• //Escribir sobre la Infantería Móvil es interesantísimo...
    También aprovecho para expresar mi profunda gratitud a la señorita Alexandrina Sebastiane Darkness . En verdad le agradezco por la oportunidad de desarrollar el tema, y el excelente rol que me ha ofrecido...

    ELIOS

    *Aquella mujer ya parecía sospechosa, pero su respuesta la vuelve todavía más extraña. Y cuando ella dice mi nombre... Siento que se me erizan los pelos de la parte de atrás de la cabeza. ¿Cómo supo ella mi nombre?
    Recuerdo que el manual decía que algunos de los EBE (Entidades Biológicas Extraterrestres) tenían poderes telepáticos... Cosa nada agradable. Podían mirar dentro de la mente de los humanos, y engañarlos usando sus recuerdos más preciados en su contra...
    Sinceramente los alienígenas me aterraban aún. Pero había visto con mis propios ojos el caos que traían, y por eso me había alistado a la Infantería Móvil. Tenía fe en que la humanidad podía triunfar ante las dificultades...
    Pero ahora era más urgente lidiar con esta mujer, o hembra, en todo caso. La escucho hablar, recordando el entrenamiento... ¿Podía ser posible que un alienígena con poderes telepáticos se hubiera infiltrado hasta este punto?
    Sí. sí era posible...
    Recuerdo que el manual decía que, para lidiar con ese tipo de alien telepático, es más efectivo estar en grupo, porque así el alien tiene tantos recuerdos a su disposición, de parte del grupo de humanos al que se enfrenta, que pronto se ve sobrepasado... Como intentar llevar en brazos más cosas de las que caben en ellos. Pero por desgracia yo estaba solo...
    Sentí un sudor frío. Tenía que actuar rápido...*

    -En ese caso, si no es un enemigo o una amenaza, sólo puede tratarse de un civil...

    *Tenía que guardar la calma, e intentar confundirla pensando en muchas cosas a la vez... Aunque me sentía desnudo. Si esta hembra era un alien telepático, seguro ya sabía todo, ya había dado un buen vistazo en mis recuerdos...*

    -...y en ese caso, tratándose de un civil, como miembro de la Infantería Móvil sólo tengo el deber de protegerle...

    *De manera muy sutil había acercado mi mano derecha al arma que llevaba colgando en el cinturón. Recuerdo haber visto cuando era niño una película de vaqueros, esa especie de exploradores que viajan por el desierto en caballos y llevando pistolas... En esa película, las cosas se resolvían siempre con la velocidad para disparar. Quien disparara primero podía ganar los duelos... Y aunque me parecía una manera curiosa, incluso divertida, de arreglar las cosas, jamás me imaginé que viviría una situación similar. Si actuaba rápido y jalaba el gatillo, quizás podría mantener a raya a esta hembra...
    Pero si era telepático, ella ya sabía lo que iba a hacer. Era como arrojar una moneda al aire, apostar la vida con un solo disparo...
    Sostengo la mirada en sus ojos, pensando en todo lo que me es posible, en un esfuerzo por confundirle. Un juego de pelota con otros niños. Esa escena de vaqueros donde tres hombres están frente a frente, formando un triángulo entre las tumbas de un cementerio, vigilando los movimientos del otro, listos para disparar en cualquier momento... Una estrella que comía planetas. Una chica llorando y rogando a un compañero que no subiera a la nave que nos trajo aquí... Mi amigo y compañero Shinei, recibiéndome con una gran sonrisa al saber que me había enlistado...
    Pero sucede entonces algo que rompe mi concentración y mi temor. ¿Ella... acaba de decirme un nombre?*

    -¿Q...qué?

    *Aunque sean telepáticos, esos alienígenas no pueden usar cosas que no estén en tu cabeza. Y yo no he conocido nunca a una mujer con ese nombre...*

    -¿Entonces...? En...tonces…

    *Tal vez no sea un alien telepático, después de todo. Estoy completamente seguro que no conozco a nadie con ese nombre...*

    -¿Usted... Pertenece a las... Tropas Estacionarias... o a la policía local? Señorita...

    *Pero su última frase denuncia que el asunto que la ha traído aquí es algo grave.*

    -¿Algo que no debería... haber despertado? ¿A qué se refiere?

    *Quizás debería llevar a esta mujer con mi superior... Aunque, en este punto, creo que estoy un poco más a favor de pensar que sí es una mujer... Extraña, pero humana.*
    //Escribir sobre la Infantería Móvil es interesantísimo... También aprovecho para expresar mi profunda gratitud a la señorita [pulse_platinum_snake_580] . En verdad le agradezco por la oportunidad de desarrollar el tema, y el excelente rol que me ha ofrecido... ELIOS *Aquella mujer ya parecía sospechosa, pero su respuesta la vuelve todavía más extraña. Y cuando ella dice mi nombre... Siento que se me erizan los pelos de la parte de atrás de la cabeza. ¿Cómo supo ella mi nombre? Recuerdo que el manual decía que algunos de los EBE (Entidades Biológicas Extraterrestres) tenían poderes telepáticos... Cosa nada agradable. Podían mirar dentro de la mente de los humanos, y engañarlos usando sus recuerdos más preciados en su contra... Sinceramente los alienígenas me aterraban aún. Pero había visto con mis propios ojos el caos que traían, y por eso me había alistado a la Infantería Móvil. Tenía fe en que la humanidad podía triunfar ante las dificultades... Pero ahora era más urgente lidiar con esta mujer, o hembra, en todo caso. La escucho hablar, recordando el entrenamiento... ¿Podía ser posible que un alienígena con poderes telepáticos se hubiera infiltrado hasta este punto? Sí. sí era posible... Recuerdo que el manual decía que, para lidiar con ese tipo de alien telepático, es más efectivo estar en grupo, porque así el alien tiene tantos recuerdos a su disposición, de parte del grupo de humanos al que se enfrenta, que pronto se ve sobrepasado... Como intentar llevar en brazos más cosas de las que caben en ellos. Pero por desgracia yo estaba solo... Sentí un sudor frío. Tenía que actuar rápido...* -En ese caso, si no es un enemigo o una amenaza, sólo puede tratarse de un civil... *Tenía que guardar la calma, e intentar confundirla pensando en muchas cosas a la vez... Aunque me sentía desnudo. Si esta hembra era un alien telepático, seguro ya sabía todo, ya había dado un buen vistazo en mis recuerdos...* -...y en ese caso, tratándose de un civil, como miembro de la Infantería Móvil sólo tengo el deber de protegerle... *De manera muy sutil había acercado mi mano derecha al arma que llevaba colgando en el cinturón. Recuerdo haber visto cuando era niño una película de vaqueros, esa especie de exploradores que viajan por el desierto en caballos y llevando pistolas... En esa película, las cosas se resolvían siempre con la velocidad para disparar. Quien disparara primero podía ganar los duelos... Y aunque me parecía una manera curiosa, incluso divertida, de arreglar las cosas, jamás me imaginé que viviría una situación similar. Si actuaba rápido y jalaba el gatillo, quizás podría mantener a raya a esta hembra... Pero si era telepático, ella ya sabía lo que iba a hacer. Era como arrojar una moneda al aire, apostar la vida con un solo disparo... Sostengo la mirada en sus ojos, pensando en todo lo que me es posible, en un esfuerzo por confundirle. Un juego de pelota con otros niños. Esa escena de vaqueros donde tres hombres están frente a frente, formando un triángulo entre las tumbas de un cementerio, vigilando los movimientos del otro, listos para disparar en cualquier momento... Una estrella que comía planetas. Una chica llorando y rogando a un compañero que no subiera a la nave que nos trajo aquí... Mi amigo y compañero Shinei, recibiéndome con una gran sonrisa al saber que me había enlistado... Pero sucede entonces algo que rompe mi concentración y mi temor. ¿Ella... acaba de decirme un nombre?* -¿Q...qué? *Aunque sean telepáticos, esos alienígenas no pueden usar cosas que no estén en tu cabeza. Y yo no he conocido nunca a una mujer con ese nombre...* -¿Entonces...? En...tonces… *Tal vez no sea un alien telepático, después de todo. Estoy completamente seguro que no conozco a nadie con ese nombre...* -¿Usted... Pertenece a las... Tropas Estacionarias... o a la policía local? Señorita... *Pero su última frase denuncia que el asunto que la ha traído aquí es algo grave.* -¿Algo que no debería... haber despertado? ¿A qué se refiere? *Quizás debería llevar a esta mujer con mi superior... Aunque, en este punto, creo que estoy un poco más a favor de pensar que sí es una mujer... Extraña, pero humana.*
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  • El magma burbujeaba a su alrededor como si intentara devorarlo y finalmente tragárselo por completo. La presión, el calor, el sonido sordo de la tierra rugiendo desde sus entrañas… y en medio de todo eso, flotando con los brazos cruzados y el ceño fruncido, estaba Mark Grayson. La temperatura del magma alcanzaba fácilmente los 1,200 grados Celsius, una cifra que podría desintegrar cualquier materia orgánica en segundos. Pero gracias al cuerpo resistente que poseían los Viltrumitas, Mark pudo resistirlo con algo de dificultad. Después de todo era parte de su entrenamiento.

    —Siete minutos. —murmuró para sí mismo, contaba la cantidad de minutos que pasó sumergido allí. Apretó los dientes mientras una corriente particularmente intensa de lava le azotaba la espalda como una marea furiosa.

    Sus ojos estaban entrecerrados. No por el dolor, sino por la concentración. Cada segundo allí dentro contaba. Cada momento que su cuerpo resistía era una pequeña victoria más contra sus propios límites.

    —Vamos, Mark... —Apretó sus puños e hizo una notable expresión de dolor en su rostro, ya estaba empezando a sentir molestias en el cuerpo.

    Ya no lo hacía por demostrar nada a nadie. Cecil ni siquiera sabía de estas escapadas. Era su propio proyecto, su propio infierno autoimpuesto. Si quería estar listo; pero listo de verdad, tenía que llegar más lejos de lo que nadie esperaba. Incluso él mismo.

    El traje empezó a mostrar las marcas del castigo: algunas partes burbujeaban, otra estaba chamuscada como si alguien le hubiera acercado un soplete demasiado tiempo. Pero su piel apenas ardía.

    —¡Quince minutos! —dijo con un jadeo entre dientes mientras emergía de la lava como una sombra fundida en fuego.

    Ascendió rápidamente a la superficie, envuelto en una nube de vapor y cenizas, su cuerpo cubierto de residuos volcánicos que se desprendían como polvo brillante mientras salía al aire libre. El cráter humeaba detrás de él. Respiró hondo por primera vez desde que se sumergió.

    —De acuerdo, Art me odiará por pedirle 10 trajes más. —se dijo, entrecerrando los ojos ante la luz del cielo anaranjado.

    Se sacudió un poco su traje, alzó vuelo, y desapareció con un suspiro entre las nubes, dejando atrás aquel volcán activo que el cual solía utilizar para su entrenamiento.
    El magma burbujeaba a su alrededor como si intentara devorarlo y finalmente tragárselo por completo. La presión, el calor, el sonido sordo de la tierra rugiendo desde sus entrañas… y en medio de todo eso, flotando con los brazos cruzados y el ceño fruncido, estaba Mark Grayson. La temperatura del magma alcanzaba fácilmente los 1,200 grados Celsius, una cifra que podría desintegrar cualquier materia orgánica en segundos. Pero gracias al cuerpo resistente que poseían los Viltrumitas, Mark pudo resistirlo con algo de dificultad. Después de todo era parte de su entrenamiento. —Siete minutos. —murmuró para sí mismo, contaba la cantidad de minutos que pasó sumergido allí. Apretó los dientes mientras una corriente particularmente intensa de lava le azotaba la espalda como una marea furiosa. Sus ojos estaban entrecerrados. No por el dolor, sino por la concentración. Cada segundo allí dentro contaba. Cada momento que su cuerpo resistía era una pequeña victoria más contra sus propios límites. —Vamos, Mark... —Apretó sus puños e hizo una notable expresión de dolor en su rostro, ya estaba empezando a sentir molestias en el cuerpo. Ya no lo hacía por demostrar nada a nadie. Cecil ni siquiera sabía de estas escapadas. Era su propio proyecto, su propio infierno autoimpuesto. Si quería estar listo; pero listo de verdad, tenía que llegar más lejos de lo que nadie esperaba. Incluso él mismo. El traje empezó a mostrar las marcas del castigo: algunas partes burbujeaban, otra estaba chamuscada como si alguien le hubiera acercado un soplete demasiado tiempo. Pero su piel apenas ardía. —¡Quince minutos! —dijo con un jadeo entre dientes mientras emergía de la lava como una sombra fundida en fuego. Ascendió rápidamente a la superficie, envuelto en una nube de vapor y cenizas, su cuerpo cubierto de residuos volcánicos que se desprendían como polvo brillante mientras salía al aire libre. El cráter humeaba detrás de él. Respiró hondo por primera vez desde que se sumergió. —De acuerdo, Art me odiará por pedirle 10 trajes más. —se dijo, entrecerrando los ojos ante la luz del cielo anaranjado. Se sacudió un poco su traje, alzó vuelo, y desapareció con un suspiro entre las nubes, dejando atrás aquel volcán activo que el cual solía utilizar para su entrenamiento.
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  • Gimnasio público de South Town,
    10:43 PM.**

    •••••••••••••••••••

    El cielo estaba teñido de un azul profundo, apenas interrumpido por las luces parpadeantes de los rascacielos y el zumbido lejano del tráfico. La ciudad nunca dormía, pero ese rincón, en la cima del viejo gimnasio, parecía un refugio entre las sombras. Allí estaban, como tantas otras noches: **Terry Bogard**, sentado con la espalda contra el muro, y **Rock Howard**, de pie, transpirando tras una sesión intensa de entrenamiento.

    Terry bebió de una botella de agua y se la lanzó a Rock sin mirar. El joven la atrapó al vuelo.

    —Sigues bajando la guardia en los cruces de pierna —dijo Terry, sin levantar la voz—. Si eso hubiera sido un combate real, habrías terminado con la espalda contra el concreto.

    Rock bebió en silencio. Sus ojos celestes evitaban los de su mentor.

    —Ya lo sé… —gruñó—. Solo me desconcentré un segundo.

    Terry se puso de pie lentamente, estirando los brazos hacia el cielo. Sonrió. Su sombra, más ancha y firme que antes, proyectaba la silueta de un guerrero que ya había peleado demasiadas veces por cosas que no se pueden ver.

    —Un segundo es todo lo que necesita alguien como tu padre. —Lo dijo sin veneno, como una verdad inevitable—. Pero tú no eres él. Y eso es lo que intento enseñarte.

    Rock apretó la botella entre los dedos. Algo en su interior hervía cada vez que Geese era mencionado… pero cuando lo decía Terry, era distinto. No había juicio, ni resentimiento. Solo experiencia.

    —¿Y tú? —preguntó Rock, girando hacia él—. ¿Nunca pensaste en rendirte? En dejar South Town y este gimnasio lleno de humedad... ¿y todo lo demás?

    Terry lo miró en silencio. Sus ojos, aunque amables, tenían esa chispa indomable que nunca lo había abandonado.

    —Muchas veces —admitió—. Especialmente cuando creía que nada iba a cambiar. Pero luego apareciste tú, con ese cabello de tu viejo y esa mirada de "quiero ser mejor que todos". Y entendí que no podía irme.

    Terry se acercó, deteniéndose a solo unos pasos de Rock. Le puso una mano en el hombro.

    —No estás solo, Rock. Aunque a veces parezca que sí. No importa lo que digan, ni de dónde vienes. Eres tú quien decide en qué te conviertes.

    Rock bajó la cabeza, con el orgullo hecho un nudo en la garganta.

    —Lo sé. Y por eso… por eso quiero ser fuerte. Pero no para vencer a mi padre. Quiero ser fuerte para proteger lo que tú me diste.

    Terry sonrió, esa sonrisa franca, que tenía algo de hermano mayor, algo de padre, y mucho de guerrero.

    —Entonces estamos en el camino correcto.

    Se giró, caminando hacia las escaleras.

    —Mañana a las seis. Si no estás arriba antes que el sol, te haré correr descalzo por la costanera.

    —¡Eso es tortura, no entrenamiento! —gritó Rock, alzando una ceja.

    —¡Entonces levántate temprano! —respondió Terry, con una risa que se perdió en el eco del concreto.

    Y por un instante, el viejo lobo y su cachorro compartieron algo más fuerte que sangre: un lazo forjado en sudor, respeto y voluntad.
    South Town, con toda su podredumbre, aún tenía algo puro. Algo que valía la pena proteger.
    Gimnasio público de South Town, 10:43 PM.** ••••••••••••••••••• El cielo estaba teñido de un azul profundo, apenas interrumpido por las luces parpadeantes de los rascacielos y el zumbido lejano del tráfico. La ciudad nunca dormía, pero ese rincón, en la cima del viejo gimnasio, parecía un refugio entre las sombras. Allí estaban, como tantas otras noches: **Terry Bogard**, sentado con la espalda contra el muro, y **Rock Howard**, de pie, transpirando tras una sesión intensa de entrenamiento. Terry bebió de una botella de agua y se la lanzó a Rock sin mirar. El joven la atrapó al vuelo. —Sigues bajando la guardia en los cruces de pierna —dijo Terry, sin levantar la voz—. Si eso hubiera sido un combate real, habrías terminado con la espalda contra el concreto. Rock bebió en silencio. Sus ojos celestes evitaban los de su mentor. —Ya lo sé… —gruñó—. Solo me desconcentré un segundo. Terry se puso de pie lentamente, estirando los brazos hacia el cielo. Sonrió. Su sombra, más ancha y firme que antes, proyectaba la silueta de un guerrero que ya había peleado demasiadas veces por cosas que no se pueden ver. —Un segundo es todo lo que necesita alguien como tu padre. —Lo dijo sin veneno, como una verdad inevitable—. Pero tú no eres él. Y eso es lo que intento enseñarte. Rock apretó la botella entre los dedos. Algo en su interior hervía cada vez que Geese era mencionado… pero cuando lo decía Terry, era distinto. No había juicio, ni resentimiento. Solo experiencia. —¿Y tú? —preguntó Rock, girando hacia él—. ¿Nunca pensaste en rendirte? En dejar South Town y este gimnasio lleno de humedad... ¿y todo lo demás? Terry lo miró en silencio. Sus ojos, aunque amables, tenían esa chispa indomable que nunca lo había abandonado. —Muchas veces —admitió—. Especialmente cuando creía que nada iba a cambiar. Pero luego apareciste tú, con ese cabello de tu viejo y esa mirada de "quiero ser mejor que todos". Y entendí que no podía irme. Terry se acercó, deteniéndose a solo unos pasos de Rock. Le puso una mano en el hombro. —No estás solo, Rock. Aunque a veces parezca que sí. No importa lo que digan, ni de dónde vienes. Eres tú quien decide en qué te conviertes. Rock bajó la cabeza, con el orgullo hecho un nudo en la garganta. —Lo sé. Y por eso… por eso quiero ser fuerte. Pero no para vencer a mi padre. Quiero ser fuerte para proteger lo que tú me diste. Terry sonrió, esa sonrisa franca, que tenía algo de hermano mayor, algo de padre, y mucho de guerrero. —Entonces estamos en el camino correcto. Se giró, caminando hacia las escaleras. —Mañana a las seis. Si no estás arriba antes que el sol, te haré correr descalzo por la costanera. —¡Eso es tortura, no entrenamiento! —gritó Rock, alzando una ceja. —¡Entonces levántate temprano! —respondió Terry, con una risa que se perdió en el eco del concreto. Y por un instante, el viejo lobo y su cachorro compartieron algo más fuerte que sangre: un lazo forjado en sudor, respeto y voluntad. South Town, con toda su podredumbre, aún tenía algo puro. Algo que valía la pena proteger.
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  • Comenzado en dia, primero con un entrenamiento.
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  • El sol matinal caía suavemente sobre los árboles, dejando rayos dorados entre las ramas y avivando el color dorado de los cabellos de Annabeth. Estaba junto al campo de batalla improvisado, con su camiseta del Campamento Mestizo empapada de sudor tras el entrenamiento. Con una sonrisa en los labios y el cabello recogido de forma despreocupada, mordía el cordón de su collar de cuentas mientras se miraba en dirección a tí.

    —Muy buenos días— Saludó sin dejar de atarse el cabello— Lástima que el entrenamiento ha acabado, pero ven, podemos ir a desayunar.

    En su voz resonaba la energía con la que ese día había despertado.
    El sol matinal caía suavemente sobre los árboles, dejando rayos dorados entre las ramas y avivando el color dorado de los cabellos de Annabeth. Estaba junto al campo de batalla improvisado, con su camiseta del Campamento Mestizo empapada de sudor tras el entrenamiento. Con una sonrisa en los labios y el cabello recogido de forma despreocupada, mordía el cordón de su collar de cuentas mientras se miraba en dirección a tí. —Muy buenos días— Saludó sin dejar de atarse el cabello— Lástima que el entrenamiento ha acabado, pero ven, podemos ir a desayunar. En su voz resonaba la energía con la que ese día había despertado.
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  • Dan ganas de relajarse luego de un día completo de entrenamiento.....
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  • ¿Me extrañaron?
    Al menos digan que sí, un poquitín hehe ~ ♡

    Buenos dias.
    He acabado por hoy mi entrenamiento.
    Aún no me decido qué desayunar.
    ¿Me extrañaron? Al menos digan que sí, un poquitín hehe ~ ♡ Buenos dias. He acabado por hoy mi entrenamiento. Aún no me decido qué desayunar.
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  • Academi San Vladimir
    Fandom Academia De Vampiros
    Categoría Original
    10:00 AM – En los bosques profundos de Montana

    Los pasos de mis botas resonaban a lo largo del pasillo sombrío de aquel lugar. El sol ya estaba en su pleno apogeo, pero, a diferencia de las personas normales, debía caminar con extremo cuidado. El sueño era algo sagrado, y más aún para un Moroi, la realeza vampírica del siglo XXI.

    Ajusté mi bolso de gimnasio y doblé la siguiente esquina a la derecha. Caminé por el campus, pisando el pasto verde mientras algunos pájaros piaban, posándose en los árboles frutales. Un cuervo negro de ojos sangre se posó en el alféizar de una ventana cercana, lanzando un graznido.

    Saqué un poco de maíz de mi bolso, colocándolo cerca de su lugar.

    —No me mires así, ni siquiera debería estar aquí. —Sacudí mis manos y avancé a paso firme hasta entrar al gimnasio.

    Dejé caer mi bolso en aquel piso pulido de madera y tomé un vendaje del bol, envolviendo mis manos para comenzar el entrenamiento.

    «Vampiros del siglo XXI con magia, pero tan frágiles como una hoja de papel...» —pensé, dejando escapar una risita burlona mientras hacía mis estiramientos.

    Tomé una postura firme cuando, de repente, sentí algo aproximarse. Elevando mi pierna derecha, moví mi cuerpo en la dirección contraria al objeto próximo. Una bola de fuego pasó a mi lado.

    —No deberías tener esos pensamientos, pequeña dhampir...
    📍 10:00 AM – En los bosques profundos de Montana Los pasos de mis botas resonaban a lo largo del pasillo sombrío de aquel lugar. El sol ya estaba en su pleno apogeo, pero, a diferencia de las personas normales, debía caminar con extremo cuidado. El sueño era algo sagrado, y más aún para un Moroi, la realeza vampírica del siglo XXI. Ajusté mi bolso de gimnasio y doblé la siguiente esquina a la derecha. Caminé por el campus, pisando el pasto verde mientras algunos pájaros piaban, posándose en los árboles frutales. Un cuervo negro de ojos sangre se posó en el alféizar de una ventana cercana, lanzando un graznido. Saqué un poco de maíz de mi bolso, colocándolo cerca de su lugar. —No me mires así, ni siquiera debería estar aquí. —Sacudí mis manos y avancé a paso firme hasta entrar al gimnasio. Dejé caer mi bolso en aquel piso pulido de madera y tomé un vendaje del bol, envolviendo mis manos para comenzar el entrenamiento. «Vampiros del siglo XXI con magia, pero tan frágiles como una hoja de papel...» —pensé, dejando escapar una risita burlona mientras hacía mis estiramientos. Tomé una postura firme cuando, de repente, sentí algo aproximarse. Elevando mi pierna derecha, moví mi cuerpo en la dirección contraria al objeto próximo. Una bola de fuego pasó a mi lado. —No deberías tener esos pensamientos, pequeña dhampir...
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  • El viento soplaba con fuerza sobre la plataforma de arena, levantando una fina nube de polvo que se arremolinaba alrededor de los dos combatientes. **Takeru se paró firme, con el corazón latiendo a mil por hora, pero con la mente clara, gracias a las palabras de aquella persona, por fin lo comprendió.** Esta no era solo una pelea más; era la prueba definitiva de su crecimiento. **Todo su entrenamiento, todo el legado del Estilo Niko y su destreza como Out-Boxer, lo habían traído hasta aquí.**

    Frente a él, Yun Sekibayashi se erguía como un coloso indomable. **Un titán del puroresu**, su musculatura imponente contrastaba con su eterna sonrisa confiada.

    "¡Venga, Takeru! ¡Vamos a hacer que esta pelea sea legendaria!"

    Sin referí, sin reglas, sin margen para errores. **Solo fuerza, habilidad y voluntad.**

    El choque comenzó de inmediato. **Sekibayashi avanzó con su Lariat devastador, buscando terminar la pelea en un solo golpe.** Pero Takeru reaccionó con la velocidad de un relámpago, inclinando su cuerpo hacia atrás y dejando que el enorme brazo de Yun pasara por encima de su cabeza.

    En un instante, Takeru contraatacó con un **Puño Relámpago del Estilo Niko**, dirigido al hígado del gigante.

    ¡BAM!

    Sekibayashi gruñó y retrocedió un paso, pero su sonrisa se ensanchó aún más. "¡Buen golpe, pero no suficiente!"

    Sin darle respiro, **Sekibayashi se abalanzó sobre él con un Bear Hug brutal**. Su abrazo era como el de una pitón, aplastando las costillas de Takeru con una fuerza descomunal.

    Takeru sintió la presión sofocante, pero su mente se mantuvo fría. **Recordó las enseñanzas del Estilo Niko.** En lugar de resistirse, relajó su cuerpo por un instante, y con un giro preciso, colocó su pierna entre las de Sekibayashi y utilizó un **Lanzamiento de Flujo** para liberarse.

    El titán perdió el equilibrio y **por primera vez cayó de rodillas**.

    El público que rodeaba la plataforma enloqueció.

    Sekibayashi golpeó el suelo con un puño y se levantó con una risa feroz. "¡Esto es lo que esperaba de ti, Takeru!"

    Se sacudió el polvo y volvió a la carga. Esta vez, su velocidad era aún mayor. **Un titán en movimiento, con fuerza y técnica depuradas.**

    **Takeru cerró los puños. No podía fallar.**

    Cuando Sekibayashi se acercó, **Takeru activó su Posesión.** Su mirada cambió, su instinto asesino se elevó al máximo y su cuerpo se movió con una fluidez sobrenatural.

    **Takeru desapareció de la vista del gigante.**

    Antes de que Sekibayashi pudiera reaccionar, **un directo al rostro lo hizo tambalear.**

    ¡BAM!

    Aprovechando su destreza como Out-Boxer, **Takeru encadenó un uno-dos relampagueante**, esquivando con un impecable juego de pies y castigando cada abertura en la defensa del titán.

    Pero Sekibayashi no caía.

    Con un rugido, **lanzó un cabezazo devastador.**

    ¡CRACK!

    Takeru tambaleó, su visión se nubló por un instante. Sekibayashi lo atrapó por los hombros y, con una fuerza titánica, **lo levantó por los aires antes de estrellarlo contra la arena con un Suplex brutal.**

    Un cráter se formó en la plataforma.

    El silencio se apoderó del lugar.

    Por un momento, todo parecía acabado.

    Pero entonces, la arena comenzó a moverse.

    Takeru **se levantó lentamente, con la mirada ardiente y una sonrisa en el rostro.**

    "Eso… fue fuerte."

    Sekibayashi soltó una carcajada. "¡Sigues de pie! ¡Así me gusta!"

    Takeru tomó aire y adoptó su última postura. **El modo Demoniaco del Estilo Niko.**

    Sus músculos se relajaron, su cuerpo fluía como el agua, pero su intención asesina se elevó al máximo. **Era el punto culminante de todo su entrenamiento.**

    Sekibayashi lo sintió. Por primera vez en la pelea, su sonrisa se desvaneció.

    "Ah… esto sí que será un infierno."

    Takeru desapareció de su vista.

    Un instante después, **un golpe brutal impactó la mandíbula del coloso.**

    ¡BAM!

    Yun retrocedió.

    Takeru apareció a su costado y lanzó un **golpe al hígado**, seguido de una patada giratoria al cuello.

    El cuerpo de Sekibayashi comenzó a ceder.

    Con un último aliento, **Takeru reunió toda su fuerza en un solo golpe**.

    Un puñetazo fulminante al mentón.

    El impacto resonó en toda la arena.

    **Sekibayashi cayó de espaldas.**

    El polvo se asentó lentamente mientras el coloso yacía inmóvil en la arena.

    No hubo cuenta.

    No hubo referí.

    **Solo la brutal verdad del combate.**

    Takeru, con el pecho agitado, permaneció de pie. **Había ganado.**

    Sekibayashi, aún en el suelo, comenzó a reír. "¡Eres un monstruo, Takeru…! ¡Ve y gana esa final!"

    Takeru solo asintió. No había tiempo para celebraciones.

    **La verdadera batalla aún lo esperaba.**
    El viento soplaba con fuerza sobre la plataforma de arena, levantando una fina nube de polvo que se arremolinaba alrededor de los dos combatientes. **Takeru se paró firme, con el corazón latiendo a mil por hora, pero con la mente clara, gracias a las palabras de aquella persona, por fin lo comprendió.** Esta no era solo una pelea más; era la prueba definitiva de su crecimiento. **Todo su entrenamiento, todo el legado del Estilo Niko y su destreza como Out-Boxer, lo habían traído hasta aquí.** Frente a él, Yun Sekibayashi se erguía como un coloso indomable. **Un titán del puroresu**, su musculatura imponente contrastaba con su eterna sonrisa confiada. "¡Venga, Takeru! ¡Vamos a hacer que esta pelea sea legendaria!" Sin referí, sin reglas, sin margen para errores. **Solo fuerza, habilidad y voluntad.** El choque comenzó de inmediato. **Sekibayashi avanzó con su Lariat devastador, buscando terminar la pelea en un solo golpe.** Pero Takeru reaccionó con la velocidad de un relámpago, inclinando su cuerpo hacia atrás y dejando que el enorme brazo de Yun pasara por encima de su cabeza. En un instante, Takeru contraatacó con un **Puño Relámpago del Estilo Niko**, dirigido al hígado del gigante. ¡BAM! Sekibayashi gruñó y retrocedió un paso, pero su sonrisa se ensanchó aún más. "¡Buen golpe, pero no suficiente!" Sin darle respiro, **Sekibayashi se abalanzó sobre él con un Bear Hug brutal**. Su abrazo era como el de una pitón, aplastando las costillas de Takeru con una fuerza descomunal. Takeru sintió la presión sofocante, pero su mente se mantuvo fría. **Recordó las enseñanzas del Estilo Niko.** En lugar de resistirse, relajó su cuerpo por un instante, y con un giro preciso, colocó su pierna entre las de Sekibayashi y utilizó un **Lanzamiento de Flujo** para liberarse. El titán perdió el equilibrio y **por primera vez cayó de rodillas**. El público que rodeaba la plataforma enloqueció. Sekibayashi golpeó el suelo con un puño y se levantó con una risa feroz. "¡Esto es lo que esperaba de ti, Takeru!" Se sacudió el polvo y volvió a la carga. Esta vez, su velocidad era aún mayor. **Un titán en movimiento, con fuerza y técnica depuradas.** **Takeru cerró los puños. No podía fallar.** Cuando Sekibayashi se acercó, **Takeru activó su Posesión.** Su mirada cambió, su instinto asesino se elevó al máximo y su cuerpo se movió con una fluidez sobrenatural. **Takeru desapareció de la vista del gigante.** Antes de que Sekibayashi pudiera reaccionar, **un directo al rostro lo hizo tambalear.** ¡BAM! Aprovechando su destreza como Out-Boxer, **Takeru encadenó un uno-dos relampagueante**, esquivando con un impecable juego de pies y castigando cada abertura en la defensa del titán. Pero Sekibayashi no caía. Con un rugido, **lanzó un cabezazo devastador.** ¡CRACK! Takeru tambaleó, su visión se nubló por un instante. Sekibayashi lo atrapó por los hombros y, con una fuerza titánica, **lo levantó por los aires antes de estrellarlo contra la arena con un Suplex brutal.** Un cráter se formó en la plataforma. El silencio se apoderó del lugar. Por un momento, todo parecía acabado. Pero entonces, la arena comenzó a moverse. Takeru **se levantó lentamente, con la mirada ardiente y una sonrisa en el rostro.** "Eso… fue fuerte." Sekibayashi soltó una carcajada. "¡Sigues de pie! ¡Así me gusta!" Takeru tomó aire y adoptó su última postura. **El modo Demoniaco del Estilo Niko.** Sus músculos se relajaron, su cuerpo fluía como el agua, pero su intención asesina se elevó al máximo. **Era el punto culminante de todo su entrenamiento.** Sekibayashi lo sintió. Por primera vez en la pelea, su sonrisa se desvaneció. "Ah… esto sí que será un infierno." Takeru desapareció de su vista. Un instante después, **un golpe brutal impactó la mandíbula del coloso.** ¡BAM! Yun retrocedió. Takeru apareció a su costado y lanzó un **golpe al hígado**, seguido de una patada giratoria al cuello. El cuerpo de Sekibayashi comenzó a ceder. Con un último aliento, **Takeru reunió toda su fuerza en un solo golpe**. Un puñetazo fulminante al mentón. El impacto resonó en toda la arena. **Sekibayashi cayó de espaldas.** El polvo se asentó lentamente mientras el coloso yacía inmóvil en la arena. No hubo cuenta. No hubo referí. **Solo la brutal verdad del combate.** Takeru, con el pecho agitado, permaneció de pie. **Había ganado.** Sekibayashi, aún en el suelo, comenzó a reír. "¡Eres un monstruo, Takeru…! ¡Ve y gana esa final!" Takeru solo asintió. No había tiempo para celebraciones. **La verdadera batalla aún lo esperaba.**
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  • ### **La Revelación de Takeru**

    El crujido aún resonaba en su cabeza.

    Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar.

    **El golpe.**

    Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación.

    Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño.

    El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado.

    Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano.

    —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado.

    El pensamiento le caló hondo.

    Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival.

    En este torneo no existía la compasión.

    Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno.

    **¿Podría hacerlo?**

    Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea?

    Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado.

    —Si dudo… moriré.

    Susurró para sí mismo.

    El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte.

    Inspiró hondo y dejó caer la piedra.

    Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente.

    Y lo más inquietante…

    Es que ahora sabía que podía hacerlo.
    ### **La Revelación de Takeru** El crujido aún resonaba en su cabeza. Takeru estaba de pie en medio del bosque, con el torso desnudo, el sudor escurriendo por su piel mientras su respiración aún se mantenía agitada tras una sesión intensa de entrenamiento. A su alrededor, los árboles se mecían suavemente con el viento, el río murmuraba en la distancia, y el aroma a tierra húmeda lo envolvía. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar. **El golpe.** Ese último cross que había conectado en el rostro de Harold Smith, su oponente en la pelea de clasificación. Un movimiento limpio, preciso, ejecutado con la técnica impecable de un out-boxer. Pero lo que lo perturbaba no era su perfección… sino la sensación. Sintió los huesos rompiéndose bajo su puño. El canadiense había caído como un muñeco de trapo, su rostro deformado por el impacto. No se movía. Por un instante, Takeru había pensado que lo había matado. Se llevó la mano derecha al rostro y observó sus nudillos vendados, aún con rastros de la sangre seca de la pelea. Nunca antes había sentido algo así. Había golpeado cientos de veces en su vida, había lastimado a muchos hombres en el ring, pero jamás con esta brutalidad. Nunca había sentido que su puño tenía el poder de arrebatarle la vida a otro ser humano. —Si no hubiera frenado un poco… lo habría matado. El pensamiento le caló hondo. Recordó la mirada de su oponente. Harold Smith había entrado en ese almacén con una sola intención: matarlo. No había titubeado, no había mostrado piedad. Cada patada, cada movimiento, cada respiración suya estaba encaminada a la eliminación total de su rival. En este torneo no existía la compasión. Takeru tomó una piedra cercana y la apretó con fuerza. Sus dedos se hundieron en la superficie rugosa mientras la presión aumentaba. A su alrededor, la naturaleza seguía su curso, indiferente a su conflicto interno. **¿Podría hacerlo?** Si llegaba el momento… si un rival lo acorralaba, si la única opción era acabar con él antes de que lo hicieran con él… ¿Sería capaz de cruzar esa línea? Recordó el miedo en los ojos de Harold en ese último instante, cuando su puño se acercaba, cuando su destino ya estaba sellado. —Si dudo… moriré. Susurró para sí mismo. El Torneo Kengan no era un juego. No era un cuadrilátero con reglas y árbitros. Aquí, la única ley era la victoria, y la derrota podía significar la muerte. Inspiró hondo y dejó caer la piedra. Matar nunca había sido su propósito. Su boxeo no se trataba de asesinar, sino de superar. De demostrar que era el mejor, de pulir su técnica hasta la perfección. Pero este mundo no respetaba ideales. Si quería sobrevivir, si quería ganar, tenía que estar preparado para tomar la vida de su oponente. Y lo más inquietante… Es que ahora sabía que podía hacerlo.
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