Crónicas del Olvido — El Legado que No Murió

Han pasado mas de 100 años desde la caída de Yukine y Lidica. El Señor de las Sombras no gobierna con ejércitos ni decretos. Su dominio es más sutil: el sol ya no sale con fuerza, los colores del mundo se han apagado, y las estaciones se han vuelto erráticas. La magia elemental está corrompida. Los sabios han desaparecido. Los templos han sido sellados.

La gente sobrevive. Pero no vive.

En las ciudades, se prohíbe hablar de los héroes caídos. En los pueblos, sus nombres son susurros. En los bosques, sus símbolos han sido borrados. Pero en los rincones más olvidados del mundo… algo se mueve.

En el Valle de las Voces Silentes, donde el viento aún canta, un joven aprendiz llamado Kael encuentra un fragmento de piedra con una runa que brilla débilmente. No sabe qué significa. Pero al tocarla, escucha una voz:

“La luz no muere. Solo espera.”

Kael comienza a buscar respuestas. En su viaje, encuentra a Sira, una guerrera errante que ha tenido sueños recurrentes con una mujer de cabello plateado y ojos decididos. Juntos, comienzan a reunir fragmentos: antiguos textos, objetos olvidados, ecos de magia que aún resisten la corrupción.
No buscan venganza. Buscan memoria.

En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael y Sira descubren una cámara oculta. Dentro, dos estatuas sin rostro, rodeadas por runas que aún vibran con energía. Al tocarlas, ambos son envueltos por visiones:

• Kael ve a Yukine, en su forma final, liberando el sello ancestral, enfrentando al Señor de las Sombras con una magia que no comprendía.

• Sira ve a Lidica, lanzándose sin miedo, canalizando su voluntad en un golpe que casi cambió el destino.
Ambos despiertan con lágrimas en los ojos.

Kael y Sira no son héroes aún. Pero comienzan a actuar. Liberan aldeas pequeñas de la influencia mágica corrupta. Enseñan a los niños a leer las estrellas. Recuperan fragmentos del Amuleto del Destino, que se rompió en la batalla final y cuyos pedazos fueron esparcidos por el mundo.

Cada acción es pequeña. Pero el Señor de las Sombras comienza a notar.

Y en lo más profundo de su trono, donde la oscuridad es más densa, el Amuleto corrompido vibra. No por poder. Por amenaza.

Los sabios ocultos comienzan a salir de sus refugios. Los Guardianes elementales, debilitados pero vivos, sienten el cambio. Las criaturas mágicas regresan lentamente. Y en los sueños de Kael y Sira, las voces de Yukine y Lidica se hacen más claras.

“No somos el final. Somos el comienzo.”

Kael y Sira encuentran a Tharos en las ruinas de un templo incendiado, donde vive aislado, temiendo volver a perder el control. Elen aparece cuando el grupo intenta purificar un lago corrompido, salvándolos de una emboscada de sombras líquidas.
Al principio, no confían entre sí. Tharos teme herirlos. Elen duda de que la lucha sea posible. Pero Kael, con su convicción silenciosa, y Sira, con su determinación feroz, los unen.
Juntos, forman una célula de resistencia que no busca destruir al Señor de las Sombras… aún. Su misión es recuperar los fragmentos del Amuleto, restaurar los templos elementales, y despertar el legado dormido de Yukine y Lidica.

Primer Enfrentamiento: El Guardián del Eco

En las ruinas del Templo del Viento, el grupo enfrenta a un Guardián Corrompido, una criatura que alguna vez fue protectora del equilibrio, ahora convertida en una amalgama de sombra y aire cortante.

• Kael detecta un fragmento del Amuleto en su núcleo.

• Sira lucha en un duelo aéreo, esquivando ráfagas invisibles.

• Tharos pierde el control por momentos, incendiando parte del templo.

• Elen estabiliza el entorno, permitiendo que Kael canalice el fragmento.

La batalla es caótica, pero al final, el grupo logra purificar al Guardián. El fragmento brilla. El templo respira. Y el mundo… tiembla.



Crónicas del Olvido — El Legado que No Murió Han pasado mas de 100 años desde la caída de Yukine y Lidica. El Señor de las Sombras no gobierna con ejércitos ni decretos. Su dominio es más sutil: el sol ya no sale con fuerza, los colores del mundo se han apagado, y las estaciones se han vuelto erráticas. La magia elemental está corrompida. Los sabios han desaparecido. Los templos han sido sellados. La gente sobrevive. Pero no vive. En las ciudades, se prohíbe hablar de los héroes caídos. En los pueblos, sus nombres son susurros. En los bosques, sus símbolos han sido borrados. Pero en los rincones más olvidados del mundo… algo se mueve. En el Valle de las Voces Silentes, donde el viento aún canta, un joven aprendiz llamado Kael encuentra un fragmento de piedra con una runa que brilla débilmente. No sabe qué significa. Pero al tocarla, escucha una voz: “La luz no muere. Solo espera.” Kael comienza a buscar respuestas. En su viaje, encuentra a Sira, una guerrera errante que ha tenido sueños recurrentes con una mujer de cabello plateado y ojos decididos. Juntos, comienzan a reunir fragmentos: antiguos textos, objetos olvidados, ecos de magia que aún resisten la corrupción. No buscan venganza. Buscan memoria. En el corazón del Bosque de los Ancestros, Kael y Sira descubren una cámara oculta. Dentro, dos estatuas sin rostro, rodeadas por runas que aún vibran con energía. Al tocarlas, ambos son envueltos por visiones: • Kael ve a Yukine, en su forma final, liberando el sello ancestral, enfrentando al Señor de las Sombras con una magia que no comprendía. • Sira ve a Lidica, lanzándose sin miedo, canalizando su voluntad en un golpe que casi cambió el destino. Ambos despiertan con lágrimas en los ojos. Kael y Sira no son héroes aún. Pero comienzan a actuar. Liberan aldeas pequeñas de la influencia mágica corrupta. Enseñan a los niños a leer las estrellas. Recuperan fragmentos del Amuleto del Destino, que se rompió en la batalla final y cuyos pedazos fueron esparcidos por el mundo. Cada acción es pequeña. Pero el Señor de las Sombras comienza a notar. Y en lo más profundo de su trono, donde la oscuridad es más densa, el Amuleto corrompido vibra. No por poder. Por amenaza. Los sabios ocultos comienzan a salir de sus refugios. Los Guardianes elementales, debilitados pero vivos, sienten el cambio. Las criaturas mágicas regresan lentamente. Y en los sueños de Kael y Sira, las voces de Yukine y Lidica se hacen más claras. “No somos el final. Somos el comienzo.” Kael y Sira encuentran a Tharos en las ruinas de un templo incendiado, donde vive aislado, temiendo volver a perder el control. Elen aparece cuando el grupo intenta purificar un lago corrompido, salvándolos de una emboscada de sombras líquidas. Al principio, no confían entre sí. Tharos teme herirlos. Elen duda de que la lucha sea posible. Pero Kael, con su convicción silenciosa, y Sira, con su determinación feroz, los unen. Juntos, forman una célula de resistencia que no busca destruir al Señor de las Sombras… aún. Su misión es recuperar los fragmentos del Amuleto, restaurar los templos elementales, y despertar el legado dormido de Yukine y Lidica. Primer Enfrentamiento: El Guardián del Eco En las ruinas del Templo del Viento, el grupo enfrenta a un Guardián Corrompido, una criatura que alguna vez fue protectora del equilibrio, ahora convertida en una amalgama de sombra y aire cortante. • Kael detecta un fragmento del Amuleto en su núcleo. • Sira lucha en un duelo aéreo, esquivando ráfagas invisibles. • Tharos pierde el control por momentos, incendiando parte del templo. • Elen estabiliza el entorno, permitiendo que Kael canalice el fragmento. La batalla es caótica, pero al final, el grupo logra purificar al Guardián. El fragmento brilla. El templo respira. Y el mundo… tiembla.
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