"饾懍饾拲 饾拤饾拪饾拞饾挀饾挀饾拹 饾拸饾拹饾挃 饾拺饾挀饾拹饾挄饾拞饾拡饾拞, 饾拲饾拏 饾挃饾拏饾拲 饾拸饾拹饾挃 饾拡饾挅饾拏饾挀饾拝饾拏"
>> 饾憼饾憽饾憥饾憻饾憽饾憭饾憻 饾憹饾憥饾憻饾憥: Prudence Warren
Lucien Blackthorne era el mejor cazador de brujas de la comarca. Había muchos más, pero ninguno era como él. Muchas veces, más de las que le gustaría, compartía su trabajo con un grupo más grande de cazadores. Él trabajaba mejor solo, pero las aldeas estaban más tranquilas cuando el número de cazadores superaba al de las supuestas brujas.
Aldeas que, una vez la amenaza era erradicada, desviaban su miedo y su odio de las brujas hacia ellos.
La gente corriente no se fiaba de ellos. No eran seres demoniacos como los que poblaban sus pesadillas pero tampoco eran gente corriente, era aquellos que mantenían a salvo a todo el mundo, pero terminaban el día aislados, escondidos, como los seres que perseguían.
Puede que aquello fuera algo triste, si los cazadores no fueran niños perdidos, huérfanos, bastardos o repudiados que llegaban hasta sus maestros a una tierna edad. Así los hombres en los que se convertían no entendían de soledad, no sabían vivir en comunidad ni añoraban sentirse arropados por iguales, porque jamás lo habían conocido.
Lucien era el más solitario de todos. El más extraño entre aquel grupo de forasteros, el más callado, el que no se dejaba llevar por nada más que por sus ideas, aunque fueran contrarias a todas a su alrededor. Aquella era una de las razones por las que le gustaba trabajar solo, no iba a aceptar órdenes de nadie, él tomaba sus propias decisiones.
La última vez que había formado parte de un gran grupo en una gran cacería había sido más de veinte años atrás.
Melinda Warren había conseguido que una decena de cazadores fueran tras ella, él había sido uno de ellos, pero al contrario que sus congéneres, él había participado en la caza y captura de la bruja, pero una vez atrapada y habiendo seguido el rastro de la misma durante todo aquel tiempo, Lucien sabía que aquella mujer si, era una bruja, pero no, no era una amenaza para absolutamente nadie.
Se había negado a seguir con aquello, pero no podia enfrentarse a todo el grupo de cazadores y a la aldea, él acabaría en la hoguera junto con ella, alegando que la bruja le había hechizado.
No había estado de acuerdo con aquello, pero no había hecho nada al respecto, tan solo había dado media vuelta y había desaparecido.
Aquella había sido la última vez que había colaborado con más personas. Desde ese momento había llevado su política de trabajar solo de forma estricta, él era el único que decidía.
Y no había si quiera pensado en cambiar aquello, ni si quiera cuando llega a sus manos la petición que requería sus servicios de nuevo en el mismo lugar que 20 años atrás. Pero sus pasos, curiosos, le vuelven a llevar por las cercanías de la aldea, donde encuentra el campamento de cazadores que claramente se estaban preparando.
El peliblanco baja de su caballo y se acerca a la hoguera central con paso tranquilo.
— El hierro nos protege, — aquellas primeras palabras dichas con un tono grave son a la vez un saludo y una señal de hermandad, aunque su aspecto no dejaba lugar a demasiadas dudas. — ¿Comenzará la caza esta noche? — Mientras habla, el recién llegado extiende su requerimiento, ofreciéndolo a quien quisiera leerlo.
— La sal nos guarda, hermano. — El hombre más cercano a él alza la mirada y nada más verle se pone de pie, ofreciendo una mano que Lucien estrecha con fuerza. —Sí, sombras han vuelto a la aldea, y esta noche acabaremos con ellas.
No hace falta decir mucho más, tampoco era hombre de muchas palabras, pero tenía una pequeña intuición, y quería resolverla. El resultado de su duda determinaría si se quedaba o desaparecía.
[ 饾憮饾憸饾憽饾憸 饾憫饾憭 饾憼饾憽饾憥饾憻饾憽饾憭饾憻: Hope Mikaelson ]
Lucien Blackthorne era el mejor cazador de brujas de la comarca. Había muchos más, pero ninguno era como él. Muchas veces, más de las que le gustaría, compartía su trabajo con un grupo más grande de cazadores. Él trabajaba mejor solo, pero las aldeas estaban más tranquilas cuando el número de cazadores superaba al de las supuestas brujas.
Aldeas que, una vez la amenaza era erradicada, desviaban su miedo y su odio de las brujas hacia ellos.
La gente corriente no se fiaba de ellos. No eran seres demoniacos como los que poblaban sus pesadillas pero tampoco eran gente corriente, era aquellos que mantenían a salvo a todo el mundo, pero terminaban el día aislados, escondidos, como los seres que perseguían.
Puede que aquello fuera algo triste, si los cazadores no fueran niños perdidos, huérfanos, bastardos o repudiados que llegaban hasta sus maestros a una tierna edad. Así los hombres en los que se convertían no entendían de soledad, no sabían vivir en comunidad ni añoraban sentirse arropados por iguales, porque jamás lo habían conocido.
Lucien era el más solitario de todos. El más extraño entre aquel grupo de forasteros, el más callado, el que no se dejaba llevar por nada más que por sus ideas, aunque fueran contrarias a todas a su alrededor. Aquella era una de las razones por las que le gustaba trabajar solo, no iba a aceptar órdenes de nadie, él tomaba sus propias decisiones.
La última vez que había formado parte de un gran grupo en una gran cacería había sido más de veinte años atrás.
Melinda Warren había conseguido que una decena de cazadores fueran tras ella, él había sido uno de ellos, pero al contrario que sus congéneres, él había participado en la caza y captura de la bruja, pero una vez atrapada y habiendo seguido el rastro de la misma durante todo aquel tiempo, Lucien sabía que aquella mujer si, era una bruja, pero no, no era una amenaza para absolutamente nadie.
Se había negado a seguir con aquello, pero no podia enfrentarse a todo el grupo de cazadores y a la aldea, él acabaría en la hoguera junto con ella, alegando que la bruja le había hechizado.
No había estado de acuerdo con aquello, pero no había hecho nada al respecto, tan solo había dado media vuelta y había desaparecido.
Aquella había sido la última vez que había colaborado con más personas. Desde ese momento había llevado su política de trabajar solo de forma estricta, él era el único que decidía.
Y no había si quiera pensado en cambiar aquello, ni si quiera cuando llega a sus manos la petición que requería sus servicios de nuevo en el mismo lugar que 20 años atrás. Pero sus pasos, curiosos, le vuelven a llevar por las cercanías de la aldea, donde encuentra el campamento de cazadores que claramente se estaban preparando.
El peliblanco baja de su caballo y se acerca a la hoguera central con paso tranquilo.
— El hierro nos protege, — aquellas primeras palabras dichas con un tono grave son a la vez un saludo y una señal de hermandad, aunque su aspecto no dejaba lugar a demasiadas dudas. — ¿Comenzará la caza esta noche? — Mientras habla, el recién llegado extiende su requerimiento, ofreciéndolo a quien quisiera leerlo.
— La sal nos guarda, hermano. — El hombre más cercano a él alza la mirada y nada más verle se pone de pie, ofreciendo una mano que Lucien estrecha con fuerza. —Sí, sombras han vuelto a la aldea, y esta noche acabaremos con ellas.
No hace falta decir mucho más, tampoco era hombre de muchas palabras, pero tenía una pequeña intuición, y quería resolverla. El resultado de su duda determinaría si se quedaba o desaparecía.
[ 饾憮饾憸饾憽饾憸 饾憫饾憭 饾憼饾憽饾憥饾憻饾憽饾憭饾憻: Hope Mikaelson ]
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Lucien Blackthorne era el mejor cazador de brujas de la comarca. Había muchos más, pero ninguno era como él. Muchas veces, más de las que le gustaría, compartía su trabajo con un grupo más grande de cazadores. Él trabajaba mejor solo, pero las aldeas estaban más tranquilas cuando el número de cazadores superaba al de las supuestas brujas.
Aldeas que, una vez la amenaza era erradicada, desviaban su miedo y su odio de las brujas hacia ellos.
La gente corriente no se fiaba de ellos. No eran seres demoniacos como los que poblaban sus pesadillas pero tampoco eran gente corriente, era aquellos que mantenían a salvo a todo el mundo, pero terminaban el día aislados, escondidos, como los seres que perseguían.
Puede que aquello fuera algo triste, si los cazadores no fueran niños perdidos, huérfanos, bastardos o repudiados que llegaban hasta sus maestros a una tierna edad. Así los hombres en los que se convertían no entendían de soledad, no sabían vivir en comunidad ni añoraban sentirse arropados por iguales, porque jamás lo habían conocido.
Lucien era el más solitario de todos. El más extraño entre aquel grupo de forasteros, el más callado, el que no se dejaba llevar por nada más que por sus ideas, aunque fueran contrarias a todas a su alrededor. Aquella era una de las razones por las que le gustaba trabajar solo, no iba a aceptar órdenes de nadie, él tomaba sus propias decisiones.
La última vez que había formado parte de un gran grupo en una gran cacería había sido más de veinte años atrás.
Melinda Warren había conseguido que una decena de cazadores fueran tras ella, él había sido uno de ellos, pero al contrario que sus congéneres, él había participado en la caza y captura de la bruja, pero una vez atrapada y habiendo seguido el rastro de la misma durante todo aquel tiempo, Lucien sabía que aquella mujer si, era una bruja, pero no, no era una amenaza para absolutamente nadie.
Se había negado a seguir con aquello, pero no podia enfrentarse a todo el grupo de cazadores y a la aldea, él acabaría en la hoguera junto con ella, alegando que la bruja le había hechizado.
No había estado de acuerdo con aquello, pero no había hecho nada al respecto, tan solo había dado media vuelta y había desaparecido.
Aquella había sido la última vez que había colaborado con más personas. Desde ese momento había llevado su política de trabajar solo de forma estricta, él era el único que decidía.
Y no había si quiera pensado en cambiar aquello, ni si quiera cuando llega a sus manos la petición que requería sus servicios de nuevo en el mismo lugar que 20 años atrás. Pero sus pasos, curiosos, le vuelven a llevar por las cercanías de la aldea, donde encuentra el campamento de cazadores que claramente se estaban preparando.
El peliblanco baja de su caballo y se acerca a la hoguera central con paso tranquilo.
— El hierro nos protege, — aquellas primeras palabras dichas con un tono grave son a la vez un saludo y una señal de hermandad, aunque su aspecto no dejaba lugar a demasiadas dudas. — ¿Comenzará la caza esta noche? — Mientras habla, el recién llegado extiende su requerimiento, ofreciéndolo a quien quisiera leerlo.
— La sal nos guarda, hermano. — El hombre más cercano a él alza la mirada y nada más verle se pone de pie, ofreciendo una mano que Lucien estrecha con fuerza. —Sí, sombras han vuelto a la aldea, y esta noche acabaremos con ellas.
No hace falta decir mucho más, tampoco era hombre de muchas palabras, pero tenía una pequeña intuición, y quería resolverla. El resultado de su duda determinaría si se quedaba o desaparecía.
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