—Era un día brillante en el País de las Maravillas, con el sol asomándose entre las nubes. Damon, con una sonrisa traviesa, deambulaba por un sendero cubierto de flores multicolores, sosteniendo con un dedo una brillante corona que, aunque relucía con orgullo, claramente no le pertenecía.—
"¡Miren, miren! ¡Soy el rey del País de las Maravillas!"
—exclama con un tono dramático mientras hacia girar la corona entre sus manos—.
"O quizás la reina... ¡Oh, las decisiones son tan difíciles!"
—Se coloca la corona en la cabeza, y su sonrisa se amplía aún más. Al girar, se siente como si fuera el centro de atención en una corte llena de personajes excéntricos.—
"Atención, súbditos de esta tierra de locura. Hoy, el Gato de Cheshire, ahora autoproclamado Rey, decreta que todos los días son días de no cumpleaños. ¡Y los chistes malos son obligatorios!"
—Con cada paso que da, la corona se balancea de un lado a otro, brillando como si estuviera destinada a estar en una cabeza real. Se detiene y hace una reverencia exagerada, como si realmente tuviera súbditos que lo aclamaran.—
"La Reina Roja se volvería loca si supiera que estoy jugando con su corona. ¿Pero qué es una buena aventura sin un poco de riesgo, verdad?"
—Sigue deambulando, haciendo girar la corona en su dedo como si fuera un truco de magia, y sus ojos brillan con un poco de picardía.—
"Ahora, solo tengo que asegurarme de que no se interponga en mi camino, porque cuando la Reina Roja se entere... ¡vaya que se pondrá roja! Pero, ¿quién podría resistirse a un poco de diversión?"
—Se detiene repentinamente y se inclina hacia un grupo de flores que parecen escucharlo atentamente.—
"¿Alguna de ustedes ha visto a la Reina Roja? No quiero que me agarre con esta belleza en la cabeza."
—Las flores, por supuesto, no le prestan atencón mas embrascadas en ver sus petalos, pero Damon continúo con su actuación—
"Bien, bien, las flores no son chismosas... ¡Todavía!"
—De repente, escucha un ruido y, en un instante de pánico, se quita la corona y la esconde detrás de su espalda, tratando de parecer inocente.—
"Oh, ¿qué es eso? No, no tengo nada que pueda desatar la furia de la reina... "
—Con un último guiño a las flores, Damon desaparece entre los arbustos, dejando atrás solo la eco de su risa y la corona brillando a la luz del sol, como si ya estuviera preparándose para su próximo juego.—
—Era un día brillante en el País de las Maravillas, con el sol asomándose entre las nubes. Damon, con una sonrisa traviesa, deambulaba por un sendero cubierto de flores multicolores, sosteniendo con un dedo una brillante corona que, aunque relucía con orgullo, claramente no le pertenecía.—
"¡Miren, miren! ¡Soy el rey del País de las Maravillas!"
—exclama con un tono dramático mientras hacia girar la corona entre sus manos—.
"O quizás la reina... ¡Oh, las decisiones son tan difíciles!"
—Se coloca la corona en la cabeza, y su sonrisa se amplía aún más. Al girar, se siente como si fuera el centro de atención en una corte llena de personajes excéntricos.—
"Atención, súbditos de esta tierra de locura. Hoy, el Gato de Cheshire, ahora autoproclamado Rey, decreta que todos los días son días de no cumpleaños. ¡Y los chistes malos son obligatorios!"
—Con cada paso que da, la corona se balancea de un lado a otro, brillando como si estuviera destinada a estar en una cabeza real. Se detiene y hace una reverencia exagerada, como si realmente tuviera súbditos que lo aclamaran.—
"La Reina Roja se volvería loca si supiera que estoy jugando con su corona. ¿Pero qué es una buena aventura sin un poco de riesgo, verdad?"
—Sigue deambulando, haciendo girar la corona en su dedo como si fuera un truco de magia, y sus ojos brillan con un poco de picardía.—
"Ahora, solo tengo que asegurarme de que no se interponga en mi camino, porque cuando la Reina Roja se entere... ¡vaya que se pondrá roja! Pero, ¿quién podría resistirse a un poco de diversión?"
—Se detiene repentinamente y se inclina hacia un grupo de flores que parecen escucharlo atentamente.—
"¿Alguna de ustedes ha visto a la Reina Roja? No quiero que me agarre con esta belleza en la cabeza."
—Las flores, por supuesto, no le prestan atencón mas embrascadas en ver sus petalos, pero Damon continúo con su actuación—
"Bien, bien, las flores no son chismosas... ¡Todavía!"
—De repente, escucha un ruido y, en un instante de pánico, se quita la corona y la esconde detrás de su espalda, tratando de parecer inocente.—
"Oh, ¿qué es eso? No, no tengo nada que pueda desatar la furia de la reina... "
—Con un último guiño a las flores, Damon desaparece entre los arbustos, dejando atrás solo la eco de su risa y la corona brillando a la luz del sol, como si ya estuviera preparándose para su próximo juego.—