• -Nyx estaba un poquito triste preocupada , en el fondo de su corazón se sentía sola con pocas esperanzas y también extrañaba mucho los viejos tiempos donde pasaba junto con Lance y Tristán , también extrañaba su hogar el reino demonico, sus padres -

    No me gusta , no me gusta sentirme así .... Odio este sentimiento de soledad.
    -Nyx estaba un poquito triste preocupada , en el fondo de su corazón se sentía sola con pocas esperanzas y también extrañaba mucho los viejos tiempos donde pasaba junto con Lance y Tristán , también extrañaba su hogar el reino demonico, sus padres - No me gusta , no me gusta sentirme así .... Odio este sentimiento de soledad.
    0 turnos 0 maullidos 200 vistas
  • El viento cálido de la sabana agitaba la melena de Simba mientras caminaba por la hierba alta. Sus patas dejaban huellas firmes en la tierra seca, y su mirada dorada recorría el horizonte. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido la necesidad de patrullar en soledad, pero esa mañana algo lo inquietaba.

    Cerca de un viejo baobab, se detuvo. El aire traía consigo un olor extraño: no era el de un depredador ni el de su manada, sino el de un forastero. Sus músculos se tensaron mientras avanzaba con cautela. Entre las sombras del árbol, un joven león de pelaje oscuro bebía agua de un charco.

    Sabes que estas tierras ya tienen dueño.

    dijo Simba con voz firme.

    El joven alzó la cabeza, sus ojos claros reflejaban desafío, pero también algo más: cansancio. No era un intruso en busca de problemas, sino un viajero sin rumbo. Simba exhaló lentamente y, tras una pausa, añadió:

    Si buscas descanso, hay sombra más adelante. Pero si buscas problemas… ya sabes la respuesta.

    El forastero lo miró un instante más antes de asentir en silencio y alejarse. Simba lo observó marcharse hasta que se perdió en la lejanía.
    El viento cálido de la sabana agitaba la melena de Simba mientras caminaba por la hierba alta. Sus patas dejaban huellas firmes en la tierra seca, y su mirada dorada recorría el horizonte. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido la necesidad de patrullar en soledad, pero esa mañana algo lo inquietaba. Cerca de un viejo baobab, se detuvo. El aire traía consigo un olor extraño: no era el de un depredador ni el de su manada, sino el de un forastero. Sus músculos se tensaron mientras avanzaba con cautela. Entre las sombras del árbol, un joven león de pelaje oscuro bebía agua de un charco. 🗨️ Sabes que estas tierras ya tienen dueño. dijo Simba con voz firme. El joven alzó la cabeza, sus ojos claros reflejaban desafío, pero también algo más: cansancio. No era un intruso en busca de problemas, sino un viajero sin rumbo. Simba exhaló lentamente y, tras una pausa, añadió: 🗨️ Si buscas descanso, hay sombra más adelante. Pero si buscas problemas… ya sabes la respuesta. El forastero lo miró un instante más antes de asentir en silencio y alejarse. Simba lo observó marcharse hasta que se perdió en la lejanía.
    Me encocora
    1
    5 turnos 0 maullidos 179 vistas
  • No nací ni sirvo para ser esposa, novia ni amante. Nunca seré suficiente para nadie por mucho amor que dé... Soy madre, ese amor es eterno, puro y sublime. Los hijos son para siempre, los hombres, no.
    -Suspira resignada, incluso sonrié. Abrazando su pureza y soledad. Al menos, sí es buena madre.-
    No nací ni sirvo para ser esposa, novia ni amante. Nunca seré suficiente para nadie por mucho amor que dé... Soy madre, ese amor es eterno, puro y sublime. Los hijos son para siempre, los hombres, no. -Suspira resignada, incluso sonrié. Abrazando su pureza y soledad. Al menos, sí es buena madre.-
    Me entristece
    2
    3 turnos 0 maullidos 415 vistas
  • El invierno de aquellos años fríos aún persiste en mi memoria, donde el silencio y la soledad eran mis únicos compañeros. Fue entonces cuando comprendí que el frío no solo mata, sino que también enseña a sobrevivir
    El invierno de aquellos años fríos aún persiste en mi memoria, donde el silencio y la soledad eran mis únicos compañeros. Fue entonces cuando comprendí que el frío no solo mata, sino que también enseña a sobrevivir
    Me encocora
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos 235 vistas
  • ─ Y ante la amenaza habitual de "te quedarás solo" ya no emito ningún detalle.
    ¿Que hay de malo en la soledad? ¿Cual es el terror del silencio? ──
    ─ Y ante la amenaza habitual de "te quedarás solo" ya no emito ningún detalle. ¿Que hay de malo en la soledad? ¿Cual es el terror del silencio? ──
    Me gusta
    Me encocora
    8
    13 turnos 0 maullidos 262 vistas
  • : la verdad el odio a los demás me están consumiendo, junto a la soledad de este cuarto esperando a mi amado y está apariencia no me hace sentir yo más .
    🦇 : la verdad el odio a los demás me están consumiendo, junto a la soledad de este cuarto esperando a mi amado y está apariencia no me hace sentir yo más .
    0 turnos 0 maullidos 252 vistas
  • 𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀

    El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar.

    En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver.

    Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse.

    Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería.

    El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar?

    Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia?

    La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado.

    La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba.

    Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas.

    Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido.

    Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
    𓂀 𝕄𝕠𝕟𝕠𝕣𝕠𝕝 𓂀 El lugar parecía detenido en un tiempo que ya nadie recordaba. Columnas caídas yacen dispersas como huesos de un gigante olvidado, cubiertas de un musgo frío que crece sin prisa. La luz de la luna filtraba su pálida claridad a través de los huecos de un techo inexistente, proyectando sombras entre los arcos rotos. El aire estaba impregnado de humedad y un leve olor a tierra vieja, mezclado con el silencio que sólo los lugares abandonados saben guardar. En el centro de aquel vacío, permanecía de pie, inmóvil como una estatua, apenas un resplandor oscuro contra el paisaje desolado. Su manto caía sobre ella como una extensión de las sombras mismas, abrazándola y convirtiéndola en parte de la penumbra. En su mano derecha sostenía un medallón antiguo, frío al tacto, sus runas apenas visibles bajo la tenue luz, vibrando suavemente con una energía que ella podía sentir más que ver. Sus ojos, que brillaban con la intensidad de brasas vivas, estaban fijos en el horizonte, más allá de las ruinas. Observaba algo que no estaba allí, un punto perdido en la maraña de pensamientos que la mantenían atrapada. Un susurro interno le hablaba, no con palabras, sino con emociones que se enredaban entre la culpa, la determinación y un vacío que nunca terminaba de llenarse. Sus dedos trazaron los grabados del medallón, una caricia ausente que buscaba consuelo en lo que ya no podía ofrecerle respuestas. "Equilibrio..." murmuró, apenas un eco de voz que se perdió antes de alcanzar las paredes. La palabra cargaba un peso que resonaba en cada fibra de su ser, como una oración a un dios que no respondería. El viento, frío y delicado, sopló entre las ruinas, acariciando su rostro descubierto. Una rareza para ella, dejar a la intemperie los rasgos que casi siempre permanecían ocultos tras la máscara. Aquello no era un acto de confianza, sino de agotamiento. ¿Qué más podía esconder en un lugar donde nadie vendría a mirar? Alzó la vista al cielo, donde las estrellas titilaban indiferentes, como ojos eternos que habían visto más de lo que ella jamás podría comprender. Allí, entre las luces del firmamento, se permitió un instante de vulnerabilidad, un pequeño respiro para la tormenta que llevaba dentro. Su mente volvía a las mismas preguntas, las mismas sombras que nunca se apartaban del todo. ¿Había luz suficiente para compensar las penumbras? ¿Había un final en la balanza que pesaba sobre su existencia? La brisa murió lentamente, dejando el aire inmóvil una vez más. Y Moiril, con una calma tensa y una mirada cargada de significado, cerró los ojos. La soledad del lugar la envolvía, pero no la asfixiaba. Era familiar, casi un refugio, aunque lleno de cicatrices que ella misma había tallado. La quietud era casi tangible, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para observarla. Con los ojos cerrados, podía sentir la textura del lugar en su piel, la rugosidad del aire cargado de historia y las vibraciones imperceptibles que susurraban secretos de lo que una vez fue. Cada grieta en las piedras parecía murmurar una verdad olvidada, y ella, en su inmovilidad, las escuchaba. Su mente, sin embargo, era cualquier cosa menos tranquila. Imágenes dispersas cruzaban su conciencia: rostros que apenas podía recordar, risas que sonaban huecas y gritos que se desvanecían antes de completarse. Fragmentos de un pasado que ella nunca había podido recomponer, como pedazos de un espejo roto donde la luz y la oscuridad se reflejaban indistintas. Una lágrima silenciosa comenzó a formarse, deslizando un rastro helado por su mejilla, apenas visible en la penumbra. No era debilidad, ni arrepentimiento; era la manifestación de un peso que no podía ser ignorado. Con un gesto lento, casi ritual, sus dedos buscaron la máscara que descansaba cerca, su superficie fría y lisa como un eco del vacío que llevaba dentro. Se detuvo un instante, mirándola, como si el reflejo distorsionado en el metal pudiera devolverle algo perdido. Finalmente, se la colocó con precisión, ajustándola hasta que encajó perfectamente, ocultando su rostro y dejando en su lugar un enigma impenetrable. No era un acto de cobardía, sino una decisión consciente de apartar el dolor de la vista del mundo. La máscara era su escudo, un límite que nadie podía atravesar, una forma de mantenerse intacta en medio de las ruinas que la rodeaban.
    Me gusta
    Me encocora
    Me enjaja
    Me shockea
    4
    0 turnos 0 maullidos 938 vistas
  • ¿Qué puedo hacer yo para combatir la soledad?
    ¿Quién puede acompañarme en ese confortable silencio?
    ¿Quién podría apagar mis pensamientos y llenarme de comodidad y gusto?

    Cómo siempre en estás largas noches solo me tengo a mi misma, en fin.

    ¿Qué puedo hacer yo para combatir la soledad? ¿Quién puede acompañarme en ese confortable silencio? ¿Quién podría apagar mis pensamientos y llenarme de comodidad y gusto? Cómo siempre en estás largas noches solo me tengo a mi misma, en fin. 🌙
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 156 vistas
  • Yo soy el único que conoce tu dolor , tu incertidumbre y soledad . Cómo me gustaría que el tiempo nos perteneciera . Y si tú lo deseas ... Te lo diré la veces que quieras .

    Yo jamás te traicionare .
    Yo soy el único que conoce tu dolor , tu incertidumbre y soledad . Cómo me gustaría que el tiempo nos perteneciera . Y si tú lo deseas ... Te lo diré la veces que quieras . Yo jamás te traicionare .
    0 turnos 0 maullidos 201 vistas
  • - mientras caminaba por Liones por aquellas calles, pensantiva sintiéndose algo vasia en su interior
    Mientras veía las personas, ese sentimiento de que los humanos llaman soledad, aquellos refegos de agua en el suelo veía refegos de lancelot, pensaba que estaba volviendo loca.-

    > ¿Yo quien soy? <


    https://youtu.be/FmzjeWI0CS8?si=LhCmvehz9hvylUnk
    - mientras caminaba por Liones por aquellas calles, pensantiva sintiéndose algo vasia en su interior Mientras veía las personas, ese sentimiento de que los humanos llaman soledad, aquellos refegos de agua en el suelo veía refegos de lancelot, pensaba que estaba volviendo loca.- > ¿Yo quien soy? < https://youtu.be/FmzjeWI0CS8?si=LhCmvehz9hvylUnk
    0 turnos 0 maullidos 248 vistas
Ver más resultados
Patrocinados