• ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──────── ≪
    La cuenta regresiva para el solsticio de invierno había comenzado.

    Visitar el mundo de los espíritus era una cita inevitable, respiraba en su nuca como algo inminente, el nerviosismo e incertidumbre crecía cada vez más, emociones que presionaban con un dolor agudo su pecho quitándole la respiración cada que pensaba mucho en eso, por eso lo evitaba.

    Para una mortal como ella era algo inconcebible caminar si quiera en ese plano espiritual, su vida podría peligrar ¿Qué pasaba si la rechazaban? Tal vez toda la sangre que derramó impedía presentarse frente a las deidades por ser impura, quizás podrían ver su fuego destructivo y consumidor que asoló poblados y tal como redujo a cenizas a sus enemigos sería reducida ella también, ¿Y si prohibían el hecho de que dos seres de naturaleza distinta se unieran? ¿Y si lo que ella era no estaba a la altura? no había certeza de nada.

    Esto la motivó a tomar una decisión, no quería dejar ningun cabo sin atar.
    Era momento de hacer el viaje que había estado posponiendo hace mucho: Alguien tendría visita.

    La pelirroja no sabía como iba a reaccionar su aliado ¿Seguirían siéndolo? Pronto lo averiguaría.

    Tomó el bolso que hace meses había dejado en un rincón sólo con el yukata negro y la espada, regalos que sentía que ya no le pertenecían. Quería que regresaran con su dueño original, sentía que conservarlos era una falta de respeto hacia él.

    Últimamente Kazuo se ausentaba seguido, Liz entendía que era imprescindible en la vida de muchos y le hacía feliz saber que cuando no estaba era porque ayudaba a alguien más, ésta era una de las muchas cualidades que admiraba del Kitsune.

    Cuando regresara ella no estaría así que su reencuentro se extendería un poco más, por esto antes de abandonar el templo dejó una nota

    "𝘒𝘢𝘻𝘶𝘰, 𝘴𝘢𝘭í 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘳é 𝘥𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘵𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘛ō𝘫𝘪. 𝘕𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘭 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰.

    𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘓𝘪𝘻.-♡"

    El viaje fue largo, tuvo que parar varias veces en tabernas y posadas antes de llegar a destino.

    No sabía con exactitud donde encontrarlo, así que se dirigió al monasterio donde alguna vez recibió la poderosa Excalibur junto con el yukata RoseAkaichi.

    Si algo del pacto quedaba, el ente sentiría su presencia y aparecería ante ella.

    ── Cuanto tiempo. . . Aliada . . .

    ── Hola Gazú Bonetti



    Desarrollo→ https://ficrol.com/posts/216896
    ≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──────── ≪ La cuenta regresiva para el solsticio de invierno había comenzado. Visitar el mundo de los espíritus era una cita inevitable, respiraba en su nuca como algo inminente, el nerviosismo e incertidumbre crecía cada vez más, emociones que presionaban con un dolor agudo su pecho quitándole la respiración cada que pensaba mucho en eso, por eso lo evitaba. Para una mortal como ella era algo inconcebible caminar si quiera en ese plano espiritual, su vida podría peligrar ¿Qué pasaba si la rechazaban? Tal vez toda la sangre que derramó impedía presentarse frente a las deidades por ser impura, quizás podrían ver su fuego destructivo y consumidor que asoló poblados y tal como redujo a cenizas a sus enemigos sería reducida ella también, ¿Y si prohibían el hecho de que dos seres de naturaleza distinta se unieran? ¿Y si lo que ella era no estaba a la altura? no había certeza de nada. Esto la motivó a tomar una decisión, no quería dejar ningun cabo sin atar. Era momento de hacer el viaje que había estado posponiendo hace mucho: Alguien tendría visita. La pelirroja no sabía como iba a reaccionar su aliado ¿Seguirían siéndolo? Pronto lo averiguaría. Tomó el bolso que hace meses había dejado en un rincón sólo con el yukata negro y la espada, regalos que sentía que ya no le pertenecían. Quería que regresaran con su dueño original, sentía que conservarlos era una falta de respeto hacia él. Últimamente Kazuo se ausentaba seguido, Liz entendía que era imprescindible en la vida de muchos y le hacía feliz saber que cuando no estaba era porque ayudaba a alguien más, ésta era una de las muchas cualidades que admiraba del Kitsune. Cuando regresara ella no estaría así que su reencuentro se extendería un poco más, por esto antes de abandonar el templo dejó una nota "𝘒𝘢𝘻𝘶𝘰, 𝘴𝘢𝘭í 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘳é 𝘥𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘵𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘛ō𝘫𝘪. 𝘕𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘭 𝘳𝘦𝘨𝘳𝘦𝘴𝘰. 𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘓𝘪𝘻.-♡" El viaje fue largo, tuvo que parar varias veces en tabernas y posadas antes de llegar a destino. No sabía con exactitud donde encontrarlo, así que se dirigió al monasterio donde alguna vez recibió la poderosa Excalibur junto con el yukata RoseAkaichi. Si algo del pacto quedaba, el ente sentiría su presencia y aparecería ante ella. ── Cuanto tiempo. . . Aliada . . . 🌹── Hola [Gazu1221] Desarrollo→ https://ficrol.com/posts/216896
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  • —Una mañana lluviosa,mientras Paul volvia de su turno nocturno,noto una pequeña cuna puesta en la puerta de su casa,penso que se trataba de una mala broma o quizas solo se confundieron de casa,este se acerco todo empapado y alli vio una bebe,recostada mirandolo fijamente,no traia nota ni nada,apenas tenia una manta y su ropa,Paul sintio miedo,penso que quizas los padres la olvidaron alli o algo peor,que la hubieran dejado ahi,este miro a todos lados buscando a un adulto pero no habia nadie en todo el pasillo del edificio—



    –El bajo su vista y volvio a ver a la pequeña,si era verdad su sospecha,no podia aceptarla,no podia tomar esa carga en esa etapa de su vida,asi que solo la rodeo y se metio dentro de la casa,en cuestion de minutos,la bebe empezo a llorar de tal manera que el eco de su llanto resonaba en todo el edificio,mientras Paul se tapaba los oidos intentado no escuchar o fingir demencia.
    En un momento recordo algo,a su hermana y como se sintio cuidarla cuando era pequeña,sintio que era cruel con solo una niña muy pequeña,sentia como su corazon crujia por cada segundo que ella estaba alli fuera sola,este se levanto de la cama y corriendo fue a abrir esa puerta para alzar a la bebe y abrazarla—


    —Perdoname...no debi hacerte eso,perdoname..


    —Ahora ninguno de los dos estaria solo,nunca mas—
    —Una mañana lluviosa,mientras Paul volvia de su turno nocturno,noto una pequeña cuna puesta en la puerta de su casa,penso que se trataba de una mala broma o quizas solo se confundieron de casa,este se acerco todo empapado y alli vio una bebe,recostada mirandolo fijamente,no traia nota ni nada,apenas tenia una manta y su ropa,Paul sintio miedo,penso que quizas los padres la olvidaron alli o algo peor,que la hubieran dejado ahi,este miro a todos lados buscando a un adulto pero no habia nadie en todo el pasillo del edificio— –El bajo su vista y volvio a ver a la pequeña,si era verdad su sospecha,no podia aceptarla,no podia tomar esa carga en esa etapa de su vida,asi que solo la rodeo y se metio dentro de la casa,en cuestion de minutos,la bebe empezo a llorar de tal manera que el eco de su llanto resonaba en todo el edificio,mientras Paul se tapaba los oidos intentado no escuchar o fingir demencia. En un momento recordo algo,a su hermana y como se sintio cuidarla cuando era pequeña,sintio que era cruel con solo una niña muy pequeña,sentia como su corazon crujia por cada segundo que ella estaba alli fuera sola,este se levanto de la cama y corriendo fue a abrir esa puerta para alzar a la bebe y abrazarla— —Perdoname...no debi hacerte eso,perdoname.. —Ahora ninguno de los dos estaria solo,nunca mas—
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  • Me preguntó si mi esposo es conciente de que siempre a cogido con mi copia... Bueno casi siempre lute no se creo por medio de mitosis ....

    Ugh.... Mejor no pienso en eso quizás tengo suerte y no se a enterado de nada
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  • ❝ Ꮖ ꮯꭺɴ'ꭲ ꭼɴꭰ ꭲꮋꮖꮪ ꮃꭺꭹ. . . ❞ ──── 𝙴𝚗𝚍 𝚘𝚏 𝚊𝚗 𝙴𝚛𝚊. (𝟸𝟶𝟸𝟺)

    ( https://youtu.be/KOMMwxOgW7o?si=P22AB9C-vfAlRfla )

    ||• ¿Se aproxima la muerte definitiva de Santi? Quizás. Pero perfectamente sería así. (?)
    ❝ Ꮖ ꮯꭺɴ'ꭲ ꭼɴꭰ ꭲꮋꮖꮪ ꮃꭺꭹ. . . ❞ ──── 𝙴𝚗𝚍 𝚘𝚏 𝚊𝚗 𝙴𝚛𝚊. (𝟸𝟶𝟸𝟺) ( https://youtu.be/KOMMwxOgW7o?si=P22AB9C-vfAlRfla ) ||• ¿Se aproxima la muerte definitiva de Santi? Quizás. Pero perfectamente sería así. (?)
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  • — "Recién amanece y la noche ya es oscura", o algo similar... quizá... deba pensarlo mejor.

    -| Tenía su vista puesta en el horizonte, a la par, fumaba de su cigarro con la calma de alguien que lleva años haciéndolo. Suele hacerlo únicamente cuando se sentía decepcionada de alguien, o de algo. Pero últimamente parecía haber adoptado por completo dicho habito sin necesidad de encontrar deplorables las conductas ajenas.

    ¿Por que sigue haciéndolo entonces? Se lo ha cuestionado múltiples veces. Si bien se ha acostumbrado al sabor de la nicotina, odia el gusto que esta tiene. También le molesta el olor que suele desprender, el como su ropa es impregnada por ese hedor nauseabundo.

    Aunque ahora mismo... cualquier tipo de olor es mejor que sangre de demonio, y un par de vísceras.

    Había realizado su encargo eficazmente, y probablemente pudo haberlo hecho sola. Tenía que intentar conseguir una "aliada" y ahora gracias a eso, dicha aliada yacía inconsciente dentro del auto.

    La bermeja ni siquiera sabía si esta iba a despertar. Las cosas no estaban saliendo como ella esperaba. |-

    — No obstante... bajo esta infinita oscuridad... el cielo ha perdido todo su esplendor, como si lo hubiesen asesinado.

    -| Gracias a ese hecho, la pelirroja tenía un mal presentimiento. Sentía que no estaba leyendo la letra pequeña en el contrato. Había algo... que estaba fuera de su control... lo cual hacía que la frustración se apoderase de ella. Pero tal insignificancia jamás la hará claudicar. |-

    — ¿Yo? En cuanto a mi...

    -| Cuestiono como si estuviese hablando con alguien más, a pesar de que esta completamente sola, no existía nadie en ese lugar aparte de ella, la hibrida, y claro... sus cuervos. |-

    — Yo no necesito resolución alguna. Los cuervos... ellos serán mis consejeros.

    -| Finalizo, concluyendo que pensaría en algo, siempre lo hacía. Lanzo el cigarro a medio terminar al suelo, para después aplastarlo.

    En un parpadeo no es más que basura en medio de la calle. Esto, una vez más, cumple con todas sus expectativas. |-
    — "Recién amanece y la noche ya es oscura", o algo similar... quizá... deba pensarlo mejor. -| Tenía su vista puesta en el horizonte, a la par, fumaba de su cigarro con la calma de alguien que lleva años haciéndolo. Suele hacerlo únicamente cuando se sentía decepcionada de alguien, o de algo. Pero últimamente parecía haber adoptado por completo dicho habito sin necesidad de encontrar deplorables las conductas ajenas. ¿Por que sigue haciéndolo entonces? Se lo ha cuestionado múltiples veces. Si bien se ha acostumbrado al sabor de la nicotina, odia el gusto que esta tiene. También le molesta el olor que suele desprender, el como su ropa es impregnada por ese hedor nauseabundo. Aunque ahora mismo... cualquier tipo de olor es mejor que sangre de demonio, y un par de vísceras. Había realizado su encargo eficazmente, y probablemente pudo haberlo hecho sola. Tenía que intentar conseguir una "aliada" y ahora gracias a eso, dicha aliada yacía inconsciente dentro del auto. La bermeja ni siquiera sabía si esta iba a despertar. Las cosas no estaban saliendo como ella esperaba. |- — No obstante... bajo esta infinita oscuridad... el cielo ha perdido todo su esplendor, como si lo hubiesen asesinado. -| Gracias a ese hecho, la pelirroja tenía un mal presentimiento. Sentía que no estaba leyendo la letra pequeña en el contrato. Había algo... que estaba fuera de su control... lo cual hacía que la frustración se apoderase de ella. Pero tal insignificancia jamás la hará claudicar. |- — ¿Yo? En cuanto a mi... -| Cuestiono como si estuviese hablando con alguien más, a pesar de que esta completamente sola, no existía nadie en ese lugar aparte de ella, la hibrida, y claro... sus cuervos. |- — Yo no necesito resolución alguna. Los cuervos... ellos serán mis consejeros. -| Finalizo, concluyendo que pensaría en algo, siempre lo hacía. Lanzo el cigarro a medio terminar al suelo, para después aplastarlo. En un parpadeo no es más que basura en medio de la calle. Esto, una vez más, cumple con todas sus expectativas. |-
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  • « ¿Y ahora qué hago? No debía terminar así. Es otro de esos malditos malentendidos. »

    Ese siempre había sido uno de sus problemas. No importaba cómo, siempre terminaba envuelto en algún malentendido con sus compañeros de oficina porque los seguía en silencio. A muchos les parecía raro, otros intentaban verlo como algo equis y nunca faltaba el que terminaba haciendo un alboroto porque "lo estaba siguiendo". Pues claro, los seguía por los pasillos porque no podía gritarles que esperaran por él o que quería preguntarles algo, siempre terminaba caminando detrás de ellos reuniendo la confianza suficiente para tocarles el hombro o un brazo. Pero siempre recibía las mismas miradas de odio o fastidio la primera vez. ¿Qué iba a saber que no a todos les gustaba el contacto físico de esa forma? ¿Qué más podía hacer? ¿Arrojarles bolas de papel o tonterías hasta que decidieran mirarlo? Sí, sí lo había intentado con algunos de sus amigos y aquello le había dado un par de pases directos a la oficina de orientación.

    Nikolay sacudió sus manos en repetidas ocasiones mientras que se ponía a la defensiva. A veces no pasaba solo de una mirada, en otras podía escalar hasta recibir algún insulto o una maldición que lo hacía odiar enormemente al mundo, pero siempre esperaba lo peor: Un golpe o una bofetada. De esas que solían darle sus padres o su hermano mayor para "enderezarlo" y que dejara de actuar como un idiota discapacitado. De inmediato sacó su teléfono, donde comenzó a escribir un par de cosas para mostrarle, al final, el resultado de su bloc de notas.

    « Lo lamento. Solo quería decirte que dejaste caer tu billetera y la levanté. Lo siento, caminas muy rápido. » Una vez que le permitió leer, Niko se palpó los bolsillos del pantalón hasta que sacó aquel objeto. Siempre que revelaba sus intenciones, al seguirlos en silencio insistentemente, parecía que el mundo a su alrededor cambiaba y dejaba de ser un completo extraño, o un acosador quizá. Aunque sonreía, sólo podía pensar en una cosa: Detestaba la hipocresía y la doble cara que le mostraban los demás al verlo con lástima.
    « ¿Y ahora qué hago? No debía terminar así. Es otro de esos malditos malentendidos. » Ese siempre había sido uno de sus problemas. No importaba cómo, siempre terminaba envuelto en algún malentendido con sus compañeros de oficina porque los seguía en silencio. A muchos les parecía raro, otros intentaban verlo como algo equis y nunca faltaba el que terminaba haciendo un alboroto porque "lo estaba siguiendo". Pues claro, los seguía por los pasillos porque no podía gritarles que esperaran por él o que quería preguntarles algo, siempre terminaba caminando detrás de ellos reuniendo la confianza suficiente para tocarles el hombro o un brazo. Pero siempre recibía las mismas miradas de odio o fastidio la primera vez. ¿Qué iba a saber que no a todos les gustaba el contacto físico de esa forma? ¿Qué más podía hacer? ¿Arrojarles bolas de papel o tonterías hasta que decidieran mirarlo? Sí, sí lo había intentado con algunos de sus amigos y aquello le había dado un par de pases directos a la oficina de orientación. Nikolay sacudió sus manos en repetidas ocasiones mientras que se ponía a la defensiva. A veces no pasaba solo de una mirada, en otras podía escalar hasta recibir algún insulto o una maldición que lo hacía odiar enormemente al mundo, pero siempre esperaba lo peor: Un golpe o una bofetada. De esas que solían darle sus padres o su hermano mayor para "enderezarlo" y que dejara de actuar como un idiota discapacitado. De inmediato sacó su teléfono, donde comenzó a escribir un par de cosas para mostrarle, al final, el resultado de su bloc de notas. « Lo lamento. Solo quería decirte que dejaste caer tu billetera y la levanté. Lo siento, caminas muy rápido. » Una vez que le permitió leer, Niko se palpó los bolsillos del pantalón hasta que sacó aquel objeto. Siempre que revelaba sus intenciones, al seguirlos en silencio insistentemente, parecía que el mundo a su alrededor cambiaba y dejaba de ser un completo extraño, o un acosador quizá. Aunque sonreía, sólo podía pensar en una cosa: Detestaba la hipocresía y la doble cara que le mostraban los demás al verlo con lástima.
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  • —Quizas... Podrías mirar hacia otro lado mientras me cambió?
    —Quizas... Podrías mirar hacia otro lado mientras me cambió?
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  • Skylar, Skylar Jarsson

    Hoy quiero dedicarte unas palabras porque eres alguien que siempre tendrá un lugar especial en mi vida. Desde el día que te conocí —por un simple mechero de 1 dólar, quién lo diría— no me imaginaba que esa pequeña coincidencia nos llevaría hasta aquí.

    No se trata de idealizarte ni de hacer cumplidos exagerados, sino de reconocer algo real: contigo he encontrado una conexión distinta, sincera. Siempre estuviste ahí, demostrándome que a veces, en las cosas más simples, como ese mechero, empiezan las historias que realmente importan.

    Gracias por cada momento compartido, por ser quien eres y por darle un significado único a lo que construimos juntos. Quizás nunca terminen las casualidades que nos unieron, y me alegra que así sea. Muchas felicidades, Sky.

    Con aprecio, tu persona especial,
    Gervont. <3

    Skylar, [SkylarJarsson] Hoy quiero dedicarte unas palabras porque eres alguien que siempre tendrá un lugar especial en mi vida. Desde el día que te conocí —por un simple mechero de 1 dólar, quién lo diría— no me imaginaba que esa pequeña coincidencia nos llevaría hasta aquí. No se trata de idealizarte ni de hacer cumplidos exagerados, sino de reconocer algo real: contigo he encontrado una conexión distinta, sincera. Siempre estuviste ahí, demostrándome que a veces, en las cosas más simples, como ese mechero, empiezan las historias que realmente importan. Gracias por cada momento compartido, por ser quien eres y por darle un significado único a lo que construimos juntos. Quizás nunca terminen las casualidades que nos unieron, y me alegra que así sea. Muchas felicidades, Sky. Con aprecio, tu persona especial, Gervont. <3
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  • Carmina estaba acurrucada en su sillón favorito, envuelta en una manta mientras la lluvia golpeaba suavemente la ventana. En una mano sostenía su celular y en la otra un chocolate caliente que comenzaba a enfriarse. Decidió usar la tranquila noche para buscar algo especial para la fiesta de fin de año a la que sus amigos la habían arrastrado.

    Deslizó su dedo por la pantalla, revisando vestidos brillantes, ajustados y llenos de lentejuelas. Demasiado exagerado. Esto parece una bola de disco. ¿Quién se pondría algo tan corto en diciembre? pensaba mientras descartaba una opción tras otra.

    En su distracción, un toque mal calculado la llevó a otra sección de la tienda. Carmina frunció el ceño al ver que la pantalla se llenó de pequeños mamelucos pastel, gorritos con orejitas y zapatitos diminutos.

    —¿Ropa para bebés? ¿Cómo terminé aquí? —murmuró, lista para retroceder. Pero entonces sus ojos se posaron en un enterizo blanco con un bordado de conejo, y algo dentro de ella se detuvo. Contra todo pronóstico, amplió la imagen. ¿Cómo pueden hacer algo tan adorable?

    Sin darse cuenta, empezó a explorar más opciones. Había vestidos con volantes, bufanditas diminutas y hasta unas botitas que parecían hechas para muñecos. Una sonrisa involuntaria apareció en sus labios mientras su mente empezaba a divagar.

    De pronto, se imaginó sosteniendo a un bebé con ojos brillantes y una risita contagiosa, envuelto en una manta de lana. Visualizó pequeñas manos aferrándose a su dedo, y una vocecita que algún día podría llamarla “mamá”.

    Carmina se sobresaltó, sacudiendo la cabeza como si quisiera borrar aquella imagen. —¡Por Dios! Ni novio tengo, ¿qué voy a andar pensando en bebés? —dijo en voz alta, riéndose de sí misma mientras un leve rubor teñía sus mejillas.

    Aun así, no pudo evitar deslizar un poco más, mirando los zapatitos y los gorritos con una mezcla de ternura y desconcierto. Había algo reconfortante en imaginar un futuro que hasta ahora nunca se había planteado seriamente.

    Finalmente, cerró la sección y volvió a los vestidos para la fiesta de fin de año, pero su mente no dejaba de volver al pequeño mameluco de conejo. Esa noche, antes de dormir, se sorprendió sonriendo ante la idea de que, quizá, algún día, ese pensamiento no sería tan descabellado como parecía ahora.

    Carmina estaba acurrucada en su sillón favorito, envuelta en una manta mientras la lluvia golpeaba suavemente la ventana. En una mano sostenía su celular y en la otra un chocolate caliente que comenzaba a enfriarse. Decidió usar la tranquila noche para buscar algo especial para la fiesta de fin de año a la que sus amigos la habían arrastrado. Deslizó su dedo por la pantalla, revisando vestidos brillantes, ajustados y llenos de lentejuelas. Demasiado exagerado. Esto parece una bola de disco. ¿Quién se pondría algo tan corto en diciembre? pensaba mientras descartaba una opción tras otra. En su distracción, un toque mal calculado la llevó a otra sección de la tienda. Carmina frunció el ceño al ver que la pantalla se llenó de pequeños mamelucos pastel, gorritos con orejitas y zapatitos diminutos. —¿Ropa para bebés? ¿Cómo terminé aquí? —murmuró, lista para retroceder. Pero entonces sus ojos se posaron en un enterizo blanco con un bordado de conejo, y algo dentro de ella se detuvo. Contra todo pronóstico, amplió la imagen. ¿Cómo pueden hacer algo tan adorable? Sin darse cuenta, empezó a explorar más opciones. Había vestidos con volantes, bufanditas diminutas y hasta unas botitas que parecían hechas para muñecos. Una sonrisa involuntaria apareció en sus labios mientras su mente empezaba a divagar. De pronto, se imaginó sosteniendo a un bebé con ojos brillantes y una risita contagiosa, envuelto en una manta de lana. Visualizó pequeñas manos aferrándose a su dedo, y una vocecita que algún día podría llamarla “mamá”. Carmina se sobresaltó, sacudiendo la cabeza como si quisiera borrar aquella imagen. —¡Por Dios! Ni novio tengo, ¿qué voy a andar pensando en bebés? —dijo en voz alta, riéndose de sí misma mientras un leve rubor teñía sus mejillas. Aun así, no pudo evitar deslizar un poco más, mirando los zapatitos y los gorritos con una mezcla de ternura y desconcierto. Había algo reconfortante en imaginar un futuro que hasta ahora nunca se había planteado seriamente. Finalmente, cerró la sección y volvió a los vestidos para la fiesta de fin de año, pero su mente no dejaba de volver al pequeño mameluco de conejo. Esa noche, antes de dormir, se sorprendió sonriendo ante la idea de que, quizá, algún día, ese pensamiento no sería tan descabellado como parecía ahora.
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  • « ¿Qué haría por mi hermana? Cualquier cosa, lo que ella quisiera o deseara podría hacerlo realidad. Cuando se trata de Robin, no hay límites. »

    Ese día era de las pocas ocasiones en que lograban coincidir, donde Robin regresaba de alguna gira en planetas lejanos o que Sunday no debía encargarse de los asuntos de La Familia o sus otros múltiples deberes. Era una simple reunión fraternal, de esas que raras veces podían tener y donde, tras arduos días de intenso trabajo así colo desvelos, había logrado despejar un par de horas solo para ella. Recorrer las calles de Colonipenal era siempre... Interesante. Siempre había personas felices por todos lados, disfrutando del planeta de los sueños, de las festividades, y en cada rincón se podía apreciar, precisamente, la felicidad en sus rostros. Se trataba de un lugar perfecto, un planeta que tenía actividad de día y de noche, donde las caras tristes casi nunca se veían ante el ojo público; pero, lo más inportante, era que, al estar con Robin, comprendía la cercanía que tenían de lograr ese sueño infantil que se convirtiera en promesa: Un mundo donde nada malo sucedía, donde los sueños se podían hacer realidad y todos eran felices.

    Sunday esbozó una pequeña sonrisa, miró su reloj de pulsera un momento y se percató del tiempo que llevaban dentro de aquel establecimiento: Más de quince minutos. Quizá menos o quizás un poco más, pero creía que existía un dilema interno con el que su hermana no podía lidiar por alguna razón.

    — ¿Aún no has encontrado la tarta que logre convencerte? —Preguntó. En su voz se notó el pesar, ese mismo que poco después desapareció para convertirse en una alegría que llenó su pecho. Le bastaba sólo con mirarla analizando la vitrina de exhibición con tanto detalle, que le hacía olvidar sus males.— Haz pasado mucho tiempo fuera y el menú cambia constantemente. Si no te sientes segura de elegir solo una, puedes tomar las que quieras, podemos aprovechar para comer alguna más tarde. Así que no te preocupes por eso. Tenemos tiempo.

    O quizá no. Quizá sus pies comenzarían a matarle por lo ajustados que eran los tacones de Robin y lo incómodo que le resultaban al estar más ajustados de sus zapatos habituales. Pero, ¿cómo iba a negarse a cambiarlos con ella cuando la vio quejarse de ellos en silencio? ¿Cómo iba a dejar que siguiera caminando así mientras las zapatillas le rozaban la piel hasta lastimarla? No, era imposible que se permitiera algo así y, por ello, le había sugerido intercambiarlos por unos cuantos minutos hasta que decidieran volver a casa. El problema, era que ninguno parecía interesado en volver para arruinar el momento. Incluso él, no le importaba rozarse los talones, pisar los zapatos o tener las piernas temblorosas cada vez que olvidaba cómo mantener el equilibrio con ellos, o cada vez que pasaba demasiado tiempo en un solo lugar.

    Justo en ese momento, Sunday comenzaba a sentir algo. Era algo así como... ¿arrepentimiento? ¿remordimiento? ¿pesar? No, más bien era algo como incomodidad. Una que comenzaba a matarle los tobillos con cada segundo que pasaba. De verdad, ahora que se detenía a pensarlo, ¿por qué aquella había sido la primera idea que cruzara por su cabeza? Probablemente, porque era la que causaba menos aflicciones en su hermana.

    — ¿Qué tal si eliges la tartaleta de fresas? Una decisión como esa sería perfecta, es similar a la que solíamos comer cuando éramos pequeños.

    ℛ𝑜𝒷𝒾𝓃 🎙🎶

    « ¿Qué haría por mi hermana? Cualquier cosa, lo que ella quisiera o deseara podría hacerlo realidad. Cuando se trata de Robin, no hay límites. » Ese día era de las pocas ocasiones en que lograban coincidir, donde Robin regresaba de alguna gira en planetas lejanos o que Sunday no debía encargarse de los asuntos de La Familia o sus otros múltiples deberes. Era una simple reunión fraternal, de esas que raras veces podían tener y donde, tras arduos días de intenso trabajo así colo desvelos, había logrado despejar un par de horas solo para ella. Recorrer las calles de Colonipenal era siempre... Interesante. Siempre había personas felices por todos lados, disfrutando del planeta de los sueños, de las festividades, y en cada rincón se podía apreciar, precisamente, la felicidad en sus rostros. Se trataba de un lugar perfecto, un planeta que tenía actividad de día y de noche, donde las caras tristes casi nunca se veían ante el ojo público; pero, lo más inportante, era que, al estar con Robin, comprendía la cercanía que tenían de lograr ese sueño infantil que se convirtiera en promesa: Un mundo donde nada malo sucedía, donde los sueños se podían hacer realidad y todos eran felices. Sunday esbozó una pequeña sonrisa, miró su reloj de pulsera un momento y se percató del tiempo que llevaban dentro de aquel establecimiento: Más de quince minutos. Quizá menos o quizás un poco más, pero creía que existía un dilema interno con el que su hermana no podía lidiar por alguna razón. — ¿Aún no has encontrado la tarta que logre convencerte? —Preguntó. En su voz se notó el pesar, ese mismo que poco después desapareció para convertirse en una alegría que llenó su pecho. Le bastaba sólo con mirarla analizando la vitrina de exhibición con tanto detalle, que le hacía olvidar sus males.— Haz pasado mucho tiempo fuera y el menú cambia constantemente. Si no te sientes segura de elegir solo una, puedes tomar las que quieras, podemos aprovechar para comer alguna más tarde. Así que no te preocupes por eso. Tenemos tiempo. O quizá no. Quizá sus pies comenzarían a matarle por lo ajustados que eran los tacones de Robin y lo incómodo que le resultaban al estar más ajustados de sus zapatos habituales. Pero, ¿cómo iba a negarse a cambiarlos con ella cuando la vio quejarse de ellos en silencio? ¿Cómo iba a dejar que siguiera caminando así mientras las zapatillas le rozaban la piel hasta lastimarla? No, era imposible que se permitiera algo así y, por ello, le había sugerido intercambiarlos por unos cuantos minutos hasta que decidieran volver a casa. El problema, era que ninguno parecía interesado en volver para arruinar el momento. Incluso él, no le importaba rozarse los talones, pisar los zapatos o tener las piernas temblorosas cada vez que olvidaba cómo mantener el equilibrio con ellos, o cada vez que pasaba demasiado tiempo en un solo lugar. Justo en ese momento, Sunday comenzaba a sentir algo. Era algo así como... ¿arrepentimiento? ¿remordimiento? ¿pesar? No, más bien era algo como incomodidad. Una que comenzaba a matarle los tobillos con cada segundo que pasaba. De verdad, ahora que se detenía a pensarlo, ¿por qué aquella había sido la primera idea que cruzara por su cabeza? Probablemente, porque era la que causaba menos aflicciones en su hermana. — ¿Qué tal si eliges la tartaleta de fresas? Una decisión como esa sería perfecta, es similar a la que solíamos comer cuando éramos pequeños. [Just_Intonation]
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