//Podéis responder aquí o por mp, sin problema.
"𝐈'𝐥𝐥 𝐚𝐥𝐰𝐚𝐲𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐩𝐞... 𝐀𝐧𝐝, 𝐬𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚𝐲, 𝐈 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐫𝐢𝐩 𝐮𝐩 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐭𝐡𝐫𝐨𝐚𝐭 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐦𝐲 𝐟𝐚𝐧𝐠𝐬."
Su última huida, a pesar de que ambos lograron eludir a sus captores durante mucho tiempo, no resultó tan fructífera como se esperaría. Finalmente dieron con ellos de nuevo, les castigaron de incontables formas y volvieron a la vida de mierda que parecía ser su destino, uno que se repetiría una y otra vez, o al menos eso empezaba a creer.
El largo viaje, a las nuevas tierras que serían anfitrionas de las luchas clandestinas de bestias, finalizó con una jornada de innombrables humillaciones a las criaturas por parte de su amo, Ivo Dupont, el cual se volvió aún más desalmado, obsesivo, depravado y sádico desde el último intento de escape de los chicos.
Aquella misma noche les tocaba pelear a ambos wendigos y la batalla no resultaría para nada sencilla. Ardua y pesada esta les dejó graves heridas que dada su pobre alimentación no sanarían rápidamente. Lo que era peor, ambos eran conscientes de lo que les esperaba como "celebración" dada la euforia de su amo ante una batalla ganada y solo imaginarlo a Kahalan se le ponía la piel de gallina y se le revolvía el estómago. Debían huir, bajo cualquier costo. Sabían que serían atrapados pues los rastrearían mediante los dispositivos de localización en sus nucas, pero aún así debían intentarlo, como tantas otras veces lo hicieron en diversas ciudades del mundo.
En medio de la anarquía y locura que ocasionó su huida, provocado varias muertes, heridos y peleas a su paso, acabaron tomado caminos separados sin poder evitarlo, siendo cada uno de ellos (así como otras criaturas que aprovecharon la oportunidad) perseguidos por diversos grupos mafiosos que allí se encontraban, principalmente por los hombres del ya mencionado y poderoso, Ivo.
Los pasos de la apresurada fuga de Kahalan lo llevaron a la ciudad, repleta de oscuras calles que no conocía y otras a penas iluminadas por algunas farolas. No podía distraerse, un solo movimiento en falso y sería atrapado y por ende, castigado. Sin embargo las heridas abiertas no cesaban de sangrar y los huesos rotos no parecían soldar velozmente, todo a causa del poco alimento que su amo les ofrecía para poder mantenerlos a raya. Dejó que sus pasos le llevasen hasta un pequeño callejón sin un ápice de luz, cayendo con la espalda apoyada a un viejo y sucio contenedor de basura que albergaba los asquerosos restos de los antros y clubes de alrededor, que aún se mantenían abiertos al público y con música estridente que resonaba por todas partes.
Aún mantenía su forma de wendigo, suerte para él que pareció que ningún humano le vio, por lo que debía cambiar. Dio paso a la transformación, dolorosa sin duda, pues sus huesos debían romperse y sus músculos y piel desgarrarse para dar paso a una apariencia más humana.
Gritaba de dolor a pesar de que intentaba contenerse con las pocas fuerzas que le restaban. Retorciéndose en el suelo.
-¡Aaaah! ¡Joder!.... ¡Ggh!
Algo bueno es que al hacer eso, sus huesos se volvían a soldar por si solos, aunque las heridas abiertas no cerraban bien.
Su cuerpo, delgado pero atlético estaba cubierto de incontables cicatrices antiguas y recientes. A demás, la poca ropa que llevaba, a parte de sucia, estaba completamente desgarrada.
Sabía que los estarían siguiendo a ambos y que no tendría demasiado tiempo para reposar y esperar a que sus heridas sanen, no tardarían en dar con él. Debía encontrar un humano del que alimentarse cuanto antes, para recobrar algo de fuerza rápido y poder seguir huyendo. Intentó ponerse en pie, sujetándose a las mugrientas paredes del callejón, casi arrastrándose hacia la salida de este y, sin pensarlo dos veces mientras su visión se volvía borrosa y la respiración pesada por el dolor y el hambre, se aferró con fuerza a las ropas de la primera persona que pasó por delante de él.
"𝐈'𝐥𝐥 𝐚𝐥𝐰𝐚𝐲𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐩𝐞... 𝐀𝐧𝐝, 𝐬𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚𝐲, 𝐈 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐫𝐢𝐩 𝐮𝐩 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐭𝐡𝐫𝐨𝐚𝐭 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐦𝐲 𝐟𝐚𝐧𝐠𝐬."
Su última huida, a pesar de que ambos lograron eludir a sus captores durante mucho tiempo, no resultó tan fructífera como se esperaría. Finalmente dieron con ellos de nuevo, les castigaron de incontables formas y volvieron a la vida de mierda que parecía ser su destino, uno que se repetiría una y otra vez, o al menos eso empezaba a creer.
El largo viaje, a las nuevas tierras que serían anfitrionas de las luchas clandestinas de bestias, finalizó con una jornada de innombrables humillaciones a las criaturas por parte de su amo, Ivo Dupont, el cual se volvió aún más desalmado, obsesivo, depravado y sádico desde el último intento de escape de los chicos.
Aquella misma noche les tocaba pelear a ambos wendigos y la batalla no resultaría para nada sencilla. Ardua y pesada esta les dejó graves heridas que dada su pobre alimentación no sanarían rápidamente. Lo que era peor, ambos eran conscientes de lo que les esperaba como "celebración" dada la euforia de su amo ante una batalla ganada y solo imaginarlo a Kahalan se le ponía la piel de gallina y se le revolvía el estómago. Debían huir, bajo cualquier costo. Sabían que serían atrapados pues los rastrearían mediante los dispositivos de localización en sus nucas, pero aún así debían intentarlo, como tantas otras veces lo hicieron en diversas ciudades del mundo.
En medio de la anarquía y locura que ocasionó su huida, provocado varias muertes, heridos y peleas a su paso, acabaron tomado caminos separados sin poder evitarlo, siendo cada uno de ellos (así como otras criaturas que aprovecharon la oportunidad) perseguidos por diversos grupos mafiosos que allí se encontraban, principalmente por los hombres del ya mencionado y poderoso, Ivo.
Los pasos de la apresurada fuga de Kahalan lo llevaron a la ciudad, repleta de oscuras calles que no conocía y otras a penas iluminadas por algunas farolas. No podía distraerse, un solo movimiento en falso y sería atrapado y por ende, castigado. Sin embargo las heridas abiertas no cesaban de sangrar y los huesos rotos no parecían soldar velozmente, todo a causa del poco alimento que su amo les ofrecía para poder mantenerlos a raya. Dejó que sus pasos le llevasen hasta un pequeño callejón sin un ápice de luz, cayendo con la espalda apoyada a un viejo y sucio contenedor de basura que albergaba los asquerosos restos de los antros y clubes de alrededor, que aún se mantenían abiertos al público y con música estridente que resonaba por todas partes.
Aún mantenía su forma de wendigo, suerte para él que pareció que ningún humano le vio, por lo que debía cambiar. Dio paso a la transformación, dolorosa sin duda, pues sus huesos debían romperse y sus músculos y piel desgarrarse para dar paso a una apariencia más humana.
Gritaba de dolor a pesar de que intentaba contenerse con las pocas fuerzas que le restaban. Retorciéndose en el suelo.
-¡Aaaah! ¡Joder!.... ¡Ggh!
Algo bueno es que al hacer eso, sus huesos se volvían a soldar por si solos, aunque las heridas abiertas no cerraban bien.
Su cuerpo, delgado pero atlético estaba cubierto de incontables cicatrices antiguas y recientes. A demás, la poca ropa que llevaba, a parte de sucia, estaba completamente desgarrada.
Sabía que los estarían siguiendo a ambos y que no tendría demasiado tiempo para reposar y esperar a que sus heridas sanen, no tardarían en dar con él. Debía encontrar un humano del que alimentarse cuanto antes, para recobrar algo de fuerza rápido y poder seguir huyendo. Intentó ponerse en pie, sujetándose a las mugrientas paredes del callejón, casi arrastrándose hacia la salida de este y, sin pensarlo dos veces mientras su visión se volvía borrosa y la respiración pesada por el dolor y el hambre, se aferró con fuerza a las ropas de la primera persona que pasó por delante de él.
//Podéis responder aquí o por mp, sin problema.
"𝐈'𝐥𝐥 𝐚𝐥𝐰𝐚𝐲𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐩𝐞... 𝐀𝐧𝐝, 𝐬𝐨𝐦𝐞𝐝𝐚𝐲, 𝐈 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐫𝐢𝐩 𝐮𝐩 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐭𝐡𝐫𝐨𝐚𝐭 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐦𝐲 𝐟𝐚𝐧𝐠𝐬."
Su última huida, a pesar de que ambos lograron eludir a sus captores durante mucho tiempo, no resultó tan fructífera como se esperaría. Finalmente dieron con ellos de nuevo, les castigaron de incontables formas y volvieron a la vida de mierda que parecía ser su destino, uno que se repetiría una y otra vez, o al menos eso empezaba a creer.
El largo viaje, a las nuevas tierras que serían anfitrionas de las luchas clandestinas de bestias, finalizó con una jornada de innombrables humillaciones a las criaturas por parte de su amo, Ivo Dupont, el cual se volvió aún más desalmado, obsesivo, depravado y sádico desde el último intento de escape de los chicos.
Aquella misma noche les tocaba pelear a ambos wendigos y la batalla no resultaría para nada sencilla. Ardua y pesada esta les dejó graves heridas que dada su pobre alimentación no sanarían rápidamente. Lo que era peor, ambos eran conscientes de lo que les esperaba como "celebración" dada la euforia de su amo ante una batalla ganada y solo imaginarlo a Kahalan se le ponía la piel de gallina y se le revolvía el estómago. Debían huir, bajo cualquier costo. Sabían que serían atrapados pues los rastrearían mediante los dispositivos de localización en sus nucas, pero aún así debían intentarlo, como tantas otras veces lo hicieron en diversas ciudades del mundo.
En medio de la anarquía y locura que ocasionó su huida, provocado varias muertes, heridos y peleas a su paso, acabaron tomado caminos separados sin poder evitarlo, siendo cada uno de ellos (así como otras criaturas que aprovecharon la oportunidad) perseguidos por diversos grupos mafiosos que allí se encontraban, principalmente por los hombres del ya mencionado y poderoso, Ivo.
Los pasos de la apresurada fuga de Kahalan lo llevaron a la ciudad, repleta de oscuras calles que no conocía y otras a penas iluminadas por algunas farolas. No podía distraerse, un solo movimiento en falso y sería atrapado y por ende, castigado. Sin embargo las heridas abiertas no cesaban de sangrar y los huesos rotos no parecían soldar velozmente, todo a causa del poco alimento que su amo les ofrecía para poder mantenerlos a raya. Dejó que sus pasos le llevasen hasta un pequeño callejón sin un ápice de luz, cayendo con la espalda apoyada a un viejo y sucio contenedor de basura que albergaba los asquerosos restos de los antros y clubes de alrededor, que aún se mantenían abiertos al público y con música estridente que resonaba por todas partes.
Aún mantenía su forma de wendigo, suerte para él que pareció que ningún humano le vio, por lo que debía cambiar. Dio paso a la transformación, dolorosa sin duda, pues sus huesos debían romperse y sus músculos y piel desgarrarse para dar paso a una apariencia más humana.
Gritaba de dolor a pesar de que intentaba contenerse con las pocas fuerzas que le restaban. Retorciéndose en el suelo.
-¡Aaaah! ¡Joder!.... ¡Ggh!
Algo bueno es que al hacer eso, sus huesos se volvían a soldar por si solos, aunque las heridas abiertas no cerraban bien.
Su cuerpo, delgado pero atlético estaba cubierto de incontables cicatrices antiguas y recientes. A demás, la poca ropa que llevaba, a parte de sucia, estaba completamente desgarrada.
Sabía que los estarían siguiendo a ambos y que no tendría demasiado tiempo para reposar y esperar a que sus heridas sanen, no tardarían en dar con él. Debía encontrar un humano del que alimentarse cuanto antes, para recobrar algo de fuerza rápido y poder seguir huyendo. Intentó ponerse en pie, sujetándose a las mugrientas paredes del callejón, casi arrastrándose hacia la salida de este y, sin pensarlo dos veces mientras su visión se volvía borrosa y la respiración pesada por el dolor y el hambre, se aferró con fuerza a las ropas de la primera persona que pasó por delante de él.
