Una gota es arte, droga, veneno. El eco rojo de siglos de vida, de un poder ancestral, de la noche y el hedonismo.
Una sola gota entre los labios, mínima, imperceptible, basta para encender los nervios con fuego de otro mundo.
El pulso se acelera como tambor de caza.
Los sentidos se abren, como flores al tacto de la luna.
Los colores arden.
La música acaricia el alma con dedos de terciopelo.
Y el roce de otra piel se vuelve anhelo.
La mente se eleva, lucidez febril en el entendimiento, pero el cuerpo se relaja, flota trasladado a un sueño donde el deseo y la realidad se enredan en un baile lento y sensual.
En el alma, algo se enreda suavemente.
Las barreras caen como hojas secas, pero las raíces se extienden.
Afloran confesiones y una sed distinta nace.
A veces, entre suspiros y miradas perdidas, aparecen visiones, fragmentos de vidas ajenas, memorias que no se han vivido… aún.
Todo depende del corazón que bebe.
Pero todo tiene un precio y el elixir que corre por las venas del vampiro no está exento.
Una resonancia queda, como una cuerda que vibra en lo profundo. Un hilo invisible, una conexión que, al verse de nuevo, temblará.
Por eso se ofrece con cuidado.
Y no se acepta sin consecuencias.
Una sola gota entre los labios, mínima, imperceptible, basta para encender los nervios con fuego de otro mundo.
El pulso se acelera como tambor de caza.
Los sentidos se abren, como flores al tacto de la luna.
Los colores arden.
La música acaricia el alma con dedos de terciopelo.
Y el roce de otra piel se vuelve anhelo.
La mente se eleva, lucidez febril en el entendimiento, pero el cuerpo se relaja, flota trasladado a un sueño donde el deseo y la realidad se enredan en un baile lento y sensual.
En el alma, algo se enreda suavemente.
Las barreras caen como hojas secas, pero las raíces se extienden.
Afloran confesiones y una sed distinta nace.
A veces, entre suspiros y miradas perdidas, aparecen visiones, fragmentos de vidas ajenas, memorias que no se han vivido… aún.
Todo depende del corazón que bebe.
Pero todo tiene un precio y el elixir que corre por las venas del vampiro no está exento.
Una resonancia queda, como una cuerda que vibra en lo profundo. Un hilo invisible, una conexión que, al verse de nuevo, temblará.
Por eso se ofrece con cuidado.
Y no se acepta sin consecuencias.
Una gota es arte, droga, veneno. El eco rojo de siglos de vida, de un poder ancestral, de la noche y el hedonismo.
Una sola gota entre los labios, mínima, imperceptible, basta para encender los nervios con fuego de otro mundo.
El pulso se acelera como tambor de caza.
Los sentidos se abren, como flores al tacto de la luna.
Los colores arden.
La música acaricia el alma con dedos de terciopelo.
Y el roce de otra piel se vuelve anhelo.
La mente se eleva, lucidez febril en el entendimiento, pero el cuerpo se relaja, flota trasladado a un sueño donde el deseo y la realidad se enredan en un baile lento y sensual.
En el alma, algo se enreda suavemente.
Las barreras caen como hojas secas, pero las raíces se extienden.
Afloran confesiones y una sed distinta nace.
A veces, entre suspiros y miradas perdidas, aparecen visiones, fragmentos de vidas ajenas, memorias que no se han vivido… aún.
Todo depende del corazón que bebe.
Pero todo tiene un precio y el elixir que corre por las venas del vampiro no está exento.
Una resonancia queda, como una cuerda que vibra en lo profundo. Un hilo invisible, una conexión que, al verse de nuevo, temblará.
Por eso se ofrece con cuidado.
Y no se acepta sin consecuencias.



