• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    He dado forma a los sueños de incontables almas, he paseado por pasillos forjados con esperanzas, terrores y anhelos profundos... pero hay momentos en los que me veo obligado a detenerme. Como ahora.

    Mis brazos rodean mi cuerpo, para no olvidar que aún existo, que no soy solo el reflejo de lo que otros necesitan soñar.

    (Suspiro pesado)

    ¿Acaso puede un dios sentirse solo?

    (Pausa breve)

    No es por la falta de compañía, sino por la ausencia de sentido.

    A veces, el deber de guiar los sueños se convierte en un exilio autoimpuesto. No puedo ser parte del mundo que construyo para otros. Solo observar. Cuidar. Proteger. Como una presencia que se desvanece antes del alba, olvidada por quienes más dependen de ella.

    Me pregunto si alguien soñará conmigo esta noche.

    Si alguna mente, siquiera por error, me imaginará sentado así: en silencio, sin armadura ni manto de noche, solo con la carga de una historia que aún no es contada.

    Y si acaso alguien lo hace, espero que al menos entienda que incluso las sombras que habitan los sueños… a veces desean descansar...
    He dado forma a los sueños de incontables almas, he paseado por pasillos forjados con esperanzas, terrores y anhelos profundos... pero hay momentos en los que me veo obligado a detenerme. Como ahora. Mis brazos rodean mi cuerpo, para no olvidar que aún existo, que no soy solo el reflejo de lo que otros necesitan soñar. (Suspiro pesado) ¿Acaso puede un dios sentirse solo? (Pausa breve) No es por la falta de compañía, sino por la ausencia de sentido. A veces, el deber de guiar los sueños se convierte en un exilio autoimpuesto. No puedo ser parte del mundo que construyo para otros. Solo observar. Cuidar. Proteger. Como una presencia que se desvanece antes del alba, olvidada por quienes más dependen de ella. Me pregunto si alguien soñará conmigo esta noche. Si alguna mente, siquiera por error, me imaginará sentado así: en silencio, sin armadura ni manto de noche, solo con la carga de una historia que aún no es contada. Y si acaso alguien lo hace, espero que al menos entienda que incluso las sombras que habitan los sueños… a veces desean descansar...
    Me gusta
    1
    0 comentarios 0 compartidos
  • Hay noches en las que me parece que el mundo se estira… como si respirara muy hondo antes de dormirse.
    Esta es una de esas noches.

    He caminado sin rumbo entre los árboles plateados. Las flores cerraron sus párpados con la última luz y la bruma decidió quedarse. Me gusta cuando el bosque no tiene prisa, cuando parece que hasta los pájaros sueñan en voz baja.

    Recojo una hoja que cayó sin que nadie lo notara. Tiene forma de lágrima. O de ala.
    A veces me pregunto si todo lo que cae es tristeza… o libertad.

    No tengo lugar entre los brillantes. No brillo lo suficiente, ni canto como las otras.
    Pero el musgo me conoce. El agua sabe mis pasos.
    Y a veces, cuando estoy muy quieta, las luciérnagas me rodean como si les contara secretos.

    Hoy no ha pasado nada extraordinario.
    Pero algo en el aire —algo que no tiene nombre— me roza los pensamientos.
    No es miedo.
    Ni alegría.
    Es… una hebra tirante, como si algo estuviera a punto de comenzar y yo no supiera qué.

    Aun así, me quedo.
    Porque en noches como esta, el mundo no necesita respuestas. Solo una criatura que escuche.
    Hay noches en las que me parece que el mundo se estira… como si respirara muy hondo antes de dormirse. Esta es una de esas noches. He caminado sin rumbo entre los árboles plateados. Las flores cerraron sus párpados con la última luz y la bruma decidió quedarse. Me gusta cuando el bosque no tiene prisa, cuando parece que hasta los pájaros sueñan en voz baja. Recojo una hoja que cayó sin que nadie lo notara. Tiene forma de lágrima. O de ala. A veces me pregunto si todo lo que cae es tristeza… o libertad. No tengo lugar entre los brillantes. No brillo lo suficiente, ni canto como las otras. Pero el musgo me conoce. El agua sabe mis pasos. Y a veces, cuando estoy muy quieta, las luciérnagas me rodean como si les contara secretos. Hoy no ha pasado nada extraordinario. Pero algo en el aire —algo que no tiene nombre— me roza los pensamientos. No es miedo. Ni alegría. Es… una hebra tirante, como si algo estuviera a punto de comenzar y yo no supiera qué. Aun así, me quedo. Porque en noches como esta, el mundo no necesita respuestas. Solo una criatura que escuche.
    Me gusta
    Me encocora
    7
    0 turnos 0 maullidos
  • PESADILLAS.

    Thalya dormía en su cama aunque con su mano en el arma como si debiera protegerse de algo que no sabe.

    Hasta que el rugido la alcanzó.

    —¡Fuego! ¡Están cayendo sobre nosotros! ¡THALYA, CORRE! —

    Pero no era su voz.

    Era la de su padre.
    Era el bosque.
    Era ese amanecer que ya había vivido.
    Solo que esta vez no lo vivía desde el cuartel. Esta vez, su cuerpo estaba en el pueblo.

    Veía las casas arder. Veía la torre de la iglesia partirse en dos como una costilla rota.
    Corría por calles que conocía como cicatrices.
    Gritaba nombres.
    El de su madre. El de su padre. El suyo.

    —¡Papá! ¡Estoy aquí! ¡NO ENTRES A LA CASA! —

    Pero él entraba igual. Como cada vez. Como si no la escuchara.

    Y ella corría detrás, jadeando, con los pies descalzos sobre la grava caliente.
    Y entonces lo veía. El cuerpo.
    La mano aún apretando el fusil.
    El cráneo abierto. Las paredes negras.
    La muñeca de su madre entre cenizas.

    Y lo peor no era la sangre.
    Lo peor era que no estaba allí cuando pasó. Que no pudo salvarlos.

    Entonces gritaba. No de dolor, de culpa.

    —¡Tenía que haber estado allí! ¡TENÍA QUE ESTAR ALLÍ! —

    Y despierta.

    Con el corazón desbocado y la frente empapada.
    PESADILLAS. Thalya dormía en su cama aunque con su mano en el arma como si debiera protegerse de algo que no sabe. Hasta que el rugido la alcanzó. —¡Fuego! ¡Están cayendo sobre nosotros! ¡THALYA, CORRE! — Pero no era su voz. Era la de su padre. Era el bosque. Era ese amanecer que ya había vivido. Solo que esta vez no lo vivía desde el cuartel. Esta vez, su cuerpo estaba en el pueblo. Veía las casas arder. Veía la torre de la iglesia partirse en dos como una costilla rota. Corría por calles que conocía como cicatrices. Gritaba nombres. El de su madre. El de su padre. El suyo. —¡Papá! ¡Estoy aquí! ¡NO ENTRES A LA CASA! — Pero él entraba igual. Como cada vez. Como si no la escuchara. Y ella corría detrás, jadeando, con los pies descalzos sobre la grava caliente. Y entonces lo veía. El cuerpo. La mano aún apretando el fusil. El cráneo abierto. Las paredes negras. La muñeca de su madre entre cenizas. Y lo peor no era la sangre. Lo peor era que no estaba allí cuando pasó. Que no pudo salvarlos. Entonces gritaba. No de dolor, de culpa. —¡Tenía que haber estado allí! ¡TENÍA QUE ESTAR ALLÍ! — Y despierta. Con el corazón desbocado y la frente empapada.
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • La diosa que olvidó su libertad
    Parte 4
    *Hestia llevó ambas manos a sus hombros y desató lentamente la única prenda que aún llevaba puesta: su toga sagrada. No lo hizo con vergüenza, sino con determinación y serenidad. La tela blanca y dorada cayó al suelo en un susurro de seda antigua, deslizándose como si también entendiera el significado de ese momento.
    La diosa quedó completamente desnuda en medio de la tienda. La luz cálida delineó suavemente la perfección de su espalda, la noble curvatura de su cintura, y parte de su cadera. Patricia, que aún no reaccionaba, se quedó helada al verla así, con la espalda descubierta frente al perchero, contemplando el body como quien observa su destino inevitable.
    Patricia: —¡Eh! Espere... ¿qué está...?
    La joven no sabía si cubrirse los ojos o seguir mirando. La desnudez de Hestia no era vulga, Era sensual en una manera majestuosa. Intimidante. Hermosa en un modo arcaico, como si estuviera viendo una pintura viviente de una época anterior a la vergüenza
    La diosa tomó el body con cuidado, aún sin vestirlo, y lo sostuvo a la altura de su pecho. Se giró apenas, lo suficiente para mirar a Patricia de reojo.
    —¿Esta prenda es de tu propiedad?
    —¿Eh? Yo... no, bueno... es de la tienda. Pero... cuesta dinero, no puedo darte cosas así como así...
    —Lo imaginé —dijo Hestia. Su voz no mostraba decepción, sino comprensión.
    Entonces, extendió su mano con la palma hacia arriba. Cerró los ojos un instante. Una suave llama, pequeña y constante, surgió del centro de su palma. Una flama cálida, danzante, que no quemaba el aire sino que lo envolvía con respeto. Patricia abrió los ojos con asombro.
    De aquella llama, sin previo aviso, comenzaron a materializarse tres monedas doradas, antiguas, brillantes como el sol en la cima del mediodía. Las monedas se sostuvieron en el fuego como flotando, antes de caer con un tintineo metálico en la palma extendida de la diosa.
    Patricia se cubrió la boca. Estaba segura: Hestia no tenía absolutamente nada oculto. Estaba completamente desnuda… y sin embargo, de su mano desnuda y en llamas habían aparecido monedas de oro sólido.
    —¿Esto... es magia? —preguntó la chica, dando un paso atrás con incredulidad.
    —si…así le dicen los humanos….magia…- respondió Hestia con dulzura, pero firmeza—.
    Patricia temblaba. Las monedas eran reales. Podía ver los grabados, el peso. Ni siquiera en películas había visto algo así. Hestia dio un paso hacia ella, aún con el body en una mano y las monedas en la otra.
    —¿Esto será suficiente?
    La joven asintió en silencio, sin poder apartar los ojos del fuego que aún danzaba en la mano de la diosa.
    —S-sí... más que suficiente...
    La diosa sonrió. Y, entonces, lentamente, se llevó la prenda de cuero al cuerpo… lista para vestirla, ahora sí, con toda la dignidad y solemnidad que una diosa puede tener al adoptar su nuevo símbolo.
    El aire en la tienda se había vuelto denso, casi reverente, tras el gesto inesperado de la diosa. Desnuda frente al body negro que colgaba con provocadora elegancia, Hestia lo tomó entre sus manos como si ya supiera que le pertenecía desde antes de tocarlo. Patricia, aún de pie a unos pasos detrás, la miraba sin atreverse a respirar, sus ojos brillando entre la incredulidad y la fascinación.
    Sin temor, sin recato ni vacilación, lo deslizó sobre su cuerpo. El body era ceñido, de tela negra con un leve brillo satinado que se ajustaba como una segunda piel. La parte delantera cubría lo justo, moldeando sus caderas, definiendo su cintura, abrazando sus muslos las piernas y cubriendo los pies como una segunda piel, subió el cierre hasta llegar al busto, se miro en un espejo grande que encontró en una pared cercana, en ese momento la niña reaccionó, y tomo de un aparador cercano unos lentes negros para sol femeninos y se los dio a la pelirroja *
    Patricia: - estos lentes vienen con el traje…es …una promoción, también son suyos ahora-
    La diosa de los puso sonriendo se miro denuevo en el espejo, posa erguida, se nota que le gusta como le queda el nuevo atuendo, en ese momento respira un poco ondo por satisfacción y el cierre comenzó a ceder...

    Un sonido agudo, clack... clack..., rompió el silencio

    El cierre cedió de golpe al sobrepasar la curva de los pechos divinos, y los senos blancos de Hestia emergieron gloriosos y pesados, rebosando con naturalidad desde la abertura, como si rechazaran cualquier intento de ser contenidos. Patricia se tapó la boca con ambas manos, roja como un tomate. Trata de disculparse como si ese accidente hubiera sido su culpa
    Patricia: - hay, disculpa!... El traje ni está hecho para cubrir, tus… encantos son…muy grandes…-

    —No te preocupes —dijo Hestia, bajando la mirada a su pecho descubierto con naturalidad, sin vergüenza ni sorpresa—. Si ya he pagado por él… ¿me pertenece, verdad?

    —S-Sí… totalmente —asintió la joven, sin poder quitarle los ojos de encima a los senos descubiertos …*

    —Entonces puedo modificarlo —afirmó Hestia con calma, y luego la miró sonriendo —. Retrocede.

    Patricia, obediente, dio un par de pasos hacia atrás, como si su instinto entendiera que iba a presenciar algo fuera de este mundo.

    Hestia recita suavemente una palabra ….”consagración” y mientras vuelve a subir lentamente el cierre Una llama roja intensa surgió de sus palmas, girando lentamente en espiral hasta que abrazó todo su cuerpo con un rugido antiguo. Las sombras danzaron por las paredes de la tienda. La temperatura subió. El body negro comenzó a arder sin consumirse, cambiando a medida que el fuego lo transformaba.

    El cierre se volvió grueso, dorado y resistente, con un grabado antiguo en espiral que parecía fundido en el metal mismo. La tela adoptó un diseño más firme y estructurado, lleno de grabados en relieve como llamas sagradas que se desplazaban sutilmente por su cuerpo con cada respiración. Sus caderas fueron marcadas por cortes más agresivos, mientras unas botas negras de tacón alto se materializaban desde el fuego y subían abrazando sus piernas hasta por encima de las rodillas. Cada hebilla y refuerzo de las botas tenía un tinte rojo profundo, como si fueran templadas en el corazón de una forja divina.

    Su cuello fue rodeado por un collar ornamentado de obsidiana y oro, del cual colgaba un pequeño fragmento con forma de llama. En sus orejas, aretes de rubí oscuro aparecieron, suspendidos por cadenas finísimas de oro, Los lentes negros que Patricia le había ofrecido —originalmente sencillos— tocados también por las llamas. Su estructura cambió ante los ojos atónitos de la chica: se curvaron con un diseño más estilizado, adoptando cristales rojo oscuro, semitransparentes, con marco negro elegante decorado con pequeñas líneas incandescentes, como venas de lava encerradas en vidrio. Los ángulos laterales tenían una leve forma de ala, sugiriendo poder, misterio y fuego.

    Cuando la transformación cesó, y el fuego se desvaneció como una exhalación caliente, Hestia no era la misma, su rostro lucía maquillaje suave pero que resalta la intensidad de su mirada y combina aún más con su nuevo aspecto, lo más notorio fue su cabello, ahora luce suelto, un poco más largo y un poco más rizado con luces rubias doradas, la melena de cabello ahora tiene la forma de un velo hecho de fuego

    Patricia cayó de rodillas lentamente, boquiabierta.

    —D-Dios mío…

    —No —corrigió Hestia, bajando la mirada hacia ella con una leve sonrisa—. Diosa…-
    Patricia:- pensé…pensé que … pensé que solo eras….perdón! Perdón, que grosera soy…Pensé que usted era …-
    *Patricia recordó el aspecto con la diosa entro a la tienda , la elegante toga blanca impecable que portaba, la tiara de laureles….ahora tienen sentido…*
    Patricia: - hay no! Que hice ! …Una verdadera diosa griega apareció ante mi…y yo la corrimpi! -
    *La niña lo expreso con auténtica angustia poniéndose las manos a la cara pero hestia soltó una carcajada cristalina *
    Hestia:- tranquila!...jajaja, estoy bien,...no hiciste nada malo, al contrario…le devolviste toda su fuerza a mi fuego, estoy muy agradecida contigo, vamos ponte de pie …-
    *Con la mano de la diosa la niña se puso de pie, comenzó a hablar con algo de tartamudeo, ahora que sabe quién es realmente la visitante está realmente nerviosa apesar de que ya había convivido con la diosa roda noche *
    Patricia: - pe…pero… si usted existe …entonces el resto de los dioses de el Olimpo …-
    Hestia: -...si…ellos también existen, son mi familia, te hablé de ellos , siempre están viajando y haciendo de las suyas, casi nunca están en casa -
    Patricia: - WOW!...pero…ellos, que dirán cuando usted…cuando usted vuelva al Olimpo así ?
    Hestia: - no pienso volver al Olimpo, no pronto, quiero viajar, ahora que estoy aquí quiero dar un paseo en la tierra, me gustaría tener una de esas hermosas motocicleta que aparecen en los videos que mostraste, una Harley Davidson -
    (Continuará...)
    La diosa que olvidó su libertad Parte 4 *Hestia llevó ambas manos a sus hombros y desató lentamente la única prenda que aún llevaba puesta: su toga sagrada. No lo hizo con vergüenza, sino con determinación y serenidad. La tela blanca y dorada cayó al suelo en un susurro de seda antigua, deslizándose como si también entendiera el significado de ese momento. La diosa quedó completamente desnuda en medio de la tienda. La luz cálida delineó suavemente la perfección de su espalda, la noble curvatura de su cintura, y parte de su cadera. Patricia, que aún no reaccionaba, se quedó helada al verla así, con la espalda descubierta frente al perchero, contemplando el body como quien observa su destino inevitable. Patricia: —¡Eh! Espere... ¿qué está...? La joven no sabía si cubrirse los ojos o seguir mirando. La desnudez de Hestia no era vulga, Era sensual en una manera majestuosa. Intimidante. Hermosa en un modo arcaico, como si estuviera viendo una pintura viviente de una época anterior a la vergüenza La diosa tomó el body con cuidado, aún sin vestirlo, y lo sostuvo a la altura de su pecho. Se giró apenas, lo suficiente para mirar a Patricia de reojo. —¿Esta prenda es de tu propiedad? —¿Eh? Yo... no, bueno... es de la tienda. Pero... cuesta dinero, no puedo darte cosas así como así... —Lo imaginé —dijo Hestia. Su voz no mostraba decepción, sino comprensión. Entonces, extendió su mano con la palma hacia arriba. Cerró los ojos un instante. Una suave llama, pequeña y constante, surgió del centro de su palma. Una flama cálida, danzante, que no quemaba el aire sino que lo envolvía con respeto. Patricia abrió los ojos con asombro. De aquella llama, sin previo aviso, comenzaron a materializarse tres monedas doradas, antiguas, brillantes como el sol en la cima del mediodía. Las monedas se sostuvieron en el fuego como flotando, antes de caer con un tintineo metálico en la palma extendida de la diosa. Patricia se cubrió la boca. Estaba segura: Hestia no tenía absolutamente nada oculto. Estaba completamente desnuda… y sin embargo, de su mano desnuda y en llamas habían aparecido monedas de oro sólido. —¿Esto... es magia? —preguntó la chica, dando un paso atrás con incredulidad. —si…así le dicen los humanos….magia…- respondió Hestia con dulzura, pero firmeza—. Patricia temblaba. Las monedas eran reales. Podía ver los grabados, el peso. Ni siquiera en películas había visto algo así. Hestia dio un paso hacia ella, aún con el body en una mano y las monedas en la otra. —¿Esto será suficiente? La joven asintió en silencio, sin poder apartar los ojos del fuego que aún danzaba en la mano de la diosa. —S-sí... más que suficiente... La diosa sonrió. Y, entonces, lentamente, se llevó la prenda de cuero al cuerpo… lista para vestirla, ahora sí, con toda la dignidad y solemnidad que una diosa puede tener al adoptar su nuevo símbolo. El aire en la tienda se había vuelto denso, casi reverente, tras el gesto inesperado de la diosa. Desnuda frente al body negro que colgaba con provocadora elegancia, Hestia lo tomó entre sus manos como si ya supiera que le pertenecía desde antes de tocarlo. Patricia, aún de pie a unos pasos detrás, la miraba sin atreverse a respirar, sus ojos brillando entre la incredulidad y la fascinación. Sin temor, sin recato ni vacilación, lo deslizó sobre su cuerpo. El body era ceñido, de tela negra con un leve brillo satinado que se ajustaba como una segunda piel. La parte delantera cubría lo justo, moldeando sus caderas, definiendo su cintura, abrazando sus muslos las piernas y cubriendo los pies como una segunda piel, subió el cierre hasta llegar al busto, se miro en un espejo grande que encontró en una pared cercana, en ese momento la niña reaccionó, y tomo de un aparador cercano unos lentes negros para sol femeninos y se los dio a la pelirroja * Patricia: - estos lentes vienen con el traje…es …una promoción, también son suyos ahora- La diosa de los puso sonriendo se miro denuevo en el espejo, posa erguida, se nota que le gusta como le queda el nuevo atuendo, en ese momento respira un poco ondo por satisfacción y el cierre comenzó a ceder... Un sonido agudo, clack... clack..., rompió el silencio El cierre cedió de golpe al sobrepasar la curva de los pechos divinos, y los senos blancos de Hestia emergieron gloriosos y pesados, rebosando con naturalidad desde la abertura, como si rechazaran cualquier intento de ser contenidos. Patricia se tapó la boca con ambas manos, roja como un tomate. Trata de disculparse como si ese accidente hubiera sido su culpa Patricia: - hay, disculpa!... El traje ni está hecho para cubrir, tus… encantos son…muy grandes…- —No te preocupes —dijo Hestia, bajando la mirada a su pecho descubierto con naturalidad, sin vergüenza ni sorpresa—. Si ya he pagado por él… ¿me pertenece, verdad? —S-Sí… totalmente —asintió la joven, sin poder quitarle los ojos de encima a los senos descubiertos …* —Entonces puedo modificarlo —afirmó Hestia con calma, y luego la miró sonriendo —. Retrocede. Patricia, obediente, dio un par de pasos hacia atrás, como si su instinto entendiera que iba a presenciar algo fuera de este mundo. Hestia recita suavemente una palabra ….”consagración” y mientras vuelve a subir lentamente el cierre Una llama roja intensa surgió de sus palmas, girando lentamente en espiral hasta que abrazó todo su cuerpo con un rugido antiguo. Las sombras danzaron por las paredes de la tienda. La temperatura subió. El body negro comenzó a arder sin consumirse, cambiando a medida que el fuego lo transformaba. El cierre se volvió grueso, dorado y resistente, con un grabado antiguo en espiral que parecía fundido en el metal mismo. La tela adoptó un diseño más firme y estructurado, lleno de grabados en relieve como llamas sagradas que se desplazaban sutilmente por su cuerpo con cada respiración. Sus caderas fueron marcadas por cortes más agresivos, mientras unas botas negras de tacón alto se materializaban desde el fuego y subían abrazando sus piernas hasta por encima de las rodillas. Cada hebilla y refuerzo de las botas tenía un tinte rojo profundo, como si fueran templadas en el corazón de una forja divina. Su cuello fue rodeado por un collar ornamentado de obsidiana y oro, del cual colgaba un pequeño fragmento con forma de llama. En sus orejas, aretes de rubí oscuro aparecieron, suspendidos por cadenas finísimas de oro, Los lentes negros que Patricia le había ofrecido —originalmente sencillos— tocados también por las llamas. Su estructura cambió ante los ojos atónitos de la chica: se curvaron con un diseño más estilizado, adoptando cristales rojo oscuro, semitransparentes, con marco negro elegante decorado con pequeñas líneas incandescentes, como venas de lava encerradas en vidrio. Los ángulos laterales tenían una leve forma de ala, sugiriendo poder, misterio y fuego. Cuando la transformación cesó, y el fuego se desvaneció como una exhalación caliente, Hestia no era la misma, su rostro lucía maquillaje suave pero que resalta la intensidad de su mirada y combina aún más con su nuevo aspecto, lo más notorio fue su cabello, ahora luce suelto, un poco más largo y un poco más rizado con luces rubias doradas, la melena de cabello ahora tiene la forma de un velo hecho de fuego Patricia cayó de rodillas lentamente, boquiabierta. —D-Dios mío… —No —corrigió Hestia, bajando la mirada hacia ella con una leve sonrisa—. Diosa…- Patricia:- pensé…pensé que … pensé que solo eras….perdón! Perdón, que grosera soy…Pensé que usted era …- *Patricia recordó el aspecto con la diosa entro a la tienda , la elegante toga blanca impecable que portaba, la tiara de laureles….ahora tienen sentido…* Patricia: - hay no! Que hice ! …Una verdadera diosa griega apareció ante mi…y yo la corrimpi! - *La niña lo expreso con auténtica angustia poniéndose las manos a la cara pero hestia soltó una carcajada cristalina * Hestia:- tranquila!...jajaja, estoy bien,...no hiciste nada malo, al contrario…le devolviste toda su fuerza a mi fuego, estoy muy agradecida contigo, vamos ponte de pie …- *Con la mano de la diosa la niña se puso de pie, comenzó a hablar con algo de tartamudeo, ahora que sabe quién es realmente la visitante está realmente nerviosa apesar de que ya había convivido con la diosa roda noche * Patricia: - pe…pero… si usted existe …entonces el resto de los dioses de el Olimpo …- Hestia: -...si…ellos también existen, son mi familia, te hablé de ellos , siempre están viajando y haciendo de las suyas, casi nunca están en casa - Patricia: - WOW!...pero…ellos, que dirán cuando usted…cuando usted vuelva al Olimpo así ? Hestia: - no pienso volver al Olimpo, no pronto, quiero viajar, ahora que estoy aquí quiero dar un paseo en la tierra, me gustaría tener una de esas hermosas motocicleta que aparecen en los videos que mostraste, una Harley Davidson - (Continuará...)
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • El aire salado le llenó los pulmones antes incluso de que sus pies tocaran la arena húmeda. Era temprano, tanto que el sol apenas había empezado a teñir el horizonte con esos tonos anaranjados que parecían sacados de una postal. Poppy respiró hondo, ajustó los auriculares en sus oídos —aunque apenas había música, solo el sonido lejano del mar mezclado con su propia respiración— y echó a correr.

    La playa estaba desierta, salvo por alguna gaviota rezagada y las huellas que ella misma dejaba atrás. El mundo parecía suspendido en esa calma viscosa del amanecer. Cada zancada la alejaba un poco de la casa, de las sábanas revueltas, del calor tibio de Dean aún dormido, de ese remanso de paz que le era tan extraño como adictivo.

    Correr le ayudaba a ordenar los pensamientos, aunque ese día ni siquiera sabía por dónde empezar. A veces se preguntaba si merecía aquellos días de calma, si era justo sentir algo parecido a la felicidad mientras el mundo allá fuera seguía siendo un lugar tan roto. Pero luego recordaba las manos de Dean en su espalda, su voz ronca diciéndole "duerme un poco más", y algo dentro de ella se aflojaba.

    Miró al mar. Las olas rompían contra la orilla con una cadencia casi hipnótica. Por un segundo, pensó en detenerse, en dejarse caer sobre la arena y no moverse más. Pero siguió corriendo, como si en cada paso pudiera convencer a su corazón de que, por una vez, todo estaba bien.
    El aire salado le llenó los pulmones antes incluso de que sus pies tocaran la arena húmeda. Era temprano, tanto que el sol apenas había empezado a teñir el horizonte con esos tonos anaranjados que parecían sacados de una postal. Poppy respiró hondo, ajustó los auriculares en sus oídos —aunque apenas había música, solo el sonido lejano del mar mezclado con su propia respiración— y echó a correr. La playa estaba desierta, salvo por alguna gaviota rezagada y las huellas que ella misma dejaba atrás. El mundo parecía suspendido en esa calma viscosa del amanecer. Cada zancada la alejaba un poco de la casa, de las sábanas revueltas, del calor tibio de Dean aún dormido, de ese remanso de paz que le era tan extraño como adictivo. Correr le ayudaba a ordenar los pensamientos, aunque ese día ni siquiera sabía por dónde empezar. A veces se preguntaba si merecía aquellos días de calma, si era justo sentir algo parecido a la felicidad mientras el mundo allá fuera seguía siendo un lugar tan roto. Pero luego recordaba las manos de Dean en su espalda, su voz ronca diciéndole "duerme un poco más", y algo dentro de ella se aflojaba. Miró al mar. Las olas rompían contra la orilla con una cadencia casi hipnótica. Por un segundo, pensó en detenerse, en dejarse caer sobre la arena y no moverse más. Pero siguió corriendo, como si en cada paso pudiera convencer a su corazón de que, por una vez, todo estaba bien.
    Me encocora
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Reflexiones de un Ángel Caído IV

    "Entre los libros que empecé a leer, tuve especial afán por los de la disciplina histórica y política.

    Los humanos no construyen reinos... Solo repiten, con torpeza infinita, el mismo drama de poder que condenó a Lucifer. Se agrupan en manadas que llaman "naciones", ondean trapos teñidos como si los colores contuvieran verdades, y se degüellan por migajas de un banquete al que nunca fueron invitados.

    La derecha es particularmente patética. Adoran cadenas, pero les ponen el nombre de "tradición". Se postran ante becerros dorados que no existen... Heraldos, banderas y mercados. Mientras sus sermones huelen al miedo de un viejo y sudoroso cerdo burgués. He visto inquisidores con corbatas, cruzados sin cruz pero con cuentas bancarias, que citan la Biblia mientras pisotean al mendigo. ¿Acaso no reconocen la ironía? Yo, quién fui arrojado por rebelde, ahora observo a estos siervos voluntarios... Y siento asco.

    Pero en las calles, entre el humo de las barricadas, aún late algo interesante. Los anarquistas y los movimientos revolucionarios, con sus cócteles de gasolina y sueños, son los únicos que comprenden el verdadero pecado original. La desobediencia. Cuando lanzan sus piedras contra la policía, veo flechas divinas eclipsando el cielo al descender sobre la vanguardia empírea. Cuando gritan "¡Ningún dios y ningún amo!", escucho el eco de nuestro grito al caer. Quizás por eso los persiguen con tanto ahínco... Los poderosos intuyen, en su inconsciencia, que estos harapientos son lo más cercano a nosotros que cualquier mortal que la Tierra ha parido.

    Sé que fracasarán. La historia humana es un péndulo entre tiranos, y el libre albedrío su mayor maldición. Pero al menos, cuando incendien comisarías o desplomen estatuas, por un instante el cielo temblará... y recordará que el fuego, antes que un castigo del Hades, fue herramienta de creación de las estrellas."
    Reflexiones de un Ángel Caído IV "Entre los libros que empecé a leer, tuve especial afán por los de la disciplina histórica y política. Los humanos no construyen reinos... Solo repiten, con torpeza infinita, el mismo drama de poder que condenó a Lucifer. Se agrupan en manadas que llaman "naciones", ondean trapos teñidos como si los colores contuvieran verdades, y se degüellan por migajas de un banquete al que nunca fueron invitados. La derecha es particularmente patética. Adoran cadenas, pero les ponen el nombre de "tradición". Se postran ante becerros dorados que no existen... Heraldos, banderas y mercados. Mientras sus sermones huelen al miedo de un viejo y sudoroso cerdo burgués. He visto inquisidores con corbatas, cruzados sin cruz pero con cuentas bancarias, que citan la Biblia mientras pisotean al mendigo. ¿Acaso no reconocen la ironía? Yo, quién fui arrojado por rebelde, ahora observo a estos siervos voluntarios... Y siento asco. Pero en las calles, entre el humo de las barricadas, aún late algo interesante. Los anarquistas y los movimientos revolucionarios, con sus cócteles de gasolina y sueños, son los únicos que comprenden el verdadero pecado original. La desobediencia. Cuando lanzan sus piedras contra la policía, veo flechas divinas eclipsando el cielo al descender sobre la vanguardia empírea. Cuando gritan "¡Ningún dios y ningún amo!", escucho el eco de nuestro grito al caer. Quizás por eso los persiguen con tanto ahínco... Los poderosos intuyen, en su inconsciencia, que estos harapientos son lo más cercano a nosotros que cualquier mortal que la Tierra ha parido. Sé que fracasarán. La historia humana es un péndulo entre tiranos, y el libre albedrío su mayor maldición. Pero al menos, cuando incendien comisarías o desplomen estatuas, por un instante el cielo temblará... y recordará que el fuego, antes que un castigo del Hades, fue herramienta de creación de las estrellas."
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos
  • Perdidos
    Categoría Otros
    Zaph caminaba por el puerto con calma, observando los puestos de pescado, las redes extendidas al sol y el constante ir y venir de marineros.
    No solía frecuentar esa zona de la ciudad, pero le habian hablado que por esa zona vendían los helados mas ricos de la ciudad, y ella estaba decidida a encontrarlos. Aunque aún no terminaba de ubicar del todo las direcciones en aquel lugar.

    Se detuvo al notar que se había desviado más de lo planeado, saco su celular para volver a activar el gps pero este se había descargado, frunció el ceño, mirando a su alrededor, no reconocía nada.

    Sus ojos se posaron en un hombre que estaba solo, cerca de los muelles, parecía tranquilo, y no parecía que fuera a asaltarla o al menos eso esperaba.

    -Disculpa… ¿sabes cómo puedo llegar a la zona comercial? donde hay helados.. -preguntó sin rodeos, ladeando el rostro demostrando que estaba perdida- Me dijeron que estaba cerca del puerto, pero creo que me pasé de largo.
    Zaph caminaba por el puerto con calma, observando los puestos de pescado, las redes extendidas al sol y el constante ir y venir de marineros. No solía frecuentar esa zona de la ciudad, pero le habian hablado que por esa zona vendían los helados mas ricos de la ciudad, y ella estaba decidida a encontrarlos. Aunque aún no terminaba de ubicar del todo las direcciones en aquel lugar. Se detuvo al notar que se había desviado más de lo planeado, saco su celular para volver a activar el gps pero este se había descargado, frunció el ceño, mirando a su alrededor, no reconocía nada. Sus ojos se posaron en un hombre que estaba solo, cerca de los muelles, parecía tranquilo, y no parecía que fuera a asaltarla o al menos eso esperaba. -Disculpa… ¿sabes cómo puedo llegar a la zona comercial? donde hay helados.. -preguntó sin rodeos, ladeando el rostro demostrando que estaba perdida- Me dijeron que estaba cerca del puerto, pero creo que me pasé de largo.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    1
    1 turno 0 maullidos
  • *se acomodó contra un tronco, sentado sobre la hierba fría del bosque, sus ojos dorados miraron el cielo, reflejando paz en su mirada*

    No me molestaría quedarme a dormir aquí... es tranquilo, nadie gritando, nadie intentando meterme en una jaula, solo árboles y estrellas

    *Sonrió ladeando la cabeza, podía respirar sin tener que mirar por encima del hombro*
    *se acomodó contra un tronco, sentado sobre la hierba fría del bosque, sus ojos dorados miraron el cielo, reflejando paz en su mirada* No me molestaría quedarme a dormir aquí... es tranquilo, nadie gritando, nadie intentando meterme en una jaula, solo árboles y estrellas *Sonrió ladeando la cabeza, podía respirar sin tener que mirar por encima del hombro*
    Me gusta
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • –Maldición.

    Comentó Billy, viéndose sus manos. Se llevó un dedo al corte que tenía cerca de sus ojos. Se detuvo por un momento al estar corriendo, jadeando con cansancio. Se había lastimado tras haber escapado de alguien. Miró su dedo gordo cuando vio su sangre correr, respirando hondo. Odiaba pelear, y le parecía cobarde cuando las personas se defendían con objetos.
    –Maldición. Comentó Billy, viéndose sus manos. Se llevó un dedo al corte que tenía cerca de sus ojos. Se detuvo por un momento al estar corriendo, jadeando con cansancio. Se había lastimado tras haber escapado de alguien. Miró su dedo gordo cuando vio su sangre correr, respirando hondo. Odiaba pelear, y le parecía cobarde cuando las personas se defendían con objetos.
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • La puerta del garaje se deslizó con suavidad, dejando pasar un hilo de luz dorada al interior. Claire Novak caminó despacio, con las llaves colgando entre los dedos y los pensamientos haciéndose nudos en la cabeza. Tres años desde que volvió del futuro. Tres años desde que volvio para salvar a Dean… y se quedó con él.

    No quería el Impala. Nunca lo tocaba sin que Dean estuviera cerca. Aquello era más que un coche: era un tótem, una reliquia. Ella necesitaba algo que no la atara a ningún recuerdo.

    Se detuvo frente a un Subaru Outback gris oscuro, de líneas limpias y con ese aire de coche familiar, práctico. Uno que Sam había elegido para los trayectos largos, con GPS integrado, asientos calefactables y un techo panorámico que parecía hecho para escapar de los techos bajos del búnker.
    Claire se subió, sintiendo cómo el habitáculo la envolvía con su silencio moderno. El motor híbrido arrancó sin un solo ruido. Era extraño no escuchar el rugido, pero reconfortante. Como moverse sin dejar huella.

    Condujo sin rumbo, dejando atrás el búnker, la rutina, las cazas pendientes, y hasta la mirada de Dean esa mañana, cargada de preocupación mal disimulada. No era que quisiera huir. No de él. Jamás huiría de él, era la única certeza de su vida.

    Aunque sabia que por mucho que huyera sus preocupaciones la seguirían allí a donde fuera, todo cuanto callaba y no podia compartir con el Winchester mayor, todo aquello que pesaba demasiado, tanto que conseguía robarle el sueño.

    El cielo, a través del techo panorámico, parecía una película en cámara lenta. Nubes arrastradas por el viento, una luna temblorosa asomando antes de tiempo. Claire bajó el volumen de la radio, apoyó una mano en el volante y otra en la palanca de cambios, y por primera vez en semanas, no pensó en lo que vendría después.

    Mañana volvería. A Dean. Al búnker. A todo.

    Pero hoy… hoy solo quería perderse un rato.

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    La puerta del garaje se deslizó con suavidad, dejando pasar un hilo de luz dorada al interior. Claire Novak caminó despacio, con las llaves colgando entre los dedos y los pensamientos haciéndose nudos en la cabeza. Tres años desde que volvió del futuro. Tres años desde que volvio para salvar a Dean… y se quedó con él. No quería el Impala. Nunca lo tocaba sin que Dean estuviera cerca. Aquello era más que un coche: era un tótem, una reliquia. Ella necesitaba algo que no la atara a ningún recuerdo. Se detuvo frente a un Subaru Outback gris oscuro, de líneas limpias y con ese aire de coche familiar, práctico. Uno que Sam había elegido para los trayectos largos, con GPS integrado, asientos calefactables y un techo panorámico que parecía hecho para escapar de los techos bajos del búnker. Claire se subió, sintiendo cómo el habitáculo la envolvía con su silencio moderno. El motor híbrido arrancó sin un solo ruido. Era extraño no escuchar el rugido, pero reconfortante. Como moverse sin dejar huella. Condujo sin rumbo, dejando atrás el búnker, la rutina, las cazas pendientes, y hasta la mirada de Dean esa mañana, cargada de preocupación mal disimulada. No era que quisiera huir. No de él. Jamás huiría de él, era la única certeza de su vida. Aunque sabia que por mucho que huyera sus preocupaciones la seguirían allí a donde fuera, todo cuanto callaba y no podia compartir con el Winchester mayor, todo aquello que pesaba demasiado, tanto que conseguía robarle el sueño. El cielo, a través del techo panorámico, parecía una película en cámara lenta. Nubes arrastradas por el viento, una luna temblorosa asomando antes de tiempo. Claire bajó el volumen de la radio, apoyó una mano en el volante y otra en la palanca de cambios, y por primera vez en semanas, no pensó en lo que vendría después. Mañana volvería. A Dean. Al búnker. A todo. Pero hoy… hoy solo quería perderse un rato. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados