- FICROL
-
- ROLEPLAY
-
-
-
-
- EXPLORAR
-
-
-
-
-
ragazza italiana
- Categorías de rol
Acción , Aventura , Comedia , Contemporáneo , Drama , Romance , Slice of Life , Suspenso , Original , Terror
-
Y si de pronto me acelero
Y te repito que te quiero,
Es verdad.
Que si en tu piel sobra consuelo,
¿Para que quiero ir al cielo?Y si de pronto me acelero Y te repito que te quiero, Es verdad. Que si en tu piel sobra consuelo, ¿Para que quiero ir al cielo?¡Inicia sesión para reaccionar, comentar y compartir! - Carmina empujó las puertas de la tienda de conveniencia con una mezcla de alivio y culpa. No era que trabajar en el negocio de su abuela fuera un problema; de hecho, disfrutaba de las horas atendiendo a los clientes habituales y ayudando a mantener viva la tradición familiar. Pero últimamente, algo dentro de ella había estado inquieto, un deseo por explorar quién era más allá de los estantes de productos y las historias de los clientes de siempre.
Ese día, después de asegurarse de que su abuela tuviera todo bajo control, Carmina decidió aprovechar su único día libre de la semana. Se colocó un suéter ligero, agarró su libro más reciente y salió a las calles soleadas de su barrio con una dirección en mente: un pequeño café que había visto en Instagram, famoso por sus mesas junto a la ventana y su ambiente tranquilo.
Al llegar, sintió que el nombre era perfecto. Era un local pequeño, con paredes cubiertas de ladrillo a la vista, estanterías repletas de libros antiguos y una barra que emanaba el dulce aroma del café recién hecho.
Illyiv DrakovCarmina empujó las puertas de la tienda de conveniencia con una mezcla de alivio y culpa. No era que trabajar en el negocio de su abuela fuera un problema; de hecho, disfrutaba de las horas atendiendo a los clientes habituales y ayudando a mantener viva la tradición familiar. Pero últimamente, algo dentro de ella había estado inquieto, un deseo por explorar quién era más allá de los estantes de productos y las historias de los clientes de siempre. Ese día, después de asegurarse de que su abuela tuviera todo bajo control, Carmina decidió aprovechar su único día libre de la semana. Se colocó un suéter ligero, agarró su libro más reciente y salió a las calles soleadas de su barrio con una dirección en mente: un pequeño café que había visto en Instagram, famoso por sus mesas junto a la ventana y su ambiente tranquilo. Al llegar, sintió que el nombre era perfecto. Era un local pequeño, con paredes cubiertas de ladrillo a la vista, estanterías repletas de libros antiguos y una barra que emanaba el dulce aroma del café recién hecho. [Illyivdrakov00] - Canta corazón.
Que mis ojos ya lo vieron por ahí;
Que he soñado con su risa;
Que he pasado por su casa;
Que ha venido porque quiere ser feliz.Canta corazón. Que mis ojos ya lo vieron por ahí; Que he soñado con su risa; Que he pasado por su casa; Que ha venido porque quiere ser feliz. - El sol apenas despuntaba cuando Carmina giró el cartel de "Cerrado" a "Abierto" en la puerta de su pequeña tienda de conveniencia. Aún somnolienta, encendió las luces, iluminando los estantes llenos de artículos esenciales, desde cajas de cereales hasta baterías olvidadas por los apurados vecinos.
Con un trapo húmedo en mano, empezó por limpiar el mostrador donde descansaba la caja registradora, un viejo aparato que ocasionalmente se rebelaba con pitidos inesperados. Luego, se dirigió a las neveras, reorganizando las botellas de agua y refrescos para que sus etiquetas quedaran perfectamente alineadas. "Un detalle insignificante, pero todo cuenta", pensó mientras ajustaba la última botella.
El pasillo de los snacks requería atención especial. Acomodó las bolsas de papas fritas que parecían haber librado una batalla nocturna y revisó las fechas de caducidad, apartando las que pronto expirarían.
Cuando todo estuvo en su lugar, Carmina se sirvió un café de la máquina al fondo y suspiró, satisfecha. Otro día comenzaba, y estaba lista para recibirlo.
El sol apenas despuntaba cuando Carmina giró el cartel de "Cerrado" a "Abierto" en la puerta de su pequeña tienda de conveniencia. Aún somnolienta, encendió las luces, iluminando los estantes llenos de artículos esenciales, desde cajas de cereales hasta baterías olvidadas por los apurados vecinos. Con un trapo húmedo en mano, empezó por limpiar el mostrador donde descansaba la caja registradora, un viejo aparato que ocasionalmente se rebelaba con pitidos inesperados. Luego, se dirigió a las neveras, reorganizando las botellas de agua y refrescos para que sus etiquetas quedaran perfectamente alineadas. "Un detalle insignificante, pero todo cuenta", pensó mientras ajustaba la última botella. El pasillo de los snacks requería atención especial. Acomodó las bolsas de papas fritas que parecían haber librado una batalla nocturna y revisó las fechas de caducidad, apartando las que pronto expirarían. Cuando todo estuvo en su lugar, Carmina se sirvió un café de la máquina al fondo y suspiró, satisfecha. Otro día comenzaba, y estaba lista para recibirlo. - Soy ese beso que se da sin que se pueda comentar.
Soy ese nombre que jamás, fuera de aquí, pronunciarás.
Soy ese amor que negarás para salvar tu dignidad.
Soy lo prohibido. ♫Soy ese beso que se da sin que se pueda comentar. Soy ese nombre que jamás, fuera de aquí, pronunciarás. Soy ese amor que negarás para salvar tu dignidad. Soy lo prohibido. ♫ - La lámpara del tocador proyectaba una cálida luz amarilla sobre el cuarto de Carmina. Sentada frente al espejo, su cabello rizado caía en cascadas rebeldes, aún húmedo por el rocío del atomizador. Dividió los mechones con cuidado, dejando que el peine de dientes anchos resbalara entre ellos mientras aplicaba la crema para definir rizos. Aquel ritual nocturno, que siempre la tranquilizaba, esta vez no lograba acallar los pensamientos que bullían en su mente.
El amor.
Carmina suspiró, sus ojos perdiéndose en su reflejo. En su pecho se revolvía una mezcla de anhelo y duda, una tensión que la hacía preguntarse si algún día alguien podría estar a la altura de lo que ella imaginaba. "¿Y si pido demasiado? ¿Y si mis ideas son solo cuentos que me vendí a mí misma?"
Sus dedos se detuvieron por un momento, recordando las palabras de su abuela Lucia. La imagen de la anciana se formó con claridad en su mente: el cabello canoso recogido con elegancia, el rostro lleno de arrugas que parecían trazos de una historia bien vivida, y la voz firme que siempre llevaba un tinte de dulzura.
—Carmina, il cuore non si accontenta di favole, ma di realtà, —le había dicho una vez Lucia, mientras tejía con paciencia en el jardín.
De niña, esas palabras habían parecido contradictorias. ¿Qué significaba amar en "realidad"? Para Carmina, el amor siempre había sido algo grande, mágico, como los romances de los libros que leía hasta la madrugada. Pero para Lucia, el amor era... diferente.
"El amor no siempre llega con flores y promesas perfectas," continuó la voz de su abuela en su memoria. "Llega con paciencia. Con días buenos y otros no tanto. Pero cuando es real, aprendes a verlo en los pequeños gestos, no en las grandes palabras."
Carmina sonrió apenas, masajeando las raíces de su cabello con un poco de aceite. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si esperaba que el amor fuera siempre perfecto, como en las novelas? Pensaba en Lucia y Pietro, su abuelo, y en las historias que su abuela le contaba: cómo se conocieron cuando él se atrevió a robarle un baile, cómo discutían por cosas tan mundanas como la forma de colgar la ropa, y cómo, incluso en los días difíciles, encontraban maneras de reír juntos.
"No era un amor de cuento de hadas," recordó que Lucia le había dicho una vez. "Era un amor real. Un amor que eliges cada día, incluso cuando es más difícil que fácil."
Carmina suspiró, peinando un último mechón con cuidado. Sus expectativas tal vez no eran irreales, pero quizás necesitaban espacio para lo impredecible, lo imperfecto. Porque tal vez, pensó mientras miraba su reflejo, amar no era solo encontrar a alguien que cumpliera todas tus fantasías, sino aprender a construir algo único con otra persona.
Apagó la lámpara del tocador, dejando que el cuarto se llenara de sombras. Mientras se acomodaba en la cama, cerró los ojos con una ligera sonrisa. —Tal vez no estoy buscando algo imposible... Tal vez solo necesito aprender a ver el amor cuando toque a mi puerta, aunque no traiga flores.—
Se giró entre las sábanas, dejando que el sueño comenzara a envolverla, pero antes de cerrar los ojos del todo, murmuró: —Aunque, bueno… sería lindo recibir un ramo de flores solo porque sí.—La lámpara del tocador proyectaba una cálida luz amarilla sobre el cuarto de Carmina. Sentada frente al espejo, su cabello rizado caía en cascadas rebeldes, aún húmedo por el rocío del atomizador. Dividió los mechones con cuidado, dejando que el peine de dientes anchos resbalara entre ellos mientras aplicaba la crema para definir rizos. Aquel ritual nocturno, que siempre la tranquilizaba, esta vez no lograba acallar los pensamientos que bullían en su mente. El amor. Carmina suspiró, sus ojos perdiéndose en su reflejo. En su pecho se revolvía una mezcla de anhelo y duda, una tensión que la hacía preguntarse si algún día alguien podría estar a la altura de lo que ella imaginaba. "¿Y si pido demasiado? ¿Y si mis ideas son solo cuentos que me vendí a mí misma?" Sus dedos se detuvieron por un momento, recordando las palabras de su abuela Lucia. La imagen de la anciana se formó con claridad en su mente: el cabello canoso recogido con elegancia, el rostro lleno de arrugas que parecían trazos de una historia bien vivida, y la voz firme que siempre llevaba un tinte de dulzura. —Carmina, il cuore non si accontenta di favole, ma di realtà, —le había dicho una vez Lucia, mientras tejía con paciencia en el jardín. De niña, esas palabras habían parecido contradictorias. ¿Qué significaba amar en "realidad"? Para Carmina, el amor siempre había sido algo grande, mágico, como los romances de los libros que leía hasta la madrugada. Pero para Lucia, el amor era... diferente. "El amor no siempre llega con flores y promesas perfectas," continuó la voz de su abuela en su memoria. "Llega con paciencia. Con días buenos y otros no tanto. Pero cuando es real, aprendes a verlo en los pequeños gestos, no en las grandes palabras." Carmina sonrió apenas, masajeando las raíces de su cabello con un poco de aceite. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si esperaba que el amor fuera siempre perfecto, como en las novelas? Pensaba en Lucia y Pietro, su abuelo, y en las historias que su abuela le contaba: cómo se conocieron cuando él se atrevió a robarle un baile, cómo discutían por cosas tan mundanas como la forma de colgar la ropa, y cómo, incluso en los días difíciles, encontraban maneras de reír juntos. "No era un amor de cuento de hadas," recordó que Lucia le había dicho una vez. "Era un amor real. Un amor que eliges cada día, incluso cuando es más difícil que fácil." Carmina suspiró, peinando un último mechón con cuidado. Sus expectativas tal vez no eran irreales, pero quizás necesitaban espacio para lo impredecible, lo imperfecto. Porque tal vez, pensó mientras miraba su reflejo, amar no era solo encontrar a alguien que cumpliera todas tus fantasías, sino aprender a construir algo único con otra persona. Apagó la lámpara del tocador, dejando que el cuarto se llenara de sombras. Mientras se acomodaba en la cama, cerró los ojos con una ligera sonrisa. —Tal vez no estoy buscando algo imposible... Tal vez solo necesito aprender a ver el amor cuando toque a mi puerta, aunque no traiga flores.— Se giró entre las sábanas, dejando que el sueño comenzara a envolverla, pero antes de cerrar los ojos del todo, murmuró: —Aunque, bueno… sería lindo recibir un ramo de flores solo porque sí.—
Ver más…
© 2025 FicRol