• 存在の癌
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro.

    Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades.

    Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar.

    Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno.

    Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas.

    En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas.

    Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban.

    El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí.

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    With
    猫又Rᴇɪ•ᴋᴏ
    En el último año se han reportado muchas desapariciones de mujeres y niños, lo que ha mantenido en alerta a la población de la ciudad, así como a la fuerza de seguridad, la policía y la guardia nacional. Se han hecho incesantes búsquedas, interrogatorios, revisiones a cámaras de seguridad, todo; pero no han logrado capturar a nadie, independiente de que los registros muestran como individuos encapuchados se llevan a la gente en horarios nocturnos. El problema es que tras los secuestros, no queda nada, ninguna pista, ninguna sola huella, nada que pueda ayudar a seguir los pasos de esos secuestradores, lo que demuestra que no se trata de individuos ordinarios, son gente con una notoria pericia en lo que hacen. Por supuesto, no todo se ha quedado en informes y archivos policiales, todo lo relacionado con esos secuestros se ha filtrado a los medios, la prensa, las redes sociales, por lo cual se habla y comenta mucho del tema en internet. La gente lo menciona con seriedad, miedo, pero también broma, lo típico. La conclusión que muchos dan en sus propias teorías es que podría tratarse de algún tipo de secta, lo que hace que todo sea notoriamente macabro. Recientemente se ha percibido una especie de energía negativa en el ambiente, como es de esperar, los civiles son incapaces de detectar nada, solo pueden notar como sus mascotas, perros y gatos, entre otros animales, están más tensos y nerviosos de lo normal. Algunas personas más sensibles han tenido problemas como decaimiento, desmayos, una sensación extraña que les causa un gran estrés, tristeza y pavor. A pesar de eso, la gente continua con su rutina, después de todo el dinero no se obtiene de la nada, la educación no se gana por arte de magia, la vida continua a pesar de todas las dificultades. Fue así, que en las zonas más profundas de la ciudad, pasando por los metros subterráneos, las alcantarillas, entre un sinfín de pasillos ya en lugares más insondables, en lo que parece un laberinto sin fin; se encontraban restos de vísceras, órganos internos, carne y sangre, pegado en las paredes y cubriendo las mismas casi en totalidad. Y lo más bizarro es que de esa carne, de esas vísceras, aparecían ojos que pestañean, parpadean y observan. Un escenario de pesadilla, ni hablar del horrible hedor, era algo bastante grotesco y perturbador de apreciar. Lo peor es que en esos pasillos, se apreciaban unos cuantos cadáveres de individuos encapuchados, así como unos seres realmente horribles a la vista, monstruosos en todo el sentido de la palabra, unos más amorfos que otros. Pero todos compartiendo un mismo destino que los llevará a lo más profundo del mismísimo infierno. Pero más allá, en el final de todos esos pasillos y habitaciones, había un salón particular. Un cuarto que parecía entre una sala de tortura y una especie de macabro laboratorio, lo que destacaban eran unas camillas que incluían extrañas máquinas y utensilios hechos para una función más que evidente, provocar el mayor tormento posible a la hora de despedazar un cuerpo en vida, brindando un calvario horripilante antes de extinguir la existencia de la desdichada víctima. Sumado a eso, era visible una enorme capsula con un particular diseño, donde se apreciaba un esqueleto que casi parecía un decorado más, pero por su tamaño y forma se podía intuir que se trataba de algún adolescente que hace mucho había partido de esta vida. Pero aparte de eso, en una esquina había una enorme máquina trituradora con una tubería que finaliza sobre una bandeja, donde se verían las vísceras de alguien, más la sangre. Es mejor ni imaginar lo que hacían con eso, a la vista están todas las respuestas. En dicho lugar se encontraban tres presencias, bueno, en realidad solo dos, ya que el tercero había muerto hace poco, su cuerpo estaba calcinado, desfigurado a un nivel que sería imposible determinar la identidad del individuo. En cuanto a los otros dos, uno era un individuo encapuchado a quién por la penumbra apenas se le vería la cara, pero por su forma de hablar, podría decirse que era una persona mayor, un hombre de mediana edad. Este decía. ──Solo quería que esta persona pudiera oír la canción de la vida… Cof… ──El encapuchado tosía, escupió sangre, la razón era simple, tenía una espada plateada atravesándole el pecho, se encontraba en plena agonía y desangramiento, sentado a duras penas en el suelo y con su espalda recargada en una de las murallas. Por otra parte, el último individuo se encontraba intacto, era un hombre que vestía una larga y negra gabardina, el resto de su indumentaria consistía en un pantalón, botas, guantes, todo de la misma tonalidad, además de portar una espada enfundada y atada que permanece unida a la zona de su espalda. En cuanto a su rostro, este yacía cubierto por una negra máscara con unos ligeros tintes rojos, sumado a unos enormes cuernos, dicha máscara tenía una forma demoniaca bastante siniestra. Debido a que solo su rostro estaba cubierto, era visible y evidente que aquel hombre tiene el cabello oscuro. Este respondió al agónico encapuchado. ──Así que la “canción de la vida”… Ya veo, por eso le pedías a los nuevos aspirantes que te trajeran un alma joven, pura y llena de futuro… Ya que eso revelaría la “sonata y también el futuro”… ¿A través de la carne? ¿A través de las vísceras? ──El hombre enmascarado se encontraba sentado en una silla, no muy lejos del encapuchado, observándole mientras conversaban. El enmascarado solo le miraba, era difícil saber en que estaba pensando ya que su rostro se mantenía oculto. Aunque claro, de momento tanto él como su agónico interlocutor ignoraban que pronto habría alguien más por ahí. ────────────────────── With [spooky.cat]
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  • En los corredores del silencio,
    donde la nobleza oculta sus temblores,
    mis manos —frías como mármol antiguo—
    se estremecen al verte llegar.

    No necesitas rozarme;
    tu sola presencia doblega salones enteros.
    Tu mirada, cálida y severa,
    corona mi piel con un fuego discreto,
    el tipo de fuego que solo los condenados
    y los enamorados conocen.
    Mi mente… ah, mi mente,
    juega sucio entre terciopelos y penumbras;
    evoca tu voz como un conjuro heredado,
    desata tu sombra sobre mi cuello
    con apenas cerrar los ojos.

    Y ese ah secreto, íntimo, ancestral,
    vibra entre mis costillas
    como si caminaras a mi lado,
    como si tu esencia reclamara mi destino.

    Pero cuando no te escucho,
    cuando tu silencio colma los pasillos,
    todo se vuelve más pesado,
    más difícil,
    como si el mundo perdiera su linaje
    y mi alma su derecho a respirar.
    En los corredores del silencio, donde la nobleza oculta sus temblores, mis manos —frías como mármol antiguo— se estremecen al verte llegar. No necesitas rozarme; tu sola presencia doblega salones enteros. Tu mirada, cálida y severa, corona mi piel con un fuego discreto, el tipo de fuego que solo los condenados y los enamorados conocen. Mi mente… ah, mi mente, juega sucio entre terciopelos y penumbras; evoca tu voz como un conjuro heredado, desata tu sombra sobre mi cuello con apenas cerrar los ojos. Y ese ah secreto, íntimo, ancestral, vibra entre mis costillas como si caminaras a mi lado, como si tu esencia reclamara mi destino. Pero cuando no te escucho, cuando tu silencio colma los pasillos, todo se vuelve más pesado, más difícil, como si el mundo perdiera su linaje y mi alma su derecho a respirar.
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  • ·-♦-· Oh, Vaya, ¿Que te trae por este lugar?, no es de mucha educación pasar sin tocar la puerta, Mucho gusto soy Raiden Shogun, dime Raiden o como gustes, no pareces de por aquí, ¿Eres nuevo?, nunca te había visto.

    —· Dice Raiden observando los ojos ajenos, con seriedad, sus palabras eran algo serías aunque tranquilas, sentía curiosidad, pues nunca había visto a esa persona.
    ·-♦-· Oh, Vaya, ¿Que te trae por este lugar?, no es de mucha educación pasar sin tocar la puerta, Mucho gusto soy Raiden Shogun, dime Raiden o como gustes, no pareces de por aquí, ¿Eres nuevo?, nunca te había visto. —· Dice Raiden observando los ojos ajenos, con seriedad, sus palabras eran algo serías aunque tranquilas, sentía curiosidad, pues nunca había visto a esa persona.
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  • Después de darle mantenimiento a su instrumento, aprovecho el momento para tocar una canción con ella cantar también, al encontrarse solo a fuera de casa.

    Shui, olvida todo por un momento que sus ojos se cierran dejando sus sentidos relajados por la melodía

    https://youtu.be/kDecV2TrTbs?si=CJjWvbRJ0tNSUwYk
    Después de darle mantenimiento a su instrumento, aprovecho el momento para tocar una canción con ella cantar también, al encontrarse solo a fuera de casa. Shui, olvida todo por un momento que sus ojos se cierran dejando sus sentidos relajados por la melodía https://youtu.be/kDecV2TrTbs?si=CJjWvbRJ0tNSUwYk
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  • El Edén
    Fandom Hazbin Hotel
    Categoría Otros
    // Rp con: Lilith Magne //


    Descendió desde los cielos, con los tres pares de alas extendidas, y tras tocar el suelo comenzó a mirar a su alrededor.
    Rumores habían llegado a sus oídos en el basto reino celestial. Aburrido, paseando por los pasillos, no paraba de oír a sus hermanos hablar una y otra vez de la maravillosa creación que su padre había hecho. Los serafines también parecían de lo más satisfechos.
    No era de extrañar que él no supiera nada al respecto, dejado de lado, como de costumbre, no era la primera vez que se lo excluía de los planes de la creación... Pero, sin embargo, los rumores de la última habían captado su interés y curiosidad.

    Gracias a la magia del cielo, había podido apreciar un poco de lo que era un gran jardín. Eso lo había decepcionado un poco... No encontrando nada singular o especial a lo que había en su tierra celestial... Incluso, apostaba, la vegetación del cielo era mucho más hermosa que la que apreciaba en ese jardín que, luego se enteró, se llamaba "El Edén".
    Se había negado a creer que ese simple jardín era lo que traía tan enloquecido de emoción y felicidad a sus compañeros y hermanos, por lo que tomó la decisión de escabullirse de los cielos y bajar a ver de qué se trataba todo aquello.

    Ahora recorría el lugar andando entre los árboles. Pudo notar algunas pequeñas criaturas cuadrúpedas correr de espanto cuando lo escuchaban acercarse.
    Criaturas de vida finita, por lo que había llegado a averiguar. Cuya existencia efímera no era nada en comparación a la eternidad que vivían los ángeles como él... Entonces ¿Cómo algo tan efímero, tan finito, casi insignificante podía realmente marcar un antes y un después en la tierra creada por su padre? En los planes que los ángeles con tanto esmero y cautela habían planeado. Planes en los que él jamás había podido participar a pesar de las ideas que había propuesto.
    Pero por más que se adentraba en ese extenso jardín, nada encontró que lo hiciera comprender el por qué de la exaltación del cielo... Estaba resignado, creyendo que sólo se trataría del jardín en sí...

    Hasta que de pronto, sus pasos se detuvieron. Una voz llegó hasta sus oídos, suave, hermosa... Una melodía única sin duda y de la voz más exquisita que jamás pudiera haber escuchado, ni siquiera en la eternidad del cielo.
    Se dejó llevar por el ruido, caminando en su dirección entre las plantas, corriendo sus ramas y bordeando árboles; hasta que de pronto lo encontró.
    Una criatura de lo más hermosa, perfecta... Estaba seguro. ¡Esa criatura debía de ser lo que tenía tan revuelto al cielo!

    — Woah.... —

    Exclamó en un susurró apenas audible. Sus ojos brillando, con rostro perplejo ante la mujer delante de sus ojos, metros más allá de donde él se hallaba oculto tras un árbol.
    Intentó no hacer ruido, preguntándose si se espantaría como los animales si lo viera llegar.
    Recargó sus manos en el árbol, sus mejillas teñidas de un suave carmín... Solo por inercia dio un paso al frente, pisando una rama que al crujir delataría su presencia.
    En pánico de ser descubierto, sólo pudo atinar a agacharse tras el árbol, casi abrazándose con sus seis pares de alas mientras cubría sus labios con sus manos... ¿Lo habría visto?....

    Le fue inevitable no asomarse un poco para ver de reojo si es que acaso tal hermosa creación se había percatado de su presencia.
    // Rp con: [He11greatestmom] // Descendió desde los cielos, con los tres pares de alas extendidas, y tras tocar el suelo comenzó a mirar a su alrededor. Rumores habían llegado a sus oídos en el basto reino celestial. Aburrido, paseando por los pasillos, no paraba de oír a sus hermanos hablar una y otra vez de la maravillosa creación que su padre había hecho. Los serafines también parecían de lo más satisfechos. No era de extrañar que él no supiera nada al respecto, dejado de lado, como de costumbre, no era la primera vez que se lo excluía de los planes de la creación... Pero, sin embargo, los rumores de la última habían captado su interés y curiosidad. Gracias a la magia del cielo, había podido apreciar un poco de lo que era un gran jardín. Eso lo había decepcionado un poco... No encontrando nada singular o especial a lo que había en su tierra celestial... Incluso, apostaba, la vegetación del cielo era mucho más hermosa que la que apreciaba en ese jardín que, luego se enteró, se llamaba "El Edén". Se había negado a creer que ese simple jardín era lo que traía tan enloquecido de emoción y felicidad a sus compañeros y hermanos, por lo que tomó la decisión de escabullirse de los cielos y bajar a ver de qué se trataba todo aquello. Ahora recorría el lugar andando entre los árboles. Pudo notar algunas pequeñas criaturas cuadrúpedas correr de espanto cuando lo escuchaban acercarse. Criaturas de vida finita, por lo que había llegado a averiguar. Cuya existencia efímera no era nada en comparación a la eternidad que vivían los ángeles como él... Entonces ¿Cómo algo tan efímero, tan finito, casi insignificante podía realmente marcar un antes y un después en la tierra creada por su padre? En los planes que los ángeles con tanto esmero y cautela habían planeado. Planes en los que él jamás había podido participar a pesar de las ideas que había propuesto. Pero por más que se adentraba en ese extenso jardín, nada encontró que lo hiciera comprender el por qué de la exaltación del cielo... Estaba resignado, creyendo que sólo se trataría del jardín en sí... Hasta que de pronto, sus pasos se detuvieron. Una voz llegó hasta sus oídos, suave, hermosa... Una melodía única sin duda y de la voz más exquisita que jamás pudiera haber escuchado, ni siquiera en la eternidad del cielo. Se dejó llevar por el ruido, caminando en su dirección entre las plantas, corriendo sus ramas y bordeando árboles; hasta que de pronto lo encontró. Una criatura de lo más hermosa, perfecta... Estaba seguro. ¡Esa criatura debía de ser lo que tenía tan revuelto al cielo! — Woah.... — Exclamó en un susurró apenas audible. Sus ojos brillando, con rostro perplejo ante la mujer delante de sus ojos, metros más allá de donde él se hallaba oculto tras un árbol. Intentó no hacer ruido, preguntándose si se espantaría como los animales si lo viera llegar. Recargó sus manos en el árbol, sus mejillas teñidas de un suave carmín... Solo por inercia dio un paso al frente, pisando una rama que al crujir delataría su presencia. En pánico de ser descubierto, sólo pudo atinar a agacharse tras el árbol, casi abrazándose con sus seis pares de alas mientras cubría sus labios con sus manos... ¿Lo habría visto?.... Le fue inevitable no asomarse un poco para ver de reojo si es que acaso tal hermosa creación se había percatado de su presencia.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷
    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 [Ryu] La llama que por fin encuentra un hogar Pasaron días. Días de ruido. Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente. Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras. La vaina de Shein apenas me daba tregua. Mi cuerpo seguía siendo mío… mi mente, no tanto. Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara… acudí a Ryu. No buscaba sabiduría. No buscaba consejos. Buscaba… ella. Su presencia. Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna. Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos. Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro. Me observa. Una vez más, me desarma sin tocarme. Y sin moverse un centímetro, dice: Ryu: —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza. Hay que calmar la mente. O lo perderás todo. Sus palabras me atraviesan como un viento frío. Pero no hieren. Entran… y apagan un poco del incendio. Y por primera vez lo entiendo. No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse. Habla de mí. De no perderme. De que… le importo. Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda. Se calma. Encuentra un centro. No lo pienso. No puedo pensarlo. Me acerco. Despacio. Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper. Y la beso. No es un beso impulsivo. Ni torpe. Ni desesperado. Es… una verdad. Una verdad que por fin se atreve a salir. Y Ryu… me lo devuelve. Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina. Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca. Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días. El primer lugar donde Veythra calla. Donde Arc calla. Donde hasta la luna parece escuchar. Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura: Ryu: —¿Y Akane? La pregunta no me hiere. No me confunde. No me detiene. La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado. Y con esa calma recién encontrada, respondo: Lili: —Siempre fuiste tú. Algo en ella se quiebra suavemente. No por dolor… sino por reconocimiento. Entonces el beso vuelve. Y esta vez no es una confesión. Es una promesa. Las caricias llegan… lentas, cuidadosas. Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez. Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso. No necesito describir el resto. Solo esto: El amor no es un estallido. Ni un incendio. Es un calor profundo. Un refugio. Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación. En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo… no escucho a Veythra. No escucho al Caos. No escucho a Arc. Solo escucho a Ryu. A su respiración. A su risa suave cuando me tiembla la voz. A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo. Esa noche no me consumo. Esa noche… me reconstruyo. Siempre Ryu...
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
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    Ryuリュウ・イシュタル・ヨキン Ishtar Yokin

    La llama que por fin encuentra un hogar

    Pasaron días.
    Días de ruido.
    Días de Veythra susurrándome en Tharésh’Kael como una serpiente enroscada en mi mente.
    Días de Arc regañándome, de mi propia sombra temblando, de mi paciencia erosionándose como roca golpeada por mareas negras.

    La vaina de Shein apenas me daba tregua.
    Mi cuerpo seguía siendo mío…
    mi mente, no tanto.

    Así que, en un impulso que ya era rutina, un impulso que no podía negar aunque lo intentara…
    acudí a Ryu.

    No buscaba sabiduría.
    No buscaba consejos.
    Buscaba… ella.
    Su presencia.
    Su forma de mirarme como si ya supiera lo rota que estoy y aun así me encontrara digna.
    Su forma de existir que, inexplicablemente, siempre calma mis fuegos.

    Ella me recibe sin sorpresa, con ese aire suyo que mezcla burla, ternura y peligro.
    Me observa.
    Una vez más, me desarma sin tocarme.

    Y sin moverse un centímetro, dice:

    Ryu:
    —Si sigues ardiendo así, cachorrita… te convertirás en ceniza.
    Hay que calmar la mente.
    O lo perderás todo.

    Sus palabras me atraviesan como un viento frío.
    Pero no hieren.
    Entran… y apagan un poco del incendio.

    Y por primera vez lo entiendo.
    No habla solo de disciplina, o de Veythra, o del eclipse.
    Habla de mí.
    De no perderme.
    De que… le importo.

    Y al mirarla, algo dentro de mí —ese algo que llevaba semanas rompiéndose— se acomoda.
    Se calma.
    Encuentra un centro.

    No lo pienso.
    No puedo pensarlo.

    Me acerco.
    Despacio.
    Como si temiera que el simple acto de respirar la pudiera romper.

    Y la beso.

    No es un beso impulsivo.
    Ni torpe.
    Ni desesperado.

    Es… una verdad.
    Una verdad que por fin se atreve a salir.

    Y Ryu… me lo devuelve.
    Con suavidad al principio, con esa sonrisa apenas perceptible que siempre es mi ruina.
    Con firmeza después, cuando sus manos me rodean y me traen más cerca.

    Sus labios son el primer silencio real que he sentido en días.
    El primer lugar donde Veythra calla.
    Donde Arc calla.
    Donde hasta la luna parece escuchar.

    Cuando nos separamos apenas un suspiro, me toma por el mentón y me murmura:

    Ryu:
    —¿Y Akane?

    La pregunta no me hiere.
    No me confunde.
    No me detiene.

    La miro directo a los ojos, tan cerca que veo mi propio reflejo vibrar en su dorado.
    Y con esa calma recién encontrada, respondo:

    Lili:
    —Siempre fuiste tú.

    Algo en ella se quiebra suavemente.
    No por dolor… sino por reconocimiento.

    Entonces el beso vuelve.
    Y esta vez no es una confesión.
    Es una promesa.

    Las caricias llegan… lentas, cuidadosas.
    Como si ambas supiéramos que cualquier brusquedad podría hacerme arder otra vez.
    Nos tumbamos entre risas ahogadas y respiraciones entrecortadas, aligerando la ropa con movimientos suaves, casi ceremoniales, como si cada gesto fuera un voto silencioso.

    No necesito describir el resto.
    Solo esto:

    El amor no es un estallido.
    Ni un incendio.
    Es un calor profundo.
    Un refugio.
    Un lugar donde mi mente deja de ser una tormenta y mi cuerpo deja de ser una obligación.

    En sus brazos, por primera vez en mucho tiempo…
    no escucho a Veythra.
    No escucho al Caos.
    No escucho a Arc.

    Solo escucho a Ryu.
    A su respiración.
    A su risa suave cuando me tiembla la voz.
    A su forma de decir mi nombre como si fuera un hechizo.

    Esa noche no me consumo.
    Esa noche…
    me reconstruyo.

    Siempre Ryu...
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    La advertencia de Arc

    Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve.
    No el silencio de Veythra.
    Otro.
    Más profundo.
    Más viejo.

    —Lili…

    La voz no viene de ningún lado.
    Viene de dentro.
    De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones.

    Su tono no es cálido esta vez.
    Es… decepcionado.

    —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura.
    —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
    —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú.

    Mi respiración se corta.

    —No puedo dejar que pase eso…
    —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture.

    La conexión se apaga.
    Y yo corro.


    ---

    Akane… desaparecida de nuevo

    Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho.

    Empujo la puerta.
    Nada.
    Ni rastro.
    Ni aroma.
    Ni sombra.

    —Akane…
    —Akane, por favor…

    El vacío me responde.

    Otra vez.

    La habitación está perfectamente ordenada.
    Demasiado.
    Como si nunca hubiese estado allí.

    Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse:
    me ha dejado sola otra vez.

    Mi garganta se quiebra.

    —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma.

    La segunda punzada llega sin avisar.
    Las lágrimas.

    Primero una.
    Luego todas.

    No quiero llorar.
    No quiero.
    Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí.

    Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele.


    ---

    La mirada de Ryu

    No escucho cuando entra.
    No siento su paso.
    Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa.

    Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí.
    Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados.
    Su sonrisa pequeña.
    Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura.
    Esos ojos dorados.
    Esos ojos que siempre me ven entera.

    Siempre me observa.
    Siempre.

    Pero esta vez no me observa a mí sola.

    También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire.

    Un brillo pasa por los ojos de Ryu.
    Una mezcla de advertencia… y fascinación.
    Ella lo siente.
    Siente a la espada.
    Y siente cómo la espada me altera a mí.

    Yo aprieto los puños.
    No quiero entrenar.
    No quiero ver a nadie.
    No quiero cargar todo esto otra vez.

    Me levanto de golpe, sin mirarla.

    —¡No quiero saber nada!
    Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie!

    Camino rápido, casi corriendo.
    Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol.

    Pero Ryu no se mueve.

    No intenta detenerme.

    Solo me sigue con la mirada…
    su sonrisa ladeada…
    y una preocupación oculta en la curva de sus ojos.

    Porque Ryu sabe.

    Sabe más que yo misma.

    Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también.
    Y que si yo me rompo…
    la espada encontrará la grieta.

    Y el Caos…
    sonríe desde dentro.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La advertencia de Arc Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve. No el silencio de Veythra. Otro. Más profundo. Más viejo. —Lili… La voz no viene de ningún lado. Viene de dentro. De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones. Su tono no es cálido esta vez. Es… decepcionado. —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura. —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú. Mi respiración se corta. —No puedo dejar que pase eso… —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture. La conexión se apaga. Y yo corro. --- Akane… desaparecida de nuevo Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho. Empujo la puerta. Nada. Ni rastro. Ni aroma. Ni sombra. —Akane… —Akane, por favor… El vacío me responde. Otra vez. La habitación está perfectamente ordenada. Demasiado. Como si nunca hubiese estado allí. Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse: me ha dejado sola otra vez. Mi garganta se quiebra. —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma. La segunda punzada llega sin avisar. Las lágrimas. Primero una. Luego todas. No quiero llorar. No quiero. Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí. Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele. --- La mirada de Ryu No escucho cuando entra. No siento su paso. Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa. Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí. Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados. Su sonrisa pequeña. Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura. Esos ojos dorados. Esos ojos que siempre me ven entera. Siempre me observa. Siempre. Pero esta vez no me observa a mí sola. También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire. Un brillo pasa por los ojos de Ryu. Una mezcla de advertencia… y fascinación. Ella lo siente. Siente a la espada. Y siente cómo la espada me altera a mí. Yo aprieto los puños. No quiero entrenar. No quiero ver a nadie. No quiero cargar todo esto otra vez. Me levanto de golpe, sin mirarla. —¡No quiero saber nada! Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie! Camino rápido, casi corriendo. Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol. Pero Ryu no se mueve. No intenta detenerme. Solo me sigue con la mirada… su sonrisa ladeada… y una preocupación oculta en la curva de sus ojos. Porque Ryu sabe. Sabe más que yo misma. Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también. Y que si yo me rompo… la espada encontrará la grieta. Y el Caos… sonríe desde dentro.
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    La advertencia de Arc

    Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve.
    No el silencio de Veythra.
    Otro.
    Más profundo.
    Más viejo.

    —Lili…

    La voz no viene de ningún lado.
    Viene de dentro.
    De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones.

    Su tono no es cálido esta vez.
    Es… decepcionado.

    —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura.
    —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
    —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú.

    Mi respiración se corta.

    —No puedo dejar que pase eso…
    —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture.

    La conexión se apaga.
    Y yo corro.


    ---

    Akane… desaparecida de nuevo

    Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho.

    Empujo la puerta.
    Nada.
    Ni rastro.
    Ni aroma.
    Ni sombra.

    —Akane…
    —Akane, por favor…

    El vacío me responde.

    Otra vez.

    La habitación está perfectamente ordenada.
    Demasiado.
    Como si nunca hubiese estado allí.

    Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse:
    me ha dejado sola otra vez.

    Mi garganta se quiebra.

    —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma.

    La segunda punzada llega sin avisar.
    Las lágrimas.

    Primero una.
    Luego todas.

    No quiero llorar.
    No quiero.
    Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí.

    Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele.


    ---

    La mirada de Ryu

    No escucho cuando entra.
    No siento su paso.
    Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa.

    Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí.
    Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados.
    Su sonrisa pequeña.
    Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura.
    Esos ojos dorados.
    Esos ojos que siempre me ven entera.

    Siempre me observa.
    Siempre.

    Pero esta vez no me observa a mí sola.

    También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire.

    Un brillo pasa por los ojos de Ryu.
    Una mezcla de advertencia… y fascinación.
    Ella lo siente.
    Siente a la espada.
    Y siente cómo la espada me altera a mí.

    Yo aprieto los puños.
    No quiero entrenar.
    No quiero ver a nadie.
    No quiero cargar todo esto otra vez.

    Me levanto de golpe, sin mirarla.

    —¡No quiero saber nada!
    Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie!

    Camino rápido, casi corriendo.
    Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol.

    Pero Ryu no se mueve.

    No intenta detenerme.

    Solo me sigue con la mirada…
    su sonrisa ladeada…
    y una preocupación oculta en la curva de sus ojos.

    Porque Ryu sabe.

    Sabe más que yo misma.

    Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también.
    Y que si yo me rompo…
    la espada encontrará la grieta.

    Y el Caos…
    sonríe desde dentro.
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    La advertencia de Arc

    Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve.
    No el silencio de Veythra.
    Otro.
    Más profundo.
    Más viejo.

    —Lili…

    La voz no viene de ningún lado.
    Viene de dentro.
    De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones.

    Su tono no es cálido esta vez.
    Es… decepcionado.

    —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura.
    —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
    —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú.

    Mi respiración se corta.

    —No puedo dejar que pase eso…
    —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture.

    La conexión se apaga.
    Y yo corro.


    ---

    Akane… desaparecida de nuevo

    Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho.

    Empujo la puerta.
    Nada.
    Ni rastro.
    Ni aroma.
    Ni sombra.

    —Akane…
    —Akane, por favor…

    El vacío me responde.

    Otra vez.

    La habitación está perfectamente ordenada.
    Demasiado.
    Como si nunca hubiese estado allí.

    Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse:
    me ha dejado sola otra vez.

    Mi garganta se quiebra.

    —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma.

    La segunda punzada llega sin avisar.
    Las lágrimas.

    Primero una.
    Luego todas.

    No quiero llorar.
    No quiero.
    Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí.

    Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele.


    ---

    La mirada de Ryu

    No escucho cuando entra.
    No siento su paso.
    Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa.

    Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí.
    Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados.
    Su sonrisa pequeña.
    Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura.
    Esos ojos dorados.
    Esos ojos que siempre me ven entera.

    Siempre me observa.
    Siempre.

    Pero esta vez no me observa a mí sola.

    También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire.

    Un brillo pasa por los ojos de Ryu.
    Una mezcla de advertencia… y fascinación.
    Ella lo siente.
    Siente a la espada.
    Y siente cómo la espada me altera a mí.

    Yo aprieto los puños.
    No quiero entrenar.
    No quiero ver a nadie.
    No quiero cargar todo esto otra vez.

    Me levanto de golpe, sin mirarla.

    —¡No quiero saber nada!
    Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie!

    Camino rápido, casi corriendo.
    Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol.

    Pero Ryu no se mueve.

    No intenta detenerme.

    Solo me sigue con la mirada…
    su sonrisa ladeada…
    y una preocupación oculta en la curva de sus ojos.

    Porque Ryu sabe.

    Sabe más que yo misma.

    Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también.
    Y que si yo me rompo…
    la espada encontrará la grieta.

    Y el Caos…
    sonríe desde dentro.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La advertencia de Arc Cuando por fin me alejo del jardín y de la risa de Ryu, un silencio extraño me envuelve. No el silencio de Veythra. Otro. Más profundo. Más viejo. —Lili… La voz no viene de ningún lado. Viene de dentro. De esa parte de mi alma donde Arc dejó siempre un hilo de luz desde el Jardín de las Visiones. Su tono no es cálido esta vez. Es… decepcionado. —El eclipse de sol se aproxima. Y no trae augurios de amor… sino de ruptura. —Arc… —susurro, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. —Si no dominas a Veythra antes de que el sol cubra a la luna… el Caos encontrará un canal. Y ese canal… serás tú. Mi respiración se corta. —No puedo dejar que pase eso… —Entonces levántate, pequeña Umbrélun. Antes de que la luz se fracture. La conexión se apaga. Y yo corro. --- Akane… desaparecida de nuevo Voy directa hacia sus aposentos, casi tropezando en cada escalón, porque todo el peso de la advertencia se ha convertido en una presión insoportable en mi pecho. Empujo la puerta. Nada. Ni rastro. Ni aroma. Ni sombra. —Akane… —Akane, por favor… El vacío me responde. Otra vez. La habitación está perfectamente ordenada. Demasiado. Como si nunca hubiese estado allí. Y esa pequeña punzada en mi pecho, la de siempre, vuelve a clavarse: me ha dejado sola otra vez. Mi garganta se quiebra. —Ya basta… —susurro, pero no sé si hablo de Akane, de Veythra, del eclipse, o de mí misma. La segunda punzada llega sin avisar. Las lágrimas. Primero una. Luego todas. No quiero llorar. No quiero. Pero me siento como una niña abandonada en medio de un templo vacío, con un arma que me odia y un destino que no pedí. Me cubro la cara con las manos y dejo que salga todo lo que duele. --- La mirada de Ryu No escucho cuando entra. No siento su paso. Ryu siempre fue así: aparece como una sombra, pero una sombra cálida… y peligrosa. Cuando por fin levanto la mirada, ella está allí. Apoyada en el marco de la puerta, los brazos cruzados. Su sonrisa pequeña. Sus colmillos asomando justo lo justo como para dar miedo y ternura. Esos ojos dorados. Esos ojos que siempre me ven entera. Siempre me observa. Siempre. Pero esta vez no me observa a mí sola. También mira a Veythra, que tiembla suavemente dentro de la vaina, como si quisiera salir a desgarrar el aire. Un brillo pasa por los ojos de Ryu. Una mezcla de advertencia… y fascinación. Ella lo siente. Siente a la espada. Y siente cómo la espada me altera a mí. Yo aprieto los puños. No quiero entrenar. No quiero ver a nadie. No quiero cargar todo esto otra vez. Me levanto de golpe, sin mirarla. —¡No quiero saber nada! Ni de Akane… ni de Veythra… ¡ni de nadie! Camino rápido, casi corriendo. Veythra vibra furiosa con cada paso, como si se quejara, como si quisiera hablar, como si disfrutara mi descontrol. Pero Ryu no se mueve. No intenta detenerme. Solo me sigue con la mirada… su sonrisa ladeada… y una preocupación oculta en la curva de sus ojos. Porque Ryu sabe. Sabe más que yo misma. Sabe que cuando Veythra vibra, algo dentro de mí vibra también. Y que si yo me rompo… la espada encontrará la grieta. Y el Caos… sonríe desde dentro.
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  • -Arañó con profundidad una de las paredes cerca de su habitación antes de entrar, cerrando la puerta detrás de él.
    Su torso aún cubierto de sangre y la herida aún dolía, incluso más que cuando Adán se la hizo.
    Caminó con una mano ensangrentada en el pecho hasta llegar a su tocador donde se sostuvo con ambas manos. Levantando su mirada para ver su reflejo en el espejo, notando su aspecto desaliñado y la sangre sobre su ropa, sus garras se clavaron sobre la madera del mueble dejando profundos arañazos antes de lanzar todo lo que hubiera encima con evidente furia.

    El sonido de alguna botella de licor fuerte que tenía sobre el tocador al estrellarse contra el suelo resonando en la amplia habitación.-

    Si es que acaso cree que lo dejaré así...

    -Comenzó farfullando entre dientes, usando su magia para volver a cocer la herida hasta que se detuvo de repente. Una sensación, medio conocida medio desconocida lo detuvo desconcertandolo.
    La pérdida de algo que le pertenecía.

    La estática de radio se escuchó por un momento, incluso los diales en sus ojos aparecieron mientras él se quedaba como piedra.
    La habitación parecía repentinamente hundida en una penumbra sepulcral, un silencio estremecedor. La calma antes de la tormenta.

    Se percató enseguida. Lo notó. Una pequeña mascota suya se había librado de sus cadenas sin su consentimiento....-
    -Arañó con profundidad una de las paredes cerca de su habitación antes de entrar, cerrando la puerta detrás de él. Su torso aún cubierto de sangre y la herida aún dolía, incluso más que cuando Adán se la hizo. Caminó con una mano ensangrentada en el pecho hasta llegar a su tocador donde se sostuvo con ambas manos. Levantando su mirada para ver su reflejo en el espejo, notando su aspecto desaliñado y la sangre sobre su ropa, sus garras se clavaron sobre la madera del mueble dejando profundos arañazos antes de lanzar todo lo que hubiera encima con evidente furia. El sonido de alguna botella de licor fuerte que tenía sobre el tocador al estrellarse contra el suelo resonando en la amplia habitación.- Si es que acaso cree que lo dejaré así... -Comenzó farfullando entre dientes, usando su magia para volver a cocer la herida hasta que se detuvo de repente. Una sensación, medio conocida medio desconocida lo detuvo desconcertandolo. La pérdida de algo que le pertenecía. La estática de radio se escuchó por un momento, incluso los diales en sus ojos aparecieron mientras él se quedaba como piedra. La habitación parecía repentinamente hundida en una penumbra sepulcral, un silencio estremecedor. La calma antes de la tormenta. Se percató enseguida. Lo notó. Una pequeña mascota suya se había librado de sus cadenas sin su consentimiento....-
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