• —Abre uno de sus ojos de forma algo perezosa. Inicialmente algo desubicada al final acaba buscando la luz del reloj de la mesita de noche de Dean donde se anuncian las seis de la mañana. La tríbrida se levanta y con el mayor de los sigilos recorre el bunker hasta encontrar la cocina. Se muere de hambre así que agradece que Sam reabasteciera la nevera con bolsas de sangre para ella. Ñam —

    #3D #Personajes3D #Comunidad3D
    —Abre uno de sus ojos de forma algo perezosa. Inicialmente algo desubicada al final acaba buscando la luz del reloj de la mesita de noche de Dean donde se anuncian las seis de la mañana. La tríbrida se levanta y con el mayor de los sigilos recorre el bunker hasta encontrar la cocina. Se muere de hambre así que agradece que Sam reabasteciera la nevera con bolsas de sangre para ella. Ñam — #3D #Personajes3D #Comunidad3D
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  • —El objetivo ha sido «eliminado». Avisa a la central que la zona está despejada.

    Comentó con un tono tranquilo mientras descargaba el rifle, guardando las municiones en un un pequeño saco que colgaba de su cintura.

    —Espera... —una luz parpadeante en el transmisor detuvo su marcha al cuartel—. Hay algo o alguien más. Avísale a York que está noche no llego a cenar.

    No dió tiempo a que le contestaran de vuelta, ya había cortado la transmisión y con ello reanudó su caminar por el ático de la iglesia hasta la salida más cercana.
    —El objetivo ha sido «eliminado». Avisa a la central que la zona está despejada. Comentó con un tono tranquilo mientras descargaba el rifle, guardando las municiones en un un pequeño saco que colgaba de su cintura. —Espera... —una luz parpadeante en el transmisor detuvo su marcha al cuartel—. Hay algo o alguien más. Avísale a York que está noche no llego a cenar. No dió tiempo a que le contestaran de vuelta, ya había cortado la transmisión y con ello reanudó su caminar por el ático de la iglesia hasta la salida más cercana.
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  • En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas.

    Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron.

    En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante.

    Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas.

    Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado.

    Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.

    En el corazón de la espesura, un roble se erguía entre los demás como un guardián olvidado, adornado con cientos de listones rojos que pendían de sus ramas desnudas. Bajo él, una espada antigua, oscura y manchada por los años, descansaba flotante al ras de la tierra. Se decía que eran sellos de una prisión destinada a contener una criatura antigua, cuyo poder se rumoreaba devastador, pero hacía siglos que nadie había osado acercarse para confirmar las leyendas. Hace una semana, sin previo aviso, un incendio comenzó a arrasar el bosque con una furia desmedida. Las llamas, como bestias salvajes, devoraban todo a su paso mientras el cielo se oscurecía bajo una capa plomiza de ceniza. El viento traía consigo el olor de la destrucción, y los reinos circundantes comenzaron a alarmarse al ver cómo las partículas de ceniza cubrían sus campos y aldeas. Pero algo extraño ocurrió cuando el fuego alcanzó el epicentro: una luz dorada brilló momentáneamente debajo de la espada, y las llamas, voraces en todo lo demás, se detuvieron. En las próximas horas y días, los aldeanos lejanos comenzaron a hablar en susurros, sus historias llenas de miedo y advertencias. Decían que la criatura encerrada había despertado lo suficiente para proteger su prisión de ser destruida. Nadie sabía si aquello era un simple rumor o una advertencia verdadera de que el sello comenzaba a debilitarse. Entretanto, los gobernantes de los reinos, viendo las señales de destrucción desde la distancia, enviaron a sus mejores soldados a investigar. Los guerreros avanzaron cubiertos por una capa de ceniza, esperando encontrar un volcán o un pirómano que explicara el desastre, pero lo que hallaron fue algo mucho más inquietante. Se toparon con el árbol ancestral y solitario en medio de la desolación. El aire alrededor del árbol era denso, pesado, como si algo invisible estuviera observando desde las sombras. Ninguno de ellos había visto algo igual: Permanecía ileso, protegido por una fuerza misteriosa, mientras el resto del bosque había sido reducido a cenizas. Uno de los soldados, joven e imprudente, se adelantó hacia la espada misteriosa. Al extender su mano, una ráfaga de viento súbito lo hizo retroceder, moviendo los listones con una furia que no parecía natural. El capitán del grupo, más sabio y experimentado, ordenó detenerse. Comprendía que lo que enfrentaban no era un simple fenómeno natural, sino algo mucho más antiguo y peligroso. Las llamas habían respetado aquel lugar por una razón, y lo que yacía bajo la espada no debía ser despertado. Mientras los guerreros montaban guardia a gran distancia, esperando instrucciones de sus reinos, los rumores de la criatura aprisionada comenzaron a extenderse como la ceniza que aún flotaba en el aire. Los reyes y señores de las tierras cercanas deliberaban, divididos entre el temor y la ambición. Algunos creían que debían dejar el sello intacto, temerosos de desatar un mal imposible de controlar. Otros, seducidos por el poder que podría esconderse bajo el árbol, pensaban que era hora de tomar la espada y enfrentar el misterio que había permanecido oculto por tanto tiempo. El destino del reino pendía de un hilo, mientras la sombra de la criatura permanecía al acecho.
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  • Despertó luego de su pequeña siesta, mirando alrededor mientras bostezaba, estirándose y ladeando la cabeza curioso.
    Demasiada calma para sentirse a gusto.

    —¿Meow?~
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ❒; He ampliado la ficha de Hope apuntando al final de esta la situación actual del personaje ya que (por obvias razones —ejem LA OTP CON DEAN ejem— la llevo en una especie de crossover. Lo encontraréis como "ACTUALIZADO. MI TRAMA DE HOPE ACTUALMENTE"

    graciaas ♡
    ❒; He ampliado la ficha de Hope apuntando al final de esta la situación actual del personaje ya que (por obvias razones —ejem LA OTP CON DEAN ejem— la llevo en una especie de crossover. Lo encontraréis como "ACTUALIZADO. MI TRAMA DE HOPE ACTUALMENTE" graciaas ♡
    Hope Mikaelson
    ** Hope es una bruja-híbrida, habiendo heredado su gen de bruja de su abuela. La magia de Hope es lo suficientemente poderosa como para alimentar el poder ancestral del aquelarre del barrio francés durante generaciones. Adjunto aqui mis NORMAS DE ROL y pido que se respeten, gracias ♡ HOPE MIKAELSON Nombre: Hope Andrea Mikaelson Fue nombrada en honor, de acuerdo con su...
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    Una noche, iba a muy alta velocidad en el camino.
    Pasando bajo un puente, mi motocicleta comenzó a ladearse por la parte de atrás. En lugar de frenar, tuve que mantener el equilibrio ladeando el manubrio.
    1........
    2.........
    3..............
    Tuve suerte de que no pasaran tantos carros a alta velocidad saliendo del puente, recupere el equilibrio y me fui a la orilla por la zona donde pasaban los autobuses.
    Fue una noche larga.
    Recuerdo la paciencia para mantener el control, recuerdo la tranquilidad atacando al miedo de que un auto viniera hacia mi.
    Recuerdo la debilidad de mis manos esa noche después de sujetar fuertemente los cuernos.
    Recuerdo mi felicidad por esa sensación... Feliz por aferrarme a la vida sin miedo al dolor.
    Una noche, iba a muy alta velocidad en el camino. Pasando bajo un puente, mi motocicleta comenzó a ladearse por la parte de atrás. En lugar de frenar, tuve que mantener el equilibrio ladeando el manubrio. 1........ 2......... 3.............. Tuve suerte de que no pasaran tantos carros a alta velocidad saliendo del puente, recupere el equilibrio y me fui a la orilla por la zona donde pasaban los autobuses. Fue una noche larga. Recuerdo la paciencia para mantener el control, recuerdo la tranquilidad atacando al miedo de que un auto viniera hacia mi. Recuerdo la debilidad de mis manos esa noche después de sujetar fuertemente los cuernos. Recuerdo mi felicidad por esa sensación... Feliz por aferrarme a la vida sin miedo al dolor.
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  • Katsuki Bakugo
    — ¡Bakubro! Te he echado tanto de menos, ¿dónde metiste tu cabezota explosiva? Me dejaste solo tanto tiempo que comenzaba a desesperarme.

    > Se lanzó a abrazarlo, rodeando su cuello. Cómo esperaba, recibía empujones por parte del cenizo para alejarlo. Katsuki no toleraba las muestras de afecto; Eijirou, por otro lado, es un tiburón acaramelado.

    — Cuéntame que has hecho, Bakugo.
    [glimmer_navy_cow_388] — ¡Bakubro! Te he echado tanto de menos, ¿dónde metiste tu cabezota explosiva? Me dejaste solo tanto tiempo que comenzaba a desesperarme. > Se lanzó a abrazarlo, rodeando su cuello. Cómo esperaba, recibía empujones por parte del cenizo para alejarlo. Katsuki no toleraba las muestras de afecto; Eijirou, por otro lado, es un tiburón acaramelado. — Cuéntame que has hecho, Bakugo.
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  • —Renta.

    La persona del otro lado respondió con una voz monótona y grave, y luego dio tres fuertes golpes a la puerta, con seis segundos de diferencia entre cada uno. Russo abrió los ojos como platos; había olvidado totalmente que ya era tiempo de pagar. Pronto, la manija empezó a sacudirse con tal agresividad, una desesperación que parecía antinatural, y eso hizo que el hombre de las quemaduras se levantara de un salto. Él había estado tan absorto en otros asuntos que perdió la noción del tiempo; su cabeza estuvo tan metida en otros asuntos que olvidó guardar dinero para pagar la renta de su departamento. Antes de que pudiera hacer nada, la puerta se abrió con un ruidoso azote, pero del otro lado solo estaba el pasillo con su alfombra gastada y las luces parpadeantes del viejo edificio. Russo se quedó estático, tan callado que podía oír los latidos de su corazón, mientras buscaba con la mirada, haciendo que sus ojos carmesí recorrieran la sala de arriba a abajo en busca de algo.

    Giró y giró, miró en cada rincón de la habitación y nada encontró. Estaba aún más ansioso; enseguida, el sudor frío recorrió su nuca. Un golpe seco resonó en las viejas paredes del departamento, sacándole un susto al hombre de las quemaduras. La silla donde estaba sentado ahora yacía tirada varios metros lejos de él.


    —¿Dónde estás?... —murmuró Russo, quien no recibió ni una sola palabra como respuesta.


    Un escalofrío recorrió hasta la última porción de piel de su cuerpo; de nueva cuenta, sus ojos se abrieron de par en par. Por un segundo dejó de respirar; sintió que algo frío y ligero caía sobre sus hombros.

    Russo no tuvo tiempo de pensar; fue levantado en los aires con tanta brusquedad que en pocos segundos su cabeza golpeó el techo. El viejo foco del departamento se apagó, solo para que su luz fuera reemplazada por un misterioso destello azul que chocó directamente con los quemados y cerrados párpados del hombre.

    Él apenas estaba procesando el duro golpe en su cabeza, del cual ni siquiera podía quejarse por culpa de la presión sobrenatural que era ejercida en su cuello. Con sus ojos llorosos, buscó el origen del azulado brillo y se encontró con una masa informe: muchas bocas, muchas cuencas, muchas manos. Su apariencia era similar a un tomate aplastado, con la piel arrugada y sangrienta.

    —¡La renta!

    Russo era despojado del aire en sus pulmones. Se retorció en un desesperado intento de zafarse del diabólico agarre del cobrador, fallando estrepitosamente. Su cuello estaba siendo comprimido poco a poco, bajo una temerosa y borrosa mirada.

    Russo patalea, colgado del techo por una fuerza invisible, siendo lo único que podía hacer, además de esperar a que la falta de oxígeno lo libre del dolor terrenal.

    —Russo, la renta debe ser pagada en tiempo y forma. Ni un minuto más, ni un minuto menos.

    La temperatura del departamento descendió abruptamente a niveles invernales. Un nuevo ente emergió del techo, desafiando las leyes de la realidad. Un hombre traslúcido, con ojos blancos, piel grisácea y una ajustada soga apretando su arrugado cuello.

    Con voz sepulcral recordó a Russo el acuerdo que hicieron en antaño.

    —Tú no pagaste la renta. Ahora tu alma me pertenece.

    Hansel Russo apenas estaba conciente, aún forcejeando con la esperanza de poder escapar para vivir un día más. Pero sus intentos eran en vano; no existía forma mortal de escapar de aquellos que vuelven de la muerte.
    —Renta. La persona del otro lado respondió con una voz monótona y grave, y luego dio tres fuertes golpes a la puerta, con seis segundos de diferencia entre cada uno. Russo abrió los ojos como platos; había olvidado totalmente que ya era tiempo de pagar. Pronto, la manija empezó a sacudirse con tal agresividad, una desesperación que parecía antinatural, y eso hizo que el hombre de las quemaduras se levantara de un salto. Él había estado tan absorto en otros asuntos que perdió la noción del tiempo; su cabeza estuvo tan metida en otros asuntos que olvidó guardar dinero para pagar la renta de su departamento. Antes de que pudiera hacer nada, la puerta se abrió con un ruidoso azote, pero del otro lado solo estaba el pasillo con su alfombra gastada y las luces parpadeantes del viejo edificio. Russo se quedó estático, tan callado que podía oír los latidos de su corazón, mientras buscaba con la mirada, haciendo que sus ojos carmesí recorrieran la sala de arriba a abajo en busca de algo. Giró y giró, miró en cada rincón de la habitación y nada encontró. Estaba aún más ansioso; enseguida, el sudor frío recorrió su nuca. Un golpe seco resonó en las viejas paredes del departamento, sacándole un susto al hombre de las quemaduras. La silla donde estaba sentado ahora yacía tirada varios metros lejos de él. —¿Dónde estás?... —murmuró Russo, quien no recibió ni una sola palabra como respuesta. Un escalofrío recorrió hasta la última porción de piel de su cuerpo; de nueva cuenta, sus ojos se abrieron de par en par. Por un segundo dejó de respirar; sintió que algo frío y ligero caía sobre sus hombros. Russo no tuvo tiempo de pensar; fue levantado en los aires con tanta brusquedad que en pocos segundos su cabeza golpeó el techo. El viejo foco del departamento se apagó, solo para que su luz fuera reemplazada por un misterioso destello azul que chocó directamente con los quemados y cerrados párpados del hombre. Él apenas estaba procesando el duro golpe en su cabeza, del cual ni siquiera podía quejarse por culpa de la presión sobrenatural que era ejercida en su cuello. Con sus ojos llorosos, buscó el origen del azulado brillo y se encontró con una masa informe: muchas bocas, muchas cuencas, muchas manos. Su apariencia era similar a un tomate aplastado, con la piel arrugada y sangrienta. —¡La renta! Russo era despojado del aire en sus pulmones. Se retorció en un desesperado intento de zafarse del diabólico agarre del cobrador, fallando estrepitosamente. Su cuello estaba siendo comprimido poco a poco, bajo una temerosa y borrosa mirada. Russo patalea, colgado del techo por una fuerza invisible, siendo lo único que podía hacer, además de esperar a que la falta de oxígeno lo libre del dolor terrenal. —Russo, la renta debe ser pagada en tiempo y forma. Ni un minuto más, ni un minuto menos. La temperatura del departamento descendió abruptamente a niveles invernales. Un nuevo ente emergió del techo, desafiando las leyes de la realidad. Un hombre traslúcido, con ojos blancos, piel grisácea y una ajustada soga apretando su arrugado cuello. Con voz sepulcral recordó a Russo el acuerdo que hicieron en antaño. —Tú no pagaste la renta. Ahora tu alma me pertenece. Hansel Russo apenas estaba conciente, aún forcejeando con la esperanza de poder escapar para vivir un día más. Pero sus intentos eran en vano; no existía forma mortal de escapar de aquellos que vuelven de la muerte.
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  • Stanford Pines — ¡Estás aquí! Mi dulce anciano de seis dedos, temía que no pudiera estar a tu lado. No me abandones más, mi musa.

    > Éste fue hacia él, rodeando su cabeza, una parte de su cuerpo que podía abrazar en su totalidad al tener su forma triangular; un brillo incesante se presentaba en el de un solo ojo, representación de su emoción al tener a su amado tan cerca, tan suyo.

    — ¡Ya no te alejes! ¡Yo que te quiero tanto!

    > Si, ignora que ha tomado control de su mente para manipular múltiples situaciones.
    [orbit_jade_scorpion_157] — ¡Estás aquí! Mi dulce anciano de seis dedos, temía que no pudiera estar a tu lado. No me abandones más, mi musa. > Éste fue hacia él, rodeando su cabeza, una parte de su cuerpo que podía abrazar en su totalidad al tener su forma triangular; un brillo incesante se presentaba en el de un solo ojo, representación de su emoción al tener a su amado tan cerca, tan suyo. — ¡Ya no te alejes! ¡Yo que te quiero tanto! > Si, ignora que ha tomado control de su mente para manipular múltiples situaciones.
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  • ★Poco a poco, la luz del sol atravesó las densas nubes de la tormenta, indicando la llegada de días más cálidos. Él cerró los ojos, ya que ese lado del autobús lo dejaba expuesto para que los rayos solares le dieran directamente en la cara. Hansel Russo volvía a casa, parcialmente mojado por la lluvia mañanera, mientras cargaba un par de bolsas llenas de lo que parecía ser mercadería: verduras, comidas enlatadas, entre otras cosas, para reabastecer su inventario. Se veía cansado, incluso desaliñado, con una corbata suelta, el cuello de la camisa abierto y su húmedo pelo desordenado.

    Abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras se adaptaba a la luz del sol que entraba por la ventana del autobús. Su mirada roja, intensa, parecía escudriñar cada detalle del entorno, como si buscara algo o a alguien. Sus iris rojos lo caracterizaban como alguien enigmático, y sumados a las marcas de quemaduras en sus párpados, lo hacían alguien difícil de mirar. Su presencia llegaba a ser incómoda, incluso desagradable.★
    ★Poco a poco, la luz del sol atravesó las densas nubes de la tormenta, indicando la llegada de días más cálidos. Él cerró los ojos, ya que ese lado del autobús lo dejaba expuesto para que los rayos solares le dieran directamente en la cara. Hansel Russo volvía a casa, parcialmente mojado por la lluvia mañanera, mientras cargaba un par de bolsas llenas de lo que parecía ser mercadería: verduras, comidas enlatadas, entre otras cosas, para reabastecer su inventario. Se veía cansado, incluso desaliñado, con una corbata suelta, el cuello de la camisa abierto y su húmedo pelo desordenado. Abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras se adaptaba a la luz del sol que entraba por la ventana del autobús. Su mirada roja, intensa, parecía escudriñar cada detalle del entorno, como si buscara algo o a alguien. Sus iris rojos lo caracterizaban como alguien enigmático, y sumados a las marcas de quemaduras en sus párpados, lo hacían alguien difícil de mirar. Su presencia llegaba a ser incómoda, incluso desagradable.★
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