• Conviviendo entre mortales
    Fandom Mortal kombat
    Categoría Videojuegos
    Bajo el mismo cielo.
    Fangjiang — Earthrrealm.
    (Autoconclusivo)


    El alba se filtraba con timidez entre las ramas de los cerezos que bordeaban la aldea de Fang Jiang. El rocío colgaba de las hojas como diminutas joyas, y el murmullo del viento apenas osaba perturbar la quietud del amanecer. Desde su cabaña, a las afueras del pueblo, Mei abrió los ojos al canto lejano de un gallo y los pájaros. No era un sonido nuevo para ella, pero aún le resultaba extraño no despertar con los cánticos celestiales o las plegarias entonadas en el templo del cielo. En su lugar, ahora la recibía el aroma a madera, a tierra húmeda y a arroz cocido con lentitud.

    Sentada en el borde del futón, con los pies desnudos tocando el suelo frío, Mei respiró hondo. Había algo profundamente humano en esa incomodidad matinal, en ese cansancio leve que no provenía de la batalla, sino del trabajo cotidiano. Se cubrió con un kimono sencillo de lino, recogió su cabello en una trenza descuidada y abrió la puerta de su hogar.

    La luz dorada del sol acarició su rostro. Frente a ella, el jardín susurraba vida: flores silvestres, hierbas curativas y pequeños cultivos que habían brotado bajo su cuidado. A un lado, las gallinas correteaban impacientes, las ovejas daban los buenos días a su modo,  aún adormiladas y un par de patos chapoteaban en el estanque que ella lea habia construido cuidadosamente. No usó su poder para alimentarlos, ni para limpiar, ni siquiera para calentar el agua. Cada acto, por pequeño que fuera, lo hacía con sus propias manos, como había decidido desde el día que llegó.

    Ese era su voto: vivir como los mortales, sentir como ellos, errar como ellos.

    A media mañana, ya había hervido arroz, recogido huevos, lavado ropa y podado el borde del sendero que llevaba a su casa. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de una mujer. Alzó la mirada y vio a una madre con el rostro pálido, cargando a un niño que temblaba de fiebre. No hubo presentaciones. Solo necesidad.

    Mei no hizo preguntas. Llevó al pequeño a una de las esteras tejidas junto al hogar, preparó con precisión un cataplasma de raíz de jengibre, fenogreco y flores de caléndula. Mientras lo aplicaba, murmuraba palabras suaves en una lengua antigua, la lengua de la vida y la luz, que no eran conjuros, sino caricias para el alma. Mojó un paño en agua tibia con lavanda y lo colocó sobre la frente del niño, cuidando de no alterar el equilibrio de su energía.


    —Esta noche descansará mejor —susurró con una sonrisa apacible.


    No hubo destellos divinos. Ningún milagro evidente. Solo conocimiento, ternura… y tiempo.

    Su jardín, el rincón más sagrado de su hogar, era un mapa de su alma. Allí crecían desde la valeriana hasta la ambrosía, pasando por helechos que susurraban secretos traídos del cielo. En el centro, una piedra blanca tallada con el símbolo del  viento y la vida reposaba como un pequeño altar silencioso. Mei solía sentarse frente a ella al atardecer, los ojos cerrados, el corazón calmo. No oraba como en el templo. Solo escuchaba. El susurro de la tierra, el canto de las hojas… y, a veces, el recuerdo de su padre riendo entre las nubes.


    Un día, mientras recogía flores de loto en el borde del estanque, un anciano de la aldea se le acercó. Caminaba con lentitud, pero sus ojos conservaban la chispa de la sabiduría.


    —Usted no es de aquí, ¿no es asi jovencita? —dijo con voz ronca, pero firme—. Y, sin embargo, ha hecho más por esta tierra que muchos que han nacido en ella.


    Mei bajó la mirada, incómoda con el elogio.


    —No soy nada especial —respondió con humildad—. Solo… estoy aprendiendo.


    —Para nosotros, es un honor tenerla morando en nuestro pacífico pueblo, muchos dicen que es una especie de oráculo —dijo él, sin dudar—. No de esos que predicen tormentas, sino de los que enseñan a sembrar después de ellas.

    Se marchó dejándola en silencio, no sin antes dejarle como regalo una canasta llena de frutas y verduras cosechadas en Fangjiang, ella asintió con dulzura hacia el regalo que, indirectamente, se traduce como ofrenda, luego que el anciano se retiró del sitio, Mei observó sus manos —callosas, con tierra bajo las uñas— y sonrió. Tal vez, en ese mundo tan distante al suyo, por fin estaba encontrando un propósito que ni los dioses antiguos quisieron darle.


    Y así pasaban los días. Entre el canto de las aves, el tacto de la arcilla, los suspiros de niños sanados y los ocasos silenciosos. No necesitaba trono, ni corona, ni alabanza. Solo necesitaba sentirse viva… bajo el mismo cielo que cubría tanto a dioses como a mortales.
    Bajo el mismo cielo. Fangjiang — Earthrrealm. (Autoconclusivo) El alba se filtraba con timidez entre las ramas de los cerezos que bordeaban la aldea de Fang Jiang. El rocío colgaba de las hojas como diminutas joyas, y el murmullo del viento apenas osaba perturbar la quietud del amanecer. Desde su cabaña, a las afueras del pueblo, Mei abrió los ojos al canto lejano de un gallo y los pájaros. No era un sonido nuevo para ella, pero aún le resultaba extraño no despertar con los cánticos celestiales o las plegarias entonadas en el templo del cielo. En su lugar, ahora la recibía el aroma a madera, a tierra húmeda y a arroz cocido con lentitud. Sentada en el borde del futón, con los pies desnudos tocando el suelo frío, Mei respiró hondo. Había algo profundamente humano en esa incomodidad matinal, en ese cansancio leve que no provenía de la batalla, sino del trabajo cotidiano. Se cubrió con un kimono sencillo de lino, recogió su cabello en una trenza descuidada y abrió la puerta de su hogar. La luz dorada del sol acarició su rostro. Frente a ella, el jardín susurraba vida: flores silvestres, hierbas curativas y pequeños cultivos que habían brotado bajo su cuidado. A un lado, las gallinas correteaban impacientes, las ovejas daban los buenos días a su modo,  aún adormiladas y un par de patos chapoteaban en el estanque que ella lea habia construido cuidadosamente. No usó su poder para alimentarlos, ni para limpiar, ni siquiera para calentar el agua. Cada acto, por pequeño que fuera, lo hacía con sus propias manos, como había decidido desde el día que llegó. Ese era su voto: vivir como los mortales, sentir como ellos, errar como ellos. A media mañana, ya había hervido arroz, recogido huevos, lavado ropa y podado el borde del sendero que llevaba a su casa. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de una mujer. Alzó la mirada y vio a una madre con el rostro pálido, cargando a un niño que temblaba de fiebre. No hubo presentaciones. Solo necesidad. Mei no hizo preguntas. Llevó al pequeño a una de las esteras tejidas junto al hogar, preparó con precisión un cataplasma de raíz de jengibre, fenogreco y flores de caléndula. Mientras lo aplicaba, murmuraba palabras suaves en una lengua antigua, la lengua de la vida y la luz, que no eran conjuros, sino caricias para el alma. Mojó un paño en agua tibia con lavanda y lo colocó sobre la frente del niño, cuidando de no alterar el equilibrio de su energía. —Esta noche descansará mejor —susurró con una sonrisa apacible. No hubo destellos divinos. Ningún milagro evidente. Solo conocimiento, ternura… y tiempo. Su jardín, el rincón más sagrado de su hogar, era un mapa de su alma. Allí crecían desde la valeriana hasta la ambrosía, pasando por helechos que susurraban secretos traídos del cielo. En el centro, una piedra blanca tallada con el símbolo del  viento y la vida reposaba como un pequeño altar silencioso. Mei solía sentarse frente a ella al atardecer, los ojos cerrados, el corazón calmo. No oraba como en el templo. Solo escuchaba. El susurro de la tierra, el canto de las hojas… y, a veces, el recuerdo de su padre riendo entre las nubes. Un día, mientras recogía flores de loto en el borde del estanque, un anciano de la aldea se le acercó. Caminaba con lentitud, pero sus ojos conservaban la chispa de la sabiduría. —Usted no es de aquí, ¿no es asi jovencita? —dijo con voz ronca, pero firme—. Y, sin embargo, ha hecho más por esta tierra que muchos que han nacido en ella. Mei bajó la mirada, incómoda con el elogio. —No soy nada especial —respondió con humildad—. Solo… estoy aprendiendo. —Para nosotros, es un honor tenerla morando en nuestro pacífico pueblo, muchos dicen que es una especie de oráculo —dijo él, sin dudar—. No de esos que predicen tormentas, sino de los que enseñan a sembrar después de ellas. Se marchó dejándola en silencio, no sin antes dejarle como regalo una canasta llena de frutas y verduras cosechadas en Fangjiang, ella asintió con dulzura hacia el regalo que, indirectamente, se traduce como ofrenda, luego que el anciano se retiró del sitio, Mei observó sus manos —callosas, con tierra bajo las uñas— y sonrió. Tal vez, en ese mundo tan distante al suyo, por fin estaba encontrando un propósito que ni los dioses antiguos quisieron darle. Y así pasaban los días. Entre el canto de las aves, el tacto de la arcilla, los suspiros de niños sanados y los ocasos silenciosos. No necesitaba trono, ni corona, ni alabanza. Solo necesitaba sentirse viva… bajo el mismo cielo que cubría tanto a dioses como a mortales.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Terminado
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos
  • Anoche se llenaron de agua las ventanas sin una gota de lluvia.
    La soledad como siempre abrazo mi cama y dormir en base a valeriana y pasiflora.
    Anoche se llenaron de agua las ventanas sin una gota de lluvia. La soledad como siempre abrazo mi cama y dormir en base a valeriana y pasiflora.
    0 turnos 0 maullidos
  • Valerian se adentra en el Jardín Fantasma, donde todo parece envuelto en una quietud irreal. Un vaho fragante se arremolina a su alrededor, como un suspiro persistente de las flores pálidas que se extienden a su paso. Todo es blanco: las hojas, los tallos, las rosas. La monotonía del paisaje, tan perfecta y estéril, comienza a pesar en su espíritu.

    Cada paso que da lo hunde más en una extraña melancolía, como si el jardín fuera un cementerio. No hay pasión en ese lugar, solo una quietud abrumadora.

    En un impulso tan viejo como su vida inmortal, Valerian saca un pequeño alfiler de su cabello y, sin dudarlo, hiere su propia mano. Observa la sangre roja, vibrante, escurrir lentamente por sus dedos.

    Deja caer una única gota sobre una de las rosas. El impacto de su sangre sobre la flor parece resonar en el aire. La rosa blanca comienza a temblar, su tallo se retuerce, y de repente gira, como si estuviera viva. Las hojas danzan, contorsionándose, y la rosa muta en un rojísimo lirio de araña, una mancha escarlata que contrasta con la blancura sofocante del entorno.

    Valerian sonríe levemente, contemplando el resultado de su acción.

    "Una pequeña rebelión".

    Murmura para sí mismo, mientras contempla la mutación con un aire de satisfacción. El lirio de araña parece latir con una vida propia, alimentado por su sangre, como si él hubiera insuflado una parte de su propio espíritu en la flor.
    Valerian se adentra en el Jardín Fantasma, donde todo parece envuelto en una quietud irreal. Un vaho fragante se arremolina a su alrededor, como un suspiro persistente de las flores pálidas que se extienden a su paso. Todo es blanco: las hojas, los tallos, las rosas. La monotonía del paisaje, tan perfecta y estéril, comienza a pesar en su espíritu. Cada paso que da lo hunde más en una extraña melancolía, como si el jardín fuera un cementerio. No hay pasión en ese lugar, solo una quietud abrumadora. En un impulso tan viejo como su vida inmortal, Valerian saca un pequeño alfiler de su cabello y, sin dudarlo, hiere su propia mano. Observa la sangre roja, vibrante, escurrir lentamente por sus dedos. Deja caer una única gota sobre una de las rosas. El impacto de su sangre sobre la flor parece resonar en el aire. La rosa blanca comienza a temblar, su tallo se retuerce, y de repente gira, como si estuviera viva. Las hojas danzan, contorsionándose, y la rosa muta en un rojísimo lirio de araña, una mancha escarlata que contrasta con la blancura sofocante del entorno. Valerian sonríe levemente, contemplando el resultado de su acción. "Una pequeña rebelión". Murmura para sí mismo, mientras contempla la mutación con un aire de satisfacción. El lirio de araña parece latir con una vida propia, alimentado por su sangre, como si él hubiera insuflado una parte de su propio espíritu en la flor.
    Me gusta
    Me encocora
    3
    13 turnos 0 maullidos
  • Valerian se deja caer en el estanque, sintiendo cómo las frías aguas lo envuelven. No ofrece resistencia cuando éstas comienzan a llenarle los pulmones, como si el peso del mundo y los siglos de existencia se disolvieran en la oscura inmensidad. El frío es punzante, casi bienvenido. Mientras se hunde, cierra los ojos, permitiendo que la quietud lo arrastre a las profundidades.

    Sin embargo, en lugar de la liberación o el olvido, no siente más que un vacío familiar. No hay dolor, ni desesperación, solo el silencio de un cuerpo inmortal que se niega a ceder. En su apatía, Valerian comprende que ni siquiera las aguas de este estanque pueden concederle lo que busca. Como tantas otras veces, la emoción le esquiva, dejándole intacto, suspendido en un destino que se niega a cambiar.
    Valerian se deja caer en el estanque, sintiendo cómo las frías aguas lo envuelven. No ofrece resistencia cuando éstas comienzan a llenarle los pulmones, como si el peso del mundo y los siglos de existencia se disolvieran en la oscura inmensidad. El frío es punzante, casi bienvenido. Mientras se hunde, cierra los ojos, permitiendo que la quietud lo arrastre a las profundidades. Sin embargo, en lugar de la liberación o el olvido, no siente más que un vacío familiar. No hay dolor, ni desesperación, solo el silencio de un cuerpo inmortal que se niega a ceder. En su apatía, Valerian comprende que ni siquiera las aguas de este estanque pueden concederle lo que busca. Como tantas otras veces, la emoción le esquiva, dejándole intacto, suspendido en un destino que se niega a cambiar.
    Me gusta
    9
    0 turnos 0 maullidos
  • Valerian y monster...
    Me deberían hablar...
    Valerian y monster... Me deberían hablar...
    Me gusta
    1
    0 turnos 0 maullidos
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Valerian y monster~
    Gracias por sus reacciones..
    Valerian y monster~ Gracias por sus reacciones.. :STK-45:
    0 comentarios 0 compartidos
  • Valerian se aproxima al estanque con una calma melancólica, sus pasos resonando levemente en el suelo cubierto de hojas secas. El parque, desierto a esta hora, le ofrece la calma de la soledad. Se detiene junto al agua, contemplando el reflejo de los árboles desnudos que se alzan como espectros en el estanque sereno.

    Con movimientos cuidadosos, Valerian saca de entre sus ropajes un viejo libro envuelto en un paño de seda. El libro, ya envejecido y con las páginas amarillentas, parece casi un artefacto de otro tiempo. Lo coloca con delicadeza en el borde del estanque, justo en el lugar que había ocupado el hombre de la noche anterior, el que había mostrado interés en el nombre para su gatito negro.

    El libro se asienta allí, entre el silencio y la calma, un regalo silencioso para aquel que lo encuentre. Valerian observa el objeto por un momento, un gesto de nostalgia en sus ojos azules, antes de darse la vuelta y comenzar a alejarse. Sus pasos son ligeros, pero cada uno lleva consigo un dejo de despedida.

    [m1dr1s]

    https://ficrol.com/blogs/170399/Del-Libro-Los-Secretos-Felinos-Elegancia-y-Misterio-Cap%C3%ADtulo-3
    Valerian se aproxima al estanque con una calma melancólica, sus pasos resonando levemente en el suelo cubierto de hojas secas. El parque, desierto a esta hora, le ofrece la calma de la soledad. Se detiene junto al agua, contemplando el reflejo de los árboles desnudos que se alzan como espectros en el estanque sereno. Con movimientos cuidadosos, Valerian saca de entre sus ropajes un viejo libro envuelto en un paño de seda. El libro, ya envejecido y con las páginas amarillentas, parece casi un artefacto de otro tiempo. Lo coloca con delicadeza en el borde del estanque, justo en el lugar que había ocupado el hombre de la noche anterior, el que había mostrado interés en el nombre para su gatito negro. El libro se asienta allí, entre el silencio y la calma, un regalo silencioso para aquel que lo encuentre. Valerian observa el objeto por un momento, un gesto de nostalgia en sus ojos azules, antes de darse la vuelta y comenzar a alejarse. Sus pasos son ligeros, pero cada uno lleva consigo un dejo de despedida. [m1dr1s] https://ficrol.com/blogs/170399/Del-Libro-Los-Secretos-Felinos-Elegancia-y-Misterio-Cap%C3%ADtulo-3
    FICROL.COM
    Del Libro "Los Secretos Felinos: Elegancia y Misterio"....
    Los nombres que damos a nuestros gatos reflejan más de lo que pensamos. Son un espejo de nuestras propias aspiraciones, miedos y deseos ocultos. Elegir un nombre adecuado es un acto de equilibrio entre lo conocido y lo misterioso. Aquí presento algunos nombres con sus...
    Me gusta
    Me entristece
    5
    68 turnos 0 maullidos
  • Valerian caminaba por los acantilados, sus pensamientos oscuros y pesados como la niebla que envolvía el paisaje. Taciturno, contemplaba el abismo que se extendía bajo sus pies, escuchando el rugido de las olas rompiendo contra las rocas. La tentación de acabar con su eterna apatía se hizo irresistible. Sin pensarlo dos veces, dio un paso más, cayendo al vacío.

    El viento azotó su rostro, una sensación momentánea de liberación antes de que la marea enfurecida lo atrapara. Las olas lo envolvieron y maltrataron su cuerpo contra las rocas, una y otra vez, en un baile violento que parecía no tener fin. Y entonces, como un juguete roto, fue arrojado de nuevo a la orilla.

    Cada golpe del agua salada contra su piel le recordaba su inmortalidad, una burla cruel de la naturaleza a su intento desesperado de sentir algo, cualquier cosa. A medida que la corriente lo arrastraba, su mente divagaba, cuestionando la futilidad de su existencia mientras su cuerpo se movía inerte entre las olas.

    "¿𝑬𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒚? 𝑼𝒏 𝒔𝒆𝒓 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒑𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓 𝒚 𝒍𝒂 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒔𝒊𝒃𝒊𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒎𝒐𝒓𝒊𝒓, 𝒑𝒓𝒊𝒔𝒊𝒐𝒏𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒗𝒂𝒄𝒊́𝒐."
    Valerian caminaba por los acantilados, sus pensamientos oscuros y pesados como la niebla que envolvía el paisaje. Taciturno, contemplaba el abismo que se extendía bajo sus pies, escuchando el rugido de las olas rompiendo contra las rocas. La tentación de acabar con su eterna apatía se hizo irresistible. Sin pensarlo dos veces, dio un paso más, cayendo al vacío. El viento azotó su rostro, una sensación momentánea de liberación antes de que la marea enfurecida lo atrapara. Las olas lo envolvieron y maltrataron su cuerpo contra las rocas, una y otra vez, en un baile violento que parecía no tener fin. Y entonces, como un juguete roto, fue arrojado de nuevo a la orilla. Cada golpe del agua salada contra su piel le recordaba su inmortalidad, una burla cruel de la naturaleza a su intento desesperado de sentir algo, cualquier cosa. A medida que la corriente lo arrastraba, su mente divagaba, cuestionando la futilidad de su existencia mientras su cuerpo se movía inerte entre las olas. "¿𝑬𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒚? 𝑼𝒏 𝒔𝒆𝒓 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒑𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓 𝒚 𝒍𝒂 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒔𝒊𝒃𝒊𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒎𝒐𝒓𝒊𝒓, 𝒑𝒓𝒊𝒔𝒊𝒐𝒏𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒗𝒂𝒄𝒊́𝒐."
    Me gusta
    Me encocora
    Me shockea
    8
    0 turnos 0 maullidos
  • El Jardín de Cristal
    Fandom Original
    Categoría Slice of Life
    #freerol

    El rumor de un jardín único llegó a los oídos de Valerian, despertando su curiosidad y su deseo de belleza. Decidido a encontrar ese lugar oculto en la ciudad, se aventuró a seguir las pistas que le llevaban a un rincón apartado y secreto.

    Tras caminar por callejones y pasar por puertas discretas, finalmente llegó a un portón de hierro forjado cubierto de enredaderas. Lo empujó con un crujido y, al cruzarlo, se encontró en un jardín encantado.

    Las rarísimas rosas de cristal brillaban bajo la luz del atardecer, cada pétalo resplandeciendo como si estuviera hecho de cristal pulido. Valerian se detuvo, maravillado por la visión ante él. La fragilidad y la perfección de esas flores eran un reflejo de la belleza efímera y eterna que siempre lograba conmoverle.

    Se acercó a una de las rosas, extendiendo una mano pálida para tocarla con delicadeza. El frío de sus dedos contrastó con el calor de la noche, y Valerian se permitió un raro momento de genuina admiración.

    "Estas flores... son más que una simple obra maestra," murmuró. "Son un testimonio de que la verdadera belleza es tan fuerte como frágil, como el corazón de un amante, capaz de reflejar la luz que le toca... Capaz de romperse en mil pedazos."
    #freerol El rumor de un jardín único llegó a los oídos de Valerian, despertando su curiosidad y su deseo de belleza. Decidido a encontrar ese lugar oculto en la ciudad, se aventuró a seguir las pistas que le llevaban a un rincón apartado y secreto. Tras caminar por callejones y pasar por puertas discretas, finalmente llegó a un portón de hierro forjado cubierto de enredaderas. Lo empujó con un crujido y, al cruzarlo, se encontró en un jardín encantado. Las rarísimas rosas de cristal brillaban bajo la luz del atardecer, cada pétalo resplandeciendo como si estuviera hecho de cristal pulido. Valerian se detuvo, maravillado por la visión ante él. La fragilidad y la perfección de esas flores eran un reflejo de la belleza efímera y eterna que siempre lograba conmoverle. Se acercó a una de las rosas, extendiendo una mano pálida para tocarla con delicadeza. El frío de sus dedos contrastó con el calor de la noche, y Valerian se permitió un raro momento de genuina admiración. "Estas flores... son más que una simple obra maestra," murmuró. "Son un testimonio de que la verdadera belleza es tan fuerte como frágil, como el corazón de un amante, capaz de reflejar la luz que le toca... Capaz de romperse en mil pedazos."
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    3
    0 turnos 0 maullidos
  • La Feria Nocturna
    Fandom OC sobrenatural
    Categoría Fantasía
    Ficha: https://ficrol.com/blogs/161732/Valerian
    Reglas: https://ficrol.com/posts/165155

    Valerian se desplazaba con elegancia entre la multitud, su figura delgada oculta bajo un abrigo largo y oscuro. La feria nocturna, iluminada por luces titilantes y decorada con coloridos toldos, bullía de actividad y conversaciones. El clima era agradable, una brisa fresca que prometía una noche perfecta para explorar.

    Mientras caminaba, mantenía la cabeza ligeramente inclinada, sus ojos azules observando atentamente cada puesto. Su deseo de encontrar algo que le sacara de la monotonía era palpable. Los vendedores gritaban, ofreciendo desde joyas exóticas, antiguos libros encuadernados en cuero, hasta frutas y diferentes recetas de comida rápida.

    Se detuvo ante un puesto de antigüedades, su atención captada por una pequeña caja de música. El vendedor, un hombre de mediana edad con una barba canosa y ojos vivaces, sonrió al notar el interés de Valerian.

    — Ah, una buena elección —dijo el hombre, levantando la caja de música— Esta pieza es única, se dice que perteneció a una nobleza olvidada.

    Valerian tomó la caja con delicadeza, sus dedos pálidos acariciando la superficie ornamentada. Giró la pequeña manivela y, al abrirla, una melodía suave y melancólica comenzó a sonar. Los tonos evocaron en él recuerdos de épocas pasadas, de salones antiguos y bailes bajo la luz de candelabros.

    Sin embargo, no era exactamente lo que buscaba. Devolvió la caja con una ligera inclinación de la cabeza en agradecimiento y siguió su camino.
    Ficha: https://ficrol.com/blogs/161732/Valerian Reglas: https://ficrol.com/posts/165155 Valerian se desplazaba con elegancia entre la multitud, su figura delgada oculta bajo un abrigo largo y oscuro. La feria nocturna, iluminada por luces titilantes y decorada con coloridos toldos, bullía de actividad y conversaciones. El clima era agradable, una brisa fresca que prometía una noche perfecta para explorar. Mientras caminaba, mantenía la cabeza ligeramente inclinada, sus ojos azules observando atentamente cada puesto. Su deseo de encontrar algo que le sacara de la monotonía era palpable. Los vendedores gritaban, ofreciendo desde joyas exóticas, antiguos libros encuadernados en cuero, hasta frutas y diferentes recetas de comida rápida. Se detuvo ante un puesto de antigüedades, su atención captada por una pequeña caja de música. El vendedor, un hombre de mediana edad con una barba canosa y ojos vivaces, sonrió al notar el interés de Valerian. — Ah, una buena elección —dijo el hombre, levantando la caja de música— Esta pieza es única, se dice que perteneció a una nobleza olvidada. Valerian tomó la caja con delicadeza, sus dedos pálidos acariciando la superficie ornamentada. Giró la pequeña manivela y, al abrirla, una melodía suave y melancólica comenzó a sonar. Los tonos evocaron en él recuerdos de épocas pasadas, de salones antiguos y bailes bajo la luz de candelabros. Sin embargo, no era exactamente lo que buscaba. Devolvió la caja con una ligera inclinación de la cabeza en agradecimiento y siguió su camino.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    10
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos
Ver más resultados
Patrocinados