ¿no es así? Y del edificio del que observa el paraje citadino, salta. Salta, porque no va a pasar nada.

    Todo está bien. El Carmesí está ahí. Sólo es un parpadeo... sólo es un salto... Es por la misión. Es por el Código. Está bien. Todo está bien...

    Porque ya la encontró.
    Un parpadeo. Sólo uno, es todo lo que necesita. Se lo jura, una vez más, a sí mismo. Sólo uno más. Es necesario. Es por el Código. Es por su misión. El reflejo carmesí aparece y se va de sus pupilas tan rápido, que es como si jamás hubiera estado ahí. Breve, pero significativo. ¿No son así las cosas más devastadoras de la vida? —...Te encontré. El carmesí le otorgá percepción. El carmesí le otorga saber. Le otorga la eficiencia que lo ha convertido en el mejor -por lejos- rastreando y siguiendo a... como él los llama, "rebeldes". El carmesí otorga, sí. Y así como otorga, exige. Quita. Arranca. Pero está bien. Sólo es fue un parpadeo. Nadie lo sabe, nadie tiene que saberlo. Él está en control y puede dejarlo cuando deseé. Un parpadeo. Sólo hace falta un parpadeo para que las corrientes caóticas ante sus ojos aparezcan, para que su flujo le comunique sin palabras a dónde vienen, a dónde se dirigen. A dónde, y hacia quién. Un deseo se cumple, un precio se paga, y las corrientes obedecen esta regla inamovible. Cuando las corrientes se mueven demasiado, de formas violentas e impredecibles, ahí debe estar Kieran. Porque eso significa que alguien las está agitando más de lo que debería. Un deseo se ha cumplido, un precio se ha pagado. ¿Es justo el precio? ¿Es honorable el deseo? De eso debe asegurarse. Y parpadea, de nuevo. Porque es sólo un parpadeo más, ¿no? Está bien. Es por la misión. Sus ojos humecta con un par de gotas. Listo, como nuevo. De vuelta al trabajo, pues ya la encontró, ¿no es así? Y del edificio del que observa el paraje citadino, salta. Salta, porque no va a pasar nada. Todo está bien. El Carmesí está ahí. Sólo es un parpadeo... sólo es un salto... Es por la misión. Es por el Código. Está bien. Todo está bien... Porque ya la encontró.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    2
    57 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Tu energía me llama… y yo siempre respondo a un deseo tan dulce.”
    Tu energía me llama… y yo siempre respondo a un deseo tan dulce.”
    Me encocora
    Me shockea
    4
    0 comentarios 0 compartidos
  • La luz entra en la habitación de Ophelia como un susurro que ella nunca podrá devolver.
    El amanecer pinta las piedras frías con un dorado pálido, y la princesa abre los ojos en silencio, tal como ha hecho cada día desde la maldición. No hay saludos matutinos, ni canciones de aves que le respondan: solo el eco leve de su respiración y el crujido distante de la fortaleza antigua.

    Se sienta en la cama con movimientos suaves, casi ceremoniales. Sus manos, delicadas y pálidas, rozan las cortinas pesadas que guardan aún un rastro de polvo y de tiempo detenido. A veces le gusta imaginar que las telas murmuran por ella, que dicen lo que su garganta ya no puede.

    Camina por los pasillos largos del castillo, esos que antes estaban llenos de risas de sirvientes, pasos presurosos, música… Ahora son corredores huecos donde el aire parece escucharla a ella, la única habitante que no puede hablar. El sonido de sus pasos, descalzos sobre el mármol, es lo más cercano a una palabra que puede pronunciar.

    En el jardín interior —el único espacio donde el mundo exterior se atreve a tocarla— Ophelia se arrodilla frente a las flores marchitas. Las cuida con devoción silenciosa. A veces, cuando el viento roza su cabello, ella inclina la cabeza como si escuchara una respuesta, como si la naturaleza todavía pudiera adivinar lo que quiere decir. Pero ni el viento sabe cómo descifrar una voz que ya no existe.

    Al mediodía, recorre la torre más alta. Desde el ventanal observa el reino que alguna vez gobernaría. La gente lejos, diminuta, sigue su vida sin saber que la princesa los mira desde un encierro sin barrotes. Ella levanta la mano, como si fuera a saludar… pero la deja caer antes del gesto completo. ¿Para qué? Nadie puede verla, y aunque la vieran, no podrían oírla.

    Cuando cae la tarde, Ophelia se sienta frente al espejo. El reflejo es la única compañía constante que tiene. Se observa los labios, los mueve, intenta pronunciar palabras que ya olvidaron su propio sonido. A veces imagina que la maldición la convirtió en un susurro vivo: alguien que existe, pero que nunca puede ser escuchada.

    La noche llega y con ella, la quietud más profunda del castillo.
    Ophelia vuelve a su cama. Antes de cerrar los ojos, apoya una mano sobre su garganta, como cada noche, como si aún esperara sentir una vibración, un rastro de vida ahí donde la magia dejó un vacío. Pero no hay nada.

    Su último pensamiento del día no es un deseo ni una oración: es un silencio espeso que pesa tanto como la maldición misma.
    La luz entra en la habitación de Ophelia como un susurro que ella nunca podrá devolver. El amanecer pinta las piedras frías con un dorado pálido, y la princesa abre los ojos en silencio, tal como ha hecho cada día desde la maldición. No hay saludos matutinos, ni canciones de aves que le respondan: solo el eco leve de su respiración y el crujido distante de la fortaleza antigua. Se sienta en la cama con movimientos suaves, casi ceremoniales. Sus manos, delicadas y pálidas, rozan las cortinas pesadas que guardan aún un rastro de polvo y de tiempo detenido. A veces le gusta imaginar que las telas murmuran por ella, que dicen lo que su garganta ya no puede. Camina por los pasillos largos del castillo, esos que antes estaban llenos de risas de sirvientes, pasos presurosos, música… Ahora son corredores huecos donde el aire parece escucharla a ella, la única habitante que no puede hablar. El sonido de sus pasos, descalzos sobre el mármol, es lo más cercano a una palabra que puede pronunciar. En el jardín interior —el único espacio donde el mundo exterior se atreve a tocarla— Ophelia se arrodilla frente a las flores marchitas. Las cuida con devoción silenciosa. A veces, cuando el viento roza su cabello, ella inclina la cabeza como si escuchara una respuesta, como si la naturaleza todavía pudiera adivinar lo que quiere decir. Pero ni el viento sabe cómo descifrar una voz que ya no existe. Al mediodía, recorre la torre más alta. Desde el ventanal observa el reino que alguna vez gobernaría. La gente lejos, diminuta, sigue su vida sin saber que la princesa los mira desde un encierro sin barrotes. Ella levanta la mano, como si fuera a saludar… pero la deja caer antes del gesto completo. ¿Para qué? Nadie puede verla, y aunque la vieran, no podrían oírla. Cuando cae la tarde, Ophelia se sienta frente al espejo. El reflejo es la única compañía constante que tiene. Se observa los labios, los mueve, intenta pronunciar palabras que ya olvidaron su propio sonido. A veces imagina que la maldición la convirtió en un susurro vivo: alguien que existe, pero que nunca puede ser escuchada. La noche llega y con ella, la quietud más profunda del castillo. Ophelia vuelve a su cama. Antes de cerrar los ojos, apoya una mano sobre su garganta, como cada noche, como si aún esperara sentir una vibración, un rastro de vida ahí donde la magia dejó un vacío. Pero no hay nada. Su último pensamiento del día no es un deseo ni una oración: es un silencio espeso que pesa tanto como la maldición misma.
    Me gusta
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • ¿Lo oyes? ¿Lo ves? ¿Puedes sentirlo?

    La ovación de nuestro público, amor mío. Es la creación misma, haciendo erupción con el caos y la algarabía de la más feroz de las ovaciones.

    Qué dicha fue haber compartido este escenario contigo. Me llena de una felicidad que nací incapaz de expresar.

    Y ahora, oh, cielo mío, ¿sabes lo que viene?

    Sí, así es. Este es el momento en el que telón cae. Nuestro telón cae, como todos tienen que caer. Y los lazos rojos que nos unen, su tensión, la caricia con la que nos mantenían en vínculo, ahora aprietan, restringen y asfixian.

    ¿No es hermoso, amor mío? ¿No es hermoso que nos alimentemos mutuamente con el último de nuestros alientos?

    Si pudiera pedirle algo más al universo, si pudiera atreverme a un deseo final, sería el mismo que pedí al conocerte.

    Nunca me olvides, ¿sí?
    ¿Lo oyes? ¿Lo ves? ¿Puedes sentirlo? La ovación de nuestro público, amor mío. Es la creación misma, haciendo erupción con el caos y la algarabía de la más feroz de las ovaciones. Qué dicha fue haber compartido este escenario contigo. Me llena de una felicidad que nací incapaz de expresar. Y ahora, oh, cielo mío, ¿sabes lo que viene? Sí, así es. Este es el momento en el que telón cae. Nuestro telón cae, como todos tienen que caer. Y los lazos rojos que nos unen, su tensión, la caricia con la que nos mantenían en vínculo, ahora aprietan, restringen y asfixian. ¿No es hermoso, amor mío? ¿No es hermoso que nos alimentemos mutuamente con el último de nuestros alientos? Si pudiera pedirle algo más al universo, si pudiera atreverme a un deseo final, sería el mismo que pedí al conocerte. Nunca me olvides, ¿sí?
    Me gusta
    Me encocora
    5
    0 turnos 0 maullidos
  • Taran experiencia nueva con el amor de mi vida si le gano pediré un deseo en especial Minho Seom Lee
    Taran experiencia nueva con el amor de mi vida si le gano pediré un deseo en especial [glow_red_shark_542]
    Me encocora
    1
    4 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados