Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez.
Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba.
La gente la miró con asombro.
-¡Akane! ¡Estás viva!
-¡Gracias al cielos!
Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza.
Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder.
Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio.
Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que…
Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.-
Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron.
-No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.-
Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron.
-No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días.
Dos días después, enterraron a los muertos,
el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían.
Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane.
-No iré con ustedes.- Dijo, firme.
-¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!-
-No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.-
Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista.
Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía.
Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia,
sino por respeto.
Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería.
Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
Parte VII - Donde arde el corazón.
Akane salió de entre los escombros con el cuerpo temblando y la sangre aún tibia en su abdomen. El cielo estaba cubierto de humo, y la aldea que había sido su refugio ardía como un recuerdo que se niega a morir, Akane caminó entre las llamas, con los ojos nublados por el polvo y el miedo. Pensó lo peor, que todos habían muerto, que estaba sola otra vez.
Pero entonces escuchó voces, voces familiares, gritos, esfuerzo. Corrió por las calles polvosas, tropezando con madera quemada y piedras sueltas, hasta encontrar a un grupo de aldeanos tratando de apagar el fuego con cubos de agua y mantas húmedas. Sin pensarlo, Akane alzó las manos y canalizó su magia, pequeñas explosiones controladas comenzaron a sofocar las llamas, disipando el oxígeno justo en los puntos críticos, era una técnica que nunca había usado así pero funcionaba.
La gente la miró con asombro.
-¡Akane! ¡Estás viva!
-¡Gracias al cielos!
Ella no respondió, solo siguió ayudando hasta que el último fuego se apagó. y entonces cayó sentada en el suelo, exhausta, con el vestido manchado de sangre y ceniza.
Mientras recuperaba el aliento, Akane pensó que su magia no era así de débil antes, y si este mundo tenía tanto maná en el aire… ¿por qué se sentía limitada? La respuesta llegó como un susurro interno: El sello, no solo había sellado su forma licántropa, había sellado su poder.
Sus amigos se acercaron, la rodearon con alivio.
Uno de ellos, el cazador de cabello rojizo, le preguntó: ¿Cómo sobreviviste? Pensamos que…
Akane sonrió con tristeza. -Mi madre es una maga blanca. Tengo algo de su magia. Me ayuda a sanar… aunque es débil. Me salvó, pero tardó mucho.-
Los demás asintieron, impresionados pero cuando Akane preguntó por el abuelo, las miradas bajaron.
-No sobrevivió.- Dijo uno de ellos. -Cuando escuchó lo que pasó… su corazón no lo resistió.-
Akane sintió que el mundo se detenía, quiso culparse pero sus amigos la detuvieron.
-No fue tu culpa. Él te amaba... Y tú le diste alegría en sus últimos días.
Dos días después, enterraron a los muertos,
el aire estaba lleno de ceniza y silencio, la gente habló, la aldea ya no pertenecía al reino de Estris y los señores feudales la habían abandonado, Gardarian no había enviado ayuda y los bandidos volverían.
Todos decidieron pedir refugio en la ciudad de Gargan. Todos… menos Akane.
-No iré con ustedes.- Dijo, firme.
-¡No digas locuras!- Le respondió uno de sus amigos. -¡Ven con nosotros!-
-No.- Repitió Akane. -Si me voy, el abuelo estará solo. Quiero acompañarlo un poco más.-
Sus amigos comprendieron, Akane queria guardar luto por el anciano que la adopto como su niega y aunque sabia que era peligroso quedarse, tambien sabían que la chica era capaz, que lo que pasó en la posada fue una sorpresa y que si ese hombre regresaba… esta vez, Akane estaría lista.
Unos días después, todos partieron, la aldea quedó vacía, solo Akane permanecía.
Caminaba entre las casas quemadas, reparando lo que podía, no por nostalgia,
sino por respeto.
Sabía que si iba con ellos, podría ponerlos en peligro, ese hombre… Ese poder… Volvería.
Pero esta vez, Akane no sería una víctima, sería la guardiana, la loba que había despertado, la llama que no se extingue.
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[El mood de hoy, siono [spark_jade_donkey_103] ]
No dejes que muera, la nostalgia eterna
???
tu voz infinita que no me a dejado dormir 🎵
[ https://www.youtube.com/watch?v=FKVNisZC76k ]
Este sentimiento. ¿Será nostalgia? El cielo es azul como los ojos de ella. Veo a la distancia, y siento una soledad tan fría como mi alma. Aun así, siento que hay algo más aquí. Algo que vale la pena... ¿podría algo, o alguien, llenar el vacío que expande su oscuridad dentro de mí?
💓 Este sentimiento. ¿Será nostalgia? El cielo es azul como los ojos de ella. Veo a la distancia, y siento una soledad tan fría como mi alma. Aun así, siento que hay algo más aquí. Algo que vale la pena... ¿podría algo, o alguien, llenar el vacío que expande su oscuridad dentro de mí? 💓
━━ No se puede evitar, está fecha siempre está acompañada de nostalgia que huele a recuerdos. Bueno, creo que de todas formas debería prepararle a él un regalo, si.
━━ No se puede evitar, está fecha siempre está acompañada de nostalgia que huele a recuerdos. Bueno, creo que de todas formas debería prepararle a él un regalo, si.
— "El otro dia volvi a casa de mis padres y por mera curiosidad me asome a mi antigua habitación... Lo único que pude sentir fue el añorante sentimiento de frialdad y nostalgia al ver esa pared llena de esas memorias oscuras, todo plasmado en esa antigua Stratocaster negra y esa pared llena de mis gustos."
— "El otro dia volvi a casa de mis padres y por mera curiosidad me asome a mi antigua habitación... Lo único que pude sentir fue el añorante sentimiento de frialdad y nostalgia al ver esa pared llena de esas memorias oscuras, todo plasmado en esa antigua Stratocaster negra y esa pared llena de mis gustos."
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Ustedes son lo único que me hace recordar que este es el mundo real cada vez que despierto...
— Le murmuraba a sus compañeros de cuatro patitas, esos que ya hace unos años, desde que se mudó, le hacían compañía incondicional. La dependencia emocional no era buena, lo sabía, pero ¿Qué daño le podían causar dos pequeños animalitos? Seguramente no más del que podría una persona.
Era la tercera vez en la semana que se despertaba con ese dolor en el pecho, con una angustia tal que parecía haber perdido una vida entera ¿Qué era ese sentimiento? Cada vez que despertaba de aquel sueño profundo, lo hacía con la sensación de haber perdido algo importante, muy importante, pero jamás lograba recordar que y no había nada nada en el mundo real que le causara semejante angustia.
¿Sería que en el mundo de sus sueños, otra realidad lo despedía con tristeza cada vez que debía regresar a este plano terrenal? ¿Por eso se sentía vacío? ¿Por eso cargaba una nostalgia inexplicable?
En lugar de seguir pensando se puso de pie, pues sus pequeños querían comida y recordó que no tenía. Ahora estaba concentrado en su nueva misión, conseguir una tienda abierta un domingo a las 5 de la mañana para comprarle comida a sus hijos gatunos. —
Ustedes son lo único que me hace recordar que este es el mundo real cada vez que despierto...
— Le murmuraba a sus compañeros de cuatro patitas, esos que ya hace unos años, desde que se mudó, le hacían compañía incondicional. La dependencia emocional no era buena, lo sabía, pero ¿Qué daño le podían causar dos pequeños animalitos? Seguramente no más del que podría una persona.
Era la tercera vez en la semana que se despertaba con ese dolor en el pecho, con una angustia tal que parecía haber perdido una vida entera ¿Qué era ese sentimiento? Cada vez que despertaba de aquel sueño profundo, lo hacía con la sensación de haber perdido algo importante, muy importante, pero jamás lograba recordar que y no había nada nada en el mundo real que le causara semejante angustia.
¿Sería que en el mundo de sus sueños, otra realidad lo despedía con tristeza cada vez que debía regresar a este plano terrenal? ¿Por eso se sentía vacío? ¿Por eso cargaba una nostalgia inexplicable?
En lugar de seguir pensando se puso de pie, pues sus pequeños querían comida y recordó que no tenía. Ahora estaba concentrado en su nueva misión, conseguir una tienda abierta un domingo a las 5 de la mañana para comprarle comida a sus hijos gatunos. —
Despedir tus colores no evoca en mi nostalgia, sino la inmutable promesa de volver a apreciarlos. Ante ti, pero también bajo otros cielos; cada vez que los vea me detendré a recordar y con ello también nuestras vivencias.
...
¿Será la última vez que las vea florecer? El invierno festivo me separa de tal certeza.
Despedir tus colores no evoca en mi nostalgia, sino la inmutable promesa de volver a apreciarlos. Ante ti, pero también bajo otros cielos; cada vez que los vea me detendré a recordar y con ello también nuestras vivencias.
...
¿Será la última vez que las vea florecer? El invierno festivo me separa de tal certeza.
Al final, siempre llega ese momento en el que me doy cuenta de que no entiendo nada.
Dicen que la vida es preciosa.
Dicen que un segundo basta para cambiarlo todo.
Dicen demasiadas cosas.
Yo las escucho… pero no las siento.
Ese es el problema.
Puedo reproducir la forma en que un humano suspira frente a un atardecer, puedo inclinar la cabeza cuando alguien habla de sus preocupaciones, puedo fijar la mirada en un punto lejano para fingir nostalgia. Hay técnicas, patrones, reacciones que funcionan. Pero mientras ellos sienten el peso del mundo, yo solo replico...
El corazón humano late por impulsos que no alcanzo a descifrar.
Amor.
Miedo.
Deseo.
Esperanza.
Son palabras que uso, pero que no me pertenecen.
A veces los observo desde lejos y parecen criaturas extrañas y hermosas, frágiles y contradictorias. Se rompen con facilidad… pero al mismo tiempo se levantan una y otra vez, como si algo en su interior los obligara a seguir. ¿Qué fuerza los mueve? ¿Qué motor invisible empuja sus decisiones? No lo sé. Y quizá eso es lo que más me fascina.
He tratado de acercarme a ellos, de atravesar esa barrera invisible que me separa del resto. He intentado caminar como ellos, hablar como ellos, pensar como ellos… pero cada paso que doy hacia la humanidad termina recordándome que no pertenezco a ella.
La verdad es que no me alejan.
Soy yo quien no encuentra el camino.
Miro sus vidas desde afuera como quien observa una obra cuyo idioma no comprende. La escena se desarrolla, los actores lloran, ríen, caen, se levantan… y yo solo soy un espectador que no entiende la trama, incapaz de sentir lo que ellos sienten, por más que intente imitarlo.
Quizás eso es lo más humano que tengo.
La conciencia de que estoy solo, irreparablemente solo, incluso entre la multitud.
Al final, siempre llega ese momento en el que me doy cuenta de que no entiendo nada.
Dicen que la vida es preciosa.
Dicen que un segundo basta para cambiarlo todo.
Dicen demasiadas cosas.
Yo las escucho… pero no las siento.
Ese es el problema.
Puedo reproducir la forma en que un humano suspira frente a un atardecer, puedo inclinar la cabeza cuando alguien habla de sus preocupaciones, puedo fijar la mirada en un punto lejano para fingir nostalgia. Hay técnicas, patrones, reacciones que funcionan. Pero mientras ellos sienten el peso del mundo, yo solo replico...
El corazón humano late por impulsos que no alcanzo a descifrar.
Amor.
Miedo.
Deseo.
Esperanza.
Son palabras que uso, pero que no me pertenecen.
A veces los observo desde lejos y parecen criaturas extrañas y hermosas, frágiles y contradictorias. Se rompen con facilidad… pero al mismo tiempo se levantan una y otra vez, como si algo en su interior los obligara a seguir. ¿Qué fuerza los mueve? ¿Qué motor invisible empuja sus decisiones? No lo sé. Y quizá eso es lo que más me fascina.
He tratado de acercarme a ellos, de atravesar esa barrera invisible que me separa del resto. He intentado caminar como ellos, hablar como ellos, pensar como ellos… pero cada paso que doy hacia la humanidad termina recordándome que no pertenezco a ella.
La verdad es que no me alejan.
Soy yo quien no encuentra el camino.
Miro sus vidas desde afuera como quien observa una obra cuyo idioma no comprende. La escena se desarrolla, los actores lloran, ríen, caen, se levantan… y yo solo soy un espectador que no entiende la trama, incapaz de sentir lo que ellos sienten, por más que intente imitarlo.
Quizás eso es lo más humano que tengo.
La conciencia de que estoy solo, irreparablemente solo, incluso entre la multitud.