• CAMPO DE ENTRENAMIENTO.

    Un trueno impacta sobre el centro del lugar en dónde logran materializarse la Teniente Rihanna Carther junto con Vivianne Kaczmarek, quién han sido teletransportadas mediante el trueno a ese mismo lugar. La Teniente fué informada de forma anónima que la señorita Vivianne necesita aumentar sus poderes por lo que la Semi-Deidad del Trueno es la encargada de realizar dicho entrenamiento.

    "Muy bien jovencita, aquí es dónde entrenarás, necesitamos que seas mucho más fuerte de lo que ya eres."

    Fueron las palabras de la Teniente hacia la joven Vivianne.
    CAMPO DE ENTRENAMIENTO. Un trueno impacta sobre el centro del lugar en dónde logran materializarse la Teniente Rihanna Carther junto con [sapphire.butterflies], quién han sido teletransportadas mediante el trueno a ese mismo lugar. La Teniente fué informada de forma anónima que la señorita Vivianne necesita aumentar sus poderes por lo que la Semi-Deidad del Trueno es la encargada de realizar dicho entrenamiento. "Muy bien jovencita, aquí es dónde entrenarás, necesitamos que seas mucho más fuerte de lo que ya eres." Fueron las palabras de la Teniente hacia la joven Vivianne.
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    Parte VIII - El eco de los pasos.

    Dos meses habían pasado desde el incendio.
    La aldea era ahora un pueblo fantasma, las casas vacías crujían con el viento y las huellas de los que partieron se habían borrado con la lluvia, pero Akane... seguía ahí.

    Cada mañana, Akane se levantaba antes del sol.
    Caminaba entre los escombros, saludaba al silencio, y comenzaba su entrenamiento. No solo magia, también el cuerpo. Recordó las enseñanzas de su abuela Jennifer:
    “El poder sin control es solo ruido. El cuerpo debe sostener lo que el alma invoca.”

    Así que volvió a lo básico; Posturas, resistencia, golpes, equilibrio. Al principio, su cuerpo temblaba, pero con cada día, los músculos respondían, la agilidad regresaba. No era la fuerza que tuvo antes pero era suya, ganada con sudor, no con herencia.

    Ahora que su cuerpo se habia fortalecido intento rompe de nuevo el sello de su poder. Akane apretó los dientes, recordó las enseñanzas de Jennifer, recordó el dolor, recordó la espada en su estómago y entonces lo sintió.

    Una presencia, familiar, oscura pero sobre todo...
    Violenta. Akane abrió los ojos, el cielo se había vuelto más gris, el aire más denso y en la distancia, lo vio.

    Estaba de pie entre los árboles, observándola;
    No con sorpresa sino con desprecio.

    Akane se levantó, su sangre hervía pero no de miedo, sino de emoción.

    -Así que viniste.- Murmuró. -Perfecto.-

    Era hora de ajustar cuentas y esta vez, Akane no sangraría sola.
    Parte VIII - El eco de los pasos. Dos meses habían pasado desde el incendio. La aldea era ahora un pueblo fantasma, las casas vacías crujían con el viento y las huellas de los que partieron se habían borrado con la lluvia, pero Akane... seguía ahí. Cada mañana, Akane se levantaba antes del sol. Caminaba entre los escombros, saludaba al silencio, y comenzaba su entrenamiento. No solo magia, también el cuerpo. Recordó las enseñanzas de su abuela Jennifer: “El poder sin control es solo ruido. El cuerpo debe sostener lo que el alma invoca.” Así que volvió a lo básico; Posturas, resistencia, golpes, equilibrio. Al principio, su cuerpo temblaba, pero con cada día, los músculos respondían, la agilidad regresaba. No era la fuerza que tuvo antes pero era suya, ganada con sudor, no con herencia. Ahora que su cuerpo se habia fortalecido intento rompe de nuevo el sello de su poder. Akane apretó los dientes, recordó las enseñanzas de Jennifer, recordó el dolor, recordó la espada en su estómago y entonces lo sintió. Una presencia, familiar, oscura pero sobre todo... Violenta. Akane abrió los ojos, el cielo se había vuelto más gris, el aire más denso y en la distancia, lo vio. Estaba de pie entre los árboles, observándola; No con sorpresa sino con desprecio. Akane se levantó, su sangre hervía pero no de miedo, sino de emoción. -Así que viniste.- Murmuró. -Perfecto.- Era hora de ajustar cuentas y esta vez, Akane no sangraría sola.
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  • Que manía con dejar el patio destrozado con cada entrenamiento...
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    El Caos que nace sin permiso

    La mañana siguiente llega pesada,
    como si la sombra de la pesadilla todavía se aferrara a mis costillas.

    Pero Ayane sonríe con esa dulzura que hace que todo duela menos.

    Me acaricia la mejilla con una ternura silenciosa
    y me da una pequeña bolsa de tela.

    Ayane:
    —Amor, ¿puedes ir a la ciudad a buscar estos ingredientes? Quiero hacer unas galletitas.

    Galletitas…
    Su forma de decir “no quiero que pienses demasiado”.

    Asiento. Me pongo mi capa y salgo al camino.

    No tardo en encontrarme con él.

    Oz.

    De pie como si me hubiera estado esperando.
    Las manos en los bolsillos.
    Una sonrisa que nunca sé leer.

    Oz:
    —Será un buen entrenamiento.

    No entiendo.
    Pero con Jennifer desaparecida,
    y la familia mirando mi existencia como un acertijo…
    él es lo más parecido a un faro en mi deriva interior.

    Caminamos.

    La brisa matutina huele a pan recién hecho.
    Pero Oz me mira con una seriedad inesperada.

    Oz:
    —Pequeña florecilla de Caos… ¿tu madre te ha entrenado alguna vez?

    Su pregunta es un golpe suave pero certero.

    Mis hombros se encogen.
    Mi cabeza baja sola.
    Niego lentamente.

    Oz suspira. Pero no suena decepcionado…
    suena decidido.

    Oz:
    —Acompáñame.
    Para entender tu poder…
    debés entender lo que el Caos significa.

    Y sin más, el mundo cambia.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El Caos que nace sin permiso La mañana siguiente llega pesada, como si la sombra de la pesadilla todavía se aferrara a mis costillas. Pero Ayane sonríe con esa dulzura que hace que todo duela menos. Me acaricia la mejilla con una ternura silenciosa y me da una pequeña bolsa de tela. Ayane: —Amor, ¿puedes ir a la ciudad a buscar estos ingredientes? Quiero hacer unas galletitas. Galletitas… Su forma de decir “no quiero que pienses demasiado”. Asiento. Me pongo mi capa y salgo al camino. No tardo en encontrarme con él. Oz. De pie como si me hubiera estado esperando. Las manos en los bolsillos. Una sonrisa que nunca sé leer. Oz: —Será un buen entrenamiento. No entiendo. Pero con Jennifer desaparecida, y la familia mirando mi existencia como un acertijo… él es lo más parecido a un faro en mi deriva interior. Caminamos. La brisa matutina huele a pan recién hecho. Pero Oz me mira con una seriedad inesperada. Oz: —Pequeña florecilla de Caos… ¿tu madre te ha entrenado alguna vez? Su pregunta es un golpe suave pero certero. Mis hombros se encogen. Mi cabeza baja sola. Niego lentamente. Oz suspira. Pero no suena decepcionado… suena decidido. Oz: —Acompáñame. Para entender tu poder… debés entender lo que el Caos significa. Y sin más, el mundo cambia.
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    El Caos que nace sin permiso

    La mañana siguiente llega pesada,
    como si la sombra de la pesadilla todavía se aferrara a mis costillas.

    Pero Ayane sonríe con esa dulzura que hace que todo duela menos.

    Me acaricia la mejilla con una ternura silenciosa
    y me da una pequeña bolsa de tela.

    Ayane:
    —Amor, ¿puedes ir a la ciudad a buscar estos ingredientes? Quiero hacer unas galletitas.

    Galletitas…
    Su forma de decir “no quiero que pienses demasiado”.

    Asiento. Me pongo mi capa y salgo al camino.

    No tardo en encontrarme con él.

    Oz.

    De pie como si me hubiera estado esperando.
    Las manos en los bolsillos.
    Una sonrisa que nunca sé leer.

    Oz:
    —Será un buen entrenamiento.

    No entiendo.
    Pero con Jennifer desaparecida,
    y la familia mirando mi existencia como un acertijo…
    él es lo más parecido a un faro en mi deriva interior.

    Caminamos.

    La brisa matutina huele a pan recién hecho.
    Pero Oz me mira con una seriedad inesperada.

    Oz:
    —Pequeña florecilla de Caos… ¿tu madre te ha entrenado alguna vez?

    Su pregunta es un golpe suave pero certero.

    Mis hombros se encogen.
    Mi cabeza baja sola.
    Niego lentamente.

    Oz suspira. Pero no suena decepcionado…
    suena decidido.

    Oz:
    —Acompáñame.
    Para entender tu poder…
    debés entender lo que el Caos significa.

    Y sin más, el mundo cambia.
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    El Caos que nace sin permiso

    La mañana siguiente llega pesada,
    como si la sombra de la pesadilla todavía se aferrara a mis costillas.

    Pero Ayane sonríe con esa dulzura que hace que todo duela menos.

    Me acaricia la mejilla con una ternura silenciosa
    y me da una pequeña bolsa de tela.

    Ayane:
    —Amor, ¿puedes ir a la ciudad a buscar estos ingredientes? Quiero hacer unas galletitas.

    Galletitas…
    Su forma de decir “no quiero que pienses demasiado”.

    Asiento. Me pongo mi capa y salgo al camino.

    No tardo en encontrarme con él.

    Oz.

    De pie como si me hubiera estado esperando.
    Las manos en los bolsillos.
    Una sonrisa que nunca sé leer.

    Oz:
    —Será un buen entrenamiento.

    No entiendo.
    Pero con Jennifer desaparecida,
    y la familia mirando mi existencia como un acertijo…
    él es lo más parecido a un faro en mi deriva interior.

    Caminamos.

    La brisa matutina huele a pan recién hecho.
    Pero Oz me mira con una seriedad inesperada.

    Oz:
    —Pequeña florecilla de Caos… ¿tu madre te ha entrenado alguna vez?

    Su pregunta es un golpe suave pero certero.

    Mis hombros se encogen.
    Mi cabeza baja sola.
    Niego lentamente.

    Oz suspira. Pero no suena decepcionado…
    suena decidido.

    Oz:
    —Acompáñame.
    Para entender tu poder…
    debés entender lo que el Caos significa.

    Y sin más, el mundo cambia.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 El Caos que nace sin permiso La mañana siguiente llega pesada, como si la sombra de la pesadilla todavía se aferrara a mis costillas. Pero Ayane sonríe con esa dulzura que hace que todo duela menos. Me acaricia la mejilla con una ternura silenciosa y me da una pequeña bolsa de tela. Ayane: —Amor, ¿puedes ir a la ciudad a buscar estos ingredientes? Quiero hacer unas galletitas. Galletitas… Su forma de decir “no quiero que pienses demasiado”. Asiento. Me pongo mi capa y salgo al camino. No tardo en encontrarme con él. Oz. De pie como si me hubiera estado esperando. Las manos en los bolsillos. Una sonrisa que nunca sé leer. Oz: —Será un buen entrenamiento. No entiendo. Pero con Jennifer desaparecida, y la familia mirando mi existencia como un acertijo… él es lo más parecido a un faro en mi deriva interior. Caminamos. La brisa matutina huele a pan recién hecho. Pero Oz me mira con una seriedad inesperada. Oz: —Pequeña florecilla de Caos… ¿tu madre te ha entrenado alguna vez? Su pregunta es un golpe suave pero certero. Mis hombros se encogen. Mi cabeza baja sola. Niego lentamente. Oz suspira. Pero no suena decepcionado… suena decidido. Oz: —Acompáñame. Para entender tu poder… debés entender lo que el Caos significa. Y sin más, el mundo cambia.
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    Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra

    Ingenua de mi linaje,
    la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane.
    El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno:
    dos roscas, una para mí y otra para Jennifer.
    Mi madre Reina aún no se ha levantado;
    por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto,
    como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera.

    Me siento con Ayane.
    La rosca está deliciosa:
    dulce pero no empalagosa,
    vainilla con un susurro de cáscara de mandarina,
    y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos—
    no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras.

    Entonces, por la puerta principal aparece una figura:
    una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar.
    Bueno… hasta ahora.

    Akane.

    —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:—

    Akane:
    —Así que ésta es vuestra nueva cachorra?

    Luego sus ojos se posan en mí.
    Siento que el universo entero me observa.

    Akane:
    —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna.
    Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!?

    Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada.

    Ayane:
    —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer.
    Y ya sabes cómo se pone por sus dulces.

    Akane asiente, sonríe, y se despide.
    Pero yo… yo quedo paralizada.
    Embelesada.
    Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento.
    Ayane gira la cabeza para despedirla…
    y en ese instante cometo mi primer crimen familiar:

    robo la rosca de Jennifer.

    Quizá para guardarla,
    quizá para regalársela a Akane en otro momento,
    quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo.

    Pero antes de poder esconderla del todo,
    una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa:

    Jennifer:
    —¿Qué haces, pequeña flor?

    Me guardo la rosca con descarado disimulo.
    Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible.
    Ella lo sabe.
    Lo ha visto todo.
    Y aun así… sonríe por dentro.
    Le encanta consentir a sus crías.

    Jennifer:
    —Prepárate, pequeña Lili.
    Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen,
    tu sangre.
    El poder que late en ti.

    ¿Poder?
    ¿Yo tengo poder?
    La idea me enciende por dentro.
    Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro.
    ¡Se lo mostraré a Akane!
    La sorprenderé.
    Seré digna del linaje.

    Lili:
    —¡Estoy preparada, mami!

    Pero entonces, Jennifer se detiene.
    Su mirada se vacía.
    Algo —o alguien— la llama desde otro plano.
    Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano.
    Un portal se abre con un susurro,
    y Jennifer desaparece sin despedirse.

    Ayane:
    —Tranquila, mi amor…
    no es grave.
    Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento.

    Pero en el fondo,
    muy en el fondo,
    Ayane ya sabía que eso
    no iba a ocurrir.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra Ingenua de mi linaje, la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane. El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno: dos roscas, una para mí y otra para Jennifer. Mi madre Reina aún no se ha levantado; por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto, como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera. Me siento con Ayane. La rosca está deliciosa: dulce pero no empalagosa, vainilla con un susurro de cáscara de mandarina, y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos— no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras. Entonces, por la puerta principal aparece una figura: una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar. Bueno… hasta ahora. Akane. —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:— Akane: —Así que ésta es vuestra nueva cachorra? Luego sus ojos se posan en mí. Siento que el universo entero me observa. Akane: —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna. Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!? Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada. Ayane: —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer. Y ya sabes cómo se pone por sus dulces. Akane asiente, sonríe, y se despide. Pero yo… yo quedo paralizada. Embelesada. Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento. Ayane gira la cabeza para despedirla… y en ese instante cometo mi primer crimen familiar: robo la rosca de Jennifer. Quizá para guardarla, quizá para regalársela a Akane en otro momento, quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo. Pero antes de poder esconderla del todo, una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa: Jennifer: —¿Qué haces, pequeña flor? Me guardo la rosca con descarado disimulo. Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible. Ella lo sabe. Lo ha visto todo. Y aun así… sonríe por dentro. Le encanta consentir a sus crías. Jennifer: —Prepárate, pequeña Lili. Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen, tu sangre. El poder que late en ti. ¿Poder? ¿Yo tengo poder? La idea me enciende por dentro. Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro. ¡Se lo mostraré a Akane! La sorprenderé. Seré digna del linaje. Lili: —¡Estoy preparada, mami! Pero entonces, Jennifer se detiene. Su mirada se vacía. Algo —o alguien— la llama desde otro plano. Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano. Un portal se abre con un susurro, y Jennifer desaparece sin despedirse. Ayane: —Tranquila, mi amor… no es grave. Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento. Pero en el fondo, muy en el fondo, Ayane ya sabía que eso no iba a ocurrir.
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    Capítulo II parte 1

    Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra

    Ingenua de mi linaje,
    la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane.
    El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno:
    dos roscas, una para mí y otra para Jennifer.
    Mi madre Reina aún no se ha levantado;
    por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto,
    como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera.

    Me siento con Ayane.
    La rosca está deliciosa:
    dulce pero no empalagosa,
    vainilla con un susurro de cáscara de mandarina,
    y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos—
    no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras.

    Entonces, por la puerta principal aparece una figura:
    una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar.
    Bueno… hasta ahora.

    Akane.

    —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:—

    Akane:
    —Así que ésta es vuestra nueva cachorra?

    Luego sus ojos se posan en mí.
    Siento que el universo entero me observa.

    Akane:
    —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna.
    Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!?

    Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada.

    Ayane:
    —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer.
    Y ya sabes cómo se pone por sus dulces.

    Akane asiente, sonríe, y se despide.
    Pero yo… yo quedo paralizada.
    Embelesada.
    Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento.
    Ayane gira la cabeza para despedirla…
    y en ese instante cometo mi primer crimen familiar:

    robo la rosca de Jennifer.

    Quizá para guardarla,
    quizá para regalársela a Akane en otro momento,
    quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo.

    Pero antes de poder esconderla del todo,
    una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa:

    Jennifer:
    —¿Qué haces, pequeña flor?

    Me guardo la rosca con descarado disimulo.
    Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible.
    Ella lo sabe.
    Lo ha visto todo.
    Y aun así… sonríe por dentro.
    Le encanta consentir a sus crías.

    Jennifer:
    —Prepárate, pequeña Lili.
    Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen,
    tu sangre.
    El poder que late en ti.

    ¿Poder?
    ¿Yo tengo poder?
    La idea me enciende por dentro.
    Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro.
    ¡Se lo mostraré a Akane!
    La sorprenderé.
    Seré digna del linaje.

    Lili:
    —¡Estoy preparada, mami!

    Pero entonces, Jennifer se detiene.
    Su mirada se vacía.
    Algo —o alguien— la llama desde otro plano.
    Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano.
    Un portal se abre con un susurro,
    y Jennifer desaparece sin despedirse.

    Ayane:
    —Tranquila, mi amor…
    no es grave.
    Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento.

    Pero en el fondo,
    muy en el fondo,
    Ayane ya sabía que eso
    no iba a ocurrir.

    𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫

    Jenny Queen Orc

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
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    Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra

    Ingenua de mi linaje,
    la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane.
    El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno:
    dos roscas, una para mí y otra para Jennifer.
    Mi madre Reina aún no se ha levantado;
    por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto,
    como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera.

    Me siento con Ayane.
    La rosca está deliciosa:
    dulce pero no empalagosa,
    vainilla con un susurro de cáscara de mandarina,
    y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos—
    no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras.

    Entonces, por la puerta principal aparece una figura:
    una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar.
    Bueno… hasta ahora.

    Akane.

    —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:—

    Akane:
    —Así que ésta es vuestra nueva cachorra?

    Luego sus ojos se posan en mí.
    Siento que el universo entero me observa.

    Akane:
    —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna.
    Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!?

    Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada.

    Ayane:
    —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer.
    Y ya sabes cómo se pone por sus dulces.

    Akane asiente, sonríe, y se despide.
    Pero yo… yo quedo paralizada.
    Embelesada.
    Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento.
    Ayane gira la cabeza para despedirla…
    y en ese instante cometo mi primer crimen familiar:

    robo la rosca de Jennifer.

    Quizá para guardarla,
    quizá para regalársela a Akane en otro momento,
    quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo.

    Pero antes de poder esconderla del todo,
    una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa:

    Jennifer:
    —¿Qué haces, pequeña flor?

    Me guardo la rosca con descarado disimulo.
    Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible.
    Ella lo sabe.
    Lo ha visto todo.
    Y aun así… sonríe por dentro.
    Le encanta consentir a sus crías.

    Jennifer:
    —Prepárate, pequeña Lili.
    Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen,
    tu sangre.
    El poder que late en ti.

    ¿Poder?
    ¿Yo tengo poder?
    La idea me enciende por dentro.
    Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro.
    ¡Se lo mostraré a Akane!
    La sorprenderé.
    Seré digna del linaje.

    Lili:
    —¡Estoy preparada, mami!

    Pero entonces, Jennifer se detiene.
    Su mirada se vacía.
    Algo —o alguien— la llama desde otro plano.
    Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano.
    Un portal se abre con un susurro,
    y Jennifer desaparece sin despedirse.

    Ayane:
    —Tranquila, mi amor…
    no es grave.
    Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento.

    Pero en el fondo,
    muy en el fondo,
    Ayane ya sabía que eso
    no iba a ocurrir.

    𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫

    Jenny Queen Orc

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Capítulo II parte 1 Primer Día de Entrenamiento – El Desayuno de la Cachorra Ingenua de mi linaje, la primera mañana de mi existencia la paso con mi madre Ayane. El sol apenas despierta, pero ella ya tiene preparado el desayuno: dos roscas, una para mí y otra para Jennifer. Mi madre Reina aún no se ha levantado; por el ruido de anoche imagino que se desveló reparando un cajón roto, como si el caos pudiera calmarse con clavos y madera. Me siento con Ayane. La rosca está deliciosa: dulce pero no empalagosa, vainilla con un susurro de cáscara de mandarina, y otros ingredientes que mis sentidos —aún torpes, aún nuevos— no logran clasificar aunque sean herencia de estrellas y sombras. Entonces, por la puerta principal aparece una figura: una chica joven, la más joven de las Queen y de las Ishtar. Bueno… hasta ahora. Akane. —Se dirige a Ayane, con ese tono que sólo ella domina:— Akane: —Así que ésta es vuestra nueva cachorra? Luego sus ojos se posan en mí. Siento que el universo entero me observa. Akane: —Mi nombre es Akane, soy la hija de tu hermana Yuna. Uuuhhh pero qué pinta tienen esas roscas!?!? Ayane suspira, como si ya conociera esa mirada. Ayane: —Lo siento, cariño… solo queda la de Jennifer. Y ya sabes cómo se pone por sus dulces. Akane asiente, sonríe, y se despide. Pero yo… yo quedo paralizada. Embelesada. Hipnotizada por su elegancia, por su belleza que corta el aliento. Ayane gira la cabeza para despedirla… y en ese instante cometo mi primer crimen familiar: robo la rosca de Jennifer. Quizá para guardarla, quizá para regalársela a Akane en otro momento, quizá porque mi corazón da su primer brinco absurdo. Pero antes de poder esconderla del todo, una voz surge detrás de mí, suave y peligrosa: Jennifer: —¿Qué haces, pequeña flor? Me guardo la rosca con descarado disimulo. Como si esconder un dulce de la Reina del Caos fuese posible. Ella lo sabe. Lo ha visto todo. Y aun así… sonríe por dentro. Le encanta consentir a sus crías. Jennifer: —Prepárate, pequeña Lili. Esta tarde te enseñaré lo que significa el legado Queen, tu sangre. El poder que late en ti. ¿Poder? ¿Yo tengo poder? La idea me enciende por dentro. Una sonrisa se dibuja sola en mi rostro. ¡Se lo mostraré a Akane! La sorprenderé. Seré digna del linaje. Lili: —¡Estoy preparada, mami! Pero entonces, Jennifer se detiene. Su mirada se vacía. Algo —o alguien— la llama desde otro plano. Ayane lo nota al instante y me agarra de la mano. Un portal se abre con un susurro, y Jennifer desaparece sin despedirse. Ayane: —Tranquila, mi amor… no es grave. Esta tarde estaréis jugando en el campo de entrenamiento. Pero en el fondo, muy en el fondo, Ayane ya sabía que eso no iba a ocurrir. [Ayane_Ishtar] [queen_0] [akane_qi]
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  • “Más allá del acero”

    *Shinn estaba entrenando. El sonido del metal resonaba como un mantra. Cada vez que sus manos se aferraban a la barra, cada vez que sus músculos se tensaban para levantar su cuerpo, el mundo se reducía a un solo pensamiento: "¡Todavía puedo llegar más alto, aún puedo ser más fuerte, sé que puedo llegar más allá!"*

    *El sudor le escurría por la frente, mezclándose con la determinación que ardía en sus ojos rojos. No era solo entrenamiento. Era una promesa. A sí mismo, a quienes lo esperaban, a quienes ya no estaban. Cada repetición era una palabra no dicha, cada jadeo una confesión silenciosa.*

    *La camiseta gris se pegaba a su piel como una segunda capa de voluntad. Sentía el temblor en sus brazos, el ardor en sus hombros, pero no se detenía. Porque en ese instante, entre el esfuerzo y el dolor, algo más nacía: una versión de sí mismo que aún no existía, pero que estaba a punto de emerger.*

    *Y mientras el gimnasio se llenaba de ecos y sombras, él seguía ascendiendo. No por gloria. No por reconocimiento. Sino por esa voz interior que le decía, con cada latido: aún puedes más.*
    “Más allá del acero” *Shinn estaba entrenando. El sonido del metal resonaba como un mantra. Cada vez que sus manos se aferraban a la barra, cada vez que sus músculos se tensaban para levantar su cuerpo, el mundo se reducía a un solo pensamiento: "¡Todavía puedo llegar más alto, aún puedo ser más fuerte, sé que puedo llegar más allá!"* *El sudor le escurría por la frente, mezclándose con la determinación que ardía en sus ojos rojos. No era solo entrenamiento. Era una promesa. A sí mismo, a quienes lo esperaban, a quienes ya no estaban. Cada repetición era una palabra no dicha, cada jadeo una confesión silenciosa.* *La camiseta gris se pegaba a su piel como una segunda capa de voluntad. Sentía el temblor en sus brazos, el ardor en sus hombros, pero no se detenía. Porque en ese instante, entre el esfuerzo y el dolor, algo más nacía: una versión de sí mismo que aún no existía, pero que estaba a punto de emerger.* *Y mientras el gimnasio se llenaba de ecos y sombras, él seguía ascendiendo. No por gloria. No por reconocimiento. Sino por esa voz interior que le decía, con cada latido: aún puedes más.*
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  • El sol caía lento sobre los campos, tiñendo todo de naranja. El sudor le escurría por la espalda, marcando cada fibra tensada después de horas de entrenamiento. Había estado repitiendo los mismos movimientos una y otra vez, hasta que la respiración se volvió vapor y la espada pesaba el doble.
    Finalmente clavó la punta en el suelo, apoyándose un instante para recuperar el aire.

    — ¿Nunca viste a alguien entrenar en serio?

    Sus ojos verdes brillaban con el reflejo del atardecer. Levantó la espada de nuevo, girando la muñeca probandop su equilibrio.

    — Si tienes tiempo para mirar, podrías al menos traer agua…
    El sol caía lento sobre los campos, tiñendo todo de naranja. El sudor le escurría por la espalda, marcando cada fibra tensada después de horas de entrenamiento. Había estado repitiendo los mismos movimientos una y otra vez, hasta que la respiración se volvió vapor y la espada pesaba el doble. Finalmente clavó la punta en el suelo, apoyándose un instante para recuperar el aire. — ¿Nunca viste a alguien entrenar en serio? Sus ojos verdes brillaban con el reflejo del atardecer. Levantó la espada de nuevo, girando la muñeca probandop su equilibrio. — Si tienes tiempo para mirar, podrías al menos traer agua…
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  • --Terminando el entrenamiento. Pensando en tomar un café antes de todo el trabajo. Pero nunca se sabe quién podría entrar por la puerta para decirle algo.---
    --Terminando el entrenamiento. Pensando en tomar un café antes de todo el trabajo. Pero nunca se sabe quién podría entrar por la puerta para decirle algo.---
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