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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    La perturbación lunar

    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
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    Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma…
    …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos.

    La necesito.
    La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia.

    Así que me dirijo a su apartamento.

    No está en casa.
    La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana.

    Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama:

    > “Pasaré a verte más tarde.
    No huyas de mí.
    —L.”



    Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila.


    ---

    De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto.

    La luna está escondida tras el día, pero la siento igual.
    Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos…
    …sino a ella.

    Akane me intercepta en el pasillo principal.

    Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse.

    Akane:
    —Lili… hay una perturbación.

    La miro sin entender del todo.

    Yo:
    —¿Perturbación? ¿Dónde?

    Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno.
    Pero yo también lo siento ahora:
    un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares.

    Akane:
    —En ella. La Luna.
    Los espíritus están inquietos.
    Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo.
    Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando.

    Un escalofrío me recorre.
    No es miedo.
    Es… reconocimiento.

    Selin.
    Su voz aún arde en mi memoria:

    > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.”



    La luna nueva.
    La sombra liberada.
    Akane devorada y renacida.
    Mi “Renge”.

    Algo se ha reactivado en el cosmos.

    Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne:

    Akane:
    —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche.
    Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna.
    Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió.

    Yo:
    —¿Selin…?

    Ella niega suavemente.

    Akane:
    —Algo más profundo que tu abuela.
    Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis.

    Siento el golpe en el pecho.
    Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo.

    Mis manos tiemblan sin querer.

    Akane me observa… pero no cruza la distancia.
    No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado.

    Akane (suavemente):
    —Lili…
    No vayas sola.

    Trago saliva.
    Pienso en Ryu.
    En la nota que le dejé.
    En la necesidad de verla.
    En lo que la luna está reclamando.

    Y digo, casi en un susurro:

    Yo:
    —No sé quién quiere verme primero…
    si la Luna…
    o ella.

    La perturbación se intensifica.
    El día se vuelve más pálido.
    Las sombras más densas.

    La luna, incluso invisible, está llamando.

    Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La perturbación lunar Al despertar, todavía siento el eco del sueño de Selin en mi pecho. No sé si es capricho de la mente o del corazón, pero aunque Akane ha dejado marcas profundas en mi alma… …no consigo sacar a Ryu de mis pensamientos. La necesito. La extraño como si algo dentro de mí reclamara su presencia. Así que me dirijo a su apartamento. No está en casa. La luz apagada, la ventana entreabierta por el viento de la mañana. Me cuelo sin pensarlo —como tantas veces cuando la añoranza podía más que la prudencia— y dejo una pequeña nota junto a su cama: > “Pasaré a verte más tarde. No huyas de mí. —L.” Salgo igual de silenciosa que entré… pero no igual de tranquila. --- De vuelta al castillo Queen, algo en el ambiente es distinto. La luna está escondida tras el día, pero la siento igual. Un pulso extraño, un tirón en los huesos que no pertenece ni a mí ni al Caos… …sino a ella. Akane me intercepta en el pasillo principal. Su presencia, normalmente serena, hoy es como una cuerda tensa a punto de romperse. Akane: —Lili… hay una perturbación. La miro sin entender del todo. Yo: —¿Perturbación? ¿Dónde? Akane eleva la vista hacia las ventanas del corredor, aunque afuera sólo haya cielo diurno. Pero yo también lo siento ahora: un latido irregular, como si algo hubiese tocado la Luna con manos que no pertenecen ni a los Elunai ni a los espíritus lunares. Akane: —En ella. La Luna. Los espíritus están inquietos. Incluso los espíritus del Sol —los verdaderos— han abierto un ojo. Algo está desequilibrando los planos… y te está buscando. Un escalofrío me recorre. No es miedo. Es… reconocimiento. Selin. Su voz aún arde en mi memoria: > “Déjame contarte cómo fue el día que moriste.” La luna nueva. La sombra liberada. Akane devorada y renacida. Mi “Renge”. Algo se ha reactivado en el cosmos. Akane da un paso hacia mí, seria, casi solemne: Akane: —Tu sombra no ha sido la única en despertar esta noche. Los habitantes del Sol —los Phyros— han notado un vacío en la luna. Creen que algo antiguo va a reclamar lo que perdió. Yo: —¿Selin…? Ella niega suavemente. Akane: —Algo más profundo que tu abuela. Algo que no ha tenido nombre desde antes que existieran los Elunai Custodis. Siento el golpe en el pecho. Un hilo invisible tirando de mí, desde el cielo. Mis manos tiemblan sin querer. Akane me observa… pero no cruza la distancia. No quiere romperme… ni volver a acercarse demasiado. Akane (suavemente): —Lili… No vayas sola. Trago saliva. Pienso en Ryu. En la nota que le dejé. En la necesidad de verla. En lo que la luna está reclamando. Y digo, casi en un susurro: Yo: —No sé quién quiere verme primero… si la Luna… o ella. La perturbación se intensifica. El día se vuelve más pálido. Las sombras más densas. La luna, incluso invisible, está llamando. Y sé que no tengo mucho tiempo antes de que me arrastre con ella.
    Me entristece
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La visión de la Madre-Luna Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto… No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor. Solo un vasto espacio blanco. Una quietud antigua. Un silencio que no pesa. Y entonces la veo. Una figura femenina de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío. Su piel irradia una luz suave, casi líquida. Se parece a mi madre Jennifer… pero sus ojos… sus ojos son los de Selin. Mi abuela. La luna en su forma más pura. Ella sonríe con una tristeza hermosa. Selin: “Hija mía…” Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo. “Todos te han contado cómo fue el día que naciste… La luna del esturión… Las perseidas cayendo como espadas de plata… La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.” Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo. Su mano se estira… no para tocarme, sino para sostener mi alma. “Ahora deja que yo te cuente cómo fue el día que moriste.” Mi pecho se oprime. Mis dedos tiemblan sin poder levantarme. No entiendo. No quiero entender. Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe. “Quiero alinear las piezas de nuevo. Las tuyas… Y las mías… Antes de que el caos te reclame por completo.” La luz detrás de ella se oscurece. Una sombra se forma. Mi sombra. Veythra. El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse. --- El despertar Me despierto de golpe. Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto. Miro a mi alrededor: nada ha cambiado… pero todo está distinto. Ese sueño no ha sido un sueño. Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma. Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo. Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra. Esa noche no vuelvo a dormir. No puedo. No debo. Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor: “Déjame que te cuente…”
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
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    La visión de la Madre-Luna

    Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto…
    No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor.

    Solo un vasto espacio blanco.
    Una quietud antigua.
    Un silencio que no pesa.

    Y entonces la veo.

    Una figura femenina
    de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío.
    Su piel irradia una luz suave, casi líquida.

    Se parece a mi madre Jennifer…
    pero sus ojos…
    sus ojos son los de Selin.
    Mi abuela.
    La luna en su forma más pura.

    Ella sonríe con una tristeza hermosa.

    Selin:
    “Hija mía…”

    Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo.

    “Todos te han contado cómo fue el día que naciste…
    La luna del esturión…
    Las perseidas cayendo como espadas de plata…
    La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.”

    Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo.
    Su mano se estira…
    no para tocarme, sino para sostener mi alma.

    “Ahora deja que yo te cuente
    cómo fue el día que moriste.”

    Mi pecho se oprime.
    Mis dedos tiemblan sin poder levantarme.
    No entiendo.
    No quiero entender.

    Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe.

    “Quiero alinear las piezas de nuevo.
    Las tuyas…
    Y las mías…
    Antes de que el caos te reclame por completo.”

    La luz detrás de ella se oscurece.
    Una sombra se forma.
    Mi sombra.
    Veythra.

    El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse.


    ---

    El despertar

    Me despierto de golpe.
    Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto.
    Miro a mi alrededor: nada ha cambiado…
    pero todo está distinto.

    Ese sueño no ha sido un sueño.

    Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma.

    Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo.
    Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra.

    Esa noche no vuelvo a dormir.
    No puedo.
    No debo.

    Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor:

    “Déjame que te cuente…”
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La visión de la Madre-Luna Esa misma noche, cuando por fin dejo que el cansancio me aprisione, caigo en un sueño extraño, profundo, distinto… No hay jardín de sombras, no hay caos, no hay dolor. Solo un vasto espacio blanco. Una quietud antigua. Un silencio que no pesa. Y entonces la veo. Una figura femenina de cabellos rubios que flotan como hebras de sol en el vacío. Su piel irradia una luz suave, casi líquida. Se parece a mi madre Jennifer… pero sus ojos… sus ojos son los de Selin. Mi abuela. La luna en su forma más pura. Ella sonríe con una tristeza hermosa. Selin: “Hija mía…” Su voz no suena, resuena en todo mi cuerpo. “Todos te han contado cómo fue el día que naciste… La luna del esturión… Las perseidas cayendo como espadas de plata… La noche en que lo imposible se abrió para darte paso.” Camina hacia mí, aunque aquí no exista suelo. Su mano se estira… no para tocarme, sino para sostener mi alma. “Ahora deja que yo te cuente cómo fue el día que moriste.” Mi pecho se oprime. Mis dedos tiemblan sin poder levantarme. No entiendo. No quiero entender. Pero ella continúa, con esa serenidad que rompe. “Quiero alinear las piezas de nuevo. Las tuyas… Y las mías… Antes de que el caos te reclame por completo.” La luz detrás de ella se oscurece. Una sombra se forma. Mi sombra. Veythra. El sueño se tensa como una cuerda a punto de romperse. --- El despertar Me despierto de golpe. Empapada en sudor, con el corazón retumbando como si aún estuviera cayendo desde un lugar muy alto. Miro a mi alrededor: nada ha cambiado… pero todo está distinto. Ese sueño no ha sido un sueño. Algo en mi interior —algo antiguo, algo lunar, algo materno— me lo confirma. Me siento en la cama, los pies fríos contra el suelo del castillo. Intento cerrar los ojos, pero cada vez que lo hago aparece la mirada de Selin, y detrás, la sombra de Veythra. Esa noche no vuelvo a dormir. No puedo. No debo. Solo una frase late dentro de mi cráneo como un tambor: “Déjame que te cuente…”
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  • El portal se cerró detrás de ellas con un chasquido seco. La incertidumbre del futuro invadió el lugar, el ambiente se sentía denso

    Raora Panthera , Dohanna ,
    Aikaterine Ouro y Baelz Cruzaron la barrera dimensional, llegando a un lugar muy apartado de la civilización. Este lugar, cubierto de árboles, estaba perfectamente protegido por la guardiana de la naturaleza, Fauna . Quien esperaba junto a Tsukumo Sana Espacio y a Serithra

    La sensación fue un choque violento, el olor y vista del lugar hacia contraste con el verdadero motivo de la reunión y con el desorden del grupo que acababa de llegar

    Fauna esperaba allí, serena e inmutable. A su lado se encontraba Sana, su presencia hacia que el asunto se sintiera diminuto a comparación del cosmos que representaba. Además la diosa del sol también acompañaba la reunión, con un aura imponente

    Baelz sintió un escalofrío, pero no podia temer, en ese momento, el futuro del mundo estaba en juego. Observó a todos los presentes que esperaban en silencio

    —Así que estamos de vuelta — dijo, su voz era baja, por fin había probado la libertad aunque sabia que la paz no duraría mucho tiempo
    El portal se cerró detrás de ellas con un chasquido seco. La incertidumbre del futuro invadió el lugar, el ambiente se sentía denso [divine_eyes], [moon_energy_goddess], [Mercenary1x] y Baelz Cruzaron la barrera dimensional, llegando a un lugar muy apartado de la civilización. Este lugar, cubierto de árboles, estaba perfectamente protegido por la guardiana de la naturaleza, [Fauna_Nature] . Quien esperaba junto a [blaze_titanium_scorpion_916] y a [Sun_Goddess] La sensación fue un choque violento, el olor y vista del lugar hacia contraste con el verdadero motivo de la reunión y con el desorden del grupo que acababa de llegar Fauna esperaba allí, serena e inmutable. A su lado se encontraba Sana, su presencia hacia que el asunto se sintiera diminuto a comparación del cosmos que representaba. Además la diosa del sol también acompañaba la reunión, con un aura imponente Baelz sintió un escalofrío, pero no podia temer, en ese momento, el futuro del mundo estaba en juego. Observó a todos los presentes que esperaban en silencio —Así que estamos de vuelta — dijo, su voz era baja, por fin había probado la libertad aunque sabia que la paz no duraría mucho tiempo
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  • El nombre del cadáver.
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    ⊹┈┈┈┈┈┈⊹
    ⤷ 𝒓𝒐𝒍 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐 / 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒆 / 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒂
    ⊹┈┈┈┈┈┈⊹


    En una de sus tantas caminatas que solía hacer para despejar su mente, había conseguido entre varios árboles una pequeña capilla abandonada, la cual se convertiría en su refugio y en su escondite. Allí se encontraba en ese preciso momento, realmente agotado, debido a que esta última ‘cacería’ había sido algo difícil, inesperada, improvisada. Se encontraba sentado fumándose un cigarro, restándole importancia a las manchas de sangre de sus manos, rostro y ropa, manchando bajo su tacto la madera polvorienta de las bancas del recinto y corrompiendo solo con su simple presencia lo sagrado que quedaba en aquel lugar.

    Alzó su mirada hacia la gran figura en la cruz que estaba en todo el centro, como si esperara algún devoto para que le rezara. Eunwoo no era devoto, pero tuvo una conversación con aquella imagen.

    —Hubiese sido más fácil matarme que tener que vivir de esta forma. Sé que estoy condenado… condenado a vivir solo y escondido como la especie de monstruo que tú creaste y que todos temen. Si tan solo me hubiera convertido en un asesino a sueldo, en vez de ser un caníbal al que le gusta pintar, tal vez sería más aceptado, o por lo menos por un grupo de gente que trabaja para la corrupción a gran escala sin que les importe quién se mancha las manos— Su tono y actitud eran serenos, hablaba pausado como si nada perturbara su voz, aunque sabía que dentro de él podía esconder una gran carga de ira y agresividad, desde aquel incidente no se había podido quitar la culpa de encima y fue la primera vez que se cuestionó su sangrienta naturaleza -dando inicio a una vida torturada-.

    Al terminar un cigarro encendía otro, años anteriores vivía un poco más en conflicto consigo mismo y con el mundo, ahora y en este punto el dolor se había convertido en ironía, por eso se escapa allí a esa capilla, uno de los pocos lugares que conocía sus secretos y ocultaba la sangre en las manchas de moho, polvo y tierra del lugar. ¿Cuántos otros pecados más estarían resguardados entre las agrietadas paredes?

    Tal vez su vida fuese más interesante si estuviese siendo perseguido, pero eso de ser un asesino en serie nunca se le dió, su lado artístico le tomaba una buena parte de su tiempo y su ser meticuloso, asqueado con facilidad por el resto de la raza humana, lo hacía ser tan selectivo con sus presas que aquellas desapariciones pasaban inadvertidas con el tiempo, sobretodo porque siempre buscaba personas igual de solitarias que él. O personas que deseaban morir.

    Si se comiera a alguien importante, su vida definitivamente correría una adrenalina inigualable, pero no estaba seguro de querer arriesgarse, tal vez más adelante cuando el poco sentido que le veía a la vida se le terminara de esfumar.

    —Uhm… Todavía estoy a tiempo de convertirme en uno de ellos, si me como a algunas víctimas a nadie le importaría— Seguía divagando observando el humo, dejando que las colillas cayeran sobre la vieja madera. Volteó a un costado y allí se encontraba aquel cuerpo inerte, todos esos pensamientos surgían a raíz de esa persona que yacía a unos pocos pasos a su lado, considerando todas las posibilidades.

    ¿A quién engañaba realmente?

    Sabía que había cometido un error, su descuido lo hizo tomarse del cabello y apoyar su frente del respaldo de la banca siguiente, gruñendo con frustración sin dejar que se convirtiera en un grito. Se pasó las manos por el rostro, ya no le importaba si se manchaba más de sangre, colilla y polvo, le crecía el estrés al reconocer su equivocación, pues jamás le había pasado eso. Jamás. Aún así, por más complicada que estuviese una situación, sabía mantener la calma y resolver impecablemente, así que esta vez no sería la excepción, ¿cierto…?

    Por primera vez en su vida no sabía a quién había asesinado.
    ⊹┈┈┈🩸♰🩸┈┈┈⊹ ⤷ 𝒓𝒐𝒍 𝒂𝒃𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐 / 𝒍𝒊𝒃𝒓𝒆 / 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒂 ⊹┈┈┈🩸♰🩸┈┈┈⊹ En una de sus tantas caminatas que solía hacer para despejar su mente, había conseguido entre varios árboles una pequeña capilla abandonada, la cual se convertiría en su refugio y en su escondite. Allí se encontraba en ese preciso momento, realmente agotado, debido a que esta última ‘cacería’ había sido algo difícil, inesperada, improvisada. Se encontraba sentado fumándose un cigarro, restándole importancia a las manchas de sangre de sus manos, rostro y ropa, manchando bajo su tacto la madera polvorienta de las bancas del recinto y corrompiendo solo con su simple presencia lo sagrado que quedaba en aquel lugar. Alzó su mirada hacia la gran figura en la cruz que estaba en todo el centro, como si esperara algún devoto para que le rezara. Eunwoo no era devoto, pero tuvo una conversación con aquella imagen. —Hubiese sido más fácil matarme que tener que vivir de esta forma. Sé que estoy condenado… condenado a vivir solo y escondido como la especie de monstruo que tú creaste y que todos temen. Si tan solo me hubiera convertido en un asesino a sueldo, en vez de ser un caníbal al que le gusta pintar, tal vez sería más aceptado, o por lo menos por un grupo de gente que trabaja para la corrupción a gran escala sin que les importe quién se mancha las manos— Su tono y actitud eran serenos, hablaba pausado como si nada perturbara su voz, aunque sabía que dentro de él podía esconder una gran carga de ira y agresividad, desde aquel incidente no se había podido quitar la culpa de encima y fue la primera vez que se cuestionó su sangrienta naturaleza -dando inicio a una vida torturada-. Al terminar un cigarro encendía otro, años anteriores vivía un poco más en conflicto consigo mismo y con el mundo, ahora y en este punto el dolor se había convertido en ironía, por eso se escapa allí a esa capilla, uno de los pocos lugares que conocía sus secretos y ocultaba la sangre en las manchas de moho, polvo y tierra del lugar. ¿Cuántos otros pecados más estarían resguardados entre las agrietadas paredes? Tal vez su vida fuese más interesante si estuviese siendo perseguido, pero eso de ser un asesino en serie nunca se le dió, su lado artístico le tomaba una buena parte de su tiempo y su ser meticuloso, asqueado con facilidad por el resto de la raza humana, lo hacía ser tan selectivo con sus presas que aquellas desapariciones pasaban inadvertidas con el tiempo, sobretodo porque siempre buscaba personas igual de solitarias que él. O personas que deseaban morir. Si se comiera a alguien importante, su vida definitivamente correría una adrenalina inigualable, pero no estaba seguro de querer arriesgarse, tal vez más adelante cuando el poco sentido que le veía a la vida se le terminara de esfumar. —Uhm… Todavía estoy a tiempo de convertirme en uno de ellos, si me como a algunas víctimas a nadie le importaría— Seguía divagando observando el humo, dejando que las colillas cayeran sobre la vieja madera. Volteó a un costado y allí se encontraba aquel cuerpo inerte, todos esos pensamientos surgían a raíz de esa persona que yacía a unos pocos pasos a su lado, considerando todas las posibilidades. ¿A quién engañaba realmente? Sabía que había cometido un error, su descuido lo hizo tomarse del cabello y apoyar su frente del respaldo de la banca siguiente, gruñendo con frustración sin dejar que se convirtiera en un grito. Se pasó las manos por el rostro, ya no le importaba si se manchaba más de sangre, colilla y polvo, le crecía el estrés al reconocer su equivocación, pues jamás le había pasado eso. Jamás. Aún así, por más complicada que estuviese una situación, sabía mantener la calma y resolver impecablemente, así que esta vez no sería la excepción, ¿cierto…? Por primera vez en su vida no sabía a quién había asesinado.
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  • ¿Alguien se coló en su apartamento provisional? ¿Quién se osaría a tal cosa?
    Sigiloso como si no se tratara de un ser humano, se aproximó a la espalda ajena para propinarle una patada y mandar a dicha persona a rodar por el suelo.

    -Vaya... Parece que un pequeño y estúpido conejito se ha colado en la madriguera del lobo, ¿eh?- Hablaba con un tono inquietantemente sereno mientras se agachaba un poco a quedar a casi la misma altura que la persona en el suelo.

    Vestía solo unos pantalones de deporte, descalzo, sin camiseta y con un cuchillo en la mano izquierda que balanceaba con mucha suavidad, provocando que las tenues luces que se filtraban por las ventanas se reflejaran en su filo.
    ¿Alguien se coló en su apartamento provisional? ¿Quién se osaría a tal cosa? Sigiloso como si no se tratara de un ser humano, se aproximó a la espalda ajena para propinarle una patada y mandar a dicha persona a rodar por el suelo. -Vaya... Parece que un pequeño y estúpido conejito se ha colado en la madriguera del lobo, ¿eh?- Hablaba con un tono inquietantemente sereno mientras se agachaba un poco a quedar a casi la misma altura que la persona en el suelo. Vestía solo unos pantalones de deporte, descalzo, sin camiseta y con un cuchillo en la mano izquierda que balanceaba con mucha suavidad, provocando que las tenues luces que se filtraban por las ventanas se reflejaran en su filo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    >> https://www.youtube.com/watch?v=YBtCy5L6448&list=RDYBtCy5L6448&start_radio=1 <<

    A veces, mientras observa a los mortales, siente ese pequeño hueco donde antes estaba su risa.

    Y aunque él sabe que los sueños siempre vuelven, no se engaña: algunos corazones se marchan para protegerse…
    y sólo queda aceptarlo con la misma serenidad con la que observa cada amanecer desvanecer sus reinos.

    Pero aun así, en lo más profundo del Sueño, un susurro le queda:

    “Ojalá el cielo la cuide… incluso si ya no quiere volver a mí.”

    >> https://www.youtube.com/watch?v=YBtCy5L6448&list=RDYBtCy5L6448&start_radio=1 << A veces, mientras observa a los mortales, siente ese pequeño hueco donde antes estaba su risa. Y aunque él sabe que los sueños siempre vuelven, no se engaña: algunos corazones se marchan para protegerse… y sólo queda aceptarlo con la misma serenidad con la que observa cada amanecer desvanecer sus reinos. Pero aun así, en lo más profundo del Sueño, un susurro le queda: “Ojalá el cielo la cuide… incluso si ya no quiere volver a mí.”
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  • La creatura despierta
    Fandom Ocs
    Categoría Acción
    -El asesino intentó arrastrarse entre el lodo, los brazos temblando como ramas quebradas, Bondrewd lo observaba desde arriba, respirando lento, profundo demasiado sereno para alguien cubierto de sangre, su sombra lo engullía por completo y el sonido de esas pesadas botas golpeando aquel mojado suelo resonaba con más fuerza, parecía que formaba ecos que se escuchaban por el bosque-

    Pensaste que podías huir......Que eras un depredador!?

    -Lo tomó del pie y lo arrastró hacia él, el cuerpo raspando la tierra húmeda mientras el hombre gritaba y dejaba un rastro oscuro detrás, Bondrewd se inclinó, obligándolo a verlo-

    Mírame!

    -aquella voz que siempre parecía ser tranquila y serena se había vuelto grave, más alta como la de un general dando órdenes, al escucharlo aquel asesino obedeció, mientras miraba aquellas mejillas mojadas por el llanto....Fue entonces cuando algo dentro de Bondrewd se movió, Una pulsación profunda, como un latido que no pertenecía a un cuerpo humano, Algo que se abría paso desde dentro de sus huesos, reptando por su columna, aferrándose a sus nervios-

    -La criatura, Bondrewd apretó los dientes, después de años ya no estaba solo en su piel, Una voz áspera, hecha de hambre y furia retumbó en su mente-

    (Más, No basta, No así, !!Rómpelo!!)

    -Su respiración cambió, más pesada, más animal.
    El asesino lo notó, retrocedió como pudo, pero aquel detective lo atrapó del pecho con una sola mano y lo levantó del suelo. Sus dedos se hundieron entre sus huesos y carne-

    Tú tomaste vidas sin mirar.....como un mero cobarde....pero sabes que..Yo no lo haré así

    -El hombre gritó cuando el agarre se cerró aún más, costillas cediendo con un crujido brutal, después lo dejó caer solo para clavarle la rodilla en el estómago con una fuerza que lo dejó sin aire-

    -La criatura volvió a hablar dentro de su cabeza, cada palabra como garras arañando su conciencia-

    (Hazlo sufrir!!, Hazlo entender, Hazlo recordar quién eres!!))

    -Solo sentía como algo caliente trepaba por su garganta, adrenalina, odio… o algo peor, un impulso primitivo lo empujó hacia adelante, lo tomó del cabello y acercó su rostro al del asesino-

    El cazador, Eras tú, un hombre que se jactaba de ser fuerte y más listo que sus presas pero sabes que cuando un cazador mira al vacío demasiado tiempo aveces…el vacío termina mirándolo de vuelta

    -una sonrisa sombria se dibujo en su rostro, aquella criatura que rasco entre sus entrañas y recuerdos parecía rugir más fuerte dentro de su mente-

    (¡Abre!, ¡Rasga!, ¡Devora!)

    -Bondrewd lo empujó contra un árbol, el impacto reventó su labio y su nariz, el asesino intentó hablar, balbucear algo como un perdón, pero el colocó una mano en la garganta parecía que había ya escuchado suficiente y después de tantos años dejaría de tratar de entender los, apreto con una precisión quirúrgica y un salvajismo desatado-

    No me tienes que rogar a mi!

    -dijo, mientras lo miraba con aquellos ojos que ya no parecían completamente humanos—.

    Es a ella, a esos pequeños.....a todos con los que te divertiste cazando!.....y ellos vinieron a pedir a ayuda a la cosa que tienes enfrente, al monstruo que despertaste cuando decidiste esconderte en mi bosque!

    -La criatura dentro de él respondió con un pulso violento, como si celebrara cada respiración robada al hombre atrapado entre sus manos, Bondrewd apretó, El aire se volvió espeso, el bosque, silencioso, el asesino, apenas un hilo de vida-

    La presa eres tu!

    -La criatura rugió una última vez-

    (¡Acábalo!)

    -Bondrewd levantó al hombre por el cuello, dejándolo suspendido en un espasmo final, ambas manos apretando ese cuello con frialdad, esa mirada tan sádica como aquella sonrisa, sentía sus músculos tan tensos como rocas, la sensación de esos dedos clavándose en esa piel casi desgarrando la con fuerza bruta parecía motivarlo a apretar cada vez más fuerte-
    -El asesino intentó arrastrarse entre el lodo, los brazos temblando como ramas quebradas, Bondrewd lo observaba desde arriba, respirando lento, profundo demasiado sereno para alguien cubierto de sangre, su sombra lo engullía por completo y el sonido de esas pesadas botas golpeando aquel mojado suelo resonaba con más fuerza, parecía que formaba ecos que se escuchaban por el bosque- Pensaste que podías huir......Que eras un depredador!? -Lo tomó del pie y lo arrastró hacia él, el cuerpo raspando la tierra húmeda mientras el hombre gritaba y dejaba un rastro oscuro detrás, Bondrewd se inclinó, obligándolo a verlo- Mírame! -aquella voz que siempre parecía ser tranquila y serena se había vuelto grave, más alta como la de un general dando órdenes, al escucharlo aquel asesino obedeció, mientras miraba aquellas mejillas mojadas por el llanto....Fue entonces cuando algo dentro de Bondrewd se movió, Una pulsación profunda, como un latido que no pertenecía a un cuerpo humano, Algo que se abría paso desde dentro de sus huesos, reptando por su columna, aferrándose a sus nervios- -La criatura, Bondrewd apretó los dientes, después de años ya no estaba solo en su piel, Una voz áspera, hecha de hambre y furia retumbó en su mente- (Más, No basta, No así, !!Rómpelo!!) -Su respiración cambió, más pesada, más animal. El asesino lo notó, retrocedió como pudo, pero aquel detective lo atrapó del pecho con una sola mano y lo levantó del suelo. Sus dedos se hundieron entre sus huesos y carne- Tú tomaste vidas sin mirar.....como un mero cobarde....pero sabes que..Yo no lo haré así -El hombre gritó cuando el agarre se cerró aún más, costillas cediendo con un crujido brutal, después lo dejó caer solo para clavarle la rodilla en el estómago con una fuerza que lo dejó sin aire- -La criatura volvió a hablar dentro de su cabeza, cada palabra como garras arañando su conciencia- (Hazlo sufrir!!, Hazlo entender, Hazlo recordar quién eres!!)) -Solo sentía como algo caliente trepaba por su garganta, adrenalina, odio… o algo peor, un impulso primitivo lo empujó hacia adelante, lo tomó del cabello y acercó su rostro al del asesino- El cazador, Eras tú, un hombre que se jactaba de ser fuerte y más listo que sus presas pero sabes que cuando un cazador mira al vacío demasiado tiempo aveces…el vacío termina mirándolo de vuelta -una sonrisa sombria se dibujo en su rostro, aquella criatura que rasco entre sus entrañas y recuerdos parecía rugir más fuerte dentro de su mente- (¡Abre!, ¡Rasga!, ¡Devora!) -Bondrewd lo empujó contra un árbol, el impacto reventó su labio y su nariz, el asesino intentó hablar, balbucear algo como un perdón, pero el colocó una mano en la garganta parecía que había ya escuchado suficiente y después de tantos años dejaría de tratar de entender los, apreto con una precisión quirúrgica y un salvajismo desatado- No me tienes que rogar a mi! -dijo, mientras lo miraba con aquellos ojos que ya no parecían completamente humanos—. Es a ella, a esos pequeños.....a todos con los que te divertiste cazando!.....y ellos vinieron a pedir a ayuda a la cosa que tienes enfrente, al monstruo que despertaste cuando decidiste esconderte en mi bosque! -La criatura dentro de él respondió con un pulso violento, como si celebrara cada respiración robada al hombre atrapado entre sus manos, Bondrewd apretó, El aire se volvió espeso, el bosque, silencioso, el asesino, apenas un hilo de vida- La presa eres tu! -La criatura rugió una última vez- (¡Acábalo!) -Bondrewd levantó al hombre por el cuello, dejándolo suspendido en un espasmo final, ambas manos apretando ese cuello con frialdad, esa mirada tan sádica como aquella sonrisa, sentía sus músculos tan tensos como rocas, la sensación de esos dedos clavándose en esa piel casi desgarrando la con fuerza bruta parecía motivarlo a apretar cada vez más fuerte-
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    La noche de la luna nueva

    No había luna.
    No había estrellas.
    El cielo parecía muerto, pero no lo estaba: respiraba. Y esa respiración era mía… o de algo que usaba mi piel como cárcel.

    La sombra había crecido. Ya no era un huésped: era un continente.
    Se alzaba sobre la ciudad como una marea negra que tragaba los edificios, los pensamientos y hasta los rezos que nadie llegó a pronunciar. No eran nubes lo que cubría el firmamento. Era ella.
    Era yo dividida, fragmentada, arrancada de mí misma y convertida en un abismo sin fondo.

    Por fin era libre.
    Completa.
    Saciada del miedo que había devorado en los últimos días.
    Gigante hasta el punto de parecer capaz de cubrir el mundo entero.

    Y entonces… apareció Akane.

    Caminaba sin prisa, sin temor.
    Serena, como si la inmensidad de la sombra fuese sólo un velo más que podía apartar con la yema de los dedos. Su paso hacía un sonido suave, casi inexistente, pero en ese silencio universal resonó como un campanazo sagrado.

    Yo, atrapada en el Jardín de Sombras, sentí una presión en el pecho.
    No podía gritar.
    No podía moverme.
    Sólo podía ver.

    Akane no dijo nada.
    La sombra tampoco.
    Pero se reconocieron: cazadora y cazada, monstruo y espejo, hermana y sacrificio.

    La sombra la agarró.

    Un brazo hecho de tinieblas puras se extendió desde el cielo negro y la envolvió entera.
    La engulló sin violencia, sin prisa, como si absorberla fuera un acto natural, inevitable, antiguo como el origen del Caos.
    Un instante antes de que desapareciera, Akane levantó la mirada.
    Y juro que me vio.
    No a la sombra.
    A mí.

    Luego… llegó la luz.

    Con un beso que aún hoy no se interpretar... Que no sé si fué un sueño o fué real.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La noche de la luna nueva No había luna. No había estrellas. El cielo parecía muerto, pero no lo estaba: respiraba. Y esa respiración era mía… o de algo que usaba mi piel como cárcel. La sombra había crecido. Ya no era un huésped: era un continente. Se alzaba sobre la ciudad como una marea negra que tragaba los edificios, los pensamientos y hasta los rezos que nadie llegó a pronunciar. No eran nubes lo que cubría el firmamento. Era ella. Era yo dividida, fragmentada, arrancada de mí misma y convertida en un abismo sin fondo. Por fin era libre. Completa. Saciada del miedo que había devorado en los últimos días. Gigante hasta el punto de parecer capaz de cubrir el mundo entero. Y entonces… apareció Akane. Caminaba sin prisa, sin temor. Serena, como si la inmensidad de la sombra fuese sólo un velo más que podía apartar con la yema de los dedos. Su paso hacía un sonido suave, casi inexistente, pero en ese silencio universal resonó como un campanazo sagrado. Yo, atrapada en el Jardín de Sombras, sentí una presión en el pecho. No podía gritar. No podía moverme. Sólo podía ver. Akane no dijo nada. La sombra tampoco. Pero se reconocieron: cazadora y cazada, monstruo y espejo, hermana y sacrificio. La sombra la agarró. Un brazo hecho de tinieblas puras se extendió desde el cielo negro y la envolvió entera. La engulló sin violencia, sin prisa, como si absorberla fuera un acto natural, inevitable, antiguo como el origen del Caos. Un instante antes de que desapareciera, Akane levantó la mirada. Y juro que me vio. No a la sombra. A mí. Luego… llegó la luz. Con un beso que aún hoy no se interpretar... Que no sé si fué un sueño o fué real.
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    La noche de la luna nueva

    No había luna.
    No había estrellas.
    El cielo parecía muerto, pero no lo estaba: respiraba. Y esa respiración era mía… o de algo que usaba mi piel como cárcel.

    La sombra había crecido. Ya no era un huésped: era un continente.
    Se alzaba sobre la ciudad como una marea negra que tragaba los edificios, los pensamientos y hasta los rezos que nadie llegó a pronunciar. No eran nubes lo que cubría el firmamento. Era ella.
    Era yo dividida, fragmentada, arrancada de mí misma y convertida en un abismo sin fondo.

    Por fin era libre.
    Completa.
    Saciada del miedo que había devorado en los últimos días.
    Gigante hasta el punto de parecer capaz de cubrir el mundo entero.

    Y entonces… apareció Akane.

    Caminaba sin prisa, sin temor.
    Serena, como si la inmensidad de la sombra fuese sólo un velo más que podía apartar con la yema de los dedos. Su paso hacía un sonido suave, casi inexistente, pero en ese silencio universal resonó como un campanazo sagrado.

    Yo, atrapada en el Jardín de Sombras, sentí una presión en el pecho.
    No podía gritar.
    No podía moverme.
    Sólo podía ver.

    Akane no dijo nada.
    La sombra tampoco.
    Pero se reconocieron: cazadora y cazada, monstruo y espejo, hermana y sacrificio.

    La sombra la agarró.

    Un brazo hecho de tinieblas puras se extendió desde el cielo negro y la envolvió entera.
    La engulló sin violencia, sin prisa, como si absorberla fuera un acto natural, inevitable, antiguo como el origen del Caos.
    Un instante antes de que desapareciera, Akane levantó la mirada.
    Y juro que me vio.
    No a la sombra.
    A mí.

    Luego… llegó la luz.

    Con un beso que aún hoy no se interpretar... Que no sé si fué un sueño o fué real.
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