El Laberinto de Cristal ᴸ ᴵ ᴮ ᴿ ᴱ
Baja del ascensor y la realidad se tambalea.
Donde debería haber un pasillo elegante hacia la cafetería de la última planta, hay un corredor angosto, estrecho, con paredes de espejo que se estiran y retuercen hacia lo imposible. Reflejos distorsionados la miran desde ángulos que no deberían existir. Ella da un paso, y su imagen en el vidrio sonríe un segundo antes que ella. Otro paso, y el reflejo titubea.
Algo está mal.
Con ella.
El aire es espeso, cargado de electricidad y perfume artificial que se descompone en algo ácido. El mármol bajo sus pies vibra, vivo, palpita bajo la suela de sus zapatos. Y aun así, Ekkora no se detiene. No duda. No teme. Camina con la tranquilidad de pertenecer, de conocer las cosas que arañan desde el otro lado del espejo.
Ella pertenece aquí.
Y el lugar lo sabe.
Los espejos gotean humedad, tiemblan al paso de su sombra. En las esquinas de su visión hay movimientos, figuras que no deberían estar allí. De sí misma. De otros.
Más pasos.
Más reflejos.
Todos fuera de sincronía.
Gritos.
Gritos quebrados, desgarrados, hechos de saliva, miedo y desesperaciónn. No provienen de adelante ni de atrás. Vienen de dentro. Como si alguien gritara atrapado entre los muros reflectantes, raspando con las uñas para salir.
Ekkora gira la cabeza. Una sonrisa apenas visible le nace en los labios.
— ¿Quién está ahí?
Su reflejo se retuerce en el espejo.
— ¿Necesitas ayuda?
Ella sigue el sonido, sin prisa, con curiosidad. Algo antiguo latiendo en su pecho como una segunda voz, porque la realidad ha cambiado por ella y siente el eco de su propia fuerza en cada muro de cristal.
Donde debería haber un pasillo elegante hacia la cafetería de la última planta, hay un corredor angosto, estrecho, con paredes de espejo que se estiran y retuercen hacia lo imposible. Reflejos distorsionados la miran desde ángulos que no deberían existir. Ella da un paso, y su imagen en el vidrio sonríe un segundo antes que ella. Otro paso, y el reflejo titubea.
Algo está mal.
Con ella.
El aire es espeso, cargado de electricidad y perfume artificial que se descompone en algo ácido. El mármol bajo sus pies vibra, vivo, palpita bajo la suela de sus zapatos. Y aun así, Ekkora no se detiene. No duda. No teme. Camina con la tranquilidad de pertenecer, de conocer las cosas que arañan desde el otro lado del espejo.
Ella pertenece aquí.
Y el lugar lo sabe.
Los espejos gotean humedad, tiemblan al paso de su sombra. En las esquinas de su visión hay movimientos, figuras que no deberían estar allí. De sí misma. De otros.
Más pasos.
Más reflejos.
Todos fuera de sincronía.
Gritos.
Gritos quebrados, desgarrados, hechos de saliva, miedo y desesperaciónn. No provienen de adelante ni de atrás. Vienen de dentro. Como si alguien gritara atrapado entre los muros reflectantes, raspando con las uñas para salir.
Ekkora gira la cabeza. Una sonrisa apenas visible le nace en los labios.
— ¿Quién está ahí?
Su reflejo se retuerce en el espejo.
— ¿Necesitas ayuda?
Ella sigue el sonido, sin prisa, con curiosidad. Algo antiguo latiendo en su pecho como una segunda voz, porque la realidad ha cambiado por ella y siente el eco de su propia fuerza en cada muro de cristal.
Baja del ascensor y la realidad se tambalea.
Donde debería haber un pasillo elegante hacia la cafetería de la última planta, hay un corredor angosto, estrecho, con paredes de espejo que se estiran y retuercen hacia lo imposible. Reflejos distorsionados la miran desde ángulos que no deberían existir. Ella da un paso, y su imagen en el vidrio sonríe un segundo antes que ella. Otro paso, y el reflejo titubea.
Algo está mal.
Con ella.
El aire es espeso, cargado de electricidad y perfume artificial que se descompone en algo ácido. El mármol bajo sus pies vibra, vivo, palpita bajo la suela de sus zapatos. Y aun así, Ekkora no se detiene. No duda. No teme. Camina con la tranquilidad de pertenecer, de conocer las cosas que arañan desde el otro lado del espejo.
Ella pertenece aquí.
Y el lugar lo sabe.
Los espejos gotean humedad, tiemblan al paso de su sombra. En las esquinas de su visión hay movimientos, figuras que no deberían estar allí. De sí misma. De otros.
Más pasos.
Más reflejos.
Todos fuera de sincronía.
Gritos.
Gritos quebrados, desgarrados, hechos de saliva, miedo y desesperaciónn. No provienen de adelante ni de atrás. Vienen de dentro. Como si alguien gritara atrapado entre los muros reflectantes, raspando con las uñas para salir.
Ekkora gira la cabeza. Una sonrisa apenas visible le nace en los labios.
— ¿Quién está ahí?
Su reflejo se retuerce en el espejo.
— ¿Necesitas ayuda?
Ella sigue el sonido, sin prisa, con curiosidad. Algo antiguo latiendo en su pecho como una segunda voz, porque la realidad ha cambiado por ella y siente el eco de su propia fuerza en cada muro de cristal.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible

