• ㅤㅤㅤEra extraño. Bastante inusual, considerando que normalmente sus días eran eran un torbellino de impulsos eléctricos, con olas de energía que podían quemar todo a su paso. Pero a veces, cuando el aburrimiento se convertía en vacío y la rebeldía se convertía en cansancio, el huracán se detenía. Mientras recorría los pasillos vacíos de la mansión, una pregunta se le enredaba entre las sombras; ¿qué pasaba cuando la vendedora de deseos ya no deseaba nada para sí misma? ¿O acaso había olvidado cómo desear?

    Había conseguido libertad, había acumulado poder, había forjado una leyenda que susurraban en bares sórdidos y en foros de internet. Había quemado lazos familiares, y quizás también los puentes que podían llevarla de vuelta a una vida normal. Conceder deseos, a veces, incluso parecía perder su encanto. Y en medio de todo, ya no había rabia, ni teatro, ni la intensidad que la definía. Solo una profunda y oscura fatiga. Un alma a la que incluso le costaba levantarse. Una historia que no sabía cómo continuar, narrada por una voz que ya no sabía cómo seguir contando.
    ㅤㅤㅤEra extraño. Bastante inusual, considerando que normalmente sus días eran eran un torbellino de impulsos eléctricos, con olas de energía que podían quemar todo a su paso. Pero a veces, cuando el aburrimiento se convertía en vacío y la rebeldía se convertía en cansancio, el huracán se detenía. Mientras recorría los pasillos vacíos de la mansión, una pregunta se le enredaba entre las sombras; ¿qué pasaba cuando la vendedora de deseos ya no deseaba nada para sí misma? ¿O acaso había olvidado cómo desear? Había conseguido libertad, había acumulado poder, había forjado una leyenda que susurraban en bares sórdidos y en foros de internet. Había quemado lazos familiares, y quizás también los puentes que podían llevarla de vuelta a una vida normal. Conceder deseos, a veces, incluso parecía perder su encanto. Y en medio de todo, ya no había rabia, ni teatro, ni la intensidad que la definía. Solo una profunda y oscura fatiga. Un alma a la que incluso le costaba levantarse. Una historia que no sabía cómo continuar, narrada por una voz que ya no sabía cómo seguir contando.
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  • -aquel hombre salió tarde del trabajo, las luces de aquellas farolas ya iluminaban sus pasos en medio de aquella calle cubierta por los alegres niños pidiendo dulces, solamente seguía su camino con aquel cigarrillo entre sus labios mientras sus pensamientos lo distraían-

    (Halloween otra vez, las calles se llenan de risas, de niños corriendo bajo máscaras de plástico, no niego que hay algo hermoso en eso… esa inocencia que cree que el miedo se puede disfrazar)

    -de su boca había dejado salir una gran nube de humo mientras se detuvo en seco al esperar a que ese semáforo le diera el paso-

    (será que los adultos aveces hacemos lo mismo??, solo cambiamos esas máscaras de plástico barato por máscaras más caras)

    -Exclamo antes de seguir con su paso, un grupo de niños lo había detenido para pedirle dulces, aquella sonrisa en sus rostros le hizo sonreír de igual manera para después de su bolsa de es gabardina sacar algunos dulces que se había robado de la estación para darles uno a cada uno-

    (Esta noche es fácil oler el humo de las fogatas, el azúcar de los dulces, y escuchar aquellos gritos de los que salen asustados con una mala broma)

    -una vez llegó a casa solamente sacaría un vaso en dónde vertiria algo de agua para después caminar a su estudio y sentarse frente a aquella ventana -

    (No hay fantasmas afuera… solo los que algunas veces llegamos a sentir, me gusta mirar las luces desde lejos, Esas linternas vacías que titilan en la oscuridad con cada paso y carrera de los pequeños....parece como si intentaran recordar algo aquella vela.....quizás eso somos todos: calabazas huecas con una chispa dentro, resistiendo al viento)

    -este sacaría de un cajón un pequeño somnifero en pastilla algo que se había robado de la última escena del crimen, esperaba que eso pudiera ayudarla a dormir, tras tomarlo solamente se quedó observando aquellas calles frente a su casa-

    (Y cuando la noche se apaga, cuando las risas se van, queda el silencio y en ese silencio… siempre parece que alguien susurra mi nombre, será que tal vez ya me estoy volviendo loco)
    -aquel hombre salió tarde del trabajo, las luces de aquellas farolas ya iluminaban sus pasos en medio de aquella calle cubierta por los alegres niños pidiendo dulces, solamente seguía su camino con aquel cigarrillo entre sus labios mientras sus pensamientos lo distraían- (Halloween otra vez, las calles se llenan de risas, de niños corriendo bajo máscaras de plástico, no niego que hay algo hermoso en eso… esa inocencia que cree que el miedo se puede disfrazar) -de su boca había dejado salir una gran nube de humo mientras se detuvo en seco al esperar a que ese semáforo le diera el paso- (será que los adultos aveces hacemos lo mismo??, solo cambiamos esas máscaras de plástico barato por máscaras más caras) -Exclamo antes de seguir con su paso, un grupo de niños lo había detenido para pedirle dulces, aquella sonrisa en sus rostros le hizo sonreír de igual manera para después de su bolsa de es gabardina sacar algunos dulces que se había robado de la estación para darles uno a cada uno- (Esta noche es fácil oler el humo de las fogatas, el azúcar de los dulces, y escuchar aquellos gritos de los que salen asustados con una mala broma) -una vez llegó a casa solamente sacaría un vaso en dónde vertiria algo de agua para después caminar a su estudio y sentarse frente a aquella ventana - (No hay fantasmas afuera… solo los que algunas veces llegamos a sentir, me gusta mirar las luces desde lejos, Esas linternas vacías que titilan en la oscuridad con cada paso y carrera de los pequeños....parece como si intentaran recordar algo aquella vela.....quizás eso somos todos: calabazas huecas con una chispa dentro, resistiendo al viento) -este sacaría de un cajón un pequeño somnifero en pastilla algo que se había robado de la última escena del crimen, esperaba que eso pudiera ayudarla a dormir, tras tomarlo solamente se quedó observando aquellas calles frente a su casa- (Y cuando la noche se apaga, cuando las risas se van, queda el silencio y en ese silencio… siempre parece que alguien susurra mi nombre, será que tal vez ya me estoy volviendo loco)
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  • Como antes, pero después
    Fandom N/A
    Categoría Slice of Life
    ㅤ╰─► 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐::
    ㅤㅤㅤㅤㅤOlivia Romero

    223 días.

    Esa era la cuenta exacta que llevaba Kazuha en una nota mental, y probablemente ya perdida entre el caos que era su mente. Doscientos veintitrés días desde que había estrellado su camioneta contra el elegante escaparate de una librería en el centro de la ciudad. Doscientos veintiuno desde que un juez, con evidente falta de imaginación, le había arrebatado su licencia de conducir por tercera vez. Doscientos diecisiete desde que había dejado abandonado el vehículo, con el capó aún humeante, en el taller mecánico.

    172 días desde que el mecánico le envió un mensaje:
    "Señora, su vehículo está listo."

    142 días desde el ultimátum, donde la resignación se tornó en un dejo de exasperación:
    "Señora, venga por su camioneta, ya está lista desde hace mas de un mes. Y págueme."

    ¿Señora? ¿SEÑORA? La palabra le había estado resonando en el cráneo durante semanas, cada sílaba un insulto a su eterna juventud y su caótico esplendor. ¿Ella? ¡¿Una señora?! Claro que aquella ofensa fue excusa suficiente para que su deuda se extendiera, pudriéndose en el olvido junto a otras facturas y advertencias sociales... hasta hoy.

    Hoy, finalmente, se había dignado a aparecer. Hoy, el aburrimiento había sido más fuerte que el orgullo.

    Tal vez fue su figura menuda, sus 1.58 metros de altura, o la mirada de absoluto desdén lo que hizo que el mecánico, quien ni siquiera la recordaba, la llamara 'Chiquilla'. Y por supuesto que la palabra también la ofendió, profundamente, pero sonaba menos a resignación y más a algo que podía aceptar. Pagó en efectivo, el origen del dinero era mejor no cuestionarlo, y recuperó las llaves.

    Ahora, una mano en el volante, un pie en el acelerador, una licencia de conducir inexistente y una responsabilidad que brillaba por su ausencia, Kazuha salió del taller. Con la otra mano, ya buscaba su móvil, los ojos saltando entre la carretera y la pantalla con una temeridad que era su sello personal. ¿Responsabilidad? Eso, si acaso, era el nombre de un plato aburrido que nunca probaría.

    : ¡Liiiiiiv!
    : -sticker de gato conduciendo-
    : Cancela todos tus planes para hoy...

    El mensaje partió. Sus dedos, ágiles e imprudentes, continuaron su danza sobre la pantalla, tejiendo una verdad a medias con la urgencia de quien teme que la razón la alcance.

    : ¡Vamos de viaje! Prepara tus cosas...
    : Nada de outfits de señorita perfecta. Vamos a... acampar, sí.

    Se le acababa de ocurrir en el mismo instante en que lo escribía, pero la idea, una vez plasmada en aquel mensaje, se convirtió en un decreto irrevocable. Ahora hablaba en serio.

    : A la intemperie. Con insectos, y esas cosas...

    Un semáforo se puso rojo frente a ella. Frenó en seco. En el silencio repentino, interrumpido solo por el ruido del motor, la duda, un monstruo raro y familiar, posó su garra en su estómago. ¿Y si Liv decía que no? ¿Y si los puentes no solo estaban rotos, sino reducidos a cenizas que ni siquiera ella podía reconstruir? El fantasma de una última pelea, de las palabras no dichas y los silencios que pesaban más que gritos, se cernió sobre ella por un segundo.

    Entonces, el semáforo cambió a verde. Un claxon furioso sonó detrás de ella. Kazuha pisó el acelerador como si estuviera aplastando la misma duda, la camioneta arrancó con una sacudida. La duda no tenía cabida en su mundo; solo la acción la tenía. Tomó el teléfono otra vez, la determinación ahogando el miedo.

    : Ya voy en camino... No puedes decir que no. Ni lo intentes.

    Mentira. Podía. ¡Claro que podía!. Liv siempre había podido ponerle un alto. Siempre había sido la única capaz de trazar una línea infranqueable. Esa era una de las razones por la que su amistad, en otro tiempo, había valido cada grieta y cada cicatriz. Pero esta vez, no iba a detenerse. Giró el volante, tomando la ruta que conducía al apartamento de Olivia. En el asiento del copiloto, una pequeña maleta contenía lo esencial para ella: un par de conjuntos deportivos, una chaqueta de cuero, y una caja de doce jugos de fruta. ¿Y lo demás? ¿Carpas, sleeping bags, comida...? Si, bueno, eso era un problema para la Kazuha del futuro, que probablemente lo resolvería en la primera tienda que encontrara en el camino, sin importar el costo o la practicidad.

    Mientras conducía, con el cristal de la ventana a medio bajar y su cabello negro flotando contra el viento por la velocidad, los pensamientos acudían a ella. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que hicieron algo así? No los de calendario... sino los de verdad, los que se miden en risas compartidas que duelen en el costado, en secretos susurrados bajo las sábanas durante una pijamada, en la complicidad silenciosa de saberse entendidas sin necesidad de palabras.. Ya no serían tres, claro. Esa época había quedado atrás, enterrada bajo los escombros de un corazón roto y elecciones que aún dolían. Esta vez serían solo ellas dos. Pero en ese momento, acelerando hacia el apartamento de Olivia, o tal vez mas bien hacia un futuro incierto, sintió que ellas dos podían ser, una vez más, un universo completo.
    ㅤ╰─► 𝑹𝒐𝒍 𝒕𝒐:: ㅤㅤㅤㅤㅤ[flash_brass_tiger_817] ✦ 223 días. Esa era la cuenta exacta que llevaba Kazuha en una nota mental, y probablemente ya perdida entre el caos que era su mente. Doscientos veintitrés días desde que había estrellado su camioneta contra el elegante escaparate de una librería en el centro de la ciudad. Doscientos veintiuno desde que un juez, con evidente falta de imaginación, le había arrebatado su licencia de conducir por tercera vez. Doscientos diecisiete desde que había dejado abandonado el vehículo, con el capó aún humeante, en el taller mecánico. 172 días desde que el mecánico le envió un mensaje: "Señora, su vehículo está listo." 142 días desde el ultimátum, donde la resignación se tornó en un dejo de exasperación: "Señora, venga por su camioneta, ya está lista desde hace mas de un mes. Y págueme." ¿Señora? ¿SEÑORA? La palabra le había estado resonando en el cráneo durante semanas, cada sílaba un insulto a su eterna juventud y su caótico esplendor. ¿Ella? ¡¿Una señora?! Claro que aquella ofensa fue excusa suficiente para que su deuda se extendiera, pudriéndose en el olvido junto a otras facturas y advertencias sociales... hasta hoy. Hoy, finalmente, se había dignado a aparecer. Hoy, el aburrimiento había sido más fuerte que el orgullo. Tal vez fue su figura menuda, sus 1.58 metros de altura, o la mirada de absoluto desdén lo que hizo que el mecánico, quien ni siquiera la recordaba, la llamara 'Chiquilla'. Y por supuesto que la palabra también la ofendió, profundamente, pero sonaba menos a resignación y más a algo que podía aceptar. Pagó en efectivo, el origen del dinero era mejor no cuestionarlo, y recuperó las llaves. Ahora, una mano en el volante, un pie en el acelerador, una licencia de conducir inexistente y una responsabilidad que brillaba por su ausencia, Kazuha salió del taller. Con la otra mano, ya buscaba su móvil, los ojos saltando entre la carretera y la pantalla con una temeridad que era su sello personal. ¿Responsabilidad? Eso, si acaso, era el nombre de un plato aburrido que nunca probaría. 📱💬: ¡Liiiiiiv! 📱💬: -sticker de gato conduciendo- 📱💬: Cancela todos tus planes para hoy... El mensaje partió. Sus dedos, ágiles e imprudentes, continuaron su danza sobre la pantalla, tejiendo una verdad a medias con la urgencia de quien teme que la razón la alcance. 📱💬: ¡Vamos de viaje! Prepara tus cosas... 📱💬: Nada de outfits de señorita perfecta. Vamos a... acampar, sí. Se le acababa de ocurrir en el mismo instante en que lo escribía, pero la idea, una vez plasmada en aquel mensaje, se convirtió en un decreto irrevocable. Ahora hablaba en serio. 📱💬: A la intemperie. Con insectos, y esas cosas... Un semáforo se puso rojo frente a ella. Frenó en seco. En el silencio repentino, interrumpido solo por el ruido del motor, la duda, un monstruo raro y familiar, posó su garra en su estómago. ¿Y si Liv decía que no? ¿Y si los puentes no solo estaban rotos, sino reducidos a cenizas que ni siquiera ella podía reconstruir? El fantasma de una última pelea, de las palabras no dichas y los silencios que pesaban más que gritos, se cernió sobre ella por un segundo. Entonces, el semáforo cambió a verde. Un claxon furioso sonó detrás de ella. Kazuha pisó el acelerador como si estuviera aplastando la misma duda, la camioneta arrancó con una sacudida. La duda no tenía cabida en su mundo; solo la acción la tenía. Tomó el teléfono otra vez, la determinación ahogando el miedo. 📱💬: Ya voy en camino... No puedes decir que no. Ni lo intentes. Mentira. Podía. ¡Claro que podía!. Liv siempre había podido ponerle un alto. Siempre había sido la única capaz de trazar una línea infranqueable. Esa era una de las razones por la que su amistad, en otro tiempo, había valido cada grieta y cada cicatriz. Pero esta vez, no iba a detenerse. Giró el volante, tomando la ruta que conducía al apartamento de Olivia. En el asiento del copiloto, una pequeña maleta contenía lo esencial para ella: un par de conjuntos deportivos, una chaqueta de cuero, y una caja de doce jugos de fruta. ¿Y lo demás? ¿Carpas, sleeping bags, comida...? Si, bueno, eso era un problema para la Kazuha del futuro, que probablemente lo resolvería en la primera tienda que encontrara en el camino, sin importar el costo o la practicidad. Mientras conducía, con el cristal de la ventana a medio bajar y su cabello negro flotando contra el viento por la velocidad, los pensamientos acudían a ella. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que hicieron algo así? No los de calendario... sino los de verdad, los que se miden en risas compartidas que duelen en el costado, en secretos susurrados bajo las sábanas durante una pijamada, en la complicidad silenciosa de saberse entendidas sin necesidad de palabras.. Ya no serían tres, claro. Esa época había quedado atrás, enterrada bajo los escombros de un corazón roto y elecciones que aún dolían. Esta vez serían solo ellas dos. Pero en ese momento, acelerando hacia el apartamento de Olivia, o tal vez mas bien hacia un futuro incierto, sintió que ellas dos podían ser, una vez más, un universo completo.
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  • ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    Bajo la lluvia incesante, Irina se mantenía inmóvil en el cruce. Su gabardina y bototos siempre negros la cubrían por completo, era una forma inconsciente de estar en luto constante por la pérdida de algo que ni siquiera sabía cuándo había comenzado a morir...su propia relación con el presente.
    ​El semáforo en rojo destellaba intenso sobre el asfalto mojado, un color asfixiante que se reflejaba en sus ojos de un gris cansado de ver lo mismo, fijos en un punto muerto.
    Las personas pasaban a su lado, apenas siluetas borrosas en su campo de visión.
    ​La lluvia golpeaba el paraguas con un sonido tintineante, una banda sonora para el vacío, en su mano, el mango del paraguas era un punto de resistencia. Mantenía una fuerte presión sobre él, la mandíbula levemente tensa...

    Era la única manera de contener la melancolía y el sinsabor de su vida que pugnaban por desbordarse.

    El agua, al caer del paraguas, golpeaba con fuerza una poza a sus pies, y la salpicadura fría en sus tobillos le recordaba que seguía allí, detenida, esperando un color que tardaba demasiado en llegar.
    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ Bajo la lluvia incesante, Irina se mantenía inmóvil en el cruce. Su gabardina y bototos siempre negros la cubrían por completo, era una forma inconsciente de estar en luto constante por la pérdida de algo que ni siquiera sabía cuándo había comenzado a morir...su propia relación con el presente. ​El semáforo en rojo destellaba intenso sobre el asfalto mojado, un color asfixiante que se reflejaba en sus ojos de un gris cansado de ver lo mismo, fijos en un punto muerto. Las personas pasaban a su lado, apenas siluetas borrosas en su campo de visión. ​La lluvia golpeaba el paraguas con un sonido tintineante, una banda sonora para el vacío, en su mano, el mango del paraguas era un punto de resistencia. Mantenía una fuerte presión sobre él, la mandíbula levemente tensa... Era la única manera de contener la melancolía y el sinsabor de su vida que pugnaban por desbordarse. El agua, al caer del paraguas, golpeaba con fuerza una poza a sus pies, y la salpicadura fría en sus tobillos le recordaba que seguía allí, detenida, esperando un color que tardaba demasiado en llegar.
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  • Noche Perfecta
    Fandom Free rol
    Categoría Romance
    Para esta noche saco de paseo el último coche que me compré hace una semana atrás, hoy mi chica a estado trabajando en su taller hace tiempo que no pasamos tiempo de calidad juntos.
    Y menos después de haberme marchado una pequeña temporada a la mansión que antes pertenecía a nuestros abuelos.
    En la parte trasera del coche hay una sorpresa para mi pelirroja, quiero compensarla los dos nos lo merecemos.

    Paro justo en un semáforo que esta en rojo aprovecho para usar la opción de voz en la tablet incorporada en los mandos de mi coche, para que la envié un mensaje avisando de que en unos cinco minutos habré llegado.

    Lillith Swan
    Para esta noche saco de paseo el último coche que me compré hace una semana atrás, hoy mi chica a estado trabajando en su taller hace tiempo que no pasamos tiempo de calidad juntos. Y menos después de haberme marchado una pequeña temporada a la mansión que antes pertenecía a nuestros abuelos. En la parte trasera del coche hay una sorpresa para mi pelirroja, quiero compensarla los dos nos lo merecemos. Paro justo en un semáforo que esta en rojo aprovecho para usar la opción de voz en la tablet incorporada en los mandos de mi coche, para que la envié un mensaje avisando de que en unos cinco minutos habré llegado. [CxLillith]
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  • « El calor que ofrece es la flama de un fósforo, el mínimo viento solo hará que se apague. No calienta. No quema. Pero si lastima. Y si echas gasolina se hará un catástrofe del cual no tomara responsabilidad, será tu culpa. ¿Entiendes?. Son las relaciones frágiles que tanto defienden donde cualquiera puede encender fuego, pero el niño del fósforo no está dispuesto a controlar el incendio. Los cobardes siempre encontrarán la excusa perfecta para sus males.
    Te lo dice un sobreviviente. »
    « El calor que ofrece es la flama de un fósforo, el mínimo viento solo hará que se apague. No calienta. No quema. Pero si lastima. Y si echas gasolina se hará un catástrofe del cual no tomara responsabilidad, será tu culpa. ¿Entiendes?. Son las relaciones frágiles que tanto defienden donde cualquiera puede encender fuego, pero el niño del fósforo no está dispuesto a controlar el incendio. Los cobardes siempre encontrarán la excusa perfecta para sus males. Te lo dice un sobreviviente. »
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  • ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios.

    ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos.

    ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳".

    ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada.

    —Que decepcionante —susurró para sí.

    ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦."

    —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado...

    ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros.

    —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas

    ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura.

    —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~

    ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
    ⠀⠀⠀⠀10:00p.m., el aire en la ciudad era frío. Su segundo día en la ciudad y su primera noche en la mansión habían pasado en un silencio demasiado familiar. Pero ella no había vuelto para encerrarse en los recuerdos. Había vuelto para trabajar. Caminó con pasos lentos por la acera, cruzó al llegar a una librería que siempre permanencia cerrada, y atravesó el callejón trasero que daba hacia un bar subterráneo. Bajó las escaleras estrechas y empinadas. Era el tipo de lugar donde la luz era tenue para ocultar manchas y sueños rotos. El lugar perfecto para sus negocios. ⠀⠀⠀⠀Así funcionaba. El boca a boca era rápido. Rumores susurrados en bares como este, en foros oscuros de internet, entre aquellos que habían tocado fondo y no tenían a dónde más acudir. Algunos creían que era un mito, una leyenda urbana: "la mujer que concede deseos a cambio de lo que más duele". Otros, que era una estafadora inteligente. Pero los más desesperados... esos eran sus clientes. Los que estaban dispuestos a creer en la mujer de las mariposas rojas y sus tratos que parecían diabólicos. ⠀⠀⠀⠀Se sentó en un rincón apartado. Dejó caer su teléfono sobre la mesa. La pantalla mostraba la conversación que había tenido con su cliente, el último mensaje que ella había dejado "𝘠𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘭𝘶𝘨𝘢𝘳. 𝟣𝟢𝘱.𝘮. 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘩𝘢𝘨𝘢𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳". ⠀⠀⠀⠀El tiempo pasó. El hielo en su vaso se derritió. El asiento frente al suyo permaneció vacío. Su sonrisa relajada se tensó hasta convertirse en una linea delgada. —Que decepcionante —susurró para sí. ⠀⠀⠀⠀Sacó su teléfono. Marcó el número. Sonó una, dos, tres veces... hasta que una voz mecánica de contestadora: "𝘌𝘭 𝘯𝘶𝘮𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘵𝘦𝘥 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘯𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘰𝘳 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳, 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘮𝘢𝘴 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦." —¿Es el primer trato en mi segunda noche de regreso... y me plantan? Tsk, que maleducado... ⠀⠀⠀⠀El cliente podía haberse echado para atrás, pero ella ya estaba aquí. ¿Por qué desperdiciar tal oportunidad? Apoyó la barbilla en su mano y dejo que su mirada recorriera el lugar. Después de todo, la desesperación era un perfume que ella podía oler a kilómetros. —Tocará conseguir otro voluntario —exhaló con fingido cansancio— afortunadamente el mundo está lleno de almas perdidas ⠀⠀⠀⠀Alzó su mano con la palma hacia arriba. El aire frente a sus dedos se distorsionó, y de esa pequeña ruptura en la realidad surgió una mariposa roja. Se posó sobre la yema de su dedo índice, y Kazuha acercó su mano a su rostro, observando a la criatura de energía pura. —Vamos, preciosa —murmuró— ve y tráeme a alguien... interesante ~ ⠀⠀⠀⠀Sopló suavemente sobre la mariposa. La criatura se dewprendió de su dedo y luego se lanzó hacia la penumbra del bar, volando en una trayectoria serpenteante, como si pudiera oler las emociones humanas. Se deslizó entre las mesas, y se perdió en la oscuridad de un pasillo lateral, dejando una estela de energía caótica que Kazuha podría sentir y seguir fácilmente. Ahora, solo debía esperar y descubrir quien sería el afortunado...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Esta pregunta no tiene tanto debate. La mayoría de las personas a las que se las he planteado, me han dicho 5 razones muy repetidas.
    La pregunta es la siguiente:

    ¿Por qué consideras que un rol grupal nunca funciona?

    Con grupal hablamos de más de 4 personas.
    Ya sea en un post, un foro, etc. No cuentan chats en vivo, porque difícilmente la gente se puede poner de acuerdo y en orden en uno.

    Denme sus opiniones.
    Esta pregunta no tiene tanto debate. La mayoría de las personas a las que se las he planteado, me han dicho 5 razones muy repetidas. La pregunta es la siguiente: ¿Por qué consideras que un rol grupal nunca funciona? Con grupal hablamos de más de 4 personas. Ya sea en un post, un foro, etc. No cuentan chats en vivo, porque difícilmente la gente se puede poner de acuerdo y en orden en uno. Denme sus opiniones.
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  • ⎣ Segundo Contacto. ⎤

    Viper avanzaba arrastrándose entre muros derretidos y cadáveres medio disueltos.

    El corazón de la criatura latía como un tambor de guerra, oculto en algún punto de la oscuridad. Cada pulsación se sentía en el acero doblado, vibrando en los cimientos.

    Ya la había visto una vez. Bastaba con eso.

    "Ocho extremidades. Flanco izquierdo expuesto tras cargar. Siente el miedo. Carga sin medida, no le importa herirse a sí misma en el proceso. La sangre que salpica es corrosiva".

    Encendió su linterna de emergencia. Nunca la necesitaba dada su visión nocturna. Pero esta vez requería de una fuente de luz blanca constante. La criatura parecía temerle, era su única ventaja.
    Dos minutos de batería.
    Nada más.

    Y el silencio se acabó.

    "Lúgubre" cayó desde lo alto como un alud de carne, huesos y furia. Viper rodó hacia un costado justo a tiempo. La criatura embistió contra una pared, se rompió la cabeza y siguió andando como si nada. La sangre que brotó no era sangre: era una sustancia oscura, viscosa, con vida propia.

    Una gota salpicó el brazo de Viper. La tela se deshizo, la piel se oscureció al instante. Era necrosis acelerada.
    Sin vacilar, sacó su cuchillo táctico y cortó la zona afectada de un tajo. Sin anestesia. Sin sonido alguno.
    Si no lo hacía, perdería el brazo.
    Ya lo había visto pasar.

    El monstruo giró la cabeza, sus múltiples mandíbulas crispándose en direcciones sin lógica anatómica.

    Viper se agazapó. Respiró una vez. Encendió su linterna y bañó de luz los ojos de Lúgubre, que sacudió la cabeza, enceguecido. Alzó el lanzagranadas y apuntó a una de las patas traseras. Disparó una granada de fósforo, la explosión y el posterior incendio desmaterializó buena parte de los músculos retorcidos que sostenían la pata. Disparó una vez más, esta vez hacia el techo, y las vigas de acero derretido cayeron de lo más alto alrededor y encima de la criatura. Estaba encerrada. Inmovilizada.

    Era todo lo que Viper necesitaba.

    Se acercó y saltó, cayó sobre el lomo resbaladizo de sangre corrosiva y carne expuesta. Sus botas se quemaron, después sus pies. Clavó la jeringa con la toxina modificada directo entre las vértebras de la columna expuesta, entre placas óseas abiertas como galletas picadas.

    El veneno interrumpiría el latido interdimensional de la criatura, desconectándola de su fuente vital.

    Lúgubre chilló, aunque sin ruido: con vibración. Una ráfaga de infrasonidos que aturdieron el oído de serpiente del naga.

    Viper se tambaleó y cayó, resbaló por el costado de la criatura hasta dar contra el suelo. Y Lúgubre sacudió las patas en el aire, víctima de un infarto interdimensional. De pronto, clavó sus patas contra el piso, una de ellas atravesó a Viper de lado a lado.

    Lúgubre convulsionó, luego comenzó a inclinarse. Hasta que cayó de costado, aplastando las piernas de Viper.

    Viper sintió como su sangre se mezclaba con la de la criatura en un charco debajo de ambos, luego sintió su cuerpo deteriorándose, sus piernas empezaban a necrosarse. La corrosión de Lúgubre le alcanzaba. Pero no avanzó más allá, su propia regeneración se adaptaba a la corrosión para neutralizarla.

    ¿Sería su cuerpo capaz de restituir la carne necrosada?
    No estaría despierto para descubrirlo.
    ⎣ Segundo Contacto. ⎤ Viper avanzaba arrastrándose entre muros derretidos y cadáveres medio disueltos. El corazón de la criatura latía como un tambor de guerra, oculto en algún punto de la oscuridad. Cada pulsación se sentía en el acero doblado, vibrando en los cimientos. Ya la había visto una vez. Bastaba con eso. "Ocho extremidades. Flanco izquierdo expuesto tras cargar. Siente el miedo. Carga sin medida, no le importa herirse a sí misma en el proceso. La sangre que salpica es corrosiva". Encendió su linterna de emergencia. Nunca la necesitaba dada su visión nocturna. Pero esta vez requería de una fuente de luz blanca constante. La criatura parecía temerle, era su única ventaja. Dos minutos de batería. Nada más. Y el silencio se acabó. "Lúgubre" cayó desde lo alto como un alud de carne, huesos y furia. Viper rodó hacia un costado justo a tiempo. La criatura embistió contra una pared, se rompió la cabeza y siguió andando como si nada. La sangre que brotó no era sangre: era una sustancia oscura, viscosa, con vida propia. Una gota salpicó el brazo de Viper. La tela se deshizo, la piel se oscureció al instante. Era necrosis acelerada. Sin vacilar, sacó su cuchillo táctico y cortó la zona afectada de un tajo. Sin anestesia. Sin sonido alguno. Si no lo hacía, perdería el brazo. Ya lo había visto pasar. El monstruo giró la cabeza, sus múltiples mandíbulas crispándose en direcciones sin lógica anatómica. Viper se agazapó. Respiró una vez. Encendió su linterna y bañó de luz los ojos de Lúgubre, que sacudió la cabeza, enceguecido. Alzó el lanzagranadas y apuntó a una de las patas traseras. Disparó una granada de fósforo, la explosión y el posterior incendio desmaterializó buena parte de los músculos retorcidos que sostenían la pata. Disparó una vez más, esta vez hacia el techo, y las vigas de acero derretido cayeron de lo más alto alrededor y encima de la criatura. Estaba encerrada. Inmovilizada. Era todo lo que Viper necesitaba. Se acercó y saltó, cayó sobre el lomo resbaladizo de sangre corrosiva y carne expuesta. Sus botas se quemaron, después sus pies. Clavó la jeringa con la toxina modificada directo entre las vértebras de la columna expuesta, entre placas óseas abiertas como galletas picadas. El veneno interrumpiría el latido interdimensional de la criatura, desconectándola de su fuente vital. Lúgubre chilló, aunque sin ruido: con vibración. Una ráfaga de infrasonidos que aturdieron el oído de serpiente del naga. Viper se tambaleó y cayó, resbaló por el costado de la criatura hasta dar contra el suelo. Y Lúgubre sacudió las patas en el aire, víctima de un infarto interdimensional. De pronto, clavó sus patas contra el piso, una de ellas atravesó a Viper de lado a lado. Lúgubre convulsionó, luego comenzó a inclinarse. Hasta que cayó de costado, aplastando las piernas de Viper. Viper sintió como su sangre se mezclaba con la de la criatura en un charco debajo de ambos, luego sintió su cuerpo deteriorándose, sus piernas empezaban a necrosarse. La corrosión de Lúgubre le alcanzaba. Pero no avanzó más allá, su propia regeneración se adaptaba a la corrosión para neutralizarla. ¿Sería su cuerpo capaz de restituir la carne necrosada? No estaría despierto para descubrirlo.
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