ㅤㅤㅤEra extraño. Bastante inusual, considerando que normalmente sus días eran eran un torbellino de impulsos eléctricos, con olas de energía que podían quemar todo a su paso. Pero a veces, cuando el aburrimiento se convertía en vacío y la rebeldía se convertía en cansancio, el huracán se detenía. Mientras recorría los pasillos vacíos de la mansión, una pregunta se le enredaba entre las sombras; ¿qué pasaba cuando la vendedora de deseos ya no deseaba nada para sí misma? ¿O acaso había olvidado cómo desear?
Había conseguido libertad, había acumulado poder, había forjado una leyenda que susurraban en bares sórdidos y en foros de internet. Había quemado lazos familiares, y quizás también los puentes que podían llevarla de vuelta a una vida normal. Conceder deseos, a veces, incluso parecía perder su encanto. Y en medio de todo, ya no había rabia, ni teatro, ni la intensidad que la definía. Solo una profunda y oscura fatiga. Un alma a la que incluso le costaba levantarse. Una historia que no sabía cómo continuar, narrada por una voz que ya no sabía cómo seguir contando.
Había conseguido libertad, había acumulado poder, había forjado una leyenda que susurraban en bares sórdidos y en foros de internet. Había quemado lazos familiares, y quizás también los puentes que podían llevarla de vuelta a una vida normal. Conceder deseos, a veces, incluso parecía perder su encanto. Y en medio de todo, ya no había rabia, ni teatro, ni la intensidad que la definía. Solo una profunda y oscura fatiga. Un alma a la que incluso le costaba levantarse. Una historia que no sabía cómo continuar, narrada por una voz que ya no sabía cómo seguir contando.
ㅤㅤㅤEra extraño. Bastante inusual, considerando que normalmente sus días eran eran un torbellino de impulsos eléctricos, con olas de energía que podían quemar todo a su paso. Pero a veces, cuando el aburrimiento se convertía en vacío y la rebeldía se convertía en cansancio, el huracán se detenía. Mientras recorría los pasillos vacíos de la mansión, una pregunta se le enredaba entre las sombras; ¿qué pasaba cuando la vendedora de deseos ya no deseaba nada para sí misma? ¿O acaso había olvidado cómo desear?
Había conseguido libertad, había acumulado poder, había forjado una leyenda que susurraban en bares sórdidos y en foros de internet. Había quemado lazos familiares, y quizás también los puentes que podían llevarla de vuelta a una vida normal. Conceder deseos, a veces, incluso parecía perder su encanto. Y en medio de todo, ya no había rabia, ni teatro, ni la intensidad que la definía. Solo una profunda y oscura fatiga. Un alma a la que incluso le costaba levantarse. Una historia que no sabía cómo continuar, narrada por una voz que ya no sabía cómo seguir contando.