• [ Dedicado a 伏黒恵 ᴹᵉᵍᵘᵐᶤ ᶠᵘˢʰᶤᵍᵘʳᵒ ]

    En la enfermería de la escuela se encontraba Shoko, en su refugio habitual, donde el olor a desinfectante y el sonido del reloj de pared eran sus constantes compañeras. Sostenía una taza de café, enfriándose en sus manos, mientras su mirada se perdía en la ventana que daba al patio de entrenamiento. Había estado pensando en Megumi Fushiguro, el chico de ojos serios y semblante siempre alerta. Desde hace un tiempo, se encontraba pensando más en él de lo que solía permitirse con los estudiantes.

    No era propio de ella preocuparse. Siempre había mantenido una distancia segura, lo suficiente como para remendar sus heridas y asegurarse de que regresaran a las peleas con la menor cantidad de cicatrices posible. Pero Megumi... Megumi tenía esa forma de llevar el peso del mundo en sus hombros, de esa manera que la hacía recordar a alguien de su pasado. Alguien que también había llevado una carga demasiado pesada para su edad.

    Shoko apretó un poco la taza. Sabía reconocer ese tipo de mirada, la del que ha visto demasiado, la del que siente que debe cargar con más de lo que le corresponde. En Megumi, veía destellos de una lucha interna, una batalla que no siempre era visible a simple vista. Él no hablaba mucho sobre ello, pero Shoko podía sentirlo. Era esa soledad autoimpuesta, ese miedo a dejar que otros lo vieran vulnerable.

    La verdad era que le preocupaba. Le preocupaba que Megumi terminara aislándose, que sus silencios se convirtieran en muros infranqueables. Había una dureza en él que le recordaba a los que se habían perdido en su propio poder, en la oscuridad de sus propios pensamientos. No podía evitar pensar en Suguru, aunque Megumi no era igual, ni seguiría el mismo camino. Pero había un peligro en llevar tanto peso solo, en sentirse responsable de todo y de todos.

    Dejó la taza a un lado y suspiró, pasando una mano por su cabello. No era alguien que ofreciera consuelo con facilidad; sus palabras siempre habían sido prácticas, directas al grano. Pero con Megumi sentía esa necesidad de estar ahí, de alguna forma. No para darle discursos ni consejos que no pediría, sino simplemente para que supiera que no estaba solo. Que, aunque no se diera cuenta, tenía gente a su alrededor que lo vigilaría, que lo recogería si llegaba a caer.

    No podía cambiar lo que Megumi había vivido ni lo que enfrentaría en el futuro, pero podía estar ahí, en segundo plano. Era su forma de preocuparse, de demostrar que le importaba, aunque las palabras nunca llegaran a salir. Megumi merecía eso, un recordatorio silencioso de que no siempre tendría que ser fuerte, que no siempre tendría que enfrentar todo por sí mismo. Y si alguna vez llegaba el momento en que él necesitara alguien que lo entendiera, Shoko estaría allí, en su propio y discreto modo, para recoger los pedazos y ayudarlo a seguir adelante.
    [ Dedicado a [Ten_Shadows] 🖤 ] En la enfermería de la escuela se encontraba Shoko, en su refugio habitual, donde el olor a desinfectante y el sonido del reloj de pared eran sus constantes compañeras. Sostenía una taza de café, enfriándose en sus manos, mientras su mirada se perdía en la ventana que daba al patio de entrenamiento. Había estado pensando en Megumi Fushiguro, el chico de ojos serios y semblante siempre alerta. Desde hace un tiempo, se encontraba pensando más en él de lo que solía permitirse con los estudiantes. No era propio de ella preocuparse. Siempre había mantenido una distancia segura, lo suficiente como para remendar sus heridas y asegurarse de que regresaran a las peleas con la menor cantidad de cicatrices posible. Pero Megumi... Megumi tenía esa forma de llevar el peso del mundo en sus hombros, de esa manera que la hacía recordar a alguien de su pasado. Alguien que también había llevado una carga demasiado pesada para su edad. Shoko apretó un poco la taza. Sabía reconocer ese tipo de mirada, la del que ha visto demasiado, la del que siente que debe cargar con más de lo que le corresponde. En Megumi, veía destellos de una lucha interna, una batalla que no siempre era visible a simple vista. Él no hablaba mucho sobre ello, pero Shoko podía sentirlo. Era esa soledad autoimpuesta, ese miedo a dejar que otros lo vieran vulnerable. La verdad era que le preocupaba. Le preocupaba que Megumi terminara aislándose, que sus silencios se convirtieran en muros infranqueables. Había una dureza en él que le recordaba a los que se habían perdido en su propio poder, en la oscuridad de sus propios pensamientos. No podía evitar pensar en Suguru, aunque Megumi no era igual, ni seguiría el mismo camino. Pero había un peligro en llevar tanto peso solo, en sentirse responsable de todo y de todos. Dejó la taza a un lado y suspiró, pasando una mano por su cabello. No era alguien que ofreciera consuelo con facilidad; sus palabras siempre habían sido prácticas, directas al grano. Pero con Megumi sentía esa necesidad de estar ahí, de alguna forma. No para darle discursos ni consejos que no pediría, sino simplemente para que supiera que no estaba solo. Que, aunque no se diera cuenta, tenía gente a su alrededor que lo vigilaría, que lo recogería si llegaba a caer. No podía cambiar lo que Megumi había vivido ni lo que enfrentaría en el futuro, pero podía estar ahí, en segundo plano. Era su forma de preocuparse, de demostrar que le importaba, aunque las palabras nunca llegaran a salir. Megumi merecía eso, un recordatorio silencioso de que no siempre tendría que ser fuerte, que no siempre tendría que enfrentar todo por sí mismo. Y si alguna vez llegaba el momento en que él necesitara alguien que lo entendiera, Shoko estaría allí, en su propio y discreto modo, para recoger los pedazos y ayudarlo a seguir adelante.
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  • Tu dulce sonrisa brilla frente a mi,
    me puede seducir,como la lluvia acaricia las flores tu piel es así.

    Dame tu brisa
    Dame tu sonrisa.
    No importa los muros que halla frente a mi, los derrumbo por ti.

    Si nadie en el mundo te quiere así,
    tal vez mis latidos lleguen hasta ti, si
    guardo silencio y no encuentro el valor,
    el cielo hablará de mi amor. Distancias que mueren en el corazón, no pueden vencer ni borrar mi pasión,buscando el camino que lleve hacia ti,todo mi dolor no podrá hacerme desistir.
    Tu dulce sonrisa brilla frente a mi, me puede seducir,como la lluvia acaricia las flores tu piel es así. Dame tu brisa Dame tu sonrisa. No importa los muros que halla frente a mi, los derrumbo por ti. Si nadie en el mundo te quiere así, tal vez mis latidos lleguen hasta ti, si guardo silencio y no encuentro el valor, el cielo hablará de mi amor. Distancias que mueren en el corazón, no pueden vencer ni borrar mi pasión,buscando el camino que lleve hacia ti,todo mi dolor no podrá hacerme desistir.
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  • —Ha salido extramuros de la antigua fortaleza de Rocadragón a ver a sus dragones volar. Siempre le relaja.

    Desde que tuvieron edad suficiente para alzar el vuelo y surcar los mares desde Qaarth hasta la Bahía de los Esclavos. Los observaba desde la cubierta del barco y soñaba con el día en que los viera sobrevolar poniente y las altas torres de la Fortaleza Roja.

    Un sueño que no parece estar mucho más cerca que entonces —


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    —Ha salido extramuros de la antigua fortaleza de Rocadragón a ver a sus dragones volar. Siempre le relaja. Desde que tuvieron edad suficiente para alzar el vuelo y surcar los mares desde Qaarth hasta la Bahía de los Esclavos. Los observaba desde la cubierta del barco y soñaba con el día en que los viera sobrevolar poniente y las altas torres de la Fortaleza Roja. Un sueño que no parece estar mucho más cerca que entonces — #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • Aunque extrañaba a su pequeño tesoro, debía admitir que ese tiempo "libre" de paternidad fue productivo para avanzar rápidamente con algunas renovaciones, la más importante obviamente en el palacio que era su hogar.
    No sólo se dedicó a reparar los destrozos que cierto pequeño tiburón hizo, cambió por completo aquel tétrico, solitario y lúgubre palacio por un pequeño Edén entre paredes, algo más adecuado tanto para su esposo como su hija.

    Toda la flora, que ahora decoraba los muros exteriores del palacio, era especial. Su poder, al igual que con las flores que eran destinadas a profesar el amor a su cervatillo, inundaba cada una para mantenerlas con vida hasta el día que él pereciera y, así, evitar que fueran a marchitarse con la energía demoniaca.
    Algunas fuentes de agua y pequeñas cascadas también fueron parte de la decoración y, como no podía faltar, un hermoso cielo azul que cubrió y reemplazó el monocromo rojo del infierno.

    Finalmente pudo abarcar una gran parte de lo que quería lograr para su familia, para el nuevo infierno que pretendía hacer, pero todo ello conllevaba un gran gasto de poder y energía al final del día, cosa que lo dejó agotado, optando por tomar una larga siesta para reponerse tras el arduo trabajo que apenas era la punta del iceberg.
    Aunque extrañaba a su pequeño tesoro, debía admitir que ese tiempo "libre" de paternidad fue productivo para avanzar rápidamente con algunas renovaciones, la más importante obviamente en el palacio que era su hogar. No sólo se dedicó a reparar los destrozos que cierto pequeño tiburón hizo, cambió por completo aquel tétrico, solitario y lúgubre palacio por un pequeño Edén entre paredes, algo más adecuado tanto para su esposo como su hija. Toda la flora, que ahora decoraba los muros exteriores del palacio, era especial. Su poder, al igual que con las flores que eran destinadas a profesar el amor a su cervatillo, inundaba cada una para mantenerlas con vida hasta el día que él pereciera y, así, evitar que fueran a marchitarse con la energía demoniaca. Algunas fuentes de agua y pequeñas cascadas también fueron parte de la decoración y, como no podía faltar, un hermoso cielo azul que cubrió y reemplazó el monocromo rojo del infierno. Finalmente pudo abarcar una gran parte de lo que quería lograr para su familia, para el nuevo infierno que pretendía hacer, pero todo ello conllevaba un gran gasto de poder y energía al final del día, cosa que lo dejó agotado, optando por tomar una larga siesta para reponerse tras el arduo trabajo que apenas era la punta del iceberg.
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  • Doy las gracias a todos los que me han amado en sus corazones, con las gracias y el amor que hay en el mío.

    Profundas gracias a todos los que se han demorado en los muros de esta prisión para escuchar mi música en sus más intenso dolor, flotando siempre hacia adelante, llenando el espacio del templo pagano, más allá de las palabras.

    Tu, quien te hundes y caes en mi voz cuando la pena te arrebata, el divino instrumento del arte se despliega ante tus pies para escuchar lo que he dicho entre lágrimas.

    Enséñame cómo agradecerte.
    Enséñame cómo ver el sentido de mi vida en los años futuros,
    Y a sentir que el amor perdura en la vida que se desvanece.
    Doy las gracias a todos los que me han amado en sus corazones, con las gracias y el amor que hay en el mío. Profundas gracias a todos los que se han demorado en los muros de esta prisión para escuchar mi música en sus más intenso dolor, flotando siempre hacia adelante, llenando el espacio del templo pagano, más allá de las palabras. Tu, quien te hundes y caes en mi voz cuando la pena te arrebata, el divino instrumento del arte se despliega ante tus pies para escuchar lo que he dicho entre lágrimas. Enséñame cómo agradecerte. Enséñame cómo ver el sentido de mi vida en los años futuros, Y a sentir que el amor perdura en la vida que se desvanece.
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  • Barre las delicadas cuerdas, Músico,
    Con tu larga y hábil mano en llagas;
    Abajo arden las velas estrelladas,
    Se hunden suavemente en la arena;
    El viejo sabueso en sueños se queja,
    Las brasas arden apenas;
    A través de los muros las sombras llegan,
    Pasan y se quedan.

    Barre tiernamente las cuerdas, Músico,
    Los minutos se tornan horas;
    La helada sobre el marco sin viento
    Teje un laberinto de flores;
    En el aire que oscurece los fantasmas se demoran,
    Oyendo por la puerta abierta;
    La música los llama, los invita a soñar,
    Una vez más, con regresar al hogar.
    Barre las delicadas cuerdas, Músico, Con tu larga y hábil mano en llagas; Abajo arden las velas estrelladas, Se hunden suavemente en la arena; El viejo sabueso en sueños se queja, Las brasas arden apenas; A través de los muros las sombras llegan, Pasan y se quedan. Barre tiernamente las cuerdas, Músico, Los minutos se tornan horas; La helada sobre el marco sin viento Teje un laberinto de flores; En el aire que oscurece los fantasmas se demoran, Oyendo por la puerta abierta; La música los llama, los invita a soñar, Una vez más, con regresar al hogar.
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  • ╔═══════ ≪ •❀• ≫ ═══════╗

    ꧁♡ Yo me enamoré de sus demonios. Usted de mi oscuridad. Somos el infierno perfecto

    -Algo bastante interesante era esa frase de Gazú... El era un ser oscuro, ella Ashrah ᵈᵉᵐᵒᶰᶤᵒ ᵈᵉ ˡᵘᶻ Sᶤˡᶠᶤᵈᵉ, una híbrida entre demonio y angel y ambos parecen encajar como si fuera las piezas de rompecabezas más perfectas que existen-

    ¿Puede el amor juntar al Ogro con la Princesa?

    ¿Puede derribar los muros de las debilidades y sanar las heridas?

    -Gazú aprendio que el amor, si es sincero, puede hacer que los Dioses tiemblen-

    ◢✥𝐆azú✥◣

    ╚═══════ ≪ •❀• ≫ ═══════╝
    ╔═══════ ≪ •❀• ≫ ═══════╗ ꧁♡ Yo me enamoré de sus demonios. Usted de mi oscuridad. Somos el infierno perfecto ❤️🔥 -Algo bastante interesante era esa frase de Gazú... El era un ser oscuro, ella [Silfide], una híbrida entre demonio y angel y ambos parecen encajar como si fuera las piezas de rompecabezas más perfectas que existen- 🧩🧩 ¿Puede el amor juntar al Ogro con la Princesa? ¿Puede derribar los muros de las debilidades y sanar las heridas? -Gazú aprendio que el amor, si es sincero, puede hacer que los Dioses tiemblen- ◢✥𝐆azú✥◣ ╚═══════ ≪ •❀• ≫ ═══════╝
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  • Ya la noche comenzaba a caer y con ella la luna menguante se podía ver en el cielo. Alexa caminaba escoltada por los guardias, como si de un criminal se tratara. Los cargos en su contra eran amplios, siendo el más grave la traición, basado en el hecho de que había abandonado a su pueblo y costumbres para vivir una vida fuera de las creencias y normas del reino Fae.

    Sin embargo, nada era más lejano a la realidad. El juzgado estaba lleno de rostros conocidos; sus padres, su hermano y algunos amigos se encontraban entre los asistentes. Se molestó al ver a Daniel, pues le había pedido que no fuera. Le apenaba que su pequeño hermano escuchara las cosas que había tenido que hacer para sobrevivir. Miró el tragaluz que estaba justo arriba de donde ella sería juzgada. La luna entraría por el cristal iluminándola como parte de las pruebas de inocencia que se le harían.

    Como colmo de su mala suerte, Cesare Moonlight sería parte del juicio, quien estaba segura haría todo por volverla a comprometer a su hijo o deslindarlo de toda la responsabilidad del desastre con los corrompidos.

    Alexa se encontraba en la vasta sala del consejo de los sabios del reino Fae. Los muros estaban adornados con símbolos antiguos y runas sagradas, y la luz de la luna menguante se filtraba por las ventanas altas, iluminando el rostro de la joven mujer. Su cabello platinado caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos azules reflejaban una mezcla de determinación, miedo y enojo. Vestía aquel vestido que había sido elegido por la mañana por su nana y otras mujeres, simbolizando tanto su pureza como su aceptación del juicio que estaba a punto de enfrentar.

    Los sabios, todos descendientes de los dioses, se sentaban en un semicírculo frente a ella. Sus rostros eran serios y sus miradas penetrantes, algunos mirándola con desprecio, otros con lastima. En el centro, el Gran Sabio Luthien, un hombre de edad avanzada con una larga barba plateada, levantó una mano para silenciar el murmullo de la audiencia. A su lado, Cesare Moonlight, patriarca de una de las familias más poderosas del reino Fae y padre de Ian, observaba con una expresión severa.

    — Alexandra Selene —comenzó Luthien con una voz profunda y resonante—, te encuentras aquí para enfrentar el juicio de los sabios por tus acciones pasadas y por abandonar tus deberes como hija de la luna y guardiana del conocimiento.

    Alexa se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que este momento llegaría, y había pasado años preparándose mentalmente para ello.

    —Acepto mi juicio, Gran Sabio —respondió con voz clara—. Estoy aquí para enfrentar mis responsabilidades y para rectificar mis errores, si es que el consejo así lo considera.

    Luthien asintió solemnemente y continuó.

    —Alexandra Selene, se te acusa de los siguientes crímenes: primero, traición a tu comunidad y a tus juramentos; segundo, ser cómplice de Ian en el desequilibrio de los espíritus; tercero, romper tu juramento de castidad; cuarto, vivir fuera de las normas establecidas por nuestra sociedad; quinto incumplir la orden de este mismo consejo de contraer nupcias con Ian Moonlight y finalmente, bloquear tu magia, lo cual se toma como una grave ofensa a tu madre la diosa Selene.

    Sabia que la lista era corta pues no se menciono las vidas que había arrebatado en sus intentos por huir de los cazadores que la persiguieron durante años. Los murmullos crecieron entre la audiencia. Alexa sintió las miradas de los aldeanos sobre ella algunos llenos de reproche, otros de curiosidad y unos pocos de compasión. Sabía que muchos no comprendían la magnitud de su sacrificio. Pues no conocían la verdad del porque lo había hecho.

    Miro de reojo a su familia, le dolía hacerlos pasar por todo esto.

    —Lo que hice —dijo Alexa, con voz temblorosa pero firme—, lo hice para protegerme a mí misma y a aquellos que amo. Ian, el hombre con el que estaba destinada a unirme, no era el ser honorable que todos creíamos. Descubrí sus atrocidades y su deseo de usarme como una herramienta para obtener más poder. En un acto desesperado, sellé mi magia y mis dones para evitar que él pudiera usarlos para el mal. Me envolvió en sus trucos y engaños, enamorándome usando el vinculo de nuestra madre como herramienta para que me entregara a el uniendo nuestras almas.

    Levantó su brazo, mostrando la marca en su muñeca donde antes se encontraba el brazalete que sellaba sus dones.

    —Rompí aquel sello y volví tras el ataque de los corrompidos para curar a mis padres sin miedo a enfrentar las consecuencias de mis decisiones.

    Un murmullo más fuerte recorrió la sala cuando Cesare Moonlight, uno de los sabios, se levantó de su asiento. Con su porte imponente y su rostro severo, se acercó al centro de la sala, pidiendo la palabra.

    —Gran Sabio, solicito hablar —dijo Cesare con voz autoritaria.

    Luthien asintió, permitiéndole continuar. Cesare se volvió hacia Alexa, sus ojos verde grisáceos destellando con una mezcla de ira y desdén.

    —Alexa, tus acusaciones contra mi hijo son graves y carecen de fundamento. Ian es un legítimo hijo de la luna, bendecido por la diosa Selene. ¿Cómo te atreves a implicar que él sería capaz de tales atrocidades?

    Alexa lo miró directamente, sin amedrentarse. Sabia que seria momento de sacar a la luz su única carta, la que había mantenido oculta durante años, aunque su corazón dio una ligera punzada al pensar que iba a traicionar de alguna manera la confianza que el Ian que juraba amarla le había dado hace algunos años, alejo aquel pensamiento de su mente y hablo con decisión.

    —Hablamos del mismo Ian... ¿Verdad?... El que es tu hijo bastardo producto de uno de tus muchos amoríos extramaritales...

    Una exclamación colectiva lleno la sala, aquello era un secreto a voces, sin embargo nadie había podido confirmar que fuera cierto aunque era mas que sabido lo libertino que era el patriarca de la familia Moonlight. Alexa continuo hablando.

    —Ian es hijo de la luna, sí, pero también es mestizo de oscuridad. Nació una noche sin luna en el cielo, y esa ausencia de luz ha marcado su corazón. Su madre, una hechicera oscura, dejó su esencia en él. Él es víctima de una maldición por no haber nacido bajo la luz de la luna.

    Cesare apretó los puños, sus ojos brillando de furia.

    —¡Mentiras! —rugió—. Ian ha sido criado como un Moonlight, un hijo legítimo y digno de su linaje. Es un heredero bendecido, y tus palabras solo buscan deshonrar a nuestra familia.

    —La verdad no deshonra, Cesare —replicó Alexa con firmeza—. La verdad libera. Ian utilizó sus dones para el mal, aun cundo es producto de aquella locura oscura que he podido presenciar con mis propios ojos cuando la luna se ausenta en el cielo.

    Su voz se quebró al recordar las múltiples veces que vio con sus propios ojos como la oscuridad se apoderaba de aquel hombre y se trasformaba en un monstro sin escrúpulos dotado de los dones de la luna, una mezcla muy peligrosa.

    —El manipuló y traicionó. La maldición que lleva en su sangre no es culpa suya, pero las decisiones que tomó, sí lo son.

    Luthien levantó una mano para calmar la situación.

    —Basta —ordenó con voz firme—. La verdad será revelada bajo la luz de la luna menguante. Alexandra Selene, ¿Estás dispuesta a someterte a la prueba de la luna menguante para demostrar la veracidad de tus palabras?

    Alexa asintió sin dudar.

    —Sí, Gran Sabio. Estoy lista para enfrentar la verdad y las consecuencias que ella traiga.

    Luthien la observó con una expresión inescrutable. Vio como la luz ilumino a la joven mujer dejando ver el azul brillante de sus ojos y las runas iluminar el cuerpo femenino para después iluminarse las del salón dejando ver la luz azul brillante, Alexa sabia que decía la verdad, pues jamás mintió sobre amar a Ian o sobre no haber estado junto pues en mas de una ocasión callo en la tentación de estar entre los brazos de aquel hombre que la hacia arden solo con mirarla, después de un momento de silencio, habló de nuevo.

    —Tus palabras son sinceras, Alexandra. Ahora que sabemos del poder y la maldad de Ian, y comprendemos las razones detrás de tu huida. Sin embargo, el consejo debe decidir si tu sacrificio y tus acciones pueden ser perdonados.

    Se giró hacia los otros sabios, que empezaron a murmurar entre ellos. La tensión en la sala era palpable. La luna menguante, símbolo de la diosa Selene, funcionaba como un detector de mentiras, asegurando que la verdad prevaleciera en este juicio. Después de lo que pareció una eternidad, Luthien levantó una mano para silenciar el murmullo.

    —Hemos deliberado —anunció—. Alexandra Selene, en reconocimiento a tu sacrificio y al peligro que enfrentaste, el consejo ha decidido que tu castigo será exorcizar y capturar a todos los espíritus corrompidos por Ian. Además, deberás restaurar la confianza de nuestra comunidad y cumplir con tus responsabilidades como dama de noble cuna e hija de la luna. Solo entonces podrás ser perdonada y liberada de tu unión a Ian.

    Alexa asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Sabía que la tarea que le esperaba sería ardua, pero estaba lista para enfrentarla. No solo por su libertad, sino también por la justicia y la protección de su comunidad.

    —Acepto mi castigo, Gran Sabio —dijo con firmeza—. Haré todo lo posible para corregir mis errores y proteger a nuestro pueblo.

    Con esas palabras, Alexa dio un paso adelante, lista para enfrentar los desafíos que le aguardaban y para redimir su nombre y su linaje. La sala de los sabios observó en silencio mientras la hija de la luna, la noble heredera de los Selene, se preparaba para una nueva batalla, una que definiría su destino y el de toda su comunidad.
    Ya la noche comenzaba a caer y con ella la luna menguante se podía ver en el cielo. Alexa caminaba escoltada por los guardias, como si de un criminal se tratara. Los cargos en su contra eran amplios, siendo el más grave la traición, basado en el hecho de que había abandonado a su pueblo y costumbres para vivir una vida fuera de las creencias y normas del reino Fae. Sin embargo, nada era más lejano a la realidad. El juzgado estaba lleno de rostros conocidos; sus padres, su hermano y algunos amigos se encontraban entre los asistentes. Se molestó al ver a Daniel, pues le había pedido que no fuera. Le apenaba que su pequeño hermano escuchara las cosas que había tenido que hacer para sobrevivir. Miró el tragaluz que estaba justo arriba de donde ella sería juzgada. La luna entraría por el cristal iluminándola como parte de las pruebas de inocencia que se le harían. Como colmo de su mala suerte, Cesare Moonlight sería parte del juicio, quien estaba segura haría todo por volverla a comprometer a su hijo o deslindarlo de toda la responsabilidad del desastre con los corrompidos. Alexa se encontraba en la vasta sala del consejo de los sabios del reino Fae. Los muros estaban adornados con símbolos antiguos y runas sagradas, y la luz de la luna menguante se filtraba por las ventanas altas, iluminando el rostro de la joven mujer. Su cabello platinado caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos azules reflejaban una mezcla de determinación, miedo y enojo. Vestía aquel vestido que había sido elegido por la mañana por su nana y otras mujeres, simbolizando tanto su pureza como su aceptación del juicio que estaba a punto de enfrentar. Los sabios, todos descendientes de los dioses, se sentaban en un semicírculo frente a ella. Sus rostros eran serios y sus miradas penetrantes, algunos mirándola con desprecio, otros con lastima. En el centro, el Gran Sabio Luthien, un hombre de edad avanzada con una larga barba plateada, levantó una mano para silenciar el murmullo de la audiencia. A su lado, Cesare Moonlight, patriarca de una de las familias más poderosas del reino Fae y padre de Ian, observaba con una expresión severa. — Alexandra Selene —comenzó Luthien con una voz profunda y resonante—, te encuentras aquí para enfrentar el juicio de los sabios por tus acciones pasadas y por abandonar tus deberes como hija de la luna y guardiana del conocimiento. Alexa se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que este momento llegaría, y había pasado años preparándose mentalmente para ello. —Acepto mi juicio, Gran Sabio —respondió con voz clara—. Estoy aquí para enfrentar mis responsabilidades y para rectificar mis errores, si es que el consejo así lo considera. Luthien asintió solemnemente y continuó. —Alexandra Selene, se te acusa de los siguientes crímenes: primero, traición a tu comunidad y a tus juramentos; segundo, ser cómplice de Ian en el desequilibrio de los espíritus; tercero, romper tu juramento de castidad; cuarto, vivir fuera de las normas establecidas por nuestra sociedad; quinto incumplir la orden de este mismo consejo de contraer nupcias con Ian Moonlight y finalmente, bloquear tu magia, lo cual se toma como una grave ofensa a tu madre la diosa Selene. Sabia que la lista era corta pues no se menciono las vidas que había arrebatado en sus intentos por huir de los cazadores que la persiguieron durante años. Los murmullos crecieron entre la audiencia. Alexa sintió las miradas de los aldeanos sobre ella algunos llenos de reproche, otros de curiosidad y unos pocos de compasión. Sabía que muchos no comprendían la magnitud de su sacrificio. Pues no conocían la verdad del porque lo había hecho. Miro de reojo a su familia, le dolía hacerlos pasar por todo esto. —Lo que hice —dijo Alexa, con voz temblorosa pero firme—, lo hice para protegerme a mí misma y a aquellos que amo. Ian, el hombre con el que estaba destinada a unirme, no era el ser honorable que todos creíamos. Descubrí sus atrocidades y su deseo de usarme como una herramienta para obtener más poder. En un acto desesperado, sellé mi magia y mis dones para evitar que él pudiera usarlos para el mal. Me envolvió en sus trucos y engaños, enamorándome usando el vinculo de nuestra madre como herramienta para que me entregara a el uniendo nuestras almas. Levantó su brazo, mostrando la marca en su muñeca donde antes se encontraba el brazalete que sellaba sus dones. —Rompí aquel sello y volví tras el ataque de los corrompidos para curar a mis padres sin miedo a enfrentar las consecuencias de mis decisiones. Un murmullo más fuerte recorrió la sala cuando Cesare Moonlight, uno de los sabios, se levantó de su asiento. Con su porte imponente y su rostro severo, se acercó al centro de la sala, pidiendo la palabra. —Gran Sabio, solicito hablar —dijo Cesare con voz autoritaria. Luthien asintió, permitiéndole continuar. Cesare se volvió hacia Alexa, sus ojos verde grisáceos destellando con una mezcla de ira y desdén. —Alexa, tus acusaciones contra mi hijo son graves y carecen de fundamento. Ian es un legítimo hijo de la luna, bendecido por la diosa Selene. ¿Cómo te atreves a implicar que él sería capaz de tales atrocidades? Alexa lo miró directamente, sin amedrentarse. Sabia que seria momento de sacar a la luz su única carta, la que había mantenido oculta durante años, aunque su corazón dio una ligera punzada al pensar que iba a traicionar de alguna manera la confianza que el Ian que juraba amarla le había dado hace algunos años, alejo aquel pensamiento de su mente y hablo con decisión. —Hablamos del mismo Ian... ¿Verdad?... El que es tu hijo bastardo producto de uno de tus muchos amoríos extramaritales... Una exclamación colectiva lleno la sala, aquello era un secreto a voces, sin embargo nadie había podido confirmar que fuera cierto aunque era mas que sabido lo libertino que era el patriarca de la familia Moonlight. Alexa continuo hablando. —Ian es hijo de la luna, sí, pero también es mestizo de oscuridad. Nació una noche sin luna en el cielo, y esa ausencia de luz ha marcado su corazón. Su madre, una hechicera oscura, dejó su esencia en él. Él es víctima de una maldición por no haber nacido bajo la luz de la luna. Cesare apretó los puños, sus ojos brillando de furia. —¡Mentiras! —rugió—. Ian ha sido criado como un Moonlight, un hijo legítimo y digno de su linaje. Es un heredero bendecido, y tus palabras solo buscan deshonrar a nuestra familia. —La verdad no deshonra, Cesare —replicó Alexa con firmeza—. La verdad libera. Ian utilizó sus dones para el mal, aun cundo es producto de aquella locura oscura que he podido presenciar con mis propios ojos cuando la luna se ausenta en el cielo. Su voz se quebró al recordar las múltiples veces que vio con sus propios ojos como la oscuridad se apoderaba de aquel hombre y se trasformaba en un monstro sin escrúpulos dotado de los dones de la luna, una mezcla muy peligrosa. —El manipuló y traicionó. La maldición que lleva en su sangre no es culpa suya, pero las decisiones que tomó, sí lo son. Luthien levantó una mano para calmar la situación. —Basta —ordenó con voz firme—. La verdad será revelada bajo la luz de la luna menguante. Alexandra Selene, ¿Estás dispuesta a someterte a la prueba de la luna menguante para demostrar la veracidad de tus palabras? Alexa asintió sin dudar. —Sí, Gran Sabio. Estoy lista para enfrentar la verdad y las consecuencias que ella traiga. Luthien la observó con una expresión inescrutable. Vio como la luz ilumino a la joven mujer dejando ver el azul brillante de sus ojos y las runas iluminar el cuerpo femenino para después iluminarse las del salón dejando ver la luz azul brillante, Alexa sabia que decía la verdad, pues jamás mintió sobre amar a Ian o sobre no haber estado junto pues en mas de una ocasión callo en la tentación de estar entre los brazos de aquel hombre que la hacia arden solo con mirarla, después de un momento de silencio, habló de nuevo. —Tus palabras son sinceras, Alexandra. Ahora que sabemos del poder y la maldad de Ian, y comprendemos las razones detrás de tu huida. Sin embargo, el consejo debe decidir si tu sacrificio y tus acciones pueden ser perdonados. Se giró hacia los otros sabios, que empezaron a murmurar entre ellos. La tensión en la sala era palpable. La luna menguante, símbolo de la diosa Selene, funcionaba como un detector de mentiras, asegurando que la verdad prevaleciera en este juicio. Después de lo que pareció una eternidad, Luthien levantó una mano para silenciar el murmullo. —Hemos deliberado —anunció—. Alexandra Selene, en reconocimiento a tu sacrificio y al peligro que enfrentaste, el consejo ha decidido que tu castigo será exorcizar y capturar a todos los espíritus corrompidos por Ian. Además, deberás restaurar la confianza de nuestra comunidad y cumplir con tus responsabilidades como dama de noble cuna e hija de la luna. Solo entonces podrás ser perdonada y liberada de tu unión a Ian. Alexa asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Sabía que la tarea que le esperaba sería ardua, pero estaba lista para enfrentarla. No solo por su libertad, sino también por la justicia y la protección de su comunidad. —Acepto mi castigo, Gran Sabio —dijo con firmeza—. Haré todo lo posible para corregir mis errores y proteger a nuestro pueblo. Con esas palabras, Alexa dio un paso adelante, lista para enfrentar los desafíos que le aguardaban y para redimir su nombre y su linaje. La sala de los sabios observó en silencio mientras la hija de la luna, la noble heredera de los Selene, se preparaba para una nueva batalla, una que definiría su destino y el de toda su comunidad.
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  • No quiero escuchar una sola palabra saliendo de tu boca, entendiste Dark Demon? Solo sácame, me atore en uno de los muros mágicos del orfanato -la bruja se veía avergonzada y molesta-
    No quiero escuchar una sola palabra saliendo de tu boca, entendiste [Dark_Demon]? Solo sácame, me atore en uno de los muros mágicos del orfanato -la bruja se veía avergonzada y molesta-
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  • ──── Acto 4: La Mansión Hawthorne

    El amanecer comienza a romper el manto de la noche, pero el bosque de los Apalaches aún permanece en penumbra. Las primeras luces del día apenas logran atravesar las densas copas de los árboles, creando un paisaje espectral donde las sombras se alargan y se retuercen con cada movimiento.

    A lo lejos, entre la neblina matutina, se vislumbra la imponente silueta de la Mansión Hawthorne. La estructura victoriana se alza como un monumento al olvido, sus muros de ladrillo ennegrecidos por el tiempo y ventanas rotas que miran con vacuidad al mundo exterior. Una verja de hierro forjado, oxidada y medio derruida, se abre con un chirrido espeluznante, como si la misma casa estuviera ansiosa por recibir visitantes.

    El jardín que una vez pudo haber sido hermoso está ahora cubierto de maleza y plantas invasoras. Estatuas de ángeles y gárgolas, erosionadas y enmohecidas, se erigen entre las sombras, observando con ojos vacíos.

    Una gran puerta de roble, decorada con intrincadas tallas y un pesado picaporte de bronce en forma de cabeza de león, se encuentra ligeramente entreabierta, emitiendo un leve chirrido al moverse con la brisa. Está marcada con cinta policial amarilla, ondeando ligeramente con la brisa matutina, señalando la reciente intervención de las autoridades.

    Al cruzar el umbral, el aire dentro es frío y húmedo. El vestíbulo es amplio, con un suelo de mármol agrietado y una escalera principal que se eleva hacia el piso superior. Un candelabro de cristal, lleno de telarañas, cuelga del techo, reflejando destellos fantasmales en las paredes.

    Las paredes están adornadas con cuadros antiguos de la familia Hawthorne, todos ellos con miradas perturbadoramente intensas. Muebles cubiertos con sábanas polvorientas y un gran reloj de pie, detenido a medianoche, completan la escena.

    El viento ulula a través de las rendijas, creando un lamento inquietante que resuena por toda la mansión. Cada paso levanta pequeñas nubes de polvo, y el crujido de las tablas del suelo parece amplificado en el silencio sepulcral. Una sensación de vigilancia constante se cierne sobre el lugar, como si la misma casa observara, evaluando las intenciones de quienes se atrevan a entrar.

    En el vestíbulo, se pueden ver manchas oscuras de sangre seca en el suelo y paredes, un macabro recordatorio del reciente crimen. Las huellas de sangre llevan hacia diferentes partes de la mansión, sugiriendo un desesperado intento de huida por parte de las víctimas. Las marcas de tiza alrededor de los lugares donde se encontraron los cuerpos aún son visibles, proporcionando una visión inquietante de la tragedia que ocurrió aquí. Además, varios muebles están volcados o desplazados, y los espejos rotos y cuadros caídos indican signos de una lucha violenta.

    Entre tanto desorden, pueden verse huellas frescas en el polvo que se dirigen hacia un pasillo a la derecha.

    Participantes:
    ──── Nayla Vannicelli
    ──── James Benjamin Blackwood
    ──── Tolek Zientek

    #wendigo #ElBrujoCojo
    ──── Acto 4: La Mansión Hawthorne El amanecer comienza a romper el manto de la noche, pero el bosque de los Apalaches aún permanece en penumbra. Las primeras luces del día apenas logran atravesar las densas copas de los árboles, creando un paisaje espectral donde las sombras se alargan y se retuercen con cada movimiento. A lo lejos, entre la neblina matutina, se vislumbra la imponente silueta de la Mansión Hawthorne. La estructura victoriana se alza como un monumento al olvido, sus muros de ladrillo ennegrecidos por el tiempo y ventanas rotas que miran con vacuidad al mundo exterior. Una verja de hierro forjado, oxidada y medio derruida, se abre con un chirrido espeluznante, como si la misma casa estuviera ansiosa por recibir visitantes. El jardín que una vez pudo haber sido hermoso está ahora cubierto de maleza y plantas invasoras. Estatuas de ángeles y gárgolas, erosionadas y enmohecidas, se erigen entre las sombras, observando con ojos vacíos. Una gran puerta de roble, decorada con intrincadas tallas y un pesado picaporte de bronce en forma de cabeza de león, se encuentra ligeramente entreabierta, emitiendo un leve chirrido al moverse con la brisa. Está marcada con cinta policial amarilla, ondeando ligeramente con la brisa matutina, señalando la reciente intervención de las autoridades. Al cruzar el umbral, el aire dentro es frío y húmedo. El vestíbulo es amplio, con un suelo de mármol agrietado y una escalera principal que se eleva hacia el piso superior. Un candelabro de cristal, lleno de telarañas, cuelga del techo, reflejando destellos fantasmales en las paredes. Las paredes están adornadas con cuadros antiguos de la familia Hawthorne, todos ellos con miradas perturbadoramente intensas. Muebles cubiertos con sábanas polvorientas y un gran reloj de pie, detenido a medianoche, completan la escena. El viento ulula a través de las rendijas, creando un lamento inquietante que resuena por toda la mansión. Cada paso levanta pequeñas nubes de polvo, y el crujido de las tablas del suelo parece amplificado en el silencio sepulcral. Una sensación de vigilancia constante se cierne sobre el lugar, como si la misma casa observara, evaluando las intenciones de quienes se atrevan a entrar. En el vestíbulo, se pueden ver manchas oscuras de sangre seca en el suelo y paredes, un macabro recordatorio del reciente crimen. Las huellas de sangre llevan hacia diferentes partes de la mansión, sugiriendo un desesperado intento de huida por parte de las víctimas. Las marcas de tiza alrededor de los lugares donde se encontraron los cuerpos aún son visibles, proporcionando una visión inquietante de la tragedia que ocurrió aquí. Además, varios muebles están volcados o desplazados, y los espejos rotos y cuadros caídos indican signos de una lucha violenta. Entre tanto desorden, pueden verse huellas frescas en el polvo que se dirigen hacia un pasillo a la derecha. Participantes: ──── [Nayla0] ──── [Wendigo] ──── [Tolek] #wendigo #ElBrujoCojo
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