Capítulo IV: El Templo del Bosque y el Legado de Lidica
El grupo se dirige al último templo elemental: el Templo del Bosque, oculto en el corazón del Bosque de los Ancestros. Este lugar fue el santuario de Lidica. Aquí entrenó. Aquí prometió proteger. Y aquí… fue enterrado su recuerdo.
Sira comienza a tener sueños más intensos. Ve a Lidica en sus últimos momentos, no como guerrera, sino como hermana. El vínculo emocional se vuelve tan fuerte que su magia comienza a cambiar: ya no solo manipula el viento, sino que lo escucha.
En el centro del templo, el grupo encuentra un altar cubierto de raíces vivas. Al tocarlo, Sira entra en trance. Ve a Lidica enfrentando al Señor de las Sombras, sabiendo que no sobrevivirá. Pero también ve su decisión: no luchar por poder, sino por proteger a Yukine.
Sira despierta. Y el fragmento se libera. Esta vez, no brilla. Vibra.
Desde las raíces emerge el Portador de la Sangre, un emisario que manipula emociones como armas. Su magia provoca dolor físico a través de recuerdos. Cada herida que inflige es una culpa revivida.
• Kael se desmaya al ver a Yukine fallar.
• Tharos se arrodilla, sintiendo que mató a su familia.
• Elen se encierra en una barrera, temiendo que su magia solo destruye.
• Sira, guiada por el fragmento, se enfrenta al enemigo con una voluntad que no puede ser corrompida.
La batalla es brutal. Pero al final, el Portador de la Sangre es derrotado. Y el templo… florece.
Con los cuatro fragmentos reunidos, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino fue sellado. Kael, ahora más maduro, comienza a entender que no deben usar el Amuleto como arma… sino como llave.
Elen purifica los fragmentos. Tharos estabiliza la energía.
Sira canaliza el vínculo. Y Kael, guiado por el eco de Yukine, comienza a reconstruir el Amuleto.
Pero el cielo se oscurece. El Señor de las Sombras ha sentido el cambio. Y esta vez… no enviará emisarios.
El grupo se dirige al último templo elemental: el Templo del Bosque, oculto en el corazón del Bosque de los Ancestros. Este lugar fue el santuario de Lidica. Aquí entrenó. Aquí prometió proteger. Y aquí… fue enterrado su recuerdo.
Sira comienza a tener sueños más intensos. Ve a Lidica en sus últimos momentos, no como guerrera, sino como hermana. El vínculo emocional se vuelve tan fuerte que su magia comienza a cambiar: ya no solo manipula el viento, sino que lo escucha.
En el centro del templo, el grupo encuentra un altar cubierto de raíces vivas. Al tocarlo, Sira entra en trance. Ve a Lidica enfrentando al Señor de las Sombras, sabiendo que no sobrevivirá. Pero también ve su decisión: no luchar por poder, sino por proteger a Yukine.
Sira despierta. Y el fragmento se libera. Esta vez, no brilla. Vibra.
Desde las raíces emerge el Portador de la Sangre, un emisario que manipula emociones como armas. Su magia provoca dolor físico a través de recuerdos. Cada herida que inflige es una culpa revivida.
• Kael se desmaya al ver a Yukine fallar.
• Tharos se arrodilla, sintiendo que mató a su familia.
• Elen se encierra en una barrera, temiendo que su magia solo destruye.
• Sira, guiada por el fragmento, se enfrenta al enemigo con una voluntad que no puede ser corrompida.
La batalla es brutal. Pero al final, el Portador de la Sangre es derrotado. Y el templo… florece.
Con los cuatro fragmentos reunidos, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino fue sellado. Kael, ahora más maduro, comienza a entender que no deben usar el Amuleto como arma… sino como llave.
Elen purifica los fragmentos. Tharos estabiliza la energía.
Sira canaliza el vínculo. Y Kael, guiado por el eco de Yukine, comienza a reconstruir el Amuleto.
Pero el cielo se oscurece. El Señor de las Sombras ha sentido el cambio. Y esta vez… no enviará emisarios.
Capítulo IV: El Templo del Bosque y el Legado de Lidica
El grupo se dirige al último templo elemental: el Templo del Bosque, oculto en el corazón del Bosque de los Ancestros. Este lugar fue el santuario de Lidica. Aquí entrenó. Aquí prometió proteger. Y aquí… fue enterrado su recuerdo.
Sira comienza a tener sueños más intensos. Ve a Lidica en sus últimos momentos, no como guerrera, sino como hermana. El vínculo emocional se vuelve tan fuerte que su magia comienza a cambiar: ya no solo manipula el viento, sino que lo escucha.
En el centro del templo, el grupo encuentra un altar cubierto de raíces vivas. Al tocarlo, Sira entra en trance. Ve a Lidica enfrentando al Señor de las Sombras, sabiendo que no sobrevivirá. Pero también ve su decisión: no luchar por poder, sino por proteger a Yukine.
Sira despierta. Y el fragmento se libera. Esta vez, no brilla. Vibra.
Desde las raíces emerge el Portador de la Sangre, un emisario que manipula emociones como armas. Su magia provoca dolor físico a través de recuerdos. Cada herida que inflige es una culpa revivida.
• Kael se desmaya al ver a Yukine fallar.
• Tharos se arrodilla, sintiendo que mató a su familia.
• Elen se encierra en una barrera, temiendo que su magia solo destruye.
• Sira, guiada por el fragmento, se enfrenta al enemigo con una voluntad que no puede ser corrompida.
La batalla es brutal. Pero al final, el Portador de la Sangre es derrotado. Y el templo… florece.
Con los cuatro fragmentos reunidos, el grupo regresa al Templo de la Luz Silente, donde el Amuleto del Destino fue sellado. Kael, ahora más maduro, comienza a entender que no deben usar el Amuleto como arma… sino como llave.
Elen purifica los fragmentos. Tharos estabiliza la energía.
Sira canaliza el vínculo. Y Kael, guiado por el eco de Yukine, comienza a reconstruir el Amuleto.
Pero el cielo se oscurece. El Señor de las Sombras ha sentido el cambio. Y esta vez… no enviará emisarios.
