• {La espada giraba conmigo en un arco perfecto, y con un corte preciso desgarré la bolsa de tierra colgada frente a mí, dejando que la arena se desparramara como si fuera sangre.}

    —¿No se supone que deberías practicar conmigo?

    {Pregunté, sin disimular la ironía, mientras me preparaba para un nuevo movimiento.}

    {A pocos metros, la silueta oscura de mi “compañero” reposaba con despreocupación. El espíritu de caballo, con aquel hocico afilado que parecía el pico de un ave, no mostraba el más mínimo interés por mis esfuerzos. En cambio, se deleitaba con las manzanas que había conseguido para él, como si fueran un pago justo por los favores de su magia oscura. Una manzana se alzó lentamente en el aire, rodeada de un resplandor violeta, y flotó hasta su pico.}

    —Yo solo soy un espíritu que vaga entre mundos, devorando los sueños cálidos para transformarlos en pesadillas. No soy un ser cuya voluntad pueda ser arrastrada por tu ridícula nigromancia.

    {Respondió con esa voz metálica y demoníaca que solía irritarme.
    Apreté el mango de mi espada con fuerza, girándome hacia él con una sonrisa fingida para ocultar mí orgullo herido.}

    —Pero eres un obsequio, ¿no? Como dicen los humanos: mi mascota. Así que, ven aquí ahora mismo.

    {Mi voz sonó firme, aunque por dentro me ardía la frustración de tener que recordarle a quién pertenecía su servidumbre.
    El espíritu resopló, molesto por la interrupción de su festín. Sus pezuñas retumbaron en la tierra mientras avanzaba hacia mí.}

    —Te llevará años de entrenamiento, pequeña neko.

    {Rugió, clavando sus ojos vacíos en los míos.}

    —Tu padre se decepcionaría al ver que la sangre humana de tu madre corre más fuerte en ti que la de los nekomatas. Ni siquiera puedes controlar tus poderes. Apenas salen cuando estás asustada o furiosa. Y aun así, fallan.

    {Su magia invisible me envolvió de pronto. Sentí cómo mi cola se elevaba contra mi voluntad, tirada hacia arriba con un gesto cruel.
    Solté un chillido mientras intentaba bajarla con ambas manos.}

    —Mírate. Ni siquiera has terminado de crecer.

    {Tomé mi cola entre las manos, protegiéndola, y mis ojos lo observaron con furia.}

    —Eres el peor protector y servidor que mi padre me dejó.

    {Refunfuñé, intentando mantener la compostura. Ese espíritu era arrogante, hostil, y más cruel de lo que recordaba… y aun así, era el único que debía llamarse mi guardián.}

    {La espada giraba conmigo en un arco perfecto, y con un corte preciso desgarré la bolsa de tierra colgada frente a mí, dejando que la arena se desparramara como si fuera sangre.} —¿No se supone que deberías practicar conmigo? {Pregunté, sin disimular la ironía, mientras me preparaba para un nuevo movimiento.} {A pocos metros, la silueta oscura de mi “compañero” reposaba con despreocupación. El espíritu de caballo, con aquel hocico afilado que parecía el pico de un ave, no mostraba el más mínimo interés por mis esfuerzos. En cambio, se deleitaba con las manzanas que había conseguido para él, como si fueran un pago justo por los favores de su magia oscura. Una manzana se alzó lentamente en el aire, rodeada de un resplandor violeta, y flotó hasta su pico.} —Yo solo soy un espíritu que vaga entre mundos, devorando los sueños cálidos para transformarlos en pesadillas. No soy un ser cuya voluntad pueda ser arrastrada por tu ridícula nigromancia. {Respondió con esa voz metálica y demoníaca que solía irritarme. Apreté el mango de mi espada con fuerza, girándome hacia él con una sonrisa fingida para ocultar mí orgullo herido.} —Pero eres un obsequio, ¿no? Como dicen los humanos: mi mascota. Así que, ven aquí ahora mismo. {Mi voz sonó firme, aunque por dentro me ardía la frustración de tener que recordarle a quién pertenecía su servidumbre. El espíritu resopló, molesto por la interrupción de su festín. Sus pezuñas retumbaron en la tierra mientras avanzaba hacia mí.} —Te llevará años de entrenamiento, pequeña neko. {Rugió, clavando sus ojos vacíos en los míos.} —Tu padre se decepcionaría al ver que la sangre humana de tu madre corre más fuerte en ti que la de los nekomatas. Ni siquiera puedes controlar tus poderes. Apenas salen cuando estás asustada o furiosa. Y aun así, fallan. {Su magia invisible me envolvió de pronto. Sentí cómo mi cola se elevaba contra mi voluntad, tirada hacia arriba con un gesto cruel. Solté un chillido mientras intentaba bajarla con ambas manos.} —Mírate. Ni siquiera has terminado de crecer. {Tomé mi cola entre las manos, protegiéndola, y mis ojos lo observaron con furia.} —Eres el peor protector y servidor que mi padre me dejó. {Refunfuñé, intentando mantener la compostura. Ese espíritu era arrogante, hostil, y más cruel de lo que recordaba… y aun así, era el único que debía llamarse mi guardián.}
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  • {La luna apenas lograba filtrarse entre las nubes negras que cubrían el cielo. Las ruinas de la ciudad se extendían a lo lejos.}

    {Frente a mí, entre la bruma, emergió el espíritu que esperaba. A quién no había invocado hace muchos años. Un corcel alado de sombra, tan oscuro cómo la noche, y sus alas extendidas. Sus ojos vacíos, ardientes, se clavaron en mis ojos.}

    {Sostuve la mirada, mientras el viento agitaba mí cabello.}

    —Así que… Aquí estás...

    {Susurré, mientras mis dedos se apretaban sobre la empuñadura de la espada.}

    {El espíritu inclinó ligeramente la cabeza. Ambos nos mirábamos, unidos en un encuentro planeado por el mismo destino.}


    {Con una voz grave, metálica y demoníaca, el espíritu rompió el silencio.}

    —Han pasado muchos años, pequeña neko… Dime, ¿aún conservas el libro de transformación que los espíritus te entregaron como obsequio?

    {Sus ojos espectrales se posaron con insistencia en mis orejas felinas, y su mirada descendió hacia mi cola, que se movía inquieta.}

    —Ah… ya lo entiendo.

    {Prosiguió con una risa oscura y algo burlona.}

    —Por eso sentí esa energía al acercarme. Has liberado tu verdadero ser. Sin embargo, tu sangre sigue contaminada por lo humano. Esa debilidad jamás te permitirá alcanzar la fuerza absoluta. ¿Acaso no fue por eso que tus propios padres te ocultaron entre los humanos? Lo hicieron para que sobrevivieras.

    {Al escuchar esas palabras, un escalofrío recorrió mi piel. Mis manos se cerraron con fuerza en torno al mango de mi espada.}

    —Silencio. No te convoqué para escuchar tus lamentos.

    {Por mí tono de voz, el espíritu se irguió, pero no respondió. La fuerza de mi mirada lo obligó a callar.
    Su trabajo era obedecerme.}

    —Tengo un deber que cumplir. Mi aliado me ha encomendado una misión. Pero antes, necesito de tu ayuda...
    {La luna apenas lograba filtrarse entre las nubes negras que cubrían el cielo. Las ruinas de la ciudad se extendían a lo lejos.} {Frente a mí, entre la bruma, emergió el espíritu que esperaba. A quién no había invocado hace muchos años. Un corcel alado de sombra, tan oscuro cómo la noche, y sus alas extendidas. Sus ojos vacíos, ardientes, se clavaron en mis ojos.} {Sostuve la mirada, mientras el viento agitaba mí cabello.} —Así que… Aquí estás... {Susurré, mientras mis dedos se apretaban sobre la empuñadura de la espada.} {El espíritu inclinó ligeramente la cabeza. Ambos nos mirábamos, unidos en un encuentro planeado por el mismo destino.} {Con una voz grave, metálica y demoníaca, el espíritu rompió el silencio.} —Han pasado muchos años, pequeña neko… Dime, ¿aún conservas el libro de transformación que los espíritus te entregaron como obsequio? {Sus ojos espectrales se posaron con insistencia en mis orejas felinas, y su mirada descendió hacia mi cola, que se movía inquieta.} —Ah… ya lo entiendo. {Prosiguió con una risa oscura y algo burlona.} —Por eso sentí esa energía al acercarme. Has liberado tu verdadero ser. Sin embargo, tu sangre sigue contaminada por lo humano. Esa debilidad jamás te permitirá alcanzar la fuerza absoluta. ¿Acaso no fue por eso que tus propios padres te ocultaron entre los humanos? Lo hicieron para que sobrevivieras. {Al escuchar esas palabras, un escalofrío recorrió mi piel. Mis manos se cerraron con fuerza en torno al mango de mi espada.} —Silencio. No te convoqué para escuchar tus lamentos. {Por mí tono de voz, el espíritu se irguió, pero no respondió. La fuerza de mi mirada lo obligó a callar. Su trabajo era obedecerme.} —Tengo un deber que cumplir. Mi aliado me ha encomendado una misión. Pero antes, necesito de tu ayuda...
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  • *He tratado de ser lo más amigable posible, Pero a veces la naturaleza no se puede ocultar. Los horrores y abominaciones mecánicas merodean a mi alrededor.*
    *He tratado de ser lo más amigable posible, Pero a veces la naturaleza no se puede ocultar. Los horrores y abominaciones mecánicas merodean a mi alrededor.*
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  • ~En cierto modo... Así me siento más libre.
    Esto es lo que soy. Los humanos pueden verme cómo un fenómeno, un demonio, un monstruo... Talvez todo eso exista en la mirada de los demás. Pero para mí, sigo siendo solo Haku. Una neko que aprendió a imitar la vida de los humanos, a ocultar lo que realmente era.
    Pero tarde o temprano, mí verdadero ser siempre termina saliendo a la luz, porque hay cosas que no pueden reprimirse para siempre.~

    ~¿Verdad?~
    ~En cierto modo... Así me siento más libre. Esto es lo que soy. Los humanos pueden verme cómo un fenómeno, un demonio, un monstruo... Talvez todo eso exista en la mirada de los demás. Pero para mí, sigo siendo solo Haku. Una neko que aprendió a imitar la vida de los humanos, a ocultar lo que realmente era. Pero tarde o temprano, mí verdadero ser siempre termina saliendo a la luz, porque hay cosas que no pueden reprimirse para siempre.~ ~¿Verdad?~
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  • ~Uhmm… Esta magia para disimular mis orejas con tal de pasar desapercibida entre los humanos resulta agotadora… aunque debo admitir que es bastante efectiva.
    Pero ocultar también mi colita… eso sí que es lo más complicado, sobre todo con tantas capas de ropa que debo llevar encima.

    ¿Quizás ya debería dejar de esconderme y aceptar mi verdadera esencia?
    Mostrar sin temor mi auténtica forma de neko...

    Solo de pensarlo, me pone nerviosa.~

    ~Uhmm… Esta magia para disimular mis orejas con tal de pasar desapercibida entre los humanos resulta agotadora… aunque debo admitir que es bastante efectiva. Pero ocultar también mi colita… eso sí que es lo más complicado, sobre todo con tantas capas de ropa que debo llevar encima. ¿Quizás ya debería dejar de esconderme y aceptar mi verdadera esencia? Mostrar sin temor mi auténtica forma de neko... Solo de pensarlo, me pone nerviosa.~
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  • Dicen que todo hombre necesita paz. Que cerrar los ojos frente a un altar trae redención. Pero yo no creo en redención. Solo en silencio… y en la muerte.

    Había pasado semanas haciéndome pasar por un hombre de fe. Una sotana, un collar al cuello, el tono correcto de voz… y de pronto, todos se inclinaban, confiaban, abrían sus pecados frente a mí. Ironía pura, el lobo con piel de pastor.

    Cada confesión era una pista, un mapa que me llevaba directo al objetivo. Escuchaba pecados que no me importaban, historias de adulterios, robos, miedos… pero en medio de esas voces débiles estaba la que buscaba, un nombre, una dirección, un secreto que solo un “siervo del Señor” podía obtener.

    Esa noche, frente al altar vacío, cerré los ojos. No rezaba. No buscaba perdón. Solo repasaba la misión en mi mente, cada movimiento ya medido, cada sombra que usaría como cobertura.

    Cuando el objetivo entró al confesionario, esperaba un hombre santo… pero lo que encontró fue la oscuridad. Con un susurro bastó.

    —Hijo mío, tus pecados ya no tienen absolución.

    Lo demás fue rápido, preciso, como siempre. Un destello metálico, un cuerpo desplomado, y el silencio volvió a llenar la capilla.

    Al salir, la sotana aún cubría mis cicatrices, pero yo sabía la verdad, no hay fe capaz de ocultar lo que soy. Un asesino. Un soldado. Un fantasma.
    Dicen que todo hombre necesita paz. Que cerrar los ojos frente a un altar trae redención. Pero yo no creo en redención. Solo en silencio… y en la muerte. Había pasado semanas haciéndome pasar por un hombre de fe. Una sotana, un collar al cuello, el tono correcto de voz… y de pronto, todos se inclinaban, confiaban, abrían sus pecados frente a mí. Ironía pura, el lobo con piel de pastor. Cada confesión era una pista, un mapa que me llevaba directo al objetivo. Escuchaba pecados que no me importaban, historias de adulterios, robos, miedos… pero en medio de esas voces débiles estaba la que buscaba, un nombre, una dirección, un secreto que solo un “siervo del Señor” podía obtener. Esa noche, frente al altar vacío, cerré los ojos. No rezaba. No buscaba perdón. Solo repasaba la misión en mi mente, cada movimiento ya medido, cada sombra que usaría como cobertura. Cuando el objetivo entró al confesionario, esperaba un hombre santo… pero lo que encontró fue la oscuridad. Con un susurro bastó. —Hijo mío, tus pecados ya no tienen absolución. Lo demás fue rápido, preciso, como siempre. Un destello metálico, un cuerpo desplomado, y el silencio volvió a llenar la capilla. Al salir, la sotana aún cubría mis cicatrices, pero yo sabía la verdad, no hay fe capaz de ocultar lo que soy. Un asesino. Un soldado. Un fantasma.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Tenlo en cuenta al responder.
    —Así que los rumores son ciertos… Llega el exterminio —murmuró, mientras acariciaba el filo de su gran hacha, un arma forjada en las profundidades del averno. Su sonrisa retorcida revelaba colmillos afilados, y sus ojos, dos brasas encendidas, brillaban con una diversión sadica.


    —Qué delicia… —susurró, imaginando la caza que se avecinaba. Se preguntaba cuántos pajaritos/angeles del cielo podría atrapar, cuántas almas podría devorar antes de que la luna se ocultara tras las nubes. Su mente se llenaba de imágenes de caos y desesperación, y cada pensamiento alimentaba su sed de sangre.
    —Así que los rumores son ciertos… Llega el exterminio —murmuró, mientras acariciaba el filo de su gran hacha, un arma forjada en las profundidades del averno. Su sonrisa retorcida revelaba colmillos afilados, y sus ojos, dos brasas encendidas, brillaban con una diversión sadica. —Qué delicia… —susurró, imaginando la caza que se avecinaba. Se preguntaba cuántos pajaritos/angeles del cielo podría atrapar, cuántas almas podría devorar antes de que la luna se ocultara tras las nubes. Su mente se llenaba de imágenes de caos y desesperación, y cada pensamiento alimentaba su sed de sangre.
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  • ~.... Entonces, desde hoy seré tu compañera de clases y también tutora... Yo te ayudaré en cada materia que necesites...uhmm...

    {Carraspea mientras aparta la mirada de las páginas y mira a su nuevo compañero de clases.}

    -Oye. Mis ojos están aquí arriba.

    {Haku lo mira fijamente casi fulminandolo con la mirada. A pesar de ser una alumna adorable y simpática, solía ocultar un fuerte carácter. Si algo le molestaba, cualquiera lamentaría meterse con ella. Pues quién quiera llegar a ella debería ser muy valiente y estar a la altura para ganarse su atención.}
    ~.... Entonces, desde hoy seré tu compañera de clases y también tutora... Yo te ayudaré en cada materia que necesites...uhmm... {Carraspea mientras aparta la mirada de las páginas y mira a su nuevo compañero de clases.} -Oye. Mis ojos están aquí arriba. {Haku lo mira fijamente casi fulminandolo con la mirada. A pesar de ser una alumna adorable y simpática, solía ocultar un fuerte carácter. Si algo le molestaba, cualquiera lamentaría meterse con ella. Pues quién quiera llegar a ella debería ser muy valiente y estar a la altura para ganarse su atención.}
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  • Demon purpure..
    - se estaba tomando la última foto, en su versión demonio, habia decidido ocultar para siempre su naturaleza. -
    Demon purpure.. - se estaba tomando la última foto, en su versión demonio, habia decidido ocultar para siempre su naturaleza. -
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  • La gorra le cubría media cara, pero no lo suficiente como para ocultar la sonrisa traviesa que adornaba su rostro cada vez que salía sin permiso.

    —Solo veinte minutos —susurró para si misma, mientras empujaba la puerta trasera de la academia— nadie lo notará...

    Caminó rápido, con los auriculares colgando de su cuello y el corazón latiendo como si estuviera cometiendo un crimen. Era buena en eso. En escabullirse sin pensar en las consecuencias, como si no hubuera mayor problema en ello.

    Su reloj marcaba exactamente 10 minutos desde que había salido de la academia. El olor la golpeó antes de ver el cartel: tteokbokki hirviendo en salsa roja, odeng flotando en caldo, kimbap apilado como si no fuera pecado.

    —¡Uno extra picante, con extra de queso y odeng! —pidió sin pensar.

    La dueña del puesto rió y le sirvió una porción visiblemente prohibida para cualquier trainee, y ella sintió que su estómago ya lo agradecía. Finalmente, comida real. Se ajustó la gorra, y mientras pagaba en efectivo, imaginaba la cara de su nutricionista si la viera ahora mismo.

    —Lo siento, pero si tengo que comer otra lechuga, terminaré convertida en conejo... —susurró.

    El primer bocado fue tan glorioso que casi olvidó... que solo le quedaban unos 10 minutos para regresar.
    La gorra le cubría media cara, pero no lo suficiente como para ocultar la sonrisa traviesa que adornaba su rostro cada vez que salía sin permiso. —Solo veinte minutos —susurró para si misma, mientras empujaba la puerta trasera de la academia— nadie lo notará... Caminó rápido, con los auriculares colgando de su cuello y el corazón latiendo como si estuviera cometiendo un crimen. Era buena en eso. En escabullirse sin pensar en las consecuencias, como si no hubuera mayor problema en ello. Su reloj marcaba exactamente 10 minutos desde que había salido de la academia. El olor la golpeó antes de ver el cartel: tteokbokki hirviendo en salsa roja, odeng flotando en caldo, kimbap apilado como si no fuera pecado. —¡Uno extra picante, con extra de queso y odeng! —pidió sin pensar. La dueña del puesto rió y le sirvió una porción visiblemente prohibida para cualquier trainee, y ella sintió que su estómago ya lo agradecía. Finalmente, comida real. Se ajustó la gorra, y mientras pagaba en efectivo, imaginaba la cara de su nutricionista si la viera ahora mismo. —Lo siento, pero si tengo que comer otra lechuga, terminaré convertida en conejo... —susurró. El primer bocado fue tan glorioso que casi olvidó... que solo le quedaban unos 10 minutos para regresar.
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