• Visitado a mi padre y mis tios
    Lιᥣιᥲ Vᥲᥒɾoᥙgᥱ Jinshi Haku
    Visitado a mi padre y mis tios [Lilia_vanrouge_Off.Rplyr01] [masterjinshinficrolofficial01] [haku_yuki_official_rolplayer]
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  • [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ]



    Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían.

    A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea.

    Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad.

    Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia?

    Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente.

    Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas.

    Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo.

    Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados.

    — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría.

    Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada:

    —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko.

    La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró.

    Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo.

    —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni.

    Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó.

    Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte.

    —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza.

    —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso.

    La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas.

    —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor.

    —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos.

    Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas.

    —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó.

    Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó.

    El sonido resonó en la sala como un final inevitable.

    Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato.

    Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto.

    —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto.

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    || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora.

    Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
    [ 𝑬𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒊𝒑𝒐 𝒔𝒊 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒃𝒆 𝒄ó𝒎𝒐 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒅𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒉𝒖𝒎𝒐𝒓. — 𝐑𝐎𝐔𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄 𝐑𝐔𝐒𝐒𝐀 ] Ryan podía parecer tranquilo. Un hombre social, abierto, incluso relajado a simple vista. Había perfeccionado esa personalidad con el tiempo, esa fachada que lo mostraba como alguien más: el caballero encantador, el tipo que sabe escuchar, que sabe sonreír en el momento justo. Lo suficientemente pulido para que muchos olvidaran que sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y culpables por igual. Algo que muchas personas pasaron por alto cuando lo conocían. A veces, incluso él se preguntaba si los demás estaban realmente bien de la cabeza. ¿Cómo podían confiar tan rápido? ¿Cómo podían relajarse ante una sonrisa y un par de bromas sin sentido? No entendía esa parte del mundo. Pero al menos le servía. Esa fachada le permitía estudiar a las personas con calma. Porque para él, la confianza no era algo que se ofrecía. Se ganaba. Y a pocos, muy pocos, se les permitía cruzar esa línea. Giovanni, el hermano de Elisabetta, no era uno de ellos. Ni siquiera entraba en la categoría de “detestables”. Simplemente le era irrelevante. Un nombre más. Una sombra más. No tenía valor ni afecto por él y su único recuerdo de él fue cuando le disparó en aquel día que fue a por Yuki. Un evento que había sucedido hace ya varios meses en realidad. Entonces… ¿por qué, demonios, le estaba enviando una advertencia? Su muerte le importaba poco, pero habían ciertas personas que si le importarian, personas que a él llegaron a importarle en su tiempo. Y que además, había sido él quien lo puso en la lista negra del ruso cuando llevo los documentos a la italiana para el rompimiento de tratado de alianza. Lo sentenció indirectamente. Días después del incidente con Kiev, había intentado contactarlo. Después de todo, una amistad de años no podía romperse tan fácilmente. O al menos, eso creyó. Pero no pudo acercarse. No sin que la sangre de sus hombres y los del ruso terminara regada en los jardines de la mansión. No había forma de negociar con los perros que custodiaban la entrada. Sabía cuándo no valía la pena forzar las cosas. Así que optó por lo que sabía hacer mejor: moverse en las sombras. Envió hombres discretos, infiltrados, para vigilar los pasos del ruso. Lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba: Kiev había abandonado el país rumbo a Rusia. Y no solo eso, sino que ya había tomado el mando de la Mafia Roja. La herencia maldita de sus antepasados comunistas. El poder que tanto había intentado evitar… ahora lo poseía por completo. Ryan, sentado tras su escritorio, tenía el revólver en la mano derecha. Jugaba con él. Con esa calma que a muchos les parecía aterradora. Frente a él, un hombre atado a una silla, con la boca ensangrentada y los ojos desorbitados. — Empieza —ordenó con voz baja, sin apartar la mirada del arma, sus dedos se movían con agilidad sobre el arma. No usaba guantes, está era de las pocas veces que podía estar relajado sin tener que temer que alguien notara su piel fría. Bruno, a su izquierda, sostenía un informe. Sus ojos no dudaron en bajar la mirada hacia el papel mientras comenzaba a leer con voz clara y pausada: —El informe confirma que el señor Romalsko ha estado vigilando sus movimientos desde que despertó. Registros bancarios, llamadas, reuniones. Incluso personas con las que ha cruzado palabras en eventos públicos han sido investigadas. Lo del evento con aquel investigador y con la señorita que conoció en la fiesta que fue con el señor Romalsko. La mirada del rubio vaciló está vez. Sus manos se detuvieron cuando introducía una bala al escuchar estos casos, solo basto unos segundos para continuar, cerró el tambor. Lo giró. Apretó el gatillo y... nada. El tambor giró de nuevo. —Incluyendo a la señorita Di Vincenzo y a su hermano en la mira, Giovanni. Nuevamente sonó un "click" pero ninguna gota de Sangre se derramó. Ryan alzó una ceja. Ladeó la cabeza hacia el traidor frente a él. El hombre ya no hablaba. Solo temblaba. Si que había tenido suerte. —¿Y la carta? —preguntó Ryan con desinterés, como si el arma no estuviera apuntando a una cabeza. —Fue enviada. Un hombre encubierto se aseguró de que llegara a manos de la señorita Di Vincenzo. Evitamos cualquier cruce con la vigilancia del ruso. La carta, aunque a vista simple un papel cualquiera era una advertencia para que Giovanni no metiera las narices donde no debía. Si lo hacía, no habría marcha atrás. Y también servía como coartada. Ryan no quería que lo arrastraran al infierno de una guerra que no le correspondía. Aún no. Tenía planes más urgentes: volver a Italia, tomar lo que era suyo, poner en orden la peste que su familia había dejado. No podía permitirse tener a los Di Vincenzo como enemigos antes siquiera de haber pisado tierras italianas. —Bien hecho. Pero asegúrate de que llegue. Si Kiev la intercepta... estamos jodidos, ese hombre me tomará como enemigo y las cosas terminarán por empeorar. — Apoyó el cañón del revólver en la frente del traidor. —También tenemos nuevos nombres —agregó Bruno, pasando al siguiente informe—. Siete contratados por los Di Conti. Cinco desconocidos. Uno de los nuestros. Y el último... un fantasma. Sin rostro. Sin huella. Se mueve mejor que los otros seis juntos. Ryan chasqueó la lengua. Giró el tambor por última vez. El traidor sollozaba, ahogándose en sus propias lágrimas. —Demasiado ruido por cosas que deberían haber quedado enterradas —musitó. Apuntó. No dudo y la sangre por fin salpicó. El sonido resonó en la sala como un final inevitable. Ryan se inclinó hacia atrás, apoyando el revólver en el escritorio.Su cabello estaba algo desordenado, sus ojos se cerraron, inspiró hondo. Habían sucedido tantas cosas que lo estaban impacientando, aquello que terminaba por volver una piedra molesta en su zapato. Que un gato le mordiera un pie era incluso más cómodo que esto. —Limpia esto. — Dijo reincorporándose. Estaba agotado, necesitaba un descanso de todo esto. 10 9 8 || El user está vivo, con vacaciones desde el lunes pero ayudando con unos asuntos importantes, un amigo se rompió el pie(?). En otras noticias, logré recuperar el Word hace poco en dónde tenía las respuestas de algunos roles que extrañaba por contestar, ya me estoy poniendo las pilas para aprovechar este tiempo, lamento realmente la demora. Un abrazo, con todo cariño, el user de Ryan.
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  • -Yuki Prakliaty siglo XVII-(?)
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  • —No busques si lo que vas a encontrar no te va a gustar —Musitó Yuki mientras se miraba en el reflejo del espejo del baño. Hacía días que estaba más empecinada en averiguar su pasado, el porqué su memoria se había borrado, pero ¿por qué sentía que si no recordaba pronto, podría ser catastrófico? era como si cada pieza que encontraba, la acercaba a una realidad que no le iba a gustar.

    Soltó un suspiro, resignada. Su vida parecía una historia de ensueño, lo que cualquier mujer podría desear, pero en su interior, en su corazón, aunque no quisiera, necesitaba traer de vuelta sus memorias.
    —No busques si lo que vas a encontrar no te va a gustar —Musitó Yuki mientras se miraba en el reflejo del espejo del baño. Hacía días que estaba más empecinada en averiguar su pasado, el porqué su memoria se había borrado, pero ¿por qué sentía que si no recordaba pronto, podría ser catastrófico? era como si cada pieza que encontraba, la acercaba a una realidad que no le iba a gustar. Soltó un suspiro, resignada. Su vida parecía una historia de ensueño, lo que cualquier mujer podría desear, pero en su interior, en su corazón, aunque no quisiera, necesitaba traer de vuelta sus memorias.
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  • El sol de la mañana acariciaba suavemente los jardines de la Villa Di Vincenzo, donde el perfume de las bugambilias se mezclaba con el aroma a café recién hecho y pan horneado. Una mesa dispuesta con impecable gusto esperaba bajo la sombra de una pérgola cubierta de glicinas. Frutas frescas, jugos naturales, embutidos finos, quesos artesanales y una selección de dulces italianos adornaban el mantel blanco con bordados dorados. Todo estaba dispuesto con precisión, sin excesos, pero con el refinamiento propio de una anfitriona como Elisabetta Di Vincenzo.

    Ella ya estaba allí, sentada con elegancia en una silla de hierro forjado tapizada en terciopelo gris perla. Llevaba un conjunto cómodo pero cuidadosamente escogido: un pantalón palazzo color marfil, una blusa de seda verde esmeralda que resaltaba sus ojos violeta, y un chal ligero sobre los hombros. Su cabello rubio, suelto y ligeramente ondulado, caía con gracia por su espalda. Ni una joya de más, ni una arruga fuera de lugar.

    Aparentemente tranquila, sostenía una copa de jugo de naranja con una mano, mientras la otra pasaba lentamente las páginas de un libro antiguo de poesía italiana. Pero su mente no estaba en los versos de Petrarca. Su atención estaba puesta en la entrada de la villa, esperando el sonido de los pasos que anunciarían la llegada de su hermano Giovanni... y de ella. Su novia. La mujer que, según Giovanni, había logrado hacerlo feliz de nuevo.

    Elisabetta había sonreído por cortesía cuando recibió la noticia, pero por dentro, las alertas se encendieron de inmediato. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería realmente? Nadie se acercaba a un Di Vincenzo sin un motivo, y menos aún a Giovanni, que en los últimos años se había convertido en su único verdadero aliado, el único que no la había dejado tras la muerte de su padre.

    Naturalmente, Elisabetta no había esperado una presentación formal para comenzar a conocerla. Su equipo ya había investigado todo: nombre, familia, pasado, fotos antiguas, viajes, ex parejas, movimientos bancarios... Todo. Y aunque hasta ahora nada era "alarmante", el instinto de la Farfalla della Morte nunca se equivocaba.

    El canto lejano de un ruiseñor cesó cuando escuchó el ruido de un motor acercándose por el camino de grava. Cerró el libro con elegancia y lo dejó sobre la mesa, mientras una leve sonrisa, tan bella como inquietante, curvaba sus labios.

    —Finalmente, llegó el momento —susurró, tomando una aceituna entre sus dedos perfectamente cuidados.

    Elisabetta se puso de pie con la gracia de quien domina cada centímetro del terreno que pisa. Con el sol acariciando su silueta, parecía una diosa romana lista para recibir a sus invitados. Pero sus ojos... esos ojos color amatista, brillaban con la intensidad de quien va a juzgar, aunque no lo diga con palabras.

    Aquella mujer iba a conocer a Elisabetta Di Vincenzo.

    Y lo haría con desayuno... y con advertencia velada incluida.

    Yuki Prakliaty
    Gɪᴏᴠᴀɴɴɪ Dɪ Vɪɴᴄᴇɴᴢᴏ
    El sol de la mañana acariciaba suavemente los jardines de la Villa Di Vincenzo, donde el perfume de las bugambilias se mezclaba con el aroma a café recién hecho y pan horneado. Una mesa dispuesta con impecable gusto esperaba bajo la sombra de una pérgola cubierta de glicinas. Frutas frescas, jugos naturales, embutidos finos, quesos artesanales y una selección de dulces italianos adornaban el mantel blanco con bordados dorados. Todo estaba dispuesto con precisión, sin excesos, pero con el refinamiento propio de una anfitriona como Elisabetta Di Vincenzo. Ella ya estaba allí, sentada con elegancia en una silla de hierro forjado tapizada en terciopelo gris perla. Llevaba un conjunto cómodo pero cuidadosamente escogido: un pantalón palazzo color marfil, una blusa de seda verde esmeralda que resaltaba sus ojos violeta, y un chal ligero sobre los hombros. Su cabello rubio, suelto y ligeramente ondulado, caía con gracia por su espalda. Ni una joya de más, ni una arruga fuera de lugar. Aparentemente tranquila, sostenía una copa de jugo de naranja con una mano, mientras la otra pasaba lentamente las páginas de un libro antiguo de poesía italiana. Pero su mente no estaba en los versos de Petrarca. Su atención estaba puesta en la entrada de la villa, esperando el sonido de los pasos que anunciarían la llegada de su hermano Giovanni... y de ella. Su novia. La mujer que, según Giovanni, había logrado hacerlo feliz de nuevo. Elisabetta había sonreído por cortesía cuando recibió la noticia, pero por dentro, las alertas se encendieron de inmediato. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería realmente? Nadie se acercaba a un Di Vincenzo sin un motivo, y menos aún a Giovanni, que en los últimos años se había convertido en su único verdadero aliado, el único que no la había dejado tras la muerte de su padre. Naturalmente, Elisabetta no había esperado una presentación formal para comenzar a conocerla. Su equipo ya había investigado todo: nombre, familia, pasado, fotos antiguas, viajes, ex parejas, movimientos bancarios... Todo. Y aunque hasta ahora nada era "alarmante", el instinto de la Farfalla della Morte nunca se equivocaba. El canto lejano de un ruiseñor cesó cuando escuchó el ruido de un motor acercándose por el camino de grava. Cerró el libro con elegancia y lo dejó sobre la mesa, mientras una leve sonrisa, tan bella como inquietante, curvaba sus labios. —Finalmente, llegó el momento —susurró, tomando una aceituna entre sus dedos perfectamente cuidados. Elisabetta se puso de pie con la gracia de quien domina cada centímetro del terreno que pisa. Con el sol acariciando su silueta, parecía una diosa romana lista para recibir a sus invitados. Pero sus ojos... esos ojos color amatista, brillaban con la intensidad de quien va a juzgar, aunque no lo diga con palabras. Aquella mujer iba a conocer a Elisabetta Di Vincenzo. Y lo haría con desayuno... y con advertencia velada incluida. [Yuki2104] [Gi0vanni]
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  • Ayer estuve tan "ocupada" con Yuki que no cenamos, así que obviamente hoy tengo que desayunar y reponer calorías ♥ ~~
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  • Amo a mis bebés Tora Lιᥣιᥲ Vᥲᥒɾoᥙgᥱ Jinshi Haku

    Son tan bonitooosss
    Amo a mis bebés [Tiger_Of_Ares_Street] [Lilia_vanrouge_Off.Rplyr01] [masterjinshinficrolofficial01] [haku_yuki_official_rolplayer] Son tan bonitooosss
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  • Unos dias muy productivos aunque... Extraño a Yukiiii TT TT TT
    Quiero abrazarlo
    Quiero darle amor
    Quiero verlo feliz
    Quiero verlo sonreir

    Te invoco dueño de mi corazón TT TT TT TT
    Unos dias muy productivos aunque... Extraño a Yukiiii TT TT TT Quiero abrazarlo Quiero darle amor Quiero verlo feliz Quiero verlo sonreir Te invoco dueño de mi corazón TT TT TT TT
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
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    Yuki cuando le dicen que Christopher ya llegó.

    "Ups mi patín" (???)
    Yuki cuando le dicen que Christopher ya llegó. "Ups mi patín" (???)
    Me enjaja
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  • Hola a todos!
    Mi nombre es Yukihiro Aoi.
    Soy Japonés y por eso primero decimos nuestro apellido.
    Pero por favor, no me llamen Yukihiro-san, me hacen sentir como mi papá.

    Por favor dígame Yuki-san.
    Espero llevarme muy bien con todos ustedes ♡
    Si necesitan un guia de turista en Japón, tambien puedo acompañarlos y si les interesa el diseño de moda o a aprender a patinar sobre hielo, están de suerte porque son mis dos profesiones!
    ꒰ঌ(˶ˆᗜˆ˵)໒꒱
    Hola a todos! Mi nombre es Yukihiro Aoi. Soy Japonés y por eso primero decimos nuestro apellido. Pero por favor, no me llamen Yukihiro-san, me hacen sentir como mi papá. Por favor dígame Yuki-san. Espero llevarme muy bien con todos ustedes ♡ Si necesitan un guia de turista en Japón, tambien puedo acompañarlos y si les interesa el diseño de moda o a aprender a patinar sobre hielo, están de suerte porque son mis dos profesiones! ꒰ঌ(˶ˆᗜˆ˵)໒꒱
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