• — Debiste ver su rostro, Banwen. Estaba tan roja como una peonía en pleno florecer. Por un momento pensé que le explotaría la cara de ira. —Cada palabra era jocosa y demostraba que estaba conteniéndose las ganas de reír. Pero cada vez que parecía tener control, recordar el rostro de aquella mujer embravecida lo hacía atacarse nuevamente a carcajadas. Ming Wei, el gran príncipe heredero del clan Qiang, se estaba comportando como un idiota delante de aquella bestia.— La Reina Madre sí que sabe cómo superarse cada día. —Asintió lentamente, tras un largo suspiro que le permitió regular sus risas, y regresó su atención a la bestia que mordisqueaba el pincel de manera insistente. Ming Wei lo observó con curiosidad, aunque ya tenía unos cinco años con él, seguía comportándose como el cachorro consentido que llegara a palacio como obsequio por su nombramiento. Uno de los más desagradables para Qiang Meihua.— ¿Puedes creer que de nuevo está buscando una princesa para desposar? Ella no aprende ni escucha de razones. —Negó con lentitud, porque de nuevo se quería soltar a reír por culpa de ese ceño fruncido y esos insistentes golpes sobre la mesa de té. Casi la podía escuchar rabiar como si la tuviese en la habitación de al lado.— Pero quizá, por una vez, sea momento de escucharla y entrar en razón. ¿Tú qué opinas Banwen? ¿Debería hacerle caso a la abuela?

    Banwen era un león blanco que había llegado desde la región vecina, una de las muchas que servía fervientemente al clan desde el nombramiento del príncipe Huan Ye unos cientos de años atrás; un obsequio difícil de rechazar por su significado, sus buenos deseos y la estrecha relación que existía entre clanes. Un dolor de cabeza para la reina madre, para los sirvientes que estaban poco familiarizados con su presencia y, también, un recordatorio de preferencias para los demás príncipes: El único capaz de heredar el control, era aquel a quien respetaba. Al menos, lo respetaba a veces, porque Banwen terminó bostezando antes de estirar las patas hacia el frente y echar la cabeza al suelo sobre éstas, casi como si diera por terminada la conversación que en ese momento sostenían. Ming Wei le observó, al principio se sintió indignado por su comportamiento, mas terminó riéndose a carcajadas cuando lo relacionó a su propio carácter. Ya no sabía bien si él había adquirido rasgos de la bestia o la bestia de él, pero era divertido ver cómo se compenetraban tan bien.

    — Dichoso tú que no debes cumplir con la voluntad de esa mujer. —Le envidió, se puso de pie y se cruzó de brazos mientras que pasaba a su lado, casi frente a su cabeza, pero Banwen ni se inmutó por ello.— Siquiera cumples con la mía. Pero qué más da, si ella no decide lanzar su ficha al tablero tendré que hacerlo, es mejor que esperar a que los ministros decidan implorar por mi destitución. —El pesar se le notó en la voz y en el gesto de su rostro al fruncir el ceño. Luego vino el silencio mientras que pensaba en profunda reflexión. ¿Y si esa era justamente la jugada que su abuela quería hacer? Obligarlo a sentirse presionado para mover sus propias piezas en defensa mientras ella esperaba el momento para atacar.

    Se comenzó a reír, porque pensó que la vieja estaba siendo demasiado engreída, pero ella solía ser así: Actuar a las espaldas de los demás en el momento justo, mientras se hacía la mustia. De nuevo se rio, más alto esta vez y de una forma tan escandalosa que no solo despertó a Banwen, sino que también alertó a Zhao Yu, el eunuco que lideraba a sus sirvientes desde que era un chiquillo. El hombre entró casi corriendo en la habitación, reverenció a su señor y le observó con una mirada silenciosa que rogaba una explicación.

    — Zhao Yu, iremos a ver a la Reina Madre nuevamente. Ve y dile a sus damas que preparen el té que le obsequié esta mañana, también un tablero de Go, quiero disculparme con ella. Después de todo, no es tan tonta ni vieja como yo pensaba.
    — Debiste ver su rostro, Banwen. Estaba tan roja como una peonía en pleno florecer. Por un momento pensé que le explotaría la cara de ira. —Cada palabra era jocosa y demostraba que estaba conteniéndose las ganas de reír. Pero cada vez que parecía tener control, recordar el rostro de aquella mujer embravecida lo hacía atacarse nuevamente a carcajadas. Ming Wei, el gran príncipe heredero del clan Qiang, se estaba comportando como un idiota delante de aquella bestia.— La Reina Madre sí que sabe cómo superarse cada día. —Asintió lentamente, tras un largo suspiro que le permitió regular sus risas, y regresó su atención a la bestia que mordisqueaba el pincel de manera insistente. Ming Wei lo observó con curiosidad, aunque ya tenía unos cinco años con él, seguía comportándose como el cachorro consentido que llegara a palacio como obsequio por su nombramiento. Uno de los más desagradables para Qiang Meihua.— ¿Puedes creer que de nuevo está buscando una princesa para desposar? Ella no aprende ni escucha de razones. —Negó con lentitud, porque de nuevo se quería soltar a reír por culpa de ese ceño fruncido y esos insistentes golpes sobre la mesa de té. Casi la podía escuchar rabiar como si la tuviese en la habitación de al lado.— Pero quizá, por una vez, sea momento de escucharla y entrar en razón. ¿Tú qué opinas Banwen? ¿Debería hacerle caso a la abuela? Banwen era un león blanco que había llegado desde la región vecina, una de las muchas que servía fervientemente al clan desde el nombramiento del príncipe Huan Ye unos cientos de años atrás; un obsequio difícil de rechazar por su significado, sus buenos deseos y la estrecha relación que existía entre clanes. Un dolor de cabeza para la reina madre, para los sirvientes que estaban poco familiarizados con su presencia y, también, un recordatorio de preferencias para los demás príncipes: El único capaz de heredar el control, era aquel a quien respetaba. Al menos, lo respetaba a veces, porque Banwen terminó bostezando antes de estirar las patas hacia el frente y echar la cabeza al suelo sobre éstas, casi como si diera por terminada la conversación que en ese momento sostenían. Ming Wei le observó, al principio se sintió indignado por su comportamiento, mas terminó riéndose a carcajadas cuando lo relacionó a su propio carácter. Ya no sabía bien si él había adquirido rasgos de la bestia o la bestia de él, pero era divertido ver cómo se compenetraban tan bien. — Dichoso tú que no debes cumplir con la voluntad de esa mujer. —Le envidió, se puso de pie y se cruzó de brazos mientras que pasaba a su lado, casi frente a su cabeza, pero Banwen ni se inmutó por ello.— Siquiera cumples con la mía. Pero qué más da, si ella no decide lanzar su ficha al tablero tendré que hacerlo, es mejor que esperar a que los ministros decidan implorar por mi destitución. —El pesar se le notó en la voz y en el gesto de su rostro al fruncir el ceño. Luego vino el silencio mientras que pensaba en profunda reflexión. ¿Y si esa era justamente la jugada que su abuela quería hacer? Obligarlo a sentirse presionado para mover sus propias piezas en defensa mientras ella esperaba el momento para atacar. Se comenzó a reír, porque pensó que la vieja estaba siendo demasiado engreída, pero ella solía ser así: Actuar a las espaldas de los demás en el momento justo, mientras se hacía la mustia. De nuevo se rio, más alto esta vez y de una forma tan escandalosa que no solo despertó a Banwen, sino que también alertó a Zhao Yu, el eunuco que lideraba a sus sirvientes desde que era un chiquillo. El hombre entró casi corriendo en la habitación, reverenció a su señor y le observó con una mirada silenciosa que rogaba una explicación. — Zhao Yu, iremos a ver a la Reina Madre nuevamente. Ve y dile a sus damas que preparen el té que le obsequié esta mañana, también un tablero de Go, quiero disculparme con ella. Después de todo, no es tan tonta ni vieja como yo pensaba.
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  • " Un hombre vulnerable.. jun, diría que es ése mismo hombre que se enamora, si, un hombre enamorado es un hombre ciego, más cuando ve pasar un desfile de bellezas frente a sus ojos y no encuentra nada atractivo en ellas, su cabeza y su corazón coinciden una vez en la vida, ese es el efecto mariposa del estar enamorado, te hace ciego, tonto, iluso, y pueden pasar mil cosas que siempre seguirá intentando el éxito, el hombre enamorado se proyecta, es un poeta alcanzando el clímax de la expresión en un verso definitivo, y pueden pasar mil cosas y le pueden advertir pero no ve y si ve continúa y derriba y quiebra y explota y se convierte en un sol que nace y muere y renace y sigue brillando apesar de todo, y pasan mil cosas y no las ve, luego viene la realidad, verdades no tan verdades, deslealtad, traición, sueños rotos y codicias como gotas amargas al ver que lo intentaste y lo hiciste bien, un hombre enamorado puede ser y hacer cualquier cosa, incansable perseguidor de la sonrisa que se ama, y viene la otra cara, no lo traiciones si lo tienes, porque después de morir y renacer lo que fue nunca mas sera .
    " Un hombre vulnerable.. jun, diría que es ése mismo hombre que se enamora, si, un hombre enamorado es un hombre ciego, más cuando ve pasar un desfile de bellezas frente a sus ojos y no encuentra nada atractivo en ellas, su cabeza y su corazón coinciden una vez en la vida, ese es el efecto mariposa del estar enamorado, te hace ciego, tonto, iluso, y pueden pasar mil cosas que siempre seguirá intentando el éxito, el hombre enamorado se proyecta, es un poeta alcanzando el clímax de la expresión en un verso definitivo, y pueden pasar mil cosas y le pueden advertir pero no ve y si ve continúa y derriba y quiebra y explota y se convierte en un sol que nace y muere y renace y sigue brillando apesar de todo, y pasan mil cosas y no las ve, luego viene la realidad, verdades no tan verdades, deslealtad, traición, sueños rotos y codicias como gotas amargas al ver que lo intentaste y lo hiciste bien, un hombre enamorado puede ser y hacer cualquier cosa, incansable perseguidor de la sonrisa que se ama, y viene la otra cara, no lo traiciones si lo tienes, porque después de morir y renacer lo que fue nunca mas sera .
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  • //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Como ha cambiado la cosita en un año....
    Ahora como alguien le de por explotar una fuente de sangre este año y a vengo preparada..
    Como ha cambiado la cosita en un año.... Ahora como alguien le de por explotar una fuente de sangre este año y a vengo preparada..
    — Ella en el momento mas romántico de su vida y de pronto, han entrado en la película de Carrie.— #FiestaMikaelson
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  • - Poco importa, un día a la vez, lo que se fue que le vaya bien, si nada queda comenzaré una vida nueva, no importa, sentimientos van y vienen y explotan como la vida misma, si eres sabio te darás cuenta que cualquier mujer puede ser el amor de tu vida, da igual cuando lo que quieres es su alma, enamora y las verás volar, pero gana su amor y permanecerán inamovibles por siempre, castillo.. fortaleza y escudo, mar infinito de pasiones la cuna de los placeres, alma mia vive Basilia y ningun hombre les amara como yo eso lo cantan las estrellas y permanece en el alba y en el sol calido de la mañana por siempre, si tengo por pecado ser amor de muchas y amante de todas entonces mi condena es el paraiso mismo, si vez padre mio, tu fuiste y yo soy el Rey Basilio .

    Palabras de Zet .
    - Poco importa, un día a la vez, lo que se fue que le vaya bien, si nada queda comenzaré una vida nueva, no importa, sentimientos van y vienen y explotan como la vida misma, si eres sabio te darás cuenta que cualquier mujer puede ser el amor de tu vida, da igual cuando lo que quieres es su alma, enamora y las verás volar, pero gana su amor y permanecerán inamovibles por siempre, castillo.. fortaleza y escudo, mar infinito de pasiones la cuna de los placeres, alma mia vive Basilia y ningun hombre les amara como yo eso lo cantan las estrellas y permanece en el alba y en el sol calido de la mañana por siempre, si tengo por pecado ser amor de muchas y amante de todas entonces mi condena es el paraiso mismo, si vez padre mio, tu fuiste y yo soy el Rey Basilio . Palabras de Zet .
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  • —Acaba de ver como un mosquito ja explotado tras picarle, otra vez. No entiende el empeño de esos bichos, si siempre acaban igual —
    —Acaba de ver como un mosquito ja explotado tras picarle, otra vez. No entiende el empeño de esos bichos, si siempre acaban igual —
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  • ℱ𝓁𝒶𝓈𝒽𝒷𝒶𝒸𝓀 ➺ ℒ𝒶 𝒫𝓇𝒾𝓂𝑒𝓇𝒶 𝒱𝑒𝓏

    𝘚𝘦𝘪𝘴 𝘢𝘯̃𝘰𝘴 𝘢𝘵𝘳𝘢́𝘴...

    La noche era oscura y fría, como tantas otras. Las luces mortecinas del motel parpadeaban sobre la fachada gris tan conocida. Nathan, envuelto en su chaqueta, sentía el aire helado filtrarse por cada fibra de su cuerpo, pero no era el frío lo que lo hacía temblar. Apoyado contra la pared áspera del motel, esperaba al boss, mirando hacia la calle vacía con una ansiedad que le erizaba la piel.

    El negocio había estado lento y el ambiente se había tornado peligroso, las tensiones cada vez más palpables. No era la primera vez. Sabía lo que venía. Siempre lo sabía.

    Cuando el coche se detuvo, el motor rugió como una bestia amenazante en la distancia y la figura del jefe emergió de entre las sombras, imponente y oscura. Lo reconoció de inmediat,o por el sonido de sus pasos pesados, y su corazón se aceleró golpeando su pecho con una furia incontrolable.

    "Esto no está bien..."

    – Vamos –la voz del jefe era grave, como un trueno contenido. Le llamó sin siquiera dirigirle una mirada.

    Nathan lo siguió, sintiendo las piernas flojas, como si su cuerpo intentara advertirle de lo que estaba por venir. Pero no había escapatoria. Nunca la había.

    Entraron en el motel, subiendo por el pasillo enmoquetado que olía a humedad y cigarros rancios. Nathan mantenía la cabeza gacha, con los ojos fijos en sus botas gastadas, conteniendo el aire, pensando si está vez realmente bastaría su cuerpo para saciar las ansias del boss.

    Cada segundo que pasaba, el miedo se acumulaba en su pecho, creciendo, apretando como una garra invisible.

    Al llegar a la habitación, las cosas se tensaron en un instante. La puerta se cerró de golpe, el sonido resonó como un disparo. Nathan levantó la vista lentamente, solo para encontrarse con la mirada oscura del jefe que lo devoraba con rabia contenida.

    – ¿Sabes lo que pasa cuando no me traes lo que te pido, verdad? –las palabras, impregnadas de un veneno hirviente, apuñalaron sus oídos. Nathan tragó saliva, sintiendo la garganta seca como papel.

    – Lo siento, ha sido una semana lenta. He intentado más de lo que he podido. La gente no... – intentó explicar, pero el golpe vino antes de que pudiera terminar la frase.

    Un puño cerrado, duro como una roca, le impactó en la cara derribándolo contra la cama desvencijada. Sintió el sabor metálico en la boca, la sangre comenzando a brotar.

    Ya no podía escapar.

    Antes de que pudiera reaccionar, las manos del jefe se cerraron alrededor de su cuello como una cadena implacable. Nathan pataleó, se retorció tratando de agarrar las muñecas que lo aprisionaban, pero la presión superaba por mucho la escasa fuerza de su cuerpo.

    – Si no sirves como puta, no sirves para nada.

    El aire dejó de entrar y los bordes de su visión comenzaron a oscurecerse. Cada segundo era una eternidad. Los latidos de su corazón martillaban en sus oídos mientras la fuerza del hombre lo aplastaba contra la cama.

    En algún punto dejó de luchar. Sus extremidades colgaban débilmente y su garganta ardía, incapaz de sacar sonido alguno. Los ojos se llenaron de lágrimas, no solo de dolor, sino de impotencia.

    ¿Así era como todo terminaba? Después de tanto luchar, resistir, sufrir... ¿Ni siquiera una luz al final del túnel?

    El mundo comenzó a desvanecerse. Los bordes de su conciencia eran oscuros, distantes, el sonido amortiguado, pero, dentro de sí, en lo más profundo de su ser, algo rugió, algo primitivo y furioso, algo que se negaba a ceder, un instinto de supervivencia puro, visceral.

    Y entonces ocurrió.

    Sin entender cómo ni por qué, una ola de energía se liberó de su cuerpo. No la sintió, no la controló, simplemente explotó fuera de él. La habitación vibró y el jefe fue lanzado violentamente hacia el otro lado, como si una fuerza invisible lo hubiera empujado con furia. El hombre impactó contra la pared con un estruendo aterrador, y el yeso y las vigas de madera estallaron en fragmentos, cayendo como una tormenta.

    Nathan quedó tendido en el lecho, afanándose por respirar. El oxígeno volvió a inundar sus pulmones como un golpe inesperado, revitalizando su cuerpo, aunque su mente estaba desorientada, perdida en el caos.

    Todo a su alrededor estaba roto, la cama destruida, las paredes con grietas. Su cuerpo temblaba, pero la amenaza había desaparecido. El boss yacía inconsciente en el otro lado de la habitación entre polvo y escombros.

    Nathan jadeaba, sus ojos aún abiertos, aunque la consciencia empezaba a resbalar de nuevo. Su corazón latía desbocado, el cuerpo exhausto por el esfuerzo mental que acababa de realizar sin siquiera comprender cómo.

    Mientras se hundía en la oscuridad del inconsciente, la única certeza que lo acompañaba era que algo en su interior había cambiado para siempre; esa sería la última vez que subyugaría su voluntad bajo la de alguien más.
    ℱ𝓁𝒶𝓈𝒽𝒷𝒶𝒸𝓀 ➺ ℒ𝒶 𝒫𝓇𝒾𝓂𝑒𝓇𝒶 𝒱𝑒𝓏 𝘚𝘦𝘪𝘴 𝘢𝘯̃𝘰𝘴 𝘢𝘵𝘳𝘢́𝘴... La noche era oscura y fría, como tantas otras. Las luces mortecinas del motel parpadeaban sobre la fachada gris tan conocida. Nathan, envuelto en su chaqueta, sentía el aire helado filtrarse por cada fibra de su cuerpo, pero no era el frío lo que lo hacía temblar. Apoyado contra la pared áspera del motel, esperaba al boss, mirando hacia la calle vacía con una ansiedad que le erizaba la piel. El negocio había estado lento y el ambiente se había tornado peligroso, las tensiones cada vez más palpables. No era la primera vez. Sabía lo que venía. Siempre lo sabía. Cuando el coche se detuvo, el motor rugió como una bestia amenazante en la distancia y la figura del jefe emergió de entre las sombras, imponente y oscura. Lo reconoció de inmediat,o por el sonido de sus pasos pesados, y su corazón se aceleró golpeando su pecho con una furia incontrolable. "Esto no está bien..." – Vamos –la voz del jefe era grave, como un trueno contenido. Le llamó sin siquiera dirigirle una mirada. Nathan lo siguió, sintiendo las piernas flojas, como si su cuerpo intentara advertirle de lo que estaba por venir. Pero no había escapatoria. Nunca la había. Entraron en el motel, subiendo por el pasillo enmoquetado que olía a humedad y cigarros rancios. Nathan mantenía la cabeza gacha, con los ojos fijos en sus botas gastadas, conteniendo el aire, pensando si está vez realmente bastaría su cuerpo para saciar las ansias del boss. Cada segundo que pasaba, el miedo se acumulaba en su pecho, creciendo, apretando como una garra invisible. Al llegar a la habitación, las cosas se tensaron en un instante. La puerta se cerró de golpe, el sonido resonó como un disparo. Nathan levantó la vista lentamente, solo para encontrarse con la mirada oscura del jefe que lo devoraba con rabia contenida. – ¿Sabes lo que pasa cuando no me traes lo que te pido, verdad? –las palabras, impregnadas de un veneno hirviente, apuñalaron sus oídos. Nathan tragó saliva, sintiendo la garganta seca como papel. – Lo siento, ha sido una semana lenta. He intentado más de lo que he podido. La gente no... – intentó explicar, pero el golpe vino antes de que pudiera terminar la frase. Un puño cerrado, duro como una roca, le impactó en la cara derribándolo contra la cama desvencijada. Sintió el sabor metálico en la boca, la sangre comenzando a brotar. Ya no podía escapar. Antes de que pudiera reaccionar, las manos del jefe se cerraron alrededor de su cuello como una cadena implacable. Nathan pataleó, se retorció tratando de agarrar las muñecas que lo aprisionaban, pero la presión superaba por mucho la escasa fuerza de su cuerpo. – Si no sirves como puta, no sirves para nada. El aire dejó de entrar y los bordes de su visión comenzaron a oscurecerse. Cada segundo era una eternidad. Los latidos de su corazón martillaban en sus oídos mientras la fuerza del hombre lo aplastaba contra la cama. En algún punto dejó de luchar. Sus extremidades colgaban débilmente y su garganta ardía, incapaz de sacar sonido alguno. Los ojos se llenaron de lágrimas, no solo de dolor, sino de impotencia. ¿Así era como todo terminaba? Después de tanto luchar, resistir, sufrir... ¿Ni siquiera una luz al final del túnel? El mundo comenzó a desvanecerse. Los bordes de su conciencia eran oscuros, distantes, el sonido amortiguado, pero, dentro de sí, en lo más profundo de su ser, algo rugió, algo primitivo y furioso, algo que se negaba a ceder, un instinto de supervivencia puro, visceral. Y entonces ocurrió. Sin entender cómo ni por qué, una ola de energía se liberó de su cuerpo. No la sintió, no la controló, simplemente explotó fuera de él. La habitación vibró y el jefe fue lanzado violentamente hacia el otro lado, como si una fuerza invisible lo hubiera empujado con furia. El hombre impactó contra la pared con un estruendo aterrador, y el yeso y las vigas de madera estallaron en fragmentos, cayendo como una tormenta. Nathan quedó tendido en el lecho, afanándose por respirar. El oxígeno volvió a inundar sus pulmones como un golpe inesperado, revitalizando su cuerpo, aunque su mente estaba desorientada, perdida en el caos. Todo a su alrededor estaba roto, la cama destruida, las paredes con grietas. Su cuerpo temblaba, pero la amenaza había desaparecido. El boss yacía inconsciente en el otro lado de la habitación entre polvo y escombros. Nathan jadeaba, sus ojos aún abiertos, aunque la consciencia empezaba a resbalar de nuevo. Su corazón latía desbocado, el cuerpo exhausto por el esfuerzo mental que acababa de realizar sin siquiera comprender cómo. Mientras se hundía en la oscuridad del inconsciente, la única certeza que lo acompañaba era que algo en su interior había cambiado para siempre; esa sería la última vez que subyugaría su voluntad bajo la de alguien más.
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  • 𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝙲𝚊𝚕𝚕𝚎𝚜 ➺ 𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗

    Abandonado desde bebé, Nathan fue encontrado por un grupo de indigentes y pasó sus primeros años bajo su osco cuidado. Aprendió rápidamente a sobrevivir, pero también conoció el dolor, la traición y el abandono.

    A los 10 años cayó en las garras de la prostitución, fue inevitable. Los adultos que lo rodeaban lo explotaron, vendiéndolo por dinero y drogas, enseñándole a temprana edad que el mundo era despiadado y no debía confiar en nadie.

    Después de años de abuso y maltrato, Nathan comenzó a notar algo extraño en sí mismo. Siempre había sido bueno para leer a las personas, pero esa habilidad comenzó a ir más allá de la intuición.

    En un momento de desesperación, en una de sus noches más oscuras, pudo escuchar los pensamientos de uno de sus clientes, una habilidad que lo sorprendió y asustó a la vez. Pronto, esta capacidad para leer mentes y emociones se fue refinando. Empezó a comprender mejor a las personas que lo rodeaban, descubriendo sus secretos, deseos y miedos con solo mirarlos. Aunque esto le dio una ventaja en su entorno, también lo hizo sentir abrumado, cargando con el dolor y las emociones de otros cuando ni siquiera sabía lidiar con lo propio.

    No pasó mucho tiempo cuando, enredado en una pelea con su proxeneta, Nathan descubrió su capacidad de mover objetos con la mente. Fue un momento de pura adrenalina cuando, sin querer, empujó mentalmente una botella de vidrio que estaba a varios metros de distancia, golpeando a su agresor. Tan aterrorizado como intrigado, empezó a experimentar con sus poderes en secreto. Estos dones le ayudaron a deshacerse de la impotencia, como si finalmente tuviera algo de control sobre su propia vida.

    Para cuando alcanzó los 20 años, su vida había girado en torno al abuso de drogas y el alcohol. Consiguió trabajo como bartender en un club nocturno, donde su sensualidad y carácter provocador lo convirtieron en una figura atractiva, sin embargo, detrás de esa fachada, seguía siendo un niño roto, con un inmenso miedo al abandono y una rabia contenida hacia cualquier figura de autoridad.

    A pesar de todo, Nathan no puede escapar del ciclo de autodestrucción en el que vive.
    𝚂𝚘𝚕𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝙲𝚊𝚕𝚕𝚎𝚜 ➺ 𝙸𝚗𝚝𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 Abandonado desde bebé, Nathan fue encontrado por un grupo de indigentes y pasó sus primeros años bajo su osco cuidado. Aprendió rápidamente a sobrevivir, pero también conoció el dolor, la traición y el abandono. A los 10 años cayó en las garras de la prostitución, fue inevitable. Los adultos que lo rodeaban lo explotaron, vendiéndolo por dinero y drogas, enseñándole a temprana edad que el mundo era despiadado y no debía confiar en nadie. Después de años de abuso y maltrato, Nathan comenzó a notar algo extraño en sí mismo. Siempre había sido bueno para leer a las personas, pero esa habilidad comenzó a ir más allá de la intuición. En un momento de desesperación, en una de sus noches más oscuras, pudo escuchar los pensamientos de uno de sus clientes, una habilidad que lo sorprendió y asustó a la vez. Pronto, esta capacidad para leer mentes y emociones se fue refinando. Empezó a comprender mejor a las personas que lo rodeaban, descubriendo sus secretos, deseos y miedos con solo mirarlos. Aunque esto le dio una ventaja en su entorno, también lo hizo sentir abrumado, cargando con el dolor y las emociones de otros cuando ni siquiera sabía lidiar con lo propio. No pasó mucho tiempo cuando, enredado en una pelea con su proxeneta, Nathan descubrió su capacidad de mover objetos con la mente. Fue un momento de pura adrenalina cuando, sin querer, empujó mentalmente una botella de vidrio que estaba a varios metros de distancia, golpeando a su agresor. Tan aterrorizado como intrigado, empezó a experimentar con sus poderes en secreto. Estos dones le ayudaron a deshacerse de la impotencia, como si finalmente tuviera algo de control sobre su propia vida. Para cuando alcanzó los 20 años, su vida había girado en torno al abuso de drogas y el alcohol. Consiguió trabajo como bartender en un club nocturno, donde su sensualidad y carácter provocador lo convirtieron en una figura atractiva, sin embargo, detrás de esa fachada, seguía siendo un niño roto, con un inmenso miedo al abandono y una rabia contenida hacia cualquier figura de autoridad. A pesar de todo, Nathan no puede escapar del ciclo de autodestrucción en el que vive.
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    ㅤㅤㅤㅤ. ⏜ㅤㅤㅤ𓈒♰
    𓊋ㅤ⓰ㅤ.. 𝗦A̸𝗡𝕯𝖬𝔸𝐍⎯ and
    ㅤㅤㅤ. 𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓𝐌𝐀𝐑𝐄 㑂 𝄒
    ㅤㅤㅤㅤㅤ ♤⃟ㅤ ㅤpartㅤ𝐈



    ㅤㅤ ⎯꯭⎯⵿⎯꯭ ﹝ㅤ peskovnikㅤ﹞ ܟܛᅠ.
    ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ; Страна грез



    Sus pasos resonaron con reverberación en el gran salón desolado y lúgubre que se contemplaba en su entorno. Su abrigo azul oscuro rozó las sillas de madera que usualmente utilizaban las personas que asistían cada Domingo a misa. Fue un leve desliz, pero serpenteante y amenazador para la figura oscura que yacía postrada frente a una estatua de Cristo redentor semi agrietada, y que al sentir esa presencia familiar, las comisuras de sus labios agudos se alzaron con malicia e ironía.

    — Los hijos pródigos siempre regresan a sus padres, después de todo.

    Éste ser se levantó minuciosamente y con tranquilidad, ignorando el hecho de que se encontraba de espaldas a su némesis proclamado. Un sonido burlesco e indistinguible escapó de su boca.

    — Que inesperada visita, aunque es un lugar inadecuado para nuestros encuentros divertidos, ¿Acaso deseas hacer enfadar a alguien?.

    El chico de mechones dorados sonrió con levedad y ladeó su rostro, resaltando así sus facciones juveniles y puras, como si ninguna mancha de polvo pudiese tocarlo o fuese inmune a la inmundicia. Observó a esa criatura de tez grisácea parecido a un humano en su última fase de vida.

    — ¿Sorpresa? También me da gusto verte, hermano.

    Dorian alzó su barbilla mientras sonreía dejando mostrar sus bellas perlas blancas y perfectas luego de haber hablado. Notó como los ojos dorados del contrario se contraían y sus pupilas se dilataban. Disfrutó de ver esa reacción. Al hacer un movimiento con su cabeza para disimular su disfrute, uno de sus mechones cubrió ágilmente la mitad de su párpado, casi ocultando el color rojizo que se asemejaba a un eclipse sangriento en su penetrante mirada.

    — Oh, cierto.. no te gusta que te llame así.

    Sacó su mano enguantada y sus dedos se posaron sobre unas bancas de madera en la cercanía, acariciado suavemente mientras mantenía fija una sonrisa, como si hubiese llegado a ese lugar con el único propósito de molestar a la otra criatura, la cual no tardó en reaccionar de forma irónica.

    — Hermanito, ¿Cómo podría disgustarme que mi bello hermano me visite? Después de todo, éste confinamiento me tiene aburrido.

    Pitch Black le ofreció su mano con una sonrisa absurdamente superficial, la cuál, Dorian rechazó. Dejó escapar una risa leve y entonces levantó su mano señalando el cielo. El momento entre ambos era completamente de tensión, como si un minúsculo sonido pudiese romper la fina línea de la tranquilidad.

    — ¿Porqué siempre debo ser quién te dé lecciones? Pensaba que era completamente al revés, hermano mayor, ah...

    Luego de esas palabras, la expresión de Pitch se oscureció y el techo de la iglesia explotó en escombros; ambos ya no se encontraban en el mismo lugar.

    Éste tipo de peleas siempre eran concurrentes, ambos se odiaban y cuando tenían la oportunidad de demostrar su disgusto mutuo, la aprovecharían.

    Luego de unas horas eternas de golpes y heridas graves y letales, Dorian desapareció durante la pelea. Siempre era así; cuando estaba a punto de dar un golpe certero que posiblemente le aseguraría una ventaja, era invocado por el consejo y los jueces de Dreamland (País de los sueños) y llamado a la corte en pleno juicio. Ésta vez, los jueces no tenían buen rostro.

    Aunque Dorian era Sandman, el rey de los sueños y todos le debían respeto, en Dreamland era algo casi inevitable ser juzgado por acciones que pudieran afectar los sueños de los humanos, así que se preparó mentalmente para una buena sanción como era habitual.



    To be continued...


    ⎯꯭⎯⵿⎯꯭ ⎯⎯⵿⎯꯭ ⎯⎯⵿⎯꯭⎯⎯⵿⎯꯭⎯⵿⎯꯭⎯
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    ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ. ⏜ㅤㅤㅤ𓈒♰ 𓊋ㅤ⓰ㅤ.. 𝗦A̸𝗡𝕯𝖬𝔸𝐍⎯ and ㅤㅤㅤ. 𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓𝐌𝐀𝐑𝐄 㑂 𝄒 ㅤㅤㅤㅤㅤ ♤⃟ㅤ ㅤpartㅤ𝐈 ㅤ ㅤㅤ ⎯꯭⎯⵿⎯꯭ ﹝ㅤ peskovnikㅤ﹞ ܟܛᅠ. ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ; Страна грез Sus pasos resonaron con reverberación en el gran salón desolado y lúgubre que se contemplaba en su entorno. Su abrigo azul oscuro rozó las sillas de madera que usualmente utilizaban las personas que asistían cada Domingo a misa. Fue un leve desliz, pero serpenteante y amenazador para la figura oscura que yacía postrada frente a una estatua de Cristo redentor semi agrietada, y que al sentir esa presencia familiar, las comisuras de sus labios agudos se alzaron con malicia e ironía. — Los hijos pródigos siempre regresan a sus padres, después de todo. Éste ser se levantó minuciosamente y con tranquilidad, ignorando el hecho de que se encontraba de espaldas a su némesis proclamado. Un sonido burlesco e indistinguible escapó de su boca. — Que inesperada visita, aunque es un lugar inadecuado para nuestros encuentros divertidos, ¿Acaso deseas hacer enfadar a alguien?. El chico de mechones dorados sonrió con levedad y ladeó su rostro, resaltando así sus facciones juveniles y puras, como si ninguna mancha de polvo pudiese tocarlo o fuese inmune a la inmundicia. Observó a esa criatura de tez grisácea parecido a un humano en su última fase de vida. — ¿Sorpresa? También me da gusto verte, hermano. Dorian alzó su barbilla mientras sonreía dejando mostrar sus bellas perlas blancas y perfectas luego de haber hablado. Notó como los ojos dorados del contrario se contraían y sus pupilas se dilataban. Disfrutó de ver esa reacción. Al hacer un movimiento con su cabeza para disimular su disfrute, uno de sus mechones cubrió ágilmente la mitad de su párpado, casi ocultando el color rojizo que se asemejaba a un eclipse sangriento en su penetrante mirada. — Oh, cierto.. no te gusta que te llame así. Sacó su mano enguantada y sus dedos se posaron sobre unas bancas de madera en la cercanía, acariciado suavemente mientras mantenía fija una sonrisa, como si hubiese llegado a ese lugar con el único propósito de molestar a la otra criatura, la cual no tardó en reaccionar de forma irónica. — Hermanito, ¿Cómo podría disgustarme que mi bello hermano me visite? Después de todo, éste confinamiento me tiene aburrido. Pitch Black le ofreció su mano con una sonrisa absurdamente superficial, la cuál, Dorian rechazó. Dejó escapar una risa leve y entonces levantó su mano señalando el cielo. El momento entre ambos era completamente de tensión, como si un minúsculo sonido pudiese romper la fina línea de la tranquilidad. — ¿Porqué siempre debo ser quién te dé lecciones? Pensaba que era completamente al revés, hermano mayor, ah... Luego de esas palabras, la expresión de Pitch se oscureció y el techo de la iglesia explotó en escombros; ambos ya no se encontraban en el mismo lugar. Éste tipo de peleas siempre eran concurrentes, ambos se odiaban y cuando tenían la oportunidad de demostrar su disgusto mutuo, la aprovecharían. Luego de unas horas eternas de golpes y heridas graves y letales, Dorian desapareció durante la pelea. Siempre era así; cuando estaba a punto de dar un golpe certero que posiblemente le aseguraría una ventaja, era invocado por el consejo y los jueces de Dreamland (País de los sueños) y llamado a la corte en pleno juicio. Ésta vez, los jueces no tenían buen rostro. Aunque Dorian era Sandman, el rey de los sueños y todos le debían respeto, en Dreamland era algo casi inevitable ser juzgado por acciones que pudieran afectar los sueños de los humanos, así que se preparó mentalmente para una buena sanción como era habitual. To be continued... ⎯꯭⎯⵿⎯꯭ ⎯⎯⵿⎯꯭ ⎯⎯⵿⎯꯭⎯⎯⵿⎯꯭⎯⵿⎯꯭⎯ ㅤㅤㅤㅤ
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || Off || Buenas con todos, para todos los que me conocen en verdad lamento la ausencia, pasé por muchos dilemas, entre cuestiones familiares, laborales y hasta personales, dilemas con los que he estado ya un año y algo más.... al final explotó todo y me puse fatal, me detectaron depresión clínica y ya estoy en tratamiento, lamento en verdad no venir pero no estoy en la facultad mental para hacer cosas elaboradas... o en general hacer algo, el rol era mi vía de escape para descansar mi mente pero al final también terminó por cansarme y me puso peor, de antemano, en verdad agradezco vuestra paciencia, y a esas pocas personas, su amistad sincera, se los aprecia a todos.
    || Off || Buenas con todos, para todos los que me conocen en verdad lamento la ausencia, pasé por muchos dilemas, entre cuestiones familiares, laborales y hasta personales, dilemas con los que he estado ya un año y algo más.... al final explotó todo y me puse fatal, me detectaron depresión clínica y ya estoy en tratamiento, lamento en verdad no venir pero no estoy en la facultad mental para hacer cosas elaboradas... o en general hacer algo, el rol era mi vía de escape para descansar mi mente pero al final también terminó por cansarme y me puso peor, de antemano, en verdad agradezco vuestra paciencia, y a esas pocas personas, su amistad sincera, se los aprecia a todos.
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