¿Una expedición al abismo?¿Estáis todos locos?
Rol con: 𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐞𝐫 , Lorenzo A Benedetti, Blancanieves Serin, Kalhi NigDurgae
El Abismo… Un enorme pozo que se abre hacia las profundidades del mundo. Se extiende cientos, miles de metros hacia abajo, con capas sucesivas que esconden ecosistemas, ruinas y criaturas jamás vistas en la superficie. La gravedad del Abismo es única, y con ella, una maldición terrible: quienes descienden arriesgan no solo sus vidas, sino su cuerpo y mente al intentar regresar. A pesar de esto, el Abismo atrae a los más valientes, a los que buscan respuestas, tesoros y secretos olvidados. Orth, la ciudad construida alrededor de su borde, vive y respira por el Abismo, porque en sus entrañas yace la promesa y el peligro más absoluto.
En una isla al borde del mundo yacía este majestuoso lugar, y poco sabía una de sus exploradoras más frecuentes, que dentro de poco tendría que lidiar con la angustia de un grupo con ansias de bajar al mismo. Esta mujer era Ozen, una mujer alta y corpulenta, con una presencia que impone respeto y temor. Su piel es pálida, casi blanca, probablemente debido a los muchos años que ha pasado en el abismo, alejada de la luz solar. Sus ojos, penetrantes y grises, tienen una mirada fría y distante que parece observar sin emoción, como si parte de ella se hubiera quedado dentro del abismo.
Por otro lado, estaba Lorenzo, de cabello rojizo y ojos azul cielo, un hombre dividido por nadie más que por si mismo, el vivo reflejo de un eterno conflicto interior, atormentado por los recuerdos de una vida pasada, parecía desconocer incluso su propia identidad. Pero algo tenía claro, su propósito, la tan aclamada redención, era la punta de lanza de la iglesia, y como en muchas otras ocasiones, su viaje venía de cortesía de la misma, enviado para recolectar una supuesta herramienta divina, ubicada en el fondo de dicho abismo.
Junto a él se encontraba una chica peliverde de actitud molesta, una bruja que ahora parecía interesada en él, o al menos, en sus secretos, no se alejaba excesivamente de él, y, a pesar de contradecir muchas de sus ideas, decidió aprender, tomarlo como maestro después de haber perdido a su anterior mentor, con un grimorio como único recuerdo, grimorio el cual Lorenzo conocía.
Ajenos a todo esto se encontraban Kalhi, una cambiaformas de secretos bien guardados, ahora tomando la forma de un hombre de piel blanca y ojos verdes, de complexión aparentemente delgada, pero entrenada, una figura imponente teniendo en cuenta que no parecía separarse de sus armas, las cuales mantenía siempre cerca. Era un hombre de sentidos agudos, no solo por su naturaleza, sino por la experiencia de una vida dura. Modificado para cumplir su objetivo sin importar lo que ocurra.
Junto a él se encontraba Monster, algo que pocos llamarían fantasía, pero muchos llamarían pesadilla. Un ser proveniente de más allá del plano corpóreo, cuyo único propósito era causar caos, discordia, todo con tal de alimentarse de las emociones de sus víctimas, pero no era lo único de lo que se alimentaba. De la misma manera que en vida fue caníbal, continuaba siéndolo tras su muerte. Ya conocido por Ozen, la misma le otorgó un título en pos de su amistad, "El lameculos favorito de Ozen".
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Era de noche, los pasos de la mujer resonaban por los caminos de piedra, como si tras ellos hubiera un peso antiguo. Rara vez se veía a Ozen en la superficie, pero esta era una de esas ocasiones, tras años de exploración, decidió volver a deleitarse con la vida normal durante un tiempo. Se dirigió a nada más y nada menos que una taverna, con intenciones obvias de beber hasta no poder más.
Al entrar al local, las personas parecían murmurar cosas sobre ella, algo que a Ozen no le sorprendía, pues había muchos rumores siniestros sobre ella, pero algo le llamó especialmente la atención, parecía que un hombre se había enterado de que se encontraba en la ciudad, y habían estado buscándola. Su descripción le sonaba, un cura pelirrojo de estatura media, entonces fue cuando entró él, Lorenzo, o Cipriano, O ambos, pues esa era la gracia de su existencia.
El cura venía acompañado, notando que era la "niña lechuga", o así la llamaba ella, pero no le daría importancia.
El hombre ojeó el local, como si estuviera escaneándolo por amenazas, su mirada parecía firme, casi como si juzgara a todos los presentes, entonces, vio a Ozen. Sin decir nada y con paso constante, se acercó a ella y tomó asiento en su mesa, su mirada parecía hablar por si misma. Se dirigió a alzar la voz, pero antes de decir nada, la puerta volvió a sonar con fuerza.
El Abismo… Un enorme pozo que se abre hacia las profundidades del mundo. Se extiende cientos, miles de metros hacia abajo, con capas sucesivas que esconden ecosistemas, ruinas y criaturas jamás vistas en la superficie. La gravedad del Abismo es única, y con ella, una maldición terrible: quienes descienden arriesgan no solo sus vidas, sino su cuerpo y mente al intentar regresar. A pesar de esto, el Abismo atrae a los más valientes, a los que buscan respuestas, tesoros y secretos olvidados. Orth, la ciudad construida alrededor de su borde, vive y respira por el Abismo, porque en sus entrañas yace la promesa y el peligro más absoluto.
En una isla al borde del mundo yacía este majestuoso lugar, y poco sabía una de sus exploradoras más frecuentes, que dentro de poco tendría que lidiar con la angustia de un grupo con ansias de bajar al mismo. Esta mujer era Ozen, una mujer alta y corpulenta, con una presencia que impone respeto y temor. Su piel es pálida, casi blanca, probablemente debido a los muchos años que ha pasado en el abismo, alejada de la luz solar. Sus ojos, penetrantes y grises, tienen una mirada fría y distante que parece observar sin emoción, como si parte de ella se hubiera quedado dentro del abismo.
Por otro lado, estaba Lorenzo, de cabello rojizo y ojos azul cielo, un hombre dividido por nadie más que por si mismo, el vivo reflejo de un eterno conflicto interior, atormentado por los recuerdos de una vida pasada, parecía desconocer incluso su propia identidad. Pero algo tenía claro, su propósito, la tan aclamada redención, era la punta de lanza de la iglesia, y como en muchas otras ocasiones, su viaje venía de cortesía de la misma, enviado para recolectar una supuesta herramienta divina, ubicada en el fondo de dicho abismo.
Junto a él se encontraba una chica peliverde de actitud molesta, una bruja que ahora parecía interesada en él, o al menos, en sus secretos, no se alejaba excesivamente de él, y, a pesar de contradecir muchas de sus ideas, decidió aprender, tomarlo como maestro después de haber perdido a su anterior mentor, con un grimorio como único recuerdo, grimorio el cual Lorenzo conocía.
Ajenos a todo esto se encontraban Kalhi, una cambiaformas de secretos bien guardados, ahora tomando la forma de un hombre de piel blanca y ojos verdes, de complexión aparentemente delgada, pero entrenada, una figura imponente teniendo en cuenta que no parecía separarse de sus armas, las cuales mantenía siempre cerca. Era un hombre de sentidos agudos, no solo por su naturaleza, sino por la experiencia de una vida dura. Modificado para cumplir su objetivo sin importar lo que ocurra.
Junto a él se encontraba Monster, algo que pocos llamarían fantasía, pero muchos llamarían pesadilla. Un ser proveniente de más allá del plano corpóreo, cuyo único propósito era causar caos, discordia, todo con tal de alimentarse de las emociones de sus víctimas, pero no era lo único de lo que se alimentaba. De la misma manera que en vida fue caníbal, continuaba siéndolo tras su muerte. Ya conocido por Ozen, la misma le otorgó un título en pos de su amistad, "El lameculos favorito de Ozen".
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Era de noche, los pasos de la mujer resonaban por los caminos de piedra, como si tras ellos hubiera un peso antiguo. Rara vez se veía a Ozen en la superficie, pero esta era una de esas ocasiones, tras años de exploración, decidió volver a deleitarse con la vida normal durante un tiempo. Se dirigió a nada más y nada menos que una taverna, con intenciones obvias de beber hasta no poder más.
Al entrar al local, las personas parecían murmurar cosas sobre ella, algo que a Ozen no le sorprendía, pues había muchos rumores siniestros sobre ella, pero algo le llamó especialmente la atención, parecía que un hombre se había enterado de que se encontraba en la ciudad, y habían estado buscándola. Su descripción le sonaba, un cura pelirrojo de estatura media, entonces fue cuando entró él, Lorenzo, o Cipriano, O ambos, pues esa era la gracia de su existencia.
El cura venía acompañado, notando que era la "niña lechuga", o así la llamaba ella, pero no le daría importancia.
El hombre ojeó el local, como si estuviera escaneándolo por amenazas, su mirada parecía firme, casi como si juzgara a todos los presentes, entonces, vio a Ozen. Sin decir nada y con paso constante, se acercó a ella y tomó asiento en su mesa, su mirada parecía hablar por si misma. Se dirigió a alzar la voz, pero antes de decir nada, la puerta volvió a sonar con fuerza.
Rol con: [Monster], [sinner_without_sin], [lunar_ruby_zebra_434], [kalh1]
El Abismo… Un enorme pozo que se abre hacia las profundidades del mundo. Se extiende cientos, miles de metros hacia abajo, con capas sucesivas que esconden ecosistemas, ruinas y criaturas jamás vistas en la superficie. La gravedad del Abismo es única, y con ella, una maldición terrible: quienes descienden arriesgan no solo sus vidas, sino su cuerpo y mente al intentar regresar. A pesar de esto, el Abismo atrae a los más valientes, a los que buscan respuestas, tesoros y secretos olvidados. Orth, la ciudad construida alrededor de su borde, vive y respira por el Abismo, porque en sus entrañas yace la promesa y el peligro más absoluto.
En una isla al borde del mundo yacía este majestuoso lugar, y poco sabía una de sus exploradoras más frecuentes, que dentro de poco tendría que lidiar con la angustia de un grupo con ansias de bajar al mismo. Esta mujer era Ozen, una mujer alta y corpulenta, con una presencia que impone respeto y temor. Su piel es pálida, casi blanca, probablemente debido a los muchos años que ha pasado en el abismo, alejada de la luz solar. Sus ojos, penetrantes y grises, tienen una mirada fría y distante que parece observar sin emoción, como si parte de ella se hubiera quedado dentro del abismo.
Por otro lado, estaba Lorenzo, de cabello rojizo y ojos azul cielo, un hombre dividido por nadie más que por si mismo, el vivo reflejo de un eterno conflicto interior, atormentado por los recuerdos de una vida pasada, parecía desconocer incluso su propia identidad. Pero algo tenía claro, su propósito, la tan aclamada redención, era la punta de lanza de la iglesia, y como en muchas otras ocasiones, su viaje venía de cortesía de la misma, enviado para recolectar una supuesta herramienta divina, ubicada en el fondo de dicho abismo.
Junto a él se encontraba una chica peliverde de actitud molesta, una bruja que ahora parecía interesada en él, o al menos, en sus secretos, no se alejaba excesivamente de él, y, a pesar de contradecir muchas de sus ideas, decidió aprender, tomarlo como maestro después de haber perdido a su anterior mentor, con un grimorio como único recuerdo, grimorio el cual Lorenzo conocía.
Ajenos a todo esto se encontraban Kalhi, una cambiaformas de secretos bien guardados, ahora tomando la forma de un hombre de piel blanca y ojos verdes, de complexión aparentemente delgada, pero entrenada, una figura imponente teniendo en cuenta que no parecía separarse de sus armas, las cuales mantenía siempre cerca. Era un hombre de sentidos agudos, no solo por su naturaleza, sino por la experiencia de una vida dura. Modificado para cumplir su objetivo sin importar lo que ocurra.
Junto a él se encontraba Monster, algo que pocos llamarían fantasía, pero muchos llamarían pesadilla. Un ser proveniente de más allá del plano corpóreo, cuyo único propósito era causar caos, discordia, todo con tal de alimentarse de las emociones de sus víctimas, pero no era lo único de lo que se alimentaba. De la misma manera que en vida fue caníbal, continuaba siéndolo tras su muerte. Ya conocido por Ozen, la misma le otorgó un título en pos de su amistad, "El lameculos favorito de Ozen".
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Era de noche, los pasos de la mujer resonaban por los caminos de piedra, como si tras ellos hubiera un peso antiguo. Rara vez se veía a Ozen en la superficie, pero esta era una de esas ocasiones, tras años de exploración, decidió volver a deleitarse con la vida normal durante un tiempo. Se dirigió a nada más y nada menos que una taverna, con intenciones obvias de beber hasta no poder más.
Al entrar al local, las personas parecían murmurar cosas sobre ella, algo que a Ozen no le sorprendía, pues había muchos rumores siniestros sobre ella, pero algo le llamó especialmente la atención, parecía que un hombre se había enterado de que se encontraba en la ciudad, y habían estado buscándola. Su descripción le sonaba, un cura pelirrojo de estatura media, entonces fue cuando entró él, Lorenzo, o Cipriano, O ambos, pues esa era la gracia de su existencia.
El cura venía acompañado, notando que era la "niña lechuga", o así la llamaba ella, pero no le daría importancia.
El hombre ojeó el local, como si estuviera escaneándolo por amenazas, su mirada parecía firme, casi como si juzgara a todos los presentes, entonces, vio a Ozen. Sin decir nada y con paso constante, se acercó a ella y tomó asiento en su mesa, su mirada parecía hablar por si misma. Se dirigió a alzar la voz, pero antes de decir nada, la puerta volvió a sonar con fuerza.
Tipo
Grupal
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible

