Valerian se deja caer en el estanque, sintiendo cómo las frías aguas lo envuelven. No ofrece resistencia cuando éstas comienzan a llenarle los pulmones, como si el peso del mundo y los siglos de existencia se disolvieran en la oscura inmensidad. El frío es punzante, casi bienvenido. Mientras se hunde, cierra los ojos, permitiendo que la quietud lo arrastre a las profundidades.

Sin embargo, en lugar de la liberación o el olvido, no siente más que un vacío familiar. No hay dolor, ni desesperación, solo el silencio de un cuerpo inmortal que se niega a ceder. En su apatía, Valerian comprende que ni siquiera las aguas de este estanque pueden concederle lo que busca. Como tantas otras veces, la emoción le esquiva, dejándole intacto, suspendido en un destino que se niega a cambiar.
Valerian se deja caer en el estanque, sintiendo cómo las frías aguas lo envuelven. No ofrece resistencia cuando éstas comienzan a llenarle los pulmones, como si el peso del mundo y los siglos de existencia se disolvieran en la oscura inmensidad. El frío es punzante, casi bienvenido. Mientras se hunde, cierra los ojos, permitiendo que la quietud lo arrastre a las profundidades. Sin embargo, en lugar de la liberación o el olvido, no siente más que un vacío familiar. No hay dolor, ni desesperación, solo el silencio de un cuerpo inmortal que se niega a ceder. En su apatía, Valerian comprende que ni siquiera las aguas de este estanque pueden concederle lo que busca. Como tantas otras veces, la emoción le esquiva, dejándole intacto, suspendido en un destino que se niega a cambiar.
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