• Myrrh: «Dime, pequeña. ¿Cuántos más tendrán que caer antes de que los necios de este mundo aprendan a soltar su orgullo?

    Zaryna: Demasiados, Myrrh. Siempre son demasiados. Parece que prefieren morir aferrados a su testarudez antes que admitir sus errores.

    Myrrh: «¿Es tan difícil, me pregunto, reconocer una falla? Aceptar que no se puede siempre ganar solo, que a veces, retroceder no es rendirse sino sobrevivir. El orgullo… Una cadena forjada en el miedo a la humildad.»

    Zaryna: Lo he visto tantas veces. Los líderes de las aldeas… la gente que decía protegerme. Decían que tenían todo bajo control mientras el peligro les pasaba por encima. ¿Y quién paga el precio? No ellos. Siempre son los demás.

    Myrrh: «Los orgullosos son buenos en eso. Se esconden detrás de palabras grandes, de promesas vacías… Pero cuando la verdad les alcanza, el sufrimiento lo cargan los inocentes. Tú lo sabes mejor que nadie.»

    Zaryna: Elara... Ella siempre decía que el orgullo podía ser útil, si lo usabas para empujarte a ser mejor. Pero no el orgullo que aplasta a los demás... Ese es veneno.

    Myrrh: «Sabia, como siempre. Pero dime… ¿Acaso viste a alguien escucharla? ¿Viste a alguien dejar de lado su ego para aprender de lo que decía?»

    Zaryna: No… Ni siquiera yo. No como debería.

    Myrrh: «Y ahí está la verdadera tragedia. No es solo su orgullo el que los condena, Zaryna. Es el tuyo, es el mío, es el de todos. Ese fuego que quema desde dentro y ciega hasta a los mejores. Lo único que queda es decidir si aprenderás de ellos… O si repetirás sus errores.»

    Zaryna: No quiero ser como ellos. Si puedo, si me queda algo de fuerza, quiero mostrarles que hay otra forma. Quiero… No, tengo que ser mejor.

    Myrrh: «Entonces recuerda esto, pequeña: el orgullo puede ser un arma… Pero solo si sabes cuándo blandirlo y cuándo dejarlo caer.»
    Myrrh: «Dime, pequeña. ¿Cuántos más tendrán que caer antes de que los necios de este mundo aprendan a soltar su orgullo? Zaryna: Demasiados, Myrrh. Siempre son demasiados. Parece que prefieren morir aferrados a su testarudez antes que admitir sus errores. Myrrh: «¿Es tan difícil, me pregunto, reconocer una falla? Aceptar que no se puede siempre ganar solo, que a veces, retroceder no es rendirse sino sobrevivir. El orgullo… Una cadena forjada en el miedo a la humildad.» Zaryna: Lo he visto tantas veces. Los líderes de las aldeas… la gente que decía protegerme. Decían que tenían todo bajo control mientras el peligro les pasaba por encima. ¿Y quién paga el precio? No ellos. Siempre son los demás. Myrrh: «Los orgullosos son buenos en eso. Se esconden detrás de palabras grandes, de promesas vacías… Pero cuando la verdad les alcanza, el sufrimiento lo cargan los inocentes. Tú lo sabes mejor que nadie.» Zaryna: Elara... Ella siempre decía que el orgullo podía ser útil, si lo usabas para empujarte a ser mejor. Pero no el orgullo que aplasta a los demás... Ese es veneno. Myrrh: «Sabia, como siempre. Pero dime… ¿Acaso viste a alguien escucharla? ¿Viste a alguien dejar de lado su ego para aprender de lo que decía?» Zaryna: No… Ni siquiera yo. No como debería. Myrrh: «Y ahí está la verdadera tragedia. No es solo su orgullo el que los condena, Zaryna. Es el tuyo, es el mío, es el de todos. Ese fuego que quema desde dentro y ciega hasta a los mejores. Lo único que queda es decidir si aprenderás de ellos… O si repetirás sus errores.» Zaryna: No quiero ser como ellos. Si puedo, si me queda algo de fuerza, quiero mostrarles que hay otra forma. Quiero… No, tengo que ser mejor. Myrrh: «Entonces recuerda esto, pequeña: el orgullo puede ser un arma… Pero solo si sabes cuándo blandirlo y cuándo dejarlo caer.»
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  • La sala estaba fría, impregnada de un silencio cargado, como si incluso el aire temiera moverse. Las sombras de las serpientes se proyectaban en las paredes, danzando con el parpadeo tenue de las antorchas, mientras el reflejo del bronce en sus brazaletes brillaba como ojos atentos.

    —Soy lo que hicieron de mí.

    Sus palabras flotaron en el aire, un murmullo cargado de un doloroso veneno. Mientras hablaba, sus dedos rozaron la superficie de una estatua rota: una figura masculina petrificada, el gesto de horror aún congelado en su rostro.

    —Dijeron que era un monstruo, pero no nací siendo una. Ellos me arrebataron la suavidad de mis días. Ellos hicieron de mi piel una trinchera y de mis lágrimas un arma.

    Se giró, sus ojos dorados buscando algo en la penumbra, como si hablara con una presencia que no estaba allí, o con los fragmentos de quien solía ser.

    —¿Crees que me alegra el destino que cargo? Cada criatura que yace inmóvil ante mí es un eco de mi propia condena. Pero no pido compasión. No la quiero. Es un lujo que ya no entiendo.

    Las serpientes en su cabeza siseaban suavemente, como si compartieran su tristeza, su furia contenida. Dando un paso hacia adelante, su sombra creció en la pared, imponente y casi divina.

    —El mundo no comprende lo que teme. Así que lo destruye... O lo convierte en un arma. Y si debo ser esa arma, que así sea. Pero la sangre de mis víctimas no está en mis manos...
    La sala estaba fría, impregnada de un silencio cargado, como si incluso el aire temiera moverse. Las sombras de las serpientes se proyectaban en las paredes, danzando con el parpadeo tenue de las antorchas, mientras el reflejo del bronce en sus brazaletes brillaba como ojos atentos. —Soy lo que hicieron de mí. Sus palabras flotaron en el aire, un murmullo cargado de un doloroso veneno. Mientras hablaba, sus dedos rozaron la superficie de una estatua rota: una figura masculina petrificada, el gesto de horror aún congelado en su rostro. —Dijeron que era un monstruo, pero no nací siendo una. Ellos me arrebataron la suavidad de mis días. Ellos hicieron de mi piel una trinchera y de mis lágrimas un arma. Se giró, sus ojos dorados buscando algo en la penumbra, como si hablara con una presencia que no estaba allí, o con los fragmentos de quien solía ser. —¿Crees que me alegra el destino que cargo? Cada criatura que yace inmóvil ante mí es un eco de mi propia condena. Pero no pido compasión. No la quiero. Es un lujo que ya no entiendo. Las serpientes en su cabeza siseaban suavemente, como si compartieran su tristeza, su furia contenida. Dando un paso hacia adelante, su sombra creció en la pared, imponente y casi divina. —El mundo no comprende lo que teme. Así que lo destruye... O lo convierte en un arma. Y si debo ser esa arma, que así sea. Pero la sangre de mis víctimas no está en mis manos...
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  • Lyra se encontraba frente a una pequeña llama que ardía con una intensidad abrumadora. Observaba cómo el fuego danzaba, consciente de su propia naturaleza, del poder que llevaba consigo.

    —El poder es un veneno. —Murmuró, su voz baja, casi un susurro.— Promete todo, pero exige todo a cambio. La ambición no es más que un reflejo de lo que somos, de lo que buscamos alcanzar. Muchos caen en ella, creyendo que controlan el fuego. Pero si no caía en mí...

    Sus ojos reflejaron las llamas, el brillo en ellos reflejando una oscuridad profunda.

    —Habría sido el fuego el que me hubiera consumido a mí, liberando un dios de sangre cuya ira no conoce límites. Un precio que no todos pueden pagar, una carga que no todos pueden cargar.

    La llama parpadeó. La ambición y el poder, pensó, nunca vienen sin un costo.
    Lyra se encontraba frente a una pequeña llama que ardía con una intensidad abrumadora. Observaba cómo el fuego danzaba, consciente de su propia naturaleza, del poder que llevaba consigo. —El poder es un veneno. —Murmuró, su voz baja, casi un susurro.— Promete todo, pero exige todo a cambio. La ambición no es más que un reflejo de lo que somos, de lo que buscamos alcanzar. Muchos caen en ella, creyendo que controlan el fuego. Pero si no caía en mí... Sus ojos reflejaron las llamas, el brillo en ellos reflejando una oscuridad profunda. —Habría sido el fuego el que me hubiera consumido a mí, liberando un dios de sangre cuya ira no conoce límites. Un precio que no todos pueden pagar, una carga que no todos pueden cargar. La llama parpadeó. La ambición y el poder, pensó, nunca vienen sin un costo.
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  • El Renacer
    Fandom Jujutsu Kaisen
    Categoría Anime / Mangas
    ᬊᬁ 𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥 ᬊᬁ
    𝙵𝚃: Sukuna リョーメン

    Aquel día, en el que Sukuna murió, el corazón de Uraume se rompió en miles de pedazos. Un lacerante e insoportable dolor se alojó en su pecho. Era como si le estuvieran arrancando el corazón a dolor vivo con un afilado puñal cuyo filo estaba revestido por un veneno.

    Con un sentimiento de odio, había visto como los hechiceros se alegraban por la muerte de su señor Sukuna. Lo más insoportable para ella es que nadie imaginaba cuán horrible era su sufrimiento, nadie imaginaba cuánto le dolía la muerte de su Señor... Ella, a diferencia del resto de hechiceros, ni siquiera tenía a nadie con quien compartir su dolor.

    Desde el día del enfrentamiento entre Sukuna y Yuji, los hechiceros creían que Sukuna y ella habían muerto, a fin de cuentas solo Hakari sabía lo que ocurrió con ella y el hechicero la daba por muerta.

    Sin embargo, Uraume no se había suicidado aquel día tras la muerte de Sukuna, solo había recurrido a una técnica de desvanecimiento físico.

    Los días posteriores a la muerte de Sukuna no fueron mucho mejores para Uraume. El dolor no cesaba, a pesar de que aún se aferraba desesperadamente a una efímera posibilidad por volver a verle, sus ojos estaban enrojecidos e inflamados de llorar y no lograba descansar pues el sufrimiento no se lo permitía.

    La mujer vagaba cada día siguiendo meticulosamente los pasos de un complejo plan y, cuando no podía avanzar más con la ejecución de aquel plan, se escondía en un pequeño templo abandonado a las afueras de Tokio.

    Los días fueron pasando lentamente y pronto estos se convirtieron en semanas, pero Uraume no había descansado ni un solo día.

    En aquel pequeño templo olvidado, Uraume se escondía aquella noche. Un altar de mármol blanco en el centro de la estancia se encontraba envuelto en llamas.

    A los pies de Uraume se encontraba un dedo de Sukuna. El último de los veinte. Dedo que ahora y sin que nadie lo supiera, excepto Uraume, albergaba toda el alma del Rey de las Maldiciones.

    Junto al dedo había un puñal de largas dimensiones.

    —Cerrad la boca o será peor.

    Dijo la mujer de cabellos blancos dirigiéndose a alguien que gimoteaba en un rincón oscuro de aquel templo. Tan solo la luz que desprendían las llamas del altar permitían ver que, en aquel rincón, se encontraban un numeroso grupo formado por varios hombres, mujeres y niños, los cuales estaban atrapados en un enorme bloque de hielo. Eran hechiceros.

    Uraume volvió a centrar su mirada en aquel enorme fuego que crepitaba delante de ella. De forma lenta, delicada y formal, Uraume se agachó en el suelo y tomó entre sus manos el dedo de Sukuna. Lo hizo con un cuidado y un cariño extremos.

    Con pasos lentos pero decididos, Uraume se aproximó al fuego.

    —Ofrenda sagrada, con su alma sellada.

    Tras aquellas palabras, Uraume lanzó el dedo de Sukuna al fuego. Aquel simple gesto hizo que las llamas se avivaran tanto que ahora alcanzaban el alto techo y ocupaban la mayor parte de la estancia, tan solo parecían respetar el espacio que Uraume ocupaba.

    —Carne de un inocente, en pureza entregada, restaurarás al rey con su alma condenada.

    En aquel momento Uraume giró sobre sí misma y clavó su mirada en el grupo de hechiceros atrapados en el hielo. Elevó una de sus manos y controló el hielo haciendo que este creciera y dirigiera a aquellas personas al fuego.

    Los gritos de dolor resonaron en el templo cuando los hechiceros cayeron al interior de aquellas llamas, pero aquel fuego era tan abrasador que pronto los gritos cesaron.

    —Sangre del fiel. Ofrenda consagrada.

    Con manos temblorosas Uraume tomó el puñal que aún yacía en el suelo, lo sostuvo en el aire con ambas manos.

    —Mi sangre te devolverá tu grandeza, mi Señor.

    Y tras aquellas palabras, Uraume clavó aquel puñal en su propio abdomen.

    Gritó de dolor y cayó de rodillas al suelo. Su ropa se bañó de aquel líquido carmesí y la sangre que iba cayendo al suelo, ahora mezclada con las lágrimas de dolor que emanaban de sus ojos, comenzó a hacer un camino directo hacia el fuego.

    Uraume fue incapaz de ver su propia sangre dirigiéndose al fuego, ni siquiera pudo ver si el ritual surtió efecto alguno o no. Su vista se nubló, su mente se convirtió en un espacio denso y oscuro, y la mujer cayó en el suelo como si la vida se hubiera esfumado de su cuerpo, de hecho no tardaría mucho en morir.

    ᬊᬁ 𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥 ᬊᬁ 𝙵𝚃: [king_of_cursed] Aquel día, en el que Sukuna murió, el corazón de Uraume se rompió en miles de pedazos. Un lacerante e insoportable dolor se alojó en su pecho. Era como si le estuvieran arrancando el corazón a dolor vivo con un afilado puñal cuyo filo estaba revestido por un veneno. Con un sentimiento de odio, había visto como los hechiceros se alegraban por la muerte de su señor Sukuna. Lo más insoportable para ella es que nadie imaginaba cuán horrible era su sufrimiento, nadie imaginaba cuánto le dolía la muerte de su Señor... Ella, a diferencia del resto de hechiceros, ni siquiera tenía a nadie con quien compartir su dolor. Desde el día del enfrentamiento entre Sukuna y Yuji, los hechiceros creían que Sukuna y ella habían muerto, a fin de cuentas solo Hakari sabía lo que ocurrió con ella y el hechicero la daba por muerta. Sin embargo, Uraume no se había suicidado aquel día tras la muerte de Sukuna, solo había recurrido a una técnica de desvanecimiento físico. Los días posteriores a la muerte de Sukuna no fueron mucho mejores para Uraume. El dolor no cesaba, a pesar de que aún se aferraba desesperadamente a una efímera posibilidad por volver a verle, sus ojos estaban enrojecidos e inflamados de llorar y no lograba descansar pues el sufrimiento no se lo permitía. La mujer vagaba cada día siguiendo meticulosamente los pasos de un complejo plan y, cuando no podía avanzar más con la ejecución de aquel plan, se escondía en un pequeño templo abandonado a las afueras de Tokio. Los días fueron pasando lentamente y pronto estos se convirtieron en semanas, pero Uraume no había descansado ni un solo día. En aquel pequeño templo olvidado, Uraume se escondía aquella noche. Un altar de mármol blanco en el centro de la estancia se encontraba envuelto en llamas. A los pies de Uraume se encontraba un dedo de Sukuna. El último de los veinte. Dedo que ahora y sin que nadie lo supiera, excepto Uraume, albergaba toda el alma del Rey de las Maldiciones. Junto al dedo había un puñal de largas dimensiones. —Cerrad la boca o será peor. Dijo la mujer de cabellos blancos dirigiéndose a alguien que gimoteaba en un rincón oscuro de aquel templo. Tan solo la luz que desprendían las llamas del altar permitían ver que, en aquel rincón, se encontraban un numeroso grupo formado por varios hombres, mujeres y niños, los cuales estaban atrapados en un enorme bloque de hielo. Eran hechiceros. Uraume volvió a centrar su mirada en aquel enorme fuego que crepitaba delante de ella. De forma lenta, delicada y formal, Uraume se agachó en el suelo y tomó entre sus manos el dedo de Sukuna. Lo hizo con un cuidado y un cariño extremos. Con pasos lentos pero decididos, Uraume se aproximó al fuego. —Ofrenda sagrada, con su alma sellada. Tras aquellas palabras, Uraume lanzó el dedo de Sukuna al fuego. Aquel simple gesto hizo que las llamas se avivaran tanto que ahora alcanzaban el alto techo y ocupaban la mayor parte de la estancia, tan solo parecían respetar el espacio que Uraume ocupaba. —Carne de un inocente, en pureza entregada, restaurarás al rey con su alma condenada. En aquel momento Uraume giró sobre sí misma y clavó su mirada en el grupo de hechiceros atrapados en el hielo. Elevó una de sus manos y controló el hielo haciendo que este creciera y dirigiera a aquellas personas al fuego. Los gritos de dolor resonaron en el templo cuando los hechiceros cayeron al interior de aquellas llamas, pero aquel fuego era tan abrasador que pronto los gritos cesaron. —Sangre del fiel. Ofrenda consagrada. Con manos temblorosas Uraume tomó el puñal que aún yacía en el suelo, lo sostuvo en el aire con ambas manos. —Mi sangre te devolverá tu grandeza, mi Señor. Y tras aquellas palabras, Uraume clavó aquel puñal en su propio abdomen. Gritó de dolor y cayó de rodillas al suelo. Su ropa se bañó de aquel líquido carmesí y la sangre que iba cayendo al suelo, ahora mezclada con las lágrimas de dolor que emanaban de sus ojos, comenzó a hacer un camino directo hacia el fuego. Uraume fue incapaz de ver su propia sangre dirigiéndose al fuego, ni siquiera pudo ver si el ritual surtió efecto alguno o no. Su vista se nubló, su mente se convirtió en un espacio denso y oscuro, y la mujer cayó en el suelo como si la vida se hubiera esfumado de su cuerpo, de hecho no tardaría mucho en morir.
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  • Te siento, Mi amor
    Fandom backrooms
    Categoría Drama
    Ø₦Ɇ₴ⱧØ₮ || ₦₴₣₩

    §iძ𝑬, sentada en una esquina de las Backrooms, donde la luz tenía un tono pálido y sofocante, se dedicaba a peinar con atención la trenza que Tolek le había hecho, con el objetivo de formar el rodete que llevaba habitualmente. ɘloHʞɔɒlꓭ, como de costumbre, vestía su menudo cuerpo dando forma a una sudadera mullida y holgada, y unos leggins del mismo color bien ceñido a sus piernas.

    Con una suave vibración, el demonio habló a través del tejido.

    ×͜× : ¿Por qué piensas tanto en el hombre quemado?

    Al sentir la pregunta a través de la ropa que la cubría, §iძ𝑬 se encogió de hombros. Era incapaz de poner en palabras sus emociones, de este modo, sus pensamientos eludían la eterna vigilancia del simbionte.

    ×͜× : Es un ser ordinario.

    En aquel instante, se percató de que las ropas comenzaban a moverse, ajustándose y aflojándose, acariciando su cuerpo con una delicadeza inusitada. Al reconocer la habilidad de ɘloHʞɔɒlꓭ, sonrió y se relajó, dejándose envolver por la atención que le mostraba.

    ⋆୨୧˚ : Es igual a mi. Ordinario y roto. El mundo le olvidó.

    ×͜× : También me gusta.

    §iძ𝑬 sintió una punzada de preocupación.

    ⋆୨୧˚ : ¿Vas a comerlo...?

    ɘloHʞɔɒlꓭ, dando un respiro a través de la sudadera, que estremeció por completo el cuerpo de §iძ𝑬, respondió:

    ×͜× : No. Blackhole no come brujos. La magia pudre la carne. Es veneno.

    §iძ𝑬 se sorprendió y emocionó al descubrir que el hombre quemado era, de hecho, un brujo. Percibiendo su creciente interés, ɘloHʞɔɒlꓭ se prestó a complacerle compartiendo cuanto sabía.

    ×͜× : Puedo sentir la magia que brota de él, pero no sé de donde proviene su poder. No puedo decir qué es capaz de hacer.

    A medida que la ropa seguía acariciando su cuerpo, §iძ𝑬 pudo sentir cómo el espíritu protector de ɘloHʞɔɒlꓭ la envolvía y apretaba posesivamente.

    ×͜× : Side no debe temer. Blackhole cuidará de Side... Siempre.

    §iძ𝑬 cerró los ojos y se dejó llevar por la promesa y el placer provocado por las suaves caricias de ɘloHʞɔɒlꓭ. La sudadera se movía de manera cautelosa y delicada sobre su cuerpo, acariciándola y ajustándose alrededor de sus senos, hombros, y cadera, provocando que se estremeciera con cada movimiento.

    El tacto de ɘloHʞɔɒlꓭ, siempre tan minucioso, lograba crear una sensación de seguridad y de protección, alejándola de los temores y dudas. Sin importar la intensidad del demonio, §iძ𝑬 sabía que estaría bien con él.

    ɘloHʞɔɒlꓭ correspondió a esos sentimientos tornando más íntimo el contacto. La ropa se movió lentamente hacia abajo, acariciando los muslos de la niña. La presión comenzó a aumentar entre sus piernas. ɘloHʞɔɒlꓭ comenzó a penetrar suavemente su cuerpo, invadiendo su intimidad, hundiéndose poco a poco entre sus carnes, acariciando con delicadeza.

    A medida que ɘloHʞɔɒlꓭ se hundía en su intimidad, §iძ𝑬 sintió una mezcla de emoción y sorpresa. Este acto, un gesto de posesión, lo sintió como la demostración de un afecto profundo, la sensación de protección y cuidado que siempre experimentaba con su amado demonio.

    Bajo el gentil ataque, que la hacía sentirse más querida y protegida que nunca, §iძ𝑬 cayó en un delicado estado de éxtasis. Su conciencia, liberada de la tensión del mundo, se concentró en las sensaciones. Las vibraciones que la tela transmitía a través de su cuerpo la llevaron a una confesión espontánea, la más fehaciente verdad de sus emociones, entre pequeños suspiros y jadeos de placer.

    ⋆୨୧˚ : No importa cuan lindo sea el hombre quemado, Blackhole siempre será mi favorito, my love.

    #creepy #gore #demon #mature #backrooms #oneshot
    ⚠️ Ø₦Ɇ₴ⱧØ₮ || ₦₴₣₩ ⚠️ §iძ𝑬, sentada en una esquina de las Backrooms, donde la luz tenía un tono pálido y sofocante, se dedicaba a peinar con atención la trenza que Tolek le había hecho, con el objetivo de formar el rodete que llevaba habitualmente. ɘloHʞɔɒlꓭ, como de costumbre, vestía su menudo cuerpo dando forma a una sudadera mullida y holgada, y unos leggins del mismo color bien ceñido a sus piernas. Con una suave vibración, el demonio habló a través del tejido. ×͜× : ¿Por qué piensas tanto en el hombre quemado? Al sentir la pregunta a través de la ropa que la cubría, §iძ𝑬 se encogió de hombros. Era incapaz de poner en palabras sus emociones, de este modo, sus pensamientos eludían la eterna vigilancia del simbionte. ×͜× : Es un ser ordinario. En aquel instante, se percató de que las ropas comenzaban a moverse, ajustándose y aflojándose, acariciando su cuerpo con una delicadeza inusitada. Al reconocer la habilidad de ɘloHʞɔɒlꓭ, sonrió y se relajó, dejándose envolver por la atención que le mostraba. ⋆୨୧˚ : Es igual a mi. Ordinario y roto. El mundo le olvidó. ×͜× : También me gusta. §iძ𝑬 sintió una punzada de preocupación. ⋆୨୧˚ : ¿Vas a comerlo...? ɘloHʞɔɒlꓭ, dando un respiro a través de la sudadera, que estremeció por completo el cuerpo de §iძ𝑬, respondió: ×͜× : No. Blackhole no come brujos. La magia pudre la carne. Es veneno. §iძ𝑬 se sorprendió y emocionó al descubrir que el hombre quemado era, de hecho, un brujo. Percibiendo su creciente interés, ɘloHʞɔɒlꓭ se prestó a complacerle compartiendo cuanto sabía. ×͜× : Puedo sentir la magia que brota de él, pero no sé de donde proviene su poder. No puedo decir qué es capaz de hacer. A medida que la ropa seguía acariciando su cuerpo, §iძ𝑬 pudo sentir cómo el espíritu protector de ɘloHʞɔɒlꓭ la envolvía y apretaba posesivamente. ×͜× : Side no debe temer. Blackhole cuidará de Side... Siempre. §iძ𝑬 cerró los ojos y se dejó llevar por la promesa y el placer provocado por las suaves caricias de ɘloHʞɔɒlꓭ. La sudadera se movía de manera cautelosa y delicada sobre su cuerpo, acariciándola y ajustándose alrededor de sus senos, hombros, y cadera, provocando que se estremeciera con cada movimiento. El tacto de ɘloHʞɔɒlꓭ, siempre tan minucioso, lograba crear una sensación de seguridad y de protección, alejándola de los temores y dudas. Sin importar la intensidad del demonio, §iძ𝑬 sabía que estaría bien con él. ɘloHʞɔɒlꓭ correspondió a esos sentimientos tornando más íntimo el contacto. La ropa se movió lentamente hacia abajo, acariciando los muslos de la niña. La presión comenzó a aumentar entre sus piernas. ɘloHʞɔɒlꓭ comenzó a penetrar suavemente su cuerpo, invadiendo su intimidad, hundiéndose poco a poco entre sus carnes, acariciando con delicadeza. A medida que ɘloHʞɔɒlꓭ se hundía en su intimidad, §iძ𝑬 sintió una mezcla de emoción y sorpresa. Este acto, un gesto de posesión, lo sintió como la demostración de un afecto profundo, la sensación de protección y cuidado que siempre experimentaba con su amado demonio. Bajo el gentil ataque, que la hacía sentirse más querida y protegida que nunca, §iძ𝑬 cayó en un delicado estado de éxtasis. Su conciencia, liberada de la tensión del mundo, se concentró en las sensaciones. Las vibraciones que la tela transmitía a través de su cuerpo la llevaron a una confesión espontánea, la más fehaciente verdad de sus emociones, entre pequeños suspiros y jadeos de placer. ⋆୨୧˚ : No importa cuan lindo sea el hombre quemado, Blackhole siempre será mi favorito, my love. #creepy #gore #demon #mature #backrooms #oneshot
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  • Una cuna de ángeles.... Quien diría que aquí abría una... -chasqueo con la boca molesto- se hacen llamar angeles pero crean estos lugares tan espantosos... Los niños ya fueron sacados pero.... No hay rastro de angelicales o santas mmm... Debo seguir buscando, ningún ser que lastime a un niño escapara de mi veneno...
    Una cuna de ángeles.... Quien diría que aquí abría una... -chasqueo con la boca molesto- se hacen llamar angeles pero crean estos lugares tan espantosos... Los niños ya fueron sacados pero.... No hay rastro de angelicales o santas mmm... Debo seguir buscando, ningún ser que lastime a un niño escapara de mi veneno...
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