Valerian caminaba por los acantilados, sus pensamientos oscuros y pesados como la niebla que envolvía el paisaje. Taciturno, contemplaba el abismo que se extendía bajo sus pies, escuchando el rugido de las olas rompiendo contra las rocas. La tentación de acabar con su eterna apatía se hizo irresistible. Sin pensarlo dos veces, dio un paso más, cayendo al vacío.
El viento azotó su rostro, una sensación momentánea de liberación antes de que la marea enfurecida lo atrapara. Las olas lo envolvieron y maltrataron su cuerpo contra las rocas, una y otra vez, en un baile violento que parecía no tener fin. Y entonces, como un juguete roto, fue arrojado de nuevo a la orilla.
Cada golpe del agua salada contra su piel le recordaba su inmortalidad, una burla cruel de la naturaleza a su intento desesperado de sentir algo, cualquier cosa. A medida que la corriente lo arrastraba, su mente divagaba, cuestionando la futilidad de su existencia mientras su cuerpo se movía inerte entre las olas.
"¿饾懍饾挃 饾拞饾挃饾挄饾拹 饾挄饾拹饾拝饾拹 饾拲饾拹 饾拻饾挅饾拞 饾挃饾拹饾挌? 饾懠饾拸 饾挃饾拞饾挀 饾拏饾挄饾挀饾拏饾拺饾拏饾拝饾拹 饾拞饾拸饾挄饾挀饾拞 饾拞饾拲 饾拝饾拞饾挃饾拞饾拹 饾拝饾拞 饾挃饾拞饾拸饾挄饾拪饾挀 饾挌 饾拲饾拏 饾拪饾拵饾拺饾拹饾挃饾拪饾拑饾拪饾拲饾拪饾拝饾拏饾拝 饾拝饾拞 饾拵饾拹饾挀饾拪饾挀, 饾拺饾挀饾拪饾挃饾拪饾拹饾拸饾拞饾挀饾拹 饾拝饾拞 饾挅饾拸 饾拵饾挅饾拸饾拝饾拹 饾挆饾拏饾拕饾拪虂饾拹."
El viento azotó su rostro, una sensación momentánea de liberación antes de que la marea enfurecida lo atrapara. Las olas lo envolvieron y maltrataron su cuerpo contra las rocas, una y otra vez, en un baile violento que parecía no tener fin. Y entonces, como un juguete roto, fue arrojado de nuevo a la orilla.
Cada golpe del agua salada contra su piel le recordaba su inmortalidad, una burla cruel de la naturaleza a su intento desesperado de sentir algo, cualquier cosa. A medida que la corriente lo arrastraba, su mente divagaba, cuestionando la futilidad de su existencia mientras su cuerpo se movía inerte entre las olas.
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Valerian caminaba por los acantilados, sus pensamientos oscuros y pesados como la niebla que envolvía el paisaje. Taciturno, contemplaba el abismo que se extendía bajo sus pies, escuchando el rugido de las olas rompiendo contra las rocas. La tentación de acabar con su eterna apatía se hizo irresistible. Sin pensarlo dos veces, dio un paso más, cayendo al vacío.
El viento azotó su rostro, una sensación momentánea de liberación antes de que la marea enfurecida lo atrapara. Las olas lo envolvieron y maltrataron su cuerpo contra las rocas, una y otra vez, en un baile violento que parecía no tener fin. Y entonces, como un juguete roto, fue arrojado de nuevo a la orilla.
Cada golpe del agua salada contra su piel le recordaba su inmortalidad, una burla cruel de la naturaleza a su intento desesperado de sentir algo, cualquier cosa. A medida que la corriente lo arrastraba, su mente divagaba, cuestionando la futilidad de su existencia mientras su cuerpo se movía inerte entre las olas.
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