• A veces, Ozen recordaba aquel día con una claridad insoportable.

    El cielo estaba tan azul que casi parecía una burla, como si realmente valiera la pena observarlo antes de que perdiera su color.

    Lyza estaba de pie junto a ella, con esa energía desbordante que parecía imposible de apagar y que tan insoportable le parecía a Ozen.

    Simplemente observaban la ciudad, como Ozen solía hacer. El viento agitaba el plumaje del sombrero de Lyza, y ella sonreía como si el mundo entero aún le perteneciera.

    Ozen no dijo nada, siempre era así. Pensó en alzar la voz, pero optó por observar y escuchar, y por esa decisión, ahora, esa escena la perseguía como un castigo.

    No por lo que se dijo, sino por todo lo que no fue dicho.

    Años después, la ciudad seguía allí, tan ruidosa y colorida como siempre, pero a Ozen le parecía hueca, sofocante, ya no había nada que le interesara aquí. No había lugar, ni deber, ni prestigio suficiente para reconstruir lo que su partida había roto.

    Y, sin embargo, debía seguir siendo La Inamovible.

    Debía mantenerse firme, sin grietas, como si esa imagen no la desgarrara por dentro. Como si no sintiera, cada vez que miraba a la ciudad, que algo esencial se había hundido para siempre.

    A veces se preguntaba si fue cobarde. Si debió decirle que no bajara. Que quedarse también era un acto de valentía. Que si alguien la juzgaba, Ozen la protegería.

    Pero no lo hizo.

    Y ahora solo le quedaba ese recuerdo, grabado en el rincón más frágil de su mente.

    Una figura con una pluma al viento. Un cielo abierto que ya no vuelve.

    Y una soledad que nunca se pudo llenar.
    A veces, Ozen recordaba aquel día con una claridad insoportable. El cielo estaba tan azul que casi parecía una burla, como si realmente valiera la pena observarlo antes de que perdiera su color. Lyza estaba de pie junto a ella, con esa energía desbordante que parecía imposible de apagar y que tan insoportable le parecía a Ozen. Simplemente observaban la ciudad, como Ozen solía hacer. El viento agitaba el plumaje del sombrero de Lyza, y ella sonreía como si el mundo entero aún le perteneciera. Ozen no dijo nada, siempre era así. Pensó en alzar la voz, pero optó por observar y escuchar, y por esa decisión, ahora, esa escena la perseguía como un castigo. No por lo que se dijo, sino por todo lo que no fue dicho. Años después, la ciudad seguía allí, tan ruidosa y colorida como siempre, pero a Ozen le parecía hueca, sofocante, ya no había nada que le interesara aquí. No había lugar, ni deber, ni prestigio suficiente para reconstruir lo que su partida había roto. Y, sin embargo, debía seguir siendo La Inamovible. Debía mantenerse firme, sin grietas, como si esa imagen no la desgarrara por dentro. Como si no sintiera, cada vez que miraba a la ciudad, que algo esencial se había hundido para siempre. A veces se preguntaba si fue cobarde. Si debió decirle que no bajara. Que quedarse también era un acto de valentía. Que si alguien la juzgaba, Ozen la protegería. Pero no lo hizo. Y ahora solo le quedaba ese recuerdo, grabado en el rincón más frágil de su mente. Una figura con una pluma al viento. Un cielo abierto que ya no vuelve. Y una soledad que nunca se pudo llenar.
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  • — Cada vez que lo recuerdo, dudo ¿Tomé la decisión correcta? ¿Acaso debería haber alzado la voz? No lo sé, pero ya no estás para escucharme. —

    — Me pregunto ¿Qué hubiera pasado si te hubiera contado todo?¿Qué habrían pensado todos?¿Qué habrías pensado tú...? —

    — Un pilar. Un escudo. Un muro... Eso soy ¿No?¿Entonces tú qué eras para el resto?¿Debería haberte dicho lo que eras para mi? —

    — En cada suspiro que no dejo salir, hay un recuerdo tuyo, una marca que a día de hoy, no soy capaz de olvidar. Si en el fondo del inframundo estás, espero que tu mensaje me llegue algún día, bajaré sin dudarlo. —

    — Aunque quizás por eso mismo no tratas de hablarme, porque sabes que bajaría ¿Tiene sentido siquiera arrepentirme ahora de esto? —

    — Un pilar, Ozen. Te llaman inamovible por algo... Y aunque no lo entiendan, ya es tarde para cambiar. —
    — Cada vez que lo recuerdo, dudo ¿Tomé la decisión correcta? ¿Acaso debería haber alzado la voz? No lo sé, pero ya no estás para escucharme. — — Me pregunto ¿Qué hubiera pasado si te hubiera contado todo?¿Qué habrían pensado todos?¿Qué habrías pensado tú...? — — Un pilar. Un escudo. Un muro... Eso soy ¿No?¿Entonces tú qué eras para el resto?¿Debería haberte dicho lo que eras para mi? — — En cada suspiro que no dejo salir, hay un recuerdo tuyo, una marca que a día de hoy, no soy capaz de olvidar. Si en el fondo del inframundo estás, espero que tu mensaje me llegue algún día, bajaré sin dudarlo. — — Aunque quizás por eso mismo no tratas de hablarme, porque sabes que bajaría ¿Tiene sentido siquiera arrepentirme ahora de esto? — — Un pilar, Ozen. Te llaman inamovible por algo... Y aunque no lo entiendan, ya es tarde para cambiar. —
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  • The Abyss Looms over Cups - The Immovable.
    Fandom Jujutsu Kaisen/Made in Abyss.
    Categoría Contemporáneo
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Fueras de Orth, 22:31 hs
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Bar de Carretera.

    ⠀⠀Las puertas del bar chirriaron al abrirse, los pasos confiados de una silueta masculina apartaban el viento y el polvo de la escena con su ímpetu. Pero, con la lentitud de un día de campo, el muchacho se adentraba hacia la barra en búsqueda de la sensaciones que solo podía dar el licor. Olía madera vieja, también bebidas fermentadas, caseras, mirando la selección solo en la barra, podía deducir que eran una producción más rural.

    ⠀⠀El ambiente era cálido, muy acogedor para venir de la ciudad de la que su amiga le había contado estaba el precipicio de la humanidad.

    ⠀⠀Se quitó la gabardina dejándola en uno de los bancos de la barra, asimismo que la tenue luz revelara ese rostro pálido y afilado, de unos exóticos ojos color malva, palpitantes, brillantes incluso entre las luminarias. Su mirada ladeó casi automáticamente, como quien persigue una vela en la oscuridad de un cuarto.

    ⠀⠀Ahí estaba ella.

    ⠀⠀Una presencia densa, carente de ni siquiera el atisbo más rascado de humanidad, era ver una especie de bestia parda sentada en la mesa. Claro que, solo a alguien que puede visualizar el maleficio de su manera, es que es capaz de percibirla así. Para otros, bueno, no era muy diferente, a fin de cuentas era una mujer de más de dos metros con una mirada tétrica y ropa sacada de una película clase B.
    ⠀⠀Pero no dijo nada, solo mantuvo la serenidad mientras pedía su trago. Raro, sí, pero es algo a lo que acostumbraba ver, lo anormal. Y curioso también es que le parecía familiar, pero no recordaba de dónde tampoco.

    ⠀⠀No sabía porqué, pero la cercanía con esa mujer le hacía sentir que estaba al borde de un abismo, y no es que estuviera precisamente a unos pasos de ella.

    Ozen La Inamovible
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Fueras de Orth, 22:31 hs ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Bar de Carretera. ⠀ ⠀⠀Las puertas del bar chirriaron al abrirse, los pasos confiados de una silueta masculina apartaban el viento y el polvo de la escena con su ímpetu. Pero, con la lentitud de un día de campo, el muchacho se adentraba hacia la barra en búsqueda de la sensaciones que solo podía dar el licor. Olía madera vieja, también bebidas fermentadas, caseras, mirando la selección solo en la barra, podía deducir que eran una producción más rural. ⠀⠀El ambiente era cálido, muy acogedor para venir de la ciudad de la que su amiga le había contado estaba el precipicio de la humanidad. ⠀⠀Se quitó la gabardina dejándola en uno de los bancos de la barra, asimismo que la tenue luz revelara ese rostro pálido y afilado, de unos exóticos ojos color malva, palpitantes, brillantes incluso entre las luminarias. Su mirada ladeó casi automáticamente, como quien persigue una vela en la oscuridad de un cuarto. ⠀⠀Ahí estaba ella. ⠀⠀Una presencia densa, carente de ni siquiera el atisbo más rascado de humanidad, era ver una especie de bestia parda sentada en la mesa. Claro que, solo a alguien que puede visualizar el maleficio de su manera, es que es capaz de percibirla así. Para otros, bueno, no era muy diferente, a fin de cuentas era una mujer de más de dos metros con una mirada tétrica y ropa sacada de una película clase B. ⠀⠀Pero no dijo nada, solo mantuvo la serenidad mientras pedía su trago. Raro, sí, pero es algo a lo que acostumbraba ver, lo anormal. Y curioso también es que le parecía familiar, pero no recordaba de dónde tampoco. ⠀⠀No sabía porqué, pero la cercanía con esa mujer le hacía sentir que estaba al borde de un abismo, y no es que estuviera precisamente a unos pasos de ella. ⠀ [Ozen_The_Inmovable]
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  • Incluso las torres más grandes caen.
    Fandom OC
    Categoría Drama
    Rol con: 𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐞𝐫

    Era un día tranquilo, como de costumbre.

    La noche llegó, y con ella lo hizo también el silencio. Ozen finalmente volvió a casa, pero no al hogar que tanto echaba de menos en Orth, por mucho que le costara admitirlo, sino a las mismas 4 paredes que la habían tenido encerrada durante todo su viaje.

    Tantas personas nuevas. Tantas sonrisas ajenas... ¿Dónde estaba la sonrisa de Ozen?
    Hundida en su pecho.
    En una tumba en el abismo.
    O puede, solo puede que siguiera por ahí. Carcomiendo el interior de Ozen, como siempre hizo.

    La pérdida. El sentirse vacía se había vuelto algo normal para ella, pero... ¿Por qué?¿Acaso no lo había superado ya?¿Era Ozen realmente tan inamovible como la describían?

    Una mente curtida, un corazón viejo. Ozen no estaba vacía, solamente no dejaba verlo. Cargaba heridas invisibles para todos, quizás incluso para ella.

    Porque ella tampoco comprendía su propio dolor.
    Llevaba años negándolo, y los años pasan factura.

    Ozen tenía 70 años, y sin embargo, nadie la conocía. La única persona que alguna vez se molestó en hacerlo, ya no estaba.

    Entró en la habitación con paso lento, con su rostro tan neutro como siempre, tan vacío. Un paso, luego otro. Dejaba caer todo el peso de su cuerpo con cada paso, cosa que causaba un obvio ruido, como quien deja caer algo pesado desde una buena altura.

    Se sentó en la cama, un lujo al que aún no se acostumbraba. Colocó sus manos encima de sus piernas y simplemente miró hacia abajo. Quién sabe que cosas se pasarían por su mente, a fin de cuentas...

    Ozen siempre fue un enigma, y por eso mismo la llamaban "La soberana Inamovible". Porque no hacía referencia solamente a su fuerza bruta, sino a su mente, algo que muchos describen como una fortaleza inexpugnable.

    El aire se tensó ligeramente. Ozen no alzó la mirada, no le hizo falta.
    Rol con: [Monster] Era un día tranquilo, como de costumbre. La noche llegó, y con ella lo hizo también el silencio. Ozen finalmente volvió a casa, pero no al hogar que tanto echaba de menos en Orth, por mucho que le costara admitirlo, sino a las mismas 4 paredes que la habían tenido encerrada durante todo su viaje. Tantas personas nuevas. Tantas sonrisas ajenas... ¿Dónde estaba la sonrisa de Ozen? Hundida en su pecho. En una tumba en el abismo. O puede, solo puede que siguiera por ahí. Carcomiendo el interior de Ozen, como siempre hizo. La pérdida. El sentirse vacía se había vuelto algo normal para ella, pero... ¿Por qué?¿Acaso no lo había superado ya?¿Era Ozen realmente tan inamovible como la describían? Una mente curtida, un corazón viejo. Ozen no estaba vacía, solamente no dejaba verlo. Cargaba heridas invisibles para todos, quizás incluso para ella. Porque ella tampoco comprendía su propio dolor. Llevaba años negándolo, y los años pasan factura. Ozen tenía 70 años, y sin embargo, nadie la conocía. La única persona que alguna vez se molestó en hacerlo, ya no estaba. Entró en la habitación con paso lento, con su rostro tan neutro como siempre, tan vacío. Un paso, luego otro. Dejaba caer todo el peso de su cuerpo con cada paso, cosa que causaba un obvio ruido, como quien deja caer algo pesado desde una buena altura. Se sentó en la cama, un lujo al que aún no se acostumbraba. Colocó sus manos encima de sus piernas y simplemente miró hacia abajo. Quién sabe que cosas se pasarían por su mente, a fin de cuentas... Ozen siempre fue un enigma, y por eso mismo la llamaban "La soberana Inamovible". Porque no hacía referencia solamente a su fuerza bruta, sino a su mente, algo que muchos describen como una fortaleza inexpugnable. El aire se tensó ligeramente. Ozen no alzó la mirada, no le hizo falta.
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  • Corazón de Umbra, ecos del abismo: la sabia, el mago y el loto carmesí.
    Fandom OC
    Categoría Aventura
    Tascio A Echeverri
    Ozen La Inamovible

    La luz del crepúsculo apenas se filtraba a través del follaje enredado del último tramo antes del despeñadero. El aire, espeso con aroma a humedad y ecos de profundidad insondable, vibraba con una extraña tensión. Tascio parecia estar ocupado ajustando las correas de su morral o comiendose algunas de las últimas galletas que les quedaban mientras Miyabi silenciosa como una sombra se detuvo unos pasos más adelante, sus ojos fijos en una figura sentada en una roca cubierta de musgo púrpura, al borde mismo de la grieta.

    Allí estaba Ozen, una anciana de espaldas encorvadas y manos huesudas vestida con lo que parecia jirones de un traje de exploradora que decia a gritos soy más parte del abismo que de la superficie. Su cabello blanco daba la apariencia de estar trenzado con fragmentos de huesos pequeños, tal vez humanos, tal vez no. Y su mirada cuando levantó el rostro hacia ellos reflejaba la de alguien que había caminado en círculos dentro de su propia muerte y regresado sin pedir permiso.

    Miyabi dio un paso al frente sonriendo sin miedo y de manera cordial, de cierta forma la anciana le recordaba en algo a la señorita Ronwell aunque sin el olor a galletas o estofado.

    —Buenos días amable señora, buscamos el Corazón de Umbra —dijo, sin rodeos—. Pensamos que usted tal vez descendió lo bastante para hallarlo o para oír su latido...¿tal vez sabe como llegar a Vel’Hareth y a los filos de los nichos de los Túmulos Oscuros?

    **Se decia que el corazón de Umbra se encontraba más allá del sexto velo de presión. Donde ni la carne ni la fe sobreviven, un lugar custodiado por los Susurrantes, entes de sombra viva que no hablan pero escuchan y responden dentro de tu cráneo, un lugar donde las capas de presión devoraban la carne con calor y las venas colapsabann. Estaba lleno de criaturas ciegas que solo veian con la memoria del abismo...**
    [demon_of_spirits] [Ozen_The_Inmovable] La luz del crepúsculo apenas se filtraba a través del follaje enredado del último tramo antes del despeñadero. El aire, espeso con aroma a humedad y ecos de profundidad insondable, vibraba con una extraña tensión. Tascio parecia estar ocupado ajustando las correas de su morral o comiendose algunas de las últimas galletas que les quedaban mientras Miyabi silenciosa como una sombra se detuvo unos pasos más adelante, sus ojos fijos en una figura sentada en una roca cubierta de musgo púrpura, al borde mismo de la grieta. Allí estaba Ozen, una anciana de espaldas encorvadas y manos huesudas vestida con lo que parecia jirones de un traje de exploradora que decia a gritos soy más parte del abismo que de la superficie. Su cabello blanco daba la apariencia de estar trenzado con fragmentos de huesos pequeños, tal vez humanos, tal vez no. Y su mirada cuando levantó el rostro hacia ellos reflejaba la de alguien que había caminado en círculos dentro de su propia muerte y regresado sin pedir permiso. Miyabi dio un paso al frente sonriendo sin miedo y de manera cordial, de cierta forma la anciana le recordaba en algo a la señorita Ronwell aunque sin el olor a galletas o estofado. —Buenos días amable señora, buscamos el Corazón de Umbra —dijo, sin rodeos—. Pensamos que usted tal vez descendió lo bastante para hallarlo o para oír su latido...¿tal vez sabe como llegar a Vel’Hareth y a los filos de los nichos de los Túmulos Oscuros? **Se decia que el corazón de Umbra se encontraba más allá del sexto velo de presión. Donde ni la carne ni la fe sobreviven, un lugar custodiado por los Susurrantes, entes de sombra viva que no hablan pero escuchan y responden dentro de tu cráneo, un lugar donde las capas de presión devoraban la carne con calor y las venas colapsabann. Estaba lleno de criaturas ciegas que solo veian con la memoria del abismo...**
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  • El santo, la sombra y la flor
    Fandom Made in Abyss
    Categoría Aventura
    Rol con: [sinner_without_sin] [lunar_ruby_zebra_434]
    Continuación de: https://ficrol.com/posts/267383

    El ruido y la humedad de la taberna quedaron atrás, pero el sabor amargo del fracaso aún quemaba en la boca del hombre. No había conseguido negociar con Ozen, y la puerta se cerró tras él con un golpe seco. Con un suspiro resignado, caminó sin rumbo por las calles angostas y empedradas, pensando que tal vez sus planes de descender al Abismo terminaría antes de empezar. Su compañera peliverde lo seguía desde la distancia, pues se había tomado un momento en la taberna antes de irse.

    Al doblar una esquina, sus pasos frenaron de golpe, lo que le permitió a su compañera acercarse.

    Frente a ellos estaba ella.

    Una mujer alta, con el cabello negro azabache salpicado por una franja blanca que caía como una sombra partida, y unos ojos intensos que parecían mirar más allá de lo visible. No llevaba máscara, pero había en su rostro un silencio tan denso que parecía absorber el ruido de la ciudad.

    Enroscado en su brazo, el silbato blanco lucía desgastado, con grietas oscuras que parecían contar historias profundas.

    Su presencia era aún más imponente gracias al equipamiento que llevaba. Las placas óseas y tendones visibles en sus piernas, fusionadas con botas negras, otorgándole un aire inquietante y casi inhumano. La capa blanca, caía simétrica y elegante sobre sus hombros, mientras su bastón reposaba apoyado junto a ella, con su punta ósea afilada que reflejaba la poca luz del callejón. Colgando de su cuello, un cristal con centro hueco y tonalidad apagada, parecía guardar en silencio los secretos que nadie más podía escuchar.

    La cartógrafa del silencio.
    Rol con: [sinner_without_sin] [lunar_ruby_zebra_434] Continuación de: https://ficrol.com/posts/267383 El ruido y la humedad de la taberna quedaron atrás, pero el sabor amargo del fracaso aún quemaba en la boca del hombre. No había conseguido negociar con Ozen, y la puerta se cerró tras él con un golpe seco. Con un suspiro resignado, caminó sin rumbo por las calles angostas y empedradas, pensando que tal vez sus planes de descender al Abismo terminaría antes de empezar. Su compañera peliverde lo seguía desde la distancia, pues se había tomado un momento en la taberna antes de irse. Al doblar una esquina, sus pasos frenaron de golpe, lo que le permitió a su compañera acercarse. Frente a ellos estaba ella. Una mujer alta, con el cabello negro azabache salpicado por una franja blanca que caía como una sombra partida, y unos ojos intensos que parecían mirar más allá de lo visible. No llevaba máscara, pero había en su rostro un silencio tan denso que parecía absorber el ruido de la ciudad. Enroscado en su brazo, el silbato blanco lucía desgastado, con grietas oscuras que parecían contar historias profundas. Su presencia era aún más imponente gracias al equipamiento que llevaba. Las placas óseas y tendones visibles en sus piernas, fusionadas con botas negras, otorgándole un aire inquietante y casi inhumano. La capa blanca, caía simétrica y elegante sobre sus hombros, mientras su bastón reposaba apoyado junto a ella, con su punta ósea afilada que reflejaba la poca luz del callejón. Colgando de su cuello, un cristal con centro hueco y tonalidad apagada, parecía guardar en silencio los secretos que nadie más podía escuchar. La cartógrafa del silencio.
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  • ¿Una expedición al abismo?¿Estáis todos locos?
    Fandom Made in Abyss
    Categoría Aventura
    Rol con: 𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐞𝐫 , [sinner_without_sin], [lunar_ruby_zebra_434], Kalhi NigDurgae

    El Abismo… Un enorme pozo que se abre hacia las profundidades del mundo. Se extiende cientos, miles de metros hacia abajo, con capas sucesivas que esconden ecosistemas, ruinas y criaturas jamás vistas en la superficie. La gravedad del Abismo es única, y con ella, una maldición terrible: quienes descienden arriesgan no solo sus vidas, sino su cuerpo y mente al intentar regresar. A pesar de esto, el Abismo atrae a los más valientes, a los que buscan respuestas, tesoros y secretos olvidados. Orth, la ciudad construida alrededor de su borde, vive y respira por el Abismo, porque en sus entrañas yace la promesa y el peligro más absoluto.

    En una isla al borde del mundo yacía este majestuoso lugar, y poco sabía una de sus exploradoras más frecuentes, que dentro de poco tendría que lidiar con la angustia de un grupo con ansias de bajar al mismo. Esta mujer era Ozen, una mujer alta y corpulenta, con una presencia que impone respeto y temor. Su piel es pálida, casi blanca, probablemente debido a los muchos años que ha pasado en el abismo, alejada de la luz solar. Sus ojos, penetrantes y grises, tienen una mirada fría y distante que parece observar sin emoción, como si parte de ella se hubiera quedado dentro del abismo.

    Por otro lado, estaba Lorenzo, de cabello rojizo y ojos azul cielo, un hombre dividido por nadie más que por si mismo, el vivo reflejo de un eterno conflicto interior, atormentado por los recuerdos de una vida pasada, parecía desconocer incluso su propia identidad. Pero algo tenía claro, su propósito, la tan aclamada redención, era la punta de lanza de la iglesia, y como en muchas otras ocasiones, su viaje venía de cortesía de la misma, enviado para recolectar una supuesta herramienta divina, ubicada en el fondo de dicho abismo.

    Junto a él se encontraba una chica peliverde de actitud molesta, una bruja que ahora parecía interesada en él, o al menos, en sus secretos, no se alejaba excesivamente de él, y, a pesar de contradecir muchas de sus ideas, decidió aprender, tomarlo como maestro después de haber perdido a su anterior mentor, con un grimorio como único recuerdo, grimorio el cual Lorenzo conocía.

    Ajenos a todo esto se encontraban Kalhi, una cambiaformas de secretos bien guardados, ahora tomando la forma de un hombre de piel blanca y ojos verdes, de complexión aparentemente delgada, pero entrenada, una figura imponente teniendo en cuenta que no parecía separarse de sus armas, las cuales mantenía siempre cerca. Era un hombre de sentidos agudos, no solo por su naturaleza, sino por la experiencia de una vida dura. Modificado para cumplir su objetivo sin importar lo que ocurra.

    Junto a él se encontraba Monster, algo que pocos llamarían fantasía, pero muchos llamarían pesadilla. Un ser proveniente de más allá del plano corpóreo, cuyo único propósito era causar caos, discordia, todo con tal de alimentarse de las emociones de sus víctimas, pero no era lo único de lo que se alimentaba. De la misma manera que en vida fue caníbal, continuaba siéndolo tras su muerte. Ya conocido por Ozen, la misma le otorgó un título en pos de su amistad, "El lameculos favorito de Ozen".

    ----------------------------------------------

    Era de noche, los pasos de la mujer resonaban por los caminos de piedra, como si tras ellos hubiera un peso antiguo. Rara vez se veía a Ozen en la superficie, pero esta era una de esas ocasiones, tras años de exploración, decidió volver a deleitarse con la vida normal durante un tiempo. Se dirigió a nada más y nada menos que una taverna, con intenciones obvias de beber hasta no poder más.

    Al entrar al local, las personas parecían murmurar cosas sobre ella, algo que a Ozen no le sorprendía, pues había muchos rumores siniestros sobre ella, pero algo le llamó especialmente la atención, parecía que un hombre se había enterado de que se encontraba en la ciudad, y habían estado buscándola. Su descripción le sonaba, un cura pelirrojo de estatura media, entonces fue cuando entró él, Lorenzo, o Cipriano, O ambos, pues esa era la gracia de su existencia.

    El cura venía acompañado, notando que era la "niña lechuga", o así la llamaba ella, pero no le daría importancia.

    El hombre ojeó el local, como si estuviera escaneándolo por amenazas, su mirada parecía firme, casi como si juzgara a todos los presentes, entonces, vio a Ozen. Sin decir nada y con paso constante, se acercó a ella y tomó asiento en su mesa, su mirada parecía hablar por si misma. Se dirigió a alzar la voz, pero antes de decir nada, la puerta volvió a sonar con fuerza.
    Rol con: [Monster], [sinner_without_sin], [lunar_ruby_zebra_434], [kalh1] El Abismo… Un enorme pozo que se abre hacia las profundidades del mundo. Se extiende cientos, miles de metros hacia abajo, con capas sucesivas que esconden ecosistemas, ruinas y criaturas jamás vistas en la superficie. La gravedad del Abismo es única, y con ella, una maldición terrible: quienes descienden arriesgan no solo sus vidas, sino su cuerpo y mente al intentar regresar. A pesar de esto, el Abismo atrae a los más valientes, a los que buscan respuestas, tesoros y secretos olvidados. Orth, la ciudad construida alrededor de su borde, vive y respira por el Abismo, porque en sus entrañas yace la promesa y el peligro más absoluto. En una isla al borde del mundo yacía este majestuoso lugar, y poco sabía una de sus exploradoras más frecuentes, que dentro de poco tendría que lidiar con la angustia de un grupo con ansias de bajar al mismo. Esta mujer era Ozen, una mujer alta y corpulenta, con una presencia que impone respeto y temor. Su piel es pálida, casi blanca, probablemente debido a los muchos años que ha pasado en el abismo, alejada de la luz solar. Sus ojos, penetrantes y grises, tienen una mirada fría y distante que parece observar sin emoción, como si parte de ella se hubiera quedado dentro del abismo. Por otro lado, estaba Lorenzo, de cabello rojizo y ojos azul cielo, un hombre dividido por nadie más que por si mismo, el vivo reflejo de un eterno conflicto interior, atormentado por los recuerdos de una vida pasada, parecía desconocer incluso su propia identidad. Pero algo tenía claro, su propósito, la tan aclamada redención, era la punta de lanza de la iglesia, y como en muchas otras ocasiones, su viaje venía de cortesía de la misma, enviado para recolectar una supuesta herramienta divina, ubicada en el fondo de dicho abismo. Junto a él se encontraba una chica peliverde de actitud molesta, una bruja que ahora parecía interesada en él, o al menos, en sus secretos, no se alejaba excesivamente de él, y, a pesar de contradecir muchas de sus ideas, decidió aprender, tomarlo como maestro después de haber perdido a su anterior mentor, con un grimorio como único recuerdo, grimorio el cual Lorenzo conocía. Ajenos a todo esto se encontraban Kalhi, una cambiaformas de secretos bien guardados, ahora tomando la forma de un hombre de piel blanca y ojos verdes, de complexión aparentemente delgada, pero entrenada, una figura imponente teniendo en cuenta que no parecía separarse de sus armas, las cuales mantenía siempre cerca. Era un hombre de sentidos agudos, no solo por su naturaleza, sino por la experiencia de una vida dura. Modificado para cumplir su objetivo sin importar lo que ocurra. Junto a él se encontraba Monster, algo que pocos llamarían fantasía, pero muchos llamarían pesadilla. Un ser proveniente de más allá del plano corpóreo, cuyo único propósito era causar caos, discordia, todo con tal de alimentarse de las emociones de sus víctimas, pero no era lo único de lo que se alimentaba. De la misma manera que en vida fue caníbal, continuaba siéndolo tras su muerte. Ya conocido por Ozen, la misma le otorgó un título en pos de su amistad, "El lameculos favorito de Ozen". ---------------------------------------------- Era de noche, los pasos de la mujer resonaban por los caminos de piedra, como si tras ellos hubiera un peso antiguo. Rara vez se veía a Ozen en la superficie, pero esta era una de esas ocasiones, tras años de exploración, decidió volver a deleitarse con la vida normal durante un tiempo. Se dirigió a nada más y nada menos que una taverna, con intenciones obvias de beber hasta no poder más. Al entrar al local, las personas parecían murmurar cosas sobre ella, algo que a Ozen no le sorprendía, pues había muchos rumores siniestros sobre ella, pero algo le llamó especialmente la atención, parecía que un hombre se había enterado de que se encontraba en la ciudad, y habían estado buscándola. Su descripción le sonaba, un cura pelirrojo de estatura media, entonces fue cuando entró él, Lorenzo, o Cipriano, O ambos, pues esa era la gracia de su existencia. El cura venía acompañado, notando que era la "niña lechuga", o así la llamaba ella, pero no le daría importancia. El hombre ojeó el local, como si estuviera escaneándolo por amenazas, su mirada parecía firme, casi como si juzgara a todos los presentes, entonces, vio a Ozen. Sin decir nada y con paso constante, se acercó a ella y tomó asiento en su mesa, su mirada parecía hablar por si misma. Se dirigió a alzar la voz, pero antes de decir nada, la puerta volvió a sonar con fuerza.
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  • —Uno de los muchos recuerdos de Ozen, nunca pronunciado en voz alta.


    El chico yacía al borde de un claro, envuelto en ramas húmedas, quieto como si pudiera engañar al Abismo fingiendo ser parte de él.

    Lo encontré por el olor.
    No a sangre, sino a desesperación, ese hedor particular de quien aún respira pero ya ha dejado de vivir.

    Me acerqué sin sonido, no necesitaba anunciarme, los que han visto lo suficiente saben cuándo estoy cerca.
    El aire cambia.
    El entorno se aprieta.
    El mundo contiene el aliento.

    Me vio y sus ojos se abrieron como si la muerte tuviera rostro y ese rostro fuese el mío.

    No dije nada al principio, solo lo miré, a veces eso basta.

    Pero él habló, claro que lo hizo.

    —“¿Ozen…? Por favor… me atacó una... no sé qué era… no pude... perdí a los demás…”— Dijo con una voz débil y desesperada.

    Excusas.
    Listados de errores.
    Súplicas envueltas en relato.

    —¿Y quieres vivir después de eso? — Mi voz fue suave, demasiado suave, como una hoja cayendo sobre una herida abierta.

    Él tragó saliva. No entendía la pregunta. Buscaba consuelo. Creía que porque yo lo había encontrado, debía significar algo.

    —“Sí… por favor…” — Su voz parecía temblorosa... O aterrada.

    Me arrodillé a su lado. No por cercanía, por cálculo.

    Le aparté la venda improvisada del brazo. La herida era leve, la infección, peor, pero no terminal.

    — Esto no te matará. — Le devolví la venda, más sucia que antes. — Puedes caminar. El dolor no te va a arrancar las piernas. —

    Me quedé en silencio. Y eso fue lo peor para él.

    Quería palabras, necesitaba un veredicto, un motivo para odiarse o salvarse. Yo no se lo di.

    Porque el Abismo no te enseña con explicaciones. Te vacía, te pela capa por capa, hasta que o eres piedra… o eres nada.

    Me puse de pie. Él no.

    — Si sigues aquí cuando vuelva, te daré lo que estás buscando. — Dije antes de darle la espalda.

    No aclaré si me refería a ayuda…
    …o a un entierro.
    —Uno de los muchos recuerdos de Ozen, nunca pronunciado en voz alta. El chico yacía al borde de un claro, envuelto en ramas húmedas, quieto como si pudiera engañar al Abismo fingiendo ser parte de él. Lo encontré por el olor. No a sangre, sino a desesperación, ese hedor particular de quien aún respira pero ya ha dejado de vivir. Me acerqué sin sonido, no necesitaba anunciarme, los que han visto lo suficiente saben cuándo estoy cerca. El aire cambia. El entorno se aprieta. El mundo contiene el aliento. Me vio y sus ojos se abrieron como si la muerte tuviera rostro y ese rostro fuese el mío. No dije nada al principio, solo lo miré, a veces eso basta. Pero él habló, claro que lo hizo. —“¿Ozen…? Por favor… me atacó una... no sé qué era… no pude... perdí a los demás…”— Dijo con una voz débil y desesperada. Excusas. Listados de errores. Súplicas envueltas en relato. —¿Y quieres vivir después de eso? — Mi voz fue suave, demasiado suave, como una hoja cayendo sobre una herida abierta. Él tragó saliva. No entendía la pregunta. Buscaba consuelo. Creía que porque yo lo había encontrado, debía significar algo. —“Sí… por favor…” — Su voz parecía temblorosa... O aterrada. Me arrodillé a su lado. No por cercanía, por cálculo. Le aparté la venda improvisada del brazo. La herida era leve, la infección, peor, pero no terminal. — Esto no te matará. — Le devolví la venda, más sucia que antes. — Puedes caminar. El dolor no te va a arrancar las piernas. — Me quedé en silencio. Y eso fue lo peor para él. Quería palabras, necesitaba un veredicto, un motivo para odiarse o salvarse. Yo no se lo di. Porque el Abismo no te enseña con explicaciones. Te vacía, te pela capa por capa, hasta que o eres piedra… o eres nada. Me puse de pie. Él no. — Si sigues aquí cuando vuelva, te daré lo que estás buscando. — Dije antes de darle la espalda. No aclaré si me refería a ayuda… …o a un entierro.
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  • Un encuentro fortuito en la selva invertida.
    Fandom Made in Abyss
    Categoría Aventura
    Rol con: Richard Karter

    La Selva Invertida – El Jardín de lo Que No Debería Crecer, la segunda capa del abismo, un bosque que ha olvidado el cielo, donde las raíces cuelgan desde las alturas como si la tierra hubiera sido volteada, y la gravedad respondiera a otra ley. Árboles imposibles se aferran a techos de roca, colgando boca abajo como condenados suspendidos en una danza sin fin. Sus ramas no buscan la luz: la rehúyen, enredándose en sí mismas como si quisieran ocultar su propia existencia.

    El aire aquí es denso, húmedo, cargado de una fragancia espesa, dulce como la descomposición de una flor demasiado madura. No hay brisa, solo el aliento caliente del Abismo, que exhala entre las hojas y murmura en lenguas vegetales a los que se atreven a cruzar su umbral.

    La luz apenas sobrevive en este mundo. La poca que logra filtrarse desde las capas superiores llega rota, teñida de verde y oro sucio, y cae en haces irregulares como manchas de pintura enferma. Bajo esa luz, la vegetación brilla con un tono malsano. Hojas que sudan savia negra, hongos que respiran con un latido lento, y flores que se abren solo cuando escuchan pasos.

    Aquí no hay depredadores ni presas, solo habitantes de un ecosistema que no perdona el error de existir sin entender sus reglas. Un paso en falso no lleva a la muerte, sino a una lenta digestión por parte de algo que no tiene rostro ni intención: solo hambre.

    Y sobre todo, la Selva Invertida escucha.
    Escucha los pasos, las respiraciones contenidas, las súplicas susurradas a una madre que no puede oír. Porque en este nivel, el Abismo ya te ha empezado a probar.

    En este despiadado lugar, un alma poco afortunada parece perdida, un hombre, proveniente de algún otro lugar desconocido pareció llegar a través de una brecha, y, tras su encuentro con Ozen La Inamovible, la actitud de la mujer le dejó claro que el abismo no es lugar para gente débil, o te devoran sus habitantes, o es el propio abismo el que lo hace... Y dicha persona estaba a punto de vivir la bienvenida que le da el abismo a todos.

    -------------------------------

    Ozen estaba desde su campamento observando tranquilamente los alrededores como solía hacer en momentos de aburrimiento, cosa que el abismo rara vez dejaba ocurrir.

    Desde la distancia observó al hombre que antes irrumpió en su hogar, ahora huyendo despavorido de una criatura.

    Ozen dejó salir un suspiro y se dirigió adentro, su forma desapareciendo en el laberinto de su hogar.

    La criatura perseguía incansable, emitiendo chillidos provenientes de otro mundo, que harían temblar la mente de cualquiera.
    El hombre podía sentir su estómago revolverse y su cuerpo más pesado, probablemente debido a la maldición que carga el abismo.

    Su cuerpo pareció rendirse. La criatura saltó, con mandíbulas abiertas, preparadas para acabar con la vida del hombre, entonces...

    El suelo tembló.
    El aire se partió en dos.
    Y la bestia se detuvo en seco, su cabeza girando sin su cuerpo, su columna partida como una caña seca entre dedos de hierro.

    Ella estaba allí...

    Ozen.

    No llegó corriendo, no llegó gritando, simplemente estaba, como si siempre hubiera estado. Su silueta era una torre ennegrecida por la ceniza, envuelta en placas de hierro que no brillaban, pero que pesaban en el aire como un juicio. El cadáver del monstruo aún se estremecía a su lado, colapsando lentamente, como si se negara a morir del todo.

    Ozen no miró a la criatura, solo al hombre, como si el cádaver de esa criatura fuera algo común en su día a día.

    Su rostro era inexpresivo, inmóvil, más muerto que vivo, sus ojos no tenían ira, ni compasión, ni alivio, solo presencia. Un vacío que no juzga, no salva... solo decide.

    Se acercó y se inclinó un poco, el metal de su armadura crujió como una tumba abriéndose.

    — Sigues vivo. — Su voz fue un golpe seco. — Te había dicho que esperases a que hubiera una brecha, este lugar no está hecho para ti, ¿Qué es lo que buscas? — Su tono de voz era firme, no parecía enfadada, más bien parecía una advertencia.
    Rol con: [Skynight86] La Selva Invertida – El Jardín de lo Que No Debería Crecer, la segunda capa del abismo, un bosque que ha olvidado el cielo, donde las raíces cuelgan desde las alturas como si la tierra hubiera sido volteada, y la gravedad respondiera a otra ley. Árboles imposibles se aferran a techos de roca, colgando boca abajo como condenados suspendidos en una danza sin fin. Sus ramas no buscan la luz: la rehúyen, enredándose en sí mismas como si quisieran ocultar su propia existencia. El aire aquí es denso, húmedo, cargado de una fragancia espesa, dulce como la descomposición de una flor demasiado madura. No hay brisa, solo el aliento caliente del Abismo, que exhala entre las hojas y murmura en lenguas vegetales a los que se atreven a cruzar su umbral. La luz apenas sobrevive en este mundo. La poca que logra filtrarse desde las capas superiores llega rota, teñida de verde y oro sucio, y cae en haces irregulares como manchas de pintura enferma. Bajo esa luz, la vegetación brilla con un tono malsano. Hojas que sudan savia negra, hongos que respiran con un latido lento, y flores que se abren solo cuando escuchan pasos. Aquí no hay depredadores ni presas, solo habitantes de un ecosistema que no perdona el error de existir sin entender sus reglas. Un paso en falso no lleva a la muerte, sino a una lenta digestión por parte de algo que no tiene rostro ni intención: solo hambre. Y sobre todo, la Selva Invertida escucha. Escucha los pasos, las respiraciones contenidas, las súplicas susurradas a una madre que no puede oír. Porque en este nivel, el Abismo ya te ha empezado a probar. En este despiadado lugar, un alma poco afortunada parece perdida, un hombre, proveniente de algún otro lugar desconocido pareció llegar a través de una brecha, y, tras su encuentro con Ozen La Inamovible, la actitud de la mujer le dejó claro que el abismo no es lugar para gente débil, o te devoran sus habitantes, o es el propio abismo el que lo hace... Y dicha persona estaba a punto de vivir la bienvenida que le da el abismo a todos. ------------------------------- Ozen estaba desde su campamento observando tranquilamente los alrededores como solía hacer en momentos de aburrimiento, cosa que el abismo rara vez dejaba ocurrir. Desde la distancia observó al hombre que antes irrumpió en su hogar, ahora huyendo despavorido de una criatura. Ozen dejó salir un suspiro y se dirigió adentro, su forma desapareciendo en el laberinto de su hogar. La criatura perseguía incansable, emitiendo chillidos provenientes de otro mundo, que harían temblar la mente de cualquiera. El hombre podía sentir su estómago revolverse y su cuerpo más pesado, probablemente debido a la maldición que carga el abismo. Su cuerpo pareció rendirse. La criatura saltó, con mandíbulas abiertas, preparadas para acabar con la vida del hombre, entonces... El suelo tembló. El aire se partió en dos. Y la bestia se detuvo en seco, su cabeza girando sin su cuerpo, su columna partida como una caña seca entre dedos de hierro. Ella estaba allí... Ozen. No llegó corriendo, no llegó gritando, simplemente estaba, como si siempre hubiera estado. Su silueta era una torre ennegrecida por la ceniza, envuelta en placas de hierro que no brillaban, pero que pesaban en el aire como un juicio. El cadáver del monstruo aún se estremecía a su lado, colapsando lentamente, como si se negara a morir del todo. Ozen no miró a la criatura, solo al hombre, como si el cádaver de esa criatura fuera algo común en su día a día. Su rostro era inexpresivo, inmóvil, más muerto que vivo, sus ojos no tenían ira, ni compasión, ni alivio, solo presencia. Un vacío que no juzga, no salva... solo decide. Se acercó y se inclinó un poco, el metal de su armadura crujió como una tumba abriéndose. — Sigues vivo. — Su voz fue un golpe seco. — Te había dicho que esperases a que hubiera una brecha, este lugar no está hecho para ti, ¿Qué es lo que buscas? — Su tono de voz era firme, no parecía enfadada, más bien parecía una advertencia.
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