• ⠀⠀⠀Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre.

    —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma.

    ⠀⠀⠀Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora.

    ⠀⠀⠀Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso.

    ⠀⠀⠀Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo.

    —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco.

    ⠀⠀⠀En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. 𝘍𝘪𝘯𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘢 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘶 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴.
    ⠀⠀⠀Las hojas secas crujieron bajo sus botas, marcando el camino que una vez corrió de niña. En su mente, aún podía escuchar el eco de las risas que se habían vuelto amargas y el sonido de las puertas que se habían cerrado para siempre. —¿Nerviosa, Kazuha~? —se preguntó, con un tono ligeramente burlón. Tenía esa costumbre de hablar sola todo el tiempo, después de todo la única persona en la que confiaba era ella misma. ⠀⠀⠀Se detuvo frente a la verja de hierro forjado, oxidada por el tiempo y el abandono. Detrás, se alzaba la casa que había sido su hogar en un pasado ya lejano, y que había permanecido abandonada durante muchos años... hasta ahora. ⠀⠀⠀Empujó la verja con un chirrido que quebró el silencio del vecindario. Caminó por el sendero de adoquines hundidos, ahora casi devorados por la hierba y la maleza. Subió los escalones de la escalinata que se curveaba hacia el pórtico. La pintura de las paredes ahora estaba resquebrajada, las ventanas no dejaban ver hacia el interior por el polvo y la suciedad. Extendió una mano, pero se detuvo a centímetros de la puerta de roble macizo. ¿Que esperaba encontrar? ¿Fantasmas familiares? ¿El rastro de la niña que fue antes de que todo se pudriera?. La puerta principal cedió. El vestíbulo era vasto y oscuro. Una escalera imperial amplia, llevaba hacia la penumbra del segundo piso. ⠀⠀⠀Alzó su mano y deslizó un dedo sobre la superficie de una mesa de madera. La yema de su dedo se ennegreció al instante por la mugre y el polvo. —Tsk, parece que nadie ha puesto un pie aquí en muuucho tiempo... —su voz resonó en el vacío, y fue devuelta como un eco. ⠀⠀⠀En aquel momento, como respondiendo a su llegada, una mariposa de un rojo casi sanguíneo, vibrante y antinatural, surgió de la nada. Revoloteó a través de las partículas de polvo que flotaban en los rayos de luz filtrados por los vitrales sucios, y se posó con delicadeza sobre su cabello oscuro, como una joya sobre una corona olvidada. 𝘍𝘪𝘯𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘢 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘶 𝘳𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘳𝘶𝘪𝘯𝘢𝘴.
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  • - Mira amor, tu hermano lo envió para las niñas ¿No es adorable?

    Él mayor se había acercado a su esposo para mostrarle aquel obsequio, había entendido que aquel hombre realmente no tenía malas intenciones, de hecho parecía bastante emocionado con sus sobrinos.

    Bryn Bonetti
    - Mira amor, tu hermano lo envió para las niñas ¿No es adorable? Él mayor se había acercado a su esposo para mostrarle aquel obsequio, había entendido que aquel hombre realmente no tenía malas intenciones, de hecho parecía bastante emocionado con sus sobrinos. [flare_silver_kangaroo_825]
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  • "Todos eventualmente terminarán mal cuando la infestación los toca, sin excepciones."

    Reflexiona luego de cumplir su palabra, luego de darle el beneficio de la duda, solo 48 horas de vida para aquella criatura, donde pudo conocer el mundo lejos de cualquier posible contagio.

    Le presentó a su Vulpafila, quien milagrosamente no se comporto agresivamente con esa niña como en otros casos, Chroma se mantenía en silencio y vigilante mientras con la ayuda de un cefalón, le explica lo que aquella niña infestada veía a través de sus ojos.

    La infestación le curo de una enfermedad terminal pero seguía dentro de ella, una amenaza silenciosa disfrazada bajo el rostro de una criatura inocente, el cielo ,la noche, las estrellas, las plantas y lo que era estar bajo el sol bajo un cuerpo sano.

    "Descansa en paz."

    Chroma se pone de pie luego de ofrecer una respetuosa reverencia hacia la tumba, de las pocas veces que con el Warframe otorgo una muerte rápida, precisa e indolora con su parazón luego de las 48 horas más paternales que ha tenido en su vida.

    "Tarde o temprano la infestación terminaría con ella." Intenta justificar sus actos, luego de sentir un pequeño remordimiento

    "Es mejor que muriera sabiendo que nunca lastimo a nadie mientras seguía consciente."
    Hasta le cuesta desplasarze con soltura con el cuerpo de Chroma.

    "NIña valiente" Dentro de la capsula de transferencia Hayden conserva el dibujo en crayolas de Chroma, el vulpafila y la infestadas en un picnic.

    Hayden decide apagar a Chroma, ambos necesitaban descansar.
    "Todos eventualmente terminarán mal cuando la infestación los toca, sin excepciones." Reflexiona luego de cumplir su palabra, luego de darle el beneficio de la duda, solo 48 horas de vida para aquella criatura, donde pudo conocer el mundo lejos de cualquier posible contagio. Le presentó a su Vulpafila, quien milagrosamente no se comporto agresivamente con esa niña como en otros casos, Chroma se mantenía en silencio y vigilante mientras con la ayuda de un cefalón, le explica lo que aquella niña infestada veía a través de sus ojos. La infestación le curo de una enfermedad terminal pero seguía dentro de ella, una amenaza silenciosa disfrazada bajo el rostro de una criatura inocente, el cielo ,la noche, las estrellas, las plantas y lo que era estar bajo el sol bajo un cuerpo sano. "Descansa en paz." Chroma se pone de pie luego de ofrecer una respetuosa reverencia hacia la tumba, de las pocas veces que con el Warframe otorgo una muerte rápida, precisa e indolora con su parazón luego de las 48 horas más paternales que ha tenido en su vida. "Tarde o temprano la infestación terminaría con ella." Intenta justificar sus actos, luego de sentir un pequeño remordimiento "Es mejor que muriera sabiendo que nunca lastimo a nadie mientras seguía consciente." Hasta le cuesta desplasarze con soltura con el cuerpo de Chroma. "NIña valiente" Dentro de la capsula de transferencia Hayden conserva el dibujo en crayolas de Chroma, el vulpafila y la infestadas en un picnic. Hayden decide apagar a Chroma, ambos necesitaban descansar.
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  • Un simple contrato por roles, hay tennos capaces de aisla partes de la realidad en una burbuja del vacio y tennos que van a limpiar las amenazas encerradas, Hayden vaga por los pasillos del hospital impresionado que nadie, absolutamente nadie muestra señales de infestación, solo yacen en el suelo, sometidos en un profundo sueño.

    Primer piso limpio, segundo piso limpio, así sucesivamente, Chroma esperaba comenzar una masacre en cada piso hasta llegar con la mente enjambre, sin embargo, desde el cuerpo de Chroma, todos los pacientes y personal médico no huelen a infestación, excepto uno, que no ha aparecido.

    "Sinceramente, me está perturbando más con cada paso que avanzo, limpio, demasiado limpio."

    Finalmente, Chroma confirma la fuente del aroma sale por una ventana y usa sus saltos-balas como sus maniobras acrobáticas para llegar a la azotea y aterrizar sobre sus pies con un Glaive preparada.

    Chroma solo gruñe ante lo que puede ser una miserable trampa de la infestación, el huésped, una niña, perfectamente saludable, Hayden decide calmarse un poco ante una posible situación inusual de rehénes, sin embargo, El warframe lo sabe por instinto, es la infestada.

    No puede hablar pero detrás de ella sobre el hombros izquierdo emerge una planta que mueve sus labios y emite una voz con una frase clara.

    - M-Me curó, me ha susurrado a lo que has venido, antes de que termines conmigo, quería decirle a alguien, que ahora sé lo que se siente estar sana.

    Chroma solo presiona la glaive resaltando el filo del disco arrojadizo para terminar el trabajo.

    "Ahora lo entiendo, esa planta, inusual sin duda, un arma convertida en una cura dócil, una maldición incontrolable a una bendición piadosa."
    Un simple contrato por roles, hay tennos capaces de aisla partes de la realidad en una burbuja del vacio y tennos que van a limpiar las amenazas encerradas, Hayden vaga por los pasillos del hospital impresionado que nadie, absolutamente nadie muestra señales de infestación, solo yacen en el suelo, sometidos en un profundo sueño. Primer piso limpio, segundo piso limpio, así sucesivamente, Chroma esperaba comenzar una masacre en cada piso hasta llegar con la mente enjambre, sin embargo, desde el cuerpo de Chroma, todos los pacientes y personal médico no huelen a infestación, excepto uno, que no ha aparecido. "Sinceramente, me está perturbando más con cada paso que avanzo, limpio, demasiado limpio." Finalmente, Chroma confirma la fuente del aroma sale por una ventana y usa sus saltos-balas como sus maniobras acrobáticas para llegar a la azotea y aterrizar sobre sus pies con un Glaive preparada. Chroma solo gruñe ante lo que puede ser una miserable trampa de la infestación, el huésped, una niña, perfectamente saludable, Hayden decide calmarse un poco ante una posible situación inusual de rehénes, sin embargo, El warframe lo sabe por instinto, es la infestada. No puede hablar pero detrás de ella sobre el hombros izquierdo emerge una planta que mueve sus labios y emite una voz con una frase clara. - M-Me curó, me ha susurrado a lo que has venido, antes de que termines conmigo, quería decirle a alguien, que ahora sé lo que se siente estar sana. Chroma solo presiona la glaive resaltando el filo del disco arrojadizo para terminar el trabajo. "Ahora lo entiendo, esa planta, inusual sin duda, un arma convertida en una cura dócil, una maldición incontrolable a una bendición piadosa."
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  • El móvil vibró sobre la mesa de la sala mientras Thalya recogía los platos de la cena. Miró la pantalla distraída, pero al ver el nombre que aparecía en letras claras, se quedó congelada: “Yaya”. Su abuela materna.

    El corazón se le encogió de golpe. Llevaba años sin verla, desde antes de que la guerra lo arrasara todo y sus padres murieran en aquel atentado. Había llamado un par de veces, siempre con excusas rápidas, siempre prometiendo que “cuando tuviera un hueco” iría a Grecia. Nunca lo cumplió.

    Con las manos aún húmedas, contestó al fin.

    —Yaya… —su voz salió baja, casi quebrada.

    Del otro lado sonó la risa cálida y cansada de la anciana, un sonido que la devolvió a su infancia, a aquellos veranos en la isla donde el olor a café recién hecho y a pan caliente parecía eterno.

    —Mi corazón… mi niña. ¿Cómo estás? Hace tanto que no escucho tu voz…

    Thalya tragó saliva. Cerró los ojos, intentando mantener la compostura.

    —Estoy… bien. Un poco cansada, ya sabes. Pero… bien. ¿Y tú? ¿Y el abuelo?

    —Viejos, como siempre —rió su abuela, aunque con un tono nostálgico—. Te echamos de menos, Thalya. Tu madre estaría enfadada si supiera que no vienes a vernos ni siquiera en verano.

    Aquellas palabras la golpearon como un puñal. Sintió que la garganta se le cerraba. Imaginó a su madre tras la barra de la cafetería, sirviendo pasteles con esa sonrisa paciente, y a su padre entrando después, con su andar firme y la chaqueta militar colgada del hombro. Imaginó que todavía podía escucharlos.

    —Lo sé… —murmuró, llevándose una mano al rostro—. Lo sé, y lo siento. De verdad lo siento.

    Hubo un silencio breve, roto solo por la respiración pausada de la anciana.

    —No tienes que pedir perdón, niña. Pero recuerda que mientras sigas huyendo, nunca vas a curar lo que llevas dentro. No nos has perdido a nosotros. Estamos aquí.

    Thalya no pudo responder enseguida. Se dejó caer en la cama, apretando el teléfono contra la oreja, con los ojos llenos de lágrimas. Le dolía la culpa, le dolía la ausencia, y le dolía más aún darse cuenta de que tenía miedo de volver, de enfrentarse a los recuerdos.

    —Te prometo que iré… —susurró al fin, con un nudo en la voz.

    La anciana suspiró, suave, como quien acaricia a distancia.

    —Eso espero, mi corazón. Te esperamos con los brazos abiertos.

    Cuando la llamada terminó, Thalya permaneció quieta en la penumbra de la habitación, con el móvil apoyado en su regazo. Sentía que aún no había superado nada, que el pasado seguía atándola, pero al menos ahora sabía que alguien, en algún lugar, seguía esperándola.
    El móvil vibró sobre la mesa de la sala mientras Thalya recogía los platos de la cena. Miró la pantalla distraída, pero al ver el nombre que aparecía en letras claras, se quedó congelada: “Yaya”. Su abuela materna. El corazón se le encogió de golpe. Llevaba años sin verla, desde antes de que la guerra lo arrasara todo y sus padres murieran en aquel atentado. Había llamado un par de veces, siempre con excusas rápidas, siempre prometiendo que “cuando tuviera un hueco” iría a Grecia. Nunca lo cumplió. Con las manos aún húmedas, contestó al fin. —Yaya… —su voz salió baja, casi quebrada. Del otro lado sonó la risa cálida y cansada de la anciana, un sonido que la devolvió a su infancia, a aquellos veranos en la isla donde el olor a café recién hecho y a pan caliente parecía eterno. —Mi corazón… mi niña. ¿Cómo estás? Hace tanto que no escucho tu voz… Thalya tragó saliva. Cerró los ojos, intentando mantener la compostura. —Estoy… bien. Un poco cansada, ya sabes. Pero… bien. ¿Y tú? ¿Y el abuelo? —Viejos, como siempre —rió su abuela, aunque con un tono nostálgico—. Te echamos de menos, Thalya. Tu madre estaría enfadada si supiera que no vienes a vernos ni siquiera en verano. Aquellas palabras la golpearon como un puñal. Sintió que la garganta se le cerraba. Imaginó a su madre tras la barra de la cafetería, sirviendo pasteles con esa sonrisa paciente, y a su padre entrando después, con su andar firme y la chaqueta militar colgada del hombro. Imaginó que todavía podía escucharlos. —Lo sé… —murmuró, llevándose una mano al rostro—. Lo sé, y lo siento. De verdad lo siento. Hubo un silencio breve, roto solo por la respiración pausada de la anciana. —No tienes que pedir perdón, niña. Pero recuerda que mientras sigas huyendo, nunca vas a curar lo que llevas dentro. No nos has perdido a nosotros. Estamos aquí. Thalya no pudo responder enseguida. Se dejó caer en la cama, apretando el teléfono contra la oreja, con los ojos llenos de lágrimas. Le dolía la culpa, le dolía la ausencia, y le dolía más aún darse cuenta de que tenía miedo de volver, de enfrentarse a los recuerdos. —Te prometo que iré… —susurró al fin, con un nudo en la voz. La anciana suspiró, suave, como quien acaricia a distancia. —Eso espero, mi corazón. Te esperamos con los brazos abiertos. Cuando la llamada terminó, Thalya permaneció quieta en la penumbra de la habitación, con el móvil apoyado en su regazo. Sentía que aún no había superado nada, que el pasado seguía atándola, pero al menos ahora sabía que alguien, en algún lugar, seguía esperándola.
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    Se busca los padres de mi niña ~
    Fandom de nanatsu no tanzai y mokushiro no yonkishi

    Zeldris ( actual rey demonio )
    Gelda

    > Compromiso y amor
    > con o sin trama

    Su niña lo estan buscando
    Se busca los padres de mi niña ~ Fandom de nanatsu no tanzai y mokushiro no yonkishi Zeldris ( actual rey demonio ) Gelda > Compromiso y amor > con o sin trama Su niña lo estan buscando
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  • "Bien, ya tengo una hija... el siguiente paso es conseguir a una esposa. Pensaba en inscribir a la niña y ser totalmente responsable de ella, pero los requisitos del Colegio Edén exigen que sea un padre y una madre... vaya situación."
    "Bien, ya tengo una hija... el siguiente paso es conseguir a una esposa. Pensaba en inscribir a la niña y ser totalmente responsable de ella, pero los requisitos del Colegio Edén exigen que sea un padre y una madre... vaya situación."
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    Crónica de la Luna IX – El alma que habita en mi (Final de la saga la luz de la luna)

    Cuando Selin, la Elunai, murió protegiendo a su hija, no sólo ancló su alma en la Luna.
    En aquel instante también quebró un ciclo antiguo, dormido desde el primer eclipse.

    La niña que llevaba en su vientre jamás vio la luz.
    Su pequeño corazón se apagó, pero su alma no desapareció.
    Como un cristal quebrado por el choque del caos y la luna, se dividió en dos fragmentos.

    Uno de esos fragmentos regresó al regazo de Elunai,
    fundido con el eco plateado de Selin,
    tejido con paciencia por Xinia, la raposa de luna.
    El otro fragmento lo arrebató Shobu, espíritu ardiente del Sol,
    y lo guardó en su fuego como una chispa perdida del origen.

    Ambos fragmentos vagaron, dispersos en el cosmos,
    hasta que los hilos del destino se entrelazaron en un solo cuerpo:
    Lili, la Umbrélun.

    Nacida con su propia alma, sí,
    pero también con el alma de aquella heredera rota.
    Dos voces latiendo en un solo corazón,
    dos memorias buscando un mismo rostro en el espejo de la eternidad.

    Su ser se mece entre sombras vivientes y susurros lunares,
    alimentado por el caos de su padre y protegido por la herencia de Selin.
    Pero en su interior arde un secreto aún sellado:
    el poder del Sol y de la Luna, aguardando el momento de despertar.

    Porque Lili no es sólo hija de la penumbra,
    ni sólo guardiana del resplandor.
    Es el Eclipse hecho carne:
    la llama escondida en la sombra,
    la sombra abrazada por la luz.

    Un día, cuando las memorias de Xinia y Shobu regresen a llamarla,
    cuando ambas almas en su interior dejen de luchar y comiencen a danzar,
    el mundo volverá a presenciar el poder que Selin nunca imaginó.

    "Porque a veces, en el silencio de la noche, algo despierta en mí.
    No son palabras, sino luces que arden detrás de mis ojos,
    dibujos de dragones lunares trazados en las estrellas.
    El viento me susurra frases en lenguas que no alcanzo a descifrar,
    y siento que mi alma no me pertenece por completo.

    Es la otra voz, la otra mitad,
    la que duerme y a la vez me guía.
    No sé si es un don o una condena,
    pero presiento que guarda el secreto de los dragones lunares,
    aquellos custodios extintos que una vez velaron por el equilibrio.

    Y aunque no comprendo su llamado,
    sé que un día tendré que responder.
    Porque lo que habita en mí
    no es silencio, ni sombra, ni fuego…
    es un Eclipse aguardando nacer."

    Crónica de la Luna IX – El alma que habita en mi (Final de la saga la luz de la luna) Cuando Selin, la Elunai, murió protegiendo a su hija, no sólo ancló su alma en la Luna. En aquel instante también quebró un ciclo antiguo, dormido desde el primer eclipse. La niña que llevaba en su vientre jamás vio la luz. Su pequeño corazón se apagó, pero su alma no desapareció. Como un cristal quebrado por el choque del caos y la luna, se dividió en dos fragmentos. Uno de esos fragmentos regresó al regazo de Elunai, fundido con el eco plateado de Selin, tejido con paciencia por Xinia, la raposa de luna. El otro fragmento lo arrebató Shobu, espíritu ardiente del Sol, y lo guardó en su fuego como una chispa perdida del origen. Ambos fragmentos vagaron, dispersos en el cosmos, hasta que los hilos del destino se entrelazaron en un solo cuerpo: Lili, la Umbrélun. Nacida con su propia alma, sí, pero también con el alma de aquella heredera rota. Dos voces latiendo en un solo corazón, dos memorias buscando un mismo rostro en el espejo de la eternidad. Su ser se mece entre sombras vivientes y susurros lunares, alimentado por el caos de su padre y protegido por la herencia de Selin. Pero en su interior arde un secreto aún sellado: el poder del Sol y de la Luna, aguardando el momento de despertar. Porque Lili no es sólo hija de la penumbra, ni sólo guardiana del resplandor. Es el Eclipse hecho carne: la llama escondida en la sombra, la sombra abrazada por la luz. Un día, cuando las memorias de Xinia y Shobu regresen a llamarla, cuando ambas almas en su interior dejen de luchar y comiencen a danzar, el mundo volverá a presenciar el poder que Selin nunca imaginó. "Porque a veces, en el silencio de la noche, algo despierta en mí. No son palabras, sino luces que arden detrás de mis ojos, dibujos de dragones lunares trazados en las estrellas. El viento me susurra frases en lenguas que no alcanzo a descifrar, y siento que mi alma no me pertenece por completo. Es la otra voz, la otra mitad, la que duerme y a la vez me guía. No sé si es un don o una condena, pero presiento que guarda el secreto de los dragones lunares, aquellos custodios extintos que una vez velaron por el equilibrio. Y aunque no comprendo su llamado, sé que un día tendré que responder. Porque lo que habita en mí no es silencio, ni sombra, ni fuego… es un Eclipse aguardando nacer."
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    Mañana publicaré la ficha Técnica de Kassandra, así conocéis mejor a mi niña
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  • El renacer de Lianna

    Lianna tenía apenas diez años cuando fue entregada a su cruel destino, aquella niña dulce, ingenua y alegre por las cosas pequeñas: cómo caminar entre las flores, un postre viendo el atardecer, recorrer el bosque de día e incluso nadar bajo la luz de la luna. Iba a perder todo lo que amaba a cambio del regalo de la inmortalidad. Su cuerpo y mente aún guardaban la fragilidad e inocencia de una niña, sin embargo sus ojos ya conocían el miedo.

    Una noche de luna llena, por el año 1505, la familia Beenedeti se encontraba en el bosque, pronto iba a suceder su milagro y lo que los sacaría de una ruina en el futuro.

    El señor Beenedeti se acercó a la niña y la puso en un círculo de sal, justo donde la luna pronto tocaría su delicada piel. La señora Beenedeti estaba al otro lado, sabía que si se metía probablemente no dejaría que la transformación se completara.

    Una vez listo todo, el señor Beenedeti tomó la muñeca de la niña y la mordió con rudeza, sus colmillos desgarraron la piel de la niña. El dolor fue inmediato; se sentía cómo eso le quemaba la piel y ardía por dentro, sintió cómo si fuego líquido recorría su cuerpo. La niña no pudo evitar asustarse y llorar.

    Fue ahí cuando el hombre se alejó de ella y simplemente dijo: "No te muevas." Las nubes fueron despejando la luna, quien después de unos momentos dejó que su luz la tocara.

    De repente el cuerpo de la niña empezó a quebrarse por dentro. Sus huesos crujieron, doblándose de formas extrañas. El aire se le escapaba de los pulmones, mientras mareos y un fuerte dolor de cabeza la hicieron gritar; sin embargo, este fue rápidamente interrumpido por el mar de visiones de rostros deformes, largos y oscuros, junto a voces espeluznantes que le susurraban cosas que ninguna niña normal de su edad debería escuchar.

    La madre, al ver a su hija sufrir, ya iba a intervenir, pero el esposo, que ni siquiera se volteó a mirar a la niña, intervino y tomó a su esposa fuertemente para que no hiciera ninguna tontería.

    —Ni siquiera te atrevas o todo esto será en vano, ni siquiera la mires o será más difícil para ti.

    El hombre suspiró y abrazó a su esposa.

    —Vámonos, Leticia, es hora de que ella enfrente su destino sola, si sobrevive, será una de las nuestras.

    Sus padres habían desaparecido de entre las sombras, dejándola sola en su agonía. Aparentemente así debía ser. Lianna cayó de rodillas, respirando con dificultad y la piel un poco sudorosa. De repente, bajo la noche fría, se hicieron presentes dos cosas: una sed y hambre salvaje que le quemaba la garganta, junto a emociones más intensas que le eran imposibles de controlar.

    El círculo de sal iba desapareciendo lentamente del suelo. Los árboles crujían a su alrededor. De repente, de uno de ellos se empezaron a oír gruñidos. Fue ahí cuando un licántropo salió de entre los arbustos; solo la miró con desprecio. Lianna se asustó y trató de moverse, pero el círculo aún no había desaparecido por completo, como si una barrera mágica la estuviera reteniendo. El licántropo también esperó a que el círculo desapareciera para hacer trizas a su presa. Al fin, cuando se volvió invisible, el hombre lobo se abalanzó sobre la niña y ésta apenas tuvo tiempo de esquivarlo. Corrió y corrió hasta caer al suelo.

    El lobo rápidamente volvió a abalanzarse sobre ella, casi logra morderla, si no fuera porque la pequeña niña pelirroja sacó su furia contenida en una patada. Tan pronto como el lobo se apartó, la niña empezó a defenderse cómo podía, mordió, arañó y golpeó con lo que tenía, gracias a los poderes que la luna había dejado a su inmortalidad cómo vampira. Cada vez que caía, se levantaba con lágrimas y dolor en su cuerpo. La bestia la arrastró contra el suelo, rasgándole la piel con sus feroces garras, y en ese instante el instinto asesino de Lianna apareció. Sus ojos azules se habían pintado de un rojo intenso. Mordió al lobo en la pata, éste cayó y después la vampira hundió sus dientes en la carne del licántropo; en eso sus colmillos aparecieron.

    La sangre caliente y metálica la había llenado. Su cuerpo, que se sentía diferente, más poderoso y con la fuerza, seguía bebiendo la sangre de su enemigo hasta saciarse. El licántropo finalmente cayó derrotado y sin vida.

    Lianna, temblando, levantó la vista hacia la luna. Se encontraba llena de sangre, sudor y tierra, sin embargo su miedo había desaparecido. Ya no era la misma niña; eso era claro: la muerte le había sido impuesta, la vida arrebatada y la eternidad la reclamaba.

    #Semanaderecuerdos #Resubido

    // Que raro, se me borró la publicación, espero no estar infringiendo nada, si alguien es sensible a las imágenes o a los temas sensibles, por favor límitese de ver o ignorar , ya que empezaré a subir algunas cosas sobre la vida de mi personaje y tócare temas no aptos para todos. Nuevamente, muchas gracias.
    🩸 El renacer de Lianna Lianna tenía apenas diez años cuando fue entregada a su cruel destino, aquella niña dulce, ingenua y alegre por las cosas pequeñas: cómo caminar entre las flores, un postre viendo el atardecer, recorrer el bosque de día e incluso nadar bajo la luz de la luna. Iba a perder todo lo que amaba a cambio del regalo de la inmortalidad. Su cuerpo y mente aún guardaban la fragilidad e inocencia de una niña, sin embargo sus ojos ya conocían el miedo. Una noche de luna llena, por el año 1505, la familia Beenedeti se encontraba en el bosque, pronto iba a suceder su milagro y lo que los sacaría de una ruina en el futuro. El señor Beenedeti se acercó a la niña y la puso en un círculo de sal, justo donde la luna pronto tocaría su delicada piel. La señora Beenedeti estaba al otro lado, sabía que si se metía probablemente no dejaría que la transformación se completara. Una vez listo todo, el señor Beenedeti tomó la muñeca de la niña y la mordió con rudeza, sus colmillos desgarraron la piel de la niña. El dolor fue inmediato; se sentía cómo eso le quemaba la piel y ardía por dentro, sintió cómo si fuego líquido recorría su cuerpo. La niña no pudo evitar asustarse y llorar. Fue ahí cuando el hombre se alejó de ella y simplemente dijo: "No te muevas." Las nubes fueron despejando la luna, quien después de unos momentos dejó que su luz la tocara. De repente el cuerpo de la niña empezó a quebrarse por dentro. Sus huesos crujieron, doblándose de formas extrañas. El aire se le escapaba de los pulmones, mientras mareos y un fuerte dolor de cabeza la hicieron gritar; sin embargo, este fue rápidamente interrumpido por el mar de visiones de rostros deformes, largos y oscuros, junto a voces espeluznantes que le susurraban cosas que ninguna niña normal de su edad debería escuchar. La madre, al ver a su hija sufrir, ya iba a intervenir, pero el esposo, que ni siquiera se volteó a mirar a la niña, intervino y tomó a su esposa fuertemente para que no hiciera ninguna tontería. —Ni siquiera te atrevas o todo esto será en vano, ni siquiera la mires o será más difícil para ti. El hombre suspiró y abrazó a su esposa. —Vámonos, Leticia, es hora de que ella enfrente su destino sola, si sobrevive, será una de las nuestras. Sus padres habían desaparecido de entre las sombras, dejándola sola en su agonía. Aparentemente así debía ser. Lianna cayó de rodillas, respirando con dificultad y la piel un poco sudorosa. De repente, bajo la noche fría, se hicieron presentes dos cosas: una sed y hambre salvaje que le quemaba la garganta, junto a emociones más intensas que le eran imposibles de controlar. El círculo de sal iba desapareciendo lentamente del suelo. Los árboles crujían a su alrededor. De repente, de uno de ellos se empezaron a oír gruñidos. Fue ahí cuando un licántropo salió de entre los arbustos; solo la miró con desprecio. Lianna se asustó y trató de moverse, pero el círculo aún no había desaparecido por completo, como si una barrera mágica la estuviera reteniendo. El licántropo también esperó a que el círculo desapareciera para hacer trizas a su presa. Al fin, cuando se volvió invisible, el hombre lobo se abalanzó sobre la niña y ésta apenas tuvo tiempo de esquivarlo. Corrió y corrió hasta caer al suelo. El lobo rápidamente volvió a abalanzarse sobre ella, casi logra morderla, si no fuera porque la pequeña niña pelirroja sacó su furia contenida en una patada. Tan pronto como el lobo se apartó, la niña empezó a defenderse cómo podía, mordió, arañó y golpeó con lo que tenía, gracias a los poderes que la luna había dejado a su inmortalidad cómo vampira. Cada vez que caía, se levantaba con lágrimas y dolor en su cuerpo. La bestia la arrastró contra el suelo, rasgándole la piel con sus feroces garras, y en ese instante el instinto asesino de Lianna apareció. Sus ojos azules se habían pintado de un rojo intenso. Mordió al lobo en la pata, éste cayó y después la vampira hundió sus dientes en la carne del licántropo; en eso sus colmillos aparecieron. La sangre caliente y metálica la había llenado. Su cuerpo, que se sentía diferente, más poderoso y con la fuerza, seguía bebiendo la sangre de su enemigo hasta saciarse. El licántropo finalmente cayó derrotado y sin vida. Lianna, temblando, levantó la vista hacia la luna. Se encontraba llena de sangre, sudor y tierra, sin embargo su miedo había desaparecido. Ya no era la misma niña; eso era claro: la muerte le había sido impuesta, la vida arrebatada y la eternidad la reclamaba. #Semanaderecuerdos #Resubido // Que raro, se me borró la publicación, espero no estar infringiendo nada, si alguien es sensible a las imágenes o a los temas sensibles, por favor límitese de ver o ignorar , ya que empezaré a subir algunas cosas sobre la vida de mi personaje y tócare temas no aptos para todos. Nuevamente, muchas gracias.
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