• Mientras que para otros, la ausencia de la pareja significaba desenfreno, un respiro de la rutina, un escape fugaz hacia lo prohibido, para Takeo...
    También significaba un desenfreno, despues de todo, él mismo se llamaba un animal poco racional. Era una rebelión silenciosa, una transgresión cuidadosamente calculada, un acto de insubordinación contra su propia sensatez.

    Lejos de Ohime, lejos de ella y su mirada inquisitiva, de la dulzura que siempre lo anclaba a él a la realidad, Takeo se permitía soñar sin ataduras, sin la prudencia que solía regir sus días. Se convertía en presa fácil de sus impulsos más intensos, de esos deseos que hervían en su interior y que, por más que intentara ignorarlos, seguían tentándolo con una promesa. Sabía que era una locura, que no debía, que no podía… pero aún así, lo hacía, lo imaginaba dia y noche.

    Porque había algo irresistible en la clandestinidad de aquel pensamiento, en la emoción de sumergirse en un deseo oculto, uno que no se atrevía a confesarle a Ohime. Porque era un anhelo egoísta que temía no encontrar eco en su voz. No quería que ella lo juzgara, no quería que lo detuviera, no quería que le preguntara si estaba seguro. Porque no lo estaba. Y, al mismo tiempo, lo estaba más que nunca.

    Cada noche, en la soledad de su habitación, Takeo cerraba los ojos y se permitía imaginarlo: un refugio en medio del bullicio, un lugar donde pudiera estar más cerca de sin las limitaciones de la distancia. Un departamento en Tokio, elegante pero acogedor, donde cada rincón estuviera impregnado de su presencia.

    Era un pensamiento que le aceleraba el pulso, que lo hacía sentir vivo. Era el sabor embriagador de un secreto bien guardado. Era la emoción de un riesgo disfrazado de certeza, el vértigo de tomar una decisión, de anticiparse a su reacción, de apostar todo en una jugada impulsiva.

    Y sin embargo, en el fondo de su ser, Takeo sabía que no era un capricho pasajero. Sabía que, una vez que diera el paso, no habría vuelta atrás. Pero ¿acaso no era eso lo más emocionante de todo?

    Finalmente, lo hizo.

    Firmó los papeles~
    Ahora era el dueño de una casa muy cerca de la Tokio Tower.
    Recorrió cada habitación sintiendo cómo la realidad tomaba forma ante sus ojos. No se quedó solo en la compra; eligió cuidadosamente algunos de los muebles, los detalles que harían de aquel espacio un hogar. Un sofá cómodo donde pudieran acurrucarse, una mesa de madera donde compartir desayunos, estantes que esperaban ser llenados con sus libros y pequeños objetos que hablaran de ellos.

    Era solo el inicio, pero ya podían comenzar a vivir en él. Y cuando Ohime cruzara por primera vez aquella puerta, cuando viera lo que había hecho por ellos, Takeo sabría que todo, cada impulso, cada locura, había valido la pena.
    Mientras que para otros, la ausencia de la pareja significaba desenfreno, un respiro de la rutina, un escape fugaz hacia lo prohibido, para Takeo... También significaba un desenfreno, despues de todo, él mismo se llamaba un animal poco racional. Era una rebelión silenciosa, una transgresión cuidadosamente calculada, un acto de insubordinación contra su propia sensatez. Lejos de Ohime, lejos de ella y su mirada inquisitiva, de la dulzura que siempre lo anclaba a él a la realidad, Takeo se permitía soñar sin ataduras, sin la prudencia que solía regir sus días. Se convertía en presa fácil de sus impulsos más intensos, de esos deseos que hervían en su interior y que, por más que intentara ignorarlos, seguían tentándolo con una promesa. Sabía que era una locura, que no debía, que no podía… pero aún así, lo hacía, lo imaginaba dia y noche. Porque había algo irresistible en la clandestinidad de aquel pensamiento, en la emoción de sumergirse en un deseo oculto, uno que no se atrevía a confesarle a Ohime. Porque era un anhelo egoísta que temía no encontrar eco en su voz. No quería que ella lo juzgara, no quería que lo detuviera, no quería que le preguntara si estaba seguro. Porque no lo estaba. Y, al mismo tiempo, lo estaba más que nunca. Cada noche, en la soledad de su habitación, Takeo cerraba los ojos y se permitía imaginarlo: un refugio en medio del bullicio, un lugar donde pudiera estar más cerca de sin las limitaciones de la distancia. Un departamento en Tokio, elegante pero acogedor, donde cada rincón estuviera impregnado de su presencia. Era un pensamiento que le aceleraba el pulso, que lo hacía sentir vivo. Era el sabor embriagador de un secreto bien guardado. Era la emoción de un riesgo disfrazado de certeza, el vértigo de tomar una decisión, de anticiparse a su reacción, de apostar todo en una jugada impulsiva. Y sin embargo, en el fondo de su ser, Takeo sabía que no era un capricho pasajero. Sabía que, una vez que diera el paso, no habría vuelta atrás. Pero ¿acaso no era eso lo más emocionante de todo? Finalmente, lo hizo. Firmó los papeles~ Ahora era el dueño de una casa muy cerca de la Tokio Tower. Recorrió cada habitación sintiendo cómo la realidad tomaba forma ante sus ojos. No se quedó solo en la compra; eligió cuidadosamente algunos de los muebles, los detalles que harían de aquel espacio un hogar. Un sofá cómodo donde pudieran acurrucarse, una mesa de madera donde compartir desayunos, estantes que esperaban ser llenados con sus libros y pequeños objetos que hablaran de ellos. Era solo el inicio, pero ya podían comenzar a vivir en él. Y cuando Ohime cruzara por primera vez aquella puerta, cuando viera lo que había hecho por ellos, Takeo sabría que todo, cada impulso, cada locura, había valido la pena.
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  • #SeductiveSunday

    Aprovechando la soledad me podré así, este calor esta fatal y deseo estar lo mas cómoda posible, extraño dormir como burrito toda cubierta por el cobertor.
    #SeductiveSunday Aprovechando la soledad me podré así, este calor esta fatal y deseo estar lo mas cómoda posible, extraño dormir como burrito toda cubierta por el cobertor.
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  • Exhala su aliento de fuego para encender una fogata improvisada, luego de un largo día de limpieza y exterminio, el fuego sigue siendo un excelente elemento para lidiar con esas criaturas, un breve descanso en un sitio donde la energía del vacío fluye bien y permite al tenno materializarse fuera del cuerpo de Chroma.

    El tenno aun en su soledad siente un poco de alivio por volver a ser real y no a través de un cuerpo que no es suyo, sentir el calor del fuego, la frescura de la noche y volver a tener la inútil vista humana que no le permite ver a través de la oscuridad.

    — Nada mal, hasta olvide lo mucho que ilumina el fuego.
    Exhala su aliento de fuego para encender una fogata improvisada, luego de un largo día de limpieza y exterminio, el fuego sigue siendo un excelente elemento para lidiar con esas criaturas, un breve descanso en un sitio donde la energía del vacío fluye bien y permite al tenno materializarse fuera del cuerpo de Chroma. El tenno aun en su soledad siente un poco de alivio por volver a ser real y no a través de un cuerpo que no es suyo, sentir el calor del fuego, la frescura de la noche y volver a tener la inútil vista humana que no le permite ver a través de la oscuridad. — Nada mal, hasta olvide lo mucho que ilumina el fuego.
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  • ¿Qué hace uno cuando tiene muchas cosas en qué pensar? ¿Música? ¿Ejercicio? ¿Ir al cine? Sí, puede que eso tuviera sentido antes de que el apocalipsis llegase a la tierra... Ahora, donde cada minuto contaba ya que podía ser el último, Daryl Dixon tendía al aislamiento, al ostracismo.

    Nunca habia sido demasiado sociable y, aunque en el grupo de Atlanta habia terminado encontrando una familia, siempre terminaba necesitando sus momentos de soledad... Esos momentos para si mismo... Para pensar... para tratar de responder las preguntas que rebotaban por su cabeza...
    ¿Qué hace uno cuando tiene muchas cosas en qué pensar? ¿Música? ¿Ejercicio? ¿Ir al cine? Sí, puede que eso tuviera sentido antes de que el apocalipsis llegase a la tierra... Ahora, donde cada minuto contaba ya que podía ser el último, Daryl Dixon tendía al aislamiento, al ostracismo. Nunca habia sido demasiado sociable y, aunque en el grupo de Atlanta habia terminado encontrando una familia, siempre terminaba necesitando sus momentos de soledad... Esos momentos para si mismo... Para pensar... para tratar de responder las preguntas que rebotaban por su cabeza...
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  • ✴ ──────
    ᴇʟɪᴢᴀʙᴇᴛʜ: ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇʀᴀ ʏ ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇꜱ

    Sombras de hostilidad se disipan
    Una semilla de ternura con la《 𝓚 》 tallada y enraizada en la médula del ser

    La mujer cabellos de fuego en la soledad era incendio con miedo de florecer

    Sin entender como ni por qué
    En su ciclo vital cambia la oruga
    persiguiendo su sueño de volar,
    con ondulante gracia que subyuga
    cambia el río sus aguas sin cesar.

    Por claridad cambia la noche en fuga y el migrante, en el mundo,
    su lugar.

    Quien se abre a los cambios se despierta
    a una perenne realidad mutante
    que reverdece, gentil, ante su puerta

    y se transforma en soñadora errante
    con el don de saber a ciencia cierta
    fluir naturalmente hacia adelante.

    Elizabeth autora de destrucción, temida y odiada por su realidad emancipada, dando muerte a fuego y espada...

    Hoy teje un capullo de amor, portadora de vida, artífice de una nueva creación

    Caprichoso el destino que une dos caminos.
    Entonces, de pronto, la vida toma sentido
    Como creciendo en el carbón la brasa, una promesa ya cumplida
    La felicidad prometida.
    ✴ ────── ᴇʟɪᴢᴀʙᴇᴛʜ: ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇʀᴀ ʏ ʟᴀ ǫᴜᴇ ᴇꜱ Sombras de hostilidad se disipan Una semilla de ternura con la《 𝓚 》 tallada y enraizada en la médula del ser La mujer cabellos de fuego en la soledad era incendio con miedo de florecer Sin entender como ni por qué En su ciclo vital cambia la oruga persiguiendo su sueño de volar, con ondulante gracia que subyuga cambia el río sus aguas sin cesar. Por claridad cambia la noche en fuga y el migrante, en el mundo, su lugar. Quien se abre a los cambios se despierta a una perenne realidad mutante que reverdece, gentil, ante su puerta y se transforma en soñadora errante con el don de saber a ciencia cierta fluir naturalmente hacia adelante. Elizabeth autora de destrucción, temida y odiada por su realidad emancipada, dando muerte a fuego y espada... Hoy teje un capullo de amor, portadora de vida, artífice de una nueva creación Caprichoso el destino que une dos caminos. Entonces, de pronto, la vida toma sentido Como creciendo en el carbón la brasa, una promesa ya cumplida La felicidad prometida.
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  • El sol se esconde tras las montañas, pintando el cielo con tonos de anaranjado y púrpura, igual que la melancolía tiñe mi alma. Cada rayo de luz que se desvanece me recuerda a tu ausencia, a la falta de tu calor en mi piel. Recuerdo el roce de tus dedos, una caricia que incendiaba mi cuerpo, un fuego que ahora solo arde como una brasa en la fría noche. Aquellos besos, salvajes y dulces a la vez, que me dejaban sin aliento, ahora solo son un eco en mi memoria, un susurro que se pierde en el viento. Anhelo la presión de tu cuerpo contra el mío, el peso de tu alma fundiéndose con la mía. La soledad es una amante cruel, que me susurra promesas vacías mientras mi cuerpo suspira por tus caricias, por el fuego de tus besos, por el regreso de tu amor. La noche se alarga, y con ella la añoranza, un deseo ardiente que solo tú puedes calmar.
    El sol se esconde tras las montañas, pintando el cielo con tonos de anaranjado y púrpura, igual que la melancolía tiñe mi alma. Cada rayo de luz que se desvanece me recuerda a tu ausencia, a la falta de tu calor en mi piel. Recuerdo el roce de tus dedos, una caricia que incendiaba mi cuerpo, un fuego que ahora solo arde como una brasa en la fría noche. Aquellos besos, salvajes y dulces a la vez, que me dejaban sin aliento, ahora solo son un eco en mi memoria, un susurro que se pierde en el viento. Anhelo la presión de tu cuerpo contra el mío, el peso de tu alma fundiéndose con la mía. La soledad es una amante cruel, que me susurra promesas vacías mientras mi cuerpo suspira por tus caricias, por el fuego de tus besos, por el regreso de tu amor. La noche se alarga, y con ella la añoranza, un deseo ardiente que solo tú puedes calmar.
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  • Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días.

    Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto).

    Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello.

    Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.)

    Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie.

    Y luego estaba Geto.

    Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse.

    Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo.

    (Qué ingenua.)

    Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos.

    Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
    Shoko nunca había sido de muchas palabras, pero eso no significaba que no pensara demasiado en las cosas. O en las personas. Especialmente en los chicos con los que pasaba la mayor parte de sus días. Nanami, Haibara, Gojo y Geto. Todos tan distintos y, sin embargo, ahí estaban, compartiendo misiones, almuerzos y, en ocasiones, cigarrillos a escondidas (bueno, eso último solo con Geto). Nanami era… correcto. Esa era la mejor palabra para describirlo. Se tomaba todo demasiado en serio, incluso cuando no era necesario. Le gustaban las reglas, la estructura, el orden, cosas que en su mundo rara vez existían. A veces era agotador verlo tan rígido, pero Shoko sabía que en el fondo, esa seriedad era su forma de lidiar con la realidad. O más bien, de aferrarse a algo cuando todo a su alrededor era un caos. Y, en cierta forma, lo admiraba por ello. Haibara era el contrario absoluto. Era de los pocos que aún conservaba algo parecido a una inocencia genuina. Siempre con una sonrisa, con una actitud optimista que rozaba la necedad. En otra vida, en otro contexto, Haibara podría haber sido simplemente un chico común, ajeno a maldiciones y a muertes prematuras. Y aunque a veces le daban ganas de decirle que fuera un poco más realista, nunca lo hizo. Porque parte de ella quería creer que alguien como él podía existir en ese mundo sin que la tragedia lo tocara. (Pero sabía que no era así.) Gojo era… bueno, Gojo. Un torbellino de ego y talento. Demasiado fuerte para su propio bien, demasiado molesto para el de los demás. A veces se preguntaba si en su cabeza había siquiera un momento de silencio. Pero Shoko también sabía que, bajo toda esa confianza desbordante, había algo más. Algo que ni siquiera él entendía del todo. Por eso se hacía el payaso, por eso hablaba más de la cuenta, por eso nunca se detenía. Porque si lo hacía, tendría que pensar en lo que realmente significaba ser "el más fuerte". Y, por muy inmaduro que fuera, Shoko no le deseaba ese tipo de soledad a nadie. Y luego estaba Geto. Si Gojo era un torbellino, Geto era la calma antes de la tormenta. Inteligente, carismático, con una voz serena que hacía que todo pareciera menos terrible de lo que realmente era. Había algo en él que hacía fácil confiar, fácil escuchar. Fácil… querer. Era su compañero de cigarrillos, el que entendía que a veces no era necesario hablar para compartir un momento. Pero también era el que miraba demasiado. El que pensaba demasiado. El que se hacía preguntas que nadie más quería hacerse. Shoko había aprendido a no apegarse demasiado a las cosas. Pero a veces se preguntaba si, en algún rincón de su mente, había creído que siempre estarían juntos. Que, por más que el mundo los golpeara, ellos seguirían encontrando la forma de reírse de todo. (Qué ingenua.) Tiempo después, cuando las cosas cambiaron—cuando Geto cambió—, Shoko recordaría esas tardes en la azotea, esos silencios compartidos, esos cigarrillos encendidos que se consumían entre ellos. Y pensaría que tal vez, en algún momento, había querido a todos ellos más de lo que se permitió admitir.
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  • La bruja se encontraba pensativa una noche más viendo la luna desvanecerse en sus propias fases -como será que la luna aguantara su soledad?...- suspiro subiendo los pies a su asiento para así abrazar sus rodillas -es demaciado raro... Aveces pienso que necesito un romance, aveces solo deseo que mis pequeños vuelvan- los ojos de la bruja se empezaron a vidriar por su tristeza -pero hombre al que creo gustarle.... Solo se gusta que parezca mujer... Y los niños crecen, no puedo obligarlos a quedarse conmigo...- con un suspiro una pequeña lágrima cayó del rostro de la bruja -solo deseo compañía... Pero supongo que si no la tengo es... Por qué el problema soy yo- con aquellas palabras la lágrimas empezaron a correr por su rostro marcando su sentimiento de soledad

    https://music.youtube.com/watch?v=GpWoiD3iX2c&si=4uVdVZXqEl8kbXOG
    La bruja se encontraba pensativa una noche más viendo la luna desvanecerse en sus propias fases -como será que la luna aguantara su soledad?...- suspiro subiendo los pies a su asiento para así abrazar sus rodillas -es demaciado raro... Aveces pienso que necesito un romance, aveces solo deseo que mis pequeños vuelvan- los ojos de la bruja se empezaron a vidriar por su tristeza -pero hombre al que creo gustarle.... Solo se gusta que parezca mujer... Y los niños crecen, no puedo obligarlos a quedarse conmigo...- con un suspiro una pequeña lágrima cayó del rostro de la bruja -solo deseo compañía... Pero supongo que si no la tengo es... Por qué el problema soy yo- con aquellas palabras la lágrimas empezaron a correr por su rostro marcando su sentimiento de soledad https://music.youtube.com/watch?v=GpWoiD3iX2c&si=4uVdVZXqEl8kbXOG
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  • He estado tanto tiempo lejos, que tengo que compensarle todos esos dias y noches en soledad.
    Es por eso que ahora mismo me tomo la libertad de colarme en la cama con él.
    Hacerlo mio.
    Y que la pasión hable lo que mis palabras no logran decir por completo...
    He estado tanto tiempo lejos, que tengo que compensarle todos esos dias y noches en soledad. Es por eso que ahora mismo me tomo la libertad de colarme en la cama con él. Hacerlo mio. Y que la pasión hable lo que mis palabras no logran decir por completo...
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  • Este es el peso de la soledad, terminó siendo invisible para los demás pero bueno, no es algo nuevo para mi.

    Solo que es un vacío que a pesar de todo sigue doliendo, sentir que no existes para los demás.
    Este es el peso de la soledad, terminó siendo invisible para los demás pero bueno, no es algo nuevo para mi. Solo que es un vacío que a pesar de todo sigue doliendo, sentir que no existes para los demás.
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